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No me es nada fácil definirme en términos religiosos. Fui católico hasta los 19 años
y luego me hice ateo, al tiempo que marxista. Hubo por entonces un periodo que
recuerdo con alegría entre los 17 y 19 en el que estuve vinculado a grupos cristianos
populares y de base. Pronto me definí en realidad como agnóstico mas que como
ateo, y ahora continuo siéndolo, si bien desde hace años, con un proceso abierto y
plural de búsqueda y práctica ética y espiritual, donde las influencias más fuertes
son la cristiana y las concepciones orientales sobre todo el budismo, la meditación
vipassana y el taoísmo.
Carlos ahora que terminamos ciclo sobre “Un mundo sin fronteras”,
dinos lo qué piensas que es, ¿otra novela como las de Tomas Moro o
Adolf Huxley, un “pium desideratum, una Utopía?
Mira, esta es una pregunta curiosa y motivadora para mí. Tratando de contestarla
me doy cuenta de que –y conste que no es tanto lo que pienso, sino lo que siento-
no le vengo dando demasiada cabida dentro de mí al deseo de un mundo sin
fronteras. Así cómo estoy habitualmente anhelando sueños como un mundo con
justicia, con mayor igualdad, un mundo en paz, con una cultura cívica del conflicto,
con mayor respeto por la madre tierra, o un mundo sin tanto ruido, sin pederastia,
etc, el caso es que me doy cuenta de que la utopía de un mundo sin fronteras no es
¿Por qué es así? No lo sé. Desde luego veo que las fronteras son barreras de
exclusión. Es claro también que constantemente se crean y reconfiguran otras
fronteras -simbólicas o no- que son barreras sociales, económicas, etc. Y también es
claro que hay que luchar contra todo ello. Pero dicho esto, lo cierto es que siempre
ha habido fronteras y es mucho lo que puede mejorarse en gestión de los flujos
migratorios aun con esas fronteras. En cualquier caso, considero que sí es una
utopía pero una utopía necesaria y movilizadora; no una quimera loca que solo nos
desvía de la lucha.
Bueno cuando se dice que “el género humano es una sola raza” lo que se quiere
afirmar, parece ser, es que somos una especie, y junto con ello, que todos los seres
humanos tenemos mucho en común, aspectos que nos diferencian de las otras
especies animales. Ahora bien, partiendo de que con el término “razas” nos
referimos al conjunto de personas que comparten determinados rasgos físicos,
biológicos o fenotípicos, que han heredado genéticamente, el caso es que no
podemos hablar de una sola raza; todo depende de cuáles sean los criterios de
clasificación, si la forma del cráneo, si el color de la piel, si el tipo de cabello, si la
forma del ojo, la estructura básica del esqueleto, etc.
Con luces y sombras. Por una parte, hay toda una corriente a favor del mestizaje
tanto físico como cultural, pero sobre todo respecto a este último. Hablando en
términos generales, parece claro que amplios sectores de la sociedad española son
propensos a la idea de la mezcla. Se quiere conocer gente y bagajes diferentes, e
incluso fundirse con ellos. Se siente un poderoso atractivo por lo distinto. En la
plasmación de esa corriente -bastante notable en número y expresión- creo que
influyen aspectos como la fuerza con la que el ansia de libertad estalló tras la
dictadura, la llamada liberalización de las costumbres, la búsqueda de la
experiencia del otro -como parte del sentido y calidad de vida-, las parejas mixtas y
familias multiculturales surgidas al calor de la inmigración, etc. Ahora bien, y por
otra parte, la nuestra es una sociedad donde por siglos se dio importancia a la
pureza de sangre y las obsesivas y puntillosas clasificaciones raciales. Esos rasgos
de larga duración no desaparecen así como así.
¿No crees que la palabra “mixtura” -que a mi tanto me gusta-, sería una
buena alternativa para caminar hacia una sociedad verdaderamente
intercultural?
A mi también me encanta la palabra mixtura y desde luego tiene que haber mucha
mixtura para avanzar hacia una sociedad intercultural. Ahora bien, permíteme una
distinción que creo crucial, entre mestizaje y mixtura -por una parte- e
interculturalidad, o más precisamente interculturalismo, por otra. Si se concibe el
interculturalismo como un proyecto sociopolítico -con fuertes implicaciones éticas-
, para establecer y desarrollar relaciones humanas de igualdad y no discriminación
-por motivos de origen, nacionalidad, cultura, etnicidad, lengua, religión…-, de
respeto de las diferencias en un marco de valoración positiva y celebración de la
diversidad, y de énfasis de lo mucho en común entre los seres humanos -
necesidades, derechos, intereses, capacidades, etc.-; entonces un cierto grado de
mixtura cultural y hasta física es conveniente y hasta recomendable, pero en
absoluto imprescindible como “conditio sine qua non” para esa interculturalidad.
¿Qué dificultades pesan más para que no se acepte el mestizaje: las
culturales, las religiosas, las económicas,…?¿Explicarían los actuales
brotes de racismo y xenofobia? ¿Cómo ves el papel que está jugando la
Jerarquía española respecto a este tema? Considero que los factores
principales de la exclusión racista y xenófoba, y como parte de ellos los
motivos de determinadas actitudes de aversión ante la fusión o
mestizaje con otros, son los económicos (querer situar al Otro en
segmentos secundarios del mercado de trabajo) y los políticos (la
manipulación ideológica, partidista y mediática para presentar al Otro
como agresor de la identidad y cultura nacional propia). También
influyen sin duda, factores psicológicos (miedo, chivo expiatorio,
prejuicios y estereotipos negativos) y factores culturales
(etnocentrismo, esencialismo), pero estos son más los ingredientes que
son mezclados en la trituradora social cuando la economía y la política
así lo mueven.