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Valeria Sabater
Son hábiles en el
dominio de
múltiples
competencias,
disponen de un
sinfín de títulos y
maestrías, pero
hacen la misma
gestión emocional
que un niño de
tres años. Ese
aprendizaje no
viene de fábrica y
es lo queramos o
no, una
asignatura pendiente a la que deberíamos dedicar más recursos…
La mayoría de nosotros sabemos cuáles son los principios de una buena salud
física, a saber: una alimentación equilibrada y lo más natural posible, algo de
ejercicio, dormir cada noche entre 7 y 9 horas y realizarnos revisiones médicas
periódicas para asegurarnos que todo va bien.
“Cuando escuchas con empatía a otra persona, le das a esa persona aire
psicológico”.
Stephen R. Covey
Sin embargo, si hay algo que descuidamos casi de forma alarmante es eso que
se contiene entre nuestros oídos: el cerebro. Ahora bien, no nos referimos a
ese conjunto de células nerviosas, estructuras y circunvoluciones. Hay que
centrar la atención en los indicadores de nuestra salud emocional, es
decir, en esa capacidad para sentir la vida y nuestras relaciones, en el estado
de esa facultad para entender, controlar y modificar estados anímicos propios y
ajenos…
De las emociones por tanto no se huye, se encaran para saber qué quieren
decirnos. Es un modo sensacional de autoconocimiento que nos dota de
fortalezas, que ofrece a nuestra mirada un prisma más amplio… a la vez que
flexible. Por tanto, no apartemos o despreciemos la necesidad de estar “al día”
en materia de emociones. Atendamos a esos mundos interiores donde
saber reconocer, expresar, gestionar y transformar esos sentimientos
para que fluyan siempre a nuestro favor y no en nuestra contra…
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