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EL PROCESO TERAPÉUTICO EN LA MEDICINA

TRADICIONAL MEXICANA. ALGUNAS CLAVES


PARA SU INTERPRETACIÓN

Lilián González Chévez*

Resumen: Este ensayo aborda el papel que juega el proceso terapéutico en la medicina tradicional
mexicana en tanto acto performativo cuya actividad discursiva, parafernalia y práctica corporal
concreta contribuye a resituar un determinado drama social mediante acciones sociales correcti-
vas ritualizadas y narrativizadas en un contexto sagrado, lo que mantiene su eficacia para dar
forma y sentido a los episodios de una enfermedad. A través de este performance ritual se activan
una serie de acciones técnicas, expresivas y simbólicas cuyos códigos, socialmente compartidos,
operan como gramática organizadora de reconstitución del mundo.
Palabras clave: medicina tradicional; México; proceso terapéutico; performance ritual.

Abstract: This essay deals with the role that the therapeutic process plays in traditional Mexican
medicine with respect to the performance act whose discursive activity, paraphernalia and con-
crete body practices contribute to repositioning a certain social drama by way of ritualized and
narrativized corrective social actions within a sacred context. The latter maintains its effective-
ness in order to provide form and meaning to episodes of illness. Through this ritual performance
a wide range of technical, expressive and symbolic actions whose socially shared codes act as or-
ganizing grammar for the reconstitution of the world are brought into play.
Keywords: traditional medicine; Mexico; therapeutic process; performance ritual.

Los saberes de la medicina na (Fagetti, 2003: 6). Dichos saberes


tradicional en México están conformados por elementos cul-
turales de muy heterogéneas duracio-

P
artícipe de una tradición y de nes y vigencias históricas en los que
una historia, objeto de reelabo- cohabitan y se articulan de manera com-
ración permanente, los saberes pleja, dentro de un proceso de constante
de la medicina tradicional en México recomposición y circularidad cultural,
son ampliamente utilizados por los diferentes comunidades de memoria
pueblos indígenas y campesinos y por que se corresponden con distintas for-
diversos sectores de la población urba- maciones sociales y se constituyen en
espacios de experiencia diferenciales
*Doctora por el Departamento de Antropo- (Burke, 2000: 80).
logía de la Universidad Autónoma del Estado de
Morelos. Línea principal de investigación: Etno-
Entre estas formaciones sociales,
medicina. Correo electrónico: lilianahora@ las de herencia indígena son las comu-
gmail.com nidades de memoria más antiguas, las

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10 Lilián González Chévez

cuales fueron sometidas a una inter- dición galénica en que se formaban los
culturalidad forzada durante el proce- médicos universitarios “limpios de san­
so colonial e insertadas en procesos de gre” —es decir españoles peninsulares
apropiación desigual de bienes eco­ y criollos—, aun cuando estaba reser-
nómicos y culturales y, por tanto, de vada para la atención de la casta domi-
resistencia-exclusión y hegemonía- nante, fue filtrándose en las castas
subalternidad (Hersch y González, sociales subordinadas (Aguirre Bel-
2011: 37). De manera que, siendo la trán, 1980a: 261; 1994: 402).
tradición un esquema interpretativo, Adicionalmente, la consolidación
una estructura para la comprensión del dominio colonial trajo aparejada la
del mundo (Thompson, 1998: 243), los importación de mano de obra esclava,
saberes médicos de orden tradicional y con ella, la introducción de concepcio-
no son uniformes, canjeables y equitati- nes y prácticas africanas provenientes
vos entre los diferentes grupos sociales. básicamente de la cultura bantú. Si
Al menos en el centro-sur de Méxi- bien este aporte fue moderado, la ma-
co la medicina tradicional hunde sus gia africana tuvo un papel decisivo en
raíces en la cosmovisión mesoamerica- la configuración de una medicina po-
na y en una tradición de especialistas pular colonial, contribuyendo con cre-
dedicados a la actividad terapéutica ces al enriquecimiento de la medicina
(López-Austin, 1976: 16). Sólo para el india en aquellos lugares donde los ne-
último periodo de la época prehispáni- gros se establecieron (Aguirre Beltrán,
ca, fueron consignados entre los na- 1980a: 264; 1994: 109).
huas, cuarenta clases de magos cuya Actualmente los saberes de orden
actividad fundamental fue la curación tradicional son una síntesis compleja
y/o el maleficio (López-Austin, 1967: de sistemas médicos provenientes de
87); ciertamente, algunas de estas es- diversos estratos culturales en perma-
pecialidades se han mantenido hasta nente circularidad cultural, que siguen
la actualidad y sus portadores conti- nutriéndose de manera abierta, plural
núan en el desempeño pleno de sus y heterológica de dispositivos provenien-
funciones (Zolla, 1994a: 306). tes de los sistemas médicos contemporá-
Durante la colonia fueron articu- neos, tanto del modelo biomédico como
lándose elementos que derivaban de la de aquellos que fueron arribando a tra-
imposición evangelizadora de los mi- vés de la sociedad de consumo, los cua-
sioneros españoles, a tal grado, que son les han impactado especialmente a los
escasas las prácticas curanderiles en sectores urbanos y a sus curanderos,
el México contemporáneo que no estén quienes incluso han ido agregando ele-
profundamente permeadas por formas mentos new age y hasta símbolos y
sincréticas de ese catolicismo popular. parafernalia provenientes del Lejano
También la población española, por vía Oriente.
de la gente llana, trajo consigo ideas y Su persistencia y arraigo en los sis-
patrones de acción de la medicina po- temas de creencias actuales de am-
pular peninsular, mientras que la tra- plias capas de la población pone de
El proceso terapéutico en la medicina tradicional mexicana… 11

manifiesto su eficacia para organizar 62), en los que operan procesos históri-
los episodios de enfermedad, es decir, cos de exclusión social que tienden a
dándoles forma y sentido y su habilidad reproducirse.
para comunicar y confirmar ideas acer- En razón de esta apropiación des-
ca de la realidad del mundo (Young, igual, estos mismos conjuntos sociales
1976: 7; Waldram, 2000: 605). En ese “constructores de tradiciones” están
sentido, los terapeutas tradicionales, sometidos a transformaciones siste-
entendidos como especialistas rituales, máticas, fluidas y cambiantes en las
ejercen un papel mediador o articu­ que, como señala García Canclini
lador de cierta visión del mundo, y al (2004: 162): “un nuevo contexto, la
recurrir a ellos, los conjuntos sociales apertura de posibilidades históricas
apelan a formas culturales que les son diferentes, permite reorganizar las
propias (Bartolomé, 1997: 120). disposiciones adquiridas y producir
prácticas transformadoras”, en conse-
La medicina tradicional en una cuencia, no puede darse por desconta-
sociedad estratificada do que al reconfiguar sus condiciones
estructurantes también pueden cam-
No obstante, resulta insuficiente afir- biar el contenido de sus tradiciones.
mar que los conjuntos sociales que re- En esas circunstancias, los saberes
curren a la medicina tradicional están de la medicina tradicional son parte de
imbuidos de una visión del mundo que una estrategia de sobrevivencia para
empatiza con la propia del terapeuta y afrontar la inequidad subyacente, so-
por ello, sin más, demandan su servi- bre todo entre los sectores que habitan
cio. Es indispensable situar en el con- en zonas rurales y/o que migran a las
texto el hecho de que, como sugieren periferias urbanas, es decir, en conjun-
Fassin (1996: 9) y Menéndez (1994: tos sociales subalternos, de baja esco-
76), la atención a la salud es un campo laridad, que han sido marginados en
médico diferenciado en una sociedad mayor o menor medida de la moderni-
estratificada. Por dar un ejemplo, la dad y del proceso de occidentalización
relación del número de terapeutas tra- y globalización del mundo. También es
dicionales con respecto al número de entre estos sectores donde los saberes
médicos en comunidades rurales mar- médicos de orden tradicional nacen y
ginadas del país, era de cuatro a uno se recrean cotidianamente a partir de
en promedio en la última encuesta rea- un mundo en contacto directo con la
lizada en México sobre el tema (Lozo- experiencia, siendo precisamente esta
ya, Velásquez y Flores, 1988: 54). Con conexión privilegiada con el mundo de
ello se subraya que los saberes de la la experiencia o espacios de experien-
medicina tradicional se configuran en cia, como los denomina Koselleck
“un proceso de apropiación desigual (1993: 338),1 lo que se transmite de ge-
de los bienes económicos y culturales de
una nación por parte de sus sectores 1
El espacio de la experiencia se compone de​​
subalternos” (García Canclini, 1984: eventos naturales o culturales que una persona
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neración en generación por la tradi- fueron la cosmovisión, el rito, el calen-


ción oral y las prácticas cotidianas. En dario social y religioso, los mitos y la
consecuencia, para estos sectores de la tradición oral. En este marco, ciertos
población, retrotraer su bagaje cul­ actores, por ejemplo, los terapeutas
tural con el propósito de resolver sus tradicionales, actúan como agentes re-
problemas de salud ingentes, resulta ferenciales de la memoria para un de-
también —aunque no exclusivamen- terminado conjunto social.
te— una respuesta a ese acceso vir- Aparece entonces la paradoja de una
tual, parcial o limitado al Estado de riqueza cultural y social que nutre las
bienestar, a los lenguajes científico- estrategias de atención a la salud, sos-
positivistas y a los recursos y prome- tenida sin embargo en gran parte por
sas de modernidad asociados a ellos. aquellos que la portan en un contexto
En ese sentido, es importante su- de carencia y de precariedad respecto a
brayar que los grupos indígenas que las necesidades más apremiantes. Es
presentan consistentemente los índi- precisamente en los contornos de su
ces de marginación más altos del país cultura donde se preserva, profundiza y
(Coneval, 2014: 102) no sólo son porta- enriquece continuamente la medicina
dores de una condición de desigualdad tradicional. De manera que no es ca-
social, sino que también son los princi- sual que en México, país de grandes
pales depositarios de la alteridad cul- desigualdades sociales y de gran diver-
tural, es decir, de la diferencia. Son sidad étnico-cultural, confluyan soste-
comunidades con memorias específi- nidamente en los grupos étnicos la
cas que, aun en su condición de cultu- diversidad cultural y la desigualdad
ras subalternas, continúan teniendo social.
una medicina tradicional, parafra-
seando a Aguirre Rojas (2003: 71): De la nosotaxia popular a los
“fuerte en sí misma, con un cierto gra- dispositivos patogénicos estructurales
do de autonomía irreductible y con una
capacidad de renovación y transfigura- En una encuesta sobre las principales
ción que les es propia, y que es, a fin de causas de demanda de atención de la
cuentas, imposible de expropiar”. medicina tradicional, aplicada a 13 067
Al respecto, Florescano (1999: 235) terapeutas tradicionales en pobla­
plantea que, mediante un proceso con- ciones rurales marginales de México
tinuo de adaptación y resistencia, de (Zolla et al., 1992a: 72), se registraron,
movimiento y transfiguración constan- entre los diez motivos de consulta más
te de una generación a la siguiente, los frecuentes, cuatro donde el límite en-
mecanismos que permitieron la trans- tre el orden natural y sobrenatural se
misión eficaz de la memoria indígena desdibuja y la causalidad mágico-reli-
giosa se encuentra fuertemente vincu-
recuerda total o parcialmente en el presente y,
lada con la esfera emotiva y el mundo
por lo tanto, sirve como punto de partida para de relación: el mal de ojo, el susto, el
una nueva decisión o acción. aire y el daño. En esta misma casuísti-
El proceso terapéutico en la medicina tradicional mexicana… 13

ca, también fueron señaladas cuatro dad admite atribuciones de índole


causas de demanda de atención afines naturalista, como el desequilibrio en-
con las estadísticas de morbilidad en tre la naturaleza caliente y fría, el ex-
las instituciones de salud: diarrea, di- ceso de trabajo, diversos problemas en
sentería, anginas y torceduras, lo que la alimentación, los microbios, los acci-
permite corroborar que la actividad de dentes o el desplazamiento de órganos
los terapeutas tradicionales también (Aguirre Beltrán, 1980a: 38; Kroeger,
se asocia con un primer nivel de aten- 1988: 29; Queiroz, 1986: 314).
ción vinculado a las enfermedades co- No obstante, la nosotaxia popular
munes (Lozoya, Velásquez y Flores, no admite de manera natural compar-
1988: 64). timentos estancos, es decir, el modelo
Un correlato de la casuística rese- explicativo popular abarca espacios de
ñada es que explicita la forma en que sentido cada vez más amplios, de ma-
un sector de la población ha definido nera que cada entidad nosológica se
los riesgos de salud significativos,2 re- encuentra interconectada en forma di-
sultando revelador que el sustrato námica y compatible con otras, sin que
ideológico-cultural del 40% de las de- resulte en realidad cabalmente posible
mandas de atención de los terapeutas —ni tampoco deseable— delimitar sus
tradicionales no sea reductible a la ló- márgenes de manera precisa. Así, el
gica racional-positivista del modelo susto, el daño o el aire, como complejos
biomédico y que sus modelos de inter- mórbidos de significados polisémicos,
pretación sean dominantes respecto a atraviesan en sí diversos planos de re-
la etiología de las enfermedades, en lación (natural, social y sobrenatural)
particular cuando estas resultan insi- y una espiral contextual cuyos límites
diosas, graves o de difícil resolución. se desdibujan.
Así, las causas últimas del susto, el En este sentido, la narrativa de una
mal de ojo, el daño y en buena medida paciente de la periferia urbana aqueja-
de los aires, imbuidos en una relación da de un mal aire,3 una de las causas
directa con el mundo sobrenatural, son de enfermedad más frecuentemente
atribuidas a las emociones y senti- registradas en la medicina tradicional,
mientos que uno experimenta y/o que
otros proyectan en uno. Otras deman- 3
Mal aire: viento dañino o entidad incorpó-
das de atención, más reductibles desde rea percibida como un espectro viviente que
el modelo biomédico, implican un im- ocasiona enfermedades. Los motivos que desen-
pacto emocional menor y su causali- cadenan este mal son múltiples: el aliento de los
dioses guardianes de la tierra, espíritus de ase-
sinos o de muertos, emanaciones de personas
2
El “riesgo” es una noción construida cultu- que participan de eventos sexuales ilícitos, per-
ralmente: cada forma de organización social en- sonas que poseen una mirada fuerte o tienen
fatiza algunos aspectos de peligro e ignora otros, envidia. El mal aire puede ser colocado o trans-
creando así una cultura de riesgo que varía mitido al cuerpo de la víctima por uno de sus
(además) según la posición social de los actores enemigos (Kearney, 1971: 74) o manipulado por
y que influye en su elección de los peligros dig- los hechiceros con el fin de dañar a su víctima
nos de atención (Douglas, 1996: 11). (Zolla, 1994a: 561).
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nos servirá de lente para focalizar la medicamento para la comezón, le indi-


trama de ligas que organizan el siste- co algunas medidas higiénico-dietéti-
ma de signos, de sentidos y de acciones cas y doy por terminada la consulta. Y
en esta espiral contextual; una trama continuamos la plática sin que yo ad-
que, como sugieren Corin et al. (1990: vierta que el tema original de la con-
250), no revela su complejidad y cohe- versación mantiene continuidad y
rencia hasta que se le visualiza sobre vigencia, quedando fuera de mi com-
el telón de fondo de los valores pivote prensión el campo significante dentro
de una cultura y sobre el horizonte de del cual hace sentido el sufrimiento del
sus dinámicas sociales. enfermo:4
—Mi hermana Lorenza, la que vive
La espiral contextual en la semiología para allá así estaba [...] ¡llena de gra-
popular nos!, con la cara y el cuerpo bien man-
chada, ¡pero ella de que se rascaba
Cuando María, en mi primera visita a estaba así!
su domicilio, ubicado en la colonia Uni- —¿Será del sol?
dad Morelos del municipio de Xochite- —Mmm, no […] ella no está en el
pec, zona conurbada de Cuernavaca en sol [...] la llevé a Oacalco con la señora
el estado de Morelos, me pregunta por que cura y ya cuando vino, ya vino
qué le han aparecido unos granos en la bien.
piel, no tengo motivo alguno para atri- —¿Y cuánto tiempo llevaba su her-
buir significado subyacente a la pre- mana con eso?
gunta; me parece natural, casual y sin —¡Ay doctora, un mes!, apenas fui-
ningún trasfondo que el profano pre- mos este domingo de aquí a ocho días.
gunte al profesional la causa de su Le hizo una limpia, primero se la hizo
padecimiento. Ella me muestra sus con un huevo, después la volvió a lim-
brazos y luego de un breve estudio se- piar con otro huevo. ¡No doctora, pero
miológico le explico que parece tratarse es bien efectiva! en el vaso salió que “le
de una alergia, por lo que inquiero: echaron una porquería”, o sea, un mal
“¿A qué le atribuye que le hayan sa­lido? aire,5 ¡porquerías pues! Y que ella lo
—Mmm... comí chorizo —me responde. recibió. Le dijo la señora: “no era para
¿Y a usted le hace mal el chorizo? —pre- ti, pero en ese momento tú saliste, tú lo
gunto de nuevo. —No, pero yo a eso le
echo la culpa, almorcé chorizo y ya en la 4
Kleinman y Benson (2004: 20) han señala-
tarde comencé, me empezaron a salir do cómo la biomedicina deslegitima el sufri-
miento como somatización para enfatizarlo
granitos, pero no me daban comezón, como enfermedad.
ahora sí me dan comezón y en la noche 5
Una persona puede enfermarse de un mal
me dan más, por eso me puse la gomita aire si ha estado cerca de un muerto; si ha pasa-
de la sábila untada [...]”. do por donde se arrojaron manojos de hierbas
con las que previamente se limpió a alguien; por
En mi papel de médica consultada caminar durante la noche o simplemente por-
le recomiendo entonces que mantenga que alguien “lo envidia o habla mal de él” (Ro-
su tratamiento con sábila, le receto un mero, 2003: 99).
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recogiste”. Y sí […] ella dice que cuando sistemas semiológicos y explicativos


salió a despedir a una señora a la calle, populares. La primera pista parte del
sintió como un mal aire así [...] y luego razonamiento dual seguido por la pro-
empezó [...]. pia María para explicar su enferme-
—Pero no es que la persona le haya dad. Visto en retrospectiva, es evidente
echado ese mal aire, ¿o sí? que cuando María me pregunta el por-
—Bueno... sí. Pero por envidia, por- qué de su padecimiento, ella ya ha con-
que como pues [...] ahora sí que ella no templado como posible causa una
tiene marido y aunque tiene cinco hijos, etiología similar a la atribuida en el
ahora sí que ella está saliendo adelante padecimiento de su hermana.
¡Ella sola! Porque mire: está haciendo Cuando la interrogo sobre su inter-
su casa, a sus hijos les da estudio y todo pretación causal, ella sigue las premi-
el tiempo ella trabaja. Trabaja en una sas etiológicas que mi propia lógica
casa toda la semana, el patrón es licen- biomédica sugiere. Tal vez dicha lógi­
ciado y le da mil doscientos pesos a la ca le resultó convincente o disminuía
semana, pero ahora sí que cuida al su ansiedad ante la probabilidad cau-
papá del señor, lo baña, lo cambia y lue- sal de un mal aire o simplemente ella
go ella plancha, ella limpia, ella cocina. continuó mi discurso en paralelo con
Y sí [...] la señora la curó: la limpió, le su propia lógica. Lógica que, para com-
“juntó el pulso” y le hizo “un amarre” prender su significado, demanda el co-
para que el mal ya no siga. nocimiento de claves culturales donde
—Pero, ¿cómo es el amarre? ese discurso tiene sentido.
—Amarra una veladora con listón La primera clave procede de la con-
rojo y blanco. Pero, como mi hermana ducción, por parte del paciente, de un
es “hermana” [se refiere a que profesa discurso polilógico en paralelo, cuyos
una religión protestante] no cree. Pero có­digos restringidos6 son utilizados dis-
yo, ¡con tal de que se curara la llevé! La crecionalmente según sea el interlocu-
señora le cobró 300 pesos, aunque ese tor un miembro de su grupo cultural o
día yo le di 50 pesos y ella puso 50 pe- no. En este caso, mientras que el profa-
sos, y le dijo: te voy a hacer “el amarre”
para que ya no te siga el mal. Y le echó
Un código es un principio regulativo, táci-
6
una medicina [...] ella lloró de que le tamente adquirido, el cual selecciona e integra
ardía, pero al otro día ya se le quitaron sentidos relevantes, formas para su realización
los granos. y contextos a los que evoca (Bernstein 1981:
—¿Y con eso ella creyó? 328). Los códigos restringidos (Bernstein 1989:
25, 136) traducen, a través de su forma y conteni-
—No. Ya no fue. Pero la señora le do, órdenes simbólicos propios de determinado
dijo que pusiera a hervir coahuilote, conjunto social y ponen de relieve los principios
árnica, cuachalalate y golondrina y subyacentes a la estructuración social de los sig­
que con eso salía. Se estuvo bañando nificados (Ibid., 205, 210), permitiendo descu-
brir, como sugiere Duranti (2000: 8), patrones
con esas plantas y con eso se le quitó. interactivos que revelan visiones del mundo y
El relato de María nos da pistas formas de relación entre los individuos en tanto
fundamentales para interpretar los que seres sociales.
16 Lilián González Chévez

Cuadro 1. Modelo explicativo popular


Campos semánticos involucrados en la narrativa sobre la causalidad
del padecimiento
Modelo explicativo popular Campo semántico involucrado
(síntesis de la narrativa)
La envidia Emocional
que provoca en los otros Relacional
las condiciones sociales y materiales favorables en Material y social
que se encuentra ego, a pesar de conformar una
familia matrifocal que teóricamente la colocaría en
desventaja comparativa
le atrae y la hace receptiva a fuerzas sobrenaturales Magicosobrenatural
que provocan o desencadenan enfermedades. Organicocorporal
Fuente: elaboración propia.

no conoce la lógica cognitivoracional (natural-sobrenatural) y ámbitos de la


del profesional de manera parcial y realidad (individual-material-social)
fragmentada, el profesional en cambio, aparentemente inconexos, conjugando
carece de las claves culturales que le en una representación social como es el
permitan advertir siquiera las dimen- mal aire-cochinada un campo semánti-
siones del argumento del profano, es co que articula las causas emocionales,
decir, no ha accedido al aparato concep- relacionales, materiales, mágicas y or-
tual y de lenguaje en que se basan estos gánicas a las que atribuye la causali-
códigos restringidos (González, 2010). dad de la enfermedad. El carácter
La segunda clave que nos propor- polisémico de esta representación so-
ciona la narrativa de María refiere a la cial nos recuerda dos propiedades de los
atribución causal de la enfermedad de símbolos rituales referidas por Turner
su hermana a una cochinada,7 a un (1980: 30): el de la condensación de un
mal aire. El razonamiento de María espectro de sentidos (muchas cosas y
parte de un conjunto de premisas sobre acciones representadas en una sola for-
la etiología causal de la enfermedad, mación) y el de la unificación de signifi-
radicalmente distintas al ordenamien- cados dispares (porque poseen en
to causal propio de la racionalidad po­ común cualidades análogas o porque
sitiva, el cual se desglosa y decodifica están asociados de hecho o en el pensa-
en el cuadro 1. miento).
El modelo explicativo popular se- Una tercera propiedad con que Tur-
guido por María, entreteje con singu- ner reviste a los símbolos rituales do-
lar coherencia lógica diversos planos minantes refiere a la polarización de
sentido, es decir, a la capacidad que tie-
7
Cochinada: porquería o suciedad, acción nen los símbolos para evocar emocio-
baja producto de la brujería. nes, determinando en gran parte la
El proceso terapéutico en la medicina tradicional mexicana… 17

forma externa del símbolo, en lo que En síntesis, con respecto al polo


denomina el polo sensorial, así como sensorial, el modelo explicativo popu-
también a la capacidad de los símbolos lar logra integrar como un sistema cul-
para enlazarse a normas y valores que tural coherente y articulado, rastros de
guían y controlan a las personas como una compleja cosmovisión mesoameri-
miembros de un grupo, lo que denomi- cana donde, como señala López Austin
na a su vez como polo ideológico. (1996: 137): “[…] seres invisibles rever-
En la narrativa de María el hilo beraban sus presencias en los campos,
conductual a partir del cual se explica en las fuentes, en los hogares y en el
la enfermedad es un sentimiento de monte [...] y donde algunos —como el
envidia, por lo que ubicamos tal expre- mago— obran con un desarrollado
sión como el polo sensorial de la expli- cuerpo anímico, invisible, sobre las in-
cación del problema. El campo de visibles sustancias de las cosas”.
sentido de esta representación popular Por otra parte, con respecto al polo
ha de buscarse en la interpretación ideológico del problema, el modelo ex-
mesoamericana de que las emociones o plicativo popular deja resguardados,
deseos hostiles de los demás tienen, en en lo más profundo de esa lógica popu-
ciertas circunstancias, la capacidad de lar, a los dispositivos patogénicos es-
rasgar la protección natural de las per- tructurales9 configuradores de este
sonas, proyectándose y materializán- drama social, los cuales podemos ex-
dose como enfermedad (véase Aguirre ternalizar de la siguiente manera: en
Beltrán, 1980b: 45). el marco de un grupo social con fuertes
Tal capacidad proviene, entre otras tasas de desempleo, con trabajo dis-
posibilidades, de la manipulación de continuo, escaso y mal pagado, donde
fuerzas sobrenaturales (como los aires), la cobertura escolar es baja y la cons-
por parte de algún brujo, a conveniencia trucción de la propia vivienda es un
del cliente; puede provenir también del proyecto a plazos y para toda la vida;
hecho de que, al maniobrar dichas fuer- en síntesis, en el marco de un grupo
zas, el brujo las haya dejado libres y a social que no puede satisfacer sus ne-
su arbitrio para actuar por sí mismas o cesidades vitales, ¿es comprensible
bajo el salvoconducto de los sentimien- que ante la igualdad de circunstancias
tos negativos capaces de materializar la geográficas, materiales y sociales, al-
enfermedad (Kearney, 1971: 74; Sig­
norini y Tranfo, 1991: 239). Cuando el malos aires, véase entre otros: López Austin
brujo manipula dichas fuerzas sobrena- (1972: 399-408) y Kearney (1971: 74).
9
Gilles Bibeau (1992: 60) utiliza el término
turales con el fin consciente de dañar a dispositivos patogénicos estructurantes para
alguien, al proceso se le denomina daño referirse a elementos del macrocontexto que mo-
o cochinada; cuando alguien desaperci- delan la cultura desde el exterior y que ponen lí-
bidamente lo “recoge” se le denomina mites al juego entre los actores sociales, situando
para el caso de América Latina, a la violencia y a
mal aire.8 la desigualdad —configurada históricamente
desde el periodo colonial— como dos dispositivos
8
Para un análisis sobre el complejo de los patogénicos fundamentales.
18 Lilián González Chévez

guien como en el caso reseñado (mujer centra como base del conflicto la com-
y sostén único de su hogar), pueda es- petencia entre iguales, soslayando las
capar a esas condiciones? condiciones sociales y económicas que
Desde su perspectiva: ¿es legítimo precisamente los excluyen (como con-
que ella tenga acceso a ciertos recur- junto social) de un bienestar colectivo.
sos y bienes normalmente disconti- Cuando un mal aire ha sido infligi-
nuos y escasos para el colectivo, como do por otro resulta significativo que los
son el trabajo fijo, las mejoras a la vi- agentes detonadores de este riesgo a la
vienda, el acceso a la educación escolar salud sean los propios parientes, com-
y a recursos económicos superiores a padres, amigos y vecinos con quienes
la media del grupo? La sustracción vo- existe el antecedente de fuertes víncu-
luntaria o involuntaria respecto a esa los afectivos, de amistad y de reciproci-
lógica igualitaria deja inserto al disrup- dad.11 Habermas (1985: 65) hace una
tor dentro de una lógica competitiva, la reflexión sobre el meollo moral de las
cual inevitablemente convoca senti- relaciones afectivas en la praxis comu-
mientos negativos en otros, atrayendo nicativa cotidiana, la cual nos parece
fuerzas sobrenaturales que se proyec- pertinente para el análisis del caso que
tan y materializan —entre otras posibi- nos ocupa:
lidades— como enfermedad.
Laplantine (1990: 6) sostiene que El desengaño y el resentimiento se
las lógicas de la enfermedad y sus siste- orientan contra un otro concreto, que
mas de intervención no sólo res­ponden ha herido nuestra integridad; pero
a una demanda somática y psicológica esta indignación no sólo debe su carác-
de curación, sino que responden a una ter moral al hecho de que se haya alte-
demanda social de subsistencia en la rado la interacción entre dos personas
que se apela a la medicina tradicional aisladas. Antes bien, este carácter se
para encontrar empleo, conservar un debe al ataque contra una esperanza
trabajo, proteger la existencia de la fa- normativa subyacente, que tiene vali-
milia y luchar contra las calamidades, dez no solamente para ego y alter, sino
lo que deriva en el sentido incluyente para todos los pertenecientes a un gru-
de una epidemiología sociocultural. po social [...].
Por otra parte, el modelo explicati-
vo popular ubica como causa real de Parafraseando a Habermas, el conflic-
sus desgracias los sentimientos hosti- to a partir del cual se origina un mal
les existentes en miembros de su pro-
pio grupo y clase social, quienes le
tienen envidia por sus logros,10 es decir, cara constituye un requisito primordial para la
envidia, la vecindad residencial resulta un área
potencial de fricción en las relaciones (Thomas,
La pobreza general y la competencia por
10
1974: 73).
los recursos crea una situación social donde los 11
A mayor intensidad de la interacción, ma-
signos muy leves de abundancia generan celos o yores posibilidades de fuentes de conflicto (Dou­
envidia. Por otra parte, ya que el contacto cara a glas, 1976: 68).
El proceso terapéutico en la medicina tradicional mexicana… 19

aire es de orden moral, pues se ha que- sentimientos hostiles, las pérdidas afec-
brantado esa esperanza normativa tivas, las escasas posibilidades para
subyacente para todos los otros partí- conquistar el mundo material —ingre-
cipes en un grupo social. ¿Esperanza sos precarios e intermitentes—, aspec-
normativa con respecto a qué?, anali- tos relacionados con su hábitat, con su
zando el caso referido, los sentimientos inserción subordinada y prescindible en
hostiles atribuidos al agresor (como la la estructura productiva, y el endeble
envidia) tienen como trasfondo los apoyo que el estado de bienestar ofre­
quiebres ocurridos en aquellos aspec- ce (González, 2010).
tos de la vida cotidiana que más nos Como refiere Finkler (1994: 14), son
conmueven como individuos, es decir, “los eventos vitales para las personas,
las dimensiones que tienen que ver con especialmente sus relaciones, sus dile-
la integridad y sobrevivencia personal mas morales y las contradicciones no
o familiar: el dinero, el trabajo, la vi- resueltas que confrontan en la vida
vienda y, en general, la salud, el bien- diaria” lo que sedimenta en su memo-
estar y los afectos que orientan los ria como causal de enfermedad y de
contactos interpersonales, es decir, la ansiedad, y son estas condicionantes
vida de relación.12 las que, como códigos restringidos, ob-
Tales quiebres esenciales conllevan tienen preeminencia interpretativa
implícitamente la transgresión de re- en este contexto sociocultural con res­
glas que norman las relaciones entre pecto al origen de los padecimientos
personas, como pueden ser los códigos insidiosos o de las enfermedades cró-
de reciprocidad, redistribución, fideli- nico-degenerativas no resolutivas y a
dad, lealtad y honor o la competencia las formas de dar respuesta a la en-
entre iguales por bienes materiales, fermedad a partir de ese otro univer-
afectos o símbolos, en un grupo social so simbólico proporcionado por su
donde su sobrevivencia como subcon- cultura.
junto social y la de los grupos domésti- Este tipo de experiencia —señala
cos que la conforman se visualiza como Turner (2002: 90)—, es la materia pro-
una “unidad social cohesionada” (Dou­ pia del drama social, en el cual los con-
glas, 1976: 69). flictos se arreglan mediante acciones
Un análisis minucioso de los géneros sociales correctivas ritualizadas que,
discursivos presentes en las represen- con ayuda del curandero, emergen como
taciones sociales del modelo explicativo elementos significativos de la experien-
popular, revela que en su estructura de cia presente dentro de la subjetividad
sentido confluyen inevitablemente los del paciente en el contexto del perfor-
mance ritual.
De manera que, si la esfera de la
12
Los afectos de orientación como el amor, el tradición es el dominio de sentido y no
odio y la indiferencia, tienen una función esen-
cial en los contactos cotidianos y constituyen,
sólo de conocimiento, como refiere Ma-
por supuesto, un factor decisivo en las relacio- seé (1997: 71), los significados atribui-
nes interpersonales (Heller, 1977: 380). dos por los diferentes conjuntos sociales
20 Lilián González Chévez

al proceso salud-enfermedad y al inhe- El diagnóstico: proceso


rente de atención-desatención, no pue- de discriminación causal
den ser interpretados fuera de las
redes semánticas en que se constru- En el contexto de la medicina tradicio-
yen, de los modelos explicativos popu- nal mexicana, el establecimiento de la
lares en que ellos se inscriben y de los causa que originó el padecimiento
dispositivos patogénicos estructurales constituye el paso esencial para elabo-
en los que se insertan. rar construcciones de sentido en re­
lación con la enfermedad y se realiza
La actividad curanderil como basándose en la información referencial
amortiguador del drama social del enfermo y sus familiares, en menor
a través del performance ritual medida en la detección de algunos sig-
nos corporales (paso no siempre efec-
El curandero como agente terapéutico tuado) y fundamentalmente a través de
tiene la competencia cultural para de- procesos de diagnóstico mágico-religio-
sarrollar acciones simbólicas que tie- sos, tales como el atisbo de la disposi-
nen sentido para el enfermo y/o su ción de los granos de maíz vertidos en
familia a través de un marco ritual. una jícara con agua (de raigambre
Este marco “provee el escenario para mesoamericana); el tendido de la baraja
el logro de estructuras únicas de expe- o rifa (método introducido durante la
riencia” (Turner, 2002: 99), tanto en el dominación colonial), o la “lectura” de
ámbito del diagnóstico como del trata- un huevo con el que previamente se ha
miento, y aun el del pronóstico. limpiado13 al paciente —entre otros—.
De acuerdo con Turner (Ibid., 107), La importancia que los enfermos y sus
el ritual es un performance, es decir, curanderos asignan a este proceso de
una secuencia compleja de actos sim- discriminación causal, parece ser el
bólicos. En términos generales, un per- principal concepto operante a partir
formance acuerpa “un conjunto de del cual se establecen criterios de orde-
expresiones visuales, corporales y so- namiento para clasificar los padeci-
noras que brindan información sobre mientos en la nosotaxia popular.
aspectos sociales y que pueden ser con- En primera instancia, el diagnósti-
siderados y leídos como un texto cultu- co en la actividad ritual del terapeuta
ral” (Wilde y Schamber, 2006: 27). es “un acto de retrospección creativa
Nuestro papel como antropólogos, ex- en el cual se adscribe significado a los
pone Leach (citado por Turner, 2002: acontecimientos y a las partes de la ex-
109) es: “el delinear el marco de compe- periencia” (Turner, 1982: 17). En este
tencia cultural en términos del cual las ejemplo, el terapeuta busca descifrar si
acciones simbólicas del individuo pue-
den tener sentido”, en este caso, al des- 13
La cura por medio de una “limpia” en
México es un principio diagnóstico-terapéutico
cifrar los aspectos normativos que de origen mesoamericano que sin embargo pre-
configuran el ritual terapéutico como senta similitudes relevantes en el medio andino
género performativo. (López-Austin,1976: 15; Polia, 1996: 566).
El proceso terapéutico en la medicina tradicional mexicana… 21

la causa de la enfermedad es “buena” fe o por envidia dejan cochinadas


(espanto, sombra, latido o aire) o “mala” para que otros las recojan […]14 por
(daño [brujería] o mal aire); para ello, el eso sale así, como nube manchada,
terapeuta dirigirá sus súplicas y oracio- como sombra [...] ¡Ay mijita!, ¡pus cui-
nes a santos de la hagiografía cristiana dado! [...].
que le permitan con su venia dilucidar
esta cuestión. Si la enfermedad es mala, desde que
Doña Teodora, la curandera a la que hace la señal de la cruz en la frente del
recurrió María para aliviar a su her­ enfermo, Teodora puede sentir que “su
mana, toma el sahumerio y delimita el cerebro se le encoge” o “un asco”, mien-
espacio ritual sahumando el altar y a la tras que una cosa buena, “normal” quie-
paciente. Luego, coge un huevo fresco de re decir que lo que está enfermo es su
la bolsa de plástico que tiene encima latido “nada más”. La lectura del huevo
de la mesa que funciona como altar y con que se ha limpiado al enfermo “es
persigna con éste a la paciente, haciendo igual que una radiografía [...] es cues-
la señal de la cruz tres veces en su frente tión de la visualidad de la que está cu-
mientras efectúa la siguiente rogativa: rando”; así, si es cosa mala, la clara del
huevo puede delinear tres largas velas,
[...] por la venia del Espíritu Santo tu lo cual significa velorio [muerte], o se ve
hija [nombre de la enferma] te hace la Santa Sombra [muerte], la “Santa
esta pregunta, hace esta pregunta de Muertecita” o “se turbia el agua [muer-
todo corazón, Dios Nuestro Señor te]. También “se ve si se lo pusieron es-
atiende su ruego, con la fe de santa pecialmente (daño) o es que nada más
Elena, esta pregunta se hace de todo ‘lo tocó’ en la calle (mal aire)”. Por otro
corazón, de tu hija [nombre]; tu hija lado, si es cosa buena, “se ve como una
[nombre] pregunta, quiere saber de nube”, “es sólo aire”.
todo corazón si es bueno o es malo,
que con la facultad Divina tuya le Terapéutica curanderil
concedas respuesta a esta pregunta,
de ella misma la pregunta, te lo pido Diversos autores (Williams, 1998) han
por la gracia del Señor des respuesta sugerido el papel salutífero de una re-
a esta pregunta [...]. sacralización de la vida social median-
te performance morales ritualizados,
Teodora rompe el huevo en medio vaso holísticos, emocionalmente expresivos
de agua y lo pone a contraluz en la ven- y corporalmente sensibles. El papel del
tana para observarlo. El huevo vertido
forma unas manchas blancas con gru- 14
Los objetos que fueron utilizados para
mos y restos de sangre: ella lo interpreta realizar una limpia, si no son luego adecuada-
y explica a la paciente y a su hermana: mente tratados por el curandero, por ejemplo,
enterrándolos o quemándolos, pueden consti-
tuirse en una fuente de contagio, de transferen-
[...] aquí se ve un mal aire, una por- cia del mal aire, “porque pasa otra persona y lo
quería. A veces por descuido, por mala vuelve a recoger”.
22 Lilián González Chévez

terapeuta tradicional para dar respues- Este operador simbólico busca armo-
ta al mal aire como complejo mórbido de nizar el centro del cuerpo con sus ex-
significado polisémico, involucra los di- tremos, y al hombre enfermo situado
versos planos del modelo explicativo en el plano terrestre, con el cosmos y el
popular referidos en el cuadro 1 e inscri- mundo infraterrenal (López Austin,
be el acto terapéutico en el contexto sa- 1984: 285; Tibón, 1981: 224; Villa Ro-
cro de la religiosidad popular. jas, 1995: 193).
Así, la hermana de María recibe Esta maniobra manual, como seña-
como parte del ritual de tratamiento: la Laplantine (1990: 15), confirma que
los saberes médicos de orden tradicio-
1. Una maniobra física para “juntar el nal otorgan una gran importancia al
pulso en el abdomen” contacto y la proximidad física:
Antes de realizar la cura del mal
aire, Teodora acuesta a la enferma en Son culturas terapéuticas que atribu-
una cama y ejecuta una maniobra yen una importancia capital al cuer-
cuyo objetivo es “centrar el pulso” en el po, éste es visto, entendido, sentido,
estómago. Según Teodora: palpado […] a través de un aprendi-
zaje deliberadamente sensorial que
A una que está dañada, que tiene un reafirma la reinserción del individuo
mal aire, primero que nada, tiene uno en el campo de fuerzas de la naturale-
que buscarle el latido para ayudarla, za. Esto es igualmente verdadero
el pulso del estómago y el del brazo tie- para el curandero, que resiente justo
ne que curarlo para que se encuentren en su propio cuerpo —que toma el
bien y ahorrarte las curaciones [...]. mal en sí— los dolores del enfermo
[…] en oposición a la medicina sabia
Esta maniobra busca restituir el “pulso que hace intervenir la mediación ins-
principal” al centro-ombligo mediante trumental y la distancia social o al psi-
la movilización simbólica de la sustan- coanálisis que privilegia el discurso.
cia vital: la sangre. Su objetivo es reubi-
car al tonalli —una de las entidades 2. Súplicas y oraciones que permitan
anímicas del cuerpo según la cosmovi- expulsar el mal aire
sión mesoamericana— (López Austin, Teodora coloca a la paciente frente
1984: 223), siguiendo como patrón de al altar y mientras procede a realizar
ordenamiento corporal un símbolo reli- una nueva limpia con un huevo, pro-
gioso mesoamericano: el quincunce.15 nuncia la siguiente plegaria:

15
Jeroglífico nahua que representa la “Ley Por la facultad divina de Dios Nues-
del Centro”. Esta es una figura que bajo infini- tro Señor, esta limpia se hace de todo
tas variantes se encuentra formada siempre por corazón por la gracia y poder de Dios
cuatro puntos unificados por un centro, disposi-
Nuestro Señor, en ti tengo fe Señor,
ción llamada en quincunce. Este símbolo se en-
cuentra en todas las manifestaciones religiosas salva a tu hija de todo corazón, por la
del pueblo azteca (Séjourné, 1992: 102). gracia del Señor y del Espíritu Santo
El proceso terapéutico en la medicina tradicional mexicana… 23

amén. Creo en Dios Padre, en Dios hombre y los otros, el hombre y la na-
Hijo y creo en el Espíritu Santo. Todo turaleza, la medicina y la religión.
poderoso te pido de todo corazón, sal- Para el caso de México, la religiosidad
gan hechiceros, quede buena y sana, popular constituye un fenómeno con
santísima Cruz de mi Jesús, yo te doy una notable capacidad de reinterpre-
mi reverencia, preciosa Santa Cruz, a tación simbólica (Báez, 1998: 56) en la
tus plantas hoy me encuentro santísi- que operan procesos selectivos de re­
mo redentor haz que con santa pa- funcionalización, reinterpretación y
ciencia [...], Santa Cruz de mi Jesús resignificación tanto de la religión in-
derrama en tu alma, Santa Cruz de troducida como de la tradición religiosa
mi Jesús aleja todo mal, que por la mesoamericana, cuyo núcleo duro, sin
facultad divina [...]. embargo, como afirma López-Austin
(2002: 17), “si bien no puede sostenerse
La mayor parte de las oraciones de los que sea inmune al tiempo, puede afir-
terapeutas tradicionales son católicas marse que su cambio es tan lento que
y es común que en sus súplicas invo- en muchos casos es casi imperceptible”.
quen a diversos santos o patronos pro-
tectores de la hagiografía cristiana. 3. Una limpia
Muchos terapeutas, aun los indígenas, En el caso reseñado, Teodora acom-
verbalizan estas oraciones en latín pañó la súplica anterior con una lim-
para que sean más efectivas. Su fun- pia, consistente en frotar el cuerpo de
ción entonces es la de interceder por el la paciente nuevamente con un huevo.
enfermo, actuando como vaso comuni- La limpia se inició persignando con el
cante entre lo divino y el hombre, es de- huevo la frente de la afectada para
cir, cumpliendo una función sacer­dotal. continuar frotando todo su cuerpo en
Los altares domésticos de los curande- sentido descendente, haciendo especial
ros también pueden dar una idea de énfasis en las sienes, la coronilla, la
sus adscripciones y referencias religio- nuca, las articulaciones de las manos y
sas; por ejemplo, Teodora tiene desple- de los codos, el pecho y la espalda, el
gados en su mesa, que funciona como hueco poplíteo y los tobillos; en cada
altar, más de una decena de santos y una de estas zonas volvía a hacer la se-
deidades, entre ellos el señor Santiago, ñal de la cruz con el huevo. La curande-
san Martín Caballero, el Niño Doctor, el ra se esmeró particularmente en los
señor de la Columna, santa Clara, san pies, debido a que “éstos son los que re-
Ramón Nonato, entre otros. cogen”. Volvió a verter el huevo en me-
De esta manera, observamos que dio vaso de agua y pudo constatar que,
en los sistemas terapéuticos tradicio- mediante las maniobras realizadas, la
nales se da una estrecha relación ex- imagen del huevo había salido “limpia”,
plícita entre lo médico y lo religioso, es decir, esta vez sin grumos ni sangre.
entre la salud y la salvación. Es decir, Las limpias tienen por objeto puri­
la “medicina tradicional” vehicula una ficar y “barrer” simbólicamente los sen-
relación entre el cuerpo y el espíritu, el timientos hostiles, los aires y/o las
24 Lilián González Chévez

cargas negativas que el enfermo ha 5. Fricciones, baños y fomentos a base


“recogido”. Se efectúan pasando por el de plantas medicinales
cuerpo del enfermo huevos, plantas, Para concluir la curación, Teodora
tijeras, cruces, cuchillos, loción de “desa­ fricciona el cuerpo de la enferma con
lojo” u otros objetos cuyo efecto es el de una loción que le hace llorar del dolor y
cortar el daño (mediante tijeras o cu- le recomienda que se bañe y ponga
chillos); transferir la maldad al objeto fomentos con una serie de plantas:
(mediante su contagio o impregna- cuachalalate, árnica, coahuilote y go-
ción), o bien, repeler simbólicamente la londrina. Estas plantas actúan far­
cochinada (mediante cruces o loción de macológicamente a nivel local como
“desalojo”). Otras limpias se preparan antisépticas, antiinflamatorias, rege-
con cocimientos de plantas aromáticas neradoras celulares y astringentes.
que se le dan al enfermo para que este No obstante, es importante resaltar
se unte o bañe con ellos o para que los que el espectro multicausal que desde el
vierta en su casa limpiándola de ma- principio había configurado el problema
los espíritus. no es tomado en cuenta a la hora de
Las zonas del cuerpo en que la cu- abordar el tratamiento, ya que la curan-
randera hizo especial énfasis durante dera actuará sólo sobre los planos sen-
la limpia, son centros anímicos meno- sorial y sobrenatural, a través de la
res en donde reside el tonalli y concen- representación ritual, y sobre el plano
tran también la fuerza vital del cuerpo orgánico-corporal, al apoyarse en ma-
(López Austin, 1984: 217). niobras manuales y recursos vegetales,
todo ello sin necesidad de que ella o la
4. Un amarre enferma tengan que intervenir y/o
El amarre es un “arreglo”, un con- afrontar los planos material y relacio-
venio que el paciente concierta con el nal que fungían como detonadores cau-
curandero para que este, mediante sus sales de la enfermedad. Como señala
súplicas y rezos, y aun en ausencia del Turner, la ejecución de una conducta
afectado, detenga y/o constriña simbó- instrumentalmente simbólica suprime
licamente las fuerzas mágico-sobrena- de los sentidos oficiales o verbales la si-
turales que otros han desencadenado tuación conflictiva existente en la inter-
en contra suya. El amarre se materia- pretación (1980: 43); de este modo,
liza en una veladora que la curandera queda desdibujada la conexión entre la
enciende en su altar hasta que ésta se expresión conductual del conflicto y los
consuma totalmente. Ciertos días de la componentes normativos.
semana —lunes, miércoles y jueves—
la curandera “trabaja” la veladora con Conclusiones. La experiencia
sus oraciones, ajustándola día con día performativa en la actividad
con un listón rojo y blanco hasta cons- terapéutica tradicional
treñirla totalmente, con el fin de que lo
sacro contenga e inmovilice simbólica- La curandera, como protagonista o
mente al mal. mediadora del poder terapéutico a tra-
El proceso terapéutico en la medicina tradicional mexicana… 25

vés de su actividad discursiva y de una Como acto performativo, la comuni-


práctica corporal concreta, ha ejecuta- cación entre terapeuta y paciente acti-
do un performance ritual que activa en va una gama de acciones técnicas y
la paciente una gama de experiencias expresivas que contienen información
sensoriales que se mantienen en la codificada. Precisamente, estos códigos
memoria corporal como parte constitu- son los que dan sentido y coherencia al
tiva de lo vivido.16 Tales experiencias acto terapéutico como hecho social total
incorporan información codificada y y, aunque implícitos, influyen direc­
actúan como catalizadoras de una pro- tamente en el papel salutífero y restau-
ducción simbólica multiforme (Leach, rador de la actividad terapéutica. Estos
1993: 57). Esta “saturación cultural de códigos, sin embargo, no son tan diver-
la experiencia” —como la denomina sos y desperdigados como uno arbitra-
Good (2003)—, constituye entonces riamente pudiera imaginar: muy por
una vía para que la paciente logre re- el contrario, operan sobre la base de lo
semantizar su padecimiento, es decir, que Ricoeur denomina “un alfabeto óp-
que confiera forma y sentido a este epi- tico limitado” (1995: 48). A continua-
sodio de enfermedad de acuerdo con ción señalaremos algunas claves de
có­digos socialmente compartidos, los este alfabeto:
cuales operan como gramática organi- a) La religiosidad popular como
zadora de reconstitución del mundo,17 gramática organizadora de reconstitu-
además de que permiten que rescate ción del mundo.
para sí un espacio propio en el orden El escenario y emplazamiento ri-
social y afectivo de las cosas. tual elaborado por la terapeuta está
desarrollado en su conjunto en el ám-
16
Desde una fenomenología de la percep- bito de la religiosidad popular, extra-
ción, la actividad terapéutica tradicional es rica yendo de ésta los códigos simbólicos
en experiencias organolépticas que abarcan el restauradores de una ontología tras-
olfato (al sahumar), el tacto (al frotar el cuerpo
durante la limpia, al masajear su abdomen
cendental, los cuales operan como gra-
para “juntar el pulso” o al friccionar su piel con mática organizadora de reconstitución
una loción) y el sistema auditivo (la curandera del mundo (Bartolomé, 1997: 101).
ha rezado e implorado a sus santos protectores Como señala Laplantine (1990: 14), las
para que intercedan a favor de ella y se ha diri-
gido a la enferma en sus enunciados con la afec-
fronteras entre el espacio médico y el
tividad con que le hablaría una madre: “¡Ay religioso en la medicina tradicional se
m’ijita pus cuídate!”). También amplifica esta desplazan y devienen de más en más, en
percepción sensorial con una gama de efectos flujos sin límites territoriales precisos.
estético-visuales: la disposición de las velas y ve-
ladoras encendidas, las flores, el color rojo y
No obstante, tras el reconocimiento
blanco de las cintas de los diversos amarres, las del papel significativo de la dimensión
múltiples imágenes en el altar, etcétera. religiosa en el proceso terapéutico
17
Los procesos reconstitutivos son prácticas (Csordas y Kleinman, 1990; Laplanti-
interpretativas que contribuyen a la simboliza-
ción y al discurso, organizando todo un conjunto
ne, 1990) que se explicita en la inclu-
de acciones sociales y terapéuticas (Good, 2003; sión de palabras, oraciones o discursos
Waldram, 2000: 606). sacros (McGuire, 1983; Dein, 2002) y
26 Lilián González Chévez

en la exposición de símbolos religiosos parte del curandero, interactúa en la


(Dow, 1986), conviene precisar que, el mente y el cuerpo del paciente, en sus
espectro de referencias sígnicas y ritua- representaciones, imaginación y me-
les utilizados en la religiosidad popular moria; esta experiencia de alteridad, el
en México para expresar en código un abrazo divino, es el acto privilegiado y
mensaje total (véase Leach, 1993: 57) recurrente de la transformación de la
—tal como se manifiesta en este ritual memoria autobiográfica traumática.
terapéutico—, abreva de diversas fuen- Dichas imágenes se materializan, son
tes: tanto de símbolos religiosos meso- convincentes, ya que participan del
americanos —por ejemplo en la cura del plano existencial de toda causalidad
pulso o latido, el ya referido quincunce, porque tienen fuerza y eficacia, en tan-
símbolo arquetípico de la iconografía to que su significado e intención están
prehispánica que busca restaurar un fuera de toda duda.
orden cognitivo y simbólico ancestral ar- b) Pertenecer a una tradición cultu-
monizando el plano terrestre con el pla- ral es participar de sus códigos y meca-
no cósmico y el inframundo— (Séjourné, nismos de comunicación.
1992: 101; López Austin, 1984: 186); La pertenencia a una tradición, es
así como de símbolos provenientes del decir, a una misma comunidad cultu-
catolicismo: persignar haciendo la se- ral, implica el manejo de códigos y me-
ñal de la cruz, formulación de oraciones canismos de comunicación que hacen
cristianas, presencia e invocación de posibles las diferentes relaciones so-
santos y deidades en el altar, etc. Entre ciales (López Austin, 2001: 52). En este
el símbolo del quincunce y el persignar caso, terapeuta y paciente participan
cristiano se da una transferencia de en el diálogo de una visión del mundo
sentido (véase Lévi-Strauss, 1986: compartido. Su reciprocidad de pers-
173), de manera que, tanto en la litur- pectivas18 se hace explícita a partir de
gia como en la parafernalia empleada, la puesta en común de un código socio-
estos símbolos confluyen y se replican lingüístico restringido19 que abarca
abarcando un mismo campo semántico. desde ítems indexicales —mal aire,
Para Ricoeur, el ritual atestigua la limpia, daño, latido, amarre, “juntar el
dimensión no lingüística de lo sagrado y pulso”— hasta un acervo fijo de opinio-
en ese mundo de correspondencias lo
que se replican son los símbolos (1995:
74). Estos símbolos, confinados den­ 18
El interlocutor presupone que el otro com-
tro del universo de lo sagrado, están parte un sistema de significatividades del mis-
mo modo que él (Schutz, 1962: 56).
li­gados al cosmos y es mediante un tra- 19
Según Bernstein, los códigos restringidos
bajo de semejanzas que expresan su surgen en situaciones sociales en pequeña esca-
lógica de sentido, es decir, “lo específico la y son tan concisos que sin algunos conocimien-
de la visión del mundo que tiene el tos anteriores resulta prácticamente imposible
descifrar lo que se ha dicho: “si uno habla en códi-
homo religiosus” (Ibid., 79). go los otros deben servirse de un caudal de su-
Csordas (1996: 108) señala que, la puestos compartidos para comprender lo que se
invocación de la autoridad divina por dijo” (1975: 58).
El proceso terapéutico en la medicina tradicional mexicana… 27

nes y valoraciones expuestos en recur- En este sentido, para reconstituir el


sos gramaticales complejos: “Le dijo la mun­do de vida de la enferma (véase
señora: no era para ti, pero en ese mo- Good, 1995: 133), terapeuta y pacien­
mento tú saliste, tú lo recogiste”. El te proyectan en el diálogo una narrativa
esclarecimiento de los códigos sociolin- del padecimiento en una espiral con-
güísticos que surgen entre el curande- textual holista que rebasa lo orgánico-
ro y el paciente demanda emplazarlos corporal, para abarcar lo sobrenatural,
tanto en el horizonte de un presente lo social y lo emotivo, propiciando en la
como en el horizonte histórico de esa paciente “un gradual descubrimiento
tradición para comprender su signifi- de verdades acerca de la condición hu-
cado (Gadamer, 1991: 377). mana” (Hansen, 2002: 18). La amplia-
c) Resituar la enfermedad en esca- ción del campo semántico en el que
las de significado más amplias. originalmente estaba emplazado el pa-
En tanto que interacción discursiva, decimiento, provoca explicaciones di-
la comunicación conlleva un mensaje versas y aparentemente opuestas a su
intencional por parte del terapeuta des- naturaleza, lo cual contribuye a que
de el proceso mismo del diagnóstico: éstas puedan ser sintetizadas y cultu-
Suministrar a la paciente una expli- ralmente objetivadas, es decir, formu-
cación sobre la causa de su enfermedad ladas como objetos de la conciencia
desde un marco situacional lo suficien- personal y social (Good, 1995: 171). En
temente flexible como para que la con- síntesis, como parte del proceso tera-
sultante pueda tender un puente de péutico, por un lado, se establece una
significado entre su sintomatología der- homología o transacción entre símbo-
matológica, el mal aire como causa de los de vastos significados culturales,
su enfermedad y los problemas de rela- metáforas y estructura cosmológica,
ción social, que ella traduce como una asimismo, pensamiento, comporta-
animadversión vecinal desencadenado- miento y emociones del sujeto (Csor-
ra de sentimientos como la envidia o la das y Kleinman, 1990; Dow, 1986;
mala fe. La curandera entonces, como Dein, 2002).
refiere Lévi-Strauss (1995: 221): d) El papel de los sentimientos en
la causalidad de la enfermedad.
[…] proporciona a la enferma un len- El sistema médico tradicional abre-
guaje en el cual se pueden expresar va y se reconstituye en el contexto de
inmediatamente estados informula- un sistema cultural y es a partir de
dos e informulables de otro modo. Y este que elabora sus estrategias cogni-
es el paso a esta expresión verbal tivas (véase Kleinman, 1980: 172). En
(que permite, al mismo tiempo, vivir ese sentido, la actividad discursiva de
bajo una forma ordenada e inteligible la curandera ha proporcionado a la
una experiencia actual que, sin ello, paciente un marco ordenador —una es­
sería anárquica e inefable) lo que pro- trategia cognitiva y una estructura ex-
voca el desbloqueo del proceso fisioló- plicativa— para que ésta resitúe su
gico […]. experiencia de enfermar y active un
28 Lilián González Chévez

código cultural que hace explícita la el recurso distanciador de ser simul­


interconexión entre enfermedad orgá- táneamente participantes y observa­
nica y experiencia emocional y social. dores de su propia tensión, es decir,
El papel significativo de lo emocional mediante la experimentación y descarga
en la causalidad de la enfermedad es de sus emociones reprimidas en un con-
una de las características de la medici- texto dramático socialmente aceptable
na tradicional de América Latina, se- para el desahogo de la tensión. Lader-
gún ha sido referido por Foster (1980: man y Roseman (1996: 7) sugieren que
123) y Aguirre Beltrán (1980a: 258). el efecto terapéutico de un performance,
Un análisis minucioso de las prin­ a un nivel, es causado por la catarsis que
cipales demandas de atención en la puede ocurrir cuando la angustia emo-
medicina tradicional revela que los cional no resuelta de un paciente se
sentimientos adquieren preeminencia reactiva y se enfrenta en un contexto
interpretativa en sus estructuras de dramático.
sentido. Así, la hostilidad o la envidia se e) En el performance ritual la ejecu-
encuentran en los principios de causa- ción lingüística del discurso tiene por
lidad del mal aire, pero también de en- sí misma un impacto en el proceso te-
fermedades como el mal de ojo y del rapéutico.
daño o brujería. Otros sentimientos La ejecución lingüística influye en
como el susto, la vergüenza, el coraje y el proceso terapéutico por el poder que
la tristeza, también aparecen como cau- tiene el discurso para configurar la
sal de enfermedades de la medicina tra- experiencia a través de estructuras na-
dicional20 y como determinantes de rrativas explicativas organizadas alre-
riesgo para la salud (Aguirre Beltrán, dedor de los sistemas de representación
1980b:138); riesgos que, como señalan (Lévi-Strauss, 1995; Hansen, 2002);
Corin et al. (1990: 249), se encuentran asimismo, porque habilita al enfermo
profundamente arraigados en las nor- para expresarse sin ser juzgado bajo la
mas culturales y en las dinámicas so- mirada positiva del curandero que ac-
ciales que refieren en sí a un contexto túa como soporte emocional (Frank y
sociohistórico particular. Frank, 1991; Hansen, 2002); además,
En ese sentido, la actividad tera- por su contenido sacro o religioso (Mc-
péutica del ritual, como sugiere Scheff Guire, 1983; Dein, 2002) o por el im-
(1986: 108) —y lo corroboramos en este pacto y la fuerza de sus expresiones
trabajo—, proporciona a las personas que influyen directamente en su papel
persuasivo (Hansen, 2002; Frank y
20
A partir del análisis de las principales
Frank, 1991). No se puede negar el pa-
demandas de atención de los terapeutas tradi- pel central que la actividad discursiva
cionales en 46 etnias del país, se observa con­ tiene en la medicina tradicional desde
sistentemente una gama de padecimientos el proceso mismo de diagnóstico, tanto
vinculados directamente con la esfera emotiva,
los referimos en orden de frecuencia: espanto
para adscribir significado a los aconte-
(35), mal de ojo (12), bilis (8), envidia (5), ver- cimientos y a la experiencia de enfer-
güenza (4), tristeza (2) y coraje (1) (Zolla, 1994b). mar (Turner, 1982) como por el papel
El proceso terapéutico en la medicina tradicional mexicana… 29

terapéutico del “curar comunicando” y peuta tiene como intención “poner el


la “narrativización” del padecimiento sistema en movimiento”, es decir, inter-
(Milne y Wilson, 2000: 543). Mattingly y venir en el curso de las cosas rea­lizando
Garro (2000), sugieren que la narrativa sus propios poderes: hace suceder algo
ofrece una manera de traer estructu­ apoyada en la fuerza ilocucional de sus
ra y significado a la experiencia, y por lo palabras (Ibid., 124). Estableciendo una
tanto, proporciona un medio poderoso interrelación dinámica entre la narrati-
para digerir la experiencia de la enfer- va cultural y experiencia corporal (Tur-
medad y la curación. ner, 1982; Dow, 1986; Kirmayer, 1993;
La curandera está al tanto de que Dein, 2002). En este sentido, Appadurai
el efecto de sus palabras no sólo se (1990: 93) nos alerta también cómo la
debe a su contenido y significado, sino oración y el ruego, crean una comunidad
también, al impacto y a la fuerza de de sentimiento entre hablante, oyente y
sus expresiones en la ejecución lin- el agente a quien se dirigen las súplicas.
güística. Por ello, busca intencional- En suma, el proceso terapéutico en
mente imprimir a su discurso una la medicina tradicional mexicana cu-
convicción y una fuerza particulares bre un amplio espectro del género per-
—acto ilocucionario—, para que éste formativo que contribuye a resituar un
reporte consecuencias extralingüísti- determinado drama social mediante
cas en el orden de los sentimientos, acciones sociales correctivas ritualiza-
pensamientos y acciones —acto perlo- das y narrativizadas en un contexto
cucionario— (Lozano, Peña y Abril, sagrado, capaz de “ligas de creación
1993: 189). Los lingüistas denominan simbólica intensa cuya finalidad es
a estas subactividades, analíticamente construir un mundo significante” (Ma-
discernibles en cada ejecución lingüís- seé, 1997: 69).
tica, actos del habla (Searle, 1980: 65).
Los actos del habla que acompañan Bibliografía
al discurso proporcionado por el te­
rapeuta son tan sustantivos como su Aguirre Beltrán, Gonzalo (1980a) [1963],
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