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Sección NOTAS
© 2013 Asociación de Profesores
de Derecho Internacional y
Relaciones Internacionales
ISSN: 0034-9380, vol. LXV/2
Madrid, julio-diciembre 2013 págs. 209-226
1. INTRODUCCIÓN
∗ Trabajo realizado en el marco del Proyecto I+D+I (Ministerio de Ciencia e Innovación) referencia
DER2010-15605, subprograma JURI.
1
La CPI comenzó su singladura el 1 de julio de 2002, cuando entró en vigor el Estatuto de Roma
de 17 de julio de 1998.
2
ICC-01/04-01/06-2842. Case The Prosecutor c. Thomas Lubanga Dyilo (Situation in Democratic
Republic of the Congo). Decisión según el art. 74 del Estatuto de la CPI. El texto de la sentencia puede
consultarse en: http://www.icc-cpi.int/iccdocs/doc/doc1379838.pdf.
3
ICC-01/04-01/06-2901. Decisión según el art. 76 del Estatuto de la CPI. El texto de la sentencia
puede consultarse en: http://www.icc-cpi.int/iccdocs/doc/doc1438370.pdf. Dado que lleva ya seis años
bajo custodia de la Corte en la prisión de Scheveningen (La Haya), sólo le quedan por cumplir ocho
años de condena.
4
ICC-01/04-01/06-2904. Decisión según el art. 75 del Estatuto de la CPI. El texto de la sentencia
puede consultarse en: http://www.icc-cpi.int/iccdocs/doc/doc1447971.pdf.
Este movimiento rebelde se enfrentó durante los años 2002 y 2003 a las
milicias de la etnia lendu —entre ellas a la Armada Popular Congolesa y a la
Fuerza de Resistencia Patriótica— en la región de Ituri, al noreste de la RDC.
Como consecuencia de la guerra por hacerse con el control de la región, mu-
rieron más de 60.000 personas. Fue allí donde fueron obligados a batirse los
más de 3.000 niños soldados que Lubanga había reclutado para la FPLC. Los
niños menores de quince años eran obligados a luchar, a actuar como guar-
daespaldas de sus superiores, y a realizar tareas domésticas. Las niñas eran
además forzadas a convertirse en esclavas sexuales de los comandantes del
FPLC.
En abril de 2004 el gobierno de la RDC decidió remitir a la Corte Penal
Internacional la condena por crímenes de guerra contra Thomas Lubanga
Dyilo, según lo dispuesto en los arts. 13.a) y 14 del Estatuto. Emitida la orden
de arresto contra Lubanga, éste fue capturado en Kinshasa en marzo de 2005;
siendo trasladado el 16 de marzo de 2006 al Centro de Detención Haaglanden
en Scheveningen (La Haya), en un avión fletado al efecto por el ejército fran-
cés. El 20 de marzo de 2006, Lubanga comparece por primera vez ante la Sala
de Cuestiones Preliminares 5.
En agosto de 2006, Lubanga fue acusado por la Fiscalía de los crímenes
de guerra de «reclutamiento, alistamiento y uso de niños y niñas menores de
quince años en un conflicto armado interno durante el periodo de 1 de sep-
tiembre de 2002 a 13 de agosto de 2003» [art. 8.2.e) (vii) del Estatuto]. Fuera
quedaron otras denuncias de crímenes de guerra tipificados en el Estatuto y
cometidos por la FPLC bajo mandato de Lubanga, como las relativas al cri-
men de esclavitud sexual; una decisión incomprensible a la luz de las pruebas
presentadas. Los cargos fueron confirmados por la Sala de Cuestiones Preli-
minares el 29 de enero de 2007.
En julio de 2008, la Sala de Primera Instancia de la CPI dictaminó el so-
breseimiento del caso y la puesta en libertad del acusado por considerar que
no se estaban dando las garantías de un debido proceso, dado que el Fiscal
se negaba a entregar a la Defensa ciertas pruebas —más de cien—. Apelada
la decisión por la Fiscalía y tras negociar con Naciones Unidas acerca de la
posible desclasificación de las pruebas, el 12 de octubre de 2008 la Sala de
Apelaciones dejó sin efecto las decisiones de la Sala de Primera Instancia.
El juicio se reanudó el 26 de enero de 2009. La Fiscalía terminó la pre-
sentación de su caso a mediados de julio. Sin embargo, la exposición de los
argumentos por parte de la Defensa, prevista para el mes de octubre, tuvo que
aplazarse debido a una nueva interrupción del proceso motivada porque el
22 de mayo de 2009 se presentó una demanda conjunta de los representantes
de las víctimas —de conformidad con lo previsto en la Norma 55.2 del Regla-
mento de la CPI—, en la que solicitaban la «re-caracterización» de los hechos
y la ampliación de los cargos originales imputados a Thomas Lubanga por
5
Todo el iter del caso Thomas Lubanga Dyilo puede consultarse en el enlace: http://www.icc-cpi.int/
Menus/ICC/Situations+and+Cases/Situations/Situation+ICC+0104/.
el Fiscal, a los efectos de incluir «la esclavitud sexual» y los «tratos crueles
e inhumanos» —arts. 8.2.e) (vi) y 8.2.c) (i) del Estatuto—. A juicio de los re-
presentantes de las víctimas, existían numerosas pruebas de sendos crímenes
que se habían presentado a lo largo del juicio. La Sala de Primera Instancia
informó favorablemente dicha solicitud, lo que fue apelado por la Defensa. El
8 de diciembre de 2009 la Sala de Apelaciones rechazó la decisión de la Sala
de Primera Instancia, aunque reconoció que sí había evidencia sustancial
sobre actos de violencia sexual realizados por el FPLC, pero entendía que no
procedía la recalificación puesto que la Norma 55 no puede utilizarse para ir
más allá de los hechos imputados en el escrito de acusación.
Reanudado el juicio, vuelve a suspenderse en julio de 2010 al considerar
la Sala de Primera Instancia que no era posible asegurar el desarrollo de un
juicio justo, en tanto la Fiscalía no cumpliera las órdenes dictadas por dicha
Sala. En este sentido, el problema venía originado por la negativa del Fiscal
a revelar la identidad del intermediario 143. A pesar del flagrante incumpli-
miento del Fiscal, la Sala de Apelaciones revocó la decisión, sugiriendo la
sanción a este último.
La fase de presentación de pruebas terminó el 20 de mayo de 2011, y en los
días 25 y 26 de agosto tuvieron lugar las conclusiones finales del juicio.
El 14 de marzo de 2012, en una audiencia pública, la Sala de Primera
Instancia entregó su veredicto adoptado por unanimidad en el que Thomas
Lubanga Dyilo fue hallado culpable a título de coautor del crimen de guerra
tipificado en el art. 8.2.e) (vii) del Estatuto.
Los aspectos más destacables de la sentencia de 14 de marzo de 2012, de
casi seiscientas páginas, —larga en exceso—, son los relativos a: la definición
y participación de las víctimas, la presentación y valoración de las pruebas
y la tipificación del crimen de guerra de reclutamiento, alistamiento y utili-
zación de niños soldados. Aunque, sin duda, dos son los que pueden resultar
más controvertidos. Por un lado, el relativo a la coautoría como modo de
responsabilidad, incluyendo el elemento subjetivo. Por otro, el que se refiere
a la calificación por parte de la Corte del conflicto armado en el que partici-
pó Lubanga como interno, y no como internacional; siendo especialmente
interesantes las reflexiones que realiza sobre la idoneidad o no de la separa-
ción en categorías de los conflictos armados, dada la naturaleza cambiante
de los mismos, así como la posible coexistencia de ambas clases en un mismo
conflicto. En este sentido, la sentencia sigue la teoría del control general, lo
que le lleva a considerar que si un Estado ejerce ese control sobre un grupo
armado no estatal que se enfrenta a otros grupos igualmente bajo control de
un Estado o contra él, el conflicto se habría internacionalizado; una teoría
no exenta de críticas por algunos dados los problemas que la misma pudiera
plantear 6.
Para un análisis detallado de la misma, el cual excede los límites de la presente nota, véase Am-
6
bos, K.,«El primer fallo de la Corte Penal Internacional (Prosecutor c. Lubanga): un análisis integral de
las cuestiones jurídicas», InDret, 3/2012 (http://www.indret.com/pdf/903a.pdf); puede consultarse igual-
mente Bonomo, E., «La sentenza della Corte penale internazionale contro Lubanga Dyilo: il primo caso
di complementarietà calpestata?», Diritti umani e diritto internazionale, vol. 6.3, 2012, pp. 580-585.
7
Sobre el papel de las víctimas en la CPI, véanse, entre otros, Garkawe, S., «Victims and the
International Criminal Court: Three major issues», International Criminal Law Review, vol. 3.4, 2003,
pp. 345-367; Keller, L. M., «Seeking Justice at the International Criminal Court: Victim’s Reparations»,
Thomas Jefferson Law Review, vol. 29.2, 2007, pp. 189-218; Vega González, P., «El papel de las víctimas
en los procedimientos ante la Corte Penal Internacional: sus derechos y las primeras decisiones de la
Corte», Sur, Revista Internacional de Derechos Humanos, vol. 5, 2006, pp. 19-41. Y sobre las víctimas en
el caso Lubanga en particular: Catani, L., «Victims at the International Criminal Court: some Lessons
learned from the Lubanga Case», Journal of International Criminal Justice, vol. 10.4, 2012, pp. 905-922;
Moffett, L., «Reparative complementarily: ensuring an effective remedy for victims in the reparation
regime of the International Criminal Court», International Journal of Human Rights, vol. 17.3, 2013,
pp. 368-390, y Wiersing, A., «Lubanga and its Implications for Victims Seeking Reparations under the
International Criminal Court», Amsterdam Law Forum, vol. 4.3, 2012, pp. 21-39.
8
Así lo sentenció la Corte Permanente de Justicia Internacional en el asunto de la Fábrica de Chor
zow (1928), PCIJ, Serie A, núm. 17, p. 47. Este precedente judicial se considera el eje catalizador de la
responsabilidad internacional y la subsecuente reparación —no sólo del Estado, sino de otros sujetos
internacionales—, y ha sido reiterado por la jurisprudencia posterior, no sólo de la CIJ, sino también
de otros tribunales internacionales, especialmente los de Derechos Humanos; particularmente por el
Tribunal Europeo de Derechos Humanos [Asunto Guiso-Gallisay c. Italia, sentencia de 22 de diciembre
de 2009, párrs. 49-51; o asunto Scordino c. Italia (núm. 3), sentencia de 6 de marzo de 2007, párr. 32],
y la Corte Interamericana de Derechos Humanos (caso Ivcher Bronstein c. Perú. Fondo, Reparaciones
y Costas. Sentencia de 6 de febrero de 2001, párr. 177; o caso Suárez Rosero c. Ecuador. Reparaciones y
Costas. Sentencia de 20 de enero de 1999, párr. 40).
Un análisis de la jurisprudencia más relevante en este sentido puede consultarse en Lambert Ab-
9
delgawad, E. y Martin-Chenut, K. (dirs.), Réparer les violations graves et massives des droits de l’homme:
La Cour Interaméricaine, pionnière et modèle?, Société de législation comparée, París, 2010.
10
«Informe de la Corte sobre la estrategia en relación con las víctimas», Doc. ICC-ASP/8/45, de 10
de noviembre de 2009.
cer las bases, los principios que deberán regir las reparaciones que se reali-
zarán en un momento posterior, así como el procedimiento mediante el cual
se harán efectivas las mismas. Todo lo cual ya no será competencia de esta
Sala, sino que la misma delega tan importante labor en el Fondo Fiduciario
en Beneficio de las Víctimas cuyo trabajo a este respecto será supervisado por
una nueva Sala.
Es decir, estamos aún en un punto y seguido de este largo proceso contra
Lubanga. A las víctimas les queda todavía camino por recorrer, el cual se pre-
sume dilatado, sobre todo si tenemos en cuenta que tanto la Defensa, como
los representantes de las víctimas han apelado la sentencia de 7 agosto de
2012 sobre reparaciones, solicitando todos ellos que se anule dicha decisión.
b) En segundo lugar, cuando proceda, los tratados aplicables, los principios y normas del de-
recho internacional, incluidos los principios establecidos del derecho internacional de los conflictos
armados;
c) En su defecto, los principios generales del derecho que derive la Corte del derecho interno de
los sistemas jurídicos del mundo, incluido, cuando proceda, el derecho interno de los Estados que nor-
malmente ejercerían jurisdicción sobre el crimen, siempre que esos principios no sean incompatibles
con el presente Estatuto ni con el derecho internacional ni las normas y estándares internacionales
reconocidas».
Sin duda, una de las peculiaridades más reseñables de esta sentencia so-
bre reparaciones es el hecho de que no va a ser la propia Sala que ha conocido
del caso desde sus inicios quien va a conocer de las solicitudes de reparación,
ni va a decidir las medidas concretas de reparación para cada una de las víc-
timas de los crímenes de Lubanga. En su lugar, la Sala ha optado por delegar
esta compleja y trascendental labor en el Fondo Fiduciario en Beneficio de las
Víctimas.
El Fondo Fiduciario es un órgano independiente de la Corte y una de las
innovaciones más importantes introducidas por el Estatuto de Roma respec-
to a la protección de las víctimas. Fue creado para ayudar a cumplir con la
función de la Corte de reparar a las víctimas de los crímenes bajo su compe-
tencia, de acuerdo con lo dispuesto por el art. 79 (1) del Estatuto, la Norma
13
Sobre el papel del Fondo a este respecto véanse, entre otros, Dannenbaum, T., «The Interna-
tional Criminal Court, Article 79, and Transitional Justice: The Case for an Independent Trust Fund
for Victims», Wisconsin International Law Journal, vol. 28.2, 2010, pp. 234-298; De Brouwer, A.-M.,
«Reparation to Victims of Sexual Violence: Possibilities at the International Criminal Court and at
the Trust Fund for Victims and their families», Leiden Journal of International Law, vol. 20.1, 2007,
pp. 207-237; Fisher, P. G., «The Victim’s Trust Fund of the International Criminal Court: formation
of a functional reparations scheme», Emory International Law Review, vol. 17.1, 2003, pp. 187-240;
Kristjánsdóttir, E., «International Mass Claims Processes and the ICC Trust Fund for Victims», en
Reparations for victims of genocide, war crimes and crimes against humanity: systems in place and sys
tems in the making, Nijhoff, Leiden, 2009, pp. 167-195; Nirmal, B. C., «The International Criminal
Court’s Trust Fund for Victims: Challenges and Opportunities», Indian Journal of International Law,
vol. 51.4, 2011, pp. 529-549.
14
Todas las apelaciones del caso Lubanga pueden consultarse en el siguiente enlace: http://www.
icc-cpi.int/menus/icc/situations%20and%20cases/situations/situation%20icc%200104/related%20cases/
icc%200104%200106/court%20records/chambers/appeals%20chamber.
«Although in this decision the Trial Chamber has established certain principles
relating to reparations and the approach to be taken to their implementation, these
are limited to the circumstances of the present case».
15
Baste citar a este respecto, a título ejemplificativo, el caso Almeida de Quinteros c. Uruguay (15
de octubre de 1982), en el que el Comité de Derechos Humanos consideró que la madre de la desapa-
recida fue también víctima de la tortura y otros tratos crueles, inhumanos y degradantes sufridos di-
rectamente por la hija (párrs. 14 y 16); o el caso Suárez de Guerrero c. Colombia (31 de marzo de1982),
en el que el esposo fue considerado víctima por el Comité (párr. 15). Por su parte, el TEDH también
ha reconocido el derecho de los parientes a la reparación; desde el caso Kurt c. Turquía (25 de mayo
de 1998), el Tribunal ha sostenido que los parientes de una persona desaparecida pueden ellos mismos
ser considerados víctimas de tortura y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes (párr. 174). En
idéntico sentido se ha pronunciado la CIDH, entre otros, en los casos Velasques c. Honduras (21 de julio
de 1989, párrs. 50-52), Niños de la Calle c. Guatemala (26 de mayo de 2001, párr. 68), o Juan Humberto
Sánchez c. Honduras (7 de junio de 2003, párr. 152). Y también la Comisión Africana de Derechos Hu-
manos y de los Pueblos: caso Asociación Africana de Malawi et al. C. Mauritania (27.ª sesión ordinaria,
mayo de 2000, párr. 83).
si tales consecuencias no hubieran tenido lugar sin tal acto; una «but for test»
sería la causa sin la cual no hubiese ocurrido el daño, es decir, la condición
indispensable para que éste ocurriera, aun cuando no fuese la causa exclusiva
de ese daño o lesión, ni siquiera la primera.
Evidentemente se trata de un test de causalidad mucho más amplio que
el del daño directo, que por ende favorece la reparación a las víctimas; así,
por ejemplo, en el marco de dicha causalidad es evidente que quedarían cu-
biertos los daños derivados de la esclavitud sexual, en la medida en que los
mismos no habrían tenido lugar si no se hubiera reclutado y utilizado a las
niñas soldados. Ahora bien, una aplicación excesiva de este test puede llegar
a generar una ilimitada responsabilidad, que puede extender la causalidad de
una forma demasiado amplia.
En tercer lugar, por lo que se refiere a las modalidades de reparación, la
Sala de Primera Instancia ha optado por la aplicación de la más variada gama
de medidas de reparación posible. En este punto, es evidente que ha seguido
la estela, tanto de los Principios y Directrices de 2005, como de la jurispru-
dencia de la CIDH. Esta última es, sin lugar a dudas, la más prolija y detalla-
da en cuanto a medidas de reparación a las víctimas de violaciones graves de
derechos humanos. Mucho más progresista que su homólogo, el TEDH, que
es más conservador en la materia, limitándose a establecer meras compen-
saciones económicas como modalidad de reparación 16. Resulta así que todas
las modalidades de reparación fijadas en la decisión de 7 de agosto de 2012
tienen su reflejo en alguno o algunos casos de la CIDH, como los conocidos:
Velásques, Garrido y Baigorri, Castillo Páez, Instituto Juvenil de Reeduca-
ción, La Masacre de Dos Erres, Barrios Altos, El Amparo, Cantoral, Trujillo
Oroza, Huilca Tecse, Goiburú...
A nuestro juicio, optar por una lista tan prolija de medidas puede no ser
tan positivo como pareciera. Sobre todo porque se plantea un problema que
la Sala parece desconocer. Es evidente que la Sala ha optado, no por averi-
guar cuáles son las modalidades de reparación más adecuadas al caso, sino
por recoger todas las posibles; esto es, ha sido inclusiva. Y lo ha hecho sin
darse cuenta de que las medidas que toma como referente, esto es, las adop-
tadas por la CIDH o, en algunos casos, por el TEDH, son medidas destinadas
a ser aplicadas por los Estados que han cometido la violación de los derechos
humanos. Y en el presente caso, el autor de la grave violación de los derechos
humanos no es un Estado, sino un individuo. La pregunta que surge enton-
ces es, ¿quién va aplicar estas medidas? El problema no es en relación con la
indemnización pues, como sabemos, la misma la asume el Fondo Fiduciario
16
Debemos, no obstante, advertir que desde finales de 2006 se observa un tímido cambio en la
jurisprudencia del TEDH en este sentido. Observamos así que el TEDH empieza a decidir otras formas
de reparación. Así, por ejemplo, en el asunto Okkali c. Turquía (27 de octubre de 2007, párr. 75), esta-
blece, como reparación, la obligación de realizar una investigación efectiva y oficial que conduzca a la
identificación y castigo a los culpables; en el mismo sentido, el asunto Aksakal c. Turquía (15 de febrero
de 2007); o el asunto Velikova y otros 7 c. Bulgaria (17 de octubre de 2007, párr. 107) en el que ordenó
la reapertura de una investigación por malos tratos.
17
Dice expresamente la Corte Internacional de Justicia, en su párr. 13:
«La Cour tient compte de la pratique d’autres juridictions et commissions internationales (telles que le Tribu
nal international du droit de la mer, la Cour européenne des droits de l’homme (CEDH), la Cour interaméricaine
des droits de l’homme (CIADH), le Tribunal des réclamations Etats-Unis/Iran, la Commission des réclamations
entre l’Erythrée et l’Ethiopie et la Commission d’indemnisation des Nations Unies), qui ont appliqué les princi
pes généraux régissant l’indemnisation lorsqu’elles ont été appelées à fixer le montant d’une indemnité, notam
ment à raison du préjudice découlant d’une détention ou d’une expulsion illicites» (http://www.icj-cij.org/docket/
files/103/17045.pdf).
el marco del poder discrecional del que disfruta la CPI, también lo es que,
dada la importancia de la materia, nos parece una decisión, cuando menos,
cuestionable y que, además, no cuenta con ningún precedente en ninguna
instancia internacional. En efecto, no existe precedente en la materia de un
órgano judicial que esté conociendo un caso y que: uno, reenvíe la importante
cuestión de la reparación a otro órgano distinto, y menos aún a uno que es de
carácter político como lo es el Fondo Fiduciario 18; y, dos, que para supervisar
el proceso, se desentienda y decida que se cree una nueva Sala que desconoce
por completo todo el caso.
Curiosamente, toda la decisión de 7 de agosto de 2012 está basada en
la jurisprudencia de otros tribunales internacionales de derechos humanos
en la materia, salvo en este punto concreto; donde, a nuestro parecer, la in-
novación de la CPI resulta absolutamente declinable, siendo el aspecto más
desafortunado de la misma.
Al margen de las eventuales críticas que pudieran hacerse a la decisión de
7 de agosto de 2012, debemos quedarnos con lo positivo de que las víctimas
de los crímenes de Thomas Lubanga Dyilo tienen claramente establecidos
los principios a través de los cuales conseguirán —esperemos sea pronto— la
debida reparación.
Es evidente que la reparación no es una panacea que, cual bálsamo de
Fierabrás vaya a solucionar ipso facto los problemas de las víctimas; el mal
cometido no desaparece, es sólo mitigado. Por no hablar de que hay ciertas
secuelas que resultan irreparables y que, en ocasiones, las heridas son de tal
naturaleza que a lo máximo que se puede aspirar es a que las víctimas apren-
dan a vivir con su dolor. Pero ante todo debemos recordar que al conseguir
una reparación, tal y como afirmara el juez Cançado Trindade 19,
«el silencio y la indiferencia, y el olvido no han logrado sobreponerse a las atro-
cidades, y que el mal perpetrado no ha prevalecido sobre la perenne búsqueda
de la justicia».
RESUMEN
18
Recordemos que el Fondo Fiduciario está regido por un Consejo de Dirección cuyos miembros
son: Su Majestad la Reina Rania de Jordania (Asia); el Arzobispo Desmond Tutu (África); Su Excelencia
el Sr. Presidente Oscar Arias Sánchez, ex-Presidente de Costa Rica (América Latina); la Sra. Simone Veil,
ex-Ministra de Salud de Francia y ex-Presidenta del Parlamento Europeo (Europa Occidental y otros Es-
tados); y Su Excelencia el Sr. Tadeusz Mazowiecki, ex-Primer Ministro de Polonia (Europa Oriental).
19
«Voto razonado del Juez A. A. Cançado Trindade», en caso de los Niños de la Calle (Villagrán Mo
rales y otros) c. Guatemala, Sentencia de 26 de mayo de 2001, Reparaciones, Serie C, núm. 77, párr. 43.
ABSTRACT
After nearly a decade of exercising its jurisdiction, the International Criminal Court
issued its first conviction, finding Thomas Lubanga Dyilo criminally responsible for the
war crime of conscription, enlistment and use of child soldiers. This judgment of 14 March
2012 is a milestone in the development of International Criminal Law. Equal or even great-
er importance, however, should be attached to the subsequent judgment of 7 August 2012,
by which the Court established the principles and process of reparation for the victims of
the crimes committed by Thomas Lubanga. The judgment establishes, inter alia, a broad
concept of victim, an extensive and controversial variety of remedies, and the «but-for» test
of causation. The Court opted to delegate the delicate task of the process of reparation to
the Trust Fund for Victims, whose work in this regard is to be overseen by a new Chamber.
This has generated considerable controversy and means that the victims have a long way
to go before they can obtain their rightful reparations.
RÉSUMÉ
Mots clés: Cour pénale internationale, flagrantes violations des droits humains, répa-
rations aux victimes, affaire Lubanga.