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Norma Carricaburro
CARRICABURO, Norma (2000), “Mansilla y la construcción de la oralidad”, Buenos aires:
Boletín de la Academia Argentina de Letras, Vol. 65, Nº 255-256, pp. 57-80.
Entre los escritos de Lucio V. Mansilla, la producción para periódicos está, por
lo general, sustentada en la oralidad del causeur por antonomasia y en su
conocimiento de la técnica folletinesca. En este grupo de obras se inscriben
especialmente Una excursión a los indios ranqueles y Entre-nos,Causeries del
jueves. Trataremos aquí los rasgos característicos de la representación de la oralidad
en este último libro.
La «conversación escrita»
Causeries fue la primera denominación de los escritos que aparecieron los días
jueves en el diario Sud-América a partir del 16 de agosto de 1888. Charla,
conversación con el lector, es el estilo literario intentado por Mansilla. En toda
conversación existen, además de las dos personas del coloquio, el aquí y ahora
propio de la enunciación, los elementos paralingüísticos y kinésicos, los turnos de
habla, la —58→ retroalimentación, etc. Mansilla tropieza con la ausencia de estos
elementos, propios de la conversación natural pero imposibles en un discurso
escrito, y deberá reemplazarlos por estrategias literarias armadas al correr de la
pluma, que pueden descubrirse y señalarse a lo largo de las Causeries.
Según cuenta el biógrafo de Mansilla, Enrique Popolizio, entre 1889 y 1890 el
editor Alsina recopiló parcialmente las Causeries en cinco volúmenes, en los que
incluye algunas aparecidas una década antes en el periódico El Nacional. La
revolución del 90 interrumpió la publicación que debió haber comprendido por lo
menos otros tres volúmenes. Este libro no alcanzó el éxito de Una excursión a los
indios ranqueles, hecho que el autor atribuyó al título:
¡Cuántos no han pensado que eso y «charla»
insustancial era lo mismo! Fue una mala inspiración. Otro
error fue no pensar que, sin querer, plagiaba con mi título a
Sainte Beuve. Le agregué luego el subtítulo «Entre nos»
[en realidad título, ya que como subtítulo queda el
primitivo]. Era tarde...56.
Sin embargo, pocos nombres tan acertados como Causeries. Mansilla les
imprime el sello de charlas digresivas de tema amplio, en las que el autor se
convierte en el principal personaje: recuerdos de infancia o de viajes, evocaciones
personales que, a menudo, entroncan con la historia de nuestro país: justificaciones
de muchas de sus actitudes (aunque su fama se asiente en conductas insólitas y en
continuas transgresiones) o de las de sus familiares ilustres: el general Lucio —
59→ Mansilla, Agustina y Juan Manuel de Rosas; la presencia de hombres y
mujeres famosos en la historia o en la literatura de la Europa del siglo XIX. Todo
ello contado como en la intimidad del vagón, en un largo viaje en ferrocarril, o en la
cordial tertulia del club o del salón.
Este autor se presenta a menudo como un filólogo y no solo reflexiona sobre su
buscado estilo conversacional sino que ubica sus charlas dentro del marco histórico
de los grandes conversadores de su tiempo y sus esgrimas verbales («Nuestros
grandes conversadores»). En una causerie dedicada a Mariano de Vedia se preocupa
por el estilo que llama «conversación escrita»:
Querido Vedia:
Me decía usted ayer:
«¿Qué es lo que usted hace, general, para escribir
como habla?
Mientras me da la respuesta a esta pregunta y mientras
me refiere, cual me lo tiene prometido, cómo el hambre le
hizo escritor, veamos qué otra dificultad se presenta para la
conversación escrita»57.
(109)
Ante estas inquietudes de Vedia, Mansilla se decide por contar cómo el hambre
lo hizo escritor y promete para más adelante descubrir cuáles son los recursos de su
estilo oral:
La otra [pregunta], la que usted me imputa con su
gentil curiosidad, también la acepto, la reconozco, pero
será para después.
—60→
Este «después» no llega, por lo menos en las Causeries, pero aquí y allá Mansilla
destaca algunas de las carencias de la escritura comparada con la conversación, por
ejemplo, la ausencia del sermo corporis:
De modo que allá va eso, Posse amigo, a manera de
zarandajas históricas, sintiendo que la pluma deficiente no
pueda, como pincel de artista manco, vivificar el cuadro,
puesto que no viéndonos las caras en este momento, faltan
la voz, los gestos, la acción, eso que el orador antiguo
llamaba quasi sermo corporis.
(87)
(163)
Para distinguir los rasgos de la oralidad, conviene reparar en las referencias que
suele anotar sobre su forma de trabajar:
Dos horas he tardado en redactar y corregir
mentalmente lo que se va leyendo. Tengo, como Juan
Jacobo Rousseau, esta facultad: una memoria singular que
retiene por su orden, casi palabra por palabra, mis
meditaciones. Escritas estas, llévaselas el olvido, a tal
extremo que suelo no reconocerme, cuando me encuentro
conmigo mismo por ahí, sin el sello de mi nombre y
apellido.
(215)
(248)
(216)
(397)
—64→
El mismo Mansilla hace de la digresión un motivo de reflexión y hasta de
nuevas digresiones. Iglesia y Schvartzman recogen esta cita de unacauserie no
compilada en libro, «¿Indiscreción...? ¿Digresión...?», donde el autor reconoce que
se trata de un recurso poco ponderado:
A esto le llaman digresión... Perfecto, si ustedes
pueden decir lo que piensan de otra manera, declaro de
plano que la digresión, aunque sea conexa, siempre está de
más63.
Otras veces es su secretario quien intenta impedir que Mansilla haga nuevas
digresiones:
Y como no puedo ser prolijo, porque mi secretario no
me deja, observándome (es el observador más importuno)
que no abuse de las digresiones, me concreto a prevenirles
[...].
(399)
(402)
-¡Señor! -me dice mi secretario-, si usted no va al
grano, cuanto antes, se va a enredar en las cuartas.
-Mi amigo -le observo yo-, ¿pero no me ha dicho
usted otras veces que tenía confianza en mí?
-Sí, señor, y la tengo.
—65→
-Bueno... gracias por la interrupción, que me permite
ordenar un poco las impresiones que estoy evocando, y
adelante.
(637)
(293)
(341)
(495)
(648-9)
—66→
Las continuas digresiones vuelven necesarios los regresos al tema. Estos giros
están pautados conversacionalmente por expresiones metalingüísticas tales como
«vamos al grano» (118) o «retomemos el hilo interrumpido de lo que llamaremos la
redacción» (216) o «vamos al cuento» (248) o «ya estamos, pues, y entro en materia,
si es que no estaba en ella todavía» (293) o «Pues dejadme discurrir un breve
instante, a ver cómo redondeo el introito consabido, antes de entrar en materia... ¡ah!
sí... ya estoy» (341), etc. El regreso al tema también suele estar marcado por una
repetición de lo dicho con anterioridad, acompañada de «como ya he dicho», «como
ya ustedes saben», etc.
La libertad en la expresión
La oralidad le facilita «hablar a la americana», sin sujetarse a las reglas de la
Real Academia Española de la Lengua. Rescata, así, por escrito el modo de hablar
de los argentinos, que ya se pone de manifiesto desde las palabras del prologuista:
«libro esencialmente criollo».
El lector de Mansilla es el argentino culto, cuyos nombres más prototípicos
podemos hallar en las dedicatorias de sus Causeries. Su público es el del periódico,
es decir, local:
Yo escribo, pues, para mi público argentino, y me
importa un bledo que los críticos del orbe entero
encuentren que lo que estoy diciendo es plat, como dicen
los franceses, trivial, común, como se dice en la lengua que
nosotros hablamos, lengua que escribo, como ustedes ven,
de propósito deliberado a la americana; porque de otro
modo non possumus [...].
(471)
—67→ Consecuente con esto, incorpora americanismos, argentinismos,
modismos populares y hasta algún galleguismo (ainda mais). La reivindicación de
los americanismos es una constante. Es común que se preocupe por ciertas grafías
americanas en comparación con las españolas (yerra/hierra), o por ciertas
expresiones diferentes: «[...] hoy día (como decimos en América, no en España,
donde tampoco dicen desde ya sino desde luego)» (48), o que consulte el diccionario
para ver si han sido aceptadas por la Real Academia algunas expresiones y hasta
proponga incorporaciones: «allí se mata, se desuella, se desposta (este
verbo despostar no es español, es un americanismo y el diccionario de la Academia
haría bien en incorporárselo, puesto que, según ella, posta significa tajada o pedazo
de carne, pescado y otra cosa)» (72). A modo de ejemplo de su modo de hablar «a la
americana» damos la siguiente lista léxica tomada de Entre-nos: afilarse (por
disponerse), agachada, aguaitar (por esperar), conchabo, chingarse,chocho (por
encantado, contento), chuparse (por embriagarse), entrevero, flete, fumar (por
robar), gatear (por manosear a una mujer), guarango,marchanta, parador, (hacer)
pata ancha, pava (recipiente metálico con pico), petiso (por animal de poca
alzada), pierna (por jugador), pilcha y pilchar(por
robar), pisantes, pisaverde, pispear, punguista, quemao (por chamizo, palabra de la
cual en América se han derivado, sostiene Mansilla, chamical y
chamico), talentudo, tamangos, yapa, yerra, etc.
(382-3)
(617-8)
(454)
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