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Analfabetismo emocional: cuando a nuestro cerebro le falta corazón

Valeria Sabater

Son muchas las personas que sufren analfabetismo emocional.

Son hábiles en el
dominio de
múltiples
competencias,
disponen de un
sinfín de títulos y
maestrías, pero
hacen la misma
gestión emocional
que un niño de
tres años. Ese
aprendizaje no
viene de fábrica y
es lo queramos o
no, una
asignatura pendiente a la que deberíamos dedicar más recursos…
La mayoría de nosotros sabemos cuáles son los principios de una buena salud
física, a saber: una alimentación equilibrada y lo más natural posible, algo de
ejercicio, dormir cada noche entre 7 y 9 horas y realizarnos revisiones médicas
periódicas para asegurarnos que todo va bien.

“Cuando escuchas con empatía a otra persona, le das a esa persona aire
psicológico”.
Stephen R. Covey

Sin embargo, si hay algo que descuidamos casi de forma alarmante es eso que
se contiene entre nuestros oídos: el cerebro. Ahora bien, no nos referimos a
ese conjunto de células nerviosas, estructuras y circunvoluciones. Hay que
centrar la atención en los indicadores de nuestra salud emocional, es
decir, en esa capacidad para sentir la vida y nuestras relaciones, en el estado
de esa facultad para entender, controlar y modificar estados anímicos propios y
ajenos…

El ser humano es mucho más que una serie de competencias


lingüísticas, matemáticas o tecnológicas. Somos, por encima de todo, seres
sociales y emocionales, dimensiones estas que quedan a menudo
descuidadas, y hasta infravaloradas en las instituciones educativas. Porque,
admitámoslo, de poco nos va a servir saber resolver una ecuación de segundo
grado si somos incapaces, por ejemplo, de comunicarnos con eficacia y de
empatizar con aquellos que nos rodean.

¿Qué es el analfabetismo emocional?


Sabemos que el término “analfabetismo” tiene una connotación negativa.
Sin embargo, no podemos llamar de otro modo a una realidad psicosocial
más que evidente. Pongamos un ejemplo, en la actualidad se habla mucho de
la figura de los líderes transformadores. De personas capaces de dinamizar una
organización gracias a su buen manejo de la inteligencia emocional, de la
motivación, de su don para producir impacto en los demás y crear entornos
donde las personas pueden hacer uso de su creatividad.
En ocasiones se venden ideas que en la realidad, brillan por su ausencia. Así,
es bastante común encontrarnos con directivos o líderes empresariales
incapaces, no solo de infundir inspiración a los demás, sino con una nula
capacidad para controlar sus emociones, su frustración, su enfado… Son
como niños de 3 años enfadados por no obtener aquello que desean,
situados por completo en ese pensamiento egocéntrico definido
por Piaget en su momento.
Veamos no obstante, qué dimensiones caracterizan el analfabetismo emocional.
+ Incapacidad para entender y manejar las propias emociones.
+ Dificultad para comprender las de los demás.
+ Esa falta de autoconciencia emocional los sitúa a menudo en terrenos muy
sensibles. Reaccionan de forma desmedida ante cualquier problema, se sienten
agobiados y superados ante cualquier dificultad, sea pequeña o grande.
+ No empatizan, son incapaces de situarse en la mirada ajena, de comprender
realidades diferentes a la suya.
+ Sus habilidades sociales son muy rígidas y aunque en ocasiones pueden
desenvolverse, les falta sensibilidad, asertividad y esa cercanía auténtica con la
que crear lazos significativos y no solo relaciones motivadas por el interés
personal.
+ Por otro lado, los costes del analfabetismo emocional pueden ser enormes:
pensamiento polarizado, represión, racismo o sexismo, narcisismo, necesidad
obsesiva por tener la razón…

Asimismo, hay un dato no menos importante que conviene recordar. El


analfabetismo emocional, es decir, esa falta de recursos psicológicos y
mecanismos emocionales con los que manejar mejor dimensiones
como la tristeza, la rabia, el miedo o la decepción, nos hace a su vez
mucho más vulnerables a una serie de trastornos mentales.
Así, condiciones como la depresión o los estados de ansiedad crónica son muy
comunes en perfiles con poca o nula habilidad para gestionar mejor esos
estados internos.

La importancia de educar en Inteligencia Emocional


Sabemos que es ya como un eslogan: “hay que educar en Inteligencia
Emocional”, debemos entrenarnos en estas habilidades, ser más aptos en
materia de emociones. Lo hemos oído hasta la saciedad, hemos leído libros,
hemos hecho cursos y decimos que sí con la cabeza cada vez que se nos
recuerda la importancia de tener una mayor competencia en esta habilidad.

Sin embargo, las lagunas siguen existiendo. Así, y aunque en algunos


currículos educativos de ciertas escuelas ya aparece este objetivo, no podemos
pasar por alto algo igual o más importante. Antes de que maestros y profesores
entrenen a los niños en el dominio de sus pensamientos y emociones, también
ellos deberían ser entrenados previamente.

“Tu intelecto puede confundirse, pero tus emociones nunca te mentirán”


Roger Ebert

A menudo, nosotros mismos llegamos a nuestra etapa adulta con un


mundo de inseguridades. También nosotros nos levantamos cada día
conscientes de que nos faltan herramientas para dominar nuestras emociones,
así como ciertas habilidades para encarar mejor la adversidad. De este modo, si
no empezamos en primer lugar por nosotros mismos haciendo autoconciencia
de nuestro analfabetismo emocional, difícilmente tendremos ese talento
para motivar a los más pequeños, para entrenarlos en empatía, asertividad o
en habilidades sociales…

Una buena “alfabetización emocional” nos dota de grandes beneficios.


Así, algo que aprenderemos en primer lugar es que cada emoción tiene su
espacio y su utilidad, que diferenciar entre emociones “negativas” y “positivas”
no siempre es acertado, porque en realidad, esos estados que a menudo
tanto evitamos sentir como es la tristeza o la decepción, tienen sus
espacios de conocimiento, su utilidad y su valioso significado.

De las emociones por tanto no se huye, se encaran para saber qué quieren
decirnos. Es un modo sensacional de autoconocimiento que nos dota de
fortalezas, que ofrece a nuestra mirada un prisma más amplio… a la vez que
flexible. Por tanto, no apartemos o despreciemos la necesidad de estar “al día”
en materia de emociones. Atendamos a esos mundos interiores donde
saber reconocer, expresar, gestionar y transformar esos sentimientos
para que fluyan siempre a nuestro favor y no en nuestra contra…

https://lamenteesmaravillosa.com/

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