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Hasta ahora, nos hemos unido principalmente a la subversión utilizando formas, categorías,
heredadas de las luchas revolucionarias, fundamentalmente del último siglo. Propongo que
completemos la expresión de nuestra constatación por unos medios que prescindan de toda
referencia al pasado. No se trata por ello de abandonar unas formas en el interior de las
cuales hemos librado el combate en el terreno tradicional de la superación de la filosofía, de
la realización del arte, y de la abolición de la política; se trata de concluir el trabajo de la
revista, allí donde todavía no es operante.
Una buena parte de los proletarios se dan cuenta de que no tienen ningún poder sobre la
utilización de su vida, lo saben, pero no lo expresan según el lenguaje del socialismo y de
las revoluciones precedentes.
Escupamos de paso sobre esos estudiantes convertidos en militantes de grupúsculos con
vocación de partido de masas, que osan a veces pretender que la I .S. es ilegible para los
obreros, que su papel es demasiado brillante para que sea puesto en las carteras y que su
precio no tiene en cuenta el S.M.I.G. Los más consecuentes consigo mismos difunden pues,
a multicopista, la imagen que se hacen de la conciencia de clase en la que buscan
febrilmente su Obrero Albert. Olvidan, entre otras cosas, que cuando los obreros leen
literatura revolucionaria, llegan hasta a pagarla cara, relativamente más cara que el precio
de una entrada para el T.N.P., y que cuando tengan ganas de hacerlo, no dudarán en
gastar dos o tres veces el precio de la revista Planète. Pero lo que sobre todo no tienen en
cuenta esos detractores de la tipografía, es que los raros individuos que cogen sus boletines
son precisamente los que tienen algunas referencias para comprendernos a la primera, y
que lo que escriben es totalmente ilegible para los otros. Algunos, que ignoran la densidad
de la lectura de los graffitis en los W.C., los de los cafés en particular, han pensado
exactamente que con una escritura que parodiase la de la escuela comunal, en papeles
pegados sobre los canalones a la manera de los anuncios de alquiler de apartamentos,
sería posible hacer coincidir el significante y el significado de sus slogans. Tenemos aquí la
muestra de lo que no hay que hacer.
Para nosotros se trata de unir la crítica teórica de la sociedad moderna a la crítica en acto
de esta misma sociedad. En el acto, tergiversando las proposiciones del espectáculo,
daremos las razones de las revueltas de hoy y de mañana.
Propongo que nos dediquemos:
1. a la experimentación de la tergiversación de las fotonovelas, de las fotografías
llamadas pornográficas, y que inflijamos sin ambages su verdad restableciendo
verdaderos diálogos. esta operación hará estallar en la superficie las pompas
subversivas que espontáneamente, más o menos conscientemente, se forman para
disolverse en seguida entre quienes las miran. Con la misma intención, es
igualmente posible tergiversar, por medio de filacterias, t odos los carteles
publicitarios; y en particular los de los corredores del metro, que constituyen
secuencias excelentes.