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UNIDAD 1

CONCEPTOS Y
PLANTEAMIENTOS TEÓRICOS
UNIDAD 1. CONCEPTOS Y PLANTEAMIENTOS TEÓRICOS

COMPETENCIA
Caracterizar los principales conceptos y planteamientos teóricos que influyen en el desarrollo de
la sociología del trabajo por medio de un análisis de los principales enfoques para comprender
los diferentes campos de estudio en la subdisciplina sociológica, asimismo abordar el análisis de
temas y problemas específicos concernientes al trabajo y presentados en las unidades dos al
cuatro, con objetividad y una actitud crítica.

EVIDENCIA DE DESEMPEÑO
Elaborar un mapa conceptual sobre los principales conceptos y planteamientos teóricos en la
sociología del trabajo para poder caracterizar el desarrollo del campo de estudio en América
Latina y abordar el análisis de temas y problemas específicos concernientes al trabajo.

CONTENIDO TEMÁTICO
1.1. Principales conceptos y planteamientos teóricos
1.1.1. Rama psicologista/managerial
1.1.2. Rama de Durkheim y la teoría de sistemas
1.1.3. Rama interaccionista
1.1.4. Rama de la acción social
1.1.5. Rama marxiana

1.2.Desarrollo del campo de estudio en América Latina


1.2.1. Enfoque adaptativo
1.2.2. Enfoque evolucionista
1.2.3. Enfoque humanista
1.2.4. Procesos de trabajo y la figura obrera

LECTURAS/OBLIGATORIAS
Noguera, J. A. (2002). El concepto de trabajo y la teoría social critica. Papers (68): 141-168.
Watson, T. (1995). El análisis sociológico de la empresa. El análisis sociológico del trabajo y de la
industria. En Trabajo y sociedad: manual introductorio a la sociología del trabajo, industrial y de
la empresa. Barcelona: Editorial Hacer.

LECTURAS/COMPLEMENTARIAS
Abramo, L. y Montero, C. (2002). Origen y evolución de la Sociología del Trabajo en América
Latina. En E. de la Garza Toledo (Coord.), Tratado Latinoamericano de Sociología del Trabajo (pp.
65-94). México: El Colegio de México/Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales/Fondo de
Cultura Económica/Universidad Autónoma Metropolitana.
Braverman, H. (1985, edición en español). Trabajo y capital monopolista. La degradación del
trabajo en el siglo XX. México: Nuestro Tiempo.
De la Garza Toledo, E. (s. f.). La sociología del trabajo en México: balance y perspectivas.
Manuscrito no publicado. 23 pp. Disponible en:
http://sgpwe.izt.uam.mx/pages/egt/publicaciones/articulos/la%20sociologia%20del%20trabajo.
pdf
Durkheim, E. (1987). De la división social del trabajo. Madrid: Aka/
Marx, K. (2001; 1- ed. en alemán, 1867). El capital. Crítica de la economía política. Tomo I.
México: Fondo de Cultura Económica.
Merton, R. K. (2002, castellano). La división del trabajo social de Durkheim. Reís. Revista
Española de Investigaciones Sociológicas, 99 (02): 201-209.
Miguélez, F. y Torns, T. (1998). Introducción al análisis del trabajo y de la vida cotidiana. Papers
(55): 9-25. Disponible en: http://www.raco.cat/index.php/papers/article/viewFile/25502/25335
Weber, M. (1994). Sociología del trabajo industrial. Madrid: Trotta.
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TEMA ¿ - EL ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DE LA EMPRESA


EL ANÁLISIS SOCIOLÓGICO DEL TRABAJO Y DE LA INDUSTRIA
rbduocldn
trabajo' y la forma en que es percibido y organizado constituye una cuestión clave en el
marco de las preocupaciones tradicionales de la sociología - una disciplina que puede ser
contemplada como una forma de desarrollar una comprensión critica de la sociedad capitalista
industrial. Pero, a pesar de ello, nunca tía habido una sociología industrial o sociología del
trabajó global e Integrada. Ello se debe en parte a, que la disciplina sociológica en si misma
contiene varias tradiciones teóricas diferentes. Pero también refleja el hecho de que los
sociólogos que se Interesan por el trabajo han tendido a especializarse y a centrarse en áreas
separadas como las organizaciones del trabajo, las ocupaciones, las relaciones Industriales o
el comportamiento y las actitudes en el trabajo.
Cierto grado de diversidad es bienvenido e$ cualquier disciplina que aborde cuestiones
sociales importantes sobre las que los miembros de la sociedad mantienen diversos puntos de
vista y preferencias. Y cierta división del trabajo o espedalizaclón en el marco de una
disciplina, tiene la ventaja de aportar un enfoque más nítido sobre determinadas ¿reas de
actividad o Interés. Pero esta Idea puede llevarse demasiado lejos, y generar confusión y
frustración entre quienes llegan a la sociología con él deseo da comprobar lo que la perspectiva
sociológica puede aportar a la comprensión de los problemas contemporáneos del trebejo y su
organización. Puede resultar descorazonádor que la persona Implicada en problemas
Industriales descubra, por ejemplo, que éstos se sitúan en una organización del trabajo que
fiarte una sociología, qué están vinculados a una ocupación que tiene otra sociología distinta, .y
que además sa sitúan en el ámbllí) 0.9 >laí (elaciones Industriales que poseen su prpfjia
bibgdgrafla aparte^ ^ en esas áreas tos diferentes
estudioso aháiisj|:tja^^ conJMntodeconceptcjsque emplean y
en los puntos j^eí^^e^ntraii i^flnáiísijMyflsean, por ejemplo, la cooperación en la vida
.
Paria poder etíf|ifí¡¿Íi'|i ^itel^jirtai; éI estudioso Interesado en «I análisis sociológico det
trabajo y de la Iridüsfria str^ de qué manera esta disciplina ae divida en
tradiciones teórtoas y rarjnassystan^Y^tle estudio/ En este sentido, conviene reconocer que la
sociología de) trabajo y de la Industria 'tiende a Integral:1 cinco ¿reas de estudio y a centrarse en
ellas a travo» tó cinco tradliciónés^órtcás o ámbitos del pensamiento diferentes. No es que
haya un planteamiento; teórico éspieclflpo para cada una de las áreas de estudio. Olilanes. se
encuadran encada una de esas afeas: tenderán a favorecer; una tradición teórica frente a otra.
Las cinco áreas de estudio quedan reflejadas en el siguiente gráfico.

Los oompcnentsB de la aociologa del trabajo


y

tRABA40 estructura» oeiipac1onale*¿lpoi


, valor»*, ideología», <»» «cu^clón, eomunModo»
oréhtaoMei <m «I trabajo, oeu¡itól«!al«| «fltMdWI •
trabajo y no4rtibaJoM|érwn> ocupación y «jarrera labora»
ytíobfljo...

Eaiructuta

OROANIZAC10NB8 RELACIONES INDU3TRIAL6S


buroeraclai o&truirtura y sindicatos; noBoolaclón
toonologlai tfisefto y cambio; coleotlvaí miinirMtaclone» do
pattw y autortdaili qnAltai» conlliotoi puutuv Infprmuloiti
eúhiparbtlvoi tomo Ai>¡ eontaxto do cla«o «oelol; control
Impllcacl6n»a Individual... y dcrmocrncla lndu*trial...

La estrategia que se ha elegido aquí para superar los problemas de la diversidad de enfoque y
planteamiento en la sociología del trabajo y de la industria se centra primero en establecer tas

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principales características e intereses de las cinco ramas teóricas. Dado que cada una de ellas
aporta Importantes percepciones, merece la pena considerarlas en sus propios términos. Una
vez hecho esto, cabe la posibilidad de desarrollar un esquema teórico más general que
extraiga percepciones de las distintas tradiciones existentes. Esta perspectiva general se
aplicará en posteriores capítulos reconociendo las áreas tradicionales de aproximación e
Intentando, al mismo tiempo, superarlas. El resultado que se persigue con ello es una
sociología del trabajo y de la industria más integrada que (a conocida hasta ahora.
No serla apropiado considerar las cinco ramas del pensamiento como constituyentes de
'escuelas' dé pensamiento reconocidas e íncontestadas.

LA RAMA PSICOLOOISTA-"MANAGERIAL"
Estrictamente hablando, ninguno de los dos planteamientos aquí reunidos deberían ser
contemplados como parte de una sociología dat trabajo y de la industria. Sin embargo, son de
Importancia vita) para entender la forma de pensar estrictamente sociológica porque
proporcionan un estilo general permanente de pensamiento que los sociólogos del trabajo
tienen que aceptar y superar.
La Gestión Científica y la Escuela de la Auto-reatización son, en efecto, los invitados fantasma
del banquete. Es mucho más fácil determinar cuáles son los Invitados sociológicos a la fiesta si
tenemos, una buena visión de esos planteamientos no estrictamente sociológicos que tienden a
surgir frecuentemente en las reuniones da los sociólogos del trabajo. Aunque los dos son
diametralmente opuestos en cuento á la opinión y los supuestos que mantienen sobre la
naturaleza humana, ambos representan un estilo de pensamiento cobre el trabajo que es
sumamente IndlvtóuaBsta y que se ocupa de diotar a los ejecutivos la forma en que deberían
relacionarse con sus empleados y corno deberían organizar las tareas de los trabajadores. Los
dos planteamientos son pslcologlstas. Ambos hacen hincapié en reconocer IB .dimensión
cultural de la vida, social y la variedad de posibilidades de organización y orientación del trabajo
que ésta Implica. El objetivo de los dos planteamientos es aprovechar el método científico para
descubrir y legitimar lo que son, de hecho, técnicas de manipulación, más que preocupación
desinteresadas por la compresión.

a) La dirección científica
'Efjprfndpal-A/alorvv8lstematizador',delQqueal'ml8m
Ta^úr (1856*4 917,Mjrrlngen1erovy^^
movimiento que ha legado al mundo el estudio del trabajo; d8¡tos; esquemas de tarifa pOr;piera
y trabajos destajo, yódelos- tiempos ^movlmlentos.debeconslderarse^enau'oontexto histórico.
La Acreciente ^división ¡racionalizada -de -las* tareas-; y' !amscanl:welón<de|; trabajo alcanzaron al
principio del siglo XX un punto el el que la necesidad de coordinar tos esfuerzos humanos-en
materia da trabajo captó, de forma en absoluto sorprendente, inatención de los interesados en
aplicar criterios científicos y de ingeniería al ámbito humano como ya se habían aplicado a la
mecánica. El 'taylorismo', como suele etiquetarse, afirma que el trabajadores básicamente un
animal económico, un Individuo egoísta, no social, que prefiere que los directivos desarrollen
por cuenta sus ideas sobre el sistema de trabajo. Asi las cosas, los directivos simplemente
tienen que establecer la forma más eficaz de organizar el trabajo y luego regular las
compensaciones económicas por las tareas, en función del nivel de rendimiento alcanzado por
el Individuó. Esto darla resultados que beneficiarían igualmente al empresario y al empleado,
eliminando la posibilidad de conflicto y la necesidad de sindicatos.
La dirección científica Implica el análisis científico de todas las tareas que tienen que llevarse a
cabo para conseguir que un taller sea lo más eficaz posible. Los directivos diseñan las tareas a
fina de lograr la máxima división técnica del trabajo a través de la fragmentación avanzada del
mismo. Garantizan que la planificación det trabajo y su ejecución vayan divorciados y que las
exigencias en materia de cuallflcación y los tiempos para el aprendizaje de tareas se reduzcan
a un mínimo. El manejo da materiales por parte de operarios queda minimizado y las tareas
Indirectas o preparatorias se separan de las directas o productivas. Para coordinar esos
elementos fragmentados y esos obreros no cualificados, se establecen dispositivos tales como
el estudio de tiempos y los sistemas de monltorízación y paralelamente el esfuerzo de los
trabajadores se estabiliza e Intensifica a través de sistemas de pago da Incentivos. El estilo
general de dirección refleja un enfoque prudente basado en un 'modelo mínimo da Interacción'
(Davts, 1966; Littler, 1982).

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Los sucesores de Taylor en el ámbito de la dirección científica pronto modificaron su negativa a


aceptar un lugar para la organización en et puesto de trabajo, pero el planteamiento siempre ha
conservado su carácter Individualista. Los libros y gran parte de la enseñanza que se imparte
sobre dirección científica consideran que fueron las carencias de ésta desde el punto de vista
psicológico las que la relegaron en la historia de la dirección de empresas como un elemento
de su pasado 'clásico'. No sucede lo mismo, en absoluto, en lo que se refiere a las cuestiones
prácticas del diseño del trabajo en el mundo moderno. Las pruebas más sistemáticas sobre el
tema las aporta la encuesta realizada por Davls, Canter y Hoffman en 1955 y continuada en
1976 por J.C.Taylor (Oavls y Taylor, 1978} sobre una muestra representativa de compañías
americanas. La encuesta reveló que las prácticas da diseño del trabajo estaban dominadas por
un Interés en minimizar el tiempo de producción por unidad, a fina de minimizar el coste de
producción. Los criterios de diserto del trabajo Incluían la especlalizaclón técnica, las
exigencias mínimas en materia de cuallflcaclón, los tiempos mínimos de formación, la
repetición máxima y la limitación general tanto del número de tareas de un puesto de trabajo
como de la variación en el marco de esas tareas y puestos.
Como veremos después, uno de los debates más significativos de la sociología industrial de los
últimos tiempos ha sido el que suscitaron el estudio de Harry Braverman y su pretensión de
que la dirección científica - con la fatta de cuaiiflcadón que se le asocio - es cada vez más
preeminente y viene Impregnando sectores cada vez mayores del mundo del trabajo en la
última parte del siglo XX. Para explicar esto, Braverman hace hincapié en la asociación del
taylorismo a la lógica de la acumulación capitalista, pero también podríamos considerar la
Influencia continuada de la dirección científica como una reflexión sobre el grado de
preeminencia de tos supuestos psicologlatas entre los ejecutivos prácticos.
Los supuestos pslcologtelas de la dirección científica quedan magníficamente ilustrados por ia
referencias al concepto de Taylor da 'hacer el soldado1 en el sentido tayloriano es 'et instinto y
la tendencia naturales de tos hombres a tomárselo con calma'. Cuando esto se comblnfrcon los
intereses económicos de la gente y la Incapacidad de los directivos para diseñar, dtolribulr y
recompensar el trabajo sobre una base científica, tos empleados se ven empujados a reunirse
y conspirar racionalmente* para mantener a raya la producción. Lo hacen para maxlmtear sus
compensaciones aln.tentar a to»6jeoutivo*inc0mpetenta&a volver a*la» andadas .y/aumentar-el
ritmo de producción (que^sólo^puede sar aumentado por que el principio fue eslablecldo'sobre
una .conjetura,y'noTSobre'una-bsse'clenHflca^ vÉsta-as: la -lentitud elstemáüoa1 y;es'ur|ímál
Innecesario, Sin embargo^no-es vistocomo un fenómeno Inevitable, producto da la sociabilidad
natural ;del ,ser :humano,^como otros han considerado. Si1 tos ejecutivos ae preocupan
directamente .de cada individuo y satisfacen su egoísmo personal, lograrán una cooperación
total Una adecuada comprensión de la naturaleza! humana demostrarla, implícitamente, que
esto es asi: La explicación última del comportamiento en el trabajo es, por to tanto, pslcúloglsta.
Puede etiquetarse así por que la dirección científica es reduccionista ya que excluye
consideraciones sociales más amplias y no es una explicación que se haya .cometido a un
estudios psicológico académicamente riguroso. Sobre la psicología Industrial del factor
humano, véase, por ejemplo Rose (1975).

b) L* escuela da la auto - realización


Las orientaciones ofrecidas a los equipos dé dirección por este grupo da autores e
Investigadores están claramente en conflicto con las de la Dirección Científica. Sostienen que
la eficacia organizaclonal puede alcanzarse mediante planteamiento» 'partlcipalivos', que
pueden aparecer de forma subordinada a través del establecimiento de sus propios objetivos,
del 'enriquecimiento' de los puestos de trabajo mediante la reducción de su nivel de supervisión
y monitoriración, y del desarrollo de relaciones más abiertas y auténticas entre companeros.
Éste es el tipo de ideas que se ha hecho popular entre los ejecutivos más 'ilustrados' desde que
las publicaciones, manuales y audiovisuales de formación realizados por un grupo de
psicólogos y consultoras de dirección americanos que fomentaban este planteamiento empezó
a ejercer su Influencia en los años sesenta. Se opone a la dirección científica pero, en cierta
manera, es una imagen refleja de la misma. Desarrolla su aproximación al comportamiento
humano en et trabajo a partir de una teoría sobre la naturaleza humana. Uno de los primero sy
más populares autores de esta escuela dejó muy clara la equivalencia de las dos proposiciones
opuestas denominándolas Teoría X y Teoría Y.

Douglas Me Gregor (1960) vincula el tipo de aproximación a la dirección científica adoptada por
tos directivos no Ilustrados a la Teoría X. Ésta considera que los seres humanos sienten una

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aversión natural hacia el trabajo y, por lo tanto, lo evitan si pueden. Las personas prefieren
evitar la responsabilidad y las gusta sor dirigidas. Tienen ambiciones limitadas y ven la
seguridad como una prioridad. Asi, e! ejecutivo control y coacciona a los Individuos para que
cumplan los objetivos de la organización. A consecuencia de ello se estimula precisamente el
upo de comportamfanto que los ejecutivos desean evitan puede Inducirse a los empleados a la
aceptación pasiva de la situación, conduciendo con ello a una falta de Iniciativa y creatividad
por su parte, o bien a que se avtve su resentimiento y por tanto su agresividad y falta de
cooperación. Pero la Teoría Y, por la que aboga McGregor, y que la investigación de la ciencia
social dice respaldar, afirma que Tos individuos no son en absoluto como se ha descrito
anteriormente, sino que en general prefieren ejercer al autocontrol y la autodisciplina en él
trabajo. McGregor creía que esto ocurriría si tos empleados estuvieran autorizados a contribuir
de forma creativa a la resolución de problemas organtzacionales para poder satisfacer su
necesidad de auto - realización.
La noción de una necesidad de auto - realización en todos los seres humanos procade de la
obra de un psicólogo humanístico americano, Abraham Maslow (1954), cuyo punto de partida
era la creencia de que ta investigación científica del comportamiento íiumano deberla tener
como objetivo liberar los distintos potenciales que la gente posee. El esquema básico extraído
de Mástow y utilizado por numerosos autores y docentes 'Ikjstradps' del ámbito de la dirección
es el modelo de la 'jerarquía de necesidades1. Establece que las personas manifiestan cinco
grupos de necesidades genéticas o Instintivas y que á medida que se satisface la mayoría de
las necesidades en un nivel, se tiende a ascender para buscar ta satisfacción de las
necesidades en el siguiente nivel. En el primer nivel se encuentran necesidades fisiológicas
como las relativas a la comida, la bebida, él sexo y la satisfacción sensorial. En el segundo
nivel, están las necesidades de seguridad que llevan a la gente a evitar el peligro y, en el tercer
nivel, están las que él llama necesidades de amor. Éstas incluyen las necesidades.de
pertenecer y asociarse con otros, tanto para dar como para recibir. En cuarto lugar,
encontramos las necesidades de estima que cubren el prestigio, el estatus y el aprecio
procedente de fuentes extemas, asi como los sentimientos internos de confianza, éxito/fuerza,
adecuación e Independencia. Y en el quinto nivel se encuentra la .necesidad de?auto.-
realización,1 que es e| deseo de las personas de poner en práctica su potencial último o. como
Tlo:expresaba>Maslow en su obra original, 'de llegar a ser cada vez mas lo que uno es, llegar a
ser todo lo que uno es capaz da llegar a ser'(1943).
El modeto- de Maslow suele utilizarse como un arma con la .que se combaten, los
planteamientos: de gestión tradicionales, considerando que estos- no logran la 'cooperación -.del
empleado porque no proporcionan las:compensaciones buscadas, intrínseca y naturalmente,-.y
que tos empleados 'necesitan', una vez han satisfecho* sus exigencias básicas del nivel inferior.
Un ejemplo Influyente de este modelo de pensamiento es la.'MIglene de la MotívaclónKde Fred
Herzberg o la teoría de los Dos Factores de la motivación del trabajo (1966), que originalmente
estaba basada en un estudio sobre Ingenieros y contables a los que se les pidió que
describieran los acontecimientos de sus vidas laborales que les hacían sentirse bien o mal.
Herzberg afirmó que los factores cuya presencia las hacia sentirse bien eran diferentes de
aquellos cuya ausencia les hacía sentirse mal.
Herzberg continuaba argumentando que, por una parte, hay factores contextúales o de 'higiene'
como el salario, el estatus, la seguridad, las condiciones de trabajo, la supervisión y la política
empresarial que pueden dar iugar a la insatisfacción si son 'incorrectos', pero que no conducen
a la satisfacción si son 'correctos'. Y, por otra parte existen factores de contenido o 'motivación'
tales como el éxito, el ascenso, e! reconocimiento, al crecimiento, la responsabilidad y el
'trabajo en si mismo1. Éstos deben estar presentes, además da los factores de 'higiene' o
contextúales, para que se puedan producir satisfacciones y la gente se motive para rendir bien.
Dichos motivadores hacer clara referencia las 'necesidades de nivel superior1 de Maslow,
mientras que los factores de higiene únicamente satisfacen las del 'nivel inferior1. A los
ejecutivos, por tanto, se las induce a considerar que mantener en márgenes 'correctos' temas
como los sueldos. la supervisión y las condiciones de trabajo resultaría poco productivo en
cuento a motivación positiva. En cambio, los 'motivadores1 daban estar presentas en la propia
manera en que se diseñan los puestos de trabajo. Los trabajos deberían ser ampliados y los
controles sobre cómo se realizan, reducidos. Los propios trabajadores establecerían objetivos,
planificarían el trabajo y, an la medida de lo posible, elegirían tos métodos de trabajo a
emplear. Bate planteamiento representa una inversión total de los principios de diseño del
trabajo respaldados por la dirección científica.

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c) Discusión
A primera vista, podrfa parecer que los interesados en investigar científicamente el
comportamiento en el trabajo tienen por delante una tarea bastante simple: poner a prueba
esas dos proposiciones sobre el trabajo y las necesidades humanas para verificar la validez da
la Teoría X' de la dirección científica o la Teoría Y* propia de la escuela de la auto-realizaclón.
Por desgracia, dice el sociólogo, esto no puede llévame a cabo. Semejante intento comportaría
una visión reduccionista y pstcologista, porque implica que para la comprensión del
comportamiento del trabajo es necesario lograr un correcto entendimiento de la naturaleza
humana: un conjunto de principios sobre los Individuos que serian aplicables a todos los seres
humanos den todas las circunstancias. Pero, en la medida en que existe algo como ta
naturaleza humana, las cosas son muoho más complejas porque cada persona actúa de
formas muy diferentes en circunstancias diferentes. Los humanos, mucho más que otros
animales, son aquello que hacen de si mismos. Es cierto que tienen algunos Instintos mínimos
y ciertas necesidades Inherentes de carácter fisiológico. Pero, aparte de esto, son capaces en
buena medida de adaptar sus necesidades y las da otros, distinguiendo entre un poco de
comida sencilla o un montón da comida exquisita, entre ta garantía de una seguridad o e!
estimulo del peligro, y entre la búsqueda del autoengrandeclmlento o de le autodegradacfori;
Nuestra naturaleza social o culturalmente definida es mucho más Importante que cualquier
naturaleza, ya sea 'humana1 o de otra especie, det universo: tenemos deseos soclalmente
mediatizados, más que necesidades inherentes.
At evaluar los planteamientos de la dirección científica y de la auto - realización resulta fácil
caer en una confusión paradójica: en efecto, ambas con correctas y ambas son erróneas. Para
darle sentido a esta afirmación tenemos que añadir las palabras mágicas dependiendo de tas
circunstancias. Por circunstancias se entienden los factores e$toicturales y culturales. Asi, al
tenemos una cultura que valora enormemente el dinero y una Industria estructurada: sobre la
base de la mecanización y la-minuciosa éspeciallzadón en el trabajo, es posible que la gente
toma la opción deliberada de realizar determinado trabajo y acepto felizmente, una supervisión
directa y cierto grado de aburrimiento a cambio da dinero. Pero si una cultura más .amplia
confiere una Importancia capital al hecho de que 'cada uno haga lo que le guata' y entiende el
trabajo^coma^ve>:uid'<tdentidadi~^
encontraran en- desventaja '.frente a tos; auto -realizadores. ;como guías-para una püíitkSa de
-dirección apropiada.
Sin .embargóla tiiflcultadícon que tropezamos enía sociología Industriadla horade ^práctica
es>que en slas sociedades .modernas encontramos.una'Tmezcla da Desasícircunétanclás.iEn
consecuencia.- ^necesitamos un enfoque aodológloo mas sofisticado -para -estudia el
'comportamiento yilas acütudes-en^Hrabájo. De momento debemos hacer hinoapló'en quería
opción éntrelas organizaciones de trabajo orientadas a la-compensación monetaria;y las
organizaciones auto - realizadoras no es una opción científica. Se trata, en un sentido amplio,
de un valor o una opción política. El papel del análisis sociológico es orientar hacia esa
elección considerando lo que es posible y en qué circunstancias.

LA RAMA DE DURKHEIM Y LA TEORÍA DE SISTEMAS


En contraste con et pslcotogismo dala primera rama de pensamiento que se ha analizado,
vemos en esta segunda rama un alejamiento del énfasis sobre tos individuos humanos y tas
'necesidades' que se supone que todos ellos comparten. En su lugar, apreciamos un gran
Interés por el sistema social del que los Individuos forman parte. El sistema social puede ser el
de la sociedad en sentido global o el de la organización de trabajo, o incluso una subunidad de
la organización. La Idea clave es ia esencialmente sociológica de centrarse en las pautas de
las relaciones que se dan entre las personas, más que en las personas como tales. Esta Idea
se hallaba en el núcleo del trabajo de uno de tos más Importantes fundadores de la sociología,
Emlle Durkhelm, y aporta el fundamento teórico dé la primera escuela reconocida de sociología
Industrial, la escuela de as Relaciones Humanas. Más recientemente ha Inspirado
aproximación sistemáticas al pensamiento sobre las relaciones industriales y a la sociología de
las organizaciones.

a) Emlle Durkhelm
Emite Durkhelm (185EM917) es descrito a menudo como el sociológico por excelencia. En ello
advertimos su importancia y quizás el principal problema de su trabajo. Su posición como
primer sociólogo en obtener una cátedra universitaria hizo que se generara una considerable
presión sobre él para que estableciera la especificidad de la nueva disciplina. Este hecho

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probablemente explique en parte el extremos énfasis que puso en la ciencia (que, en contraste
con la posición adoptada aquí, puede ofrecer una gufa moral) y el enorme Interés que
manifestó por la 'realidad' de la 'sociedad' autónoma y externamente existente. Estas ideas que
resaltan la preeminencia de la comunidad sobre el Individuo tienen un fuerte potencial
ideológico y conservador, pero describir por ello a Durkhelm como un pensador
Intenctonalmente conservador es bastante erróneo. No le interesaba ni regresar al pasado ni
Justificar el statu quo, Sin embargo reaccionaba con intensidad contra ciertos aspectos del
individualismo dominante en su época. A nivel metodológico, se oponía al reducdonlsmo
psicológico, mostrando que Incluso un acto altamente Individual como el suicidio debe ser
entendido en función del grado de integración del Individuo en al comunidad o el grupo, más
que como estado mental del Individuo. Para estudiar la vida social hay que aislar y examinar
'corrientes sociales' y 'hechos sociales'. Éstos deben verse como fenómenos de existencia
externa para los Individuos, sobre quienes establecen limitaciones. Los valores, las
costumbres, las normas, las obligaciones, etcétera, deben considerarse desde está
perspectiva. La relativa orientación de la sociología de Durkhelm hacia cierto tipo de hollsmo
probablemente se deba sobre todos a su reacción de Inspiración moral frente a los efectos
desintegradores del egoísmo y la falta de generosidad que vio que se estaban Instalando en las
sociedades europeas de su tiempo. Consideraba que la solidaridad orgánica era muy necesaria
para una sociedad saludable que estaba siendo amenazada por una economía del taissez-falre
y una filosofía utilitarista que fomentaba un egoísmo frontalmente opuesto a la sana forma de
Individualismo que podría existir en una sociedad industrializada. Ese Individualismo sano
podría existir siempre que la sociedad proporcionase una regulador», unas normas o principios
directivos. Sin eHos nos encontramos con la patología de la anomia: la Integración orgánica
amenazada por aspiraciones individuales ilimitadas, falta de disciplina, principios o normas
orientadoras.

b) 'La Escueta déla Relaciones Humanas


El análisis que hace Durkhelm de la anemia y su preocupación por la solidaridad y-la
Integración sociales ejercieron una gran influencia sobre el trabajo del Elton Mayo (1880^1949), -
que ha sido considerado como el principal-portavoz de la escueta de Relaciones Humanas en
la sociología de la-lndustria.-Durkhelm no demoatró simpatía por los-Intereses.de^dirección o
gestión de la sociedad capitalista: Mayo st. El lugar del concepto durhhelmlano 'de búsqueda :de
la !ntegración:soclal a través de comunidades morales basadas en ocupaciones,' Mayo-háblaba
del grupo de trabajo Industrial y la empresa empleadora con gestores industriales responsables
det fomento creativo ds sentimientos sociales y asociaciones en el grupo.-Al igual queiTaytor,
Mayo estaba sumamente Interesado en desarrollar una élite directiva eficaz y científicamente
formada. 8Mos directivos-pudieran asegurar que las necesidades aoolalea de los empleados-
quedaban cubiertas en el trabajo dándoles la satisfacción de trabajar juntos .haciéndoles sentir
importantes en la organización y mostrando cierto interés por sus problemas-personales,'8e
podrfa evitar la crisis social y el conflicto industrial. Las capacidades de gestión y la buena
comunicación se presentaban como antídotos frente a las patologías potenciales de la
civilización industrial urbana.
La escuela de la Relaciones Humanas creció teniendo como contexto e) problema del control
de las empresas, cada vez más grandes, del período de posguera y el problema de legitimar
ese control en una época de desafíos sindicales crecientes. La fe que demostraron los expertos
en dirección científica en una solución que Implicara el establecimiento de condiciones de
trabajo óptimas, un método 'correcto' y un esquema de investigación apropiado probó ser
demasiado ciega. Tanto la experiencia práctica como la Investigación psicológica Indicaban que
era necesario prestar atención a otras variables dentro det comportamiento en el trabajo. En
este punto se aprecia la importancia de los experimentos de Hawthorne.
Las Investigaciones de Hawthorne hablan comenzado en Chicago, de la mano de ingenieros
de la Western Electrio Comany que trabajaban en ta planta situada en Hawthorne. Hablan
investigado tos efectos de ta iluminación de los talleres en te rendimiento y habían llegado a la
conclusión de que, a medida que sus investigaciones avanzaban, el rendimiento de los grupos
estudiados aumentaba, independientemente de los que se hiciera con la iluminación. En 1927
entró en acción el Departamento de Investigación Industrial de ta Universidad de Harvard, un
equipo para el que se habla redutado a Mayo. Su investigación empezó en una Sala de
Verificación del Ensamblaje de Relés, donde durante un periodo de cinco años se habla
operado una amplia serle de cambios en las condiciones de trabajo de un grupo -de seis
mujeres, separando intencionadamente, cuya tarea era ensamblar relés telefónicos. Se hablan

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llevado a cabo cambios en los esquemas de IncenSvadón, en las pausas para et descanso, en
las horas destinadas al trabajo y a la comida, pero se constató que cualesquiera que fuesen los
cambios operados - Incluso si Implicaban el regreso a las condiciones originales - el
rendimiento aumentaba. La explicación que luego se daría se ha denominado et efecto
Hawthome. Se dedujo que el fuerte interés que los investigadores mostraban por los
trabajadores, la efectiva pauta de comunicación que se desarrollaron y la elevada y creciente
cohesión social del grupo reconciliaron las necesidades del mismo de ver recompensada la
interacción y la cooperación con las necesidades de producción de los directivos. Otras etapas
de las investigaciones respaldaran también este tipo de explicación. El programa de entrevistas
a empleados reveló que muchos de los problemas de las relaciones entre directivos y
trabajadores podría atribuirse un fracaso a ta hora de reconocer las emociones y tos
"sentimientos" de los empleados y el estudio de ia Sala de Observación de la Conexión de
Baterías puso de manifiesto el papel desempeñado por tas necesidades det grupo social no
formal en la reducción del rendimiento por parte de los trabajadores.

Los estudios de Hawthorne fueron objeto de amplios comentarios por parte de Roethllsberger y
Dickson (1939) y sus comentarios e Interpretaciones pueden compararse con tos de Mayo
(1933) y Whitehead (193B). Ya hemos señalado la relación entre las Ideas de Durkheim y las
de Mayo, pero quizá todos estos analistas han recibido una influencia más importante, que es
ta del sociólogo clásico Vitfredo Párete (1848-1923). Una figura clave en los círculos
sociológicos de Harvard de aquel tiempo fue el biólogo y traductor de Pareto, L.J. Henderson.
Él Introdujo las Ideas del Ingeniero italiano entre aquellos pensadores de Harvard que, por
entonces, eran altamente receptivos a toda Idea que pudiera contrarrestar las de los liberales o
los marxistes (Gouldner, 1971). Los efectos de esta primera escueta especializada de la
sociología industrial de Pareto (a través de Henderson) fueron dobles. Et primer efecto
consistió en señalar que el comportamiento de los trabajadores puede atribuirse más;a sus
'sentimientos' que a su razón. Le comportamiento aparentemente racional, como la 'lentitud
sistemática' de los trabajadores a que se refiere Taylor, podría entenderse mejor como
derivada de miedos Irracionales, ansiedades relacionadas con el estatus y la necesidad
Instintiva! del Individuo de ser leal a su grupo social Inmediato. Los problemas no tenían su raíz
en conflictos de Interés percibidos económica y racionalmente y no estaban, poroto tanto,
abiertos B soluciones a través de la d!recclón,'dentifIca'..La.segunda Influencia de Pareto, que
concuerda adecuadamente oon las tendencias hollstas.de.^Durkheim, es el papel ólave-,que
otorga a la noción de sistema. En este puesto surge la analogía orgánica, centrada -en^ta
integración y en la necesaria Interdependencia de las partes y el todo. Soto medíante la
Integración del individuo en la comunidad empresarial (dirigida por gestores) serla posible
mantener la integración sistemática y evitar las patologías potenciales de fa sociedad Industrial.

La sociología industrial de las Relaciones Humanas ha sido ampliamente criticada entre otras
cosas por su Inclinación hada los círculos directivos, su Incapacidad a la hora de reconocerla
racionalidad del comportamiento de los trabajadores y su .negación de los conflictos de ínteres
económico subyacentes (ver Landaberger, 1958). Las Investigaciones que se llevaron a cabo
también han sido examinadas y se han encontrado carencias (Carey, 1987) algunos de tos
autores encuadrados en esta tradición son más vulnerables a la crítica que otros y algunas de
sus contribuciones son valiosas. Sin embargo, una característica de esta tradición que
comparten muchos otros estudiosos del trabajo, las organizaciones y relaciones Industriales ha
sido su dependencia de la noción Integraciónista y bolista de sistema.

c) El pensamiento da alaternas «n la sociología industrial


El mensaje que Durkheim transmitió a los sociólogos era que debían mirar más allá de los
Individuos que constituyen la sociedad, y buscar el nivel de tas pautas subyacentes a la
actividad sodal. Las instituciones, que forman parte de estas pautas, deben estudiase no sólo
para localizar su génesis, sino para entender su 'funcionamiento' - esto es. la contribución de
las partes de la sociedad a la continuación y ia supervivencia del todo. La idea de contemplar la
sociedad en si misma o las organizaciones industriales como sistemas sociales (y,
posteriormente, como sistemas socio-técnicos) tiene su raíz en la vieja analogía orgánica que
ve la sociedad como un organismo en constante búsqueda de la estabilidad dentro de su
entorno y se ha incorporado a ia sociología contemporánea a través de la obra de Durkheim,
Pareto, y varios antropólogos encuadrados en la tradición durkheimlana. El sociólogo Talcott
Parsons (1902-1979), tal vez et más Influyente del siglo XX, se ocupó Intensamente de las

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analogías biológicas y fue miembro det "Círculo Párete" de Henderson en Harvard, Junto con
Etton Mayo. Su Influencia fue enorme; estableció un ámbito Intelectual en cuyo marco han
surgido buena parte de los trabajos relacionados con la sociología industrial y organlzacional. A
esta Influencia se añade la de la creciente popularidad da la cibernética en el mundo industrial
y un interés cada vez mayor por la llamada 'teoría de los sistemas generales' de von Bertalanffy
en el ámbito del pensamiento «obre dirección.
El mayor Impacto del pensamiento de sistemas en la sociología del trabajo y de la industria se
ha producido indudablemente en el estudio de las organizaciones del trabajo. Desde mediados
de Iso cincuenta hasta casi 1970 la visión de la organización formal como un sistema abierto
que funciona dentro de su 'entorno1 se convirtió vlrtualmente en una ortodoxia compartida por
varías escuelas diferentes de la teoría de la organización. Éstas incluyen el enfoque de los
sistemas sodo-técnlcos y los muy Influyentes enfoques de contingencia. El enfoque de los
sistemas, esencialmente, apunta a la sustitución de la metáfora clásica de la dirección qua
contempla la organización como una máquina racionalmente concebida y construida para
cumplir de forma eficiente los objetivos de sus diseñadores. La sustituye por la metáfora de la
organización como un organismo vivo, en constante adaptación para poder sobrevivir en un
entorno potenclalmente amenazador. Las visiones de los sistemas se siguen teniendo muy en
cuenta en el estudio de tas organizaciones y aportan dos bazas importantes. En primer lugar,
reconocen positivamente que las organizaciones son mucho más que las estructuras oficiales
establecidas por sus fundadores. Son, más bien, pautas de relaciones que constantemente
tienen que adaptarse para permitir que la empresa se mantenga. En segundo fugar, hacen
hincapié en la Importancia de las estrechas Interrelaclones que se establecen entre las
diferentes partes o 'subsistema' de la organización. Destacan claramente la tendencia a que (os
cambios de una parte de un sistema influyan en otras partes del mismo.

La Influencia del pensamiento de sistemas en las relaciones industríalas ha sido menos


duradera, al menos entre aquellos que adoptan una visión del conflicto industrial más
sociológica. Como seríala Schlensloek (1981), 'los autores de la Briüsh Oxford SchooV sobre
relaciones Industriales, cuyo Impacto más significativo .procede de-au Influencia en.la,Comisión
Donovan¡.aplican un. enfoque destetemos. No>obstante, este Upo de enfoquevaparece más
explícitamente en la tradición .americana basada en et modelo ofrecido por J.T. Duntop (1958).
Éste'sItúaUodaslas'disputae Industriales y la forma en qge se manejan dentro da^un'sistema
de relaciones Industriales': El sistema se. compone de varios-: grupos- de actores-(directivos,
trabajadores y figuras externas, especialmente Instancias gubernamentales), determinados
contextos, una'ideología qua da cohesión al sistema y un cuerpo de normas que rigen1 el
comportamiento de tos diversos actores. La Ideología que mantiene cohesionado el sistema e»
una noción clave y motiva el tipo de objeciones que han hecho los sociólogos a este enfoque.
La Ideología, según Dunlop, es el conjunto de ideas y creencias 'sostenidas comúnmente, por
los actores1 Implicados. Entre los sociólogos de la generación surgida después da mediada.la
década de los sesenta habla quien se estaba alejando de las sociologías ortodoxas orientadas
a los sistemas de tipo durkhelmiano y functonalista-estructural' y acercándose hacia las
percepciones orientadas al poder y al conflicto de Max Weber y Kart Marx. Para ellos la noción
de Ideología iba a destacar con fuerza et grado de consenso existente sobre el trabajo y sus
compensaciones en las sociedades modernas. Pensaban que el sociólogo debía situar en
mayor medida tas cuestiones relacionadas con el conflicto industrial en el contexto de las
desigualdades básicas materiales y de poder presentes en la sociedad como un todo.
Asimismo debía prestar atención al papel de la dominación, la explotación y el conflicto de
clases en las relaciones de trabajo.

d) Discusión
Desde el punto de vista de sociólogos posteriores, el gran punto débil de todos los
componentes de esta rama de pensamiento de los sistemas de Durkheim ha sido su tendencia
a dar una excesiva Importancia a la Integración y le consenso .tanto en las sociedades como en
las organizaciones del trabajo, en detrimento de su atención a conflictos subyacentes y
diferencias fundamentales de Interés. Las diferencias de Interés son reconocidas, pero los
grupos de interés tienden a ser concebidos dentro de un modelo político 'pluralista' que ve las
partes en conflicto como más o menos equilibradas en términos de poder. Como veremos en
capítulos posteriores, los enfoques contemporáneos para la comprensión de las sociedades
capitalistas industriales, tas organizaciones del trabajo y el conflicto industrial intentan dar una
visión más equilibrada, teniendo en cuestiones de cooperación y normas compartidas.

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Los modelos da sistemas no sólo se consideran parciales en su empeño por destacar el papel
de integración y el consenso. A menudo se les reprocha su disposición a contemplar ta
organización, o la sociedad de la que forma parte, desde el punto de vista de los directivos u
otras grupos dominantes de Interés. En Iqs análisis de las rtactones sociales como 'sistemas'
suele estar Implícita la prioridad que ee le da a las formas de mantener ese sistema. Los
conflictos y las diferencias sobre cualquier cosa, dejando a un lado las cuestiones menores de
ajuste, son consideradas patologías - o enfermedades del organismo que deben ser curadas si
es que éste no está destinado a morir. Esta tendencia no es inevitable; sin embargo, al ser
sumamente oposicionista y especialmente revolucionaria, los análisis suelen hablar sobre 'el
sistema', a menudo dejando traslucir un deseo de que el sistema 'muera'. Estos tipos de
sistemas radicales no son, desde luego, más parciales que sus réplicas de la escuela de
dirección.
El valor del pensamiento de sistemas radica en el protagonismo que confiere a las estructuras'1
y pautas de la vida social. Es, por tanto, un útil correctivo para los enfoques excesivamente
individualistas en las explicaciones o lo que he Ñamado 'pslcologlsmo'. No obstante, corre el
pellgor de reaccionar de forma exagerada frente a las perspectivas individualistas. Siempre
corre el riesgo de dejar fuera del análisis a la gente implicada. Las estructuras vienen a sustituir
a los seres humanos como foco de atención, de forma que tos enfoques que conslltuyenesta
rama de pensamiento no cumplen con ios criterios establecidos para lograr una sociología
efectiva: al convertir a los individuos humanos en secuendarios o derivativos del sistema social
en el que están inmersos, Isa teorías de slsterrts tienden a prestar una antenclón insuficiente al
grado de Interacción que tiene tugar entre la iniciativa Individual y las restricciones sociales-en
las sociedades humanas. Y las visiones de los sistemas tienden a quedarse cortas cuando se
trata de tomar en consideración hasta qué punto el mundo social es creación de los individuos
y grupos que tnteraetúan-asignando s/flrt/ffcaetos y k&ctentio interpretaciones de-sua
situaciones. Penetramos >ahora en una rama bastante difernte da la soclologla-del trabajo-y de
la Industria, a~fln de analizar un enfoque que hace especial hincapié en tos significados y en la
Interacción, más que en los sistemas y estructuras existentes fuera del individuo.

LA RAMA INTERACCIONISTA
La >rama «interaootonista. llene su» raices firmemente asentadas en el departamento de la
Universidad de¡ Chicago/Teóricamente la perspectiva Interacclonlsta» con su foco centrado en
el Individuo, elípequefloflrupo,,yi|os8lgninoado8i;e« cast el polo opuesto de le^rama deviso
sistema da Durkhelm .antes descrita. Sin «embargo, en las contribuciones de los sociólogos
interaoclonistas al estudio de):traba]o encontramos Importantes continuidades respecto al
trabajo 'de Durkhelm, La continuidad puede apreciarse en un Interés -común, por .las
ocupaciones vistas como Instituciones sociales centrales y también en un reconocimiento de ta
importancia de la división del trabajo en la sociedad. Pero a fin de apredar.comptetamente ios
planteamientos Interacdonlatas sobre el trabajo es necesario exponer el enfoque teórico de la
escuela sociológica más amplia da la que estos sociólogos del trabajo forman parte: la der
Interacdonlsmo simbólico.

a) La escuela de Chicago
La variante particular de la teoría sociológica conocida como Interacctonismo simbólico se ha
desarrollado paralelamente al estudio más empírico del trabajo que'se ha llevado a cabo en los
mismos círculos de Chicago, Los sociólogos que han realizado los estudios que analizaremos
en capítulos posteriores han aplicado y contribuido a esta perspectiva teórica en grados
distintos y, para dejar claras sus orientaciones teóricas generalmente compartidas, describirá
brevemente a continuación las principales características del Interacdonlsmo aimbótióo. Los
orígenes de este enfoque se remontan al trabajo da C. H. Cootey (1864-1929) y de G. H. Mead
(1863-1931) y su afirmación básica es que el individuo y la sociedad son unidades
inseparables: su relación es de mutua interdependencia, no de un deterrninlsmo parcial. Como
exponen Meltzer et al. (1975):

El comportamiento de los hombres y las mujeres tiene su "causa" no tanto en las


fuerzas que les son inherentes (Instintos, Impulsos, necesidades, etcétera) o en
las fuerzas externas contra las que tropiezan (fuerzas sociales, etcétera) como en
lo que hay en medio, una Interpretación reflexiva y de derivación social de los
estímulos internos que están presentes.

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Los seres humanos construyan sus realidades en un proceso de Interacción con otros seres
humanos. Los Individuos derivan su propia Identidad de su interacción con otros.
Según los Interácclonlstas simbólicos, toda interacción y comunicación depende del uso de
símbolos como las palabras, tos gestos, ja ropa, et color de la piel, etcétera. El niño adquiere
una Identidad - una conciencia de si mismo - a través de la socialización o el proceso de
aprendizaje social. Este proceso Implica la interiorización de símbolos que están organizados
en torno al concepto da uno mismo para llenar de sentido la vida social. La condénela de si
mismo se "adquiere asumiendo el rol del otro". Y es a través de la adopción del rol del otro,
particularmente da lo que se ha llamado "los otros significativos", como nos referimos sobre las
expectativas que loe demás tienen de nosotros. Esto nos ayuda a decidir qué rol
desempeñaremos en una situación determinada, De forma similar, asumiendo al rol del otro,
aprendemos lo que podemos esperar de él. Para orientarnos a medida que avanzamos en el
camino de la vida nos fijamos en varios dé los llamados grupos de referencia, y a medida que
atravesamos una serie dé situaciones que nos confieren Identidad, se dice que seguimos una
carrera. No sorprende que éste concepto de carrera sea, como veremos, una aportación clave
de esa perspectiva teórica a la sociología del trabajo.
El iniciador de la tradición Investigadora de la rama interaccionlsta fue Robert Park (1864-
1944), un antiguo periodista que animó a los Investigadores a efectuar observaciones
etnográficas detalladas de la vida da Chicago, la normal y la desviada, en la tradición de la
observación participante, anteriormente reservada a los estudios antropológicos de la vida
tribal. Esto y su Interés durkheimlano por lo que él llamaba el 'orden morar (un ordenamiento de
expectativas e Imperios morales que tiende a rutinlzar la interacción) ha influido en Everett
Hughes quien, a su vez, Influyó sobre un número de aquellos sociólogos que actualmente
contribuyen a la sociología del trabajo (ver Beckér et a!., 1988). Mientras Durkhetm «ende a
considerar las ocupaciones como portadoras de posibles soluóiones al problema del orden
social, Mugues adopta el estudio de las ocupaciones como su punto de partida; es su vía de
entrada en el aprendizaje sobre la sociedad,
El enfoque de Hughes destaca et drama social del trabajo - la Interacción que tiene lugar en él -
tomando nota de (os problemas o tensiones que suscita el trabajo en si mismo y su situación
ssoelal¡{SuinterÓ^^por<tanto,^seídlrlflerhac1a la forrna'enque:el Individuo afronta o se-adapta a
e»o« problemas, y sobremodo los reladona con otra nuevo: el de rnanteneríSU'identldatí. Es
-eate-punto, creo, está la gran,fasolnadón^deve8te enfoque, .unafascinación que,vespero,:'8a
manifestará-posteriormente euando; analicemos cómo trabajadores de diferentes/ocupaciones
se enfrenten a problemas particulares de <su trabajo. -Mugues animó a <8U8 alumnos a
. concentrarse en los tipos 'de. ocupaciones- excéntricas, "sucias" o marginales (en. la notoria
tradición de-los bajos-fondos de Chicago). No lo hizo únicamente porque esas.ocupaciones
fueran Interesantes por derecho propio, sino porque su estudio puede destacar factores .de
Interés generaren la experiencia laboral Se trata de factores que .podríamos-no advertir en
tipos de trabajo más convencionales en los que se dan por sentados con demasiada facilidad.
Asi, por ejemplo, cuando más adelante consideremos la enorme Importancia que las prostitutas
confieren al grado de control que ejercen sobre sus clientes a fin de mantener su autoestima,
nos veremos Inducidos a considerar cómo esto puede tener lugar en otras ocupaciones más
normales: el vendedor, el mecánico o la enfermera. De este modo, se comprende mejor la
tendencia común de los mecánicos de coches a insistir en que las teorías de los conductores
sobre los fallos de sus vehículos nunca son correctas. La profeslonalldad debe protegerse para,
defender el sentido de autoestima del mecánico frente al cliente, de la misma manera qué la
prostituta mujer debe proteger su sentido de no implicación emocional para defender la noción
de "al misma" y su autonomía personal frente al cliente hombre.
La influencia de la escuela de Chicago sobre la sociología de las organizaciones no se ha.
centrado en el área de la organización Industrial, pero la obra de Anselm Strauss y otros
autores (1963), que muestra da qué forma el "orden" en un hospital puede entenderse como el
resultado de un proceso continuo de negociación y ajustes entre grupos, tiene Implicaciones
para todas las organizaciones del trabajo. El estudio de Erving Goffman (1968) sobre las
"instituciones totales" como las prisiones; los monasterios y los hospitales psiquiátricos en tos
que las vidas y las Identidades de los Inqullinos están casi totalmente dominadas por reglas
organizativas nos proporciona respuestas generalmente relevantes sobre la vida
organizacional, sobre todo en referencia a la forma en que las posiciones menos poderosas
dentro de las organizaciones "configuran" y defienden sus Identidades a pesar del empeño del
"sistema" en reducirlos a cifras.

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b) Etnomotologfa
Puede considerarse que la etnometodologfa acerca las percepciones ¡nteraccioniatas su
conclusión lógica. Combina el pensamiento de la escuela de Chicago con ideas de la tradición
europea de la filosofía fénomenológica y con las percepciones del pensamiento metodológico
de Max Weber. Niega cualquier realidad objetiva £ loa fenómenos sociales: afirma quq las
sociedades, las estructuras sociales o las organizaciones no existen. SI hay, en cambio,
concepciones de ese tipo en las esbozas de los miembros ordinarios dd la sociedad. Estos
"miembros" hacen uso de dichas concepciones al ir cumpliendo sus objetivos de cada día. Por
lo tanto, como apunta Biltner (1974), deberíamos contemplar la idea dé "la organización" como
una construcción de sentido común de la gente corriente más que como un concepto científico,
y deberíamos centrar nuestra atención en cómo tas personas explotan el concepto para dar
sentido-a tos que piensan hacer. No observamos reglas y procedimientos organizativos, sino
que llevamos a cabo toda una serie de proyectos personales que luego "manifestamos" con la
pretensión de actuar de acuerdo con las exigencias de ta organización.
El pensamiento etnomelodológico ha sido aplicado por una serla da Investigadores a tas
escenas organlzclonales (Siíverman y Jones, 1976). Pero quizá su Importancia es mucho
mayor de lo que se deduce del número muy reducido de autores vinculados a la sociología del
trabajo y de la Industria que la han adoptado sin reservas. El impacto de la potente critica de
los etnometodologlstas sobre ta sociología convencional que se afianzó entre principios y
mediados de los setenta iba a propiciar que los sociólogos fueran más sensibles que hasta
entonces antes los peligros de convertir abstracciones conceptuales como "sociedad", "clase",
u "organización" en "cosas" da existencia concreta que tienen una vida propia fuera de tas
mentes de ta gente.

c) Discusión
La rama Interacdonlsta de ta sociología del trabajo y de la industria presta mucha atención a
los Individuos y a su rol en ta vida social y presta una atención muy necesaria al proceso
interpretativo humano que los enfoques bolistas abordados anteriormente tendían a descuidar.
Está claro que el enfoque no es pslcologlsta, pero debemos preguntárnosos!, al desviar la
atendón-de «los-conjuntos -sociales, :estí^ haciendo .suficiente = justiciaba la influencia de ia
-Interflcclónihumanaídei'esos procesos'hlstórlcx» activos y devesas.^estructuras'J.vde-poder e
interés 'material'que-aportan «I contexto al ¡Individuo -y a su rol social, Para ver; cómo puede
'combinarse :W'i Interós/ípqr itos^significados • sociales -.y 4os motivos .Individuales con -una
perspectiva más consciente del poder y con una mejor base hÍ6tórioa«tenemo8 que regresar a
la tradición europea y a la obra de Max Weber.

LA RAMA DE LA ACCIÓN SOCIAL DE WEBER


Esta rama resulta muy prometedora para quienes buscan un enfoque sociológico que tenga en
cuenta tanto la actividad significativa del individuo como las cuestiones a gran escata del
cambio histórico y los conflictos políticos y económicos.
A pesar del interés Inicial mostrado por los interacclonlatas en el "orden moral" societario y en
la división general del trabajo, se ha comprobado luego que sus Intereses se ciñen claramente
al grupo o a tos niveles ocupaeionales. No han logrado relacionar con éxito significados de nivel
inferior con pautas históricas y culturales más amplias. La preocupación por este tipo de
relación es básica en ta obra del sociólogo alemán Max Weber.

a) Max Weber
La obra de las ideas de Max Weber (1864-1920) han sido frecuentemente mal entendidas, y
mal representadas, Ello se debe en parte at carácter incompleto de sus obras escritas, su
complejo estilo de escritura, su propia ambigüedad sobre muchos temas, su tendencia a
separar sus escritos políticos de su obra sociológica y, especialmente, debido el hecho de que
su obra llego a la sociología contemporánea sobré todo a través de sociólogos americanos que
deseaban usar el nombre de aquella impresionante figura europea para legitimar sus propias
posiciones o Intereses. Así, a veces nos encontramos con un Weber (nterpretado como máximo
oponente a la posición de Marx sobre la naturaleza y el origen del capitalismo, como ajgulen
que negó la importancia de las divisiones de clases en la sociedad argumentando que la
pluralidad de los grupos de Interés hace que queden equilibrados , como alguien que
"defendía" la eficacia de la burocracia, como un pensador de butaca que no tenia Interés en
desarrollar investigaciones empíricas y como alguien que animaba al sociólogo a ser un
Individuo neutral y no comprometido. Hay algunos elementos de verdad en cada una de esas

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Interpretaciones, pero todas ellas tienden a situarse en un punto bastante opuesto a lo que era
su posición esencial.
La defensa que hace Weber de la Independencia respecto e los valores y sus intentos de
compensar (más que de contravenir del todo) la parcialidad del pensamiento marxlano debe
Interpretarse a la luz de su contexto social e histórico. Al tratar de separar el análisis científico
de la interpretación y defensa política, Weber reaccionaba frente a los académicos
contemporáneos que, según él, abusaban de su estatus académico y, como se mencionaba,
estaba Interesado en relegar el estudio sociológico a un papel secundarlo respecto det
pensamiento moral y la actividad política. Su reacción frente al pensamiento marxiste de su
tiempo no pretendía destruirlo sino sacar de él lo que fuera más útil para entender el
capitalismo moderno, al tiempo que compensaba su énfasis en factores materiales con
consideración más completas sobre el papel de la-hlstoria de las Ideas, los agentes sociales y
la cultura. Es cierto que, en sus escritos más políticos, mostraba una clara preferencia por el
capitalismo frente a su alternativa socialista, paro su entusiasmo por la organización social
capitalista no supera en exceso al que demuestra por la socialista. Ambas Implicaban la
amenaza a la libertad Individual que él veta en Ja burocracia. Éste es el pesimismo qué
Impregna la visión del mundo de Weber.
Weber definía la sociología como es estudio de la acción social. Su misión serla examinar las
formas en que las personas, a través de la atribución e inferencia de significados subjetivos, se
Influyen unas a otras y se orientan, así, en sus acciones.
Weber siempre evitó hablar de estructuras o sistemas, y relacionaba estos significados sociales
con la sociología en su sentido más amplio a través del concepto del "orden legitimo". Éste es
un modo de establecer modelos que el actor Individual cree que existen y a los que se puede
ajustar. Para entender cómo el orden se hace válido para los actores deben tenerse en cuenta
los procesos de creación de significados que lo rodean y que, a su vez, deben relacionarse con
los conflictos y las luchas por el poder que tienen lugar en un mundo en que qué hay una
variedad da Intereses materiales. La Interacción entre las Ideas e intereses es básica en la
sociología de Weber. El sociólogo, como primer paso de la Investigación, se propone conseguir
una comprensión Interpretativa (veratehen) del comportamiento de los actores. A esto .le sigue
un segundo, paeo de análisis que lleva a la explicación7 causa/. Como -los actores- que se
estudian piensan en términos causales sobre lo que están haciendo y; dado que basan sus
acciones en supuestos de regularidades-presentas en e! mundo y fundamentadas en la
racionalidad, deberla¡8er posible dar alguna expllcación;causal de su comportamiento.
La sociología de Weber se halla apuntalada por un conjunto de supuestos-fitoaófloos «sobre el
mundo que incluyen una visión de la realidad como Infinitamente diversa y que conduce a la
existencia da conflictos fundamentales de valores, intereses y perspectivas. La vida social está,
por tanto, caracterizada por conflictos, luchas y ejercicios de poder perpetuos. Los humanos se
ven como seres racionales que persiguen fines, pero no hay una relación directa entre sus
esfuerzos y el orden social resultante. Ha una pparatioja do consecuencias en la vida social.
Tiene que ver con el hecho de que las acciones humanas tienen a rhenudo consecuencias no
deseadas que pueden ser bastante diferentes o incluso opuestas a lo que se pretendía. &a
tendencia es extremadamente importante para le disciplina sociológica en general y creo que
es la perspectiva weberiana la que más adecuadamente la trata. Para ilustrar esta tendencia, y
los demás aspectos de la postura de Weber descrita anteriormente, podamos hacer referencia
a parte de su trabajo más sustancial.
En el famoso estudio de Weber La ótica protestante y 6l espíritu del capitalismo, vemos «orno
las Ideas desarrolladas por individuos como Lgtaro o Calvlno, hombres preocupados por los
fines religiosos y espirituales, tenían la consecuencia no deseada de ayudar a adoptar un
"espíritu de capitalismo" y una visión del mundo cada vez más racionalista, que condujo, entre
otras cosas, al posterior socavamlento de las creencias religiosas. Las ideas que promovía al
ascetismo contribuyeron a un posterior materialismo en ta cultura occidental que habría
horrorizado a quienes Impulsaron originalmente estas ideas. Pero Weber, en este tipo de
análisis, no sugiera que las ideas tomen una dirección a través de la historia ds una manera
anónima, cambiando sus formas a cada paso; es la unión de éstas con los Intereses materiales
- en estos intereses a su vez influyen las ideas disponibles en ese momento. Weber en ningún
modo sustituye el énfasis que pone Marx en los intereses materiales como una fuerza en la
historia por un énfasis Igualmente parcial en las ideas. En cambio, muestra que los aspectos
culturales o subjetivos de la vida social tienen que contemplarse como socios igualitarios en
cualquier esquema analítico.

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Weber ve un proceso de racionalización subyacente en la historia occidental - ésta es la


tendencia del cambio de los criterios de acción tradicionales o mágicos pro criterios técnicos,
contables o científicos. La racional de un provecho motiva el comportamiento laboral, y los
esfuerzos se coordinan cada vez más a través üe medios burocráticos. Todo esto significa que
la gente usa cada vez más técnicas y medios de cálculo como medios para conseguir fines
(éstos son medios formalmente racionales) - la división del trabajo, tos conjuntos de normas,
los métodos de la contabilidad, el dinero, la tecnología, etcétera. No obstante, al darse una
presencia constante de consecuencias no deseadas, éstas a menudo resultan no llevar a las
metas que se proponían (lo que hace materialmente irrarclonatea). De hecho, los medios
pueden subvertir los fines para los que se disonaren. Ésto puede ser difícil de entender y quizá
por ello no sorprenda que muchos escritores de organizaciones hayan Interpretado que, según
Weber, la burocracia es."eficaz", implicando ¿asi que Weber no era consciente de las tendencias
de ésta a desarrollar "defunciones" - tendencias a las Ineficacias (Albrow, 1970), De hecho.
Weber sólo estaba señalando la superioridad potencial de la burocracia como medio
administrativo (su racionalidad formal), a la vez que era perfectamente consciente de que
podría tener aspectos que la hicieran materialmente irracional, hasta el punto de amenazar la
libertad Individual en una sociedad basada en semejante meta o valor. Pero este malentendido
sobre Weber (quizás en parte consecuencia; de que no se ha advertido que su construcción de
la burocracia idela era una representación expresamente unilateral) ha sido tal que ha llevado
al desarrollo de un'área entera de sociología Indgs^at u organtzaclonal, y en consecuencia al
de parte de la rama marxlana. Esta es la manera cía trabajar siguiendo la tradición del análisis
de Robert Merton de las llamadas dlsfunclonés de la burocracia.
El gran valor de la sociología de Weber es que $u perspectiva nos permite tomaren cuenta al
actor social Individual, a la vez que ver las ideas y acciones en él contexto de los vastos
modelos políticos y dinámicos de ta historia,-pero (a gran amplitud de los Intereses de Weber
(nótese que- él' aplicaba su enfoque comparativo 'táriló a sociedades occidentales como no
occidentales) no implica que no le Interesara la Investigación empírica detallada. Participó, de
hecho, muydirectamente en -toque podríei haberresultado ser¡uno. de.'tos estudios clásicos .de
(a sociología -Industrial: tos estudios de fábrica .que< precedieron a los de-Hawthome: en -veinte
'afíoroiméírPoruna?serie'de'razonfl8,>esto8:'eBtudlos incompletos no han recibido^>aten.c(ón
desloa:InteresadosBn.lasoekJlodfa delirabajo.y-de la industria:tGomoex0lloaiEIdrtdo^(197,1b),
?Webar¿.é3stab&i|nteresBdo:',en<:taues^
convertifIaníeni'.centrale8vemla.«oclotogla<indüBtríal)só!o^cincuenta o «esenta aflos másitarde.
La^''lniróducclóníMetódolóflica"iixle Webervel «estudio ^propuesto «muestra :una.Intencionado
estudiarlos efectos da la Industria a :gramescala sobre la "personalidad Individual, la carrera y
eí:e8ttlo-<de vidarextra ¿Jc^patícftahdelstrabajadorVtomarido en ¡consideración nlodsvalores
étiooa:soclales: y culturales, así como la tradjojón y Jas circunstancias personales; Todo esto se
sitúa en el contexto de tos modelos económicos, técnicos y.de Inversión de capital/.'de modo
que pueden, en algunos aspectos, mostrar el camino a seguir por la sociología industrial actual.

b) El enfoque de las orientaciones hacia el trabajó


El modelo weberiano de la sociología Industrial especializada bien podría haber empezado a
principios de siglo si estas Investigaciones no se hubieran abandonado. Pero varios sociólogos
británicos han aplicado recientemente una perspectiva básicamente weberiana a cuestiones
industriales y ha realizado estudios muy en la linea del trabajo proyectado por Weber. Es este
sentido destacan (os estudios del "trabajador opulento" realizados por Goldthorpe, Lockwood eí
al. (1968,1969) que han aportado a la sociología el importante concepto de "orientación hacia
el trabajo", una noción con un gran potencial de cara a la investigación de las conexiones que
se establecen entre las acciones en el lugar de trabajo y la comunidad exterior y la vida cultural
de los empleados. Gran parte del trabajo redante que usa et "marco de referencia de la acción
social11 se ha desarrollado como reacción a la tendencia que destaca los aspectos clstémlcos
de la vida social y que pone un énfasis especial en la importancia de la tecnología en las
organizaciones.

c) Discusión
Personalmente dirfa que le reciente aumento del interés por et trabajo de Max Weber en la
sociología del trabajo y de la Industria, es parte de un proceso en el que las Investigaciones
están alejándose cada vez más de la tradición orientada desde las áreas de dirección
empresarial que ha prevalecido durante medio siglo. En esta línea se encuentra la más legítima
preocupación sociológica por analizar el comportamiento y los modelos laborales en un

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http-.IJfiaplens.ya.com/trescomacatorce

contexto político, social y cultural más amplio. El mismo proceso ha conducido a despertar una
atención creciente por el potencial analítico del pensamiento de Marx. Para muertos sociólogos
que querían una perspectiva más critica e histórica, Weber no daba ta talla. Su vehemente
deseo de separar el análisis sociológico y la evaluación política tiene parte de la culpa: sus
argumentos ce entendían como elementos de justificación de aquello que los pensadores más
críticos vetan como la indiferencia de gran parte de la sociología tradicional frente a las
persistentes desigualdades del mundo moderno y la constante tendencia a manifestarse que
demuestran los eternos conflictos subyacentes. A ello sa añade la cantidad de interpretaciones
erróneas que se han hecho de Weber y que han prevalecido. Éstas, junto con la propia
identificación de Weber como burgués, su propio nacionalismo político y su antipatía hacia la
reorganización socialista, provocaron un comprensible reparo en mirar más allá de las
complejidades y ambigüedades de los escritos de Weber para encontrar una perspectiva que,
en términos analíticos, amplia más que rechaza la fuerza del pensamiento marxiano. Debemos
reconocer que la extrema sutileza, ambigüedad y complejidad del análisis de Weber reduce le
valor analítico de su perspectiva en cierto modo. La perspectiva weberiana en sociología quizá
sólo puede tener un empuje potencial completo cuando se combina con alguna do (as visiones
más inmediatamente coherentes que ofrece el modelo marxiano.

LARAMAMARXIANA
Desde su primera aparición en la escena Intelectual y política, el pensamiento marxteta y
marxiano ha Influido en el desarrollo de la sociología, Marx y Engels crearon una de las más
Incluyanles teorías de la vida social que se han puesto nunca al alcance de los que Intentan
extraer algún sentido sistemático al mundo Industrializado moderno (uso marxiste para
referirme a lo relacionado con el marxismo, y marxiano para lo relacionado con. Marx). Hasta
hace poco, podría:decirse que aquel pensamiento marxiano proporcionaba algo ante lo-qúB-los
sociólogos reaccionaban, pero a la vez Íes Inspiraba y les provocaba un deseo de conseguir o
bien una alternativa o bien algo más-sutil, objetivo o soclalmente aceptable. Sin embargo, en
tos últimos años, el pensamiento marxiano ha experimentado un renacimiento del linteres
dentro de la misma sociología. Esto se puede entender como parte de una reacción frente a la >-.
tendencia que muestra gran parte de la sociología académica a orientarse por consenso, de no
ser-critica en el mejor de los casos y de justificar el atatu quo en el peor, y también una
reacción frente a la tendencia a limitar su atención hada lo "social" en perjuicio da lo económico
y lo político. Gran parte de la sodología del momento se veía también como algo eslálico, quo
tendía a Ignorar la historia.

a) Marx y Engata
Bajo las Ideas da Kart Marx (1818-1883) y Frledrich Engel» (1820-1895) Bubyace un supuesto;
sobre la naturaleza de los seres humanos. Es el supuesto de que tos seres-riumart08 Itegama
la plenitud de su humanidad a través de su trabajo. Es a través del trabajo -un proceso
esencialmente social - como se crea el mundo humano. Ésta es ta base del "materialismo" de
Marx. Sin embargo, las condiciones en las que se realiza el-trabajo marcan una diferencia
crucial en la medida en que el ser humano se ve realizado, en el capitalismo, los trabajadores
se ven forzados a mantener una relación de desigualdad con el propietario del capital, a quien
ellos venden su capacidad de trabajo.
La relación es desigual, desde le momento en que el propietario del capital siempre tiene los
medios de subsistencia vaya bien la producción o no, mientras que tos asalariados dependen
de la disponibilidad del trabajo. Es más, el patrón necesita que los trabajadores trabajen más
de lo que necesitarían trabajar para cubrir sus necesidades; esto es, el capitalista extrae
piusvalor y de esta manera explota a loa trabajadores. El trabajo en un contexto capitalista no
permite a los trabajadores ta satisfacción creativa que el trabajo podría darles. Como los
trabajadores no usan herramientas y materiales propios y como ni son dueños ni controlan los
métodos que aplican en su trabajo, no pueden alcanzar su auto-realización potencial. Están por
tanto alienados. Aunque su condición tiene claramente implicaciones subjetivas, es
fundamentalmente una condición objetiva. Un trabajador de automoción satisfecho no está
menos alienado en este sentido que uno frustrado.
Marx sitúa estas ideas en un modelo histórico en que una forma de sociedad se desarrolla
hasta un punto en que es reemplazada por otra (por ejemplo, el feudalismo es sustituido por el
capitalismo, que a su vez es reemplazado por el socialismo). Estas ideas también so sitúan en
un modelo estructural de saciedad capitalista o, más propiamente dicho, en un modo capitalista
de producción. Esto queda representado en la siguiente gráfica.

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http://saplens.ya.com/trescomacatorce

GRÁFICA P"AGMA "59

Según Marx, es la naturaleza de la base la que caracteriza una sociedad. El modo en que se
organiza la producción y las relaciones sociales que acompañan a esa organización son los
factores más decisivos - ideas, cultura, ley y política son secundarlos. Esto ilustra una vez más
la base materialista det trabajo de Marx y quizá do idea de cómo se llegaron a formular las
crudas acusaciones de "deterninismo económico" contra él. Su enfoque a menudo sé describe
como "materialismo dialéctico" y el elemento dialéctico del análisis se puede Ilustrar aquf
señalando la tendencia de la base a contener en si misma conflictos y contradicciones que
encarnan las semillas de su propia destrucción (o me(or dicho, suplantación). La dialéctica
opera en la historia a travos del crecimiento dé una cosa a partir de otra, de modo que ta nueva
entra en conflicto con la vieja, llevando a su derrocamiento. Así, la burguesía, podríamos decir,
creó el proletariado pero, al hacerlo, creó ta condición para su propia destrucción.
Marx va el modo de producción capitalista como inherentemente inestable y condenado a la
larga. Esto se debe a que las relaciones sociales entre la burguesía y el proletariado son
relaciones de conflicto fundamental al ser su relación unilateral y de explotación. Todos los que
venden su capacidad de trabajo son, objetivamente, miembros del proletariado. Todos están
"explotados". El proletariado es, por tanto, una "clase por si misma", pero sus integrantes no
actúan como clase - liberándose de la explotación -hasta que superan su "falsa conciencia" y
se dan cuenta de su Interés común. La acción dé clase depende asi.del crecimiento de la
conciencia de clase. El proletariado se convertirá en una "clase por st misma" y alcanzará su
destino histórico a través de la creación del socialismo. Para reconocer plenamente la fuerza
de la noción de contradicción en Marx tenemos que tener en cuenta que los esfuerzos de la
propia burguesía, en gran medida, aceleran su propia muerte. Por ejemplo, la agrupación de un
número;cada vez mayor de empleados,en unidades de trabajo también mayores crearé>¡á»
condiciones propicias para que los trabajadores, al estar juntos, puedan constatar los Intereses
económicos y políticos que comparten. De esta modo, la conciencia de clase aumentavy el
desafío queda servido.

b):;8ootologli Industrial marxlana


Los.oorKeptos mándanos dave¡de dase, explotación, procesos ds trabajo y^alienaclón han
• desempeñado un .papel cadaiVflz-mási'lmportante^
: desde-los^afios'sesenta,.usándose a veces'como.lnstrumentos analíticos y a veces de un modo
máS'!.dlrectament8^marxl8ta,'Cuando'se «vlncüla^su -discusión < a un Interés por;ejercer%una
lntJuenda'!efectiva^8obreíla'Conciericla. El; marxismo ha prestado una -atención especialmente
Importante a varios,aspecto? del: conflicto laboral (Beynein,-1984f Nfchol8íyTBeynon1v^&77)>y
Richard Hyman ha ejercido una influencia considerable a través de sus persuasivos Intentos de
establecer unas "relaciones Industriales mérxlstss" (1975).
Benson (1977) y Heydebrand (1977), en los Estados Unidos, abordaron desde una perspectiva
marxlsta<las organizaciones formales, y Ciégg y Dunkertey (1977) y Qraeme.Salaman (1881),
en Oran Bretaña, le dieron cierta Importancia al marxismo en el contexto de una nueva
sociología "crítica" de las organizaciones. Perú sin duda el mayor Impacto reciente de las Ideas
de Marx en-la sociología Industrial se ha producido grítelas al uso da su concepto del "proceso
de trabajo" para desarrollar una perspectiva que combine Intereses en el comportamiento de
los empleados, las relaciones industriales'y las cuestiones de diseño y organización de trabajo.
La bibliografía sobre "procesos de trabajó" que ha Ido apareciendo en abundancia desde la
publicación de la obra capital de Harry Braveman, Trabajo y capital monopolista, en 1974 se
centrar en el proceso Inherente al capitalismo mediante el cual los directivos diseñan y
controlan las tareas de los trabajadores de modo que puedan extraer un plusvalor del esfuerzo
de los empleados que facilite fa acumulación del tiempo y un gran esfuerzo para decidir hasta
qué punto este proceso lleva inevitablemente a una degradación general o "desespecializacldn"
de las laboral de trabajo.
c) Discusión
Las ideas de Marx y Engels constituyen más que una simple teoría social. Puede interpretarse
que el marxismo proporciona un método particular de análisis - que no divide política,
economía y sociedad y que intenta unificar teoría y práctica. A pasar de que Marx quería unir
teoría y práctica, los sociólogos pueden aplicar de todos modos buena parte del valor analítico
de Marx y el pensamiento marxiano sin aceptar necesariamente las evaluaciones marxistes o

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http://saplens.ya.com/trescomacatorce

sus programas de acción. Al hacer esto, no obstante, el sociólogo está diferenciando


claramente su labor de la de los marxistes y ,dada la preocupación de Marx y Engels por el
traba|o humano y su interés en relacionar la experiencia individual con asuntos a mayor escata
de fa historia, la economía y ta estructura del poder societario, serla sorprendente que no se
pudieran obtenernuevos enfoques con respecto a la sociología del trabajo.
El mayor problema de los análisis marxistes desde el punto de vista de los que no comparten
ios valores políticos marxistes es que se centran principalmente en los problemas de clase.
explotación y cambios históricos a gran escala de los que se espera que surja un orden
socialista en que haya satisfacción laboral, paz y prosperidad. Los conceptos que se usan para
analizar situaciones especificas, por tanto, tienden a ser elegidos para subrayar temas
relevantes desde el punto dé vista de esos problemas, y descartan los que consideran que no
son de relevancia política estratégica. De todos modos, muchos de los puntos menos atendidos
en el marco de referencia marxiste o considerados "problemáticos" son áreas de considerable
importancia cuando se trata de examinar los problemas reates de trabajo o empleo en un
momento particular de la historia - incluso si en ei "momento final" no parecen cruciales a
aquellos que esperan llegar al próximo milenio. Hay gente que buscará en la sociología del
trabajo y de la Industria enfoques útiles para sus Intereses en cuestiones como el redlsefio de
organizaciones, la reforma de la negociación colectiva o la propuesta de reducir la
discriminación étnica o sexual en el marco del sistema social y económico existente. El
pensamiento marxiste y marxlano ofrece enfoques útiles en cuestiones como éstas. Pero es
más probable que se adopten esos enfoques si: se ofrecen junto con conceptos de otras
tradiciones teóricas y de valores de ia sociología del trabajo y de la Industria.

HACIA UNA SOCIOLOGÍA INTEGRADA DEL TRABAJO Y DE LA INDUSTRIA


Discuür'Sobre el acercamiento de enfoque* e Ideas de tes diferentes ramas de la sociología del
trabajo y de la Industria no significa realizar una aproximación simplemente •ecléctica" á- la-
sociología Industrial en la que "todo vate** y en la que cojamos "un poquito de aquí " y"un
poquito de allá" hasta que pensemos que hemos cubierto todos los ángulos. Lo que se/necesita
es un marco de trabajo o esquema analítico coherente que. además de. tratar el conjunto de
Ideas :desde '-diferentes tradiciones, trate también de conseguir- una coherencia y una
•confiistencla-lntema/porsus.ptoplosmérttosi La presente-obra- representa un Intento deítiacer
precisamente esto y<de Ir más. altó ^
e8tudlo8o;ün,mareo:de1rabájo explícito. para-el estudio tíejto.que,;!a!soclofogla puede >aí!órtar
sobre el- trabajo y, que ponga un énfasis ¡especial en -las 'conexiones entre <los -aspectos
ocupactonal.'organizaclonal, de comportamiento, societario y 'de "relaciones industríales'' 'del
trabajo. Se hace-hlncaplé en la necesidad de reconocer la relación bilateral entre .la» acciones
de ios Individuos y las presiones de las estructuras sociales y la cultura en 19 «vldaiSoclal.- La
área que ahora nos ocupa es actuar constructivamente a partir de esta Idea y dar un perfil -
simple del marco de trabajo conceptual y teórico en el que este texto se organiza en su
totalidad.
El punto de partida de muchas aproximaciones teóricas que nan ejercido Influencia sobre el
estudio de! trabajo ha sido una cierta concepción de la "naturaleza humana" y de las
necesidades humanas indiscutibles. Esto ocurre, más o menos explícitamente, en las
tradiciones de la dirección científica, las relaciones humanas, la auto-realfzadón y el marxismo,
por ejemplo. Aquí, no obstante, se sugiere que es mejor trabajar con una concepción de la
naturaleza humana lo más amplia posible, que reconozca que las personas son, hasta cierto
punto, lo que hace de si mismas. En vez de ser esencialmente criaturas egoístas, sociables,
autosuffclentes o "trabajadoras") las personas son una mezcla de todo esto con
particularidades propias da cada situación especifica definidas por el contexto social y cultural
especifico en el que viven. De un modo similar, los seres humanos no son esencialmente
agresivos o pacíficos, cooperativos o conflictívos. Pueden tender hacia cualquiera o todas estas
características dependiendo de sus circunstancias materiales, políticas y culturales. Y en un
grado mucho más amplio que en el caso de otros animales, los seres humanos (teñen una
posibilidad de elección de sus circunstancias.
La diferencia fundamental entre el ser humano y otros animales radica en la naturaleza de su
cerebro y en la capacidad de lenguaje y de pensamiento abstracto que éste tiene. Estas
facilidades permiten que el animal humano idee alternativas, emita juicios de valor y de este
modo haga uso de una gran variedad de posibilidades. Esta capacidad de crear concepciones
do alternativas significa que hasta los instintos y las "necesidades de la especie" más fuertes
pueden suprimirse, canalizarse y soterrarse bajo la cultura. La actividad humana, por tanto,

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http://sapiens.ya.com/trescomacatorce

tiene que entenderse en las contingencias ambientales con las que se enfrentas. Por
consiguiente es razonable dejar abierto el interrogante sobre lo que son intrínsecamente los
humanos y prestar atención a lo que hacen efe sí mismos y de sus circunstancias.
Para los propósitos de la sociología es más apropiado empezar considerando los problemas
básicos que se tienen que tratar para permitir la vida social más que empezar con
consideraciones sobre la naturaleza humana. No obstante, es necesario reconocer que tienen
que satisfacerse derlas necesidades mínimas para que los seres humanos sobrevivan en el
mundo. Estas se pueden reducir a dos tipos: primero, necesidades físicas de alimento, cobijo y
similares y, segundo, una necesidad mental de encontrar un sentido al mundo en que se
encuentran. Las personas no sólo necesitan un cobijo físico contra los elementos; también
necesitan un "escudo mental contra el terror" (Berger, 1973) - una manera de organizar las
Ideas y creencias que genera un sentido de orden frente al caos potencial del mundo. De éstas
dos necesidades humanas básicas podemos derivar un modelo que reconozca dos problemas
principales que deben solucionarse para permitir que exista vida social. La organización social
y cultural humana tiene que abordar, en primer lugar, el problema de distribuir los escasos
recursos que las personas necesitan para satisfacer sus necesidades físicas y, en segundo
lugar, el problema de encontrarle un sentido al mundo. Hay, por tanto, problemas en el área de
los Intereses y problemas en el érea de tas Ideas.
Las formas en que se tratan estos dos tipos de problemas están estrechamente
intenreladonadas. Como los seres humanos se caracterizan por una capacidad de concebir
alternativas, tenderán a hacer evaluaciones de los medios disponibles para satisfacer
necesidades fundamentales (al preferir) este alimento a este otro, o una manera de cocinar a
otra). Se este modo, entre los recursos da los que se disponen para satisfacer necesidades
elementales, algunos se valoraron maa que otros y éstas evatuacolnes se pondrán en común
en tos modelos de significado que se desarrollan en la esfera de las ideas y apuntalarán la
cultura emergente. Aquí, en el proceso de interacción del ser humano subjetivo con el amblante
objetivo, vemos una Interacción dialéctica de lo material y lo mental al influir las ideas en los
intereses y los Intereses en Ideas. • •.•
Dado que el ambienta físico es tal que los recursos de valor tienden a ser escasos,
encontramos'Individuos que se Integraren grupos;de cooperación o coaliciones de interés,
tanto para perseguir Intereses materiales como para defenderse .de otros grupos en
competencia. Es esta formacióniprimordial de grupos, las.ideatt son fundamentales: dan vajpr a
los objetos y a las acciones, proporcionando un foco de actividad-y, al desarrollar los modelos
de significado que se necesitan para estructurar la realidad, -encajan con las tóeotogíafl de
grupo. Las Ideologías de grupo son conjuntos de Ideas que justifican las actividades del grupo
("legitiman" auslntereae8)<de cara tanto, a tos da dentro como a los de fuera del grupo. Los
individuos desempeñan un papel-básico en este proceso, articulando intereses y colaborando
en la organización al facilitar la legitimación de la acción de grupo. A lo largo de la-historia
vemos individuos clave - líderes y pensadores - que destacan intereses objetivos, (intereses
potenciales con respecto a cualquier cosa escasa y preciada en la sociedad) que .pueden
entonces articular, conviniéndolos en Intereses subjetivos y movilizando-al grupo. .Con es paso
del tiempo, algunos grupos vencen a otros en la competición»por tos escaaos recursos, y el
modelo que intentan consolidar nos proporciona las instituciones y las Idea,» que constituyen la
estructura soda! y la cultura, en las que se Incluyen tas instituciones políticas de dominación y
el modelo jerárquico de estratificación social.
La situación en una sociedad en cualquier época es el resultado de la distribución del poder
que prevalece en aquel momento. Por poder se entiende la capacidad de cualquier grupo o
individuo de afectar el resultado de cualquier situación de modo que sé consiga o se mantenga
el acceso a cualquier tipo de recursos que sean escasos y preciados en una sociedad o en una
parte de esa sociedad. Pero la situación nunca es completamente estable, dado que un poder
que genera cualquier tipo de tendencia hacia la estabilidad es una constante Invitación a la
resistencia de otros. De hecho, todas las estructuras sociales son susceptibles de sufrir
consecuencias no deseadas que puedan amenazar la estructuración de las metas que se tenia
intención de cumplir. Estos conceptos y los procesos que los unen en este marco de trabajo
conceptual básico están explicados en el gráfico de más abajo. La interacción entre Intereses e
ideas y la dinámica de ta movilización de grupos se verán en este proceso histórico de
industrialización, en fas acciones de grupos ocupationates y, especialmente, en los
"profesionales", y en el campo de batalla de las relaciones industriales, por ejemplo. De un
modo ¡parecido, la idea de la contradicción y el reconocimiento de que las estructuraciones
sociales siempre llevan consigo una tendencia a resquebrajarse o a ser socavadas aportará

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información a nuestro análisis de las inestabilidades propias de las sociedades capitalistas


Industriales, a nuestra consideración de cómo se dirigen las organizaciones laborales y a
nuestros pensamientos sobre el confítelo industrial. Según nos movamos a través de la
sociología y a lo largo de loas diferentes ideas estudiadas intentaremos dar cuenta de los
individual y de los societario, de la inclinación humana hacia (a cooperación y hacia los
conflictos, de la tendencia hacia la estabilidad sociat y hacia el cambio, de la Importancia de ios
Intereses materiales y de ta importancia de las ideas y de las interpretaciones.

Un má><¡0
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afilan a esta tittitiilaclfin. coniríbit^imo asi tarorjmieiftn de ios grupos y a fa
ere«íiiSn <te IDEOLOGÍAS o B; GRUPO (a través du la cotv-Sfsííin dé lrttsr«es

9iBk|noR giupos s$ imponen a


íiai ((«.^^««{asi comoíií i^aécioftcí «ia£nñtadasen
9 plfldiKh motieíos de CSTRUOtijiííÁ SGClÁLy CULtUl?A

-'R i' •
e).-lfHlitu£lí!íi05 pdlfl'ííis , ás Ej . idcótúgiaí: ptíiUsás tdeíiü
x ^ trabajo
la estruduasocieí 'toiréiaitínli-írto sátie.ciáza<fa a) por deseos de
oraen íominart« (cwtíiíW íócipóy b) poi- ios medusa
p-?r flrtfí-5'i qwi lievnii a toris^ cuíntfai no irtencionn
a KJi-íjiKi teñíélquí soivfr'{cciUiadicctortO'5.

-18-

I,
Papers 68, 2002 141-168

El concepto de trabajo y la teoría social crítica1

José Antonio Noguera


Universitat Autónoma de Barcelona
jose.noguera@uab.es

Resumen

Los actuales debates en torno al concepto de trabajo no siempre han planteado con clari-
dad algunos de los rasgos centrales que dicho concepto adopta en la tradición de teoría
social crítica que se inicia con Marx. Esta tradición ha puesto a menudo el acento en las
relaciones entre el trabajo y la emancipación humana. En esta dirección, el artículo pro-
pone tres ejes conceptuales adicionales al ya tradicional de «valorización vs. desprecio» del
trabajo: concepto amplio frente a concepto reducido, productivismo frente a antiproduc-
tivismo, y centralidad normativa frente a no centralidad del trabajo. Desde estas coordenadas
de análisis, se critican algunos tópicos sobre el concepto de trabajo de Marx, y se enume-
ran diversos caminos por los que las tradiciones marxistas posteriores han desarrollado el
mismo. En concreto, se lleva a cabo un análisis y crítica del concepto de trabajo en Haber-
mas.
Palabras clave: trabajo, teoría social, marxismo, teoría crítica, Marx, Habermas.

Abstract

Present discussions on the concept of work have not always established clearly some of the
central tenets that this concept has acquired in the tradition of critical social theory which
begins with Marx. This tradition has often emphasized the relationship between work and
human emancipation. In this direction, the article adds three conceptual dichotomies to the
more traditional one of "valuation vs. disdain" of work: wide vs. reduced concept of work,
productivism vs. antiproductivism, and normative centrality vs. non-centrality of work.
From this standpoint, the articlé criticizes some commonplaces about Marx's concept of
work, and list some ways in which later Marxist traditions have develop this concept.
Specifically, Habermas' concept of work is analyzed and criticized in the last part of the
article.
Key words: work, social theory, marxism, critical theory, Marx, Habermas.

El presente artículo está parcialmente basado en la tesis doctoral La transformación del con-
cepto de trabajo en la teoría social. La aportación de las tradiciones marxistas (Noguera, 1998),
dirigida por Rainer Zoll, y que presenté en septiembre de 1998 en la Universidad Autó-
noma de Barcelona. Agradezco a la Generalitat de Catalunya la concesión de una beca de
formación de investigadores (FPI), sin la cual la realización de la misma no habría sido
posible.
142 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera

Sumario
Introducción: el concepto de trabajo La crítica de Habermas a Marx
en discusión y al concepto amplio de trabajo
Cuatro ejes teóricos para el estudio Algunas posibles implicaciones:
del concepto de trabajo ¿tiene sentido aún el concepto de trabajo?

El concepto de trabajo en Marx: u.,,. r-


^ J .Bibliografía
crítica de algunos tópicos
El concepto de trabajo en las tradiciones
marxistas posteriores

Introducción: el concepto de trabajo en discusión


Como es bien sabido, en la actualidad se desarrolla en los países capitalistas
occidentales una compleja discusión, académica y política, sobre los cambios
que se están produciendo en la realidad laboral; esta discusión incluye temas
sumamente variados, que hacen referencia al sentido del trabajo, la supuesta
«crisis de centralidad» del mismo, las formas no mercantiles de trabajo, los
cambios en el trabajo asalariado y en la organización social de la producción,
las consecuencias de esos cambios en la estructura social, las propuestas políticas
de reducción del tiempo laboral o de disociación de trabajo y renta, etc. Exis-
te ya un volumen de literatura ingente sobre el particular, y de la misma se
suele desprender un cierto consenso, a veces algo difuso, en torno a la necesi-
dad de repensar y ampliar el concepto mismo de trabajo «tal y como lo hemos
conocido».
El objetivo de este artículo no es entrar a analizar tales discusiones, sino
abordar los prolegómenos de una tarea que a mi juicio resulta previa: la de
entender las implicaciones teóricas del concepto de trabajo que subyace a las mis-
mas, y hacerlo desde la tradición de teoría social crítica que se inició con la
obra de Marx. Este análisis es lógicamente previo a estudios concretos o inves-
tigaciones empíricas sobre las cuestiones citadas, y puede servir para iluminar
algunos de los supuestos teóricos incuestionados que subyacen en muchos de
los actuales debates, así como para reinterpretar los fenómenos empíricos en
los que éstos se inspiran. En este sentido, las líneas que siguen tratan de cons-
tituir una primera aproximación a este análisis conceptual.3
Pero, ¿por qué abordar esa tarea desde la teoría social de orientación mar-
xista o «marxiana»? Hay dos razones para ello: en primer lugar, porque se trata
de la tradición teórica que más decididamente se inspira en valores emanci-

2. Una panorámica general y reciente de estos debates puede encontrarse en libros como ]os de
ALONSO (1999 y 2000), BAUMAN (1998) o SENNETT (1998).
3. A este respecto, he tratado de desarrollar un análisis complementario sobre el problema
teórico de la definición del trabajo en NOGUERA (2000), y, de forma menos exhaustiva,
sobre la cuestión de la centralidad del trabajo, en NOGUERA (1997).
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68, 2002 143

patorios al servicio de una transformación social que aumente los grados de


autonomía y autorrealización de los individuos; más concretamente, se trata
de la tradición que más ha renunciado a cualquier tipo de esencialismo ahistórico
que decida de antemano sobre «la naturaleza» de un fenómeno como el tra-
bajo humano (y ello tiene implicaciones que se tratarán más abajo).
Pero también, en segundo lugar, porque la tradición marxista es una de las
menos estudiadas por lo que se refiere al tema que nos interesa: los estudios teó-
ricos e históricos sobre el concepto de trabajo casi nunca la tratan de forma sis-
temática.4 Y no se trata únicamente de que esta tradición haya sido poco estu-
diada por lo que se refiere al concepto de trabajo (algo, por cierto, bastante
paradójico para una corriente intelectual que se basa en gran parte en ese con-
cepto); hay que decir también que se trata de la peor estudiada: los prejuicios, tópi-
cos, lugares comunes y lecturas de segunda mano —sobre todo en Marx— se
han extendido sobremanera en la literatura sobre el concepto de trabajo.
Quizá sea necesario aclarar que cuando se habla de «marxistas», normal-
mente se incluyen dentro del término escuelas, corrientes de pensamiento y
autores muy diversos entre sí e incluso opuestos en muchos sentidos. Desde
luego, es de rigor el diferenciar entre Marx y los marxistas posteriores que decí-
an inspirarse en él, pero también el distinguir entre diversas clases de marxis-
mo. En este sentido, las aportaciones más interesantes para el análisis del con-
cepto de trabajo provienen sin duda de lo que Perry Anderson (1973, 1976) o
Martin Jay (1984) han denominado «marxismo occidental», como tradición
contrapuesta a las versiones más «ortodoxas» y doctrinarias del marxismo. Son
los «marxistas occidentales» quienes han desarrollado visiones y elaboraciones
críticas y originales respecto de la obra de Marx, sin haberla fosilizado como
un conjunto de «recetas» intelectuales «listas para el uso».
En definitiva, lo que las tradiciones marxistas y críticas han puesto sobre
la mesa de modo harto fructífero es un aspecto relegado (e incluso a veces igno-
rado) en algunos de los debates contemporáneos: la cuestión de las relaciones
entre el trabajo y la libertad humana', este problema plantea una serie de pre-
guntas conectadas entre sí: ¿puede el trabajo ser una actividad generadora de sen-
tido?; ¿va la lógica del trabajo más allá de la racionalidad instrumental o se
agota en ella?; ¿hasta dónde puede retroceder, ontológicamente hablando, la
cosificación en las prácticas de trabajo? Estas son las cuestiones cruciales que
estructuran el debate de fondo entre dos importantes pensadores que mantie-
nen posiciones opuestas a este respecto: Marx y Habermas. Pero antes de refe-
rirnos con más detalle a esta discusión, conviene explicitar las coordenadas de
análisis de las que se parte.

4. Por poner sólo dos ejemplos bastante conocidos de entre la literatura sobre el concepto de
trabajo, ni el estudio clásico de A. TlLGHER (1929) ni el más moderno de H. APPLEBAUM
(1992) dedican mucho espacio a las tradiciones marxistas y/o críticas. Una excepción par-
cial es la obra enciclopédica de Antimo NEGRI (1980-1981). En España, el reciente traba-
jo histórico de Fernando DíEZ (2001) —por lo demás excelente— se limita a los orígenes
del concepto moderno de trabajo en el Siglo de las Luces.
144 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera

Cuatro ejes teóricos para el estudio del concepto de trabajo


Con objeto de guiarnos a través de la discusión sobre el concepto de trabajo,
podemos definir cuatro ejes teóricos o conceptuales que sirvan para clasificar
y estudiar las diversas posturas teóricas al respecto:

a) El eje valorización versus desprecio del trabajo


Sin duda es éste el eje más tradicionalmente estudiado, de tal modo que se ha
convertido en la perspectiva dominante en casi todos los estudios históricos
sobre el concepto de trabajo.5 Este eje, como su propio nombre indica, se refie-
re a si el trabajo es dignificado y revestido de valor social y cultural positivo o
si, por el contrario, es despreciado como una actividad innoble; y esas dos pos-
turas, la de valorización y la de desprecio, reflejan las visiones contrapuestas
que dominaban, respectivamente, en las sociedades modernas y en las anti-
guas. El grado extremo de valorización del trabajo podemos definirlo como
glorificación del mismo: glorificar el trabajo sería constituirlo en fuente de todo
bien y de todo progreso humano; normalmente tal creencia viene acompaña-
da de un canto retórico o poético que elogia las virtudes de todo tipo que
acompañan a la actividad laboral en general. Ejemplos de glorificación del tra-
bajo serían los discursos de algunos predicadores protestantes como Baxter o
Wesley, que inspiraron la moderna «ética del trabajo» del capitalismo indus-
trial, o las ideas al respecto de Benjamín Franklin, que la aplicaban a la per-
fección,6 o las de filósofos y hunmanistas renacentistas como Bacon y Buonarotti,
moralistas Victorianos como Thomas Carlyle, o novelistas como Conrad, Víc-
tor Hugo, Zola o Tolstoi.
El eje valorización versus desprecio del trabajo constituye ya, por tanto, un
camino muy trillado y tradicional para estudiar el concepto de trabajo. Además,
tomar este eje como central en tal estudio conduce con frecuencia a no dis-
criminar suficientemente entre los diferentes tipos de valoración o desprecio
del trabajo que se pueden dar, y entre los diferentes motivos y filosofías que
los impulsan (así, el liberalismo burgués y el socialismo suelen ser clasificados
en una misma categoría de «valorizadores» del trabajo, haciendo abstracción
de todas sus diferencias al respecto). Se hace necesario por tanto buscar otros
ejes teóricamente más relevantes para los objetivos propuestos. Concretamen-
te, la adopción de otras tres dicotomías puede resultar fructífera.

5. Por seguir con los ejemplos ya mencionados en la nota 4, tanto el estudio de Adriano TlL-
GHER, Homo faber, como el de Herbert APPLEBAUM, The Concept of Work, se estructuran
básicamente en torno a esta dicotomía teórica. Otros ejemplos son los de ANTHONY (1977),
ARENDT (1958), BATTAGLIA (1951 y 1973), DE GRAZIA (1962), JACCARD (1960), KWANT
(1960) NAREDO (1977 y 1997), PIEPER (1952) o TRANQUILLI (1979).
6. Y que por tal motivo fueron citadas por clásicos como MARX (1872) o WEBER (1904-05).
Véase también, sobre el nacimiento y la consolidación de la «ética del trabajo», el excelen-
te estudio de RODGERS (1978).
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68, 2002 145

b) Concepto amplio versus concepto reducido de trabajo


Denominaremos concepto amplio de trabajo al que considera que una activi-
dad laboral puede tener recompensas intrínsecas a la misma, y que por tanto
el trabajo no necesariamente consiste en una actividad pura y exclusivamente
instrumental, sino que puede ser —al menos parcialmente— autotélica (tener
en ella misma su propio fin).7 Por el contrario, un concepto reducido de traba-
jo sería aquél que sólo considera posibles recompensas extrínsecas a la activi-
dad en cuestión (recompensas que pueden tomar formas muy distintas: dine-
ro, supervivencia, reconocimiento social, salvación religiosa, etc.); según el
concepto reducido, el trabajo es una actividad puramente instrumental, que
no puede dar lugar a autorrealización personal alguna, y que supone necesa-
riamente una coerción para la libertad y la autonomía del ser humano.
Las implicaciones de este eje conceptual pueden advertirse mejor si ofre-
cemos una definición teóricamente más elaborada del mismo a partir del cua-
dro 1.

Cuadro 1. Conceptos de trabajo en relación con las dimensiones de la acción.


Dimensiones Criterios de validez Aplicación al trabajo Conceptos
de la acción de trabajo
Cognitivo- Eficacia y eficiencia Producción o creación
instrumental de valores de uso
Trabajo como deber Reducido
Práctico-moral Adecuación social o disciplina
normativa coercitiva
Trabajo como medio r^A"4*
i ' ^ *
de solidaridad social / ,' >S > * ; Amplio
í ^ ",-i-j '
Estético- Autenticidad Autoexpresión y/o
expresiva autorrealización ' •>/? í* '

en el trabajo

En este cuadro observamos tres dimensiones posibles de la acción —ins-


piradas en la obra de Jürgen Habermas (1981)—, con sus respectivos criterios
de validez, y la posible aplicación que podrían tener a la acción humana espe-
cífica que es el trabajo:

a) La dimensión cognitivo-instrumental consistiría en la búsqueda de resulta-


dos según criterios de eficacia o eficiencia; aplicada al trabajo, correspondería
a la producción o creación de valores de uso.

7. El concepto de actividad autotélica procede de Aristóteles (está conceptualmente implica-


do en su distinción entre praxis y poíesis), y ha sido recuperado y aplicado al trabajo por
autores contemporáneos como ELSTER (1989) o CSIKZENTMIHALYI (1975, 1990).
146 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera

tí) La dimensión práctico-moralCorresponde a los aspectos significativos y al sen-


tido social y moral que tiene toda acción, y se regiría por criterios de correc-
ción o adecuación moral y social; aplicada al trabajo, puede manifestarse,
a grandes rasgos, de dos maneras: concibiendo el trabajo como deber social
o disciplina coercitiva (como la «ética del trabajo» tradicional), o bien enten-
diéndolo como medio de solidaridad social y de creación de vínculos socia-
les; puede observarse que, en el primer caso, tenemos una concepción del
trabajo que tiende más hacia la racionalidad cognitivo-instrumental,8 mien-
tras que en el segundo se abriría el campo para un tipo de racionalidad
autónoma respecto de la instrumental, y orientada en un sentido más comu-
nicativo en términos habermasianos.

c] Por último, la dimensión estético-expresiva abarcaría los aspectos de auto-


expresión y autorrealización que puede contener la acción humana, y que
estarían regidos por criterios de autenticidad; aplicándolos al trabajo, éste
sería entendido como un medio de autorrealización personal.

Pues bien, una definición teóricamente más elaborada del concepto amplio
de trabajo sería la siguiente: el concepto amplio es el que abarca las dimensio-
nes de la acción que van más allá de la racionalidad instrumental, esto es, el
que puede considerar el trabajo no sólo como producción instrumental de
valores de uso, sino también, a1 mismo tiempo, como medio de solidaridad
social y de autorrealización personal; el concepto amplio tiende a incorporar así
las tres dimensiones o racionalidades que pueden estar presentes en la acción
humana: cognitivo-instrumental, práctico-moral y estético-expresiva. El con-
cepto reducido, por el contrario, sólo podría considerar el trabajo bien como
acción instrumental destinada a la producción de valor de uso, bien como
deber social o disciplina coercitiva; en ambos casos, el concepto reducido supo-
ne que el trabajo no puede dar lugar a ningún potencial de autonomía ni de
autorrealización individual.

c) Productivismo versus antiproductivismo en relación con el trabajo


Otro eje que puede considerarse relevante para estudiar el concepto de tra-
bajo en la teoría social es el que opone una posición productivista a una anti-
productivista. No cabe duda de que la palabra productivismo puede tener sen-
tidos muy diversos, y se hace necesario por tanto detallar a cuáles de ellos nos
referimos. Concretamente, cabe considerar que una concepción del trabajo
es productivista cuando se basa en alguno de los siguientes supuestos teóri-
cos:

HABERMAS (1981, I: 292 s.) o ZOLL (1991) han mostrado cómo la «ética del trabajo» que
provino del protestantismo era en el fondo una manifestación harto acabada de racionali-
dad instrumental.
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68, 2002 147

a) Asume la producción de bienes económicos como una finalidad en sí misma


o prioritaria sobre cualquier otra (esto es, persigue «la producción por la
producción»).

¿>) Equipara toda actividad humana con la producción económica o conside-


ra que ésta es el «modelo» o «paradigma» para entender aquélla.

c) O bien considera las actividades mercantiles como único modelo posible


y/o deseable de producción de bienes y servicios.

Un concepto de trabajo se inscribe, por tanto, en una óptica productivis-


ta cuando se considera el trabajo y la producción, en sí mismos, como fines
compulsivos de la existencia humana, o cuando se toma un modelo «laboral»
de acción como punto arquimédico de la existencia humana, o cuando se redu-
ce el trabajo únicamente a la realización de actividades económicas valorables
en términos mercantiles; y sería antiproductivista cuando no realiza tales supo-
siciones. Nótese, a este respecto, que no cabe confundir «producción» y «pro-
ductivismo»: la producción material siempre será necesaria y básica para cual-
quier sociedad; el productivismo, la producción por la producción sin importar
los objetivos, la glorificación de la producción como tal, es un fenómeno cul-
tural y social específico de una determinada etapa histórica.

d) Centralidad versus no centralidad del trabajo


Por último, otro eje relevante es el que opone la «centralidad» a la «no centra-
lidad» del trabajo. ¿Qué se quiere decir con la expresión centralidadl No se
habla aquí de centralidad del trabajo en el sentido obvio o trivial de que el tra-
bajo es necesario para la supervivencia, sino en el sentido, menos evidente, de
centralidad social y culturaf. ésta tiene que ver con hasta qué punto constitu-
ye el trabajo una instancia básica que estructura las instituciones sociales y la vida
de los individuos. Hay que distinguir claramente, entonces, entre la necesidad
material del trabajo y su centralidad social y cultural. El trabajo siempre será
«central» en cuanto necesidad material para la subsistencia del género huma-
no; en este sentido, hablar de «centralidad» del trabajo no es más que una pero-
grullada. Y a este respecto cabe recordar el famoso pasaje de Marx en una de sus
cartas a Kugelmann: «Cualquier niño sabe que toda nación se derrumbaría si
cesara el trabajo, no digo durante un año, sino aunque no fuese más que duran-
te algunas semanas» (Marx, 1868: 180). Ahora bien, también es cierto que el
trabajo puede ocupar, social y culturalmente, un lugar más o menos «central»
en la vida de los individuos y de la sociedad a la que pertenecen; sólo en la
época moderna ha llegado el trabajo a ocupar tanto tiempo y a tener tanta

9. Tampoco cabe confundir producción y trabajo, pero no hay espacio aquí para analizar a
fondo esta distinción. Véase, al respecto, NOGUERA (2000).
148 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera

importancia en las vidas de los seres humanos, y no es descabellado esperar


que tal situación no sea eterna.
En segundo lugar, conviene distinguir también entre centralidad descrip-
tiva y centralidad normativa del trabajo. La centralidad descriptiva se refiere a
la constatación, como una cuestión de hecho, de que el trabajo tiene ese pues-
to central en la existencia (se trataría, en el fondo, de una versión más de la
discusión sobre el teorema de la base y la superestructura, o del debate entre
idealismo y materialismo, pero hoy aplicado a la vigencia o la crisis de la «socie-
dad del trabajo»). La centralidad normativa, por su parte, se refiere a la cues-
tión política y ética de si el trabajo debe tener esa importancia sociocultural, y
de si debe existir un vínculo claro entre trabajo y beneficios sociales diversos
(ingresos, supervivencia, ciudadanía, estatus, etc.). Esta última —la centrali-
dad normativa— es la que parece más relevante para los objetivos propuestos,
dado que sus consecuencias teóricas y políticas sobre el concepto de trabajo
son mayores que la de una simple constatación empírica y/o descriptiva sobre
la centralidad del mismo (por ejemplo, quienes suscriben esta centralidad nor-
mativa rechazarán la posibilidad de una renta básica garantizada o incondi-
cional, independiente del trabajo, y favorecerán alguna versión de la «ética del
trabajo» moderna). Así, una concepción de la ciudadanía será «trabajocéntri-
ca» cuando asocie normativamente al trabajo la obtención de beneficios socia-
les como los ingresos económicos, la subsistencia material, el prestigio social,
etc. Por el contrario, se prescinde de la centralidad normativa del trabajo cuan-
do se aboga por una disociación entre trabajo y subsistencia, u otro tipo de
beneficios.
Los tres últimos ejes que se han definido pueden aplicarse a los principales
autores de diversas tradiciones de teoría social marxista o postmarxista —y, en
general, al conjunto del pensamiento social—, que traten con alguna amplitud
y relevancia del concepto de trabajo. En el cuadro 2 pueden observarse algunos
resultados parciales de este análisis (incluimos también, a título indicativo y
ejemplificador, a algunos autores o corrientes de pensamiento no situados en
las tradiciones marxistas o críticas).
Evidentemente, carecemos de espacio aquí para entrar en una fundamen-
tación detallada de la clasificación de cada autor en el cuadro.11 Pero lo que sí
cabe advertir, de entrada, es que los tres nuevos ejes teóricos que se han definido
funcionan de forma independiente conceptualmente hablando, por ejemplo:
es posible defender el concepto amplio de trabajo tanto desde ópticas pro-
ductivistas como antiproductivistas; es posible estar a favor de la centralidad
normativa del trabajo tanto asumiendo el concepto amplio como el reducido;
es posible partir de un punto de vista antiproductivista tanto si se está a favor
como en contra de la centralidad normativa del trabajo, etc. La combinación
de estos tres ejes permite una mirada renovada a las maneras como el concep-

10. Véase SAHLINS (1974) o THOMPSON (1967) para corroborar la ausencia de centralidad del
trabajo en épocas premodernas.
11. Puede encontrarse esa justificación en NOGUERA (1998).
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68, 2002 149

Cuadro 2. Conceptos de trabajo en el pensamiento social.


Concepto reducido Concepto amplio

Productivista No productivista Productivista No productivista


A. Smith y «Primer» Gorz Hegel J. Elster
economistas S. Brzozowski W. Morris
burgueses Ideología de la J. Ruskin
Etica protestante «alegría en el Ch. Fourier
Asumen la
y «ética del trabajo» (Joy ín T. Carlyle
centralidad
normativa trabajo» burguesa work, L. Tolstoi
K. Kautsky Arbeitsfreude)
del trabajo
A. Gramsci E. Jünger
L. Althusser Nacional-
Marxismo socialismo
soviético

F. Engels
o
Griegos antiguos K. Marx
F. Nietzsche T. W. Adorno
P. Lafargue M. Horkheimer
No asumen G. Lukács «Primer» Marcuse
la centralidad H. Arendt C. Castoriadis
normativa J. Habermas A. Heller
del trabajo «Ultimo» Gorz G. Markus
Marcuse Ph. Van Parijs
«maduro» Feminismo
marxista

to de trabajo se ha elaborado en la teoría social. Y por lo que se refiere con-


cretamente a las tradiciones marxistas y críticas, estos ejes aportan una luz
nueva en otro sentido: a poco que se observe el cuadro, se caerá en la cuenta de
que arroja un cierto cambio de perspectiva respecto a las maneras tradiciona-
les de estudiar la tradición marxista, en base a criterios como ortodoxia-hete-
rodoxia, cientificismo-humanismo, o economicismo-culturalismo (así, pode-
mos ver a autores en principio tan distintos como Habermas y Althusser
abogando ambos por un concepto reducido de trabajo, o al «heterodoxo»
Gramsci junto con los marxistas soviéticos y economistas burgueses en la asun-
ción de un concepto reducido, productivista, y favorable a la centralidad nor-
mativa del trabajo).
Una implicación especialmente significativa que se desprende del cuadro 2
es que, contra lo que piensan algunos teóricos como Habermas o Arendt, es
posible mantener una postura favorable a la pérdida de centralidad normativa
del trabajo sosteniendo al mismo tiempo el concepto amplio de trabajo. Esto
quiere decir que puede ser coherente teóricamente una postura que defienda que
ni el trabajo puede o debe ser el vínculo central de la sociedad, ni la racionalidad
instrumental tiene por qué ser la única que estructure el trabajo. Esta observa-
150 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera

ción resulta importante por cuanto casi todos los pensadores actuales que
defienden la tesis de una «crisis de centralidad» del trabajo, o simplemente del
empleo (Habermas, Offe, Gorz, Méda...), suelen asumir un concepto reduci-
do de trabajo como algo que se infiere y se deduce de esa posición, con lo que
nos abocan a una estrategia basada únicamente en la liberación «del» trabajo,
y no tanto «en» el trabajo. Y viceversa, quienes defienden que el trabajo debe
seguir siendo algo central en las vidas de los individuos y de cara a la cohesión
social, lo suelen hacer muchas veces desde un concepto amplio de trabajo,
como actividad necesaria para el reconocimiento social, la autoestima o la auto-
rrealización, cuando no necesariamente ambas cosas van lógicamente ligadas.
Digámoslo aún más claro: una estrategia política que busque reducir la cen-
tralidad social del trabajo no tiene por qué apoyarse en una imagen puramente
instrumental y degradante del mismo.
Como se ha dicho, no vamos a entrar a detallar aquí las posturas de cada uno
de los teóricos que aparecen en el cuadro, pero sí haremos algunas observa-
ciones generales sobre algunos de ellos, centrándonos más específicamente en
dos pensadores que ejemplifican respectivamente la defensa de un concepto
amplio y de uno reducido de trabajo: Karl Marx y Jürgen Habermas.

El concepto de trabajo en Marx: crítica de algunos tópicos


Sostendré a continuación que la obra de Karl Marx constituye una defensa de
un concepto amplio de trabajo, esto es, que admite que éste tiene potenciales
de autonomía y autorrealización, y no lo reduce a pura actividad instrumental
o a una disciplina social o psicológica coercitiva. El concepto de trabajo de
Marx es también antiproductivista y no asume la centralidad normativa del
trabajo en la sociedad (es decir, aboga por la disolución del vínculo entre tra-
bajo y supervivencia). Resultan, por tanto, incorrectos algunos tópicos que
han ido extendiéndose sobre la postura de Marx respecto del trabajo:

a) En primer lugar, la postura de Marx no constituía en absoluto una glorifi-


cación del trabajo, como creen autores como Arendt (1958), Baudrillard
(1973), Habermas (1968b y 1985), Jaccard (1960), Méda (1995), Nare-
do (1977y 1987), o Tilgher (1929): el trabajo es la precondición material
de la existencia humana, pero eso es una constatación empírica para Marx,
y de ahí no se deriva que el trabajo sea fuente de toda riqueza (ver Marx,
1872: 53 y 1875: 13), de toda moral o de todo progreso. No encontramos
nunca en la obra de Marx cantos elegiacos como los de los pensadores libe-
rales o los predicadores protestantes. Tampoco se entiende el trabajo, en
Marx, como la esencia del ser humano: éste no es homo fabersino animal
social (1872: 397), su socialidad es lo que determina su naturaleza y no al
revés; es la praxis—entendida como un actuar por el que se va constru-
yendo el mundo—, y no el trabajo —que sería una forma específica de
praxis—, lo que define al ser humano y le diferencia de otras especies ani-
males.
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68, 2002 151

b) En segundo lugar, Marx no adopta una postura productivista, como sí hacía


el pensamiento liberal y burgués de su época (y contra lo que afirman An-
thony 1977; Baudrillard, 1973; Méda, 1995, o Naredo, 1987). Es indudable
que Marx, como la totalidad de pensadores y científicos sociales de su época,
no advertía, con la claridad con que hoy lo hacemos, ni la imposibilidad
de un desarrollo indefinido de las fuerzas productivas, ni las implicaciones
de la destrucción de recursos naturales agotables. Pero también lo es que
para Marx la producción económica nunca se planteó como un fin en sí
mismo (1857-58, I: 362; 1872: 99, 596, 770-71); por el contrario, la prio-
ridad para él era el desarrollo humano, de tal manera que el ser humano
domine y controle la producción, en vez de verse controlado por ella:
mediante un afortunado juego de palabras, Marx solía despreciar el goce
de la acumulación para oponerlo a la acumulación de goces (1861-63: 283),
en un giro casi hedonista. Su actitud claramente favorable hacia la reduc-
ción de la jornada laboral y el aumento del tiempo libre documentan tam-
bién su antiproductivismo (1872: 379 s.). En este sentido, Marx definía
la riqueza precisamente como tiempo libre y como autorrealización, no
como consumo y acumulación (1857-58, II: 147). Por último, criticaba
sin descanso el énfasis del capitalismo en lo puramente mercantil, en el
valor de cambio, relegando a un segundo plano el valor de uso de los bie-
nes producidos (1872: 282-283).

c) En tercer lugar, y sobre todo, Marx defiende el concepto amplio de trabajo. Su


concepción del trabajo incorpora las tres dimensiones de la acción que se
enumeraban más arriba: el trabajo es una actividad orientada a un fin
(dimensión cognitivo-instrumental, o teleológica), pero también es inte-
racción social y comunicación (dimensión práctico-moral, o social), así
como autoexpresión práctica del ser humano, que desarrolla en él «el libre
juego de las fuerzas vitales físicas y espirituales» (1872: 319) (dimensión
estético-expresiva). En uno u otro pasaje de su obra, Marx puede hacer
mayor o menor énfasis en cada una de estas dimensiones, pero las tres se
hallan presentes en el conjunto de sus escritos, desde los Manuscritos hasta
la Crítica del programa de Gotha.
La existencia de un concepto amplio de trabajo en la obra de Marx per-
mite además realizar algunas observaciones adicionales: un momento fun-
damental en dicha obra es la defensa de un concepto de autorrealización
activa, que puede darse a través del trabajo, y que no implica la conversión
del trabajo en «juego» (como proponían Fourier, Schiller o Marcuse), sino
que supone esfuerzo e incluso dolor, en cuanto superación de obstáculos
para el autodesarrollo de las capacidades y los potenciales humanos (Marx,
1857-58, II: 119-122; Elster, 1985 y 1989). La autorrealización no con-
siste para Marx en el mero goce pasivo o el mero consumo, sino que supo-
ne actividad y esfuerzo, y precisamente por eso puede alcanzarse por medio
del trabajo; incluso podría decirse que el trabajo libre y creativo es una de
las vías más indicadas —aunque desde luego no la única— para alcanzar
152 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera

la autorrealización. Esta idea de una autorrealización activa a través del tra-


bajo, que encontramos en Marx, concuerda con estudios psicológicos y
sociológicos contemporáneos, que muestran cómo el esfuerzo y la autosu-
peración son componentes necesari'os en la obtención de un sentimiento
de autorrealización y plenitud vital (Csikzentmihalyi, 1975 y 1990; Ronco
& Peattie, 1983; Stebbins, 1992).
Contra lo que algunos comentaristas han supuesto, la idea de un trabajo
libre no es para Marx una contradicción, sino una posibilidad histórica.
Las alusiones de Marx en el Libro III de El Capital a la diferencia entre el
reino de la necesidad^ el reino de la libertad (1894: 1043-1044) no deben
interpretarse en el sentido de que Marx estuviese oponiendo allí el trabajo
al ocio o al tiempo libre: si se contextualiza adecuadamente el famoso pasa-
je —casi siempre abstraído del hilo de la argumentación marxiana— se
advierte con claridad que lo que allí se opone es el trabajo necesario (no
libre) al plustrabajo libre', el tiempo dedicado a éste último, en la sociedad
comunista, se extendería sobremanera según Marx, como consecuencia de
la reducción del trabajo necesario posibilitada por la innovación tecnológica;
pero, en cualquier caso, el plustrabajo seguiría existiendo, en la forma de
actividades libre y conscientemente elegidas por cada individuo para desa-
rrollarse y autorrealizarse como tal.
Si se interpreta la obra de Marx desde estas coordenadas, resulta enton-
ces inevitable concluir que ésta mantiene una clara continuidad en la defen-
sa del concepto amplio de trabajo. De hecho, la dicotomía alienación-obje-
tivación (1844b) ya implica la idea de un trabajo libre o desalienado: el
trabajo es actividad objetivadora, productora de mundo, pero no por ello
debe ser actividad necesariamente alienada. La libertad no está, para Marx,
exclusivamente fuera del trabajo, sino, entre otras instancias, en el trabajo no
alienado. Y esta concepción es también la que separa a Marx, no sólo del con-
cepto reducido de trabajo típico entre los economistas burgueses de su
época, sino también de la concepción desvalorizada y elitista que del trabajo
tenían los pensadores de la antigüedad (ejemplificada por ejemplo en Aris-
tóteles) : para Marx es en la praxis real y material —que incluye el trabajo—
donde debe darse la buena vida y la liberación, y no sólo en la política, el len-
guaje, el pensamiento o el arte, como creía Aristóteles (o como defienden,
siglos más tarde, Habermas o Arendt).

d) Por último, cabe añadir a todo lo anterior que Marx no asume la centrali-
dadnormativa del trabajo', en textos tan alejados temporalmente como son
La ideología alemana y la Crítica del programa de Gotha defiende que la sub-
sistencia no debe estar ligada al rendimiento laboral en la sociedad comu-
nista, sosteniendo así un principio de justicia distributiva igualitarista (y
no meritocrático, como el que supuestamente regiría en la sociedad bur-
guesa, según la ideología dominante en la misma): «la diferencia en cuan-
to a las actividades, a los trabajos, no justifica ninguna desigualdad, nin-
gún privilegio en cuanto a la posesión y al goce» (Marx y Engels, 1845:
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68, 2002 153

580). El conocido lema «de cada cual según su capacidad, a cada cual según
sus necesidades» evidencia a las claras esta concepción; no en vano teóri-
cos contemporáneos como Philippe Van Parijs (1995) han considerado la
propuesta de una renta básica garantizada independiente del trabajo como
una vía para hacer realidad aquel principio.
En definitiva, cabe decir que este concepto amplio, no productivista y
que no asume la centralidad normativa del trabajo es una de las aporta-
ciones más originales de la obra de Marx.

El concepto de trabajo en las tradiciones marxistas posteriores


La obra de Marx, debido a su complejidad y dispersión, y a los avatares histó-
ricos de su publicación, daba pie para interpretaciones diversas e incluso con-
tradictorias respecto del concepto de trabajo que utilizaba. ¿Podía el trabajo,
en su concepción, ser «libre» y «desalienado», o la libertad y la autorrealiza-
ción humanas estaban por naturaleza más allá de la esfera del trabajo como
tal? En la sección anterior se ha intentado argumentar que la primera alterna-
tiva es más fiel a la letra y el espíritu de la obra de Marx, y que las interpreta-
ciones en otro sentido encuentran notorias dificultades. Sin embargo, en el
pensamiento marxista posterior a Marx no ha sido infrecuente optar por una
u otra de tales posiciones, dando lugar así a lo que podríamos considerar como
dos corrientes o «tradiciones teóricas» distintas en cuanto a la concepción del
trabajo (independientemente de otras divisorias teóricas que a buen seguro
podrían clasificar a los autores marxistas o neomarxistas). Así, quienes acep-
tan la dicotomía «trabajo alienado / trabajo libre» como propia del marxismo
estarían implicando un concepto amplio de trabajo (que va más allá de la pura
instrumentalidad y hace posible la liberación en el trabajo), mientras que quie-
nes consideran que el trabajo es intrínsecamente alienante de por sí, adoptarían
un concepto «reducido» de trabajo, limitándolo a su aspecto instrumental o
teleológico (y dejando como único objetivo político al respecto la liberación
del trabajo).
Esta complejidad en el tratamiento posmarxista del concepto en cuestión
(apreciable por ejemplo en el cuadro 2, suprá) puede servir para matizar la afir-
mación de Berki de que el concepto amplio ha sido la tónica dominante en el
marxismo: «Los marxistas siempre han creído [...] que el trabajo como la más
alta actividad genérica del hombre es, de hecho, una forma de satisfacción»
(1979: 54). Esta afirmación requiere, como poco, de una relativización. En
muchos autores marxistas el concepto de trabajo reducido se advierte no sólo
explícitamente, sino también implícitamente por la completa ausencia de cual-
quier alusión a temas básicos en Marx, como son los de la autorrealización a tra-
vés del trabajo, el libre desenvolvimiento del individuo, la alienación, etc. Es cier-
to que muchos de ellos no conocían aún textos de Marx como los Manuscritos
o los Grundrísse, pero eso en modo alguno se puede aplicar a todos. Los auto-
res que asumen el concepto reducido, además, pueden dividirse en dos campos:
los que además adoptan una visión productivista en alguno de los sentidos que
154 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera

se definieron y los que, por el contrario, tienen un punto de vista antipro-


ductivista. En el primer grupo encontramos a Engels, los diversos «marxismos
ortodoxos», Gramsci y Althusser; en el segundo, a Lafargue, Lukács, Gorz, el
Marcuse «maduro» y Habermas.
En general, la defensa de un concepto reducidoproductivista tiene que ver con
intereses políticos de disciplinamiento industrial, en aras del desarrollo de las
fuerzas productivas como precondición para el socialismo; ello se advierte cla-
ramente en Gramsci, cuando en sus fragmentos sobre el «americanismo» y el
fordismo aboga claramente por la taylorización y el parcelamiento del traba-
jo (véase Gramsci, 1932-35), sin detenerse en sus aspectos deshumanizado-
res, como sí hizo, por ejemplo, en la misma época, Lukács. En cuanto a los
autores que defienden el concepto reducido antiproductivista, ello suele tener
que ver con una idea de la autorrealización y la libertad mucho más exigente
y utópica que la de Marx, quien como vimos suscribía una idea de autorrea-
lización activa que supone esfuerzo: así, Lafargue (1880), Lukács (1923) o
Marcuse (1955) se acercan a concepciones filohedonistas y esteticistas que
sólo considerarían posible la autorrealización como algo basado en la aboli-
ción de la objetividad misma —no únicamente de la alienación—; mientras que
Gorz (1980 y 1988) o Habermas (1983, 1984a y 1984b) toman como inevi-
table el actual grado de complejidad social que hace sumamente improbable
la realización personal en trabajos pautados y mecanizados, deduciendo de
ahí que el trabajo debe quedar reducido a su componente puramente instru-
mental.
Otros autores situados dentro de la tradición marxista y crítica, sin embar-
go, han mantenido el concepto amplio y antiproductivista elaborándolo y desa-
rrollándolo más allá de Marx: Adorno (1951: 129; 1966 y 1969) y Horkhei-
mer (1934 y 1947), el Marcuse «joven» (1933), Castoriadis (1975), Heller
(1970), Markus (1986), los marxistas analíticos (Elster, 1989; Van Parijs, 1995)
y algunas feministas marxistas, como por ejemplo Maria Mies (1986), han
intentado explorar los sentidos y las potencialidades que el concepto amplio
de trabajo tenía en Marx, o simplemente han asumido ese concepto, con diver-
sos grados de implicación. Así, los «padres» de la Escuela de Frankfurt siem-
pre supusieron que en una sociedad racional, no dominada por la lógica de la
razón instrumental, el trabajo cambiaría totalmente el sentido alienante y
embrutecedor que era su tónica habitual en el capitalismo; se desmarcaron de
la «ética del trabajo» burguesa como algo basado en la racionalidad instru-
mental, y abogaron claramente por la no centralidad del trabajo en la vida.
También autores como Cornelius Castoriadis o Gyorgy Markus defendieron un
concepto amplio y antiproductivista, con la peculiaridad de que iban incluso
más allá de Marx en este empeño, sosteniendo que la obra de éste último peca-
ba de esencialismo al utilizar conceptos tales como «trabajo necesario» o «exi-
gencias técnicas» de la producción; para estos autores no habría separación
entre técnica y cultura, sino que la primera —así como las propias «necesida-
des»— sería siempre una construcción sociohistórica, y por tanto las fronte-
ras de la cosificación podrían retroceder incluso más allá de lo imaginado por
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68, 2002 155

Marx o, como mínimo, ser más maleables de lo que él pensaba. Otras corrien-
tes como el marxismo analítico han puesto también énfasis en el concepto
amplio al estudiar las posibilidades de autorrealización a través del trabajo (Els-
ter), y han explorado en toda su magnitud la idea de abolir la centralidad social
del mismo instaurando una renta básica que disocie la subsistencia de cual-
quier contraprestación laboral (es el caso de Van Parijs). Por último, feminis-
tas marxistas como Mies (1986) han intentado extraer las implicaciones del
concepto amplio de trabajo para su aplicación no productivista a los trabajos
de las mujeres, y a la lógica específica de los mismos.

La crítica de Habermas a Marx y al concepto amplio de trabajo


El «fin del paradigma de la producción» y el trabajo como acción instrumental
Pero sin duda el desafío teórico más elaborado al que se ha enfrentado el con-
cepto amplio de trabajo de Marx ha sido el de Jürgen Habermas. Como es
bien sabido, Habermas acusa a la teoría de Marx de estar encerrada en el para-
digma de la producción y en la filosofía de la conciencia que ha atenazado al
pensamiento social moderno. La teoría habermasiana de la acción comunica-
tiva (1981) consistirá básicamente en la sustitución de dicho paradigma, con-
siderado ya caduco, por el paradigma de la comunicación. Podemos esquema-
tizar el argumento de Habermas como sigue:12 el paradigma de la producción
parte del modelo de un actor aislado que se enfrenta teleológicamente —es
decir, buscando el éxito en la consecución de sus objetivos o finalidades— con
un mundo externo «objetivo», ya sea éste social o natural. Es este modelo el
que lleva a Marx, según Habermas, a conceptualizar la categoría de trabajo
como la esencial para el proceso de hominización —por el cual la especie huma-
na se diferencia del resto de especies animales—: el ser humano es, ante todo,
homo faber, ser que se enfrenta al mundo y lo transforma instrumentalmente
según sus deseos. Pero esta antropología filosófica, afirma Habermas, es reduc-
cionista: deja de lado otra dimensión esencial para la constitución de la espe-
cie humana como tal, cual es la de la interacción social, y más concretamente la
de la comunicación y el lenguaje. Tanto uno —trabajo— como otra —comu-
nicación— son esenciales para la autorreproducción del ser humano y de la
sociedad (Habermas, 1976: 136 s.). Marx reduciría así toda la praxis social a
trabajo social, sin advertir que en las interacciones lingüísticas existen poten-
ciales no reducibles sin más al tipo de actividad teleológica que domina en la
esfera del trabajo.
Si el trabajo es para Habermas el modelo de acción del paradigma de la
producción, esto quiere decir que se ve reducido a un carácter puramente tele-
ológico, esto es, a su dimensión cognitivo-instrumental. En la teoría de Haber-
mas, por tanto, el concepto de trabajo sufre la amputación de sus componen-
t
12. En otro lugar he tratado de exponer con más detalle la crítica de Habermas a los supues-
tos antropológicos de Marx (Noguera, 1996).
156 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera

tes práctico-morales y estético-expresivos. Dicho en otros términos, Haber-


mas opta con claridad y vehemencia por un concepto «reducido» de trabajo. Ya
en obras como Ciencia y técnica como «ideología», o Conocimiento e interés
(ambas de 1968), y al hilo de su famosa distinción entre trabajo e interacción,
Habermas definía «trabajo» como una categoría analítica de acción, que venía
a equipararse a la acción instrumental, considerando además que tal identifi-
cación estaba implícita en la teoría de Marx. Si la acción instrumental se con-
vierte en modelo categorial, argüía Habermas, la liberación sólo se podía espe-
rar en esa dimensión, esto es, como desarrollo de las fuerzas instrumentales,
productivas, del trabajo, y como control técnico del mundo.

¿Se han «agotado los potenciales utópicos del trabajo»?


Pero Habermas, en ensayos posteriores (1983, 1984a, 1984b y 1985) va más
allá en su ataque al concepto amplio de trabajo, y lo hace descalificando como
trasnochada la concepción «romántica» o «expresivista» de autorrealización de
la esencia humana a través del trabajo. Para dar cuenta de la liberación de los
potenciales humanos, «ya no puede bastar el modelo de la actividad artesanal»
(1984a: 407). El concepto de trabajo que se utiliza en sociología y en filosofía
está ya (afortunadamente según Habermas) «purificado de todo contenido nor-
mativo» y «jubilado de su papel de fuerza impulsora emancipatoria» (ibídem).
La reducción histórica de la jornada laboral y la decreciente importancia del
trabajo en la vida hablarían también a favor de esa tesis. Para Habermas, si
abandonamos el modelo expresivista, entonces «toda la problemática se redu-
ce a una [...] bien modesta medida de política social, a saber: a una humani-
zación del mundo del trabajo» (ibídem: 408). Lo que Habermas quiere decir,
en el fondo, es que el trabajo se reduce únicamente a operaciones técnicas,
mientras que todo lo que las rebase constituye ya el reino de la comunicación.
La alienación, para Habermas, sólo tiene ya sentido combatirla en la comu-
nicación, en aquellas situaciones que impliquen «comunicación sistemática-
mente distorsionada», y no en el trabajo como tal. No es la actividad laboral
como tal la que puede «desalienarse», sino, en todo caso, su organización comu-
nicativa.
Todo esto es coherente con lo que afirmará también el autor en su Teoría
de la acción comunicativa (1981), al hilo de la distinción entre el «sistema» (o
ámbitos regulados por medios de intercambio impersonales y que funcionan
independientemente de las orientaciones de acción de los individuos) y el
«mundo de la vida» (un mundo práctico y con sentido que no puede funcio-
nar independientemente de las orientaciones de acción de los seres humanos).13
En este contexto, el trabajo aparece confinado en el subsistema económico
(una parte del sistema, junto con el subsistema político-administrativo). El sis-

13. Puede verse NOGUERA (1996) o VALLESPlN (2001) para dos resúmenes de las implicacio-
nes de estos conceptos en la obra de Habermas.
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68, 2002 157

tema es el que lleva a cabo la reproducción material del mundo de la vida, y


dentro de esa reproducción material está el trabajo social, que incluye, parece
ser, únicamente el trabajo pagado (Fraser, 1986).
Para el autor, la moderna automatización del proceso de trabajo y su con-
figuración como una institución «sistémica», el trabajo mecanizado, el taylo-
rismo, etc., habrían privado de sentido a la actividad laboral como algo crea-
tivo y autorrealizador, y por ello no hay que buscar ya en ella potencial
emancipatorio alguno, sino aceptar lisa y llanamente la exclusividad del aspec-
to técnico-económico. Y no parece que Habermas lamente en exceso esa con-
figuración del proceso de trabajo en términos sistémicos, sino que, bien al con-
trario, considera al mercado de trabajo en cuanto tal, y a la organización
«científica» del proceso de trabajo, como un «logro evolucionario», al desco-
nectar la reproducción material del mundo de la vida de un medio tan preca-
rio e incierto como la comunicación.
Para entendernos: según Habermas, la complejidad y la diferenciación
social de las sociedades modernas hacen inevitable la alienación en el proceso de
trabajo. La creciente complejidad y diferenciación interna del proceso de tra-
bajo en la sociedad moderna hace ya imposible, según Habermas, imaginar
ningún tipo de «reconciliación» entre el trabajador y su producto, tal y como
románticamente esperaba Marx. Políticamente, esto implica que la vía posi-
ble de emancipación no es aumentar los potenciales liberadores del trabajo a
expensas de su carácter alienado, de «carga», sino reducir ese «trabajo-carga»
al tiempo mínimamente necesario para la reproducción social; esto es, no apos-
tar tanto por un trabajo crecientemente autónomo y autorrealizatorio como por
reducir el trabajo a su más pura instrumentalidad. Según sus propias palabras,
en el capitalismo tardío «el acento utópico se traslada del concepto de trabajo
al de la comunicación» (1984b: 133). Lo único que cabe esperar es, entonces,
que los imperativos sistémicos no «colonicen» regiones del mundo de la vida que
no les son «propias», pero nada habría que decir si permanecen afincados «en
su propio ámbito» de la economía y el estado.
Como afirma el autor en sus Ensayos políticos, todo esto implica «el agota-
miento de los potenciales utópicos del trabajo». Sin embargo, observemos ya
de entrada que Habermas está mezclando dos argumentos distintos: una defen-
sa del concepto reducido de trabajo, por un lado, y una crítica de la centrali-
dad normativa del trabajo en la sociedad, por otro. En efecto, a donde quiere
llegar Habermas es a la desvinculación del trabajo respecto del ingreso y la ciu-
dadanía (1984b: 129). Pero para llegar a esta conclusión de crítica de la cen-
tralidad normativa del trabajo, no es conceptualmente necesario hacer un viaje
con tantas alforjas teóricas; en concreto, no es necesaria ni la crítica al con-
cepto amplio de Marx, ni el abandono de «los potenciales utópicos del traba-
jo» (entendidos como autonomía y autorrealización); nótese, una vez más, que
Marx también estaba a favor de que el trabajo se desvinculase respecto a la sub-
sistencia de los individuos (en La ideología alemana o en la Crítica del progra-
ma de Gotha), como lo están hoy en día autores como Van Parijs (1995) sin
necesidad de adoptar el concepto reducido de trabajo.
158 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera

Crítica de la interpretación habermasiana de Marx

Hay otras razones que la que se acaba de apuntar para cuestionar la plausibi-
lidad de los argumentos de Habermas sobre el trabajo. En primer lugar, hay
que discutir la interpretación que Habermas hace del planteamiento de Marx,
y en concreto, la idea de que éste sucumbe a un «reduccionismo categorial».
Es una tesis arriesgada la de que Marx reduzca toda la praxis social a trabajo. Tal
y como ponen de manifiesto Kosik (1961) o Sánchez Vázquez (1967), la dis-
tinción entre praxisy trabajo es esencial en el marxismo. El trabajo es una
forma específica de \& praxis, pero, desde luego, no la única.14 Tal distinción
está claramente implícita en la obra de Marx, y es sólo una comprensión hege-
lianizante de la misma la que puede llevar a cabo la reducción que preocupa
a Habermas.
Contra la tesis habermasiana de que lo que hace Marx es «reducir la pra-
xisa trabajo, a la estructura de la acción racional con arreglo a fines» (1985:
274), puede oponerse no sólo el anterior argumento —que la praxis no se
reduce a trabajo—, sino también otro ligeramente distinto: que el trabajo no
se reduce en Marx a acción instrumental o «racional con arreglo a fines».
Marx no separa trabajo y comunicación: para él el trabajo humano tiene una
dimensión irreductiblemente social (véase su crítica a las «robinsonadas» de
los economistas y filósofos burgueses) e incluso comunicativa: baste recor-
dar los famosos pasajes a este respecto en su «extracto sobre James Mili»
(1844a: 290 s.).
No se pretende negar ni mucho menos que Marx asume el «paradigma de
la producción» en el sentido amplio de «autoexteriorización» de las capacida-
des humanas. Pero el no haber adoptado el «giro lingüístico» —algo difícil,
por no decir imposible, en el contexto intelectual de su época—, para nada es
equivalente a haber reducido trabajo o acción humana a actividad puramente
instrumental. Habermas lleva a cabo además una excesiva estetización del con-
cepto de trabajo en el joven Marx. Así, afirma que «El joven Marx asimila [...]
el trabajo a la producción creadora del artista, que en sus obras pone fuera de
sí sus fuerzas esenciales para volver a apropiarse después el producto en absor-
ta actitud contemplativa» (Habermas, 1985a: 84). Es ésta una visión incompleta:
ciertamente hay un componente estético en la idea del trabajo de Marx, pero
no es el único. Aquí renace el típico argumento de que Marx le atribuye una
«esencia» inexistente al trabajo humano, y que eso es lo que le permite dife-
renciar entre trabajo alienado y no alienado, y entre objetivación y alienación.
Es cierto que este esencialismo puede darse en Marx, como vimos. Pero sin
embargo el modelo de liberación a través del trabajo que Habermas le atribu-
ye es cuestionable también en otro aspecto: Marx tampoco cree posible vol-

14. SÁNCHEZ VÁZQUEZ (1967) analiza, en concreto, tres formas de praxis diferenciadas según
su objeto: la praxis productiva (trabajo), la artística y la política (que tienen como objetos
respectivos la naturaleza, los productos de una praxis anterior y lo humano-social).
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68, 2002 159

ver a la apropiación artesanal del producto, sino a una apropiación a escala


social, no individual.
De este modo, el argumento que critica el esencialismo del trabajo como rea-
lización de una supuesta «naturaleza humana auténtica», sin embargo se puede
ver acusado a su vez de adoptar el esencialismo de signo opuesto que consiste
en asumir que el trabajo es exclusiva y ontológicamente instrumentalidad, y
no puede jamás desalienarse.

El esencialismo de la postura de Habermas

Son muchos los autores que han criticado los planteamientos de Habermas
como reduccionistas, y que le han reprochado su asimilación esencialista de la
categoría de trabajo a la de racionalidad teleológica o instrumental, olvidan-
do otros potenciales de la misma, e incluso realidades históricas bien palpa-
bles que expresan tales potenciales.16 Algunos de estos autores advierten, entre
otras cosas, que el plantamiento de Habermas resulta ahistórico y esencialis-
ta, y que desgaja el trabajo de las relaciones sociales que lo envuelven, asig-
nándole a priori una naturaleza transhistórica.
En epígrafes anteriores vimos que Habermas reducía el trabajo a acción
instrumental por razones puramente teóricas o conceptuales: Habermas habla
a veces de la «racionalidad con arreglo a fines» como «inherente» al «concepto
de trabajo» (1985: 87). Pero también hemos visto que, junto al argumento
conceptual, Habermas introduce un argumento histórico-social: no es ya que,
conceptual o analíticamente, haya que separar «trabajo» de «interacción», o de
«acción comunicativa», o de «praxis»', es que el trabajo no puede ser otra cosa
que acción instrumental-estratégica debido a su configuración concreta en las
sociedades modernas. Como puede verse, existe una cierta tensión en esta dua-
lidad argumental: si la crítica de la categoría de trabajo es necesaria por razo-
nes puramente teóricas, y si todo lo que no es instrumental pertenece al ámbi-
to de la praxis, y no del trabajo, entonces no es necesario ningún argumento
histórico-social adicional. Por el contrario, si se sostiene el segundo argumen-
to, el histórico-social, cabe cuestionar entonces el primero: si el trabajo sólo
ha adquirido su carácter puramente instrumental históricamente, está fuera de
lugar el otorgarle ese carácter de forma conceptual, pues históricamente lo puede
volver a perder. En suma, la defensa de un concepto «reducido» de trabajo, si se basa

15. Habermas también afirma que «el modelo expresivista heredado por Marx, que deriva de la
transferencia de ciertos ideales estéticos a la esfera del trabajo industrial, encuentra cada vez
menos confirmación empírica en la organización de los procesos de trabajo contemporá-
neos» (1986: 214). Pero Marx nunca esperó ni pretendió hallar confirmación empírica de
ese modelo en el proceso de trabajo capitalista alienado, obviamente, luego eso no puede
ser un argumento contra él.
16. Baste citar a este respecto a HONNETH (1982), GlDDENS (1982), HELLER (1976 y 1982),
MARKUS (1982), POSTONE (1993), KEANE (1975) o EYERMAN y SHIPWAY (1981).
160 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera

en un argumento conceptual, hace innecesario y redundante cualquier argumen-


to histórico; y si se basa en un argumento histórico, entra en contradicción con
cualquier argumento conceptual. Pero el problema es que el autor parece argu-
mentar en términos conceptuales o histórico-sociales indistintamente según
el contexto. Si de entrada entiende «trabajo» como equivalente a «acción ins-
trumental», no cabría entonces hablar de «fin de los potenciales utópicos del tra-
bajo» causado por razones histórico-sociales, sino de «imposibilidad concep-
tual» de que el trabajo tenga potencial utópico alguno.
El argumento habermasiano es algo más que un argumento histórico: tiene
también un sesgo esencialista. El sistema económico de las sociedades moder-
nas viene a institucionalizar la lógica propia de la actividad laboral, la que de
alguna manera le es más «adecuada»', leí instrumental-estratégica. Si no fuera
porque están pasados de moda, uno casi espera que Habermas use aquí tér-
minos hegelianos y diga que el trabajo ha llegado ya, en las sociedades moder-
nas, a «realizar su propio Concepto». La institucionalización sistémica e ins-
trumental-estratégica del trabajo no es una contingencia histórica cualquiera para
Habermas, sino que existe una cierta exigencia interna de la misma: por eso
según el autor no es el sistema económico como tal ni el trabajo alienante lo
indeseable políticamente, sino sólo la colonización por esa lógica sistémica de
otros ámbitos sociales que no son los que «le pertenecen» por derecho propio.
En suma: o bien Habermas está dando un ilegítimo «salto de nivel» entre lo
conceptual y lo histórico-social, o bien está incurriendo en un trasnochado y
ahistórico esencialismo.

¿Es el trabajo una realidad inevitablemente «sistémica»?


Sin embargo, el «esencialismo» de la tesis habermasiana puede atenuarse del
siguiente modo: en realidad, Habermas no afirma que no haya inversión posi-
ble de la «sistemicidad» e «instrumentalidad» del trabajo y de la economía,
sino que una tal inversión, sin duda históricamente posible, constituiría sin
embargo una regresión evolutiva que se pagaría a un precio demasiado alto. No
obstante, esta última afirmación nunca queda lo suficientemente justificada
por Habermas: ¿cómo sabe que no existen otras posibilidades que la «regre-
sión» social (que habría que discutir también qué quiere decir) o la «sistemicidad»
de la economía?, ¿cómo tiene la clarividencia de poder descartar otras evoluciones
históricas? ¿No pueden concebirse cambios en las condiciones de trabajo que
empiecen a poner en cuestión el modelo «sistémico» de organización del tra-
bajo, sin por ello regresar a la edad media?
Hay argumentos más decisivos para no aceptar esta caracterización «sis-
témica» del trabajo —y de la economía en general— que hace Habermas.
Pues, en efecto, toda una serie de trabajos informales y/o no mercantiles caen
fuera de los mecanismos de integración sistémica: así ocurre con el trabajo
doméstico-familiar de las mujeres, el voluntario o social, los grupos de auto-
ayuda, la autoproducción, el autoconsumo y la autorreparación, el inter-
cambio informal de bienes y servicios, o incluso determinadas profesiones
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68, 2002 161

artísticas o intelectuales. A partir de estos fenómenos puede apreciarse que


la inadecuación de la teoría de Habermas para entender el trabajo es aún más
profunda, pues, en efecto, no se trata sólo de que «trabajo» no sea reducible
a «sistema»; se trata de que la explicación misma de la diferenciación entre
sistema y mundo de la vida se vuelve sumamente débil: la razón de esa dife-
renciación, según Habermas, estribaba en que el sistema era un modo «evo-
lucionariamente superior» de asegurar la reproducción material de la socie-
dad, mientras que la reproducción simbólica se dejaba para el mundo de la
vida. Si el sistema no intenta «extender» su lógica más allá de la reproducción
material, hacia la simbólica, no se dan patologías sociales. Pero el problema
de este planteamiento no es sólo que, como se ha dicho, haya también tra-
bajo en el «mundo de la vida»: es también que todos aquellos trabajos «infor-
males» que se dan en ese «mundo de la vida» aseguran, sin embargo, ciertos
aspectos de la reproducción material de la sociedad. La explicación de las
«ventajas evolutivas» de la diferenciación del sistema, y de la constitución de
la economía en términos sistémicos, cae por su propio peso. Habermas tiene
una visión en extremo teoricista e «idealizada» de la división de la sociedad
entre sistema y mundo de la vida. El hecho es que el trabajo, incluido el de
reproducción material, puede organizarse y se organiza tanto en términos sis-
témicos como en términos de «mundo de la vida».
La cuestión es dónde está la frontera entre la «diferenciación» de sistema y
mundo de la vida y la «colonización» y «cosificación» del segundo a manos del
primero. El trabajo industrial alienado que analizó Marx no sería más que un
caso de esta «colonización». Pero Marx, al creer que superando el capitalismo
y organizando la producción de otro modo, se desalienaría el trabajo, «subes-
tima la lógica específica de los ámbitos de acción sistémicamente integrados»
(1985a: 412). Habría, por tanto, que distinguir entre la parte de alienación
que corresponde al capitalismo, y la parte, inevitable, que se debe a la «lógica
específica» del sistema, contra la que no se puede luchar, so pena de poner en
peligro la integración social «en este nivel de complejidad». Y esa frontera entre
las dos «partes» de la alienación es, qué duda cabe para Habermas, una cuestión
de hecho, técnica, y no una cuestión práctico-política sobre la que decide la
negociación y las luchas sociales. La permanente expresión de Habermas de
que no podemos desdiferenciar el sistema «una vez alcanzado un determinado
nivel de complejidad», resulta tautológica y resucita los peores defectos de las
argumentaciones teleológicas funcionalistas.

17. Véase, por ejemplo, PAHL, 1984; MlNGIONE, 1991; SANCHÍS, 1988; RONCO y PEATTIE,
1983; BORDERÍAS y otras, 1994. Para FRASER (1986), el planteamiento de Habermas hace
desaparecer el trabajo doméstico-familiar de las mujeres dentro del «mundo de la vida». La
diferencia entre sistema y mundo de la vida distrae la atención respecto de que la esfera pri-
vada en éste último es también un lugar de trabajo (Fraser, 1986: 60).
162 Papers 68, 2002 José Antonio Noguera

La innecesaria sustitución del paradigma del trabajo por el de la comunicación

Por último, debe decirse que la crítica a Habermas que aquí se intenta defen-
der no se dirige a regresar al llamado «paradigma del trabajo», sino a sostener
que éste y el de la comunicación (que defiende Habermas) pueden ser com-
plementarios y no excluyentes. Por poner un sólo ejemplo, el paradigma de la
comunicación parece imprescindible para dar razón de las implicaciones nor-
mativas de una teoría social crítica (Noguera, 1996); pero el paradigma del
trabajo, si se entiende este concepto de forma amplia y no productivista, puede
hacer ver que también en el trabajo existen potenciales emancipatorios para el
ser humano, por las posibilidades de autonomía y autorrealización que ofre-
ce. En suma, parecería más fructífero releer la categoría de trabajo desde una teo-
ría de la racionalidad comunicativa, sin que ésta última nos lleve por fuerza
hacia un concepto reducido de trabajo. Para ello se podría empezar por mos-
trar que el trabajo no tiene por qué ser sólo ni principalmente «racionalidad
con arreglo a fines».
Ello tiene también implicaciones obvias tanto para la investigación empí-
rica como para la relevancia política a que cualquier teoría crítica aspira. Con
el planteamiento de Habermas, y tal como observa Honneth, todo potencial
o conato de resistencia en el interior del proceso productivo capitalista queda
desactivado, y el de trabajo deviene un concepto que «meramente refleja las rela-
ciones reales de trabajo social [...], perdiendo su significado para la transfor-
mación potencial de las formas establecidas del mismo» (Honneth, 1982: 46).
El eliminar esa contradicción entre trabajo alienado y no alienado, afirma
también Honneth, priva de su lógica interna a los actos de resistencia dentro
de la esfera laboral que son de práctica diaria en el capitalismo tardío, ope-
rando como si la liberación de las relaciones de trabajo hubiese llegado ya tan
lejos como cabe esperar (ibídem: 54), y como si los problemas del capitalismo
ya no tuviesen que ver con la «reproducción material», sino sólo con la «sim-
bólica».
Probablemente hay bastante de cierto en la afirmación habermasiana de
que la identificación o reconciliación del trabajador con su producto (en tér-
minos tanto individuales como colectivos) es ya, en la mayoría de los casos,
un objetivo de dudosa viabilidad si se plantea a escala social; pero no lo es,
sin embargo, o lo podría ser cada vez menos, la identificación con la propia
actividad laboral como tal, la creciente autorregulación autónoma de la misma,
y el control libre por los hombres y mujeres de sus ritmos y cadencias; máxi-
me en aquellas actividades, cada vez más extendidas, donde el producto coin-
cide con la actividad misma (algo que ya advertía Marx en sus Teorías de la
plusvalía, cuando analizaba los trabajos de servicios): hay aquí potenciales que
un concepto de trabajo como el de Habermas no puede aprovechar. El plan-
teamiento que hace de la alienación laboral como algo irrebasable, es también
ciertamente sesgado y selectivo: no advierte, por ejemplo, los diferentes tipos
de alienación de que hablaba Marx en sus Manuscritos, de los que Habermas
sólo tiene en cuenta la alienación respecto del producto del trabajo, y no las otras
El concepto de trabajo y la teoría social crítica Papers 68, 2002 163

tres (respecto de la propia actividad, respecto del propio ser genérico del ser
humano y respecto de los demás trabajadores); cabe plantear como algo más
que una pregunta retórica si esos otros tres tipos de alienación de los que habla-
ba Marx pueden ser superados o atenuados, en otro tipo de relaciones socia-
les, sin ningún tipo de «pérdida de complejidad» o de «progreso evolutivo» (e
incluso con ganancias en ese aspecto). Alguien tan aficionado a la contrafac-
ticidad como Habermas podría sin duda calibrar más detenidamente tal posi-
bilidad.

Algunas posibles implicaciones: ¿tiene sentido aún el concepto de trabajo?


Se ha intentado sostener que resulta viable y teóricamente coherente la defen-
sa de un concepto amplio de trabajo; el trabajo, lejos de reducirse a una lógi-
ca puramente instrumental o sistémica, puede ser una vía entre otras para la
generación de solidaridad social y para el logro de la autorrealización de los
individuos. Algunas de las posibles implicaciones del planteamiento expuesto
se enumeran, sin ánimo de exhaustividad, a continuación.
En primer lugar, la defensa de un concepto amplio y antiproductivista de
trabajo, entendido en las tres dimensiones que se han especificado, puede ser
una ayuda teórica para mantener aún hoy el concepto unificado y abstracto de
«trabajo» nacido en el siglo XVIII como categoría coherente de actividad (aun-
que pueda cobrar contenidos diferentes); y ello contra los ataques sociologis-
tas o relativistas a esa categoría, que buscan disolverla (Baudrillard, 1973; Fou-
cault, 1966; Naredo, 1997), como también contra una posición esencialista o
nominalista que la abstraiga de su evolución histórica y de su carga política,
cayendo en el reduccionismo de identificar trabajo y empleo asalariado (Haber-
mas, 1984b; Méda, 1995). El concepto en tres dimensiones que aquí se pro-
pone puede dotar de cierto sentido al mantenimiento de una categoría unifi-
cada de «trabajo». Así, desde la dimensión cognitivo-instrumental, el trabajo
puede concebirse como actividad orientada a la producción o creación de valo-
res de uso. Pero es cierto que esta dimensión no da sentido a dicha actividad:
es necesaria la dimensión práctico-moral, que está contenida en el carácter
social del trabajo; el trabajo es socialidad en sí misma tanto como instrumen-
talidad, y por ello puede generar sentido. Y no cabe olvidar tampoco la dimen-
sión estético-expresiva del trabajo (sin duda la más frustrada en nuestra socie-
dad), como medio de creación y autorrealización personal. Descartar la
posibilidad de que estas dos últimas dimensiones cobren mayor protagonis-
mo en el futuro del trabajo humano supondría caer en posturas esencialistas.
En segundo lugar, a partir de estas premisas cabe evidenciar cómo las hoy
muy comentadas tesis sobre la pérdida de centralidad del trabajo pueden tam-
bién ser defendidas desde un concepto amplio de trabajo, y no desde uno reduci-
do. De hecho, el concepto amplio de trabajo —el que considera posible la
autonomía y la autorrealización en el mismo— no implica necesariamente
ideas como las de que el trabajo deba ser la única vía de autorrealización vital,
ni siquiera la central; tampoco permite deducir automáticamente que el tra-
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bajo deba ser la instancia estructuradora por excelencia de la vida social, o que
deba asociarse en exclusiva a todo tipo de beneficios y recursos sociales y cul-
turales. La reivindicación de una renta básica garantizada independiente del
trabajo, por ejemplo, a menudo se basa precisamente en el concepto amplio,
al suponer que los individuos no trabajan únicamente por motivos instru-
mentales —como la obtención de ingresos—, y por lo tanto continuarían desa-
rrollando actividades socialmente útiles y económicamente valiosas aun cuan-
do su subsistencia material no dependiese de ello; los estímulos e incentivos
para el desarrollo de tales actividades no estarían ya basados en la coerción eco-
nómica y/o política, sino en los vínculos de solidaridad social y las necesidades
personales de autodesarrollo de capacidades y potencialidades.
En tercer lugar, el planteamiento aquí defendido puede ayudar a la crítica
ideológica de algunos discursos sobre el «fin del trabajo» o el «futuro del tra-
bajo en la sociedad posindustrial», que únicamente hacen énfasis en los aspec-
tos tecnológicos o cognitivo-instrumentales, sin reparar en que el trabajo no
se reduce al empleo formal asalariado, y en que el «fin del trabajo» como tal
supondría nada menos que el fin de la humanidad.
En cuarto lugar, desde el punto de vista de la investigación empírica, el
esquema expuesto puede contribuir a una mayor comprensión de los cambios
en las orientaciones hacia el trabajo (Zoll, 1992): diferencia mejor los aspectos
cognitivo-instrumentales de los estético-expresivos presentes en tales orienta-
ciones; puede ayudar a distinguir con mayor precisión —tanto histórica como
sociológicamente— la «ética del trabajo» propia del «viejo modelo cultural»,
respecto de las nuevas orientaciones posproductivistas, que estarían más basa-
das en lo que hemos llamado un «concepto amplio de trabajo»; puede dar, asi-
mismo, elementos para comprender algunas contradicciones o ambigüedades
aparentes en los discursos de los actores sociales sobre su relación con el tra-
bajo (como, por ejemplo, que los mismos individuos suelan combinar actitu-
des instrumentales y expresivas hacia el trabajo); etc.
Por último, el planteamiento que aquí se defiende viene inspirado tam-
bién por determinadas motivaciones políticas, que buscarían ayudar a aumen-
tar la discusión pública en torno a temas como los de la humanización del
trabajo o los cambios en la naturaleza del trabajo o en su organización, de
forma que se maximizasen los potenciales de autonomía y autorrealización
que pueden existir en él. Sería una ironía histórica el que, precisamente en la
civilización más rica y tecnológicamente avanzada que se ha conocido, los
hombres y las mujeres asumiesen como algo inevitable e insuperable la alie-
nación y el empobrecimiento vital en una actividad tan cotidiana como es el
trabajo. Las propuestas posmarxistas actuales de instaurar una renta básica
incondicional o un socialismo de mercado con democracia económica, bien
podrían convertirse en puntales básicos de las luchas sociales en el siglo que
acaba de nacer.
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