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1. 2. Ludwig Feuerbach.
A la muerte de Hegel sus seguidores se dividen en dos grupos, la Derecha y la Izquierda
hegeliana. Esta derecha hegeliana decide conservar el legado de Hegel de forma ortodoxa y
prácticamente no ha dejado nada de interés para nuestros días. La Izquierda hegeliana, más
innovadora y crítica, en cambio sí ha dado un pensamiento filosófico bastante original.
Este grupo, conocido también con el nombre de jóvenes hegelianos es un grupo de
carácter crítico y de aquí van a surgir dos importantes filósofos, Karl Marx y Ludwig Feuerbach.
En este grupo hay además dos vertientes bien diferenciadas por el tema al que dedican sus
reflexiones o sus críticas. Así encontramos una corriente de crítica política, donde aparece Marx o
Steiner, y otra corriente de crítica religiosa donde se encuentran Bruno Bauer y Feuerbach.
Este último fue el maestro de todos estos jóvenes hegelianos. Convencido de que la
filosofía de Hegel no era más que una teología racionalizada –el desarrollo y toma de conciencia
de la Razón en la historia de los hombres- dedica todos sus esfuerzos a la crítica religiosa. Los
títulos de sus dos obras más importantes así lo confirman: La Esencia del Cristianismo y La
Esencia de la Religión. En estas obras se enfrenta al problema religioso para llegar, como
conclusión, a la reducción de la Teología a la Antropología, porque, en el fondo el objeto de la
religión no es otro que el hombre.
¿Qué es Dios? Según Feuerbach no es más que una imagen que el hombre proyecta de
sí mismo. El hombre, que se sabe mortal y no quiere aceptarlo, que se sabe limitado y no se
resigna a serlo, se inventa dioses capaces de ayudarle a vencer esas limitaciones. Surge así un
Dios hecho a imagen y semejanza de los hombres para satisfacer las necesidades de estos. O
sea, un Dios antropomórfico, criatura de los hombres.
Como Dios no existe, lo que el hombre busca en Él no puede encontrarlo en Él. Así
resulta que, en lugar de ayudar al hombre a vencer los obstáculos que lo oprimen, se convierte
en obstáculo para la propia realización del hombre. Todo cuanto el hombre delegue en Dios o
deje en manos de este se quedará sin hacer. Aquí este autor está preparando el camino para un
concepto de suma importancia en Marx, la alienación.
¿Qué propone Feuerbach ante esto? Feuerbach propone suplir a Dios con la especie
humana, buscar en ella misma lo que buscábamos en aquel, vencer el individuo sus límites
religándose con la especie: esta sí es más perdurable, más sabia que el individuo a solas. Con
Feuerbach queda prácticamente inaugurada una línea de pensamiento de crítica religiosa
conocida posteriormente como los maestros de la sospecha: Marx, Nietzsche y Freud. Dios ha
sido creado por el hombre para sus propios intereses.
Hasta ahora hemos visto las raíces filosóficas necesarias para comprender a Marx, pero sin
embargo, para entender a este autor en toda su amplitud es necesario posar la vista en una
disciplina no tan vinculada con la filosofía: la teoría económica.
La Economía nace como ciencia propia a finales del siglo XVIII, con la publicación de un
libro ilustre, La Riqueza de las Naciones (1776), de Adam Smith. Este autor, medio filósofo moral,
medio economista, va a plantear con esta obra una serie de conceptos clave para la teoría
económica capitalista tan fundamentales, que todavía algunos de sus preceptos y recetas tienen
una rabiosa y controvertida actualidad.
La economía clásica se desarrolla desde finales del siglo XVIII hasta mediados del XIX, y
aunque consta de muchos autores (Adam Smith, Malthus, David Ricardo, Say o J.S.Mill), solo
vamos a detenernos en los dos primeros en la medida que son los que crean buena parte de los
conceptos que después Marx va a replantear.
2.1. ADAM SMITH es el primer economista en plantear seriamente las relaciones del
mercado. En una economía de mercado, Adam Smith se plantea la existencia de dos grandes
fuerzas: productores y consumidores. El productor intercambia sus productos con otros
productores o consumidores con el fin de obtener un beneficio. Yo tengo seis manzanas, voy al
mercado, y las cambio por dos peras o por dinero, por ejemplo. Adam Smith se da cuenta que la
interacción entre productores y consumidores es la que determina el precio de un
producto. Si hay escasez de manzanas o las manzanas gustan mucho, es posible que el precio
suba. En caso de gran número de manzanas o bien de falta de demanda, el precio bajará. Sin
embargo, Adam Smith distinguía entre el valor de un producto por su trabajo, y el precio de su
producto por las leyes de oferta y demanda.
Según Adam Smith existen factores que hacen que ese precio no sea el que corresponde
naturalmente al modelo de mercado. Siempre hay elementos externos al mercado que hacen que
este funcione de forma ineficiente: el principal de ellos y atacado por Adam Smith será la
actividad del estado. El estado (la monarquía de la época) actúa de forma negativa en la
economía fomentando monopolios o leyes proteccionistas. Esto hace que la economía sea
ineficiente y no crezca: según Adam Smith, lo que hay que hacer es dejar al mercado libre, sin
elementos coercitivos. Adam Smith inaugura así lo que se denomina el liberalismo económico.
2.2. DAVID RICARDO. Este autor es una generación posterior a Adam Smith y su
principal obra es Principios de Economía Política y Tributación (1817). En ella no comparte la
visión optimista de la economía de Adam Smith y va a ser el autor que va a influir directamente
sobre la visión de la economía de Karl Marx. Para Ricardo el capitalismo está sometido al
estrangulamiento y la crisis, y necesita una continua expansión de sus fronteras en busca de
nuevos mercados (atención, porque este es uno de los temas fundamentales para explicar la
“expansión de la burguesía” que Marx defiende en su Manifiesto Comunista)
La idea principal de Ricardo parte de la ley de rendimientos decrecientes. En la
economía de mercado existen leyes de oferta y demanda, y el precio de una mercancía está
sometida a sus fluctuaciones y cambios. Primero, cuando un producto nuevo sale a la luz, el
margen de beneficio es amplio: existe un solo productor y un mercado amplio. Existe una fase de
expansión y crecimiento económico. Pero con el tiempo los productores se multiplican y el
mercado de los consumidores tiende a saturarse: es lo que se conoce por el nombre de ley de
rendimientos decrecientes1. En este segundo plazo, unos productores (por ejemplo, los
constructores de barcos de Izar o los “Aceros A. Gilarte”) se enfrentan a los precios de otros
productores (los coreanos o los chinos, o los “Aceros M. G. Ferrón”): tienen que ser competitivos
frente a otros para ganar un sector determinado. Así, la mayor competencia tiende a
estrangular los beneficios a largo plazo y ahogar el crecimiento económico. La única
posibilidad para solucionar esta crisis es abaratar los costes de producción o bien encontrar
nuevos mercados. Abaratar los costes de producción significa en el siglo XIX especialmente
reducir salarios (lo que se llamó “la ley de hierro de los salarios”), o bien encontrar nuevos
mercados donde nuestras mercancías sean demandadas y puedan ser colocadas. Es por esto
mismo, para evitar crisis, que el capitalismo y la burguesía tiende a extenderse de forma
mundial, para mantener un crecimiento económico siempre amenazado.