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Apoderamiento
Concepto
¿Dónde se regula?
I. CONCEPTO
representado. Ese acto de voluntad recibe el nombre de > IV. SUBSISTENCIA DEL
poder, apoderamiento o autorización representativa que APODERAMIENTO EXTINGUIDO
sería el negocio jurídico unilateral y recepticio por el que
una persona faculta a otra, en virtud, de una justa causa, para que actúe en su nombre y por su
cuenta.
Por otra parte el apoderamiento pertenece al ámbito de la representación directa. Ésta es
aquella en que el representante actúa y decide en nombre y por cuenta del representado,
frente a la representación indirecta en que el representante actúa en nombre propio pero por
cuenta del representado. En la representación directa el actuar en nombre ajeno ha de ser
patente para quienes contratan con el representante (contemplatio domini) mientras que en la
indirecta no se exterioriza la condición de representante. Pues bien la representación adquiere
carácter directo mediante el apoderamiento así como mediante la ratificación. El
apoderamiento sería una autorización a priori, la ratificación a posteriori.
El ámbito del apoderamiento coincide esencialmente con el de la autonomía privada,
desbordando por tanto el campo estrictamente negocial. Comprende así, no sólo la celebración
de negocios jurídicos, sino también el ejercicio de derechos y facultades así como la realización
de actos jurídicos no negociales (como la interrupción de la prescripción. Por el contrario se
excluyen los actos personalísimos (como la formación de testamento, sin perjuicio de las
especialidades forales en cuanto al testamento por fiduciario o comisario) así como los actos
relativos a los bienes de la personalidad, estado civil y derechos de familia.
La concepción clásica identificaba el apoderamiento con el contrato de mandato pero
modernamente, se ha demostrado, especialmente por la doctrina alemana, que se trata de
instituciones diferentes. En este sentido Castán señala varias diferencias: 1ª. Que el mandato
origina una relación obligatoria personal e interna entre mandante y mandatario, mientras que
el apoderamiento suministra un poder jurídico de obrar con eficacia a nombre del poderdante.
2ª. Que, por ende, el apoderamiento tiene necesariamente como finalidad la representación,
mientras que el mandato puede existir sin ella. 3ª. Que el mandato como contrato que es
requiere la aceptación expresa o tácita del mandatario, mientras que el poder es un acto
jurídico unilateral, que sólo requiere la declaración de voluntad del poderdante, dirigida a los
terceros, sin que sea necesaria la aceptación, ni siquiera el conocimiento del apoderado.
Ciertamente, el apoderamiento suele estar incorporado al contrato de mandato, pero también
lo puede estar a otros contratos como el de sociedad o el arrendamiento de servicios. Hay
apoderamientos sin mandato (capitán, factor, socio gestor), y hay mandatos que no llevan
consigo un apoderamiento (representante indirecto, mandatario oculto).
La distinción conceptual entre mandato y apoderamiento ha venido acompañada de la
pretensión de caracterizar el apoderamiento como un negocio abstracto. La importancia
práctica de esta cuestión radica en que, aislado el apoderamiento del negocio por cuya razón
se otorgó, su validez no se vería afectada por la nulidad del negocio que le sirve de causa ni
porque el apoderado se extralimite con tal que ello no resulte del poder. Se dice que esta
abstracción beneficiaría a los terceros que contratasen con un apoderado en base a un negocio
nulo o con un apoderado que use el poder para un fin distinto de aquél para el que fue
concedido. De Castro entiende que en el Derecho español esta tesis resulta insostenible, ya que
la abstracción negocial repugna al sistema general del Código Civil. El apoderamiento no puede
ser concebido como una rueda loca, cuando puede funcionar en conexión con el acto que lo
pone en movimiento (mandato, sociedad, arrendamientos de servicios). Sin perjuicio, por
supuesto, de admitir la llamada abstracción procesal de la causa del artículo 1277 del Código
Civil. Por lo demás, los terceros de buena fe quedan suficientemente protegidos por los
artículos 1734 y 1738 sin necesidad de recurrir al apoderamiento abstracto, al permitir dichos
preceptos que el poder siga siendo eficaz, en algunos casos, frente a las personas que han
podido confiar legítimamente en la subsistencia del mismo.
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1. Capacidad del apoderado. Según el Código Civil tienen capacidad para ser mandatarios los
mayores de edad y los menores emancipados. Ahora bien, en la relación interna entre el
poderdante y el menor apoderado, aquél sólo tendrá acción contra éste, como dice el artículo
1716 "en conformidad a lo dispuesto respecto a las obligaciones de los menores".
2. Forma del poder. Rige el principio espiritualista de libertad de forma. Sólo en algunos casos
se exige una especial documentación. Según el artículo 1280.5º del Código Civil, "Deberán
constar en documento público: el poder para contraer matrimonio, el general para pleitos y
los especiales que deban presentarse en juicio; el poder para administrar bienes, y cualquier
otro que tenga por objeto un acto redactado o que deba redactarse en escritura pública, o
haya de perjudicar a tercero". Pero esta exigencia de forma no tiene carácter constitutivo, sino
que se exige para hacer valer el apoderamiento.
3. Suficiencia del poder. Establece el Código Civil que el mandato concebido en términos
generales, no comprende más que los actos de administración; que para transigir, enajenar,
hipotecar o ejecutar cualquier otro acto de riguroso dominio, se necesita mandato expreso; y
que la facultad de transigir no autoriza para comprometer en árbitros o en amigables
componedores. Así pues, hay que atenerse al texto del poder para apreciar su suficiencia
siendo las facultades en él conferidas de interpretación estricta.
Decíamos antes que negar el carácter abstracto del poder no implica desprotección para los
terceros de buena fe que atiendan a su existencia aparente y desconozcan las vicisitudes
internas de la relación causal básica que determinó el otorgamiento del poder. Por ello se
admite que el poder extinguido puede seguir siendo eficaz frente a terceros de buena fe,
cuando no se han destruido los elementos materiales a través de los cuales dicho poder
alcanzó su proyección exterior.
El artículo 1734 del Código Civil admite la subsistencia del poder extinguido: "Cuando el
mandato se haya dado para contratar con determinadas personas, su revocación no puede
perjudicar a éstas si no se les ha hecho saber" (este precepto no añade como segundo
requisito de la revocación su notificación a estas determinadas personas, porque la revocación
se consuma por su notificación al apoderado, sino que esta segunda notificación sólo tiene por
objeto evitar los efectos legitimadores de la apariencia jurídica, si el apoderado no se quiere
dar por enterado de la revocación).
Por último el artículo 1738 ("Lo hecho por el mandatario ignorando la muerte del mandante u
otra cualquiera de las causas que hacen cesar el mandato, es válido y surtirá todos sus efectos
respecto a los terceros que hayan contratado con él de buena fe") no es un supuesto de
subsistencia del poder extinguido en cuanto a la revocación como causa de extinción: si el
apoderado ignora la revocación el poder no se ha extinguido, ya que la revocación es un
negocio recepticio. En cuanto a la muerte del mandante sí que hay subsistencia del poder
extinguido ya que dicha extinción se ha producido, pero se protege a los terceros de buena fe.
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