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CASTELLAWOS, & 4 lecs Ss Feae, Fereeco y feucreckure 5, Tres Catepon'as ec popna Ck Ch veron Ceol LA Valle, 2006 SEXO, GENERO Y FEMINISMO: TRES CATEGORIAS EN PUGNA' A estas alturas del tercer milenio, ya todos y todas creemos saber muy bien qué es el sexo, Sin embargo, tan pronto comenzamos a debatir, nos damos cuenta de que el concepto es mucho mas polémico de lo que pare- ce. El género y el feminismo, como categorias, podrian ser atin mas pro- blematicos, y definitivamente son vistos en muchos casos con fianza, Ademds, las fronteras y los entrecrtizami minos parecen atin mas complejos y enmarafiados, En este articulo, me Propongo analizar los sentidos y las relaciones mas importantes estos tres conceptos, aclarando algunas confusiones a problematizando y desconstruyendo lo evidente. Al mism pero aportar reflexiones que sirvan para desmitificar los supuestos “mons- ‘truos”, es decir, para desmontar al menos parte de las prevenciones y los temores, JEL SEXO ES NATURALEZA Y EL GENERO FS CULTURA? sus vidas inti- sgios y escuelas, te parece estar muy seguro o segura de lo que significa la a muchas personas, sexo quiere decir, ademas de la diferen- cia anatémica entre hombres y mujeres, el coito y la reproducci6n. En cuanto al término género, se hace necesaria, en primer lugat, una aclaracién: género no es otra manera de decir “muj un camuflaje * Una primera versin de este trabajo fue p Desafis y transformaciones, Patricia Tovar, do en Fan Bogota: [Cat Gabriela Castellanos inventado por las fe ro, que entré en bog: todo en Norteamérica) y de su a académico, nos remite a las relaciones sociales y culturales entre mujeres bres, a las diferencias entre los roles de unas y de otros, y nos ite ver que estas diferencias no son producto de una esencia inva- riable. Por et contrario, cada cultura concibe lo que es ser hombre y lo ‘que es set mujer de una manera diferente. Ademds, estas concepciones evolucio-nan a través del tiempo. En los ailtimos tiempos se ha convertido en un lugar comin, al menos lémico, adscribir al sexo el aspecto biologico, natural, de in anatémica, y al género la elaboracion cultural de esta re ta diferenciacién se basa, probablemente, en la primera defini istema sexo/género, planteada por una antropologa feminista, Gayle Rubin, como “el conjunto de disposiciones mediante las cuales una socie- dad transforma la sexualidad biolégica en productos de actividad huma- ediante las cuales se satisfacen estas necesidades sexuales transfor- 2? En esta definicién, como vemos, la sexualidad aparece como un inmediato, evidente, que no necesita mas explicacion. Cada sociedad ferpreta de manera diferente, p las partes. A su interpretacion c de evolucionar en el tiempo, hemos venido a amarla género. Es importante destacar la fuerza revolucionaria de esta definicion. Se pensaba tradicionalmente que el sexo, sobre todo lo femenino, traia consi- 0 una determinacion inevitable, En la sociedad moderna, a partir de la smo, nacer con genitales masculinos abria una cier- lades de actuaci6n social, dentro de tas limitaciones 0 y etnia. Nacer con la posibilidad de ser madre forzaba con una herramienta conceptual que nos idades femeninas y masculinas no se deri- van directa y necesariamente de las diferencias anatémicas entre los dos sexos, Se refuta asf el determinismo biol6gico de autores como Brooks, y Geddes y Thomson, bi6logos del siglo XIX, segiin quienes la estructura y funcionamiento de los énganos genitales determinan la personalidad y las capacidades de hombres y mujeres, hasta el punto cle que cualquier 3Gayle Rubin, "The Traffic in Women’, Sexo, gémera y feminism: tres eategorias a pugna to de “mejorar la condicién de las mujeres ignorando u obliterando las diferencias intelectuales entre ellas y los hombres” (diferencias que para estos profesores se basan en la diferencia anatémica y fisiologica), “resul- tard en el desastre para la raza humana”? ‘A partir de la distincién entre sexo y género, qué es y qué implica ser hombre o ser mujer, para la identidad personal y para los comportamien- tos, roles y funciones sociales, son cuestiones que no se determinan direc tamente, como se habia pensado milenariamente, por lo biologico. Son los costumbres sobre las formas de actuar y decir, las que moldean 1a, las distintas concepciones y actitudes hacia Jo femenino y 10. Esta categoria, en suma, nos remit a las relaciones sociales y de Jo mase centre mujeres y hombres, a las diferen-cias entre los roles de otros, y nos permite ver que estas diferencias no son produc! esencia invaria-ble, de una supuesta "naturaleza” f ‘Sin embargo, no todas las feministas comparten bre la primacia natural del sexo y la construccion 10, Ya en 1969, en su obra Politica Sexual, Kate M sne dimensiones politicas que casi siempre se desconocen.* Algunas toras, como Catharine McKinnon, advierten que la hegemonta de la hheterosexualidad es la base del género, y usan los términos sexo y género lentes * Otras se oponen a la idea de que el género es una social partienclo de un cuerpo sexuado, y combaten la dis- cion entre sexo y genero: Por otra parte, existe una tendencia, que se ha venido abriendo paso ten los medios intelectuales colombianos en las tltimas décadas, a dife- renciar entre sexo, como lo meramente biolbgico, y el concepto mucho més complejo de "sexualidad”. Sexualidad, se ha dicho, es una realidad jologica, psicologica y cultural que nos refiere, no s6lo a los aspectos snatomicos y fisiolégicos de la reproduccion, sino también a sus conse- cuencias emocionales y psiquicas.’ En esta definicién se advierten las huellas del pensamiento psicoanalitico, donde la sexualidad se concibe (Catedea (1989) 199. *Véase Moira Gatens, “A Ce Patton (eds), Beyond Marxism pl Gabriela Castellanos naltdaes fuente de todo goce y Ia base tanto de la evolucion de la perso- Talidac como del trabajo estético y cientifico. La sexualidad, por Io tans ‘0, se constituye en la fundamentacién inconsciente de toda la cultura Pero no slo puede conside: la sexualidad, aquel iente. Como vere- ‘mos, se abre paso en las ciencias sociales una posicion nueva sobre esta Problematica, una posicién desde la cual nuestras vivencias de nuestin propio cuerpo, de nuestra misma anatomia y fisiologia reproductiva, nuestra placer y deseo fisiolégicos, se elaboran también mediante la cul, ‘ura, ¥ son, al menos en parte, el producto de los discursos. sobre ellos. ecientemente, varias feministas han refutado el saber ya convencie= nal segiin el cual el sexo es un punto de partida, un dato bioldgico, unt, yersal e inmutable, es decir, natural, mientras que el género pertence all ambito de Ia cultura. Con base en la vision de la sexualidad en diferentes Sulturas, algunas antropélogas y fildsofas comienzan a cuestionat ex, ‘idad evidente”, la idea de que los dos sexos son una realidad biolOg Ca invariable. En este cuestionamiento encontramos la influen Foucault, cuyos tres voluimenes sobre Historia de Ia Sexualidad amalizas fo sexual como un producto de discursos y practicas sociales en conten, tos his\6ricos determinados, Segin este autor, el concepto de "sexo" ture Su evolucin historica, se fue conformando a partic del siglo XVIII me, dliante los discursos médicos, demograficos, pedagogicos, llegando acta constituir una “unidad artificial” capaz de agrupar “elementos anaté, micos, funciones biologicas, conductas, sensaciones y placeres” * fectivamente, en la premodernidad, “sexo” era solamente el nombre Get iferencia sexual anatémica; hoy, en cambio, la palabra congreya ‘oda una constelacién de significados que anteriormente se designaben Por medio de significantes como “genitales”, “concupiscencia”. “acto farnal”, “deseo venéreo”, “Iujuria”, A partir de un proceso que Foucault ellas consideran que estén guiadas por un poderoso espiritu, masculino, Apuku, y es él quien se siente atraido hacia otras mujeres. Otros estuctios, como el de Mary Ann Clark sobre las “religiones afro- americanas de los orichas” (en Cuba santeria 0 Regla de Ocha, en Bra: candombie), también nos permiten tradicional de los sexos en Occidente, donde a menuclo son considerados como unidades tener un esposo, di cont Teoria y price de mucoascartografas | iad Javeriana, 2004, pp, 338-9, Sexo, genero y feminisme: tres categorias en pugra discretas, un par binario compuesto por oposiciones itreconciliables. estigadora encontr6, en las creencias y practicas de los santeros, ca- icas que le permitieron decir que en la santeria, “de todos los ropia comprensidn de su sexo, ye asuman roles de genero feme- en las cuales se espera que los hombres ym cerdotes y sacerdotisas asuman papeles mase “na situacin més coman es la adopeién de roles femeninos”, Ya sea que el anslisis que Clark realiza en torno a la primacfa de los roles femeninos sobre los masculinos sea acertado 0 no, el hecho e religion en la cual no sélo puede haber sacerdote sino que ademés los orichas, como los dioses y diosas de la sgriega, son o bien divinidades masculinas o bien femeninas. Es mas, *oricha”, o divinidad activa (por contras | quien no interviene en la esfera humana) ya sea representado fundamentalmente como hombre 0 como mujer, tener avatares 0 “caminos” de ambos sexos. Por ejemplo, Obatala, el mas grande de los orichas, tiene otra que es femenin ambos intervinieron en el proceso de la creacion del universo. Obatalé ine ademés varios avatares, cinco de ellos de sexo femenino. Otro plo: en Cuba, en el sincretismo religioso entre esta religion de origen icismo, Chang6, el dios u oricha de la virilidad y del dos sexos a la que estamos A partir de todos estos datos, poclemos concluir que la idea de que dos sexos son una ree wutable, y que ademas estan cl ramente separados y d a peculiaridad de nuestra ra, y no una verdad incuestionable. A conclusiones similares llega Thomas construye la historia de las maneras de concebit dental como una seri ruaciones entre do: sexo tinico, y el m modelos no son 3 1 volumien 3. Ls religionesy las Gat Castelanos ‘mos del sexo en un momento historico, “s6lo pueden explicarse dentro del contexto de las batallas en torno al género y el poder” ™ En este sen- de la reproduccion Jos cultures de la metafora ede. ; de todo el universo simblico que las rodea. Laqueur nos muestra como diversas “cuestiones cul relativas a la naturaleza de la mujer” han dado forma a biologicas sobre la sexualidad. Por ejemplo, en el ica se_representaba el sexo como pensaba que tanto hombres como mujeres tenian el mismo sexo (mascu- con la diferencia de que los varones lo tenian plenamente desarro- res los genitales se encontraban atro! ideologia segtin la cepcién que, como hemos visto, liar a nuestra civilizaciOn occidental. Aparece también la idea de que la sexualidad femenina, distinta de la masculina, domina totalmente a la hembra cle la especie humana; la mujer no es mas que sexu: de otra forma, “Ia mujer es lo que es a causa del titer. se legaria a pensar que es lo que es, no del -culturales entre hombres y mujeres. Evidentemente, atin hoy, en nuestra era supuestamente ” masivos, estan igualmente sometidos a punto que puede decirse el pensamiento cle nuestra cultura sobre la sexua- lidad se resiste a admitir ciertos hechos muy comunes, e incluso algunos casi universales. Nuestras concepciones “modernas” de la virginidad, por ejemplo, o de la menopausia, son consecuencia de nuestros pre de esta membrana. Sin embargo, se sabe ya qt p , se sabe ya que una proporcion rel mente alta de las hembras humanas (alrededor de un 30%) nace sin hi- 5210. Cuerpo y género dese os griegos deébil e insu duce hemorragia alguna, pero por lo general no se hace alusién a este dato ni en a vida cotidiana ni en la literatura “médica” popular. Por fora parte, una alta proporcion de varones humanos nace con un prepu- cio cuyas caracteristicas harén que se rasgue en el primer coito, produ: ciendo un sangrado similar al milenariamente comprobado no accede a | integra al discurso virginidad. Bs como lada por la ideolog Del mismo modo, la menopausia es una etapa de la res que esta bien delimitada y estudiada por la ciencia mé que la existencia materio masculino’, 0 “andropausia”, apenas ‘comienza a reconocerse. Y esto a pesar de que la disminucién de la po- sexual es un hecho generalizado a partir de cierta edad, y la {on eréctil ocurre con cierta frecuencia. Como es bien conocido, se produce también un agrandamiento de la prostala que resulta en rmicciones muy frecuentes, En relacion con estos hechos, aclemas, se pre~ sentan cambios emocionales y en la concucta del var6n, que por lo gene~ ral incluyen una fuerte atraccién hacia mujeres jovenes. Con frecuencia se observan tambien otros tipos de cambios psicolégicos, como tendlen- ie énimo. Sin ‘al mismo tiempo, no alcanzan a configurar conjuntamente 1a como si lo es la menopausia. La pre- valen fenomenos temente ni se tomen en cuenta en los protocolos med ‘mientras a toda mujer en su quinta década se le prescribe rutinariamente tun examen ginecoldgico anual, no se prescriben en la misma proporcién eximenes de prostata anuales a los varones de la misma ‘Vemos entonces que gran parte de las ideas culturales sobre la sexua- idad que manejamos, atin hoy, colorean incluso las actitudes de los cien- 108 y los llevan a reconacer ciertos hechos e ignorar otros, a hacer énfasis en ciertos fenomenos mientras se hace caso omiso de otros igualmente evidentes. P fr que el sexo es también una rea- lidad cultural como lo es el genero, y que ambos interacttian de maneras que deberemos considerar. GENERO, SEXO Y PODER La historia del concepto “género” Antes de plantear una nueva definicion de género, tomando en cuen- ta la vision de las relaciones entre género y sexo que discutimos en la secci6n anterior, me parece importante revisar la historia del término xgénero, es decir, la evolucién mediante la cual un término que antafio designaba una simple categoria gramatical, actualmente ha pasado a converte en un concept de importancla crucial para las cencas #0- En primer lugar, para trazar una breve genealogia del término, debe- ‘mos reconocer que en la mayorfa de los idiomas de origen indoeuropeo, originalmente “género” (genre en francés, gender en ing] liano) nos remite a la diferencia entre palabras masc Fue en Inglaterra, en el siglo XVII, donde la palabra gender se comenz6 a emplear en un sentido més amplio. Ya en 1689, Lady Mary Wortley ‘Montagu lo emplea en uno de sus ensayos, al denunciar a su propio sn una de esas frases mis6ginas, Henas de tenecer a este género (gender en el original) ha sido la seguridad de no tener que casarme con ninguno de sus miembros” (Oxford En: Dictionary, Vol 4), ish 105 sefiala que el término genre se uso de manera similar en ndo ast decir “sex”, ya idad era considerado de mal gusto. Gradualmente, por una de esas paradojas del léxico, la palabra “gender” se empez6 a emplear para referirse a la diferencia, ya no fisica, sino de estilos y de comportamiento entre hombres y mujeres. Bl termino comenz6 a ser aceptado en las ciencias sociales en este siglo. Aparentemente, los primeros en emplearla en la literatura cientifi- ca fueron dos hombres norteamericanos; en 1955, el soci6logo John Money ino “ gender roles” para referirse a las conductas sociales esperadas de ‘Sexo, género y feminisme: tres categorias en pugna obra Sexo y género: Sobre el desarrollo de ta masculinidad y ta feminidad™, donde la identidad de género aparece como un desarrollo personal a artir de una diferencia bioldgica. Esta obra, segian Amparo Moreno, ‘naugura la corriente de estudios sobre género que ha causado un im- pacto decisivo en os medios académicos”.* Pero son las fern nes se esfuerzan por d los alcances del término, asi como de ex- plorar a fondo sus potencialidades. En 1975, la antropéloga norteamericana Gayle Rubin publica su arti- culo “E] trafico de mujeres: Notas sobre la economia politica del sexo”, donde aparece la primera definicién ferinista del “sistema sexo/géne- ro”, a la cual nos referimos anteriormente. La definicién posterior de , publicada en 1986, nos habla de género como “un elemento /o de las relaciones sociales que se basa en las diferencias entre imaria de las relaciones de poder”. En la le género nos pudiera pensarse que contiene al sexo; po, al hab las diferencias entre los sexos” como dat aparentemente auto-evidentes, que sirven de base para el géne ceria que de algdn modo lo preceden. Como veremos, esta cuestion so- bre las relaciones entre sexo y género es aun tema de grandes debates. icin de género que nos ofrece Scott tiene tres par tutivo de las relaciones soci iguen Ios sexos”.® Segundo, forma primaria de relaciones significantes de poder”, 11 campo primario dentro del cual © por medio del cual se arti ‘Tercero, es el conjunto de saberes sociales ferencia entre los wente ligada a las relaciones socia- les, al poder, a los saberes. ‘Al emplear estos términos, Scott aclara que los ha tomado en el sen- tido que les da Foucault, Saber, entonces, nos remite a “la comprension Gabriela Castellanos sobre relaciones humanas producida por las culturas y las sociedades"; el saber es, por tanto, relativo en vez de absoluto, y e3 objeto de luchas politicas, a la vez.que se constituye en uno de los medios Construyen las relaciones de poder.» Los saberes se pro parten a través de determinados tipos de discursos, desde hasta los narrativos, tanto de la vida cot lo por toda la gama de discursos profesionales, mas o me- en lo que la gente dice y escribe, donde se que decidiran lo que consiceramos verdad, lo que lo que consideramos valioso e importante. Es al donde se establecers qui mar determinadas decisio- nes en la vida social, es decir, quién ostentara cada tipo de poder. Por otza parte, la definici6n de Scott ha adquirido gran importancia en los estudios de género, entre concepto de la ial que Ja presente de manera transversal en todas las relaciones sociales." Ademés, su defi te a la dimensién politica, pues la autora sefiala que el ‘0 es la forma primaria mediante la cual aprendemos lo que es el emente, es en lag relaciones familiares, viendo cémo se n padre y madre, hermano y herm: Infancia el si der en los discursos pol is que Scot presenta del uso frecuente de alusiones a la supuesta femineidad del adversario para ridiculizarlo, El pouler segiin Fouce Ahora bien, Scott se refiere a las relaciones de poder partien: concepcién revolucionaria del término que nos ha legado Fouca: la pena detenernos un mom politica, que emana de las armas (recuérdese ‘Tung: “El poder sale de la boca de los fusiles fundamentalmente econémica. Tanto en la Y postmodernida: ‘Sexo, género y ferinismo: tes eategorias en pugna la econémica, el poder aparece concebido como una pirdmide, pues se concentra en las capas altas, cuyos miembros son muy pocos, y se va diluyendo a menudo que se desciende en la escala soci jempo, las clases van siendo mas numerosas al acercarnos a la nes los emplean, estan involucrados/as en el juego del poder® Podemos entender mejor este planteamiento analizando la eri incepcidn del poder com: Encualquier sociedad malkiplesrelaciones de poder ataviesan, caracerizan, conetituyen el cuerpo social. Estas relaciones de poder no pucen disocarse, ni establecerse, ni funcionar sin una produccién, una acumulacién, una circulacion, un funcionamiento de los discursos.” Por otra parte, para Foucault el poder opera mediante leyes, aparatos ¢ instituciones que ponen en movimiento relaciones de dominacién, Pero i jo modelo de una subyugaci6n séoli- fan masa del pueblo ejer-cen una ‘oder. Fl gran descubrimiento de fue que el poder lo ejercemos todos de multiples formas.en nues- tras interrelaciones, pues se man red de relaciones que atraviesa todos los ambi y donde todos ¥y todas estamos activaments Sotros, los subordinadores y los subordinados, que ademas podemos serlo de diversas maneras ¢ intercambiando estos dos roles segiin el tipo de relaciGn de que se trate. Una dama burguesa, por ejemplo, puede ejercer ‘una dominacion sobre sus sirvientes, a la vez. que verse subyugada por su marido, 0 su amante. Un obrero puede padecer una subordina ante el jefe, pero ejercerla ante su mujer y sus hijos. Una madre puede Gabriela Castellanos Tepetir con sus hijos la dominacion que padeci6, y quiza ain padece, Imanos de su propia madre. Tsto se debe aque cl poder reenncren tediante el uso de la palabra, tanto en el Ambito de la con. Ticacton ctidiana como de los discursoscientificos en los cuales se pro. lefiniciones que estructuran nuestras maneras de concebir el mundo y de relacionarns con él pados, quienes lo apun- chs as ideas que jstifcan su propia dominscan Teles eee organiza mediante una estructura de poder cuyas ramifica ? lenden a tos los niveles de la sociedad La mejor dominion leno efiieme, es la que se apoya en miemires del propio arene satya €8 por esto que los esclavistas siempre el Pa smismas esclavos, ai como la fam smujres(mades, abuelas, tas) para ¥ la ovenes,¥ no sto elon trol sobre las niftas n aquellos que estén muy lejos el poder que los es de su propia En esta nueva perspectiva sobre las rel a sobre las relaciones de poder, las victima: tradicionales dejan de parecernos tan suf dentes pues emp zamos a descubrir su participacion medida en que los dominados ejercen tn poder sobre sus pares, o cuan. © aceptan y promueven sus propios roles en las relaciones ce poder, . pues contribuyen a la consolida- cién del poder que los subyuga. Por eso, tanto las mujeres que hacen ciencia partiendo de premisas sexistas, como las que escriben platitudes © las que emplean los esquemas misoginos 0 escriben, a la ver que contribuyen a su propia subordinacin, estén vsufructuande el miss poles cra on subyuga como mujeres, compartiéndolo fugaz que aparecen como aliadas de los dominadores, tiva, la concepci6n misma del viejo 4 Sexo, género y feminism: tres categorias en pugna nuestra subordinaci6n aceptando el aporte que nosotras mismas hace- mos a la consolidacién de ese yugo. ‘Tampoco se trata de culpal nero, raza o clase, erpretar la subordinaci6n en términos de culpa, a fin de aprender a reconocer la culpa como uno de los mecanismos le dominacion, Se trata de trascender las viejas explicaciones en términos moralistas para acce- der a una concepcion de las relaciones de poder que nos acenque a sus ‘mecanismos ocultos, esconditdos, muchas veces, en los resortes mAs inti- ‘mos de los saberes y los discursos co concepcién puede pecar de pesimista, al (0 de la subordinacién como su ‘Sin embargo, estas concepciones no son incomp: nocién de resistencia, Los/as subordinadias/as no son s6lo actores que contribuyen a agenciar su propia dominaciOn; son tambien, y casi que inevitablemente, luchadores que se resisten de miiltiples maneras a la subyugacion que padecen, Estas resistencias, en gran parte puestas er juego en el escenario de los saberes y los discursos, no son siempre evi- dentes, ni atin deliberadas, pero sf alcanzan, mediante un efecto mo- menténeo 0 acumulativo, una cierta eficacia. en el caso. cos 0 aca- nfluidos por ideas feministas, sino también ciertas formas de icidad entre dominados (por ejemplo, la momentanea o reiterada rud de la madre ante algunas formas de rebeldia sexual de su joven tos, chistes, shismes”, incluso, en los cuales se minimiza 0 se hace mofa del poder patriarcal). Las estructuras de poder se reacomodan, es cierto, tratando de asimilar y asi de neutralizar cualquier resistencia, pero ese mismo esfuerzo por cooptar 0 por contrarrestar la oposici6n implica desplaza- mientos que tarde o temprano producen grietas en las estructuras exis- tentes, grietas que pueden ir agrandéndose. Una nueva definicion de género Destle esta perspectiva, son los saberes y los discursos los que funda- ianzar y Sostener las relaciones de po- sodemos esbozar una nueva definicion de ipo el cues! inocentrismo de nuestra . ina realidad universal. A pesar de que nos la idea de que siempre han existido solo dos parezca “auto-evidente’ 2 Gat ca sot mia en oun produto de esac, ome tn do gael sno ev -naturSabemos queen el mundo aes pre sentan tantas excepciones al supuesto “binarismo” sexual, que mas bien Shumos por ey sno camo un gaan comer este hecho esta reconocide y aceptado, de modo que no se desigi reconocen solamente dos sexos sino 0 © més, En conson socom a mera incripcin culral desig pi iguiado Gt purer debe tambien designar eh mismo Ur producion por medio dl cual 3 esablecen ls sen. Como ‘sexo preest or medio del cual se produce una I, y 56 establace esta naturaleza y posiciones enormemente sugeren- tes einflayentes de Butler sobre las relaciones entre sexo y genero no estan exentas de contradicciones.™ Por una parte, Butler parece en oca- siones dispuesta a negar que exista una distincién entre sexo y género, considerando al género como la fuente de todo el sen primacia del género la lleva a afirmar que el sexo “natural” es tan construccién Cultural como lo es el genero. Esta posicion se evid el siguiente pasaje de El género en disputa: lo del sexo; esta Sin embargo, en otros pasajes dk sr parece abandonar se convierte en base necesaria para su andl su critica politica, como cuando asevera qu 26 Sexo, género y feminism: tres eategorias en pugna continda diciendo Moi, la misma Butler recalea que cao socialmente subversivo de estos espectaculos deper Traste (0 disonancia de género) entre los cuerpos mascuilinos (sexo) y las ropas y conductas femeninas (género). Pareceria entonces que, después de todo, la distincién original entre sexo y genero de los afios 60 es de esencial importancia para la argumentaci6n politica de Butler.“ Pienso que no es necesario abandonar la distincién entre sexo y gene- ro, ni tampoco negar que las diferencias biolégicas, a pesar de que siem- pre sean vistas y vividas de acuerdo a los condicionamientos de una cultura, tienen también sus propias dinémicas y s con las cuales deberan interactuar la dos, el gran aporte de Butler sigue siendo la comprensi te de las formas en las cuales lo que puede parecernos la real escapable, eterna € i ido de las ‘anatémicas entre hombres y mujeres (incluyendo la geni también coloreada y matizada por la interpretacion cultural Podemos definir el gener 1 conjunto de saberes, dis- ‘cursos, practicas sociales y rel da contenido espe- Cifico a las concepciones que usamos (y que influyen decisivamente sobre nuestra conducta) en relacién con el cuerpo sexuado, cot con las diferencias fisicas, socioeconmicas, culturales y sexos en una epoca y en un contexto determinados. Vemos afi que toda la jon de elementos que hoy se llaman “sexualidad”, desde las dife~ rencias anatomicas entre hombres y mujeres, hasta sus relaciones afectivas, pasando por su orientaciGn sexual, estarian, desde un punto de vista con- ceptual, al menos, contenidos en la categoria de género. Evidentement isico, y las lamadas ciencias naturales" tienen mucho que decirnos sobre sus cara biologicas. Sin embargo, las ciencias no estan exentas de la influencia de las concepciones ideologicas de la cultura, En otras palabras, todo lo que concebimos como sexual seria un producto de | tre la realidad genético-biolbgica y los discursos y las practicas culturales. Identidades de género, orientaciOn sexual y estilos de género Una vez establecida esta nueva defi ciar entre categorias como “identidades de género”, “est A mn sexual", ya que estos conceptos a menudo se confunden. sn nos brindara mucha mayor claridad a la hora de reali- sobre las relaciones de género. ~~ Moi, op. cit. p. 53. a Gabriela Castel Ientidades de género En primer lugar, la identidad de género nos ren realidad psiquica de cada individuo, Independi que se puede determinar cada persona tiene fe claramente a la remente de su ses 0 atin Ta polémica sobre el psiquis y la experiencia personal, por un lado, y de la otro, en su determinacion. En cualquier caso, cuando no coinciden el sexo biologico y la identidad, nos encontramos con un ease dle transexualidad, que puede conducir a que la persona decida recurrir a la medicina para cambiar su sexo genital de nacimiento por el que desea tener. Ademas del papel de la exp. importante en la y la biologia, un factor discursivo, En la obra a ). Partiendo de una concepcién linguls ade la lad como una “construccién discursiva” del yo y de sus actos, Butler afirma que las identidades femeninas y masculinas son pro. ductos “performativos”* Este término (un anglicismo que ha sido aceptado en los estudios lingdisticos) ha dado pie a toda clase de malentendidos. Algunas perso. nas lo han entendido como una alusion a “performance” (actuscion, 8 © realizaci6n), y por lo tanto lo han relacionado con las artes icas, y de alli han deducido que Butler ve las identidades como algo tan temporal y externo a la subjetividad como un disfraz. En el prefacio a la edicion de 1999 dle Gender Trouble, Butler explica el senti_ do que le da a la palabra: 28 Sexo, enero y ferinismo: tres categoria en pugna mente tomé la pista de eémo leer la performatividad del género Jo que ella lama una “me- cen este caso, la forma en la cual interpretamos lo que espera- mos que exista (y que por tanto hacemos existir), como si fuera efecto de una esencia de genero que llevaramos inscrita en nuestra interioridad, En segundo lugar, Buller entiende la perfrmatividad como “una repel cién y un ritual”, es decir como una serie de actos que se suceden en el tiempo, y que asi “naturalizan” (dan por natural) una cierta forma tural de ver el cuerpo sexuado. La autora se izacion generizada uso de la palabra como un acto real ea de- terminadas reglas que determinan el significado de lo que se "hace mediante el lenguaje, y cuyo sentido esta fuertemente Cada vez. que hablamos, “hacemos cosas’, nos dice Austin, prod ‘cambios en el mundo que nos circunda, realizando actos como prometer, negar, preguntar, adve espaol deberiamos decir “x to) nos remite a esta cualidad act realizamos los que construyen nuestra identidad. Por una parte, realiza- tras mis- ‘mos actos de palabra al referimnos a nosotros mismos o a noso! mas, y estos actos nos van construyendo una identidad de genero. Es der Trouble, op. ct p. xiv » lo un estilo que contribuye a este proceso fersos factores, desde la genitalidad hasta el ido este ultimo como una serie de reglas discursivas me- funde, entre otras ideas, la concep- ne el sexo “natural turales acerca del gé- ‘buyen significativamente a la construccién de nuestras ideas sobre los cuerpos sexuados, y al mismo tiempo nos hacen creer que éstos son “prediscursivos", 0 pre turales”, La identid: en la vision de Butler, es una ” discursivamente variabl del yo y de sus actos, jombre o mujer, por lo tanto, es el resul- tado de un proceso performativo que se realiza en un contexto cultural Por supuesto, como hemos dicho, toda la historia personal afectiva, as{ como todas las interacci cas y culturales en las cual Patticipamos desde nuestros primeros aft: papel fundamen tal en este proceso. En cierto sentido, la identidad de género es mas da de lo que pudiera pensarse, y no s6lo en el caso de k Por una parte, todos y todas algunos de los hi sean de nuestra far tra identidad 1 con nos relacionamos, ya jenen efectos sobre nues- Las orientaciones sexuales ‘0 hacia personas Personas emplean el té por algunos y algunas bisexuales, ti sultado de ‘sexo opuesto, (Algunas que ha sido rechazado to LGBT (lesbianas, gays, ) debido a que implica que la orientacién es re 1 decision que se ha tomado, cuando en realidad ninguna ques bien algunas personas homosexuales son trans i €9 mas frecuente que quienes aman a ident ‘Sexo, género y feminismo: tes categorias en pugna persona decide deliberadamente si va a sentirse atraido/a hacia uno w ca, sino el producto de un cor yeulkaral may complejo. La tendencia a sentir atraccio1 personas del mismo o de ‘exo, puede ser algo que varie a lo largo del tiempo, rosexuales, homosexuales y bisexuales ta nomenclatura, por otra parte, ha sido también cuestionada, Como nos plantea Foucault en el primer volumen de Historia de Ia sexualidad, hoy se han “ontologizado” estos términos; es decir, se piensa que un/a homosexual o un/a bisexual es un ser diferente, como si perteneciera a otra especie dist llamado la hegemonia heterosexual ser diferente, lecir, los modos culturales de actuar y hablar que recono- cemos como tipicos de uno u otro sexo, En relacién con éstos, es necesa- Fio hacer dos advertencias. En primer lugar, el concepto de estilo que vemos el mundo y vivimos en él; en otras En segundo lugar, subrayemos una vex més que estamos hablando de a bres y mujeres, sino a cédigos que nuestra cultura nos ha ensenado a reconocer como femeninos © masculinos, Los roles que culturalmente nos ha tocado desempetiar, la educacion que tradicionalmente se nos ha dado, generalmente conducen a que hom. bres y mujeres partamos de visiones contrastantes del mundo, y que empleemos maneras diferentes de expresar nuestros puntos de vista y de enfocar los problemas, asi como distintos recursos para la solucion de conflictos. Blectivamente, en su libro Tii no me entiendes, la socio norteamericana Deborah Tannen caracteriza los estilos femenino y mas- culino, y examina algunos de sus formas de funcionamiento. Los est dios se realizaron en su mayoria en personas de clase media en Estados Unidos, aunque muchas de las investigaciones que esta autora cita co- rresponden a sub-culturas o inclusive culturas diferentes. Lo interesante de sus conclusiones es que ellas parecen aplicables a nuestro propio con- « iz8 porque el sistema de género es algo tan arraigado en nuestra civilizacion oceidental que un gran nimero de culturas nacionales, como por ejemplo la norteamericana y la colombiana, comparten muchas de sus caracteristicas, Basandose en una amplia gama de estudios sociolingdisticos, Tannen postula la existencia de dos “generolectos” o estilos discursivos relacio. nados cultura el género femenino © masculino, Avin cuando el sexo biologico puede no coincidir con el generolecto, se observa, por supuesto, una tenclencia de los varones a emplear el generolecto masct lino y de las mujeres a emplear el femenino, Sin embargo, es importante dlestacar que todos los sujetos estudiados muestran la capacidad de em. plear el generolecto del sexo opuesto, por lo menos en algunas ocasiones, y la inmensa mayoria de las personas de hecho emplea usualmente, en Telacion con algun tipo de situacién particular, una estrategia corres. Pondiente al estilo del sexo opuesto. Por ejemplo, la mujer mas femenina puede presentar regularmente tin rasgo masculino en cierto tipo de interaccion, y viceversa. Por otra parte, como era de esperarse, atinque los estilos femeninos y_masculinos no necesariamente corresponden al sexo biol6gico, los hombres tienden a preferir los estilos masculinos las jeres los fermeninos, Aunque nuestra ci {ura Nos ensefia a valorar el generolecto masculi- no, estableciendo una jerarquia en la cual el femenino aparece como inferior, 0 al menos de menor prestigio, los generolectos deben ser consi- derados como estilos culturales distintos pero no jerarquizables. No hay nada intrinsecamente superior en el generolecto femenino ni en el mas~ culino, asi como no puede decirse, desde una perspectiva antropol6gica, que la cultura de un grupo humano es superior a la de otro. Sin embar. 0, una de las razones por las cuales las relaciones entre hombres y mu- 2 Sexo, género y feminisme: tes categoria en pugna jeres a menudo se hacen es su diferencia en estilos comunicativos; la relacion hombre-mujer se produce en interacciones que son compara- bles a comunicaciones interculturales. Esto quiete decir que puede ser tan dificil para un hombre y una mujer entenderse como para personas que provienen de culturas diametralmente opuestas, como por ejemplo Ja espafiola o la japonesa, La autora describe los dos generolectos de la manera siguiente: En el masculino, ya sea que éste sea adoptado por un hombre o una mujer, se concibe la relaci6n con el mundo como una interaccién del individuo con un orden social jerérquico, en el cual se busca ascender y se evita descender. La actuacién personal aparece como una lucha por ocupar tuna posicién superior en esa jerarquia y defenderse de los otros, y el temor més araigado esa facaso, Se valor primordialmente el éxito sonal logrado en competencia individual con los pares, y la comuni- facion se ve como un medio pata impartr informacion y demostrar el conocimiento y la competencia del hablante. Por ejemplo, el trabajo de muchos investigadores nos muestra que los hombres j6venes (quienes tienden a emplear el generolecto masculino quiz con mayor frecuencia que los hombres mayores), a menudo compiten por el uso de la palabra, cuentan chistes e imparten informacion que muestran sus conocimien- tos y su pericia como hablantes, desaffan el derecho a hablar de los interlocutores, a la vez que tratan de dar étdenes y de demostrar qué pueden imponer su voluntad al grupo: Por esta raz6n las conversacio- res a menudo se consideran negociaciones entre rivales, en las cuales se espera sobresalir y derrotar al interlocutor, visto como adversario, Esta tendencia conduce a que algunas estrategias comunicativas que pueden colocar al hablante en una posicion vulnerable, como el pedir informa- cin o el presentar disculpas, sean generalmente evitadas por las perso- nas que emplean el generolecto masculino, Una de las metas mas importantes, dentro de la légica del generolecto masculino, es la preservacion de la independencia personal. Los sujetos defienden su autonomia como el don més preciado, y resienten cual- quier actuacién de las personas a su alrededor que pudiera interpretarse como un intento de coartar su libertad. Ante los conflictos, se apela con frecuencia a la confrontacién directa, al enfrentamiento y a la resisten- cia, Quienes comparten este estilo por lo general estan dispuestos/as a aceptar el liderazgo de los ganadores en los enfrentamientos, y por lo tanto no temen abocarse al conilicto, Sin embargo, en ocasiones la estra- a tegia confrontacional puede llevarse demasiado espera que se afronten las consecuen fisica, Finalmer minimizaci6n de los problemas del otro (mediante enunciaciones tales Fee ne &8 problema”, 0 “Te estas ahogando en un vaso de aga”) yelofrecimiento de. ‘diante enunciaciones del tipo de “Para acabar con ese problema, haz esto 0 lo otro") En el generolecto femenino, ya sea que éste sea adoptado por bre o una muj hom $e ve el mundo, por el contrario, como una red de rela. clones interpersonales en las cuales la persona esta inmersa, La meta Personal més generalizada es la de establecer lazos interpersonales fuer. tes y duraderos, y lo que se v. di Se teme fundamentalmente al dad. La co y tiene como fin central el es to de relaciones. Las conver- como medios de manifestar lo que se siente fren a determinados eventos y situaci das a estrechar vinculos. Uno de I dlad con los otros, el acercamiento afectivo, En caso de conflctos inten les, se emplean prioritariamente la con 10. Para las personas que emplean fundamer nego ciacién de conflicts resulta di frecuencia traumatica, la mayor parte de las tos terminan en distan- 0s, y no en la renegociacién de posiciones. Por esta razén, se confrontaciones, y se prefiere la busqueda de consensos « les enfrentamientos. Por otra parte, dentro del generolecto femenino la expresién de vul iad es una estrategia que se emplea con frecuencia para trandui. erlocutora, en el sentido de asegurarle que no Se esta tratando de asumir una posicién de superioridad. De esta ou Quienes emplean el generolecto femenino erlocutor o la interlocutora de modo que quien se colocé en una Py Sexo, género y fen mo: tres categorias en pugna lamente que obtienen mejores resultados en la leas ante el grupo de pares como suge- ofrecen razones en apoyo de sus del grupo. De lo contrario, corren el \onas” y se rechace su propuesta.* Para quienes emplean el generolecto femenino, la solidaridad se con- cibe como empatia y comprensién, y se manifiesta mediante enunciados ‘al dialogar con nos con- res jOvenes aprenden raj conversaci con mayor frecuencia el generolecto masculino, 15 que emplean dist generolectos, las que usan el femenino tienden a adaptarse al mas cuando varon, otro generolecto, Ademé ‘mente conduce a que, en uni tre personas qui la que emplea el masculino logre ventajas en la relacion, adquiriendo dominio sobre quien usa el femenino, Ahora que hemos distinguido entre estos tres términos (ide sexuales, orientaciones sexuales y generolectos), debemos advertir que tegorias pueden lalquier combinacién de signos femeninos 0 mascul a, que actuan con un estilo 0 generolecto masculino; mien- ticas en los otros aspectos, Es decir, un varon homosexual no necesaria- 10, como tampoco a un va r6n heterosexual corresponde siempre un estilo masculino. Lo mismo sucede con las mujeres. Tampoco estamos ante categorias fijas, pues una misma persona puede evolucionar y cambiar algunos de estos aspectos a lo largo de su vida, Gabriela Castellanos ‘ones que acabamos de establecer nos permi- ten una mayor claridad en torno a lo que si ro, Podemos ya comenzar a pensat los términos gé- udo se confunden, Espero que a Partir de lo dicho antes sea ya muy evidente que “género” y “mujer” no Son categorias intercambiables. En realidad, usar " género” como equi- valente a “mujer” seria lo mismo que plantear que “clas letaria- do” son sinénimos. Esta sinécdoque, este tropo (que por involuntario se convierte en un error) consistente en tomar la parte por el todo, debe parte de su razén de presentarse al hecho de que en nuestra cultura, sexo, como si en la sexualidad y la reproduccién se facetas y alcances de la humanidad de las mujeres, inidades, el sociolingista Deborah Tannen, lo “no- marcado”, lo prototipico, aquel ejemplar en el cual inmediatamente pen- samos cuando no se especifica mas que la categoria misma de lo huma- no.® Aun cuando se reconoce que tanto el hombre como la mujer son seres a la vez humanos y sexuados, muchas veces se asigna talmente la humanidad al hombre, y la sexualidad a la mujer. Sin bargo, otra fuente para la confusion entre “género” y “mujer” la encon- tramos en los trabajos de las m idiosas feministas en la década en su “busqueda de leg: 1 opta- y asi no parece plantear amenazas criticas”. Este uso del concepto de mi modo de ver as de esta ca sgenero” ha sido rechazado por muchas femini con raz6n, pues limita seriamente las posibilidades an: tegoria, empobreciéndola, tra tendencia que se observa en muchas personas e ‘genero y feminismo, como si fueran sinénimos. Tal identi parable con confundir el concepto de “clase”, una c las ciencias género, con “socialismo”, que es una osicion politica. El feminismo es también una posicion politica, que con- siste en el reconocimiento de la jerarquia social entre hombres y mujeres, que la considera histéricamente determinada e injusta, y busca eliminarl En los iltimos treinta afos,a partir de esta posiciin se ha proclucide en el “ase Deborah Tannen, Talking from fe, Sex and Power. New York: Avon. “Joan Scout, opi, p. 28, 36 “Arango, Lesn y y feminismo: tres categorias en pug Ambito mundial un cuerpo de teorias variadas y con un alto grado de sofisticacién intelectual, que ha recibido ya un amplio reconocimiento en el mundo académico en Estados Unidos y Europa, debido a sus aportes a roblemsticas de las ciencias sociales. 10s, veamos algunas contribu. Cushman atribuye a las esarrollo de un cuerpo de investi- gaciones que ha demostrado la influencia de lo social en la construcci6n Gel género” Como sefiala Hentietta Moore, la contribucién de la antro- pologia feminista fue fundamental al demostrar “que todo andlisis. de las cuestiones gia y en ciencias sociales” debe por lo menos incluir una “correcta percepcién de las relaciones de género" ** ‘Ademés, segiin la misma Moore, ta aporto una de la supues- 03, es decir, considerando al varén como modelo de lo hu- mano, y “el desafio del concepto eurocéntrico de la personalidad 0 "per- sona’” utilizado con frecuencia en la literatura antropolégica”, que ado- lecia del mismo problema En el campo de los estuctios sobre familia, tres antropologas f sobre la uni icion que se habia generalizado en la antropologia® Por altimo, como lo ha sefiala- do Magdalena Leén, tanto la teoria feminista como la categoria de gene- 10 aportaron las herramientas conceptuales que permitieron hacer una critica sociologica a la concepcién funcionalista de la familia.* Evidentemente, el feminismo ha tenido y atin tiene gran influencia en los estudios de género. De hecho, entre todos los campos que compren- den dichos estudios, s6lo en algunas posiciones dentro de los estudios de tory of 1995, ” Gabriela Castellanos. las masculinidades, y no en todas, encontramos un esfuerzo consciente or distanciarse radicalmente del feminismo, construyendo un campo au- tonomo. Es cierto que es posible encontrar muchos trabajos sobre género donde no se menciona al feminismo; incluso es posible encontrar aquellos que profesan estar por fuera de él, pero no he encontrado un solo escrito sobre género proi ia que no esté fuertemente marcado por ideas muy especificas del feminismo contemporaneo. Muchas veces, cuando se rechaza ex, ismo en algtin trabajo sobre iprensin de lo que el término real- hé propagandistico sobre la feminis- tuaci6n de las feministas en el mundo 8 Ultimos veinte afios: hemos pasado de en- contrar s6lo exclusién, ridiculizacién y silencio por respuesta a nuestros esfuerzos, a que en muchos circulos se reconozca la legitimidad de nues- tro trabajo, o por lo menos se tolere nuestra presencia, Sin embargo, a pesar del reconocimiento alcanzado, persiste en muchos circulos una acti ud de renuencia y reticencia frente al feminismo. A pesar de que esta idea es muy comtin en Colombia, el es la cara inversa del machismo, sino tuna posic Desafortunadamente, la campafta anti-feminista desarrollada por los medios durante décadas ha convencido a muchas personas que el femi- nismo es uno de dos polos en un antagonismo entre hombres y mujeres. Evidentemente, en el iento podemos identificar posiciones varia- das, que han llevado a que se hable de “feminismos’, en plural. Sin em- bbargo, si existieran en él actitudes revanchistas, y aspiraciones a someter alos hombres a un “poder de las mujeres” de tendencia excluyente, tales ides no merecerian Ilamarse feministas, lo sumo “hem- Es ms, si en un comienzo algunas feministas cometieron el error de culpar a los individuos varones de haber creado malévola o fema de subordinacién social de la mujer, 0 de lad de las feministas de hoy rechazaria de plano ta (e incluso me atreveria a decir que todas las implica, en parte debido ombre”. De hechi académico ha mejorado en ion mas extensa sobre los prejuicios y equivocaciones que conducen, al rechazo al feminismo, wae Gabriela Castellanos," 3 Sexo, género y feminismo: tres categorlas en pugna rencias de género con otras como las de clase y etnia (tendencia que Nancy Fraser ha denominado “las muiltiples diferencias que se inter- tuvo su origen en una critica al feminismo de lo que se ha segunda ola’, la de los ahos 60 y 70, Una de las premisas ropuesto por mujeres blancas de clase media o alta, era la “experiencia femenina” como algo comin a todas las , pues se suponia que las actitudes culturales que las mujeres encontrabamos ante la menstruacién, la virginidad, las relaciones conyugales, etc., eran universales. Sin embargo, las mujeres chicanas, asiaticas, negras y Iesbianas en Estados Unidos mostraron que “a experiencia de la mujer” que se suponia paradigmstica era la de la mujer heterosexual de la etnia y clase dominantes, y por lo siempre valida para ellas. Si bien la sexu: culturales de ro se presentan las mis- ‘mas manifestaciones en el comportamiento sexual de las cientes a diferentes clases y a diferentes etnias. Por ejemy mujeres blancas de clase alta hablaban de experiencias de represion sexual, de ser précticamente educadas para la frigidez mediant de “la nina buena’, las mujeres de clase obrera, las negras, las eran a menudo victimas de la violencia y el abuso sexu varones de clases superiores, abuso que 3e real dad. Mientras sexualidad, sino también en el laboral, en lo econémico, asi como en muchos otros aspectos. Por ejemplo, mientras las mujeres de la élite pro- testaban de ser consideradas como objetos decorativos, las obreras y las mujeres de diversas etnias habian sido siempre trabajadoras explotadas. Estas reflexiones obligaron a las feministas académicas a tomar en cuen- les formas de subordinacion de que son objeto las lesbianas, le color y/o mujeres pobres y de la clase trabajadora”. Al ‘Los Andes, p. 230, {que entre nosotros es rechazado por muchos acti ” Gabriela Castellanos ciones con otros ejes de diferencia y subordinacién que se entrecruzan con éste”.* Por esta razén, se ha cuestionado el concepto de “patriarcado”, que tan influyente fue en los primeros afios de los estudios de la mujer y de género, entre otras razones porque se ha visto que variedad de formas de subordinacion, icar de manera més fina y minuciosa las for- ‘mas de subordinacién social que padecen distintos grupos de mujeres. Encontramos un segundo ejemplo de la relaciGn entre género y femi- nismo en el fuerte impulso que han recibido los estudios de género en Colombia a partir de los esfuerzos feministas por mejorar la situacion y Ja posicion estratégica de las mujeres mediante el trabajo sobre planifica- cién para el desarrollo. Aprovechand és de diversas fundacio- nes extranjeras, asi como del gobierno de paises como Holanda, Alema- nia y Canada, muchas feministas colombianas se han cualificado para el trabajo encaminado a promover el desarrollo social desde una perspecti- de género. Al mismo tiempo, este esfuerzo se ha visto fuertemente iculado al mundo académico, ya que la formacion del personal califi- cado para este fin se hace en gran parte desde las universidades. Por eso, los primeros programas de postgrado de género en Colombia han versa. do sobre la tematica del desarrollo. A su vez, el fortalecimiento de la temética de género en las universidades ha redundado en una mayor difusion editorial de diversas posiciones te6ricas y politicas, que necesa- viamente ejercen influencia en las practicas del movimiento feminista Los feminismo: igualdad y diferencia Otro aspecto del feminismo que debemos enfatizar es la diversidad de el de la diferencia. El primero de los dos, consiste en la bisqueda de la justicia s importante en el pensamiento desde finales de la década es la creciente influencia del feminismo de la diferencia, desarrollado en Estados Unidos, Francia e Italia, Esta posicién, también Hamada “feminismo cultural”, se basa en una revaloracion de lo femeni- no, rescatando lo positivo de la identidad de la mujer y de sus atributos © Naney Fraser op cit, p. 239, 40 Sexo, género ferminiemo: tres categoras en p culturales. Este feminismo opone la cultura androc cia lo femenino y propende por un racionalismo a ndo su capacidad afectiva, sus Ja conci posicion ejerce una campos de los estudios de género en Col y mas perdurable impacto se advierte en ‘Vease, por ejemplo, los trabajos de Maria Ladi Lor ca la conservation por parte de las mujeres de “la afectividad: la expre- sin de las emociones, el goce de la la importancia de ese ex- traordinario mito que es el amor y su ligazén con Ja vivencia de la sexua- jad” En muchos tral sin embargo, sobre todo en el campo de la participacion politica y la ciudadania de la mujer, se advierte una clara tendencia a aunar los dos feminismos. Se piensa que ambas posi- ciones no son excluyentes, sino complementarias, reconociendo que cada tuna tiene aportes especificos que hacer a los estudios de género.* Espero que las distinciones y precisiones que he presentaglo contribu- aan a desvirtuar y dispersar all menos algunas de las prevenciones, los {tos y los temores sobre el femninismo que son tan frecuentes en nuestro enriquecerdn las ciencias sociales con herramientas n 10 que se aumentaran las posibilidades de eliminar la jerarquia -¢ los sexos, contribuyendo asf a la construccién de una sociedad mas justa y equitativa. * Para una exposicion mas di Gabriela Castellanos, 1995," bro. ia mujer? Genero, lenguaje encia, imaginacion y cambio”. En: Portugal y Torres, ed. EI siglo 99, p. 206, 38 relaciones y diferencias entre estas dos ‘a un feminismo mas alla del binomio 8 discusion més extensa so vertientes del feminism, véase el articulo ‘gualdad-diferencia", en este mismo volumen, 4“

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