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Curso: Derecho Ecologico

Tema: “Corrupción de Funcionarios”


Docente: Alberto Rojas Alvarado
Alumno: Gavy Mayumi Pari Espinoza
INTRODUCCION

El término corrupción, desde una perspectiva semántica, proviene del latín


rumpere, que significa romper, dividir, quebrar, violar, anular; que a su vez se
deriva de corrumpere, cuyo significado es alteración, desunión, descomposición
Corrumpere, entonces, debería significar: “romper con”, “romper en unión de”,
pero en realidad quiere decir “echar a perder, pudrir”. Por lo tanto, la expresión
corromper siempre reconoce, en líneas generales, la presencia de dos partícipes en
el acto, que se corresponden principalmente con dos espacios; el corruptor y el
corrupto, es decir la fuerza que corrompe y aquella persona sobre el que recae y
que, en definitiva, es lo que se echa a perder, lo que se pudre.

La corrupción es un grave problema que enfrentan los Estados. La historia


reciente del Perú ha puesto de relieve, de manera dramática, que se trata de un
problema latente para nuestra aún incipiente institucionalidad democrática. La
corrupción socava la legitimidad del Estado y con ello su fundamento democrático,
afecta el correcto funcionamiento de la administración pública, el patrimonio
estatal, el carácter público de la función, la ética en el ejercicio de funciones
públicas, con lo cual genera que se inserte en el colectivo social la idea de que la
función pública se vende al mejor postor.

Debido a la gravedad del problema, desde hace aproximadamente dos


décadas, la lucha contra la corrupción está presente en la agenda política de los
Gobiernos y, dada su trascendencia internacional, la comunidad internacional
(regional y mundial) ha impulsado la adopción de medidas colectivas para frenar y
enfrentar el problema. Así, en 1996 en Caracas (Venezuela), los Estados miembros
de la Organización de Estados Americanos (OEA) suscribieron la Convención
Interamericana contra la Corrupción con el objeto de prevenir, detectar y sancionar
la corrupción en la región; y, en el 2003, las Naciones Unidas (ONU) aprobó la
Convención contra la Corrupción en Mérida (México) y presentó, de este modo,
una respuesta mundial al problema de la corrupción, con un instrumento en el que
se señala expresamente que la prevención y la erradicación de la corrupción son
responsabilidad de todos los Estados y que estos deben cooperar entre sí para que
sus esfuerzos sean eficaces.
Las razones para abordar este fenómeno son claras pues la corrupción
implica un impacto negativo en la consolidación de la democracia, en el respeto a
los derechos humanos y, en particular, en la ética ciudadana. Esta clase de
prácticas nocivas que se vinculan con la moral pública generan efectos perniciosos
en la confianza que los ciudadanos deben tener ante sus autoridades, en todos los
niveles e instituciones del Estado, y por ello se hace necesario estudiarlas para así
combatirlas.

Sin embargo, pese al logro de importantes avances en este ámbito, la


impunidad de los delitos de corrupción, sobre todo de aquellos ligados al poder,
ha sido una18 Estudios críticos sobre los delitos de corrupción de funcionarios en
Perú constante. A esta situación contribuyen una serie de factores como la posición
económica y social de sus autores, sus conocimientos del sistema de justicia y la
consecuente facilidad para evadirla, la posición de poder que ocupan los
funcionarios públicos y el despliegue de sus influencias para impedir la
investigación de los delitos, entre otras condicionantes. En este contexto, la
impunidad por prescripción ha cobrado especial relevancia. Es frecuente ver que
los procesos penales se ven truncados por imperio de la prescripción, y generan en
la sociedad una sensación de impunidad generalizada de los actos de corrupción.
Se escucha frecuentemente: «Roban al Estado, dilatan sus procesos y salen libres a
disfrutar el fruto de su delito».

Hoy la corrupción ya no se percibe solo como un ruido marginal al


funcionamiento de los sistemas políticos y de la convivencia entre ciudadanos
pertenecientes a la misma colectividad social. Ella es más bien reconocida como
una de las principales amenazas a la democracia, pues conspira contra su
legitimidad, vulnera el Estado de derecho y afecta el uso de recursos públicos
orientados al cumplimiento de derechos o a fines de interés colectivo. Por ello, un
acto de corrupción constituye una grave muestra de deslealtad frente a las reglas
que debieran regir un comportamiento social honesto, pues supone el
aprovechamiento inmoral de lo público para un beneficio privado, acción que es
aún más nociva cuando la ejecutan personas que detentan cargos públicos.
CORRUPCION DE FUNCIONARIOS

El delito de corrupción de funcionarios, denominado en la doctrina como


“cohecho” y en el ambiente jurídico y social con expresiones como “corrupción,
soborno”, se utilizan para referirse al quiebre de la imparcialidad del funcionario
público. Tradicionalmente, entendida como pactar la venta de un acto de
autoridad que debía ser cumplido gratuitamente.

Se trata de proteger la integridad del funcionario y su lealtad con respecto al


Estado. A decir de Fidel Rojas, la corrupción tiene mayor incidencia en sociedades
no democratizadas donde la fuerza de los valores y deberes se caracteriza por su
déficit o en aquellas donde constituye un valor de intercambio para el cálculo de
intereses.

El delito de corrupción es considerado un delito bilateral ya que en ella


conspiran dos voluntades que corresponden a dos sujetos intervinientes. Se
requiere para su comisión, de la presencia de dos personas, de un lado, un
corruptor (el sujeto que ofrece la dádiva) y de otro lado de un corrupto (el
funcionario que recibe el ofrecimiento o lo acepta). Esta característica permite que
ambos sujetos sean considerados sujetos activos del delito y que por tanto, se
sancione ambos comportamiento. Por técnica legislativa, la mayoría de Catálogos
punitivos sancionan ambas conductas en tipos penales distintos.

Es así, que los tipos penales de corrupción pasiva buscan sancionar a los
funcionarios públicos que reciben dádivas (artículos 393º y 394º del Código Penal) ,
en tanto que los tipos penales de corrupción activa, a los particulares o sujetos que
realizan el ofrecimiento patrimonial (artículo 399º del Código Penal). Al respecto
cabe agregarse que los tipos penales previstos en los artículos 395º y 396º,
constituyen en esencia, formas agravadas de corrupción pasiva, en razón de la
calidad del agente.

La corrupción pasiva de funcionarios admite dos modalidades, cuya


diferencia radica únicamente en la naturaleza contraria o conforme a derecho de
los actos del funcionario o servidor.
El cohecho Impropio se produce cuando el funcionario o servidor recibe
dádiva, ventaja o promesa de su entrega para realizar un acto que no viola sus
obligaciones. Es decir, se limita a cumplirla y actuar de conformidad con el
derecho, pues los actos que realiza no están prohibidos. La reprochabilidad del
acto radica en el hecho de haber solicitado o aceptado dádivas pera realizar actos
de su función, afectándose así la ética, el prestigio de la administración pública y la
gratuidad de la función y el servicio público (artículo 394ª del Código Penal).

Sin embargo, pese a que en nuestra legislación interna se han buscado


tipificar las modalidades más saltantes de este delito, no se haya incorporado en la
legislación interna, el delito de soborno trasnacional, pese a que nuestro país es
suscriptor de la Convención de Caracas, denominada “Convención Interamericana
Contra La Corrupción”, suscrito en la ciudad de Caracas - Venezuela, el día 29 de
marzo de 1996.

Los delitos de corrupción socavan gravemente la legitimidad del Estado y


con ello su fundamento democrático. Por esto, es legítimo y se constituye en
imperativo sancionar los actos de corrupción. En este ámbito no se debe tolerar la
impunidad como efecto de la prescripción de la acción penal de estos delitos. Los
procesos por corrupción deben terminar con una sentencia que declare la
responsabilidad o inocencia de los acusados.

Por ello, es necesaria una reforma legislativa orientada a evitar la


impunidad por prescripción, que entre otras medidas amplíe los plazos de
prescripción de todos los delitos de corrupción. Sin embargo, la
imprescriptibilidad no es una solución adecuada al problema de la impunidad de
estos delitos, tampoco necesaria. Esta medida constituye únicamente una solución
aparente, pero además —y esto es lo grave— trae consigo consecuencias
contraproducentes para la propia lucha contra la impunidad de los delitos de
corrupción.

El fenómeno de la corrupción está muy anclado y arraigado desde la


existencia de la humanidad misma, en razón de que sus raíces responden
precisamente a consideraciones sociológicas y modernamente a ámbitos de ciencia
política por la vinculación que tiene la corrupción con el poder, por ser su ámbito
de germinación y relevancia. El poder y corrupción se asocian cuando el primero
no es considerado como un hecho regulado por el Derecho, entendiéndose a éste
como un sistema normativo regulativo de conductas humanas. Por otro lado, no
habría inconveniente de orden semántico que se pueda hablar de deportistas, de
directores de empresas o de sacerdotes “corruptos”, en el mismo sentido podría
hablarse de gobernantes o congresistas corruptos. Empero, lo que sí es cierto es
que en los actos o actividades de corrupción interviene siempre, por lo menos, un
decisor.

La corrupción instalada como sistema en una sociedad presupone un


desprecio generalizado a la que se asocia la centralización de la toma de decisiones
en el Poder Ejecutivo, la falta de autonomía en el poder jurisdiccional y en el
Legislativo por los dictados del Ejecutivo con argumentos que se fundan en la
emergencia o eficiencia económica. Por ello, llegamos a un punto donde lo único
que importa es la riqueza y el mantenimiento de las ganancias como motores del
progreso social. Sus defensores creen en que aspectos de moral, de espíritu o de
mística para el progreso económico sin límites hallan campo propicio para la
corrupción, y se suele instalar en este modelo político en que vivimos para formar
parte de la llamada criminalidad no convencional acompañada por el abuso de
poder. Pero no sólo por el abuso gubernamental que pueda existir, sino también el
económico, el financiero, el industrial, el bancario, el tecnológico y el científico.

A la corrupción y su impacto en la administración pública la podemos


definir como aquella desviación por parte de la administración de los poderes del
Estado del correcto funcionamiento, que no es otro que el “interés público”. Puede
encontrarse definiciones muy generales como la de Andrés Ibáñez que indica que
la corrupción son “...aquellas formas de actividad ilegal mediante las cuales,
sujetos que gestionan espacios de poder político y cuentan con capacidad de emitir
decisiones de relevancia en el plano económico, prevaliéndose de esa posición, se
apropian de una parte del beneficio correspondiente a quienes por su mediación
contratan con la administración pública, los que, con ese coste como sobreprecio,
obtienen a su vez un privilegio.
CONCLUSIONES

 A raíz de la caída del régimen autoritario del expresidente Fujimori en


noviembre de 2000, se develó una red de corrupción que había venido
actuando sistemáticamente y que involucraba a los más altos funcionarios
vinculados a dicho régimen. Ello motivó la creación de un subsistema
especializado, el sistema penal anticorrupción, el cual desde entonces ha
realizado esfuerzos por investigar, juzgar y sancionar prácticas graves de
corrupción cometidas durante dicho período así como aquellas que se han
sucedido durante regímenes democráticos posteriores.

 La corrupción es un problema que afecta gravemente la legitimidad de las


democracias, distorsiona los sistemas económicos y constituye un factor de
desintegración social. La lucha contra la corrupción es tal vez uno de los
campos en los cuales la acción colectiva de los Estados es no sólo útil y
conveniente, sino absolutamente necesaria.

 La corrupción impide que muchos países encaren sus problemas más


graves, desalienta la inversión extranjera y nacional, socava la confianza del
público en las instituciones y agrava los problemas presupuestarios, puesto
que priva a los gobiernos de ingresos arancelarios e impositivos
considerables.

 Hoy la corrupción ya no se percibe solo como un ruido marginal al


funcionamiento de los sistemas políticos y de la convivencia entre
ciudadanos pertenecientes a la misma colectividad social. Ella es más bien
reconocida como una de las principales amenazas a la democracia, pues
conspira contra su legitimidad, vulnera el Estado de derecho y afecta el uso
de recursos públicos orientados al cumplimiento de derechos o a fines de
interés colectivo. Por ello, un acto de corrupción constituye una grave
muestra de deslealtad frente a las reglas que debieran regir un
comportamiento social honesto, pues supone el aprovechamiento inmoral
de lo público para un beneficio privado, acción que es aún más nociva
cuando la ejecutan personas que detentan cargos públicos.

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