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Capítulo 1 y 4 de El malestar en la cultura

Freud, en su celebre escrito, El malestar en la cultura, propone una manera sumamente


crítica y perspicaz de entender las formaciones culturales, la sociedad y su relación con el
individuo. La cultura, atañería inherentemente también a un malestar al que nos
sometemos al ser parte de ella. Para lograr la formulación de su argumento, Freud despliega
y precisa sus apreciaciones en ocho capítulos. En la presente ficha me encargaré de abordar
el primer y cuarto capítulo de su escrito.

Freud comienza en el capítulo uno refiriéndose a una sensación de eternidad, una suerte de
sentimiento oceánico, que sería la fuente de la energía religiosa, pero que no es exclusivo
precisamente de la religión. En este tipo de sentimiento algo de la percepción subjetiva del
yo como fenómeno unitario se trastoca, sucediendo similar sensación, por ejemplo,
también en el amor, en algunas patologías que parecen borrar la demarcación entre el yo y
el mundo exterior, y por supuesto (como Freud había ya teorizado en anteriores trabajos)
en la relación del niño lactante con su madre.

De este ultimo ejemplo (del niño con su madre), Freud realiza repetidas menciones para
intentar explicar el sentimiento oceánico con el que comienza su argumento. En primera el
padre del psicoanálisis realiza una bella metáfora, entre la manera en que las ruinas de
Roma pueden mantenerse y dar a los viajeros, siendo estas de otra época, aun un aura de
lo que fueron en su momento comparado a cómo algunos dejos de la vida primitiva del
bebé pueden mantenerse incluso en la etapa adulta de la vida.

En mi opinión la frase que sintetiza el capitulo uno, siendo a la vez la idea a la que da servicio
la metáfora del párrafo anterior sería “en la vida psíquica nada de lo una vez formado puede
desaparecer jamás” (p. 12). La religión y mucho de la experiencia cultural del sujeto, de esta
manera estarían ligadas a la vida infantil, el desamparo y la nostalgia por el padre.

Respecto al capítulo 4, Freud emprende a explicar sus ideas sobre los factores a los la cultura
debe su origen, su evolución, y como ésta surgió. Es autor acepta que tal tarea de
argumentación es exorbitante, y que si bien no ha logrado entrever con completitud tal
proceso, puede adelantar algunos de sus descubrimientos.

Tales descubrimientos provienen en su mayoría de un texto anterior, me refiero a Totem y


tabú, otro texto de carácter cultural psicoanalítico. En Totem y tabú Freud conjetura que el
hombre al descubrir el carácter del trabajo en mejorar el destino de la tierra, ya no pudo
dejar de considerar si el progimo trabajaba con, o contra él. Así, los otros individuos
adquieren una significación de colaboradores con los que les resulta útil vivir en comunidad.
Por su parte, la necesidad de satisfacción genital oriento el origen de la familia, de esta
manera se reproduce la especie, esto foma una familia primitiva, aquella que se relata en
Tótem y tabú.

La familia primitiva, en la cual el padre era la única persona que regía sobre todos y poseía
a todas las mujeres, dio paso a otro tipo de familia una vez que él padre cayera y en su
memoria se fundara el tótem (como símbolo del padre) y el tabú (mandatos específicos que
permitían la vida en sociedad e impedían que algún otro individuo encarnara al padre
totalitario). Así, el tabú fue constituye la primera noción de derecho. De esta manera, el
amor y el trabajo se vuelven los regidores de la vida humana en sociedad.

Pero aun así, tanto el amor como el trabajo conservan sus riesgos y pueden muy fácilmente
decantar en el malestar. Por ejemplo, el individuo que posicione al amor como centralidad,
estará siempre condicionado a lo que el exterior le repare, si la persona amada falta, la
centralidad de su vida se derrumbaría. Tambien existe una pequeña porción de la sociedad
que logra una suerte de amor universal, en la cual ya no es un objeto especifico el que se
ama, y el amor como sentimiento etéreo adquiere valor por sí mismo. En este punto Freud
hace un juicio de valor, posicionando tal tipo de amor como injusto, ya que no siempre
todas las personas merecen ser amadas, ni cumplen un papel igual de importante en la vida
del individuo.

A pesar de lo manifestado hasta ahora, sobre el amor como pilar de la cultura, éste también
puede contraponérsele, por ejemplo, el amor familiar puede en ocasiones aislar a la familia
de su entorno social, contrariando el principio social de aglutinación de individuos en
grandes cantidades. Por tal razón, ciertos vínculos demasiado íntimos de la familia se
intentan contrarrestar culturalmente, por ejemplo, con pasajes de independencia en la
adolescencia.

Posteriormente Freud postula algunas ideas que resultan bastante controversiales, sobre
cómo la mujer tiene menor capacidad de sublimación, y cómo son más conservadoras con
mentalidades que van en detrimento del desarrollo cultural. No ahondaré en tales ideas, ya
que Freud tampoco le da un tratamiento a profundidad para explicarlas.

Por último, Freud reflexiona sobre las limitaciones en el campo sexual que la cultura impone
a aquellos que se adscriban a ella. Cualquier satisfacción extragenital se condenaría como
fetiche, cualquier infracción a la monogamia estaría mal vista, y solamente quedaría para el
individuo los estrechos margen de la relación heterosexual monogámica. En todo caso,
conjetura Freud a manera de cierre del capítulo, incluso la sexualidad, sin contar con
aquellas trabas sociales, está distanciada de la satisfacción total.

Comentario

El presente texto, junto con otros como Tótem y tabú, El porvenir de una ilusión, o
Psicología de las masas y análisis del yo, testimonian el interés de Freud de hacer trascender
el psicoanálisis, de ser no solamente una teoría sobre la subjetividad y aquello que
desconoce el individuo sobre sí mismo, a también poder tener algo que decir sobre la
sociedad, la cultura, la historia y la manera en que el sujeto se relaciona con los otros.

Me resulta particularmente interesante, en El malestar en la cultura, específicamente en el


capítulo que me correspondió revisar con mayor detenimiento, el juicio de valor que Freud
realiza sobre la idea del amor universal, y lo escéptico que es respecto a que tal tipo de
amor pueda ser la respuesta para una vida plena.

Este juicio además de un componente moral (al adjudicar que no todas las personas
merecen ser amadas) tiene un componente teórico, que se liga directamente con la
economía de la libido. La libido no es infinita e inagotable, amar con tal ímpetu a una
cantidad de objetos tan mastodóntica, sería libidinalmente imposible.

Esto, además de ser una aguda crítica a algunas concepciones religiosas idealistas del amor,
me resulta interesante porque lo ligo un tanto intuitivamente con un video que había visto
de Slavoj Žižek, en donde explica su noción del amor, como si fuera un desbalance cósmico,
el amor solo se daría en tanto algo del orden de la predilección se gesta. No es “yo amo a
todos”, es “yo a este objeto en específico, lo amo”. Así como funciona nuestro
entendimiento del lenguaje, donde las palabras adquieren su valor por medio de la relación
con otros significantes, así los objetos pueden sobresalir en nuestra cotidianidad al resaltar
de aquello que no está envestido libidinalmente de la misma forma.

Concuerdo de esta manera con Freud, y con Žižek, al ser aséptico ante la noción de amor
universal que algunos movimientos espirituales, y algunos superficiales preceptos new age
proponen como respuesta. Esto, claro, sin que considere que lo que debería primar sea la
más completa apatía, indiferencia o nihilismo ante el otro que no me sea directamente
significativo. Prima más bien todo lo contrario: empatía, consideración, solidaridad,
sentimientos que pueden ser igual de importantes que el amor.

Bibliografía.

Freud, S. (1930). El malestar en la cultura. Alianza Editorial: España

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