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Este es el plan

1. Dios tiene un plan para nosotros


Dios nos junta a pesar de nuestras diferencias, para que, de la resultante de dos fuerzas aparentemente
antagónicas, salga algo nuevo, algo que es mucho más que la suma de los dos. Para comprender qué es lo que
quiere Dios de nosotros, tendremos que volver frecuentemente al momento en que nos conocimos y nos
enamoramos, porque a pesar de la “confusión” del enamoramiento, es allí donde comprendemos que tenemos
que dar lo mejor de nosotros mismos para que el Plan de Dios funcione en nosotros y a través de nosotros.

2. El plan de Dios es visible y fácil de reconocer


A veces parece que Dios jugara a las escondidas con nosotros. Pero de pronto se manifiesta con claridad
diáfana. Cuando con Mariana hicimos nuestro curso prematrimonial, pensamos qué hermoso apostolado sería
ayudar a las parejas a llegar al matrimonio mejor preparados, y aquí estamos, veinte años después, haciendo
eso precisamente. Dios nos habla constantemente mediante nuestras afinidades y nuestras
complementariedades. Es importante escuchar la voz de Dios en nuestras vidas, y para escucharla, debemos
buscarla, y para buscarla debemos rezar y frecuentar los sacramentos como novios y como esposos. Y de
pronto, algo se nos va a hacer clarísimo: tenemos una misión.

3. Hay que formular el plan


Y lo formulan en deseos, lo ponen en palabras, lo concretan con imágenes. Y cuando el matrimonio comienza,
es el momento de poner el plan en acción. Porque si reconocimos que ese es el plan de Dios en nuestras vidas,
cuanto más nos acerquemos al plan, más felices seremos como esposos, y cuanto más nos alejemos del plan,
tanto más nuestras dificultades crecerán. Para concretar el plan, tendremos que hacer un “inventario de
fortalezas” de ambos, porque vamos a tener que poner lo mejor de nosotros para que el plan se lleve a cabo.
Los dos tenemos características complementarias, y sumadas nuestras virtudes vamos a formar un equipo
invencible.

4. Si surgen desvíos, no perder de vista el plan original


Como fuimos llamados y “éste es el plan” es nuestra receta para la felicidad conyugal, por eso nunca debemos
perder de vista el plan original. Van a surgir desvíos y tentaciones que nos aparten de ese plan. Tal vez sean
cosas buenas, como mejores trabajos, más dinero, más confort aparente, pero todas esas cosas no van a
redundar en beneficio de la pareja ni en la felicidad conyugal. Es más probable que terminen separándonos
más que lo que nos unen. Como le pasa a la pareja del corto: el trabajo, que era nada más que un desvío para
poder llevar a cabo el plan, se convierte en la fuente principal de conflictos, porque ella trabaja mucho y no
tiene fuerzas al final del día para seguir con el plan.

5. El amor mutuo es la parte más importante del plan


Cuando comienzan a formular el plan, dicen: «Después prometemos amarnos mucho, y después seguimos
amándonos mucho, para siempre». La parte más trascendental del plan es el amor mutuo. No hay que perder
nunca de vista eso. Y el amor se traduce en la donación de uno mismo al otro. Amar es poner tus necesidades
por encima de las mías, tus deseos como mis órdenes. Cuando esta donación es completa, ambos tienen un
trato justo, porque ambos obtienen todo. Y cuando mi cónyuge es mi primera prioridad, y yo soy su primera
prioridad, la vida conyugal llega a límites increíbles de realización. Mi frase favorita de la Escritura es: «hay más
alegría en dar que en recibir» (Hch, 20,35) porque es una verdad antropológica enormemente invisible:
creemos que nuestra felicidad se da cuando recibimos amor, pero eso es parcialmente cierto. Nuestra felicidad
se da cuando recibimos amor recíproco, cuando damos amor y somos correspondidos en la misma medida.
6. Los hijos son parte del plan
Si bien este detalle “falta” en el corto, me permito agregarlo como un añadido. Los hijos revolucionan la vida
conyugal, a tal punto que muchas veces provocan una crisis, que se llama precisamente la crisis del nacimiento
de los hijos. Pasamos de ser solamente esposos, a ser esposos y padres. Y la madre tiene una respuesta
instintiva determinada fisiológicamente que es tremendamente fuerte. El rol materno es fuertemente
instintivo, y los hombres no comprendemos cómo ese pequeño, que acaba de darle una paliza a su madre para
nacer, se gana el cariño y la dedicación exclusiva de ella, mientras que nosotros, que trabajamos como enanos
para darle todas las satisfacciones que podemos, pasamos a segundo plano frente al crío. Este rol materno
instintivo, muchas veces puede interponerse en el camino de la felicidad conyugal. Pero nuestros hijos son el
fruto de nuestro amor y tenemos que hacerlos parte del plan. Y especialmente los maridos ayudar a la esposa
con las labores maternales.

7. El plan es nuestra santidad


Dios quiere que seamos felices. Muy felices. Y nuestro matrimonio es nuestro medio de santificación. Como
sacramento, es un signo sensible y eficaz de la Gracia Divina, y por lo tanto es nuestro camino a la Felicidad
más perfecta, la Felicidad eterna. Pero eso no significa que nuestra felicidad no pueda comenzar ahora. Tal vez
no todas las parejas están llamadas a ser esos grandes Santos que llenan de orgullo a la Iglesia. Tal vez nuestra
santidad consiste en nada más que hacer una pequeña tarea, una tarea tal vez intrascendente (como hornear
cupcakes) pero si lo hacemos con amor y por amor a Dios, entonces Dios toma esa pequeñez que hicimos y lo
convierte en algo enorme, maravilloso.

8. La santidad es personal, pero el matrimonio nos santifica a ambos


¡Claro que la santidad es personal! Pero mediante el sacramento yo me convierto en el principal aliado en la
santificación de mi esposa (a veces trabajándole la paciencia, lo reconozco) y ella se convierte en la principal
aliada para mi santificación. El amor de Dios se derrama en nuestros corazones mediante la gracia santificante
y la superabundancia del Amor Divino. Amamos a nuestro cónyuge para ayudarlo también a santificarse. Pero
para que esto pase, no tenemos que perder el contacto con Aquél que es la fuente de todas las gracias:
Jesucristo. Así que, frecuentando los sacramentos es como nos acercamos cada vez más a la plenitud de la vida
conyugal, que es el Plan de Dios para nuestras vidas.

9. El Plan maestro de Dios


Que todos los hombres se salven y sean eternamente felices junto a Él para toda la eternidad. Y para ello nos
dio varios “caminos” o “modos” de santificación: el matrimonio es también un medio de santificación, un modo
maravilloso, que, como sacramento, nos ayuda y nos permite acceder a este formidable Plan Divino. Así que,
este es el plan: seamos santos. Juntos.

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