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Introducción
Desde los albores de la humanidad, los hombres han perseguido el conocimiento,
espoleados por su particular curiosidad. Y desde el comienzo de la filosofía occidental
podemos observar un análisis cada vez más racionalizado y sistemático sobre el
conocer. Sin embargo, recién en la Modernidad nos encontraremos con una disciplina
independiente que se dedicará al estudio del conocimiento: su naturaleza, límites y
posibilidades. Surgen cuestiones tales como las siguientes: ¿Cómo conocemos? ¿Acaso
podemos conocerlo todo? ¿Qué fundamenta nuestros saberes? ¿Es posible conocer a
Dios, y cómo se relaciona esta posibilidad con la de otros tipos de conocimiento?
¿Cómo comunicamos nuestras ideas a los otros?
Dentro de dicha disciplina, el lenguaje ocupará un lugar clave. Pero no solamente dentro
de la teoría del conocimiento en la Modernidad. El lenguaje es uno de los grandes temas
filosóficos de nuestra época y aquí radica la relevancia de su estudio en este texto.
En la siguiente monografía, nuestro objetivo será analizar el papel del lenguaje como
medio que permite el intercambio de conocimiento entre los sujetos.
Dicha cuestión puede ser analizada partiendo de una multitud de obras, autores y
corrientes de pensamiento. Nuestra intención no es la de crear un mapa de toda la
Modernidad, la cual es el período histórico que tomaremos, sino ver dicho interrogante
desde un autor y una obra en particular. Consideramos que quien nos permite tener una
visión interesante del pensamiento moderno (y más concretamente en este caso, del
lenguaje) es el pensador inglés John Locke. Como afirma Fraser (1959) “Few books in
the literature of philosophy have so widely represented the spirit of the age and country
in which they appeared, or have so influenced opinion afterwards, as Locke’s Essay
concerning Human Understanding”(p. xi).
El corpus de análisis será el Ensayo Sobre El Entendimiento Humano de John Locke,
más precisamente Libro Primero y los capítulos I-II del Libro Tercero.
Nuestra tesis será que el conocimiento se comunica de unos a otros hombres mediante
el lenguaje, mediante la emisión de sonidos que son signos de ideas, que resulta de un
perfeccionamiento de las capacidades lingüísticas del hablante, y que dicha emisión de
sonidos significa tanto una referencia a la realidad de las cosas como a las ideas que
posee el receptor. De lo dicho anteriormente surge la posibilidad de comunicación; es
decir, que la comunicación es viable no por la transmisión de ideas sino por la
posibilidad de referencia. Además, la relación entre ideas y palabras surge, en primer
lugar, de una imposición arbitraria y no natural; en segundo lugar, de la necesidad de los
hombres para poder comunicarse entre ellos.
En el desarrollo partiremos del análisis de los conceptos de “idea” y
“lenguaje/palabras”. Iremos observando su relación, para posteriormente referirnos a las
palabras y su significación; de este modo podremos hacer emerger la complejidad que
entre el conocimiento y el lenguaje. Además observaremos las dificultades del proceso
del diálogo. En último lugar haremos algunas consideraciones finales para luego
abordar una conclusión.
2

Desarrollo
1. Ideas
Todos los hombres que no posean algún tipo de impedimento físico, psicológico, etc.,
tienen la capacidad de pensar. Es parte de la naturaleza humana, es el aspecto clave de
nuestra diferenciación con respecto a los animales, los cuales parecen actuar solo por
instinto.
Ahora bien, cuando pensamos, estamos realizando algún tipo de operación mental sobre
algo. ¿Cuál es el objeto de nuestro entendimiento entonces? Locke afirmará que son las
ideas (II.1.1)1. Todos los hombres tienen conciencia de ellas.
Ahora bien, ¿De dónde surgen las ideas?
Locke es un empirista, y como tal no sólo sostendrá que el origen de las ideas que
tienen los hombres en sus mentes proviene de la experiencia (II.1.2), sino que además
negará la posibilidad de la existencia de ideas innatas (I.2).
Cuando hablamos de experiencia, hacemos referencia a un doble origen de nuestras
ideas.
Por un lado, nuestros sentidos, al tener contacto con el mundo externo, nos transmiten
percepciones a la mente. Dichas percepciones pueden ser de diferentes cosas y de
diferentes tipos: olor, color, sabor, tacto, sonidos. Esta es la fuente primordial de ideas y
será denominada sensación. (II.1.3)
Por otro lado, mediante la reflexión obtenemos las ideas. De aquí se derivan muchas
que no provienen del exterior, como las ideas de pensar, dudar, razonar, querer, etc. Esta
fuente de ideas es la de reflexión. También se incluyen acá ciertas pasiones. (II.1.4)
Entonces, nuestras ideas se originan o en la sensación o en la reflexión. No hay otra
posibilidad (II.1.5). Cabe destacar que los empiristas suelen argumentar que cualquier
idea, por más abstracta o compleja que sea, puede ser “rastreada” hasta su origen en una
de estas fuentes. De este modo refuerzan el argumento del origen sensible por sobre
cualquier otro. Todos los hombres viviríamos, por ende, un proceso gradual de
incremento y complejización de nuestras ideas a lo largo de nuestras vidas.
Creo que este rápido análisis bastará para comprender que la noción de “idea” en Locke,
que aparte de lo ya mencionado, es un contenido mental; de este modo podemos
continuar con nuestro problema acerca de la relación entre palabras e ideas, de cómo los
hombres comunican ideas unos con otros.

2. Lenguaje y palabras
El lenguaje, aquella característica común entre todos los hombres, en Locke es provisto
por Dios como instrumento y vínculo común de la sociedad (III.1.1). Los hombres de

1
Las referencias al Ensayo sobre el entendimiento humano se dan indicando libro, capítulo y
apartado; así, “II.1.1” significará libro II, capítulo 1, apartado 1. Demás referencias y/o citas siguen el
estilo APA.
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este modo tienen la capacidad de crear sonidos articulados: se encuentran dotados


físicamente de los órganos necesarios para emitir sonidos. Pero no meros ruidos, sino
sonidos que representen ideas.
Acá radica una distinción clave entre los hombres y los animales: solo los primeros
tienen la capacidad de crear ese lazo entre sonido y significado, entre palabra e idea.
Estos sonidos ¿De qué ideas son signos? De las ideas que cada hombre posee alojadas
en su mente, como vimos en el punto anterior. Por lo tanto podemos observar que las
ideas tendrían existencia dentro de la mente de los hombres, y no en alguna realidad
aparte2 (por ejemplo, como ideas eternas). Esta información completa lo dicho en la
sección anterior.
Sin embargo, se requiere una mayor complejidad y perfeccionamiento del lenguaje para
poder transmitir ideas. Mayor que una simple referencia objeto-idea.
En primer lugar, las palabras son signos generales (a excepción de los nombres
propios). De otro modo, si existiera una palabra por cada cosa existente, el lenguaje
mismo sería bastante inútil y confuso. Decimos signos generales porque permiten ser
utilizadas de diferentes formas y en diferentes combinaciones para poder transmitir
ideas. Asimismo también existen ideas generales.
Además hay palabras que no hacen referencia directa a ideas, sino a su ausencia
(III.1.4). Del mismo modo habrá palabras para designar relaciones, estados, etc.
Detengámonos acá para analizar lo siguiente. Como vimos anteriormente en el punto 1,
todas las ideas provienen de la experiencia sensible. Y de la misma forma que ideas
abstractas podrían ser rastreadas hasta su origen sensible, las palabras abstractas tienen
un funcionamiento similar. Palabras como concebir, imaginar, disgusto, aprehender,
comprender, adherir, inculcar, perturbación, tranquilidad, etc. son tomadas de las
operaciones de las cosas sensibles y aplicadas a ciertos modos de pensar (III.1.5). De ser
posible dicho rastreo, podríamos siempre llegar a un origen sensible en todos los
idiomas que existen en nuestro mundo.

3. Significación de las palabras


Bien, ya tenemos ideas, lenguaje y, por lo tanto, palabras. ¿Cómo logramos que esas
muchas ideas que deambulan en nuestras mentes logren llegar a los otros? Y además
¿Por qué querríamos hacer tal cosa?
La motivación es clara, el hombre necesita vivir en sociedad para poder sobrevivir y
desarrollarse. Esto significa vivir con otros hombres y para poder lograr tal empresa es
necesario algún medio de comunicación (III.2.1).
Y el modo de hacerlo es, como ya observamos, mediante estos sonidos articulados que
representan ideas. Empero siguen existiendo interrogantes ¿Cómo logramos compartir
la misma relación sonido-idea, palabra por palabra, entre todos los hombres? ¿Es esto

2
En la mente de los hombres pero como referencia a algo concreto de la realidad, no a algo más
allá del mundo.
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algo determinado o, muy por el contrario, totalmente arbitrario? Aparte de a las ideas en
nuestro interior ¿Las palabras hacen referencia a algo más?
Como ya dijimos, las palabras representan ideas de quien las enuncia. Quien las
escucha, solo puede aplicarlas como signos de sus propias ideas, al menos de modo
inmediato. Esto es decir, que hay una limitación en el manejo de las palabras. Esta
limitación tiene que ver con la concepción que yo posea. Así que cuando alguien
enuncia una palabra, por ejemplo “auto”, yo solo puedo hacerla signo de lo que yo
concibo como auto. Y si nunca he visto un auto esa palabra carecerá de significado para
mí.
Entonces ¿Cómo logramos poseer concepciones sobre las cosas que sean lo
necesariamente similares de modo que podamos entendernos? Mediante el aprendizaje
gradual y el hábito. Las personas utilizarán las mismas palabras; sin embargo sólo
podrán hacerlas signos de aquellas ideas que posean en sus mentes. Por lo tanto habrá
personas que gocen de conceptos más complejos que otras, aun utilizando las mismas
palabras (III.2.3).
Por otro lado, cuando las personas hablan, realizan simultáneamente dos suposiciones
(III.2.4-5):
● En primer lugar, suponen que las palabras que están utilizando para referirse a
determinadas ideas, son utilizadas del mismo modo por los demás interlocutores.
Suposición sin la cual sería imposible entablar cualquier tipo de diálogo.
(Aunque podríamos pensar en qué suponer esto muchas veces conlleva a
malentendidos, es imposible detenerse en cada palabra cuando hablamos para
ver si existe una concordancia al 100% con nuestro interlocutor).

● En segundo lugar, suponen a la realidad (no olvidemos que Locke es empirista,


y sin tal referencia a lo real podría caer en algún tipo de contradicción si las
palabras no tuvieran relación con el mundo exterior. Recordemos que estas son
signos de las ideas, y las ideas provienen de la experiencia, ergo las palabras se
refieren a la experiencia, o al menos tienen una relación clara).
Finalmente, nos referiremos a la arbitrariedad o no de las significaciones. Locke
sostendrá la arbitrariedad (III.2.8), como ya se ha dejado entrever en los párrafos
anteriores. Y esto se puede observar en diferentes aspectos del lenguaje.
Por un lado, como en ocasiones palabras que utilizamos normalmente y con una clara
referencia a ideas propias no se enlaza con las ideas que tienen los demás al oír las
mismas palabras, es viable presumir que no hay una significación determinada ya sea
por naturaleza, Dios, etc.
Además podríamos establecer otras significaciones para determinadas palabras, sin
lograr que los demás posean en sus mentes esta nueva significación. Esto demuestra que
tenemos, por un lado, la capacidad de establecer nuevas significaciones o cambiar las
vigentes. Pero por otro lado no podemos hacer que los demás adquieran el nuevo
significado así porque sí3.

3
Los 4 párrafos anteriores sigue el análisis de (III.2.8).
5

Por otro lado, si cada idea estuviera enlazada irremediablemente con una palabra y solo
con esa, entonces existiría una sola lengua hablada por todos los hombres en todo
tiempo y lugar.
Consecuentemente, es inevitable afirmar que “la significación de las palabras es
perfectamente arbitraria” (III.2.8).
Recapitulemos dos aspectos con el objetivo de aclarar un poco el panorama.
Hablando estrictamente, las ideas no se comunican. Es decir, al emitir una palabra que
significa una idea que yo poseo, no logro que la otra persona adquiera directa y
exactamente mi idea. Es claro ya que si la otra persona desconoce la palabra o la idea (o
ambas) no podrá establecerse una comunicación efectiva, al menos sin recurrir a
explicaciones y enseñanzas.
Lo que realmente sucede es que lo que se realiza es una referencia. Cuando yo enuncio
una palabra (ligada a una idea propia) mi interlocutor recibe esta palabra como una
referencia común a una idea que posee. Por ejemplo: cuando decimos “vaca” estamos
utilizando un signo sonoro que significa una idea que poseemos. Para cada uno, la
palabra “vaca” significará (o hará referencia), en primer lugar, el mismo animal real
(dato proveniente de la experiencia); pero además, significará la constitución conceptual
que hemos elaborado a lo largo de nuestras vidas con respecto a este animal (datos
provenientes de las operaciones internas de nuestra mente a partir de experiencia
sensible). De este modo, cuando alguien enuncia dicha palabra, esta no nos transmite
una idea, sino una referencia a una idea propia ya configurada (y sin dudas pasible de
ser cambiada/actualizada/reemplazada) y proveniente del mundo real.
Es verdad que uno puede (y frecuentemente lo hacemos) enseñar ideas (a través de
palabras, claro) a otras personas. No entraremos en demasiadas explicaciones acerca de
qué clases de ideas. Sin embargo uno nunca logra que la otra persona adquiera
exactamente la misma idea que uno, debido a que a pesar de llegar a poseer el mismo
estímulo sensible, las operaciones de la mente varían en cada uno. Y sólo en el mejor de
los casos podríamos tener el mismo estímulo, dado que no captamos u observamos las
mismas cosas cuando percibimos el mundo exterior. Hasta se podría llegar a pensar que
si esto no fuera así, todos pensaríamos prácticamente igual y cualquier tipo de
desarrollo/progreso en cualquier ámbito sería bastante lánguido, debido a la carencia de
diversidad.
Retomando el punto de la referencia, cabe agregar que la fortaleza de dicho vínculo
reside en el uso, generando que ciertas palabras, apenas son escuchadas, provoquen
“ciertas ideas, como si los objetos que mismos que las producen hubieran, en efecto,
operado sobre los sentidos” (III.2.6).
El segundo aspecto que es necesario mencionar es la arbitrariedad señalada en párrafos
anteriores. Cuando hablamos de la arbitrariedad del lenguaje en Locke, nos referimos
más precisamente a una arbitrariedad signo-cosa. Los objetos del mundo imponen una
limitación al lenguaje mismo, por ende no podemos ponerle un signo a aquello que no
existe (hasta cualquier tipo de invención producto de la imaginación se conjuga a partir
6

de elemento reales4). De este modo la arbitrariedad existe en el signo que simboliza una
cosa. Así tendremos diferentes palabras en diferentes idiomas para referirnos a una
misma cosa.

4. Consideraciones Finales
Como pudimos observar hasta este punto, en la visión del papel del lenguaje en Locke
prevalece una función referencial. Mucho camino quedará aún por recorrer desde sus
escritos hasta las concepciones actuales sobre el tema; algunos siglos (quizá no tanto
tiempo realmente) lo distancian del giro lingüístico, y/o de autores como Wittgenstein,

4
Para ver más sobre este tema recomiendo leer Enquiry concerning the human Understanding
de David Hume, secciones 2 y 3.
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Humboldt, Herder, etc.5 El lenguaje como cuerpo del pensar todavía no emerge en el
pensamiento moderno.
Por otro lado, en las páginas del libro de Locke tratado en la presente monografía se
pueden entrever destellos de influencias del Medioevo. Requerirá un estudio profundo y
que excede al objetivo de este trabajo, pero creo que no es erróneo sostener que
pensadores como Agustín de Hipona, entre otros, han influido claramente la concepción
del lenguaje en la Modernidad6.
Así y todo, Locke resulta un punto de inflexión. Un punto donde el pasado y el futuro
del pensamiento encuentran a un pensador clave, sino el primero, en escribir una gran
obra donde el estudio del lenguaje ocupa un terreno muy importante. Quizá no como
una teoría del lenguaje en sí, al menos en las formas más actuales, pero su aporte no
debe ser pasado por alto.
Otro aspecto importante en el trabajo de Locke es que siendo su intención escribir un
texto sobre el conocimiento humano (y por ende analizar límites, posibilidades, etc.)
establece una relación entre los problemas del conocimiento y los problemas
semánticos. Así, considera realizar un análisis del lenguaje en vistas al tema del
conocimiento.

5
Para ampliar este tema recomiendo leer capítulo 3 en: Osorio Rojas, C. (2006). Genealogía del
giro lingüístico. Medellín, Colombia: Editorial Universidad de Antioquia.
6
Véase Del Maestro de Agustín de Hipona.
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Conclusión
Siempre que tratemos sobre el conocimiento inexorablemente acabaremos analizando el
lenguaje. Y ubicándonos en la Modernidad, Locke nos ofrece un panorama muy
interesante y profundo sobre dicho asunto.
En su obra Ensayo sobre el entendimiento humano nos encontramos con un libro
dedicado exclusivamente a las palabras y el lenguaje. Claramente necesita desarrollar
este tema si quiere hacer un buen análisis del entendimiento humano.
Resumamos lo visto hasta aquí. Como pudimos observar en el capítulo 1, nuestro
conocimiento parece disponerse en ideas. Estas no son más que el objeto de nuestro
entendimiento. Además dichas ideas provienen de la experiencia, o pueden ser
rastreadas hasta ella. Locke de este modo negará la posibilidad de ideas innatas, ya que
contradicen la fuente de conocimiento desde su postura.
Otro aspecto interesante es la diferenciación entre las dos fuentes de ideas o
conocimiento. Por un lado tenemos a la sensación, los sentidos, fuente primordial. Pero
Locke también reconoce otra: la reflexión, aquellas ideas originadas por las operaciones
mentales sobre ideas.
Seguidamente observemos el lenguaje. Este resulta ser una vía dada por Dios a los
hombres para poder comunicarse entre ellos. Se evidencian aquí dos cosas. Primero, la
concepción instrumentalista del lenguaje, que comenzará a declinar con el paso de los
siglos. Sin embargo, aunque en esta monografía no hemos discutido a fondo este punto,
podrá observarse más adelante en el libro III como la postura instrumental pierde
terreno, y esto es algo muy llamativo en un autor de su época. Lo importante aquí ha
sido el aspecto referencial del lenguaje. Segundo, la conceptualización del lenguaje sólo
como sonidos articulados. Se deja de lado cualquier otra forma de comunicación
simbólica.
Luego tenemos a las palabras, que son signo de las ideas. Además, estas palabras
cuando son enunciadas hacen referencia tanto a la realidad como a las ideas que poseen
los hombres de esta. Claramente vemos como impera en Locke una semántica
referencial. La palabra como unidad de sentido significa por referencia a un algo de la
realidad. Surgen problemas tales como la existencia de palabras que no refieren a nada
en concreto de la realidad. Locke no abordará prácticamente este tema y lo descartará
diciendo que hay palabras que no significan ideas sino la carencia de ellas, cosa que no
nos acerca ni un ápice a una solución. Asimismo, al suponer que todas las palabras
pueden ser rastreadas hasta un origen en la experiencia, se expone a caer en la
formulación de que cada palabra debe tener una relación directa y única con una idea
sensible (idea directamente proveniente de un algo sensible claro está). No
profundizaremos en esto, sin embargo realizar un planteo de este tipo conlleva avanzar
en un callejón sin salida conforme más y más palabras sin un origen sensible unívoco se
vayan detectando.
Con respecto a la significación de las palabras, aquí radica el núcleo en cuestión. Ya
dijimos que las palabras hacen referencia a la realidad. Y cuando las emitimos lo que
estamos haciendo es una referencia a nuestras ideas, en primer lugar. No podríamos
emitir palabras que no representan alguna idea que no poseamos (técnicamente sí
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podríamos, pero no lograríamos comunicarnos). Pero además estas palabras hacen


referencia a la realidad misma. Esta referencia es importante en el planteo de Locke
porque le da peso a su empirismo. Finalmente, pero no menos importante, dichas
palabras hacen referencia a las ideas que tiene el receptor.
Entonces, como podemos observar, el peso de la postura de Locke radica en una
“referencialidad”, es decir, en una semántica referencial. Estrictamente hablando, las
ideas no se transmiten de una persona a otra mediante palabras, sino lo que se transmite
es una referencia. Claro está que habrá dificultades y que cada persona configurará
conceptos algo diferentes sobre una misma cosa. Sin embargo, por el uso continuo y
cotidiano de las palabras (y por supuesto, por un aprendizaje paulatino del lenguaje) las
personas pueden entenderse y de este modo compartir conocimientos, dado que más allá
de que no se pueden “trasplantar” ideas de una a otra persona, si podemos entendernos.
Y por todo esto, porque cada persona configura sus ideas o conceptos de formas
diferentes y porque las palabras son por ende arbitrarias en cuanto a la relación signo-
cosa (es decir, porque relacionamos la cosa con el signo sólo por el uso y costumbre, no
porque sea imposible dotar a cada cosa de cualquier signo), y porque además dichas
palabras refieren a ideas relativamente diferentes en cada uno, es que no hay un solo
idioma en el mundo, sino cientos o miles.
¿Y por qué parece el hombre tan empecinado en comunicarse con los otros? Por causa
de que necesitamos de los demás para sobrevivir, para vivir en sociedad:
Aun cuando el hombre tenga una gran variedad de pensamientos, y tales, que de ellos
otros hombres, así como él mismo, pueden recibir provecho y gusto, sin embargo, esos
pensamientos están alojados dentro de su pecho, invisibles, y escondidos de la mirada
de los otros hombres y, por otra parte, no pueden manifestarse por sí solos. Y como el
consuelo y el beneficio de la sociedad no podía obtenerse sin comunicación de ideas,
fue necesario que el hombre encontrara unos símbolos externos sensibles, por los cuales
esas ideas invisibles de qué están hechos sus pensamientos pudieran darse a conocer a
otros hombres (III.2.1).

Sin lugar a dudas esta concepción del lenguaje presenta sus dificultades. No obstante
realizar un análisis sobre la misma posibilita comprender muchos otros aspectos no solo
en la obra y pensamiento de Locke sino en la Modernidad misma. Sin dudas un estudio
profundo de los escritos de nuestro autor hará surgir multitud de interrogantes como el
que ha motivado esta monografía, más entiendo que el lector pudo obtener un claro
panorama de las nociones más importantes con respecto al conocimiento y,
principalmente, al lenguaje en el pensamiento moderno, al menos visto desde el prisma
de Locke.
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Referencias bibliográficas
Fraser, A. C. (1959). An Essay Concerning Human Understanding. Nueva York,
Estados Unidos de América: Dover Publications, Inc.
Locke, J. (1999). Ensayo sobre el entendimiento humano. México: FCE.

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