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PSICOPATOLOGÍA INFANTIL

Unidad 1 CENTRO DE ESTUDIOS UNIVERSITARIOS

Aspectos generales de la Psicopatología Infantil

Competencias a desarrollar
• Analiza fundamentos y factores del desarrollo físico, cognitivo y psicológico del
ser humano, desde las perspectivas teóricas a fin de identificar causas y conse-
cuencias de psicopatologías relacionadas con retrasos en este desarrollo.
• Aplica conocimientos a la práctica de su profesión.

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Resultados de aprendizaje esperado


Conoce un panorama general de la psicopatología infantil, define su concepto, cuestio-
na y construye nuevas nociones de salud y enfermedad mental. Revisa lo que se entien-
de por normalidad y patología en el ámbito de la psicología infantil, así como conoce la
postura psiquiátrica y analítica del tema.

Objetos de aprendizaje
1.1 Aspectos generales de la psicología infantil

1.1.1 Normalidad y patología en el área en la infancia

1.1.2 La evaluación de la normalidad en la niñez

1.1.3 El concepto de las líneas del desarrollo


1.1.4 El origen de los síntomas

1.1.5 El diagnóstico infantil

Desempeños esperados
Declarativos

• Entiende ampliamente y cuestiona conceptos como psicopatología infantil, sa-


lud y enfermedad mental, normalidad y anormalidad en el área de la psicología
infantil.
Procedimentales

• Diferencia entre salud y enfermedad en el campo médico, del campo psicológico


en el trabajo clínico con niño.
Actitudinales

• Reconoce que existen diferentes modos de sufrimiento humano y que cualquier


forma merece respeto.

Actividades de enseñanza
• Explica cada uno de los aspectos generales de la psicopatología infantil.
• Organiza y dirige un análisis grupal acerca del concepto de psicopatología infantil.
• Lleva a cabo un panel de discusión guiada acerca de la normalidad y la anorma-
lidad en la niñez.

Actividades de aprendizaje
• Escribe una síntesis de las explicaciones del maestro.
• Lleva a cabo una investigación en internet acerca de los primeros teóricos del
psicoanálisis infantil: Anna Freud, Melanie Klein, Bruno Bettelheim, Donald Win-
nicott, Françoise Dolto, Maud Mannoni, para su discusión en clase, y escribe un
reporte con el resultado de su investigación.

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• Escribe conclusiones, tanto del análisis como del panel de discusión.


• Lee el artículo “Los negros efectos del DMS-IV” y ensayo de la lectura.

1.1 Aspectos generales de la psicología infantil


La Psicopatología Infantil estudia la conducta anormal o alteraciones que pueden apa-
recer en la infancia; disciplina que no debe considerarse como una extensión de la psi-
copatología del adulto, ya que no se debe considerar al niño como un adulto pequeño,
sino como un niño, con las alteraciones peculiares de esta etapa. Por lo tanto, el objeto
de esta disciplina es la descripción, observación y evaluación de la conducta anormal
del niño, así como la investigación de las causas y factores mantenedores y productores
de la conducta anormal.

En las últimas décadas, numerosos clínicos e investigadores interesados en el estudio


de los trastornos psicológicos de la infancia han consolidado el modelo teórico cono-
cido como psicopatología evolutiva o psicopatología del desarrollo (Cicchetti y Cohen,
1995a, 1995b; Cicchetti y Rogosch, 2002); enfoque en el que tanto la conducta normal
como la anormal se entienden como variaciones dentro de un continuo de rasgos o ca-
racterísticas y no como fenómenos dicotómicos. Achenbach (1990), por ejemplo, refe-
ría que las conductas desviadas, que normalmente son motivo de búsqueda de ayuda
profesional, no son más que meras variaciones cuantitativas de las características que
pueden ser normales en ciertos períodos del desarrollo.

La psicopatología evolutiva fue descrita por Stroufe y Rutter (1984) como “el estudio
de los orígenes y el curso de los patrones individuales de desadaptación conductual,
cualquiera que sea el comienzo, las causas o transformaciones de su manifestación
en la conducta, y cualquiera que sea el curso del patrón evolutivo”.

El objeto de la psicopatología evolutiva, por lo tanto, consiste en dilucidar qué procesos del
desarrollo subyacen a todos los ámbitos del funcionamiento y, en particular, cómo se pro-
duce la compleja integración de los sistemas biológicos, psicológicos y sociales de la perso-
na para explicar tanto la conducta adaptada como la desadaptada. La perspectiva orga-
nizacional que subyace a este enfoque es un potente marco para entender las intrincadas
influencias del curso vital, tanto sobre los estados de riesgo y la psicopatología como sobre
el desarrollo normal. Se supone que la vulnerabilidad para los trastornos psicológicos se de-
riva de las cualidades de la organización entre dichos sistemas, y no tanto de componentes
aislados. Teóricamente, las personas bien adaptadas muestran coherencia en la organiza-
ción de estos sistemas, en contraposición con las personas vulnerables, si bien se supone
que no existe un único prototipo de vulnerabilidad, sino varios.

El desarrollo psicológico se concibe como el resultado de un determinado número de


tareas relevantes para cada edad y etapa, de modo que puede establecerse una imagen
jerárquica de la adaptación en donde la resolución satisfactoria de una cuestión rele-
vante en un estadio temprano aumenta la probabilidad de una adaptación exitosa pos-
terior. Sin embargo, aunque una adaptación temprana presagia con probabilidad cuáles
van a ser las características del funcionamiento futuro, la posibilidad de divergencia y
discontinuidad siempre existe en un modelo que tiene un carácter dinámico, es por eso
que el desarrollo se entiende como una epigénesis probabilística.

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Otro importante principio que sustenta la psicopatología evolutiva es que la persona


ejerce un rol activo en la dirección del curso de su desarrollo, de modo que, aunque los
factores más distales en la historia personal o las influencias del momento presente
sean importantes para el proceso del desarrollo, las elecciones que hace la persona y
la autoorganización se cree que ejercen una influencia crítica creciente en su desarrollo.

Las experiencias tempranas son importantes, y el análisis de cómo han estructurado la


organización de los sistemas biológicos y psicológicos resulta útil para comprender las
diferencias interpersonales en la manera de responder al riesgo y al estrés a lo largo del
desarrollo y en un determinado momento, así como en el uso de recursos de protección.
Los cambios significativos en el equilibrio entre los procesos de riesgo y de compensa-
ción se supone que tienen el poder de alterar la dirección de las trayectorias evolutivas.

Como se ha señalado, los psicopatólogos evolutivos están interesados en el estudio tan-


to de los niños que presentan características que confieren elevada predisposición a de-
sarrollar trastornos psicológicos y que no los desarrollan, como de aquellos que llegan a
manifestarlos; el propósito entonces es examinar los procesos de riesgo y de compensa-
ción, así como sus transacciones dinámicas y cómo influyen en el desarrollo de la perso-
na. Dichos especialistas consideran importante identificar a los niños y adolescentes que
viven en circunstancias de riesgo de presentar posteriores trastornos en la edad adulta,
con el fin de dilucidad las organizaciones prodrómicas implicadas en la evolución. Por
otra parte, se asume también que la interacción dinámica entre los procesos de riesgo y
de compensación se expresa en la conducta de manera diferente, dependiendo de las
normas, prácticas, valores y creencias de cada cultura; por ejemplo, la caracterización de
una cultura dentro de un continuo de propiedades sociocéntricas (que enfatizan la co-
munidad, la familia y la interrelación) o individualistas (que enfatizan la individualidad,
la autonomía y el logro personal) influirá de forma diferente en los procesos de riesgo y
compensación y en la forma en que interactúan. Del mismo modo, la cultura también
puede influir en la forma de expresión de los síntomas; por ejemplo, preferentemente
socioemocionales o físicos.

La perspectiva evolutiva de la psicopatología presupone que, durante el desarrollo, se


van integrando más los sistemas cognitivo, afectivo, social y biológico del niño, permi-
tiendo así que diversos mecanismos de vulnerabilidad o de protección actúen de forma
sinérgica en el desarrollo de un trastorno. Sin embargo, como se desprende de la inves-
tigación epidemiológica, ello no significa que la interacción de factores vaya a producir
el trastorno de la misma forma en dos individuos, sino que ambos pueden desarrollar
idéntico trastorno mediante mecanismos diferentes, del mismo modo los mismos me-
canismos de vulnerabilidad pueden dar lugar a diferentes tipos de trastornos en las dos
personas, dependiendo de la dinámica de interacciones mutuas que se produzca en la
historia del desarrollo personal, también fenómeno de la multifinalidad.

Como reflejo de la transición desde modelos de enfermedad a modelos basados en una


perspectiva evolutiva de la psicopatología, la investigación sobre la vulnerabilidad en
niños ha cambiado, pasando de la identificación de procesos únicos de vulnerabilidad
a un análisis de la interacción más comprensivo entre múltiples mecanismos de vulne-
rabilidad y protección, factores ambientales de riesgo y compensación y cambios evo-
lutivos. Los factores de compensación incluyen, entre otras características, los cuidados
estables recibidos por el niño; sus capacidades de solución de problemas; el atractivo

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que pueda suscitar entre sus compañeros y los adultos; la competencia manifiesta y la
autoeficacia percibida; la identificación con modelos que desempeñan roles de compe-
tencia, o la planificación y aspiraciones, factores todos ellos de protección pueden estar
presentes tanto en el individuo como en el ambiente externo, y son muy heterogéneos.

Los modelos de enfermedad generalmente solían orientar la investigación psicopatoló-


gica hacia un único factor patógeno, de carácter endógeno, como el déficit de atención
y a un tipo de trastorno específico como la hiperactividad, depresión, esquizofrenia, etc.
Con la aparición de los modelos de diátesis-estrés, la atención se dirigió hacia el estudio
de la interacción entre la diátesis o mecanismos de vulnerabilidad, y las experiencias vi-
tales estresantes, que puede dar lugar al trastorno. El surgimiento de los modelos evolu-
tivos de la psicopatología orientó el interés por esclarecer la compleja interacción entre
las características del niño y su ambiente social, tratando de identificar los mecanismos
de vulnerabilidad y de protección implicados en el desarrollo de cada trastorno especí-
fico. En la actualidad, persiste más bien la tendencia a entender cuáles son los procesos
y mecanismos de la vulnerabilidad, en vez de tratar de identificar un factor concreto de
vulnerabilidad que correlaciona con un determinado trastorno.

1.1.1 Normalidad y patología en el área en la infancia


“El desarrollo es un proceso continuo que abarca desde la concepción hasta la madurez,
con una secuencia similar en todos los niños, pero con un ritmo variable” (Illingworth,
1982). No existe una línea divisoria entre normalidad y patología y, por ello, se puede in-
ferir que por desarrollo normal es el que permite al niño alcanzar las habilidades corres-
pondientes a su edad (Normalidad estadística) y por desarrollo patológico el que sitúa
al niño lejos del promedio.

La evaluación del desarrollo y del entorno psicoafectivo y educativo permite acercarse a


la comprensión del niño por el que se consulta.

La detección de los signos riesgo o alteraciones del desarrollo tiene como finalidad pro-
porcionar al niño una atención terapéutica precoz, realizar una prevención secundaria
de problemas añadidos y mejorar la calidad relacional padres e hijo, entendiendo que
hablar de evaluación psicológica en el marco de la atención temprana significa hablar
de intervención en el momento en que se ponen de manifiesto o se detectan en el niño
los primeros signos de riesgo de sufrir algún tipo de alteración en su desarrollo.

La intervención entonces se ha de entender en el contexto de un proceso de desarrollo


que empieza a manifestar alteraciones y en un contexto familiar donde las dificultades
del niño preocupan y desorientan a los padres y/o profesores.

La evaluación psicológica forma parte del proceso diagnóstico interdisciplinar (neurológico,


psicológico y social) y su objetivo fundamental es determinar el perfil general de habilida-
des y alteraciones, si las hubiera, imprescindible para elaborar un plan de intervención. Este
perfil de funciones psicológicas proporciona una línea base de funcionamiento del niño/a
sobre el que se podrá evaluar los progresos futuros y la eficacia de los tratamientos.

La conducta infantil ‘normal’ o ‘anormal’ debe considerarse dentro de un contexto en el


cual intervienen diversos factores. Entre ellos, por ejemplo, la edad cronológica del niño,
su nivel cognitivo y social, el entorno familiar. La deficiencia del problema dependerá

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básicamente de la edad del niño, ya que existen conductas sintomáticas a una determi-
nada edad, pero considerados típicos en otra edad (Ledoux, Michel H., 1992).

El nivel de desarrollo cognitivo del niño influye en forma similar en la percepción, inter-
pretación y valoración de sus conductas por parte del adulto. Por ejemplo, la conducta
agresiva en niños de dos años pocas veces es motivo de consulta; los padres los perci-
ben como bruscos, pero sin implicancias de intención de dañar a otros niños. Entonces
es importante distinguir las conductas aisladas que no necesariamente pueden implicar
la existencia de un trastorno psicológico, y para ello es necesario obtener información
respecto a una serie de síntomas que se correlacionan entre sí y verificar cómo varían
con el tiempo en aquellos individuos que presentan el trastorno (Ollendick 1986).

En cuanto a la variable del sexo, se descubrieron diferencias sexuales en relación a cier-


tos problemas. La incidencia para los niños fue considerablemente mayor en los pro-
blemas tales como la actividad excesiva, la demanda de atención, los berrinches y las
mentiras. Los problemas de las niñas se centraban de modo más común en la modestia
excesiva, la timidez y algunos temores específicos.

1.1.2 La evaluación de la normalidad en la niñez


Para el analista de niños, la reconstrucción del pasado del paciente o el rastreo de los
síntomas hasta sus orígenes en los primeros años de vida constituye una tarea muy di-
ferente de la detección de los agentes patógenos antes de que éstos hayan comenzado
su tarea nociva; de la evaluación del grado de progreso normal de un niño pequeño; del
pronóstico de su desarrollo; de interferir con el tratamiento del niño; de guiar a los padres
o, en general, de prevenir las neurosis, las psicosis y la asocialidad.

El interés en los problemas del pronóstico o de la prevención conduce inevitablemente al


estudio de los procesos mentales normales opuesto al estudio de los patológicos, o a la
transición insensible entre los dos estados que concierne al analista de adultos. Este conoci-
miento de lo normal al que Ernst Kris (1951) denominó campo “subdesarrollado” o “proble-
mático” del psicoanálisis, se ha ampliado considerablemente gracias a las extrapolaciones
teóricas de los hallazgos clínicos realizados por Heinz Hartmann y Ernst Kris. También se
debe mucho a la creciente importancia de los principios y presunciones de la psicología psi-
coanalítica del niño dentro del pensamiento meta-psicológico, que “comprende el campo
total del desarrollo, normal y anormal”. El analista de adultos en su trabajo clínico tiene poco
interés en el concepto de normalidad, excepto de manera marginal, en cuanto se refiere al
funcionamiento (en el amor, el sexo y en el buen rendimiento en el trabajo). En contraste, el
analista de niños que considera el desarrollo progresivo como la función más esencial de un
inmaduro está profunda y centralmente comprometido con la integridad o el trastorno, es
decir, la normalidad o anormalidad de este proceso vital.

Se puede evaluar el grado de desarrollo y las necesarias indicaciones terapéuticas en el niño


a través del escrutinio, por un lado, de los impulsos libidinales y agresivos, y por el otro, del yo
y del superyó de la personalidad infantil por medio de signos que indiquen, según la adap-
tación del yo, su precocidad o su retardo. Con la secuencia de las fases de la libido y una
lista de las funciones del yo en el trasfondo de su mente, esta tarea no es en modo alguno
imposible ni siquiera difícil de realizar para el analista de niños. Pero las indicaciones que
así se obtienen son más útiles para establecer el diagnóstico y para revelar el pasado que

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para decidir las cuestiones relativas a lo normal o las perspectivas futuras, y demuestran de
manera satisfactoria las formaciones y soluciones de compromiso que se han logrado en la
personalidad del paciente, pero no incluyen señales de cuáles son las oportunidades que
existen para mantener, mejorar o disminuir su nivel de rendimiento.

Cuando se abordan las cuestiones referidas al desarrollo psicológico, no hay que plantearse
la necesidad de precisar los procesos que hacen a la normalidad, así como aquellos que
determinan o son determinados por la patología. Cabe señalar que la distinción entre lo nor-
mal y lo patológico hace referencia a un problema de tipo ideológico que no tiene solución
científica si se lo plantea correctamente. En los criterios de salud y enfermedad opera un as-
pecto de la ideología, que hay que tratar de evitar, que es la ideología del valor, determinada
por situaciones históricas, socioeconómicas y culturales (Freud, Anna, 1965).

E. Erikson sostiene que son tres los sistemas de variables que dan cuenta del carácter
único, del estilo de vida de la personalidad de cada niño, los cuales son:

1. Las leyes internas del desarrollo, que por ser procesos biológicos tienen la carac-
terística de ser irreversibles y de mantenerse relativamente inmutables y esta-
bles.

2. Las leyes internas del desarrollo, que por ser procesos biológicos tienen la carac-
terística de ser irreversibles y de mantenerse relativamente inmutables y esta-
bles. El recién nacido llega al mundo con un equipo congénito que es la totalidad
de la dotación filogenéticamente preformada y heredada, tanto física como psi-
cológica. Algunos atributos importantes de este equipo comprenden los meca-
nismos liberadores innatos, como también lo que se llama temperamento, índi-
ces de reacción, respuestas a la tensión y otras dotes presentes en el neonato. El
desarrollo biológico tiene la característica de ser pre-funcional, pre-adaptado,
acumulativo, progresivo y autónomo. Los factores que contribuyen a este tipo de
desarrollo son principalmente constitucionales, intrínsecos al sistema de creci-
miento y, en parte circunstanciales, extrínsecos al mismo, es decir, ambientales.

3. Las influencias culturales, que son las que establecen el índice deseable del de-
sarrollo, favoreciendo la realización de ciertos aspectos a expensas de altos, a
través de los modelos de crianza y de la personalidad de sus padres. Sin lugar
a dudas la interacción particular que desarrolla cada núcleo familiar sirve como
constelación del desarrollo individual. Dice Waelder: “la madre, en su calidad de
primer y máximo representante del ambiente, ejerce una influencia selectiva so-
bre la dotación constitucional del niño, estimulando y alentando algunas cosas, y
desalentando otras”. Cabe agregar que esos primeros intercambios entre la ma-
dre y su bebé están influidos por la interacción conyugal, por las exigencias de los
otros hijos, por las relaciones de los hermanos entre sí, y por la relación del padre
con los hijos. Además, si se acepta que es función de la familia, como expresa T.
Lidz, “transmitir a la descendencia los valores prescriptos, proscriptos y permiti-
dos de la sociedad, y de los medios aceptables e inaceptables de lograr metas...”,
se debe advertir que la familia no está sola, y su marco sociocultural le señala
la orientación que deben seguir las distintas generaciones utilizando las pautas
determinadas en los métodos de crianza.

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4. Reacción idiosincrásica del individuo. Variable ésta que se constituye en la expre-


sión psicológica del desarrollo humano. Es la manera peculiar con que un sujeto,
en este caso un niño, sintetiza sus propias necesidades con las necesidades que
como exigencia le presenta su marco socio-cultural, a través de los métodos de
crianza y de la personalidad de los padres.

El yo en desarrollo va generando la capacidad de integrar y sintetizar los propios reque-


rimientos y las influencias culturales que sobre él se ejercen, a través del modelo y la
dinámica familiar. Esa capacidad integradora, por ser adaptativa, tendrá a su cargo la
continuidad del desarrollo psicológico y, en especial, la progresiva estabilidad de las ad-
quisiciones emocionales e intelectuales.

El pasaje gradual de conductas dependientes e irracionales hacia otras más adecuadas


y de mayor control emocional, se debe a complejos procesos psicológicos. Los mismos
resultan de la emergencia de una estructura yoica, particular y singular, que organiza ac-
tivamente conductas tendientes a resolver el dilema que se le plantea cuando los re-
querimientos externos no coinciden con los propios deseos, desarrollando una función
adaptativa de relevante importancia para la evaluación de la normalidad en la niñez.

Cuando el niño encuentra una solución eficaz, al enfrentar una situación de vida, se dice
que triunfa, porque se adecua a las exigencias que le plantea el ambiente, al mismo
tiempo que satisface una necesidad de aprobación.

Cuando no encuentra el modo efectivo de afrontarla, se dice que fracasa en ese inten-
to de adecuación, poniendo en peligro la jerarquía de desarrollo psicológico alcanzado,
dado que necesita regresar a otros niveles de desarrollo que ya parecía haber superado.
Ahora bien, la capacidad de hallar adecuación está determinada por la posibilidad de
poner en funcionamiento los mecanismos yoicos que tienden hacia la estabilización de
la conducta. Progresivamente, aprenderá a tolerar la demora en la satisfacción de sus
necesidades, a ser más paciente, menos hostil con aquellos que le imponen como sus
padres, autoridades u otros; enfrentará y tolerará algunas situaciones de ansiedad, tales
como: las separaciones temporales de su madre, el nacimiento de un nuevo hermano, el
ingreso al preescolar, los requisitos que impone la escolaridad, los éxitos y los fracasos;
utilizará la experiencia en situaciones nuevas; desarrollará los distintos recursos de que
se vale el yo, como la comprensión intelectual, el razonamiento lógico, la aceptación de
cambios estructurales del ambiente, el intento de dominar una situación en vez de sen-
tirse avasallado por la misma.

En otros términos, Jean Piaget expresa que el niño realizará “el esfuerzo cognoscitivo para
hallar un equilibrio entre sí mismo y su ambiente, se adaptará activamente dependiendo de
dos procesos bien conocidos en la Psicología Infantil: la asimilación y la acomodación.

En síntesis: en cada momento del desarrollo el niño debe de afrontar y de intentar supe-
rar los problemas fundamentales que se le presentan. La modalidad elegida difiere en
cada uno, y se modifica hacia la complejidad de acuerdo con las adquisiciones realiza-
das, haciéndose cada vez más estable y definida.

Dado que no todos los niños procesan de igual modo los datos que provienen de la ex-
periencia, ni los utilizan en iguales ocasiones, el conjunto de conductas que despliega
frente a sus “problemas” es su modalidad de aprendizaje, su propio ritmo de expresión
de lo adquirido.

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Esa modalidad de aprendizaje, que está implicada en todo el proceso de desarrollo psi-
cológico, es posible registrarla, a pesar de sus fluctuaciones, de sus avances y retrocesos,
y de las distintas circunstancias que influyen en cada etapa. Es característica del desa-
rrollo ser un proceso continuo, unitario, que precisa de las antiguas adquisiciones para
llegar a incorporar las más nuevas; por ello, la modalidad propia del niño puede obser-
varse en épocas muy tempranas de la vida.

Los niños inician sus primeros aprendizajes en el seno de una familia, que representa
a una sociedad que establece los modelos a seguir, valorando las conductas que los
mismos establecen y determinando lo deseable a través de los métodos de crianza. Las
necesidades psicológicas más importantes, como las de afecto, las de estímulo y las de
continuidad ininterrumpida, son satisfechas en el marco de la interacción particular de
las personalidades de los padres y bajo la presión de cultura a que pertenecen.

En esas circunstancias, el niño va aprendiendo a ser lo que sus padres desean que sea, al
mismo tiempo que comienza a ser lo que él mismo quiere y tiene posibilidades de llegar
a ser (Dolto, Françoise, 2010).

El rendimiento de los niños no es estable ni continuo, tiende hacia una mayor estabilidad
con aquellos factores estabilizadores de la conducta. El retorno hacia una conducta más
infantil debe ser aceptado como un signo normal del desarrollo psicológico.

Dentro de una orientación general tendiente a la adaptación se incluyen ordenamientos


que no son específicamente adaptativos; un ejemplo de ello es la orientación a través de
la fantasía, común a todos los niños. Existen procesos adaptativos que coinciden con el
desarrollo, que son denominados adaptaciones progresivas, y existen otros que pueden
ser exitosos y que utilizan el camino de la regresión. Las tendencias regresivas están re-
lacionadas con cualquier logro en la conducta de los niños:

1. En la función del Yo que controla: la motricidad, la prueba de realidad y la inte-


gración del lenguaje, entre las más importantes.

2. En la adquisición del control de esfínteres.

3. En los procesos secundarios del pensamiento y el dominio de la ansiedad.


4. En los elementos de adaptación social, tales como la tolerancia de frustraciones,
el control de los impulsos, los modales, la capacidad de espera, etc.

5. En las exigencias del superyó, tales como la honestidad, la justicia con respecto
a los demás, etc.

La necesidad de evaluar la normalidad en la infancia reside, esencialmente, en la nece-


sidad del pronóstico y del conocimiento exhaustivo de la modalidad de enfrentamientos
de la ansiedad, para la indicación psicoterapéutica, o para la orientación a los padres,
que es en sí misma una terapéutica. Para cumplir con los objetivos que la Psicología se
traza al iniciar todo proceso psicodiagnóstico, debe de incluir los siguientes momentos:

1. Precisar los aspectos psicopatológicos de distinta etiología.

2. Determinar la idiosincrasia de la personalidad infantil, que pone de manifiesto las


tendencias adaptativas del desarrollo y sus distintos modos de funcionamiento,
entendiendo por esto la evaluación de la normalidad.

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3. Indicar la terapéutica correspondiente.

4. Establecer un pronóstico certero.

La determinación de los procesos que conforman el área sana de la personalidad de los


niños es un paso ineludible para el cumplimiento exitoso de los objetivos de la Psicología
Clínica Infantil.

1.1.3 El concepto de las líneas del desarrollo


Para ofrecer respuestas útiles a las consultas de los padres en relación con los proble-
mas del desarrollo, las decisiones externas bajo consideración deben trasladarse a su
significado interno, lo casual no es posible, como mencionamos más arriba, si se consi-
deran aisladamente el desarrollo de los impulsos y del yo, aunque esto es necesario para
el propósito de realizar análisis clínicos y disecciones teóricas. (Freud, Anna, 1965)

Hasta ahora, en nuestra teoría psicoanalítica, las secuencias del desarrollo se han es-
tablecido solamente en relación con ciertos aspectos particulares circunscriptos de la
personalidad del niño. Con respecto al desarrollo de los impulsos sexuales, por ejemplo,
poseemos la secuencia de las fases libidinales (oral, anal, fálica, período de latencia,
pre-adolescencia, genitalidad adolescente) que, a pesar de su considerable superposi-
ción, corresponden de manera aproximada con edades específicas. En relación con los
impulsos agresivos somos menos precisos y por lo general nos contentamos con corre-
lacionar las expresiones agresivas específicas con las fases específicas de la libido (tales
como morder, escupir y devorar con la fase oral; las torturas sádicas, golpear, patear,
destruir con la fase anal; la conducta arrogante, dominante con la fase fálica; la falta de
consideración, la crueldad mental, las explosiones asociales con la adolescencia, etc.).
Del lado del yo, las conocidas fases y niveles del sentido de la realidad en la cronología
de la actividad defensiva y en el crecimiento del sentido moral, establecen una norma.
Los psicólogos miden y clasifican las funciones intelectuales por medio de escalas de
distribución relacionadas con la edad, en los diferentes test de inteligencia.

No hay duda de que necesitamos para realizar nuestras evaluaciones algo más que estas
escalas seleccionadas del desarrollo que son válidas solamente para aspectos aislados de
la personalidad del niño y no para su totalidad. Lo que buscamos es la interacción bási-
ca entre el ello y el yo y sus distintos niveles de desarrollo, y también las secuencias de las
mismas de acuerdo con la edad, que en importancia, frecuencia y regularidad son compa-
rables con las secuencias de maduración del desarrollo de la libido o el gradual desenvol-
vimiento de las funciones del yo. Naturalmente, estas secuencias de interacción entre los
dos aspectos de la personalidad pueden determinarse si ambos son bien conocidos, como
sucede por ejemplo en relación con las fases de la libido y las expresiones agresivas del ello
y las correspondientes actitudes de relaciones objetales del yo. Así podemos rastrear las
combinaciones que conducen desde la completa dependencia emocional del niño hasta la
comparativa autosuficiencia, madurez sexual y de relaciones objetales del adulto, una línea
graduada de desarrollo que provee la base indispensable para la evaluación de la madurez
o inmadurez emocional, la normalidad o la anormalidad.

Aunque quizá son más difíciles de establecer, existen líneas similares de desarrollo cuya
validez puede demostrarse para casi todos los campos de la personalidad individual.

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En cada caso trazan el gradual crecimiento del niño desde las actitudes dependientes,
irracionales, determinadas por el ello y los objetos hacia un mayor control del mundo
interno y del externo por el yo. Estas líneas, a las que contribuyen el desarrollo del ello y
del yo conducen, por ejemplo, desde las experiencias del lactante con la amamantación
y el destete, hasta la actitud racional, antes que emotiva, del adulto hacia la alimenta-
ción; desde el entrenamiento del control esfinteriano impuesto al niño por las presiones
ambientales, hasta el control más o menos integrado y establecido del adulto; desde la
fase en que el niño comparte la posesión de su cuerpo con la madre hasta la exigencia
del adolescente de su independencia y propia determinación en cuanto a la disposición
de su cuerpo; desde el concepto infantil egocentrista del mundo y de los otros seres
humanos hasta el desarrollo de sentimientos de empatía, mutualidad y compañerismo
con los otros niños; desde los primeros juegos de carácter erótico con su propio cuerpo y
con el cuerpo de su madre a través de los objetos de transición (Winnicott, 1953), hasta
los juguetes, los juegos, los hobbies y finalmente hacia el trabajo, etcétera.

Cualquiera que sea el nivel alcanzado por el niño en algunos de estos aspectos, representa
el resultado de la interacción entre el desarrollo de los impulsos y el desarrollo del yo, del
superyó y de sus reacciones frente a las influencias del medio, es decir, entre los procesos
de maduración, adaptación y estructuración. Lejos de constituir abstracciones teóricas, las
líneas del desarrollo en el sentido que aquí se les atribuye, son realidades históricas que en
conjunto proporcionan un cuadro convincente de los logros de un determinado niño o, por
otro lado, de los fracasos en el desarrollo de su personalidad. (Freud, Anna, 1965)

1.1.4 El origen de los síntomas


Las grandes dimensiones psicopatológicas tanto internas como externas tienen su ori-
gen en predisposiciones biológicas específicas hacia un espectro de trastornos como
serían alteraciones cuyo rasgo principal es la elevación del nivel de ansiedad; pero no
hacia otros como por ejemplo alteraciones cuya característica central es la desinhibi-
ción, deficiente auto-regulación y un pobre control atencional. Ahora bien, asumiendo la
existencia de predisposición temperamental hacia un determinado espectro psicopato-
lógico, cabe preguntarse hasta qué punto influye el ambiente en la configuración de los
trastornos psicológicos.

Se han hecho diversos estudios para analizar las relaciones causales que existen entre de-
terminados entornos socio-familiares, estilos de crianza o experiencias tempranas y algunos
trastornos psicológicos; así, abundan en la literatura referencias al papel que juegan expe-
riencias específicas, como son la pérdida de seres queridos o la de privación afectiva duran-
te la infancia, en el origen de estados de depresión, o la crianza en familias desestructura-
das e inconsistentes en la aplicación de normas, en el origen de la personalidad antisocial.
La realidad dice, sin embargo, que esta asociación entre factores ambientales específicos y
trastornos específicos no siempre se cumple ni con la regularidad ni en la dirección espera-
da, puesto que cualquiera de dichos contextos ambientales específicos muchas veces dan
lugar a diferentes manifestaciones disfuncionales, a la vez que, por el contrario, un trastorno
psicológico específico generalmente parece guardar relación funcional con antecedentes
ambientales notablemente diferentes (Mannoni, Maud, 2000).

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En definitiva, a estas alturas parece confirmarse que no es posible establecer una rela-
ción consistente entre contextos ambientales específicos y la aparición de determinados
trastornos. Por ello, se ha señalado que para el estudio del papel que juega el contexto
ambiental en la psicopatología es más conveniente diferenciar entre las influencias del
contexto en el origen de los trastornos y sus influencias en el mantenimiento y evolución
de los mismos (Steinberg y Avenevoli, 2000).

Como se ha dicho, la investigación ya realizada y la observación clínica permiten con-


cluir que el impacto del ambiente en la aparición de la psicopatología en la infancia y la
adolescencia es muy poco específico. Parece, en cambio, más evidente que los trastor-
nos psicológicos, tanto en su forma como en su gravedad, vienen determinados por me-
canismos de vulnerabilidad temperamental de naturaleza endógena y probablemente
biológica. En efecto, todo parece confirmar que idénticos factores contextuales pueden
producir alteraciones diferentes porque las personas son temperamental o biológica-
mente distintas. Por ejemplo, el análisis de las diferencias inter-sexuales observadas
en la psicopatología infantil y adulta demuestra que las mujeres son más propensas a
manifestar trastornos internalizantes y los varones lo son a trastornos externalizantes.
Idénticas diferencias se observan en los rasgos de la personalidad relacionados con es-
tos trastornos, ya que las mujeres puntúan más alto en escalas que miden ansiedad y
neuroticismo, mientras que los varones lo hacen en escalas de búsqueda de sensacio-
nes y de agresividad.

Estas diferencias tienen carácter universal y no parecen depender de sesgos diagnósti-


cos, de factores culturales o de diferencias en la exposición a estresores, sino que proba-
blemente expresan vulnerabilidades o predisposiciones biológicas subyacentes espe-
cíficas para cada sexo. Al respecto, Zuckerman (1999) señaló el hallazgo de un posible
marcador: el bajo nivel de enzima MAO-B en las personas que son muy propensas a la
búsqueda de sensaciones, así como en alcohólicos, drogadictos, psicópatas y crimina-
les; y en los varones, en comparación con las mujeres, a cualquier edad. La MAO-B se
presenta como un posible rasgo muy fiable y estable, que varía poco con la experiencia,
especialmente si se compara con el nivel de testosterona que guarda relación con la
búsqueda de sensaciones y la asertividad en general.
No obstante, la no especificidad de los contextos en la producción de los trastornos psi-
cológicos obviamente no significa que haya que negarle su influencia o alguna contribu-
ción en la aparición de los mismos. La relación no específica entre contextos y trastornos
psicológicos puede deberse a que ambientes muy diferentes pueden producir estados
generales de ansiedad, estrés o amenaza percibida, cuya vía final común es la activa-
ción psicofisiológica y otras respuestas biológicas que, aparentemente, son diferentes
en cada persona. Éste es el postulado central de los modelos de diátesis-estrés (Ro-
senthal, 1970).

Las reacciones psicofisiológicas frente a los estresores pueden venir determinadas ge-
néticamente o bien ser adquiridas por cambios biológicos en períodos tempranos del
desarrollo, durante los cuales es mayor la plasticidad cerebral neuropsicológica, deter-
minando así la predisposición hacia un tipo u otro de psicopatología. Esto explicaría por
qué experiencias traumáticas durante la infancia o en etapas posteriores, o un ambiente
familiar desestructurado, pueden provocar reacciones de ansiedad y depresión en unos
individuos, mientras que experiencias similares producen, en otros, trastornos de con-

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ducta o agresividad, dependiendo de la disposición biológica individual, sin contar con el


amplio número de personas que generalmente logran adaptarse a dichas experiencias
sin desarrollar patología alguna por ser escasamente vulnerables.

Se ha señalado, por ejemplo, de manera más concreta, que los problemas de impulsivi-
dad y los trastornos de conducta son más probables cuando la exposición a estresores
tiene lugar en un período evolutivo en el que el córtex cerebral pre frontal es muy plás-
tico; y que la predisposición a la depresión resulta con mayor probabilidad de la exposi-
ción al estrés mientras el área pre frontal derecha del córtex es especialmente maleable
(Davidson, 1994; Nelson y Bloom, 1997; Schore, 1997). Si esto es así, puede concluirse
que las diferencias básicas en la psicopatología dependen de las regiones o circuitos del
cerebro que resulten más afectados, o bien de predisposiciones genéticas que dan lugar
a respuestas psicobiológicas concretas.

En contraposición a la hipótesis de que el ambiente desempeña un supuesto rol especí-


fico en el origen de la psicopatología, parece más ajustada a observaciones sistemáticas
la especificidad del contexto ambiental en la evolución de los trastornos psicológicos.
La observación clínica es más acorde con la hipótesis de que ambientes específicos
mantienen, aumentan o disminuyen la psicopatología, pero una vez que se han expre-
sado determinados comportamientos, diagnósticos o patrones de síntomas. Sin entrar
a juzgar pretendidos mecanismos psicofisiológicos o de aprendizaje que puedan estar
implicados en esta función moduladora, parece probable que la evolución o el curso clí-
nico de los trastornos psicológicos específicos viene determinada por procesos de refor-
zamiento o de oportunidad para su expresión contextual, de modo que la repetición de
determinados patrones de conducta o de síntomas permite su consolidación posterior.

Por consiguiente, las oportunidades que da el contexto ambiental pueden aumentar


o disminuir la probabilidad y la frecuencia de un determinado patrón disfuncional de
conducta. Según esto, y tomando los ejemplos anteriores, haber vivido una experiencia
traumática o una infancia en un medio familiar desestructurado no causa necesaria-
mente el trastorno de ansiedad o la conducta antisocial sino que, cuando ya existen
dichas conductas, permite la expresión de cualquiera de estos trastornos y contribuye a
cristalizarlos. Además, los niños y adolescentes con trastornos de conducta se asocian
con otros de la misma condición, al igual que las personas depresivas simpatizan y se
relacionan más con quienes manifiestan idénticos problemas (Avrane, Patrick, 2004)

En consecuencia, puede afirmarse que el estrés contribuye a modular, fortalecer o ate-


nuar los rasgos pre-existentes y probablemente no a transformarlos, mientras que las
oportunidades de poner en práctica la conducta disfuncional contribuyen a cristalizar
su expresión diferenciada en cada contexto y su nivel de gravedad. No obstante y, en ge-
neral, este punto de vista no infravalora la influencia que las experiencias infantiles o la
naturaleza de los lazos afectivos desarrollados en edades tempranas puedan ejercer en
el origen de los trastornos psicológicos, sino que pretende diferenciar las posibles rutas
por las que discurre dicha influencia.

Aun así, cabe la posibilidad de que la influencia del contexto ambiental en la evolución de la
psicopatología sea muy limitada en determinados trastornos infanto-juveniles en los cuales
su base genética o biológica es más determinante, como son el autismo, el trastorno por dé-
ficit de atención e hiperactividad, la esquizofrenia o el síndrome de La Tourette, entre otros.

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De acuerdo con este esquema, debería abandonarse la investigación sobre su-


puestos factores contextuales específicos como causantes de una psicopatolo-
gía específica y centrar más el esfuerzo en indagar cómo las personas perciben
y experimentan el estrés, y cuál es el factor mediador de los rasgos de la perso-
nalidad en el estrés percibido. Al mismo tiempo, debería dedicarse mayor aten-
ción a identificar los mecanismos ambientales que atenúan o incrementan pre-
disposiciones o conductas desadaptadas ya existentes, y a comprender cómo
interactúan en la diferenciación de síndromes específicos del mismo espectro.
Solamente así los programas de intervención clínica y de prevención alcanzarán
mejor el objetivo pretendido.

1.1.5 El diagnóstico infantil


Diagnosticar no sólo es plantear hipótesis y verificarlas, sino que puede considerarse el
punto de partida de decisiones de intervenciones responsables y compartidas que pue-
den mejorar, incluso cambiar cuando el tratamiento funciona, aspectos esenciales de la
vida y entorno del paciente (Fendrik, S., y Jerusalinsky, A., 2011).

El psicodiagnóstico infantil puede considerarse como el estudio científico del funcio-


namiento biopsicosocial del niño en interacción con el medio al que pertenece con el
objeto de determinar para el sujeto y su familia, la orientación o el tratamiento más apto
a las necesidades planteadas y a la personalidad del sujeto evaluado.

El psicodiagnóstico se considera como una disciplina o subdisciplina de carácter cien-


tífico que forma parte de la psicología y que tiene por objeto el estudio del comporta-
miento humano.

Sin embargo para que el psicodiagnóstico sea considerado estudio científico necesita de
la solidez de una teoría y un método de análisis. Son varias las teorías con las que se ha
interpretado este concepto y son: la teoría psicoanalítica, el modelo de rasgos, el modelo
médico y el modelo conductual con sus respectivas derivaciones.

El funcionamiento biopsicosocial comprende aspectos procedentes de una base bio-


lógica y numerosos aspectos psicológicos y emocionales derivados de la construcción
gradual de una estructura interna y personal.

El estudio científico del funcionamiento biopsicosocial engloba los tres tipos clásicos de
variables que permiten el estudio de la personalidad humana:

• Las conductas motoras, relacionadas con la manifestación más externa del


comportamiento.
• Las conductas fisiológicas que comprenden las actividades del SNC y autóno-
mo, EEG, tasa cardiaca, tensión muscular, reacciones neuroendocrinas.
• Las respuestas cognitivas, referidas a construcciones, estructuras, procesos, fun-
ciones, imágenes y contenidos del pensamiento.
Estas tres categorías de variables no pueden considerarse independientes unas de otras,
sino que se hallan interrelacionadas, de modo que la conducta motora está vinculada a
la estructura biológica y psicológica del organismo contribuyendo a determinar un tipo
de comportamiento.

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Instrumento de Evaluación: Rúbrica


El alumno entregará un documento que incluya:

• Síntesis escrita en el cuaderno


• Reporte de la investigación escrito en computadora
• Conclusiones escritas en el cuaderno
• Ensayo escrito en computadora

Actividad de evaluación

Elabora una síntesis sobre las explicaciones del maestro e investiga acerca de los pos-
tulados de los primeros teóricos del psicoanálisis infantil: Anna Freud, Melanie Klein,
Bruno Bettelheim, Donald Winnicott, Françoise Dolto, y Maud Mannoni y del artículo
“Los negros efectos del DMS-I V”, elabora un ensayo.

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Criterios
Indicadores Excelente Bueno Suficiente Insuficiente
10 9-8 7 6
El trabajo es pre- El trabajo es El trabajo es pre- El trabajo es pre-
sentado de manera presentado de sentado de mane- sentado de manera
ordenada, coherente manera ordenada, ra no ordenada, desordenada e inco-
y sigue los criterios coherente y sigue incoherente y no herente, no sigue los
de formato y estilo. los criterios de for- sigue los criterios criterios de formato
Desarrolla los temas mato. Desarrolla de formato y estilo. y estilo. No desar-
de forma expresiva. los temas de forma No desarrolla los rolla los temas de
Aporta sus puntos expresiva. Aporta temas de forma forma expresiva. No
Síntesis de vista sobre el de manera lim- expresiva. No aporta sus puntos de
tema e integra reco- itada sus puntos de aporta sus puntos vista sobre el tema.
mendaciones, sug- vista sobre el tema. de vista sobre el Maneja un lenguaje
erencias u opiniones. Maneja un lenguaje tema. Maneja un limitado.
Maneja un lenguaje amplio. lenguaje limitado.
amplio.

Presenta 8 fuentes Presenta 6 fuen- Presenta 4 fuentes Presenta 3 o menos


de información vari- tes de información de información fuentes de infor-
adas, las identifica, variadas, las iden- variadas, las identi- mación, las iden-
adecuadas al tema, tifica, adecuadas fica, adecuadas al tifica, relacionadas
sigue las instruc- al tema, sigue las tema, no sigue las al tema, no sigue
ciones en la elabo- instrucciones en la instrucciones en la las instrucciones en
Consulta ración de fichas elaboración de fi- elaboración de fi- la elaboración de
bibliográficas y hace chas bibliográficas chas bibliográficas fichas bibliográficas
bibliográfica
referencias directas y hace referencias y no hace referen- y no hace referencias
e indirectas de cada relativas directas e cias relativas di- al respecto.
una de ellas. indirectas de cada rectas e indirectas.
una de ellas.

El trabajo es pre- El trabajo es pre- El trabajo es El trabajo es pre-


sentado de manera sentado de manera presentado de sentado desorde-
ordenada. Incluye ordenada. Incluye manera ordenada. nadamente. Incluye
introducción, desar- introducción, de- Incluye introduc- introducción, desar-
rollo y conclusio- sarrollo y conclu- ción, desarrollo rollo y conclusión
nes coherentes y siones incoherentes y conclusiones de manera confusa,
sigue los criterios y sigue los criterios incoherentes, no es incoherente, no
de formato y estilo. de formato y estilo. sigue los criterios sigue los criterios de
Ensayo Desarrolla el tema Desarrolla el tema. de formato y estilo. formato y estilo. No
de forma expresiva. Aporta sus puntos Desarrolla el tema. desarrolla el tema,
Aporta sus puntos de vista e integra Aporta sus pun- ni aporta sus puntos
de vista sobre el recomendaciones, tos de vista y no de vista, no integra
tema e integra reco- sugerencias u opin- integra recomen- recomendaciones,
mendaciones, sug- iones. Maneja un daciones, sugeren- sugerencias ni opin-
erencias u opiniones. lenguaje amplio. cias ni opiniones. iones. Maneja un
Maneja un lenguaje Maneja un lenguaje lenguaje limitado.
amplio. limitado

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Recursos didácticos
• Libros de texto y consulta
• Cuaderno de notas
• Computadora, infocus e impresora
• http://www.psicomundo.com/
• http://www.apa.org/topics/sexuality/index.aspx
• http://www.psych.org/
• http://www.fort-da.org/
• http://www.papelesdelpsicologo.es/vernumero.asp?id=1075
• http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.2359/pr.2359.pdf

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