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Introducción:
Lo cotidiano y sus interlocutores.
El AT trabaja desde lo clínico y lo social, en la complejidad de la práctica con pacientes exentos de paciencia, con
dispositivos heterodoxos, en situaciones que van desde la crisis o urgencias subjetivas hasta la cronicidad.
El AT es una herramienta terapéutica en el marco de políticas, instituciones y dispositivos en Salud Mental, también se
desarrolla en el campo de la Educación Especial y la discapacidad, con niños y adolescentes.
En la técnica del trabajo del AT no deja de lado las estrategias y políticas, haciendo principalmente eje en la
singularidad, en el caso por caso.
Lo cotidiano es lo diario, aquello que sucede día a día, y la rutina fue defendida como una “costumbre inveterada,
habito adquirido de hacer las cosas por mera practica y sin razonarlas”
Desde los comienzos de la constitución del sujeto humano, entonces, la cuestión de la “rutina” se plantea como
necesaria, en tanto permite la conformación de invariantes para la cotidianeidad.
La cotidianeidad es el escenario del AT.
Porque lo cotidiano es donde el acompañante terapéutico se incluye, porque propone un trabajo terapéutico en esa
escena en la que participa y construye cada día.
Es el acompañante terapéutico en su práctica un interlocutor para aquel a quien acompaña, a veces para su familia.
PRIMERA PARTE
Capítulo 1:
Historia y desarrollos del Acompañamiento Terapéutico
Desde esta historia del Acompañamiento Terapéutico la propuesta es abordar las coordenadas que tuvieron sus
comienzos, para pensar su incidencia en el presente, ubicando también su desarrollo en el marco de un sistema de
salud, en una concepción de enfermedad, salud mental y su tratamiento en un lugar y momento determinado.
Un espacio de intersecciones
Los comienzos en argentina del acompañamiento terapéutico, aparece ligado a la clínica psiquiátrica, desde una
apertura de la misma.
Cabe afirmar que el acompañamiento terapéutico se inscribe en un panorama que era sumamente innovador;
ubicándose ante una crisis en la clínica más tradicional tanto en el ámbito psiquiátrico como psicoanalítico.
Desde mediados de los años 80’, y con un mayor desarrollo en la última década, comenzaron a describirse distintas
modalidades de abordaje en acompañamiento.
Durante muchos años las publicaciones teorico-clinicas sobre acompañamiento terapéutico fueron escasas, casi como
un déficit.
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Se sabe que el AT empezó con esta denominación en argentina hacia principios de los ’70, aunque existieron
experiencias similares que no llevarían ese nombre. Se desplaza sobre el borde de la clínica donde resulta sumamente
problemático el trabajo terapéutico sin considerar el ambiente social y familiar del paciente.
En varios países de Latinoamérica, como Brasil, Uruguay, México, Perú y Chile, fueron desarrollándose en los ultimos
20 años experiencias que llevaron esta denominación (AT), aunque no han tenido conceptualización como en Buenos
Aires y algunas ciudades de Argentina. Sin embargo, en la cuidad de Brasil la temática del AT tiene un fuerte impulso en
la actualidad, tanto como trabajadores con esta herramienta como libros que abordan dicho tema.
Las experiencias de Triste (Italia) con Basaglia, la Psiquiatría de Sector en Francia y la Psiquiatría social/comunitaria
de EE UU, entre otras, se inscriben en esta perspectiva.
En textos de 1923, se habla de la enfermera del servicio social de asistencia psiquiátrica como figura clave: llega
habitualmente al seno de las colectividades y las familias, para dictar formas de higiene y vigiar su realización; en el
ejercicio de su cometido le es más fácil convertirse en guardiana de la salud; su esencial preparación profesional da al
medico absoluta garantía de éxito. Se rescatan otros trabajos de la época donde se menciona el “servicio social de
visitadoras a domicilio”, para seguir el curso de la enfermedad y su tratamiento, para facilitar la vuelta al trabajo y para
que las familias se interesen por el paciente.
Estas referencias históricas nos acercan a expresiones que se han utilizado también para definir el rol del AT desde una
perspectiva psiquiátrica.
El elemento estructurarte de este planeamiento es la relación cuidado-cuidador, antes, durante y después de la
hospitalización o sin hospitalización, es el sostén psicoterapéutico.
Ejemplo: Renée sufría de una “realización simbólica” que partía de la esquizofrenia. En ella se realizo el “primer
acompañamiento terapéutico”, ya que tenía una necesidad profunda de atención.
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Para una historia del acompañamiento terapéutico en Argentina:
Clima socio-político y salud mental a fines de los años ’60.
En una investigación sobre el período de los años ’50 y la década del ’70, permiten ubicar el denominado campo de la
salud mental que se iba estableciendo. Una característica relevante del mismo era que “la psiquiatría dejo de ser la
profesión exclusiva que curaba las enfermedades mentales y debió convivir con otras disciplinas como la psicología, la
psicopedagogía, la antropología, la sociología, etc. Entre ellas, el psicoanálisis adquirió un prestigio que influyo a todas
las aéreas del saber.
El concepto de “campo de la Salud Mental” apareció entonces como “aglutinador de esta nueva corriente que pretendía
superar el manicomio como forma de asistencia. Recordemos que, en esos momentos, la mitad de las camas de
internación en el mundo eran psiquiátricas”
Se multiplicaban los esquemas institucionales para abordar el padecimiento mental, con propuestas que abarcarán la
prevención y el trabajo barrial. Surge en 1959 la Federación Argentina de Psiquiatras (FAP), que se creo para insertar a
los priquiatras dentro del nuevo campo de la salud mental… a los psiquiatras de esa época los podemos dividir en dos
grupos:
1. El primer grupo era el MANICOMIAL, integrado por los defensores del sistema de hospicios, y directivos de los
manicomios del país.
2. El otro grupo es el de los REFORMISTAS, integrado por quienes se oponían a la situación de los manicomios y
querían modificar sus estructuras; y con integrantes como Pichón Riviere.
Estas experiencias producen en toda esta etapa una fuerte apertura a las demandas comunitarias, y una disputa
tendiente a incluir las psicoterapias en el proceso de transformación social, lo cual resulta paralelo a la creación de
estrategias y medios terapéuticos innovadores.
La salida del consultorio hacia lo social y la posibilidad de tener en cuenta de otra manera el contexto cotidiano de los
pacientes, van abriendo un camino para el surgimiento posterior del rol del AT, el cual no aparecerá por casualidad.
A su vez la movilización política de la época tenía consecuencias. Desde los años 50’ la lucha por la inclusión del
psicoanálisis en el hospital había tenido entre sus exponentes más reconocidos a Enrique Pichon Riviere, con el empuje
de su lugar de maestro de psicoanálisis, para llegar y promover sus grupos operativos en los años 60’.
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múltiple tanto el “sujeto de la enfermedad” como el dispositivo de abordaje, siendo sostenido por varios profesionales de
diferentes disciplinas.
Después de 30 años el Dr. Kalina, establece que el modelo de trabajo surge “de la practica a la teoría”.
Se fue dejando atrás un lugar para el AT que era planteado desde cierta estandarización del concepto SALUD, y de
NORMALIDAD, donde queda ligado a la figura del “modelo” de salud mental, quien desde su fortaleza pueda “brindar”
ciertas cuestiones “en falta” en los pacientes adictos, esquizofrénicos, etc.
Por su parte, otra de las versiones sobre los comienzos del acompañamiento terapéutico lo ubica igualmente dentro de
la clínica psiquiátrica y de aquella apertura en el interior de ésta.
En 1970 el AT surgió como una alternativa frente a la internación psiquiátrica, recurriendo de hecho a internaciones
domiciliarias. Las mismas fueron llevadas a cabo por terapeutas que en ocasiones eran psicoanalistas jóvenes, a los
que solicitaban desde las familias un tratamiento de emergencia. Eran especialmente casos de adicción o episodios
psicoicos.
Legaban pacientes adictos de países limítrofes, en especial Brasil, familias pudientes que por razones de índole social
referían que sus hijos con problemas de drogadicción se rehabilitaran en otros países; las familias les alquilaban
departamentos donde vivían con un acompañante.
En estas primeras experiencias, vemos una fuerte incidencia del aspecto económico que se diferencia también de lo que
sucede actualmente. Se atendían pacientes de muy bien nivel socio-económico por lo general, en internaciones
domiciliarias y tratamientos ambulatorios. Sus familias no querían que se conociera la internación la gravedad de la
enfermedad de su familiar, ya que en esa época internar a un familiar era idea de discriminatoria. Se ocultaba para evitar
la “mancha” que podría dejar.
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Los seminarios, cursos, carreras ligadas al nivel terciario, las tecnicaturas, van aportando una importancia fundamental
para la inclusión.
EN SINTESIS, la delimitación actual del rol del at, junto a su institucionalización académica, nos permite hacer una
resignificacion de su historia. Su reconocimiento no existiría sin todos los aportes de acompañantes y distintos
profesionales de la salud en estos años,y sin la fuerza que por su eficacia adquirió su divulgación en las dos ultimas
décadas, en una dirección donde tanto la sistematización de su técnica como el sostenimiento de una ética fue
imprescindible, en un cambio que aun debemos continuar transitando.