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Palacios Moreno Nancy Geraldine 5°4 IRNR

VIGILAR Y CASTIGAR
MICHEL FOUCAULT

SUPLICIO

I. EL CUERPO DE LOS CONDENADOS

Durante el transcurso de la historia y con el desarrollo de las civilizaciones la


sociedad, ha buscado la manera de castigar las acciones que van en contra del bien
común, esto recurriendo a prácticas que sirvan de ejemplo para quienes se atrevan
a quebrantar las leyes. Aplicar los suplicios al cuerpo fue muy efectivo, aunque muy
discutible puesto que si en realidad se pretendía sanear actitudes no se debería
poner en riesgo la vida. En la edad media la autoridad religiosa era la misma que
estaba facultada para castigar en el régimen punitivo, fuera de las malas acciones,
los pecados también eran severamente juzgados y la tecnología de aquellos años
se encaminaba a hacer de los castigos algo más apabullante y doloroso,
mecanizando el tormento y el terror.
En 1757 con el caso de Damiens quién fue condenado por regicidio y parricidio, se
le descuartizo, desmembrando músculo por músculo y tendón por tendón, lo cual le
causó la muerte y posteriormente, sus restos fueron incinerados.
Posteriormente y a raíz de estos hechos, se hace una reforma a los métodos de
castigo, desapareciendo los suplicios todo ello concedido por un pensamiento de
humanización de las penas, dejando de ser estos castigos, una especie de
espectáculo con el cual se buscaba la erradicación de los actos delictivos, pasando
de estas penas dolorosas a otras más humanitarias que no infringieran dolor, pues
ya se creía que el verdadero castigo debería recibirlo el alma y no el cuerpo. De
esta manera, aparece la guillotina, mecanismo por el cual simplemente se
cercenaba la cabeza, sin sufrimiento alguno. Posteriormente aparece una figura
importante: el juez, quien está facultado para sancionar infracciones utilizando todo
un conjunto de juicios apreciativos, diagnósticos, pronósticos normativos, referentes
al individuo delincuente; este individuo a su vez tiene la facultad de declarar culpable
o inocente al acusado, dependiendo de las pruebas presentadas y en caso de ser
señalado culpable, pero con algún trastorno mental, el acusado pasa por otro
procedimiento por su condición mental era una causal de exclusión de la pena, sin
embargo, pasó a considerar más como un correctivo en vez de un suplicio.
Los reos comúnmente no estaban de acuerdo con el método punitivo y carcelario,
es por ello que se gestaron rebeliones, al nivel de tos cuerpos, contra el cuerpo
mismo de la prisión.
II. LA RESONANCIA DE LOS SUPLICIOS

El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada


de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la
manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que,
olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los
suplicios, se manifiesta toda una economía del poder.
En el siglo XVIII si existía una tortura judicial, sus castigos hacían, en primera
instancia, que el culpable fuera quien informara su propia condena por medio de
carteles fijados en su cuerpo y retractaciones en la iglesia; en segundo lugar, el
hecho de someterlo a la vergüenza pública, usualmente provocaba que el sujeto de
pena se sintiera acorralado y confesara a manera de súplica en su sentencia; en
tercera instancia, la ejecución se hacía en el lugar en donde se cometió el crimen.
Y, por último, se prolongaba el sufrimiento del suplicio pues para ellos el juego
eterno ya había comenzado (infierno), y este era la anticipación de las penas del
más allá, puesto que la muerte era segura. Finalmente se trataba de salvar el alma.
Las ejecuciones públicas también eran aplicadas para satisfacer los deseos de
venganza de la población, llevando a cabo un ceremonial de triunfo, pero incluye
también núcleo dramático de su desarrollo monótono, una escena escalofriante
entre el verdugo sobre el cuerpo del paciente.
Posteriormente, la práctica punitiva del siglo XIX trataba de hallar la mayor distancia
posible entre la búsqueda serena de la verdad y la violencia que no se podía borrar
por completo del castigo, la justicia necesitaba que su víctima autentificara de cierto
modo el suplicio que sufría se le pedía al criminal que se consagrara su propio
castigo. El objeto principal para estos crímenes que eran proclamados, consistía en
que se ampliaba el arrepentimiento, pidiendo perdón a Dios y a los hombres por sus
crímenes; se les veía purificados.

CASTIGO

I. EL CASTIGO GENERALIZADO

La necesidad de un castigo sin suplicio se formula, en primer lugar, como un grito


del corazón o de la naturaleza indignada, hasta al peor de los asesinos, se le debe
respetar lo más esencial de su humanidad.
En respuesta a ello, fue ineludible una renovación al poder judicial del listado puesto
que la administración de justicia estaba viciada, había una desnaturalización de las
penas, además, los oficios de juez y magistrado eran vendidos y comercializados
como mercancía en vez de ser ejercidos directamente por imposición del Estado, a
tal punto se ser transmitidos a sus herederos.
Había tribunales, procedimientos, ahogados, delitos incluso, que eran favorecidos y
que quedaban fuera del derecho común. Se suma que la jurisdicción y los castigos
eran aplicados con mayor rigidez a las personas marginadas y vulnerables,
abusando del poder.
Uno de los principios del derecho penal es que las infracciones estén bien definidas
y seguramente castigadas, es decir, el delito debe ser tipificado, antijurídico y
culpable. Todo esto para determinar que infracciones son tolerables y hasta qué
punto no.
En resumidas cuentas, se buscaba que las penas no estuvieran a la consideración
de los jueces, es decir, que la tipificación de los delitos se haga universal,
imponiendo leyes fijas, constantes, determinadas de manera precisa, de modo que
los ciudadanos sepan a qué se exponen y los magistrados no sean más que el
órgano de la ley, hallando una codificación más clara y una disminución notable de
la arbitrariedad. Por otro lado, se pretendía disminuir el costo económico y político
aumentando su eficacia y multiplicando sus circuitos, constituyendo una nueva
economía y una nueva tecnología del poder de castigar. Emerge de esta suerte un
formidable derecho de Castigar, ya que el infractor se convierte en el enemigo
común. La proporción entre la pena y la calidad del delito está determinada por la
influencia que tiene, sobre el orden social.
La regla de la cantidad mínima indica que para que el castigo produzca el efecto
que se debe esperar de él basta que el daño que causa exceda el beneficio que el
culpable ha obtenido del crimen. En segundo lugar, se propone la regla de la
idealidad suficiente en donde si el motivo de un delito es la ventaja que de él se
representa, la eficacia de la pena está en la desventaja que de él se espera
En tercera instancia, en la regla de los efectos laterales la pena debe obtener sus
efectos más intensos de aquellos que no han cometido la falta, en el límite, si se
pudiera estar seguro de que el culpable es incapaz de reincidir, bastaría con hacer
creer a los demás que ha sido castigado. Posteriormente, la regla de la certidumbre
absoluta postula que es preciso que a la idea de cada delito y de las ventajas que
de él se esperan, vaya asociada la idea de un castigo determinado con los
inconvenientes precisos que de él resultan; es preciso que, entre una y otra, se
considere el vínculo como necesario y que nada pueda romperlo. Este elemento
general de la certidumbre que debe comunicar su eficacia al sistema punitivo implica
cierto número de medidas precisas.
Finalmente, la regla de la verdad común auspicia la verificación del crimen que
debe obedecer a la verdad del delito, la cual no podrá ser admitida sino una vez,
que ha sido enteramente probado hasta la demostración final de su delito y se debe
reputar inocente al inculpado, a consecuencia, las pruebas y los indicios deben
deducirse de esas circunstancias. Por último, la regla de la especificación óptima
promueve la creación de un código que sea lo suficientemente preciso como para
que cada tipo de infracción pueda estar en el claramente tipificada. Con esto se
evitan las lagunas legales para que no aparezca la impunidad.
II. LA BENIGNIDAD DE LAS PENAS

Bajo los argumentos de Peletier cuando este afirma que son necesarias unas
relaciones exactas entre la naturaleza del delito y la naturaleza del castigo; el que
ha sido feroz en su crimen padecerá dolores físicos; el que haya sido holgazán se
verá forzado a un trabajo penoso; el que ha sido abyecto sufrirá como pena la
infamia; es indispensable no solo combatir el delito desde su materialización, sino
que se debe erradicar de raíz. Por ejemplo, el delito de vagancia se condenará,
pero aún más las condiciones que llevan a los individuos a esto, es decir, se
combatirá con trabajos.
Lo ideal sería que el condenado apareciera como una especie de propiedad rentable
según Foucault, un esclavo puesto al servicio de todos, sería más útil hacerlo servir
al Estado en una esclavitud más o menos amplia según la índole de su delito, habrá
que ser un bien social, objeto de una apropiación colectiva y útil. De ahí que los
reformadores hayan propuesto casi siempre los trabajos públicos como una de las
mejores penas posibles. La publicidad del castigo no debe difundir un efecto físico
de terror, debe abrir un libro de lectura.
la falta de un oficio es un detonante de la criminalidad, es por ello que la pedagogía
proporciona la ventaja de reconstruir al individuo perezoso en gran trabajador, lo
obligará a colocarse en un sistema de intereses en el que el trabajo será más
provechoso que la pereza y formará en torno de sí una pequeña sociedad reducida,
simplificada y coercitiva en la que aparecerá claramente la máxima; quien quiera
vivir debe trabajar.
Al final del siglo XVIII nos encontramos ante tres maneras de organizar el poder de
castigar: la primera es la que funciona todavía y se apoyaba en el viejo derecho
monárquico. Las otras corresponden, ambas, a una concepción preventiva, utilitaria,
correctiva, a un derecho de castigar que pertenecía a la sociedad entera: puede
decirse que, en el derecho monárquico, el castigo ceremonial de soberanía: utiliza
las marcas rituales de la venganza, que aplica sobre el cuerpo del condenado. En
el proyecto de los juristas reformadores, el castigo es un procedimiento para
recalificar a los individuos como sujetos de derecho, pues la vida dentro del penal
se divide de acuerdo con un empleo del tiempo absolutamente estricto, bajo una
vigilancia ininterrumpida en donde cada instante del día tiene marcada una
ocupación, determinado un tipo de actividad, lo cual conlleva obligaciones y
prohibiciones.

DISCIPLINA

I. LOS CUERPOS DÓCILES

En la historia clásica se da descubrimiento al cuerpo como objeto y blanco de poder,


haciendo del cuerpo un ser manipulable. que obedece y responde casi como una
máquina. Para tal efecto, lo anterior se desarrolla según una escala de control donde
se pretende inspeccionar a las personas como partes funcionales.
Por otro lado, la modalidad tiene la misión de velar por los procesos de actividad en
relación al tiempo espacio y los movimientos. Ciertamente, todos estos nuevos
métodos de control en donde la docilidad y utilidad se impregnan al cuerpo se les
puede denominar disciplina esta no solo se encarga de hacer de los cuerpos más
obedientes sino también más útiles una manipulación política y mecánica de los
movimientos.

I.I El arte de las distribuciones


Las técnicas de división de los individuos en el espacio: La primera de estas es la
clausura que es el encierro obligatorio, para controlar y mantener el orden de las
personas en su interior, con espacios delimitados para la enseñanza la obediencia.
El segundo término, la legalización o división en zonas provoca que cada individuo
se maneje en su lugar, esto para evitar las distribuciones por grupos,
descomponiendo las colectividades e individualizar a los sujetos. En tercera
instancia, los emplazamientos institucionales son lugares que sirven para responder
a la necesidad de vigilar, a la vez que rompe las comunicaciones peligrosas entre
los individuos y crea espacios productivos.
Y, en cuarto lugar, el rango individualiza los cuerpos por una localización
distribuyendo y circulando en un sistema de relaciones. Se distribuyes los individuos
según sus valores o méritos especialidades, jerarquizando el saber o la capacidad.
Se le suma la organización de las celdas y los lugares, arquitecturas funcionales y
jerárquicas; espacios que elijan y permiten a la vez la circulación, recortan
segmentos individuales e instauran relaciones operatorias, marcan lugares indican
valores garantizando la obediencia también una economía del tiempo y de los
gestos.

I.II. El control de la actividad


El empleo del tiempo establece ritmos para obligar a realizar ocupaciones
determinadas, regula los ciclos de repetición y establece una rutina ordenada por el
tiempo. También la elaboración temporal del acto: acostumbrar y descomponer el
aprendizaje de los gestos o movimientos al tiempo se refiere al ritmo colectivo y
obligatorio impuesto desde el exterior un programa, elabora el acto, controla el
interior su desarrollo y sus fases. Existe una mejor relación entre un gesto y la actitud
global del cuerpo, que es su condición de eficacia y rapidez, el buen empleo del
cuerpo permite el excelente ministerio del tiempo dejando así el ocio de lado. Ahora,
se encuentra la articulación cuerpo-objeto, implica cada una de las relaciones que
el cuerpo debe mantener con el objeto que manipula
Por último, se da la utilización exhaustiva, la que procura una economía positiva,
una utilización provechosa del tiempo. se trata intensificando el uso del instante para
no derrochar el tiempo, así mismo intensificando la velocidad de la acción para una
máxima eficacia.
I.III La organización de la génesis
Es necesario el empleo de disciplina para controlar actividades y de la misma
manera, capitalizar el tiempo: la primera de estas es dividir la duración en
segmentos, sucesivos o paralelos, la segunda es la organización de segmentos de
acuerdo a un esquema analítico, la tercera, busca finalizar dichos segmentos
temporales fijando un término o una prueba capaz de indicar si el sujeto ha
alcanzado el nivel esperado, garantizar la conformidad del aprendizaje y diferenciar
las dotes de cada individuo, la cuarta consiste en disponer series de series, lo que
significa entregar a cada serie según su nivel, su antigüedad o grado generando así
una ramificación de series que se entregan cada vez que un individuo termine.

I.IV. La composición de fuerzas


El cuerpo se puede convertir en un elemento que se puede colocar, mover o
inclusive articular sobre otros, es decir, se vuelve eficaz. La disciplina fabrica a partir
de los cuerpos que controla cuatro tipos de individualidad, o más bien una
individualidad que está dotada de cuatro características: es celular (por el juego de
la distribución espacial), es orgánica (por el cifrado de las actividades), es genética
(por la acumulación del tiempo), es combinatoria (por la composición de fuerzas).

II. LOS MEDIOS DEL BUEN ENCAUSAMIENTO

De los métodos electivos para orientar, enderezar y dirigir las mentes se encuentra
la utilización de la inspección jerárquica que funge como regulador de la conducta,
a tal punto de convertirse en funciones específicas que ha de garantizar el estado.
la organización de nuestros contextos intersubjetivos no está dada por avances
aislados de las ciencias y la tecnología, en cambio, han sido producidas por una
serie de acontecimientos que denotan la manejabilidad humana, es así que la
arquitectura se modifica según el modelo militar, incluyendo formaciones
arquitectónicas que permiten la observación continua de los demás, este régimen
es capaz de introducirse en todo aspecto de la vida cotidiana, alineando a cada uno
de los integrantes de la sociedad desde su más tierna edad y acompañándolos a lo
largo de su vida laboral. Así, se crea una estructura piramidal jerarquizada en donde
el superior tiene la facultad de observar a todos con facilidad.
La sanción normalizadora infringe castigos disciplinarios a quien no encaje en los
presupuestos de conducta permitidos por la sociedad y dependiendo del ambiente
en que se desenvuelva el castigo puede ser correctivo o punitivo. Cabe destacar
que se implementa también un sistema de recompensa castigo, sin embargo, el
carácter penal de dicha figura persiste, trasformando a las personas en reos, en
actividad. El examen se ejecuta como mecanismo de inspección de los saberes,
aptitudes y virtudes de los hombres logrando codificarlo teniendo en cuanta las
facultades adquiridas con el fin de individualizarlo y convertirlo en un sujeto
cuantificable y cualificable, es decir, examen permite ver constantemente a los
individuos sin necesidad de recurrir a la fuerza.
III. EL PANOPTISMO

Foucault hace referencia a una construcción arquitectónica ideada por Bentham, la


cual consiste en una especie de domo con cúpula de forma circular. A lo largo del
perímetro de la circunferencia se encuentra varias cámaras que albergan animales
o personas, dichas celdas ofrecen una visibilidad considerable, con ventanales
amplios e iluminados, otro punto del Panóptico es la torre central desde la que se
puede controlar lo que sucede al interior de todo el lugar, siendo accesible la
vigilancia de quienes se encuentran en las cámaras.
Las enfermedades epidémicas más desastrosas de la historia como la peste y la
lepra brindaban a los gobiernos la capacidad de controlar cada una de las
actividades de los ciudadanos sin temor a represalia alguna. Si bien, la lepra
causaba el escozor y alejamiento de la sociedad, la peste hacia el mismo control,
pero hecho por el listado. Aquella situación fue y será una utopía de lo que siempre
se querrá al vigilar, tener el centro casi milimétrico del pensamiento, actitudes y
comportamientos.
"En el fondo de los esquemas disciplinarios la imagen de la peste vale por todas las
confusiones y los desórdenes; del mismo modo que la imagen de la lepra, del
contacto que corlar, se halla en el fondo de los esquemas de exclusión".

PRISIONES

I. UNAS INSTITUCIONES COMPLETAS Y AUSTERAS

Al infringir la ley unas penas más graves las unas que las otras, no se puede permitir
que el individuo condenado a unas penas ligeras se encuentre encerrado en el
mismo sitio que el criminal condenado a penas más graves si la pena infligida por
la ley tiene por fin principal la reparación del crimen, persigue asimismo la enmienda
del culpable.
La prisión debe ser un aparato disciplinario exhaustivo. En varios sentidos: debe
ocuparse de todos los aspectos del individuo, de su educación física, de su aptitud
para el trabajo, de su conducta cotidiana, de su actitud moral, de sus disposiciones;
la prisión, mucho más que la escuela, el taller o el ejército, que implican siempre
cierta especialización puesto que es omnidisciplinaria; debe ser concebida de
manera que borre por si misma las consecuencias nefastas que provoca al reunir
en un mismo lugar a condenados muy diferentes (asesinos, violadores,
estafadores), debe aniquilar los reclamos y los motines que puedan formarse, del
mismo modo impedir que se forjen complicidades futuras o que nazcan
posibilidades de chantaje y por ultimo ha de obstaculizar la inmoralidad de las
amistades peligrosas.
El control sobre las actividades de los reclusos es esencial para modificar sus
pensamientos, desde asignarles tiempo para dormir, comer y bañarse, hasta contar
los minutos que gastan en cada plegaria. Esto genera un efecto de dominio y
jerarquización que posteriormente les servirá para readaptarse a la sociedad. De
hecho, los centros penitenciarios llegan a ser una pequeña sociedad perfecta.
Al final, arrojan a los presos a considerar que los muros son el castigo del crimen y
dentro de la celda esta pone al detenido en presencia de sí mismo, el cual se ve
obligado a escuchar su conciencia. Aunque el sistema penitenciario requiere un
grado de exigencia elevado para poder sanar las conductas, su misión en ocasiones
no puede llevarse a cabo por dos motivos: el primer obstáculo es la personalidad y
grado de madurez de los confinados, de tal modo que llega a ser más sencillo domar
la conducta de los criminales adultos que la de los delincuentes juveniles; los
primeros son más sumisos, más trabajadores que los últimos, rateros, libertinos,
perezosos. En segunda instancia, se enfrenta a las falencias propias de la
indiscriminada utilización del poder, concediendo libertades por favores o
afinidades.

II. ILEGALISMOS Y DELINCUENCIA

Después de haber salido de prisión, se tienen más probabilidades de volver a ella,


por consiguiente, en lugar de devolver la libertad a unos individuos corregidos,
enjambra en la población unos delincuentes peligrosos. A consecuencia, la prisión
no puede dejar de fabricar delincuentes. Al respecto Michel Foucault afirma: La
prisión fabrica también delincuentes al imponer a los detenidos coacciones
violentas; está destinada a aplicar las leyes y a enseñar a respetarlas; ahora bien,
todo su funcionamiento se desarrolla sobre el modo de abuso de poder.
Arbitrariedad de la administración: "El sentimiento de la injusticia que un preso
experimenta es una de las causas que más pueden hacer indomable su carácter.
Cuando se ve así expuesto a sufrimientos que la ley no ha ordenado ni aun previsto,
cae en un estado habitual de cólera contra todo lo que lo rodea; no ve sino verdugos
en todos los agentes de la autoridad; no cree ya haber sido culpable: acusa a la
propia justicia
Se concluye entonces que la cárcel hace posible, más aún, favorece la organización
de un medio de delincuentes, solidarios los unos de los otros. jerarquizados,
dispuestos a todas las complicidades futuras.
En contraposición de la realidad, la administración de las cárceles insiste en evitar
el fracaso de su gestión, es por ello que proponen los siguientes principios para
aplicarlos en las penitenciarías: a) Principio de la corrección, b) Principio de la
clasificación, c) Principio de la modulación de las penas, d) Principio del trabajo
como obligación y como derecho, e) Principio de la educación penitenciaria, f)
Principio del control técnico de la detención, g) Principio de las instituciones anejas.
La penalidad no reprimiría pura y simplemente los ilegalismos, más bien los
diferenciaría, aseguraría su economía general.
Los primeros ilegalismos obreros a comienzos del siglo XIX, los cuales estuvieron
en contra del nuevo régimen de la explotación legal del trabajo. Aquellos crímenes
iban desde los más violentos, como el destrozo de máquinas, o los más duraderos
como la constitución de asociaciones, hasta los más cotidianos. De igual modo
surgió un ilegalismo campesino en los últimos años de la Revolución, este tomo sus
bases en las nuevas leyes de la propiedad. Sin embargo, de aquellos ilegalismos
se derivó el aumento de la violencia, las agresiones, los robos, los saqueos y hasta
las grandes formas del bandidismo político.
La existencia del delito manifiesta afortunadamente una incompresibilidad de la
naturaleza humana puesto que hay que ver en él, más que una flaqueza o una
enfermedad, una energía que se yergue, una protesta resonante de la individualidad
humana que sin duda les da a los ojos de lodos su extraño poder de fascinación.
Sin el delito que despierta en nosotros multitud de sentimientos adormecidos y de
pasiones medio extinguidas, permaneceríamos mucho más tiempo en el desorden,
es decir, en la inconsistencia.
La justicia no es la misma para los que vienen de clases diferentes, lo que ocasiona
que los delincuentes provengan en su mayoría de estratos bajos, mientras que los
que se encargan de su corrección son magistrados de la alta sociedad. Así, se
evidencia un orden jerárquico para el delincuente, sus delitos y su verdugo.

III. LO CARCELARIO

Las prisiones no son instrumentos represivos ni buscan tan solo privar de su


intrínseco derecho de libertad al Ser humano, deben ser herramientas que
contengan todo tipo de disciplina (reflexión, trabajo, educación, etc.) que sirva para
la transformación de los presidarios en individuos correctos que no reincidan en sus
faltas.
En primer lugar, lo carcelario, junto con sus distintas herramientas, da pie a un
reclutamiento de grandes delincuentes y organiza "carreras disciplinarias" en las
que se da un trabajo completo de elaboración. Todo esto dada la presencia de
exclusiones y rechazos. En segundo lugar, es efecto del sistema carcelario y de los
más importantes, el volver natural y legítimo el poder de sancionar, es decir, que
instituciones penitenciarias tienen reglamentos que reproducen leyes, sanciones
que imitan veredictos y penas.
Por último, el sistema carcelario se consolida como el instrumento de castigo que
va más acorde con la "nueva economía del poder". Su funcionamiento panóptico,
ha sido durante años la herramienta mis simple pero más necesaria que desarrolla
la actividad de examen, la cual ha objetivado el comportamiento humano.

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