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RESUMEN

del Capitulo I del libro de Luis Alberto Romero “Breve historia contemporánea de la
Argentina” (en función de sus contenidos mas importantes que podrían ser evaluados
en el examen).

1916

Ese año Hipólito Irigoyen, asume la presidencia de la Nación Argentina elegido por el
voto popular, universal, secreto y obligatorio tal cual lo prescribía la llamada “ley
Sáenz Peña” impulsada por dicho ex presidente. Era la primera vez que ello sucedía en
nuestro país. Irigoyen se había constituido en líder y candidato natural por la Unión
Cívica Radical, que era un partido político de oposición que asumía una defensa de lo
nacional y lo popular. El programa de la UCR proponía la plena vigencia de la
Constitución Nacional que se declamaba pero no se aplicaba plenamente.
La reforma política impulsada por Sáenz Peña que llevó a Irigoyen a la presidencia se
sustentaba en una profunda transformación de la economía de la sociedad en la que tuvo
mucho que ver la asociación de la clase dirigente con Gran Bretaña durante los últimos 40
años.
La división internacional del trabajo diseñada a mediados del siglo XIX por la potencia
británica le fue dando perfil al modelo agro-exportador a la economía de nuestro país (1).
Esto produjo un gran crecimiento económico que expandió la producción y requirió de
mucha más mano de obra que la que el país disponía. Así pues, van llegando los
inmigrantes cuyo proceso de integración a nuestra sociedad va provocando nuevos
conflictos sociales.
Irigoyen modifica la tradicional actitud represora del Estado y se presenta como un
mediador entre los distintos actores sociales para equilibrar las relaciones de poder.
La Argentina venía atravesando un largo proceso de modernización que motivaba una
confianza absoluta en el progreso económico en la clase dirigente. Pero progreso
económico no siempre significa ascenso social para todos en un país desgarrado por las
marcadas diferencias entre los estamentos bajos y altos y entre el interior del país y Buenos
Aires. Algunos sectores medios de la población, con una visión exitista, vieron en Irigoyen
a la encarnación de un auténtico progreso para todos. Los más pesimistas, especialmente
muchos miembros de la clase alta oligárquica, sus políticos y también la llamada
“intelligentzia” (los intelectuales ilustrados pertenecientes a esa clase social) identificaban a
Yrigoyen con los caudillos federales de las provincias, ya para 1880 derrotados
militarmente, que durante casi 70 años del siglo XIX resistieron y combatieron al
unitarismo centralista de Buenos Aires (2). Ambas imágenes de la realidad, que moldeaban
conductas, eran parciales y deformadas por ideologías y prejuicios. Los datos de la realidad
iban a ir mostrando otra cosa que algunos registraron y modificaron su pensamiento y
actitud y otros no, contribuyendo a la profundización del desencuentro entre los habitantes
de este país.
La transición política hacia una auténtica democracia no era bien vista por los
conservadores más duros que preferían al tradicional sistema aristocrático.
La Primera Guerra Mundial (1914) puso fin a la idea liberal del progreso fácil, las
tensiones políticas, sociales y económicas que se daban a nivel mundial se trasladarían a la
Argentina.
Esa intelectualidad ilustrada que no comprendía al pueblo y carecía del sentimiento de
una Nación para todos diagnosticó en sus libros y artículos periodísticos que la sociedad
estaba enferma y que la culpa de la crisis se debía a los “cuerpos extraños”, los inmigrantes
extranjeros. Esto generó un clima de intolerancia basado en un supuesto nacionalismo
oligárquico. Nación solamente para la clase alta tradicional, el pueblo, los sectores bajos
criollos, y especialmente los trabajadores inmigrantes, eran simplemente un mal necesario
para el logro de sus objetivos que había que reducir a su mínima expresión.

La construcción del Estado

Hacia 1880 Inglaterra había consolidado su Imperio. El capitalismo industrial se había


expandido en Europa, se intensificó el comercio marítimo ya que los países manufactureros
colocaban el excedente de sus productos en las colonias y en los países dependientes, como
lo hacía Inglaterra con nuestro país. Por esos años, Argentina venía de un deficiente proceso
de organización institucional. Debido a las continuas guerras civiles entre los federales del
interior y los unitarios de Buenos Aires, se retardó la tarea de consolidar el Estado. Cuando
en 1880 asume la presidencia Julio A. Roca, se había logrado bastante pero faltaba mucho
para completar ese proceso de institucionalización. La tarea principal era asegurar la paz y
el orden, y consolidar el control sobre el territorio. Para ese entonces se contaba con un
Estado nacional con una estructura institucional básica, el sistema fiscal, el judicial y el
administrativo debían ser desarrollados. Primero, para educar a la población y fomentar la
inmigración el Estado se asoció a particulares. Luego fue adquiriendo solidez y
consistencia institucional, sus recursos aumentaron y avanzó rápido sobre la sociedad
todavía carente de organización. Las instituciones del Estado aventajaban desde el punto de
vista organizativo a las de la sociedad.
La empresa mayor de la clase dirigente era lograr el pleno control del territorio nacional.
Desde aproximadamente 1820, el territorio del ex virreinato del Río de la Plata estaba
fragmentado geográficamente y su poder disperso, aún después de 1853, año de
promulgación de la Constitución Nacional, pero, poco a poco el incipiente Estado nacional,
mediante la conformación de un ejército, fue dominando el territorio mediante el
monopolio de la fuerza militar. La Guerra del Paraguay (3) ayudó a que se fijaran
definitivamente los límites del nordeste y se solucionaran los conflictos limítrofes con
Brasil. La derrota de las fuerzas nacionales sobre la provincia de Entre Ríos y sobre la
provincia de buenos Aires, que eran las últimas que resistían al centralismo de la ciudad
puerto, permitió la transformación de la ciudad de Buenos Aires en Capital Federal. La
denominada “conquista del desierto” ejecutada por Roca al mando del ejército nacional,
expulsó a los pueblos originarios de las pampas y de la Patagonia y los arrinconó contra la
cordillera. Se superaron parcial y temporariamente los conflictos con Chile que también
tenía ambiciones sobre la Patagonia.
Así pues, para 1880 el país contaba con un nuevo escenario institucional: Buenos Aires se
había convertido en un fuerte polo de poder político y militar para toda la Nación. La
Constitución de 1853 era federal pero con algunas características unitarias. Los aspectos
positivos eran el control parlamentario del poder legislativo sobre el ejecutivo y la
prohibición de reelección del presidente para evitar la tiranía. Los aspectos negativos, que
eran los que prevalecían en la práctica, eran el excesivo poder del presidente, su atribución
de intervenir a las provincias y el abuso del recurso del estado de sitio. Este excesivo poder
central del gobierno central ejercido desde Buenos Aires motivo que popularmente se
denominara a este régimen de gobierno “el unicato porteño”.
El poder se fue consolidando mayoritariamente en y con las provincias del litoral más
Córdoba pero Buenos Aires trató de darles una cuota de poder a los sectores elitistas
oligárquicos del interior para asegurar el orden político y evitar los conflictos que había
tenido en el pasado con los caudillos populares de esas provincias.
Para 1880 el Estado poderoso actúa decididamente para volver a insertar a Argentina en
el mercado internacional. Inglaterra venía oficiando de metrópoli desde 1810 y nuestro país
había contraído una importante deuda externa con ella aproximadamente desde 1820
debido a empréstito financiero de la banca Baring Brothers (4),
A partir de 1870, el capitalismo internacional entra en la era del imperialismo, ejercido
fundamentalmente por Inglaterra, que era considerada el “taller del mundo” sufre la
competencia de dos nuevos rivales Alemania (luego de su triunfo en la guerra franco-
prusiana) y Estados Unidos (luego del fin de su guerra civil entre el norte y el sud). Sin
embargo, entre 1880 y 1913 el capital británico creció 20 veces en Argentina invirtiendo en
comercio, bancos, préstamos al Estado, red de ferrocarriles, puertos, frigoríficos, tranvías,
etc. El Estado argentino les garantizaba alta rentabilidad y exenciones impositivas.
Sin abandonar nunca el perfil agro-exportador, se iban delineando otras actividades
nuevas dentro de la economía argentina. Todo esto requería mano de obra, por eso se
fomentó la inmigración. Durante la presidencia de Sarmiento, que desconfiaba de la
capacidad de la población criolla para desarrollar a nuestra sociedad, fomentó una
inmigración calificada pero ahora se necesitaba el concurso masivo de trabajadores ya que
los locales no alcanzaban a cubrir todas las actividades más allá de su calificación para
ejecutarlas. El Estado argentino impulsó la propaganda en Europa sobre la posibilidad de
obtener trabajo bien remunerado en Argentina y se le pagaban los pasajes a quienes
quisieran venir. La llegada de inmigrantes urbanos y rurales fue masiva entre 1880 y 1890,
año en que decreció por la crisis económica internacional, pero para 1900 vuelve a
intensificarse.
Desde el Estado se estaba desarrollando un supuesto modelo económico liberal
dependiente con cierta planificación estatal más allá del librecambio con Inglaterra. Las
inversiones rentables se las daban a las empresas inglesas y las de alto riesgo las tomaba el
Estado. Las tierras arrancadas a los pueblos originarios les fueron vendidas con créditos
blandos estatales a las familias aristocráticas oligárquicas con mayor influencia política y a
inversores ingleses. Grandes latifundios eran comprados muy baratos y luego se
valorizaban enormemente por su extraordinaria capacidad para la producción cerealera y
ganadera.
El empresariado inglés, numéricamente mayoritario, y el poco empresariado nacional, se
habituaron a vivir de los subsidios del Estado sin asumir muchos riesgos. La composición
social de las clases dominantes estaba constituida por una gran burguesía extranjera, cierto
empresariado nacional, y una gran oligarquía propietaria de la tierra.
Las tierras más improductivas eran cedidas a colonos inmigrantes o arrendadas a
pequeños chacareros. El Estado les daba tierras vírgenes a las colectividades que quisieran
trabajar la tierra y muchos grandes latifundistas arrendaban sus tierras a pequeños
productores logrando grandes ingresos sin asumir riesgos. Los inmigrantes más pobres y la
mayoría de los nativos pertenecientes a capas bajas pasaron a formar parte del personal de
jornaleros que trabajaban la tierra. Los terratenientes ingleses y la oligarquía argentina
obtuvo incalculables ganancias y el Estado se enriqueció con los impuestos provenientes
de las exportaciones agrícola-ganaderas y de las importaciones de productos
manufacturados desde Inglaterra. La economía seguía reposando fundamentalmente sobre
el modelo agro-exportados. Va apareciendo un poderoso sector industrial, mayoritariamente
inglés, pero fundamentalmente ligado a esas exportaciones agro-ganaderas: frigoríficos y
molinos harineros. También surge una incipiente burguesía argentina de escasa dimensión
numérica ligada a esas actividades del campo, también pequeños talleres cuya producción
no compite con las manufacturas provenientes de Inglaterra. Los terratenientes
enriquecidos crean sus propios bancos que, sumados a los bancos ingleses y a los estatales
nacionales, van financiando las nuevas actividades. Todo esto mayoritariamente ocurre en
Buenos Aires, rosario y otras ciudades del litoral y Córdoba. Las provincias del noroeste
siguen ligadas a las actividades tradicionales ejecutadas desde la época colonial. En
Tucumán se impulsa la industria azucarera y en Mendoza la vitivinícola. El azúcar traído de
cuba era más barato que el de Tucumán pero el Estado subsidia su producción para evitar la
importación de Cuba. Asume una actitud proteccionista dentro de un modelo liberal de
comercio librecambista ya que el vendedor no era Inglaterra.
La crisis económico-financiera internacional de 1890 encuentra a la Argentina con una
importante deuda externa, una galopante recesión económica y ciclos de altas y bajas en su
producción.
La inmigración masiva de trabajadores extranjeros en las ciudades va a traer
consecuencias que incidirán en la transformación de la nostálgica sociedad tradicional de
las familias patricias. La mayoría de los llegados eran peones sin calificación que se
empleaban como personal doméstico, vendedores ambulantes, y los primeros obreros de las
nuevas fábricas. Se alojaban en conventillos (grandes casas de inquilinato), los alquileres
eran muy caros, las condiciones habitacionales y sanitarias malas, vivían en condiciones de
hacinamiento, había alta mortalidad infantil, etc.
El proceso de integración de los inmigrantes fue lento y trabajoso. Primero ellos mismos
construyeron sus redes solidarias y luego el Estado advirtió la necesidad vital de crear las
estructuras necesarias para integrarlos. Los inmigrantes crearon asociaciones que agrupaban
a los de la misma nacionalidad, o a los de una misma región de su país de origen, primero
fueron los italianos, luego los españoles y finalmente la mayoría de las colectividades lo
hizo. Fundaron hospitales, escuelas y otras instituciones, a veces ayudados por los
gobiernos o particulares de sus países. A esto hay que agregar las redes solidarias de los
militantes anarquistas.
La educación de los inmigrantes, primero ejercida por particulares, y luego por el Estado,
era de fundamental importancia en ese proceso de integración. La educación primaria
posibilitaba el buen conocimiento de nuestro idioma, la secundaria, de muy pocos, abría las
puertas al empleo público en la burocracia del Estado y la universitaria, de casi nadie,
mediante el título de médico o abogado permitiría la inserción en las capas más
acomodadas de la población. Fueron muy pocos los que lograron esto último y muchos los
fracasados que volvieron a sus países. Pero la mayoría se quedó y se integraron a la clase
trabajadora de nuestro país o a su clase media baja.
Era una nueva sociedad dividida: una ciudad de Buenos Aires modernizada y un interior
del país tradicional, los inmigrantes y los criollos de clases populares, que al principio se
miraban con recelo, se van integrando de a poco. Pero la alta clase aristocrática no solo
despreciaba a los inmigrantes de clase baja sino que se negaba a relacionarse con la nueva
burguesía industrial, solo aceptaban a extranjeros muy ricos ingleses y rechazaban a los
nuevos pequeños empresarios y comerciantes italianos y españoles. Aunque los necesitaban
para ejecutar su proyecto económico, despreciaban a los trabajadores y a las incipientes
capas medias que se estaban formando. Esa oligarquía se creía dueña de la argentinidad,
muchas de esas familias ya no eran ricas pero despreciaban a los nuevos ricos por sus
orígenes plebeyos. Instituciones como el Jockey Club y el Círculo de Armas los nucleaba
siendo el ingreso a ellas muy selectivo.
Hasta 1912, el sistema político republicano vigente expulsaba al pueblo, desalentaba la
participación de la ciudadanía y la expresión de la voluntad popular era escasa o nula,
además de sostener el fraude electoral.
Los funcionarios de alto rango del Estado eran elegidos entre las familias de la oligarquía.
Los de más bajo rango se los daban a los caudillos locales de su partido que manejaban
aparatos de fraude y violencia.
En ese contexto la construcción de la ciudadanía fue lenta y trabajosa. Por un lado, la
poca participación política tranquilizaba a la clase dirigente conservadora que no tenía
demasiadas interferencias en sus decisiones, pero, a la vez, era motivo de preocupación
porque esto le restaba consenso al proyecto que sostenía. La falta de competencia entre
partidos alternativos (el Partido Autonomista Nacional era una federación de gobernadores
pro-oligárquicos disciplinados por el presidente de la Nación), la falta de discusión política
de las propuestas, y la escasa discrepancia interna del partido, facilitaba la ejecución de las
medidas de gobierno sin oposición visible.
Ya para 1890 el unicato reveló sus limitaciones para contener las múltiples propuestas de
cambio de una sociedad que se estaba construyendo de un modo diversificado con intereses
variados y contradictorios. A la clase dirigente ya le estaba resultando difícil eliminar las
diferencias como antes, mediante la arbitrariedad y la fuerza, necesitaba consenso de una
población sobre la que tenía mucha más influencia la Iglesia, las asociaciones de las
colectividades y los grupos contestatarios anarquistas. El Estado todavía débil debía
enfrentar los cambios para lograr ese consenso y la legitimidad necesaria para asegurar el
progreso buscado para las clases privilegiadas.
Con tres recursos institucionales busca lograr sus objetivos y ampliar su área de
influencia sobre la población: la ley del Registro Civil, que le iba a permitir inscribir los
nacimientos, los casamientos y las defunciones, que antes hacía la Iglesia, y así poder
contar con estadísticas confiables; la ley del Servicio Militar obligatorio, lo que le iba a
permitir al Estado contar con un ejército regular de conscriptos y no tener que salir a
reclutar sin ningún plan ante las emergencias; y la Ley 1420 de enseñanza laica, gratuita y
obligatoria, desplazando a la Iglesia y a los colegios de las colectividades en esta tarea. Se
buscaba fundamentalmente la enseñanza del idioma a los hijos de los inmigrantes y
también de la historia argentina. La elite patricia oligárquica, a través de Bartolomé Mitre,
escribió de un modo deformado y tendencioso una historia a su medida justificatoria de sí
misma y de su proyecto. Además se ocuparon de difundir una cultura europeizada en el
arte, la música y la literatura que no contemplaba las tradiciones populares de los
inmigrantes ni las tradiciones nativas heredadas del pueblo criollo. Todo esto la clase
dirigente lo desarrollaba inmersa en una filosofía positivista spenceriana y con un
optimismo liberal en el progreso económico indefinido (5).
Tensiones y transformaciones

En 1910, el festejo del Centenario de la Patria, encuentra al país en medio de grandes y


graves tensiones y violencias entre el optimismo de las clases dirigentes conservadoras al
servicio de la oligarquía y del Imperio británico, y amplios sectores de las capas populares
y medias de la población.
Los intelectuales que reflexionaron sobre ese momento histórico diagnosticaron una
disolución del ser nacional y cierta incapacidad de los dirigentes para argentinizar y
disciplinar a los sectores populares. Esto fomentó en algunos un fanatismo nacionalista
racista y xenófobo.
En esas circunstancias, la clase dirigente conservadora se divide en dos bandos: los
intransigentes que querían seguir usando la represión para terminar con el descontento
social y los reformistas, que buscaban los mecanismos de diálogo, participación e
integración al sistema por parte de los disconformes. Roca era la máxima expresión política
de los duros y Pellegrini, de los negociadores.
La competencia de Alemania y Estados Unidos a Inglaterra en el mercado mundial y la
crisis por la Primera Guerra mundial generaron una crisis internacional que encareció el
costo de vida en todo el mundo y Argentina no fue la excepción.
En nuestro país se suceden conflictos de suma gravedad. Los colonos gringos (suizos,
alemanes, italianos piamonteses, etc) de Santa Fe se rebelan contra los impuestos abusivos
del Estado. Se siguen sucediendo luego conflictos entre los chacareros arrendatarios y los
terratenientes. Nace la Federación Agraria Argentina que representa al pequeño y mediano
campesino en oposición a la Sociedad Rural Argentina que representa a los grandes
terratenientes y latifundistas que desde la época de Rivadavia eran los dueños absolutos de
la tierra (6). En las ciudades, fundamentalmente en Buenos Aires y Rosario, se intensifica la
lucha sindical de los anarquistas y se producen grandes y prolongadas huelgas de
trabajadores. El Estado responde con represión y la deportación a sus países de los
dirigentes sindicales de origen extranjero. Los socialistas van teniendo mayor influencia en
los obreros calificados con mayor nivel de instrucción. Luchaban por mejoras graduales y
no descartaban la lucha política en el parlamento. El Estado va aceptando negociar con los
dirigentes sindicales menos contestatarios.
En 1890 se produce la llamada Revolución del Parque en la que participan
mayoritariamente simpatizantes de la Unión Cívica Radical, algunos del socialismo y
también algunos disidentes de los sectores tradicionales. La revolución fue sofocada, el
presidente Pellegrini dominó la situación pero el alzamiento popular dejó su huella.
En 1898 Roca asume su segunda presidencia. La UCR y los socialistas se niegan a
integrar el sistema político institucional vigente. En 1905, la UCR intenta un nuevo
alzamiento popular que otra vez fracasa. El presidente Quintana con sus fuerzas domina a
los insurrectos.
Todos estos hechos motivan que Roca y Pellegrini, ambos conservadores, se separen,
Roca y quintana lideran a los conservadores duros y Pellegrini se convierte en el líder de
los conservadores que se dan cuenta de la urgente necesidad de reformas políticas. La UCR
se sigue absteniendo de la participación electoral mientras dure el unicato. Figueroa Alcorta
asume la presidencia en 1906 y desarma la maquinaria represiva de Roca. Esto va
posibilitando que por iniciativa del presidente Sáenz Peña, en 1912 se promulgue la ley del
voto universal, secreto y obligatorio.
Los conservadores reformistas creían que su partido ganaría las próximas elecciones
presidenciales y que, como la UCR y el Partido Socialista ocuparían el segundo y tercer
lugar, constituyéndose así en la minoría, era una manera inteligente de integrarlos al
sistema y legitimar sus políticas de gobierno desde el Estado.
Pero los conservadores reformistas y los intransigentes no llegaron a un acuerdo y fueron
divididos a las elecciones presidenciales y ello posibilitó el triunfo de Hipólito Irigoyen de
la UCR.

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