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DISCURSO DE RICARDO FLORES MAGÓN: EL SUEÑO DE UN HOMBRE

Leonardo Daniel Solis Huitron, Migue Angel Pérez Gutiérrez, Iván Zurita Centeno y

Miguel Ángel Tejeda Castellanos.

Universidad Nacional Autónoma de México

Ciencias políticas y administración pública

Esta tarea fue preparada para la materia: La modernidad y el pensamiento político, grupo:

2402, a cargo de la profesora: Sofía Salgado Regemio

Entrega: 10 de junio, 2012

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EL SUEÑO DE UN HOMBRE

La historia y la vida en ocasiones especiales le regala al mundo personajes de invaluable

valor, en otras tantas crea seres que todos quisieran olvidar; México ha vivido en la

dicotomía... mas convienen recordar que algunos hombres simplemente han decidido volar.

Pregunto yo, ¿Para qué sirve la utopía? Si se muy bien que nunca la alcanzaré, que

trae una antinomia en su naturaleza, que se encuentra más allá de mis ojos, que si yo doy un

paso ella da dos, si doy cuatro ella se alejará ocho. Cuanto más la busque, menos la

encontraré por que ella se va alejando a medida que yo me acerco. Entonces, ¿para qué

sirve? Pues la utopía sirve para eso, para caminar. Sin embargo, hay veces que una

sociedad no desea caminar si no es por sus grandes personajes, aquellos que mueven masas,

que se enfrentan al sistema sin miedo de morir, ¡aquellos, simplemente, intentan compensar

una falta de las limitaciones, que han encontrado en el presente! Y, que maravilloso, que

loable, que magnifico, que soberbio, que en esta tierra que tiene un popacatepetl, unas

cascadas de aguazul, una barranca del cobre, una playas y mares hermosos que vio nacer en

Oaxaca hace 139 años un águila, un utópico, un anarquista, un soñador... ¡que volaría por

todo el territorio mexicano! Ese hombre fue Ricardo Flores Magón.

El gobierno en el que vivió había dividió tajantemente a la sociedad para controlarla

a su antojo; mientras, la democracia que degeneraba en dictadura se regocijaba entre los

lujos y los excesos, los llamados “científicos” utilizaban al pueblo; la tierra, la riqueza, los

mexicanos y sus hijas eran entregadas a los buitres extranjeros: deseaban la sangre

mexicana. Y ¡¿Quién podía hacer semejante barbarie? ¿Quién vendería a su pueblo y su

riqueza sino un traidor a la patria?!: “El máximo representante del pueblo”, el déspota, el

dictador, el tirano... Porfirio Díaz.

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¡Sin embargo, cuando los divididos morían de hambre y se desarrollaban entre la

ignorancia, teniendo como única esperanza el mundo de los bienaventurados, soñando con

el edén, buscando dar por finalizada su estancia en esta tierra: un hombre, un utopista, un

soñador, un águila, anhelo un mundo mejor, un mundo bello y más bueno para con su

amado pueblo, donde no se diera la explotación del hombre por el hombre, donde la unión

fuere bandera y asta los mexicanos, y quien no se atrevería a pensar en la actualidad algo

similar para este hermoso pueblo! ¡Que se le llame traidor a todo aquel que no sueña con un

México mejor!

Años después, el soñador se vistió de grandeza al enfrentar al sistema y comenzar la

lucha; por un lado, David: pequeño, insignificante, con ideas revolucionarias, ideas

anarquistas, pero, con una honda que agitaba al momento de escribir ¡Pueblo, levántate que

el espejismo de la paz se va a derrumbar!; por el otro lado, Goliat: un peso pesado,

poseedor de todo el territorio, la maquinaria para destruir la insignificante honda de David.

Y aquella dictadura de Goliat llamó a David: loco, romántico y utópico, mas nunca pensó,

compañeros, que hoy, después de 139 años, algunas de sus ideas aún retumbarían en las

paredes heredadas del viejo régimen... ¡siguen inquietando al hombre! Porque el hombre

como menciona Sartre está condenado a ser libre, ¡y por que la libertad es una función vital

impostergable: el hombre debe luchar por ella, debe derramar su sangre, debe romper

paradigmas y barreras, simplemente, debe ser un hombre: soñador, utópico y romántico!

Su lucha comenzó, en 1882, cuando esbozo en el Colegio de Minería un discurso

que marcaria el hito de sus “camisas de piedra” y de su pensamiento libertador. David se

pronuncio contra a reelección de Goliat, provocando entre los jóvenes la aversión; y son

ellos los que siempre aparecen en las primeras líneas, en las barracas, en los periódicos...

David, despertó a los jóvenes provocando su primer acercamiento a las oscuras paredes, a
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un espacio que elimina toda libertad, que deja a los hombres vacios, un lugar que encierra a

un águila en una jaula. ¡Pero “los barrotes de la prisión guardan hombres, pero ninguna

cerradura existe para encerrar ideales”!

El águila voló por medio del papel llegando a varios partes del país, aunque

perseguido y prohibido su periódico Regeneración, logró llegar a donde más anhelaba: a la

mente del pueblo. Sus discursos se dirigían a la población, base primordial de la nación, al

incipiente proletariado y a los jornaleros que conocían más al sol que la misma tierra; llegar

a su mente era la tarea primordial, porque aprendió muy bien de Bakunin al tener claro que

para regenerar una sociedad sería necesario la organización.

Y ¿quiénes fueron los destructores de la Dictadura de Goliat? Sin duda, los

Magonistas: Camilo Arriaga, Antonio Díaz Soto y Gama, Juan Sarabia, Librado Rivera,

Enrique Flores Magón y Ricardo Flores Magón. Los historiadores han demeritado la labor

que con sudor, sangre y muerte, los magonista llevaron a la caída de la dictadura.

¡Verdaderos revolucionarios, aquellos hombres que dieron sus vidas por las vidas de sus

iguales, verdaderos revolucionarios que aún con miedo encendieron el odio contra la

dictadura, verdaderos revolucionarios que a pesar de la tortura en las prisiones aún tienen la

fuerza para seguir luchando!

Pero quien piense hasta este momento que Magón fue un filibustero, un traidor a la

patria, porque se argumentaba que deseaba vender Baja California, simplemente no sabe lo

que está diciendo; no sabe el sufrimiento de Magón en aquellas innumerables visitas a las

“camisas de piedra”, no saben que le arrebataron la libertad infinidad de veces, le cortaron

sus alas en momentos álgidos, no sabe, que él, como soñador, buscaba lo mejor para todos

acosta de su integridad. ¡Pobre de aquel que niegue a Magón, perdonadlos, porque han

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muerto antes de nacer; perdonadlos, porque han intentado desprestigiarte; perdonadlos, por

han usado tu nombre para cosas viles e inhumanas!

Y, ¿un hombre que verdaderamente obraba con lo que pensaba y pensaba lo que

obraba no fue tentado por el capital? Magón definió al capital como “el Díos a cuyos pies

se arrodillan y muerden el polvo lo pueblos”, entonces, sin duda lo intentaron sobornan,

intentaron ponerle precio a su ética y programa político, el que tanto sudor le había

costado... Sin embargo, nunca acepto dinero alguno que proviniera de manos explotadoras,

dictadoras, falsas, que, como ejemplo, la resalta en su famosa frase en la prisión de

Leavenworth, cuando el diputado Soto y Gama le consiguió una pensión a lo que respondió

Magón: ¡si el dinero viniera del pueblo, pero el dinero viene del gobierno y podría

quemarme las manos!

Sin embargo, el águila que tanto tiempo voló para conseguir llevar a México a la

liberación se quedo aprisionada con una condena de 22 años, su jaula: Leavenworth. Y que

hombre tan digno de alabanza que ni en sus últimos momentos renuncio a sus ideales, que

el arrepentimiento significaba para él “un crimen que jamás se perdonaría”, ¡y como no

mencionar esto, sí más de 14 veces fue victima de las “camisas de piedra”, y esas visitas

fueron producto de sus sueños, sus ideales, de liberación de un pueblo! Sabía que el

arrepentimiento lo sacaría de los barrotes mas el costo era sumamente alto... Salía un

hombre de la cárcel y moría Magón. Entonces, sabía que tenía que morir, que su muerte

estaba decretada; marcado como un criminal, tras las rejas de una celda, con el número,

14596.

Sólo faltaba poco, el águila comenzaba a cerrar sus ojos. Y una noche mencionaba

“No me siento culpable de otro crimen más que el de decir la verdad”. Librado Rivera,

compañero de campo de batalla, se encontraba presente cuando el 21 de noviembre de


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1922, David, el soñador, el utopista, el anarquista, el águila cerró los ojos por completo:

¡Que minuto aquel cuando a la lóbrega penitenciaria de Leavenworth descendió un pedazo

de cielo y el cúmulo de estrellas de que hablabas bajo a recibir tu espíritu para transportarlo

al infinito! ¡Ahora, vives en otro mundo, vives en tu mundo que soñaste, que imaginaste,

por el que luchaste; vives entre hombres que se han convertido en dioses!

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