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Ante las huelgas generales del 29 de junio

y del 29 de septiembre
Jesús Urra y Txema Mauleón

25 de junio de 2010

L os motivos de la huelga general están plenamente justificados. Hace unos días fue el
“decretazo” que hacía recaer las consecuencias de la crisis económica en las gentes
trabajadoras mediante el recorte del gasto para servicios públicos, mediante la subida de impuestos
indirectos o mediante la congelación salarial de una parte muy importante de los pensionistas y
del total del funcionariado, amén de los recortes en dependencia y cooperación al desarrollo.

Ahora es una reforma laboral que va a cercenar los derechos laborales para aumentar los
beneficios de los “mercados” y del capital: despido más barato y más fácil, mantenimiento de la
temporalidad (un tercio de los contratos), en mucho casos fraudulenta, mayor arbitrariedad
patronal con todo tipo de flexibilidad laboral, la posibilidad de descuelgue de los convenios
generales, lo que afectará a los sectores más vulnerables de las clases trabajadoras.

Y en el futuro todo apunta a que los llamados “mercados” van a intentar reducir más y
más los derechos sociales del Estado de bienestar: sanidad, educación, servicios públicos, medio
ambiente, pensiones... Especialmente en este último caso, donde ya está prevista su revisión en el
Pacto de Toledo.

Ante unos asuntos tan graves y que tan directamente afectan a la amplia mayoría de la
población –y en especial a los sectores más desfavorecidos de la sociedad– hace falta contestar
unidos desde las izquierdas, desde las fuerzas sindicales y sociales y crear un movimiento social en
defensa del Estado de bienestar a escala europea. Un movimiento que haga valer la fuerza social de
la mayoría de la población europea y que presione con energía ante los gobiernos europeos, ante
Zapatero. ¡Como lo hacen los “mercados”, valedores especialmente de los grandes capitales!

Por ello, es completamente injustificado que ante un asunto tan grave y que nos incumbe
por igual a toda la población trabajadora, sea del color que sea, nos encontremos con dos
convocatorias de huelga general diferentes para exigir prácticamente lo mismo. Es necesario que la
gente les obligue a la unidad. El distinto matiz nacionalista (español o vasco) u otra diferencia
sindical no justifica de ningún modo esta división aquí y ahora.

Hace falta un debate sereno en los centros de trabajo y entre la población afectada que
impida proseguir con esta división que antes no existía y que se ha impuesto como si de una plaga
bíblica se tratara. Entretanto, y a pesar de la nefasta división, Batzarre anima participar en la
huelga y en las protestas de calle en la fecha que mayor unidad consiga en la localidad y en el
centro de trabajo. La defensa del Estado de bienestar y de los derechos sociales requiere una
respuesta social unida y contundente.

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