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Como disciplinar un ni{o.

Disciplinar a un niño nunca es tarea fácil. Es más fácil darle mucho amor y afecto, porque
después de todo, es tu hijo. Pero si quieres que el niño distinga lo correcto de lo incorrecto y
crezca aprendiendo a controlarse y a tener buenos modales, debes saber cómo disciplinarlo de
forma adecuada, sin importar lo difícil que parezca la tarea. Si quieres aprender a disciplinarlo
y a la vez mantener un estrecho vínculo con él mientras mantienes la calma, sigue estos pasos.

Método 1

Sé un buen partidario de la disciplina

Sé consistente. Si quieres un hijo bien disciplinado, debes ser consistente en tus normas y
expectativas como padre. Si tu hijo sabe que eres propenso a pasar por alto su mal
comportamiento cuando estás cansado, distraído, o porque a veces sientes lástima, entonces
no va a saber cómo comportarse adecuadamente en cada momento. Aunque a veces es difícil
mantenerse firme, sobre todo después de un día duro, ser consistente es la única manera de
asegurarle que estás tomando en serio las normas que has fijado y que él debe tomarlas en
serio también.

Una vez que hayas fijado un sistema de disciplina, mantenlo firme. Por ejemplo, si le has
dicho que cada vez que rompe un juguete deberá ganarse uno nuevo con su comportamiento
en el hogar o ayudando con las tareas domésticas, no pases por alto la norma dándole un
juguete nuevo, solamente porque te da lástima ese día en particular.

Sé consistente incluso estando en público. Aunque es más fácil decirlo que hacerlo, si
normalmente no le dejas ir a McDonald's más de una vez por semana, no cedas aunque te
haga una rabieta en público. Es muy embarazoso que se ponga a llorar y a revolcarse por el
suelo delante de otras personas pero, si cedes en alguna ocasión, será más fácil que repita la
escena siempre que quiera salirse con la suya.

Si estás criando al niño con un compañero o cónyuge, ambos debéis formar un frente
común y ser consistentes con las normas y el modo de castigar. No jueguen al "poli bueno-poli
malo" como padres, o el niño acabará favoreciendo a uno sobre el otro, y acabará formándose
un problema de pareja y de familia.
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Sé respetuoso con tu hijo. Recuerda que tu hijo también es un ser humano, sin importar lo
pequeño que sea ni lo frustrado que te sientas. Si quieres que tu hijo respete tu autoridad,
debes respetar el hecho de que él es un ser humano con sus propios deseos y necesidades, y
sigue necesitando amor y respeto por parte de sus padres. Aquí hay algunos consejos al
respecto:

Si estás realmente enfadado por el mal comportamiento de tu hijo, tómate unos minutos
para calmarte antes de decir nada. Si entras a la habitación y descubres que acaba de
derramar jugo de mora en tu nueva alfombra blanca, no empieces a disciplinarlo
inmediatamente o podrías gritar o decir algo de lo que después te arrepintieras.

No insultes al niño, o solo conseguirás rebajar su autoestima y que se sienta peor. En lugar
de decirle “eres un estúpido”, dile “¿ese no es un comportamiento muy inteligente, verdad?”

Trata de evitar cualquier situación en la que actúes de forma inapropiada y tuvieras que
pedir perdón más tarde por lo que dijiste o hiciste.

Sé un buen ejemplo. Compórtate de la forma que quieres que lo haga tu hijo, o le estarás
dando señales confusas con tu propio mal comportamiento.

Usa empatía. La empatía difiere de la simpatía. Usar empatía significa ser capaz de sentir los
desafíos, problemas y sentimientos de tu hijo como si tú fueras él, y pensar en por qué actúa
de cierta manera. También implica sentir lástima por él cuando se siente mal por algún
comportamiento erróneo y estar dispuesto a “rescatarlo” de su problema. Aquí hay algunas
formas de lograrlo:

Habla con él sobre lo que pueda sentir. Si rompió su muñeco favorito durante un
momento de comportamiento agresivo, siéntate con él y dile que entiendes que esté molesto
por haber roto su muñeco. Muéstrale que, aunque ese comportamiento estuvo mal, entiendes
que se sienta molesto.

Trata de entender las razones del mal comportamiento del niño. Tal vez se ponga a jugar
con la comida durante una cena familiar porque esté aburrido o no haya nadie de su edad con
quien hablar; tal vez se ponga a hacer una rabieta porque su padre está de viaje y le molesta
mucho no poder verlo.
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Hazle saber lo que esperas de él. Es muy importante que tu hijo sepa qué consideras que es
buen y mal comportamiento. Una vez que el niño sea bastante mayor para entender tus
exigencias, debes dejarle claro que si hace algo, eso tendrá unas consecuencias, y que esa
norma no cambiará. Aquí tienes algunas formas de comunicar tus expectativas:

Si estás intentando una nueva forma de disciplina, explícasela antes de que comience el
mal comportamiento, o se sentirá confundido.

Tómate tiempo para hablar con tu hijo acerca de buen y mal comportamiento. Si es lo
bastante mayor, haz que se sienta incluido en la conversación para que repase cómo le fue
cuando se comportó bien o mal, y cómo esperas que se comporte en el futuro.

Si es bastante mayor, el niño puede escoger sus recompensas por buen comportamiento,
si son apropiadas.

Sé autoritativo, no autoritario. Un padre autoritativo tiene claras las expectativas y las


consecuencias, pero sigue siendo amoroso y afectivo con su hijo. Ese tipo de autoridad deja
espacio a la flexibilidad. Un padre así habla de los problemas y de las soluciones con su hijo.
Ese es el estilo de padre ideal, pero es más fácil la teoría que la práctica. El padre autoritario
también tiene claras las normas, pero no le da al niño el afecto que necesita ni explica las
razones de la disciplina. Esto podría hacer que el niño se sintiera poco amado y no
comprendiera la razón de ciertas normas.

También debes evitar ser un padre permisivo. Esta es la clase de padre que deja hacer a su
hijo lo que le da la gana porque le quiere demasiado para decirle "no", siente pena por el niño,
o cree que el niño desarrollará un sistema interno de disciplina con el tiempo por sí solo.

Aunque puede ser muy tentador ser un padre permisivo, esto puede tener efectos
negativos en un niño, especialmente cuando alcance la adolescencia y la vida adulta. Si se
trata de un adolescente o una persona mayor que cree que puede conseguir lo que quiera
porque sí, se topará con la cruda realidad y tendrá muchos problemas.

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Ten en cuenta la edad y temperamento del niño. No hay dos niños iguales, y es importante
que tomes en consideración quién realmente es él cuando le disciplines o castiges. Conforme
vaya creciendo, deberás ir adaptando el sistema de disciplina para que se ajuste a un niño más
maduro; por otro lado, debes evitar dar a un niño exactamente la misma disciplina que le das
a otro más mayor o con diferente temperamento. Aquí tienes qué hacer:

Si el niño es hablador por naturaleza y le encanta socializar, busca la manera de tener en


cuenta esas características. Aunque puedes disciplinarlo por hablar en un momento
inapropiado, no deberías intentar convertirlo en una persona tímida o callada, ya que no es su
personalidad natural.

Si el niño es muy sensible, no deberías ser indulgente cuando se porte mal, pero deberás
darle más cariño de vez en cuando, siempre que lo merezca.

Si tu hijo tiene entre 0-2 años, deberás controlar el mal comportamiento en casa, y decir
“no” cuando se porte mal. Para niños más creciditos, “se acabó” o “tiempo muerto” puede ser
una forma efectiva de comunicarle que se está pasando de la raya.

Si tu hijo tiene entre 3-5 años, ya es bastante grande para explicarle qué cosas no está
bien que haga antes de que las comience a hacer. Puedes decirle qué comportamiento sería
mejor en un momento dado. Por ejemplo, puedes decirle, "No debes ser el jefe de los demás
niños del parque. Tienes que ser su amigo y ser amable con ellos para que te diviertas más".

Los niños entre 6-8 son capaces de entender las consecuencias negativas del mal
comportamiento. Pueden entender que, si ensucian la alfombra, tendrán que ayudar a
limpiarla.

Los de 9-12 pueden aprender cuáles son las consecuencias lógicas de sus actos. Por
ejemplo, pueden entender por sí mismos que si no terminan la tarea escolar para el día
asignado, tendrán una mala nota con las subsiguientes consecuencias negativas.

Método 2

Prueba varios métodos de disciplina


1

Enseña a tu hijo las consecuencias naturales. Haz que el niño comprenda cuáles serán las
consecuencias lógicas del mal comportamiento, para que ejercite su musculatura de la
decepción; que vea que comportarse mal le causará tristeza y remordimientos. En lugar de
rescatarlo de ciertas situaciones, deja que él mismo afronte las consecuencias por sí mismo.
Deberá tener al menos 6 años para poder hacerlo.

Si el niño rompe un juguete o lo estropea por ser descuidado, no corras a comprarle uno
nuevo para reponerlo. Deja que se quede sin su juguete por un tiempo, para que aprenda a
cuidar mejor de sus cosas.

Enséñale a ser responsable. Si no terminó lo que le asignaste, como sus tareas domésticas,
porque pasó el día viendo televisión, deja que sepa que estás decepcionado y que tendrá que
hacerlo de todas formas, en lugar de correr a acabar sus tareas tú mismo.

Si no le invitaron a una fiesta en el vecindario por su mal comportamiento con un niño,


hazle saber que ese es el mal resultado de no tratar bien a otros niños, y que tendrá que
aprender a tratarlos bien si quiere que lo inviten la próxima vez.

Enséñale cuales son las consecuencias lógicas. Las consecuencias lógicas son las que tú
decides que seguirán al mal comportamiento. Deben estar directamente relacionadas con lo
que hizo mal para que aprenda a no hacerlo de nuevo. Cada tipo de mal comportamiento debe
tener su propia consecuencia lógica, y estas deben establecerse de antemano. Aquí tienes
algunos ejemplos:

Si el niño no recoge sus juguetes, entonces no podrá usarlos por una semana.

Si le descubres mirando algo inapropiado en TV, entonces no podrá verla por una semana.

Si es irrespetuoso con sus padres, entonces no podrá salir a jugar con sus amigos hasta
que muestre más respeto.

Enséñale con disciplina positiva. La disciplina positiva es una forma de trabajar con el niño
para llegar a una conclusión positiva que demuestre al jovencito lo que es el mal
comportamiento y cómo evitarlo en el futuro. Para lograrlo, no solo hay que castigarlo, sino
sentarse con él y explicarle porqué el comportamiento fue malo y lo que se hará al respecto.

Si perdió su pelota de futbol porque fue descuidado e irresponsable, siéntate y habla con
él de por qué sucedió. A continuación, pregúntale qué hará ahora sin la pelota y cómo espera
seguir jugando sin ella. Tal vez pueda jugar con la pelota de un amigo hasta que se “gane” una
nueva. Deja que se dé cuenta de las consecuencias de ser descuidado y trabaja con él para
encontrar una solución.

En el método de disciplina positiva, el término “tiempo muerto” ya no es es lugar que


consigue que el niño se sienta avergonzado y enfadado, pero en el que seguirá sin reconocer
su mal comportamiento ni pensará que deba corregirlo. Es su lugar, al usar el método de
disciplina positiva, “tiempo muerto” significa que deberá calmarse en un lugar tranquilo y
cómodo hasta que esté dispuesto a hablar de lo que hizo mal. Esto le enseña una habilidad
esencial para la vida: dominar sus emociones y tomarse tiempo para reflexionar, en lugar de
actuar irracionalmente.

Ten preparado un sistema de recompensas para el niño. Establecer un sistema de premios


que le demuestre que hay consecuencias positivas por el buen comportamiento es un método
efectivo. No olvides que reconocer el buen comportamiento es tan importante como castigar
el malo. Hacerle notar cuándo se ha portado bien le ayudará a aprender qué hacer y qué no
hacer.

Una recompensa puede ser un premio sencillo por hacer algo bien sin que se lo pidas. Si el
niño sabe que después de terminar con su comida saludable tendrá un helado de postre, es
más fácil que coma todo sin protestar.

Pueden decidir juntos cuáles serán las recompensas, cuando sea apropiado. Si quiere un
juguete nuevo, podrían pactar que si mejora sus modales con el resto de la familia por un mes
se lo comprarás.

Cuidado con que el sistema de recompensas no le enseñe a fingir. El niño debe entender
que su comportamiento debe ser realmente bueno, no solo “parecer amable” para conseguir
su juguete.

Encomia al niño siempre que puedas por su buen comportamiento. No debería oír tus
comentarios solo cuando se comportó mal y lo tienes que disciplinar.
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Evita los sermones, las amenazas y las azotainas. No solo son inútiles, sino que pueden
lograr que tu hijo te guarde rencor y te ignore, además de quedar mental y físicamente herido
por tus palabras o acciones. Aquí se explican las razones por las que estos métodos no se
recomiendan:

Los niños tienden a desconectarse durante un sermón si no captan el sentido. Si le das un


sermón de media hora acerca de que no debería haber perdido su juguete y a la vez le das uno
nuevo, en realidad entenderá que lo que le dices no es importante.

Si le amenazas con cosas que no van a pasar, como diciéndole que ya no va a ver
televisión nunca más si no limpia su habitación, entonces el niño sabrá que no hablas en serio.

Una azotaina puede hacerlo más agresivo, y puede que aprenda que está bien hacer daño
a alguien a quien amas.

Date un respiro a ti mismo. Aunque es muy importante ser un buen ejemplo y encontrar
algunos métodos efectivos de dar disciplina a tu hijo, recuerda que nadie es perfecto y no
puedes ser el padre o madre modelo en todo momento. No importa cuánto te esfuerces,
siempre habrá ocasiones en que desearás haber actuado de otro modo. No te preocupes
demasiado por eso.

Si hiciste algo de lo que te arrepientes, pídele perdón al niño y hazle entender por qué lo
sientes.

Si estás teniendo una semana difícil, apóyate en tu pareja si la tienes y pídele que se
encargue de dar disciplina esa semana hasta que tú te sientas mejor.

Consejos

Si tienes otros hijos, nunca hagas comparaciones entre ellos. Esto pudiera causarles un
sentimiento de baja autoestima o podrían llegar a creer que no valen para nada.
Para niños pequeños, un minuto de “tiempo muerto” por año de edad es una buena
medida. Si lo prolongas más puede sentirse abandonado, solo y pudiera perder su confianza
en ti.

Para animar a un niño más mayor a cambiar su comportamiento, pon el problema por
escrito y ayúdale a escribir un plan de corrección. Trata de que el plan sea realista. Anota
también los castigos en caso de que no se cumpla adecuadamente el plan y las recompensas si
es capaz de cumplir sus obligaciones.

Todo el mundo necesita varias oportunidades para aprender y un nuevo comienzo de vez en
cuando, especialmente los niños. No acumules castigos de semanas pasadas, solo del mismo
día, en el caso de niños pequeñitos. Los niños no tienen la misma forma de recordar las cosas
que los adolescentes o los adultos.

Si no eres consistente con la disciplina, o pasas por alto su mal comportamiento porque
piensas que es demasiado pequeño para entender, tendrás que pagar las consecuencias y
pasar mucho más tiempo corrigiéndolo más adelante.

Apégate a tu plan estratégico, sin importar lo enojado que estés en un momento dado.
Cuando estés furioso, puede serte imposible pensar con claridad, y puede llevarles más de una
hora a tus hormonas volver a la normalidad. Es por eso que debes decidir esas cosas cuando
estés calmado.

Sin importar lo inteligente que sea tu hijo, recuerda que sigue tratándose de un niño. No
entres en el psicoanálisis; no lo invites a entrar en una discusión de adulto sobre el problema.
Explícale las normas y las consecuencias si las rompe, y aplícalas consecuentemente. De esa
forma su mundo será más justo, sencillo y predecible.

No lo sobornes para que se porte bien. Si no, los sobornos se convertirán en extorsión por
su parte. De vez en cuando, puedes recompensarlo con algo sencillo después de su buen
comportamiento, para que no sea un soborno.

Advertencias

No castigues a tu hijo causándole daños físicos serios. Aunque los golpes suaves tampoco
son muy recomendables, hay una diferencia muy grande entre una nalgada y una paliza que
cause daños físicos y emocionales duraderos.
Reconoce cuándo buscar ayuda para disciplinar a tu hijo. Si el niño se comporta
constantemente de forma irrespetuosa y no escucha nada de lo que dices, o si muestra una
actitud agresiva y violenta con frecuencia, visita a un profesional para que te haga
recomendaciones prácticas en cuanto a manejar esos comportamientos

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