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PARTE I

Lo que dicen las sagradas escrituras no tiene más evidencia que lo que nos dictan los sentidos; es
más, es aún menor. Pues se basa en el testimonio de los apóstoles. (P. 133).

La experiencia nos enseña que hay muchos grados de posibilidad en las cuestiones de hecho; y la
fuerza de probabilidad estará dada por los casos a favor o en contra, según sea su número. Entre
más experiencias uniformes, más probabilidad se le atribuye. (p. 134-135).

(p. 136)

El testimonio es válido como experiencia, ya que nos da probabilidades cuanto más se acerquen
los testimonios a la veracidad comprobada de los hechos posteriormente, cosa que suele suceder.
Se observa la veracidad y la concordancia habitual de los hechos con lo narrado en el testimonio
(p. 135)

Con el testimonio humano pasa lo mismo que con la experiencia, sirve como evidencia si se
sopesan las contradicciones para encontrar cuál es el grado de probabilidad máximo.

(p. 137)

Un milagro es la violación de las leyes de la naturaleza. Lo que hace que algo se catalogue como
milagro es que haya una experiencia uniforme en su contra; es decir, aquello nunca se ha visto,
oído, etc. (p. 139).
Ningún testimonio es suficiente para establecer un milagro, a menos que la falsedad de este
testimonio fuera más milagrosa aun, en cuyo caso, se miden las fuerzas de os argumentos y se
escoge el que gane, restando la fuerza del contrario, claro está (MATEMÁTICO EL FILÓSOFO). (P.
140).

PARTE II

Hemos supuesto que la evidencia de un milagro se basa en una demostración completa, pero esa
nunca se ha encontrado. Pues… (DISMINUYE LA AUTORIDAD)..

EN PRIMER LUGAR: En toda la historia no se ha encontrado un testimonio de hombres en


suficiente número, reputación, conocimiento… (p. 141).

EN SEGUNDO… Lo curioso es que aquello que debería destruir un argumento a favor de los
milagros es lo que hace que se crea en ellos: la imposibilidad de experiencia (observaciones
pasadas). Esto debido a la afección de asombro y sorpresa que causa placer. (p. 142).

Se acogen milagros y narraciones extraordinarias con avidez, debido a la imaginación, la religión, el


defender una causa, la vanidad; unido a que el oyente cree que no comprende y renuncia a
cuestionar, es más, se cree osado al intentar comprender y entre más cree más osado piensa que
es. (p. 142).

(p. 142).

Los relatos falsos han demostrado que la humanidad es propensa a lo extraordinario, lo cual nos
debería sembrar desconfianza frente a relatos de esta índole; pero, al parecer, el placer de narrar
y ser el primero, acontecimientos de esta índole, es más fuerte. (p. 143).

EN TERCER… las narraciones extraordinarias provienen de tiempos de la humanidad ignorante o


bárbara y así han llegado a nuestros días, pero… (p. 143).

(p. 144).

Ha habido engaños como el de “Alejandro”, porque escogió a gente estúpida para engañarlos y
cuando esta “información” llegó a oídos de los cultos, estos apenas se burlan del absurdo sin
buscar refutar, lo cual sólo acrecienta la posibilidad de engaño a otros. (p. 144-145).
EN CUARTO LUGAR…

Todo testimonio de milagros ha sido desacreditado por otros testigos que los contradicen; así, por
ejemplo, puede citarse que una religión que cree en ciertos milagros es contradicha por otra que
tiene sus propios milagros. (p. 146). Pues, todas no pudieron establecerse sobre un fundamento
sólido.

NARRA aquí unos supuestos milagros atestiguados por muchas personas bien reputadas en su
época, para preguntarse después… (Notas pie de página de p. 150-151).

(p. 152)

Hay gran tentación en pretender ser embajador del cielo o, al ser engañado primero, puede una
persona engañar a otras después. (p. 152-153).

(p. 153)

Es difícil, eso sí, descubrir la falsedad de estas historias y más cuando hay tiempo y distancia entre
los hechos y el hoy. (p. 153).

Si lo único que confiere la fuerza suficiente de evidencia de un milagro es la experiencia y se


convierte ésta en contradicción del testimonio humano, entonces, se aniquilan los argumentos.
Por tanto,

(p. 154).
(p. 157). En estas páginas examina el pentateuco y todos sus milagros para preguntar al final si
sería más milagroso no creer en esto, dejando, a mi modo de ver, la idea de que sí, pero que por
fe, se cree.

(p. 158)

CREER EN MILAGROS ES ASUNTO DE FE. LA RAZÓN, SEGÚN EL AUTOR, ES INSUFICIENTE.

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