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Revista Española de Derecho Internacional

Sección NOTAS
© 2013 Asociación de Profesores
de Derecho Internacional y
Relaciones Internacionales
ISSN: 0034-9380, vol. LXV/2
Madrid, julio-diciembre 2013 págs. 209-226

PRIMERA SENTENCIA DE LA CORTE PENAL


INTERNACIONAL SOBRE REPARACIÓN A LAS VÍCTIMAS:
CASO THE PROSECUTOR C. THOMAS LUBANGA DYILO,
7 DE AGOSTO DE 2012*

Ana Gemma López Martín


Profesora Titular de Derecho internacional público
Universidad Complutense de Madrid

Sumario: 1. INTRODUCCIÓN.—2. BREVE RESEÑA DEL COMPLEJO PROCESO CONTRA


THOMAS LUBANGA DYILO.—3. LA SENTENCIA DE 7 DE AGOSTO DE 2012 SOBRE LOS
PRINCIPIOS Y EL PROCESO DE REPARACIÓN A LAS VÍCTIMAS DE LOS CRÍMENES
DE THOMAS LUBANGA.—3.1. El derecho de las víctimas a la reparación.—3.2. Los princi-
pios de reparación establecidos.—3.3. El proceso a seguir.—4. ALGUNAS REFLEXIONES
ACERCA DE LA SENTENCIA SOBRE REPARACIONES.

1. INTRODUCCIÓN

El año 2012 ha sido un año emblemático para el Derecho Penal Interna-


cional; y ello, porque la Corte Penal Internacional (CPI) —casi una década
después de su puesta en marcha  1— ha dictado dos sentencias históricas, que
suponen un importante avance tanto en la consolidación de la responsabili-
dad penal internacional del individuo, como en la consagración del derecho
a la reparación de las víctimas de los crímenes cometidos por estos.
El 14 de marzo de 2012, la Sala de Primera Instancia de la CPI consideró
a Thomas Lubanga Dyilo culpable del crimen de guerra de «reclutamiento o

∗  Trabajo realizado en el marco del Proyecto I+D+I (Ministerio de Ciencia e Innovación) referencia
DER2010-15605, subprograma JURI.
1 
La CPI comenzó su singladura el 1 de julio de 2002, cuando entró en vigor el Estatuto de Roma
de 17 de julio de 1998.

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alistamiento de niños menores de quince años en las fuerzas armadas o gru-


pos, y utilizarlos para participar activamente en hostilidades». El veredicto,
adoptado por unanimidad de los tres jueces —el presidente Adrian Fulford
(Reino Unido), Elizabeth Odio Benito (Costa Rica) y René Blattman (Boli-
via)—, concluye que el acusado «sabía» y «era consciente» del crimen de re-
clutamiento de menores que estaba cometiendo; por lo que, según lo dispues-
to en el art. 25.3 del Estatuto de la CPI, «es penalmente responsable y puede
ser penado»  2. En consonancia con este veredicto, el 10 de julio de 2012, Tho-
mas Lubanga fue condenado a una pena de catorce años de prisión  3.
El 7 de agosto de 2012, la Sala de Primera Instancia de la CPI dicta su
primera sentencia estableciendo los principios y el proceso de reparación a
las víctimas de los crímenes cometidos por Thomas Lubanga  4; una decisión
que constituye un precedente sin igual en el ámbito de los derechos de las
víctimas de graves violaciones de los derechos humanos y del derecho huma-
nitario.
Estas decisiones han sido dictadas en el marco de un complejo proceso,
caracterizado no sólo por su larga duración, sino por las diversas vicisitu-
des que surgieron a lo largo del mismo, motivadas principalmente por una
conducta errática de la Fiscalía; las cuales sirven para ilustrar la tensión que
existe entre la presión por aplicar sanciones a las personas que han cometido
graves crímenes internacionales, y los derechos de los acusados. Todo lo cual
coadyuvará, sin duda, para que la Corte Penal Internacional corrija sus defi-
ciencias y mejore su funcionamiento futuro.

2. BREVE RESEÑA DEL COMPLEJO PROCESO CONTRA THOMAS


LUBANGA DYILO

Thomas Lubanga Dyilo, congoleño, nacido en Jiba el 29 de diciembre de


1960, es uno de los más temibles señores de la guerra de la República Demo-
crática del Congo (RDC); como comandante militar del Reagrupamiento Con­
goleño para la Democracia-Movimiento de Liberación Nacional fue un actor
fundamental de las dos guerras del Congo (1996-1997 y 1998-2003).
Presuntamente, Lubanga creó en 2002 la Unión de Patriotas Congoleños,
un grupo rebelde constituido principalmente por miembros de la etnia hema,
y cuya ala militar es la Fuerza Patriótica para la Liberación del Congo (FPLC),
de la que Lubanga es su comandante en jefe.

2 
ICC-01/04-01/06-2842. Case The Prosecutor c. Thomas Lubanga Dyilo (Situation in Democratic
Republic of the Congo). Decisión según el art. 74 del Estatuto de la CPI. El texto de la sentencia puede
consultarse en: http://www.icc-cpi.int/iccdocs/doc/doc1379838.pdf.
3 
ICC-01/04-01/06-2901. Decisión según el art. 76 del Estatuto de la CPI. El texto de la sentencia
puede consultarse en: http://www.icc-cpi.int/iccdocs/doc/doc1438370.pdf. Dado que lleva ya seis años
bajo custodia de la Corte en la prisión de Scheveningen (La Haya), sólo le quedan por cumplir ocho
años de condena.
4 
ICC-01/04-01/06-2904. Decisión según el art. 75 del Estatuto de la CPI. El texto de la sentencia
puede consultarse en: http://www.icc-cpi.int/iccdocs/doc/doc1447971.pdf.

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Este movimiento rebelde se enfrentó durante los años 2002 y 2003 a las
milicias de la etnia lendu —entre ellas a la Armada Popular Congolesa y a la
Fuerza de Resistencia Patriótica— en la región de Ituri, al noreste de la RDC.
Como consecuencia de la guerra por hacerse con el control de la región, mu-
rieron más de 60.000 personas. Fue allí donde fueron obligados a batirse los
más de 3.000 niños soldados que Lubanga había reclutado para la FPLC. Los
niños menores de quince años eran obligados a luchar, a actuar como guar-
daespaldas de sus superiores, y a realizar tareas domésticas. Las niñas eran
además forzadas a convertirse en esclavas sexuales de los comandantes del
FPLC.
En abril de 2004 el gobierno de la RDC decidió remitir a la Corte Penal
Internacional la condena por crímenes de guerra contra Thomas Lubanga
Dyilo, según lo dispuesto en los arts. 13.a) y 14 del Estatuto. Emitida la orden
de arresto contra Lubanga, éste fue capturado en Kinshasa en marzo de 2005;
siendo trasladado el 16 de marzo de 2006 al Centro de Detención Haaglanden
en Scheveningen (La Haya), en un avión fletado al efecto por el ejército fran-
cés. El 20 de marzo de 2006, Lubanga comparece por primera vez ante la Sala
de Cuestiones Preliminares  5.
En agosto de 2006, Lubanga fue acusado por la Fiscalía de los crímenes
de guerra de «reclutamiento, alistamiento y uso de niños y niñas menores de
quince años en un conflicto armado interno durante el periodo de 1 de sep-
tiembre de 2002 a 13 de agosto de 2003» [art. 8.2.e) (vii) del Estatuto]. Fuera
quedaron otras denuncias de crímenes de guerra tipificados en el Estatuto y
cometidos por la FPLC bajo mandato de Lubanga, como las relativas al cri-
men de esclavitud sexual; una decisión incomprensible a la luz de las pruebas
presentadas. Los cargos fueron confirmados por la Sala de Cuestiones Preli-
minares el 29 de enero de 2007.
En julio de 2008, la Sala de Primera Instancia de la CPI dictaminó el so-
breseimiento del caso y la puesta en libertad del acusado por considerar que
no se estaban dando las garantías de un debido proceso, dado que el Fiscal
se negaba a entregar a la Defensa ciertas pruebas —más de cien—. Apelada
la decisión por la Fiscalía y tras negociar con Naciones Unidas acerca de la
posible desclasificación de las pruebas, el 12 de octubre de 2008 la Sala de
Apelaciones dejó sin efecto las decisiones de la Sala de Primera Instancia.
El juicio se reanudó el 26 de enero de 2009. La Fiscalía terminó la pre-
sentación de su caso a mediados de julio. Sin embargo, la exposición de los
argumentos por parte de la Defensa, prevista para el mes de octubre, tuvo que
aplazarse debido a una nueva interrupción del proceso motivada porque el
22 de mayo de 2009 se presentó una demanda conjunta de los representantes
de las víctimas —de conformidad con lo previsto en la Norma 55.2 del Regla-
mento de la CPI—, en la que solicitaban la «re-caracterización» de los hechos
y la ampliación de los cargos originales imputados a Thomas Lubanga por

5 
Todo el iter del caso Thomas Lubanga Dyilo puede consultarse en el enlace: http://www.icc-cpi.int/
Menus/ICC/Situations+and+Cases/Situations/Situation+ICC+0104/.

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el Fiscal, a los efectos de incluir «la esclavitud sexual» y los «tratos crueles
e inhumanos» —arts. 8.2.e) (vi) y 8.2.c) (i) del Estatuto—. A juicio de los re-
presentantes de las víctimas, existían numerosas pruebas de sendos crímenes
que se habían presentado a lo largo del juicio. La Sala de Primera Instancia
informó favorablemente dicha solicitud, lo que fue apelado por la Defensa. El
8 de diciembre de 2009 la Sala de Apelaciones rechazó la decisión de la Sala
de Primera Instancia, aunque reconoció que sí había evidencia sustancial
sobre actos de violencia sexual realizados por el FPLC, pero entendía que no
procedía la recalificación puesto que la Norma 55 no puede utilizarse para ir
más allá de los hechos imputados en el escrito de acusación.
Reanudado el juicio, vuelve a suspenderse en julio de 2010 al considerar
la Sala de Primera Instancia que no era posible asegurar el desarrollo de un
juicio justo, en tanto la Fiscalía no cumpliera las órdenes dictadas por dicha
Sala. En este sentido, el problema venía originado por la negativa del Fiscal
a revelar la identidad del intermediario 143. A pesar del flagrante incumpli-
miento del Fiscal, la Sala de Apelaciones revocó la decisión, sugiriendo la
sanción a este último.
La fase de presentación de pruebas terminó el 20 de mayo de 2011, y en los
días 25 y 26 de agosto tuvieron lugar las conclusiones finales del juicio.
El 14 de marzo de 2012, en una audiencia pública, la Sala de Primera
Instancia entregó su veredicto adoptado por unanimidad en el que Thomas
Lubanga Dyilo fue hallado culpable a título de coautor del crimen de guerra
tipificado en el art. 8.2.e) (vii) del Estatuto.
Los aspectos más destacables de la sentencia de 14 de marzo de 2012, de
casi seiscientas páginas, —larga en exceso—, son los relativos a: la definición
y participación de las víctimas, la presentación y valoración de las pruebas
y la tipificación del crimen de guerra de reclutamiento, alistamiento y utili-
zación de niños soldados. Aunque, sin duda, dos son los que pueden resultar
más controvertidos. Por un lado, el relativo a la coautoría como modo de
responsabilidad, incluyendo el elemento subjetivo. Por otro, el que se refiere
a la calificación por parte de la Corte del conflicto armado en el que partici-
pó Lubanga como interno, y no como internacional; siendo especialmente
interesantes las reflexiones que realiza sobre la idoneidad o no de la separa-
ción en categorías de los conflictos armados, dada la naturaleza cambiante
de los mismos, así como la posible coexistencia de ambas clases en un mismo
conflicto. En este sentido, la sentencia sigue la teoría del control general, lo
que le lleva a considerar que si un Estado ejerce ese control sobre un grupo
armado no estatal que se enfrenta a otros grupos igualmente bajo control de
un Estado o contra él, el conflicto se habría internacionalizado; una teoría
no exenta de críticas por algunos dados los problemas que la misma pudiera
plantear  6.

Para un análisis detallado de la misma, el cual excede los límites de la presente nota, véase Am-
6 

bos, K.,«El primer fallo de la Corte Penal Internacional (Prosecutor c. Lubanga): un análisis integral de
las cuestiones jurídicas», InDret, 3/2012 (http://www.indret.com/pdf/903a.pdf); puede consultarse igual-

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3. LA SENTENCIA DE 7 DE AGOSTO DE 2012 SOBRE


LOS PRINCIPIOS Y EL PROCESO DE REPARACIÓN
A LAS VÍCTIMAS DE LOS CRÍMENES DE THOMAS LUBANGA

3.1. El derecho de las víctimas a la reparación

Ahora bien, si significativa para las víctimas es la condena de Thomas


Lubanga en la medida que constituye una indudable victoria para ellas, no
debemos olvidar que se trata de una victoria simbólica, pues lo realmente
importante para las víctimas es conseguir la adecuada reparación del daño
que se les ha causado  7. Tengamos presente que es un principio general de De-
recho internacional que toda violación de una obligación comporta el deber
de reparar de forma adecuada el daño causado  8.
Si la reparación del daño es siempre fundamental, más importante lo es
aún cuando estamos ante graves violaciones de derechos humanos como en
el presente caso en que se han cometido crímenes de guerra.
En este sentido, el Derecho Internacional de los Derechos Humanos con-
sagra el derecho de los particulares a la reparación por los daños sufridos en
caso de violación de los tratados que recogen tales derechos; un reconoci-
miento que se produce tanto a nivel universal, como regional.
El derecho de las víctimas a la reparación está reconocido en las siguientes
disposiciones: art. 9.5 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
de 1966; art. 14 de la Convención contra la Tortura de 1984; art. 39 de la Con-
vención sobre los Derechos del Niño de 1989; art. 6 de la Convención sobre

mente Bonomo, E., «La sentenza della Corte penale internazionale contro Lubanga Dyilo: il primo caso
di complementarietà calpestata?», Diritti umani e diritto internazionale, vol. 6.3, 2012, pp. 580-585.
7 
Sobre el papel de las víctimas en la CPI, véanse, entre otros, Garkawe,  S., «Victims and the
International Criminal Court: Three major issues», International Criminal Law Review, vol. 3.4, 2003,
pp. 345-367; Keller, L. M., «Seeking Justice at the International Criminal Court: Victim’s Reparations»,
Thomas Jefferson Law Review, vol. 29.2, 2007, pp. 189-218; Vega González, P., «El papel de las víctimas
en los procedimientos ante la Corte Penal Internacional: sus derechos y las primeras decisiones de la
Corte», Sur, Revista Internacional de Derechos Humanos, vol. 5, 2006, pp. 19-41. Y sobre las víctimas en
el caso Lubanga en particular: Catani, L., «Victims at the International Criminal Court: some Lessons
learned from the Lubanga Case», Journal of International Criminal Justice, vol. 10.4, 2012, pp. 905-922;
Moffett, L., «Reparative complementarily: ensuring an effective remedy for victims in the reparation
regime of the International Criminal Court», International Journal of Human Rights, vol. 17.3, 2013,
pp. 368-390, y Wiersing, A., «Lubanga and its Implications for Victims Seeking Reparations under the
International Criminal Court», Amsterdam Law Forum, vol. 4.3, 2012, pp. 21-39.
8 
Así lo sentenció la Corte Permanente de Justicia Internacional en el asunto de la Fábrica de Chor­
zow (1928), PCIJ, Serie A, núm. 17, p. 47. Este precedente judicial se considera el eje catalizador de la
responsabilidad internacional y la subsecuente reparación —no sólo del Estado, sino de otros sujetos
internacionales—, y ha sido reiterado por la jurisprudencia posterior, no sólo de la CIJ, sino también
de otros tribunales internacionales, especialmente los de Derechos Humanos; particularmente por el
Tribunal Europeo de Derechos Humanos [Asunto Guiso-Gallisay c. Italia, sentencia de 22 de diciembre
de 2009, párrs. 49-51; o asunto Scordino c. Italia (núm. 3), sentencia de 6 de marzo de 2007, párr. 32],
y la Corte Interamericana de Derechos Humanos (caso Ivcher Bronstein c. Perú. Fondo, Reparaciones
y Costas. Sentencia de 6 de febrero de 2001, párr. 177; o caso Suárez Rosero c. Ecuador. Reparaciones y
Costas. Sentencia de 20 de enero de 1999, párr. 40).

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la eliminación de todas las formas de discriminación racial de 1965; art.  3


del Convenio de La Haya sobre leyes y costumbres de guerra de 1907; art. 91
del Protocolo I de las Convenciones de Ginebra sobre protección a las vícti-
mas de conflictos armados de 1977; art. 41 de la Convención europea para la
protección de los derechos humanos y las libertades fundamentales de 1950;
art.  63.1 de la Convención Americana de Derechos Humanos de 1969; o el
art. 21.1 de la Carta Africana de los Derechos Humanos y de los pueblos.
En idéntico sentido encontramos los Principios y Directrices básicos de
Naciones Unidas sobre el derecho de las víctimas de violaciones manifiestas
de las normas internacionales de derechos humanos y de violaciones gra-
ves del Derecho internacional humanitario a interponer recursos y a obtener
reparaciones, de 16 de diciembre de 2005 (A/RES/60/147); en los que la re-
paración adopta una fisonomía que va más allá de la tradicional dimensión
económica, incluyendo aspectos relacionados con la verdad, la justicia y, en
último término, con la memoria, como ingredientes esenciales de todo pro-
ceso integral de reparaciones.
En línea con estas disposiciones, la jurisprudencia de los Tribunales regio-
nales de Derechos Humanos, así como de los diversos Comités de Naciones
Unidas, es contundente en el reconocimiento del derecho a la reparación del
que disfrutan las víctimas de violaciones de derechos humanos  9.
En este sentido, si histórica es la sentencia de 14 de marzo de 2012 por
ser la primera decisión condenatoria de la CPI, tanto o más lo es la de 7 de
agosto de 2012, por ser la primera decisión de la CPI sobre los principios y el
proceso para las reparaciones a las víctimas; en este caso, a las víctimas de
los crímenes de Lubanga, la cual se enraíza plenamente con la Estrategia en
relación con las víctimas definida por la Corte en 2009, que insiste en que la
función de la Corte no es sólo punitiva sino también de recuperación  10.
En consonancia con lo anterior, la sentencia de 7 de agosto recalca la
finalidad que se persigue con la reparación, cual es la de aliviar el sufrimien-
to causado por los graves crímenes cometidos, proporcionar justicia a las
víctimas atenuando las consecuencias de la violación, impedir futuras vio-
laciones, y contribuir a la efectiva reintegración de las víctimas (párr. 179).
Llegando a reconocer que el derecho a la reparación es «un derecho humano
básico bien establecido» (párr. 185).
Ahora bien, creemos necesario reseñar que esta sentencia no es una orden
de reparación, pues no está decidiendo realmente la reparación concreta a
cada una de las víctimas, tal y como sí sucede en los casos que se sustan-
cian ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) o ante la Corte
Inter­americana de Derechos Humanos (CIDH); sino que se limita a estable-

Un análisis de la jurisprudencia más relevante en este sentido puede consultarse en Lambert Ab-
9 

delgawad, E. y Martin-Chenut, K. (dirs.), Réparer les violations graves et massives des droits de l’homme:
La Cour Interaméricaine, pionnière et modèle?, Société de législation comparée, París, 2010.
10 
«Informe de la Corte sobre la estrategia en relación con las víctimas», Doc. ICC-ASP/8/45, de 10
de noviembre de 2009.

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cer las bases, los principios que deberán regir las reparaciones que se reali-
zarán en un momento posterior, así como el procedimiento mediante el cual
se harán efectivas las mismas. Todo lo cual ya no será competencia de esta
Sala, sino que la misma delega tan importante labor en el Fondo Fiduciario
en Beneficio de las Víctimas cuyo trabajo a este respecto será supervisado por
una nueva Sala.
Es decir, estamos aún en un punto y seguido de este largo proceso contra
Lubanga. A las víctimas les queda todavía camino por recorrer, el cual se pre-
sume dilatado, sobre todo si tenemos en cuenta que tanto la Defensa, como
los representantes de las víctimas han apelado la sentencia de 7 agosto de
2012 sobre reparaciones, solicitando todos ellos que se anule dicha decisión.

3.2. Los principios de reparación establecidos

A diferencia de la sentencia de 14 de marzo que se caracteriza por su ex-


cesiva extensión —casi seiscientas páginas—, la decisión de 7 agosto de 2012
cuenta con noventa y cuatro páginas, de las cuales, sólo las treinta últimas
son las que realmente establecen los principios y el proceso de reparación,
pues las anteriores son puramente introductorias y expositivas de las diversas
alegaciones presentadas por las partes y otros organismos con relación a las
reparaciones, sin que se observe que hayan tenido la menor trascendencia en
la fijación posterior de los principios.
Tras fundamentar su competencia para poder dictar esta decisión —de la
cual no hay duda alguna según lo dispuesto por el art. 75 del Estatuto  11—, la
Sala de Primera Instancia aborda la interesante cuestión del derecho aplicable
para fijar la reparación (párrs. 185-186), regulada por el art. 21 del Estatuto.
A este respecto, el citado precepto remite, en primer lugar, al propio Es-
tatuto de la Corte, así como a las Reglas de Procedimiento y Prueba. Sin
embargo, no es en estos textos donde la Sala encuentra el derecho a aplicar,
sino que, aunque no lo diga expresamente, hace uso de la segunda opción
que le facilita el apdo. b) del art. 21  12, y recurre a estos efectos a los tratados,
los principios y las normas del Derecho internacional. Resultando así que los

El art. 75 del Estatuto de la CPI dispone lo siguiente:


11 

«1.  La Corte establecerá principios aplicables a la reparación, incluidas la restitución, la indemni-


zación y la rehabilitación, que ha de otorgarse a las víctimas o a sus causahabientes. Sobre esta base, la
Corte, previa solicitud o de oficio en circunstancias excepcionales, podrá determinar en su decisión el
alcance y la magnitud de los daños, pérdidas o perjuicios causados a las víctimas o a sus causahabien-
tes, indicando los principios en que se funda.
2.  La Corte podrá dictar directamente una decisión contra el condenado en la que indique la
reparación adecuada que ha de otorgarse a las víctimas, incluidas la restitución, la indemnización y
la rehabilitación. Cuando proceda, la Corte podrá ordenar que la indemnización otorgada a título de
reparación se pague por conducto del Fondo Fiduciario previsto en el artículo 79 [...]».
12 
«Artículo 21.  Derecho aplicable.
1.  La Corte aplicará:
a)  En primer lugar, el presente Estatuto, los Elementos de los crímenes y sus Reglas de Procedi-
miento y Prueba;

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textos que fundamentalmente le sirven de guía para establecer los principios


de reparación son los siguientes:
—  Principios y Directrices básicos de Naciones Unidas sobre el derecho
de las víctimas de violaciones manifiestas de las normas internacionales de
derechos humanos y de violaciones graves del Derecho internacional huma-
nitario a interponer recursos y a obtener reparaciones, 2005.
—  Declaración de Principios básicos de justicia para las víctimas de deli-
tos y abuso de poder, 1985.
—  Directrices sobre Justicia en caso de víctimas infantiles, ECOSOC,
2005.
—  Declaración de Nairobi, sobre el derecho de las mujeres y las niñas a
interponer recurso y a obtener reparaciones, 2008.
—  Principios de Ciudad del Cabo y Buenas prácticas sobre el reclutamien-
to de niños en conflictos armados en África, 1997.
—  Principios de París sobre los niños asociados a fuerzas armadas o gru-
pos armados, 2007.
Pero la Sala no se limita a acogerse a las normas y principios del Dere-
cho internacional de los derechos humanos, como le permite el art. 21.1.b),
sino que además, explícitamente manifiesta que le servirá de orientación la
jurisprudencia desarrollada en la materia por los tribunales regionales de
derechos humanos; una fuente que no está recogida de manera expresa como
posible derecho aplicable en el art. 21.
En todo caso, debemos advertir que, a pesar de la profusión en la enu-
meración de fuentes, un examen en detalle de la decisión adoptada sobre los
principios de reparación nos lleva a la conclusión de que dos han sido sus
principales fuentes de «inspiración»: los Principios y Directrices de Naciones
Unidas de 2005, y la jurisprudencia de la CIDH.
Sobre la base del derecho aplicable reseñado, los principios para las repa-
raciones que se recogen en la decisión de 7 de agosto de 2012 pueden sinteti-
zarse en los siguientes:
1)  El derecho a la reparación es un derecho humano bien establecido en
distintos tratados internacionales de derechos humanos.
2)  Las víctimas deben ser tratadas de forma justa y equitativa, pudien-
do ser consideradas como tales, tanto las que han participado en el proceso
como las que no lo han hecho. En este sentido, se deben tener en cuenta las
necesidades de todas las víctimas y, en particular, las de los niños, las de las

b)  En segundo lugar, cuando proceda, los tratados aplicables, los principios y normas del de-
recho internacional, incluidos los principios establecidos del derecho internacional de los conflictos
armados;
c)  En su defecto, los principios generales del derecho que derive la Corte del derecho interno de
los sistemas jurídicos del mundo, incluido, cuando proceda, el derecho interno de los Estados que nor-
malmente ejercerían jurisdicción sobre el crimen, siempre que esos principios no sean incompatibles
con el presente Estatuto ni con el derecho internacional ni las normas y estándares internacionales
reconocidas».

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personas de avanzada edad, las de los discapacitados y las de las víctimas de


violencia sexual o sexista.
Las víctimas deben ser tratadas con respeto y dignidad.
Las medidas de reparación se tomarán sin ningún tipo de discriminación,
tal y como la edad, la etnia o el sexo.
3)  Las reparaciones pueden ser acordadas tanto a las víctimas directas,
como a las indirectas, incluidas las familias y las personas que han interve-
nido para ayudar a las víctimas directas, así como las entidades jurídicas,
tales como ONG u hospitales. Por lo que se refiere a las víctimas indirectas,
deben demostrar la existencia de una relación personal estrecha entre ellas
y la víctima directa, como por ejemplo la que existe entre un niño soldado y
sus padres.
4)  Las reparaciones deben ser accesibles para todas las víctimas, siguien-
do una aproximación sensible al género. Las víctimas, sus familias y sus co-
munidades deberán poder participar en el proceso de reparación y recibir
una reparación adecuada.
5)  Las medidas de reparación deberán tener en cuenta la violencia sexual
que hayan podido sufrir las víctimas, así como las consecuencias complejas
de estos crímenes. Se debe permitir a las mujeres y las niñas tener acceso a
la justicia.
6)  Las reparaciones deberán tener en cuenta la edad de las víctimas, así
como la necesidad de rehabilitar y reinsertar en sus comunidades a los anti-
guos niños soldados. A estos efectos, se deberá tener como guía la Convención
sobre los derechos del niño, y asegurar y respetar los derechos del niño.
7)  Las reparaciones pueden ser individuales o colectivas. Las reparacio-
nes individuales deberán adoptarse de tal forma que no se generen tensiones
en el seno de las comunidades. Si se adoptan reparaciones colectivas, éstas
deberán abarcar los perjuicios que las víctimas hubieran sufrido, tanto de
forma individual como colectiva, y se deberá atender a las víctimas que aún
no han sido identificadas.
8)  Las reparaciones podrán adoptar la forma de restitución, indemniza­
ción, rehabilitación u otras formas más simbólicas, como las campañas de
sensibilización.
—  Restitución: restablecer a las víctimas a su situación anterior en la que
se encontraban antes del crimen; regresar con sus familias, a su educación o
a su trabajo; devolver los bienes y propiedades que les hubieren sido quitados.
—  Indemnización: deberá englobar todos los daños físicos, como, por
ejemplo, la imposibilidad de quedarse embarazada; los daños morales y no
materiales resultantes del sufrimiento físico, mental y emocional; los daños
materiales, abarcando la pérdida de bienes; las oportunidades perdidas, in-
cluidas las relativas al empleo, la educación o el estatus social; y los derechos
legales y los costes desembolsados, tales como los de los expertos jurídicos,
los servicios médicos o la ayuda social recibida.

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218 Ana Gemma LÓPEZ MARTÍN

—  Rehabilitación: incluyendo servicios médicos, escolarización, u ofertas


de trabajo.
—  Reparaciones simbólicas: tales como conmemoraciones y homenajes;
publicación de la sentencia; campañas para mejorar la posición de las vícti-
mas; certificados reconociendo el perjuicio sufrido; actividades de informa-
ción; o programas de educación.
9)  Las víctimas deberán recibir reparaciones apropiadas, rápidas y ade­
cuadas. Las reparaciones deberán ser proporcionales a los perjuicios, al sufri-
miento, a las pérdidas y al daño resultante de los crímenes.
Se debe buscar la reconciliación de las víctimas, sus familias y todas las
comunidades afectadas por los hechos; y reflejar en la medida de lo posible,
las prácticas culturales y las costumbres locales.
10)  El daño, pérdida o perjuicio que constituyan la base de una deman-
da de reparación, deberá haber sido resultado de los crímenes de recluta-
miento, alistamiento y utilización de niños soldados imputables a Thomas
Lubanga.
Sin embargo, las medidas de reparación no deben limitarse al «daño di-
recto» o a los «efectos inmediatos» de estos crímenes, sino que deberán ba-
sarse en el principio de «causa próxima» (but for test).
11)  Los hechos que sean pertinentes para una orden de reparación debe-
rán probarse sobre la base de la «preponderancia de probabilidades».
12)  Los Estados deberán cooperar plenamente en la ejecución de las ór-
denes de reparación.
13)  Estos principios y todos los procesos de reparación que se lleven a
cabo por la CPI deberán ser públicos, y deberán comprender actividades de
sensibilización con las autoridades nacionales, las comunidades locales y las
poblaciones afectadas.

3.3. El proceso a seguir

Sin duda, una de las peculiaridades más reseñables de esta sentencia so-
bre reparaciones es el hecho de que no va a ser la propia Sala que ha conocido
del caso desde sus inicios quien va a conocer de las solicitudes de reparación,
ni va a decidir las medidas concretas de reparación para cada una de las víc-
timas de los crímenes de Lubanga. En su lugar, la Sala ha optado por delegar
esta compleja y trascendental labor en el Fondo Fiduciario en Beneficio de las
Víctimas.
El Fondo Fiduciario es un órgano independiente de la Corte y una de las
innovaciones más importantes introducidas por el Estatuto de Roma respec-
to a la protección de las víctimas. Fue creado para ayudar a cumplir con la
función de la Corte de reparar a las víctimas de los crímenes bajo su compe-
tencia, de acuerdo con lo dispuesto por el art. 79 (1) del Estatuto, la Norma

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PRIMERA SENTENCIA DE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL SOBRE REPARACIÓN... 219

98 de las Reglas de Procedimiento y Prueba, y la Resolución 6 de la Asamblea


de los Estados parte de 9 de septiembre de 2002  13.
A los efectos de abordar el mandato de las reparaciones a las víctimas
de Lubanga, la Sala recomienda al Fondo Fiduciario, en su decisión de 7 de
agosto, que cree un equipo multidisciplinar de expertos para ayudarle en las
tareas de:
—  evaluar el daño sufrido;
—  evaluar el efecto que han tenido los crímenes de los niños soldados
sobre sus familias y su comunidad;
—  identificar la forma más apropiada de reparación;
—  establecer a qué individuos, órganos, grupos o comunidades se les debe
otorgar reparación; y
—  acceder a los fondos necesarios para este propósito.
El equipo estará compuesto por representantes del gobierno de la RDC,
representantes internacionales, y especialistas en cuestiones de infancia y gé-
nero.
Asimismo, la Sala ha establecido un Plan de Cinco Pasos para implemen-
tar las reparaciones, a tenor del cual, el Fondo Fiduciario en colaboración
con la Secretaría de la CPI, la Oficina Pública para las Víctimas, y el equipo
de expertos deberán:
1)  Identificar las localidades que deberán involucrarse en el proceso de re-
paración, particularmente los lugares donde fueron cometidos los crímenes.
2)  Realizar consultas en las localidades.
3)  Valorar el daño sufrido por las víctimas.
4)  Realizar debates públicos en cada localidad para explicar los princi-
pios y el proceso de reparaciones.
5)  Recoger las propuestas para las reparaciones colectivas que tengan
que desarrollarse en cada localidad.
Todos estos pasos del Plan deberán ser supervisados por una nueva Sala
de la Corte Penal Internacional.
Por otra parte, dado que Thomas Lubanga se ha declarado indigente y que
no posee ningún bien que pueda ser utilizado para las reparaciones, éstas se-
rán financiadas a través del Fondo Fiduciario para las Víctimas; razón por la

13 
Sobre el papel del Fondo a este respecto véanse, entre otros, Dannenbaum,  T., «The Interna-
tional Criminal Court, Article 79, and Transitional Justice: The Case for an Independent Trust Fund
for Victims», Wisconsin International Law Journal, vol. 28.2, 2010, pp. 234-298; De Brouwer, A.-M.,
«Reparation to Victims of Sexual Violence: Possibilities at the International Criminal Court and at
the Trust Fund for Victims and their families», Leiden Journal of International Law, vol. 20.1, 2007,
pp.  207-237; Fisher,  P.  G., «The Victim’s Trust Fund of the International Criminal Court: formation
of a functional reparations scheme», Emory International Law Review, vol. 17.1, 2003, pp.  187-240;
Kristjánsdóttir,  E., «International Mass Claims Processes and the ICC Trust Fund for Victims», en
Reparations for victims of genocide, war crimes and crimes against humanity: systems in place and sys­
tems in the making, Nijhoff, Leiden, 2009, pp.  167-195; Nirmal,  B.  C., «The International Criminal
Court’s Trust Fund for Victims: Challenges and Opportunities», Indian Journal of International Law,
vol. 51.4, 2011, pp. 529-549.

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220 Ana Gemma LÓPEZ MARTÍN

cual la Sala ha pedido la colaboración de todos los Estados, sean o no parte


del Estatuto de la CPI.
Esta decisión de 7 de agosto de 2012 ha sido apelada tanto por la defensa,
como por los representantes de las víctimas, quienes han solicitado la anula-
ción de la misma  14.
Por lo que se refiere a la defensa, cuatro son los aspectos fundamentales
refutados en su apelación:
1)  la Sala no puede desentenderse del caso en beneficio de otra Sala;
2)  la Sala no puede delegar en un órgano no judicial el poder para esta-
blecer sobre cuestiones que necesitan poderes exclusivos, como la designa-
ción de expertos, la identificación de las víctimas o la determinación del daño
sufrido por éstas;
3)  las medidas de reparación acordadas son demasiado vagas; y
4)  la reparación sólo puede acordarse a las personas que han sufrido
un perjuicio personal, actual y cierto; no cabe reparación ni a las víctimas
que no han participado en el proceso, ni a aquellas que han sufrido un daño
indirecto.
Por su parte, las víctimas también objetan cuatro puntos de la decisión
sobre reparaciones, por los que consideran que la Sala de Primera Instancia
ha cometido un error de derecho:
1)  al desentenderse del asunto en la fase de reparaciones, en beneficio de
una nueva Sala;
2)  al delegar sus responsabilidades en materia de reparación en dos enti-
dades no judiciales, como son el Fondo para las Víctimas y la Secretaría;
3)  al rechazar las demandas de reparación individuales sin analizarlas; y
4)  al exonerar al acusado de cualquier obligación con relación a la repa-
ración, aunque fuera de forma alternativa.

4. ALGUNAS REFLEXIONES ACERCA DE LA SENTENCIA


SOBRE REPARACIONES

La decisión de 7 de agosto de 2012 sobre reparaciones reviste una impor-


tancia trascendental pues viene a reforzar el importante papel de las víctimas
en el Derecho Penal Internacional.
Una sentencia que, a nuestro juicio, cuenta con importantes aspectos po-
sitivos, otros no tanto, e incluso algunos conflictivos. A ellos queremos refe-
rirnos brevemente.
La primera afirmación de la decisión de 7 de agosto que nos parece cuando
menos reseñable es la contenida en el párr. 181, en la que la Sala afirma que:

14 
Todas las apelaciones del caso Lubanga pueden consultarse en el siguiente enlace: http://www.
icc-cpi.int/menus/icc/situations%20and%20cases/situations/situation%20icc%200104/related%20cases/
icc%200104%200106/court%20records/chambers/appeals%20chamber.

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PRIMERA SENTENCIA DE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL SOBRE REPARACIÓN... 221

«Although in this decision the Trial Chamber has established certain principles
relating to reparations and the approach to be taken to their implementation, these
are limited to the circumstances of the present case».

Ciertamente cada caso es diferente, tiene sus particularidades, y habrá


que ajustar las reparaciones a las circunstancias del mismo. Esto ha sido,
es y será siempre así. Pero es la primera vez que un tribunal internacional,
estableciendo además no una reparación concreta sino unos principios ge-
nerales de reparación, afirma que éstos no van a generar «jurisprudencia».
Insólito y ciertamente perturbador. Sobre todo si tenemos en cuenta que la
Sala ha establecido estos principios de reparación tomando como referencia
la previa jurisprudencia de otros tribunales de derechos humanos; los cua-
les, evidentemente, decidieron la reparación caso por caso ajustándose a las
circunstancias de cada uno de ellos, pero inspirándose en su jurisprudencia
anterior.
A nuestro juicio, tal enunciación nos parece absolutamente desafortuna-
da. Incluso se puede atisbar una cierta contradicción con lo dispuesto en el
art. 21.2 del Estatuto de la CPI, que establece que la Corte puede aplicar en
un caso principios y normas de los cuales hubiera hecho una interpretación
en decisiones anteriores. Es decir, de conformidad con esta disposición, cual-
quier decisión futura de la CPI sobre reparaciones podría aplicar los princi-
pios establecidos en esta sentencia de 2012; algo que esta última parece, no
obstante, excluir.
Mención especial merece la cuestión relativa a los beneficiarios de la repa­
ración, por diversos aspectos relativos a la misma que pasamos a exponer.
Ya hemos advertido que beneficiarios son, tanto las víctimas directas, como
las indirectas, incluyendo a la familia y a aquellas personas que hubieran su-
frido un daño cuando ayudaban o intervenían en nombre de las víctimas, así
como a las personas jurídicas. En este punto, la Sala se acoge plenamente al
concepto amplio de víctima recogido tanto en el Principio 8 de los Principios
y Directrices de 2005, como en la jurisprudencia de los tribunales regionales
de derechos humanos —TEDH y CIDH—, e incluso en los Comités de Nacio-
nes Unidas  15. Asimismo, resulta coherente con otras decisiones anteriores de
la propia Corte Penal Internacional.

15 
Baste citar a este respecto, a título ejemplificativo, el caso Almeida de Quinteros c. Uruguay (15
de octubre de 1982), en el que el Comité de Derechos Humanos consideró que la madre de la desapa-
recida fue también víctima de la tortura y otros tratos crueles, inhumanos y degradantes sufridos di-
rectamente por la hija (párrs. 14 y 16); o el caso Suárez de Guerrero c. Colombia (31 de marzo de1982),
en el que el esposo fue considerado víctima por el Comité (párr. 15). Por su parte, el TEDH también
ha reconocido el derecho de los parientes a la reparación; desde el caso Kurt c. Turquía (25 de mayo
de 1998), el Tribunal ha sostenido que los parientes de una persona desaparecida pueden ellos mismos
ser considerados víctimas de tortura y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes (párr. 174). En
idéntico sentido se ha pronunciado la CIDH, entre otros, en los casos Velasques c. Honduras (21 de julio
de 1989, párrs. 50-52), Niños de la Calle c. Guatemala (26 de mayo de 2001, párr. 68), o Juan Humberto
Sánchez c. Honduras (7 de junio de 2003, párr. 152). Y también la Comisión Africana de Derechos Hu-
manos y de los Pueblos: caso Asociación Africana de Malawi et al. C. Mauritania (27.ª sesión ordinaria,
mayo de 2000, párr. 83).

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222 Ana Gemma LÓPEZ MARTÍN

El único problema a este respecto que intuimos, y que deberá afrontar


en su momento el grupo de expertos, es el de determinar el alcance exacto
de la noción de «familia»; pues hasta la fecha estábamos acostumbrados a
la jurisprudencia europea y americana que se acoge al concepto tradicional
de familia, entendiendo por tal, a los hijos, los padres y los cónyuges, y aquí
deberán tenerse en cuenta las variaciones culturales propias del continente
africano.
Igualmente positivo nos parece que la Sala de Primera Instancia no haya
limitado la posibilidad de participar en el proceso de reparación y, por tanto,
ser beneficiario de la misma, únicamente a las víctimas que habían partici-
pado en el proceso contra Lubanga, cuyo total ascendía a 129 víctimas. Sino
que, por el contrario, se ha ampliado la caracterización de víctimas a todas
las posibles víctimas anónimas de los crímenes de reclutamiento, alistamien-
to y utilización de niños soldados cometidos del 1 de septiembre de 2002 al
13 de agosto de 2003, que ahora tienen la posibilidad de personarse en este
proceso de reparaciones.
Ahora bien, esta ampliación de beneficiarios a todas las posibles víctimas,
puede conllevar dos consecuencias negativas: una, retardar el proceso de re-
paración, sobre todo por lo que se refiere a la identificación de las mismas;
otra, habida cuenta el escaso montante económico del que dispone el Fondo
Fiduciario, un elevado número de víctimas puede suponer una considera-
ble reducción de la cuantía de las reparaciones de carácter económico. Esto,
evidentemente, favorecerá que se opte por las reparaciones colectivas en de-
trimento de las reparaciones individuales que, con toda probabilidad no lle-
garán a ser consideradas. Esto puede traducirse en que la reparación no sea
todo lo completa que los principios de derecho exigen.
Por otra parte, en este mismo contexto, nos parece muy positivo, a la par
que controvertido, el principio según el cual deberán ser tenidos en cuenta,
a efectos de reparación, «los actos de violencia sexual que hayan sufrido las
víctimas». Con ello, la Sala de Primera Instancia de la CPI deja abierta la
puerta a la potencial inclusión como víctimas a aquellas que lo son por ofen-
sas sexuales, tales como la «esclavitud sexual»; esto es, el cargo no imputado
por el Fiscal Moreno-Ocampo a Thomas Lubanga y que las propias víctimas
quisieron añadir en un momento posterior, pero que fue rechazado por la
Sala de Apelaciones. Este principio nos parece positivo porque es una forma
de compensar el error cometido en su momento por el Fiscal; pero al mismo
tiempo puede resultar conflictivo, porque puede ser considerado como un
exceso de la Corte.
En esta misma línea crítica, por problemática, situaríamos el «test de cau­
salidad» aplicado por la Sala de Primera Instancia. Como hemos señalado,
ésta ha establecido en su decisión de 7 de agosto que la reparación no debe
limitarse al daño directo o el efecto inmediato de los crímenes cometidos por
Thomas Lubanga, sino que deberá basarse en el principio de la causa próxi-
ma, esto es, en el «but for test» (párr. 246). El llamado «but for test» es el crite-
rio en virtud del cual las consecuencias de un acto se imputan al autor de éste

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PRIMERA SENTENCIA DE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL SOBRE REPARACIÓN... 223

si tales consecuencias no hubieran tenido lugar sin tal acto; una «but for test»
sería la causa sin la cual no hubiese ocurrido el daño, es decir, la condición
indispensable para que éste ocurriera, aun cuando no fuese la causa exclusiva
de ese daño o lesión, ni siquiera la primera.
Evidentemente se trata de un test de causalidad mucho más amplio que
el del daño directo, que por ende favorece la reparación a las víctimas; así,
por ejemplo, en el marco de dicha causalidad es evidente que quedarían cu-
biertos los daños derivados de la esclavitud sexual, en la medida en que los
mismos no habrían tenido lugar si no se hubiera reclutado y utilizado a las
niñas soldados. Ahora bien, una aplicación excesiva de este test puede llegar
a generar una ilimitada responsabilidad, que puede extender la causalidad de
una forma demasiado amplia.
En tercer lugar, por lo que se refiere a las modalidades de reparación, la
Sala de Primera Instancia ha optado por la aplicación de la más variada gama
de medidas de reparación posible. En este punto, es evidente que ha seguido
la estela, tanto de los Principios y Directrices de 2005, como de la jurispru-
dencia de la CIDH. Esta última es, sin lugar a dudas, la más prolija y detalla-
da en cuanto a medidas de reparación a las víctimas de violaciones graves de
derechos humanos. Mucho más progresista que su homólogo, el TEDH, que
es más conservador en la materia, limitándose a establecer meras compen-
saciones económicas como modalidad de reparación  16. Resulta así que todas
las modalidades de reparación fijadas en la decisión de 7 de agosto de 2012
tienen su reflejo en alguno o algunos casos de la CIDH, como los conocidos:
Velásques, Garrido y Baigorri, Castillo Páez, Instituto Juvenil de Reeduca-
ción, La Masacre de Dos Erres, Barrios Altos, El Amparo, Cantoral, Trujillo
Oroza, Huilca Tecse, Goiburú...
A nuestro juicio, optar por una lista tan prolija de medidas puede no ser
tan positivo como pareciera. Sobre todo porque se plantea un problema que
la Sala parece desconocer. Es evidente que la Sala ha optado, no por averi-
guar cuáles son las modalidades de reparación más adecuadas al caso, sino
por recoger todas las posibles; esto es, ha sido inclusiva. Y lo ha hecho sin
darse cuenta de que las medidas que toma como referente, esto es, las adop-
tadas por la CIDH o, en algunos casos, por el TEDH, son medidas destinadas
a ser aplicadas por los Estados que han cometido la violación de los derechos
humanos. Y en el presente caso, el autor de la grave violación de los derechos
humanos no es un Estado, sino un individuo. La pregunta que surge enton-
ces es, ¿quién va aplicar estas medidas? El problema no es en relación con la
indemnización pues, como sabemos, la misma la asume el Fondo Fiduciario

16 
Debemos, no obstante, advertir que desde finales de 2006 se observa un tímido cambio en la
jurisprudencia del TEDH en este sentido. Observamos así que el TEDH empieza a decidir otras formas
de reparación. Así, por ejemplo, en el asunto Okkali c. Turquía (27 de octubre de 2007, párr. 75), esta-
blece, como reparación, la obligación de realizar una investigación efectiva y oficial que conduzca a la
identificación y castigo a los culpables; en el mismo sentido, el asunto Aksakal c. Turquía (15 de febrero
de 2007); o el asunto Velikova y otros 7 c. Bulgaria (17 de octubre de 2007, párr. 107) en el que ordenó
la reapertura de una investigación por malos tratos.

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224 Ana Gemma LÓPEZ MARTÍN

en Beneficio de las Víctimas, sino respecto de todas las demás medidas. ¿A


quién le corresponde aplicarlas?
No hay duda que la Sala de Primera Instancia ha optado por aplicar la
técnica del llamado «cross-fertilization», esto es, la práctica de algunos tri-
bunales internacionales consistente en retomar criterios de otros tribunales
internacionales para aplicarlos a sus propios casos. Ésta es una práctica muy
utilizada por la CIDH que retoma criterios de los Tribunales penales, cuando
quiere fundamentar una conducta que constituye una grave violación de los
derechos humanos. También ha sido utilizada por la Corte Internacional de
Justicia; como ha ocurrido en su reciente sentencia de 19 de junio de 2012,
en el asunto Ahmadou Sadio Diallo, en la que acude a la práctica de otros
tribunales y órganos de control en materia de derechos humanos a los efec-
tos de determinar la correcta indemnización de la víctima en sus diferentes
aspectos  17: reparación del daño inmaterial, daños personales, pérdida de re-
muneración por la detención ilegal y expulsión.
Ninguna objeción a dicha práctica, cuando estamos en contextos simila-
res, esto es, tribunales juzgando Estados. Ahora bien, aquí la utilización se
produce en un contexto diferente, pues la CPI retoma criterios para Estados
con la finalidad de aplicarlos con relación a individuos; es decir, está reco-
giendo medidas de reparación pensadas originariamente para ser aplicadas
por Estados infractores. Esto, en ocasiones es factible (vuelta con la familia,
indemnización), pero en otras resulta una auténtica utopía. Así, por ejemplo,
pensemos en las medidas propuestas por la Sala de programas de rehabilita-
ción para las víctimas, campañas de sensibilización, ofertas de trabajo… ¿A
quién van dirigidas estas medidas? ¿Quién tiene que cumplirlas?
Este problema es consecuencia directa de la expresa exclusión en el Es-
tatuto de la posible corresponsabilidad del Estado por los crímenes de sus
nacionales; si tal corresponsabilidad se hubiera recogido no tendríamos este
problema. Resulta así que la implementación de la mayoría de las modali-
dades de reparación establecidas por la Sala de Primera Instancia necesi-
tan indefectiblemente de la cooperación de los Estados, bien de la República
Democrática del Congo, bien de otros. Por ello, creemos que la Sala debería
haber sido más selectiva en sus medidas.
Por último, una reflexión final por lo que se refiere al proceso a seguir para
la puesta en práctica de las reparaciones.
Si bien es cierto, como alega la Sala de Primera Instancia, que la decisión
de reenviar la ejecución de las reparaciones a otros órganos puede entrar en

17 
Dice expresamente la Corte Internacional de Justicia, en su párr. 13:
«La Cour tient compte de la pratique d’autres juridictions et commissions internationales (telles que le Tribu­
nal international du droit de la mer, la Cour européenne des droits de l’homme (CEDH), la Cour interaméricaine
des droits de l’homme (CIADH), le Tribunal des réclamations Etats-Unis/Iran, la Commission des réclamations
entre l’Erythrée et l’Ethiopie et la Commission d’indemnisation des Nations Unies), qui ont appliqué les princi­
pes généraux régissant l’indemnisation lorsqu’elles ont été appelées à fixer le montant d’une indemnité, notam­
ment à raison du préjudice découlant d’une détention ou d’une expulsion illicites» (http://www.icj-cij.org/docket/
files/103/17045.pdf).

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PRIMERA SENTENCIA DE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL SOBRE REPARACIÓN... 225

el marco del poder discrecional del que disfruta la CPI, también lo es que,
dada la importancia de la materia, nos parece una decisión, cuando menos,
cuestionable y que, además, no cuenta con ningún precedente en ninguna
instancia internacional. En efecto, no existe precedente en la materia de un
órgano judicial que esté conociendo un caso y que: uno, reenvíe la importante
cuestión de la reparación a otro órgano distinto, y menos aún a uno que es de
carácter político como lo es el Fondo Fiduciario  18; y, dos, que para supervisar
el proceso, se desentienda y decida que se cree una nueva Sala que desconoce
por completo todo el caso.
Curiosamente, toda la decisión de 7 de agosto de 2012 está basada en
la jurisprudencia de otros tribunales internacionales de derechos humanos
en la materia, salvo en este punto concreto; donde, a nuestro parecer, la in-
novación de la CPI resulta absolutamente declinable, siendo el aspecto más
desafortunado de la misma.
Al margen de las eventuales críticas que pudieran hacerse a la decisión de
7 de agosto de 2012, debemos quedarnos con lo positivo de que las víctimas
de los crímenes de Thomas Lubanga Dyilo tienen claramente establecidos
los principios a través de los cuales conseguirán —esperemos sea pronto— la
debida reparación.
Es evidente que la reparación no es una panacea que, cual bálsamo de
Fierabrás vaya a solucionar ipso facto los problemas de las víctimas; el mal
cometido no desaparece, es sólo mitigado. Por no hablar de que hay ciertas
secuelas que resultan irreparables y que, en ocasiones, las heridas son de tal
naturaleza que a lo máximo que se puede aspirar es a que las víctimas apren-
dan a vivir con su dolor. Pero ante todo debemos recordar que al conseguir
una reparación, tal y como afirmara el juez Cançado Trindade  19,
«el silencio y la indiferencia, y el olvido no han logrado sobreponerse a las atro-
cidades, y que el mal perpetrado no ha prevalecido sobre la perenne búsqueda
de la justicia».

RESUMEN

PRIMERA SENTENCIA DE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL SOBRE


REPARACIÓN A LAS VÍCTIMAS: CASO THE PROSECUTOR C. THOMAS
LUBANGA DYILO, 7 DE AGOSTO DE 2012

Tras casi una década de funcionamiento, la Corte Penal Internacional ha dictado su


primera sentencia condenatoria encontrando penalmente responsable del crimen de gue-
rra del reclutamiento, alistamiento y uso de niños soldados a Thomas Lubanga Dyilo. Esta

18 
Recordemos que el Fondo Fiduciario está regido por un Consejo de Dirección cuyos miembros
son: Su Majestad la Reina Rania de Jordania (Asia); el Arzobispo Desmond Tutu (África); Su Excelencia
el Sr. Presidente Oscar Arias Sánchez, ex-Presidente de Costa Rica (América Latina); la Sra. Simone Veil,
ex-Ministra de Salud de Francia y ex-Presidenta del Parlamento Europeo (Europa Occidental y otros Es-
tados); y Su Excelencia el Sr. Tadeusz Mazowiecki, ex-Primer Ministro de Polonia (Europa Oriental).
19 
«Voto razonado del Juez A. A. Cançado Trindade», en caso de los Niños de la Calle (Villagrán Mo­
rales y otros) c. Guatemala, Sentencia de 26 de mayo de 2001, Reparaciones, Serie C, núm. 77, párr. 43.

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226 Ana Gemma LÓPEZ MARTÍN

sentencia de 14 de marzo de 2012 constituye un hito en el desarrollo del Derecho Penal


Internacional. Igual o mayor trascendencia aún tiene, la posterior sentencia de 7 de agos-
to de 2012, por la que la Corte ha establecido los principios y el proceso de reparación a
las víctimas de los crímenes cometidos por Thomas Lubanga. En ella se consagra, entre
otros, un concepto amplio de víctima, un extenso y controvertido abanico de medidas de
reparación, y la aplicación del principio causalidad de la «causa próxima». Por lo que se
refiere al proceso, la Corte ha optado por delegar tan delicada labor en el Fondo Fiduciario
en Beneficio de las Víctimas, cuyo trabajo a este respecto será supervisado por una nueva
Sala. Un aspecto que genera polémica y que deja aún un largo camino por recorrer a las
víctimas hasta conseguir la debida reparación.

Palabras clave: Corte Penal Internacional, violaciones graves de derechos humanos,


reparación a las víctimas, caso Lubanga.

ABSTRACT

FIRST JUDGMENT OF THE INTERNATIONAL CRIMINAL COURT SUPPORTING


THE RIGHT OF VICTIMS TO REPARATIONS: THE CASE OF THE PROSECUTOR
V. THOMAS LUBANGA DYILO, 7 AUGUST 2012

After nearly a decade of exercising its jurisdiction, the International Criminal Court
issued its first conviction, finding Thomas Lubanga Dyilo criminally responsible for the
war crime of conscription, enlistment and use of child soldiers. This judgment of 14 March
2012 is a milestone in the development of International Criminal Law. Equal or even great-
er importance, however, should be attached to the subsequent judgment of 7 August 2012,
by which the Court established the principles and process of reparation for the victims of
the crimes committed by Thomas Lubanga. The judgment establishes, inter alia, a broad
concept of victim, an extensive and controversial variety of remedies, and the «but-for» test
of causation. The Court opted to delegate the delicate task of the process of reparation to
the Trust Fund for Victims, whose work in this regard is to be overseen by a new Chamber.
This has generated considerable controversy and means that the victims have a long way
to go before they can obtain their rightful reparations.

Keywords: International Criminal Court, gross human rights violations, reparations


for victims, Lubanga Case.

RÉSUMÉ

PREMIER ARRÊT DE LA COUR PÉNALE INTERNATIONALE SUR LA RÉPARATION


AUX VICTIMES: AFFAIRE PROCUREUR C. THOMAS LUBANGA DYILO, 7 AOÛT 2012

Après presque une décennie de fonctionnement, la Cour pénale internationale a pro-


noncé sa première condamnation, jugeant Thomas Lubanga Dyilo pénalement responsable
du crime de guerre de conscription, enrôlement et utilisation d’enfants soldats. Cet arrêt du
14 mars 2012 est une étape importante dans le développement du droit pénal international.
D’une importance égale ou même supérieure est l’arrêt ultérieur du 7 août 2012: la Cour y
a établi les principes et le processus de réparation à l’égard des victimes de crimes commis
par Thomas Lubanga. Elle reconnaît, entre autres, une conception large de la victime, une
gamme étendue et controversée de voies de réparation, et le principe de la «cause immé-
diate» de causalité. En ce qui concerne le processus, la Cour a choisi de déléguer ce travail
délicat au Fonds au profit des victimes, dont les travaux dans ce domaine seront supervisés
par une nouvelle Chambre. Un aspect qui génère la controverse et qui laisse encore aux
victimes un long chemin à parcourir pour obtenir réparation.

Mots clés: Cour pénale internationale, flagrantes violations des droits humains, répa-
rations aux victimes, affaire Lubanga.

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