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25 cuentos infantiles

1. EL MUÑECO DE NIEVE
Había dejado de nevar y los niños, ansiosos de libertad, salieron de casa y empezaron a corretear
por la blanca y mullida alfombra recién formada.
La hija del herrero, tomando puñados de nieve con sus manitas hábiles, se entrego a la tarea de
moldearla. Haré un muñeco como el hermanito que hubiera deseado tener se dijoLe salio un
niñito precioso, redondo, con ojos de carbón y un botón rojo por boca. La pequeña estaba
entusiasmada con su obra y convirtió al muñeco en su inseparable compañero durante los tristes
días de aquel invierno. Le hablaba, le mimaba...
Pero pronto los días empezaron a ser mas largos y los rayos de sol mas calidos... El muñeco se
fundió sin dejar mas rastro de su existencia que un charquito con dos carbones y un botón rojo. La
niña lloro con desconsuelo.
Un viejecito, que buscaba en el sol tibieza para su invierno, le dijo dulcemente: Seca tus lagrimas,
bonita, por que acabas de recibir una gran lección: ahora ya sabes que no debe ponerse el corazón
en cosas perecederas. FIN

2. EL CEDRO VANIDOSO
Erase una vez un cedro satisfecho de su hermosura
Plantado en mitad del jardín, superaba en altura a todos los demás árboles. Tan bellamente
dispuestas estaban sus ramas, que parecía un gigantesco candelabro. Plantado en mitad del jardín,
superaba en altura a todos los demás árboles. Tan bellamente dispuestas estaban sus ramas, que
parecía un gigantesco candelabro. Si con lo hermoso que soy diera además fruto, se dijo, ningún
árbol del mundo podría compararse conmigoY decidió observar a los otros árboles y hacer lo
mismo con ellos. Por fin, en lo alto de su erguida copa, apunto un bellísimo fruto. Tendré que
alimentarlo bien para que crezca mucho, se dijoTanto y tanto creció aquel fruto, que se hizo
demasiado grande. La copa del cedro, no pudiendo sostenerlo, se fue doblando; y cuando el fruto
maduro, la copa, que era el orgullo y la gloria del árbol, empezó a tambalearse hasta que se
troncho pesadamente. ¡A cuantos hombres, como el cedro, su demasiada ambición les
arruina!.FIN

3. LA GATA ENCANTADA
Érase un principe muy admirado en su reino. Todas las jovenes casaderas deseaban tenerle por
esposo. Pero el no se fijaba en ninguna y pasaba su tiempo jugando con Zapaquilda, una preciosa
gatita, junto a las llamas del hogar. Un dia, dijo en voz alta:
Eres tan cariñosa y adorable que, si fueras mujer, me casaria contigo.
En el mismo instante aparecio en la estancia el Hada de los Imposibles, que dijo:
Principe tus deseos se han cumplido.
El joven, deslumbrado, descubrio junto a el a Zapaquilda, convertida en una bellisima muchacha.
Al día siguiente se celebraban las bodas y todos los nobles y pobres del reino que acudieron al
banquete se extasiaron ante la hermosa y dulce novia. Pero, de pronto, vieron a la joven lanzarse
sobre un ratoncillo que zigzagueaba por el salon y zamparselo en cuanto lo hubo atrapado. El
principe empezo entonces a llamar al Hada de los Imposibles para que convirtiera a su esposa en
la gatita que habia sido. Pero el Hada no acudio, y nadie nos ha contado si tuvo que pasarse la vida
contemplando como su esposa daba cuenta de todos los ratones de palacio
FIN

4. EL HONRADO LEÑADOR
Había una vez un pobre leñador que regresaba a su casa después de una jornada de duro trabajo.
Al cruzar un puentecillo sobre el río, se le cayó el hacha al agua. Entonces empezó a lamentarse
tristemente:
-¿Cómo me ganaré el sustento ahora que no tengo hacha?
Al instante, ¡oh, maravilla!, una bella ninfa aparecía sobre las aguas y dijo al leñador:
– Espera, buen hombre: traeré tu hacha.
Se hundió en la corriente y poco después reaparecía con un hacha de oro entre las manos. El
leñador dijo que aquella no era la suya. Por segunda vez se sumergió la ninfa, para reaparecer
después con otra hacha de plata.
– Tampoco es la mía -dijo el afligido leñador.
Por tercera vez la ninfa buscó bajo el agua. Al reaparecer, llevaba en sus manos un hacha de
hierro.
-¡Oh, gracias, gracias! ¡Esa es la mía!
– Pero, por tu honradez, yo te regalo las otras dos. Has preferido la pobreza a la mentira y te
mereces el premio.
Fin

5. LA SEPULTURA DEL LOBO


Hubo una vez un lobo muy rico pero muy avaro. Nunca dio ni un poco de lo mucho que le sobraba.
Sintiéndose viejo, empezó a pensar en su propia vida, sentado a la puerta de su casa.
¿Podrías prestarme cuatro medidas de trigo, vecino? Le pregunto el burrito.
Te daré; ocho, si prometes velar por mi sepulcro en las tres noches siguientes a mi entierro.
Murió el lobo pocos días después y el burrito fue a velar en su sepultura. Durante la tercera noche
se le unió el pato que no tenía casa. Y juntos estaban cuando, en medio de una espantosa ráfaga
de viento, llego el aguilucho que les dijo:
Si me dejáis apoderarme del lobo os daré una bolsa de oro.
Será suficiente si llenas una de mis botas. Dijo el pato que era muy astuto.
El aguilucho se marcho para regresar en seguida con un gran saco de oro, que empezó a volcar
sobre la bota que el sagaz pato había colocado sobre una fosa. Como no tenía suela y la fosa
estaba vacía no acababa de llenarse. El aguilucho decidió ir entonces en busca de todo el oro del
mundo. Y cuando intentaba cruzar un precipicio con cien bolsas colgando de su pico, fue a
estrellarse sin remedio.
Amigo burrito, ya somos ricos. Dijo el pato. La maldad del Aguilucho nos ha beneficiado.
Y todos los pobres de la ciudad. Dijo el borrico, por que con ellos repartiremos el oro.
Fin.

6. EL PAPEL Y LA TINTA
Estaba una hoja de papel sobre una mesa, junto a otras hojas iguales a ella, cuando una pluma,
bañada en negrísima tinta, la mancho llenándola de palabras.
¿No podrías haberme ahorrado esta humillación? Dijo enojada la hoja de papel a la tinta. Tu negro
infernal me ha arruinado para siempre.
No te he ensuciado. Repuso la tinta. Te he vestido de palabras. Desde ahora ya no eres una hoja
de papel, sino un mensaje. Custodias el pensamiento del hombre. Te has convertido en algo
precioso.
En efecto, ordenando el despacho, alguien vio aquellas hojas esparcidas y las junto para
arrojarlas al fuego. Pero reparo en la hoja "sucia" de tinta y la devolvió a su lugar porque llevaba,
bien visible, el mensaje de la palabra. Luego, arrojo las demás al fuego.
7. EL LOBO
Cauto, silencioso, el lobo salió una noche del bosque atraído por el olor del rebaño. Con paso lento
se acercó al redil lleno de ovejas, poniendo atención en donde ponía la pata para no despertar con
el más leve ruido al dormido perro.
Sin embargo, la puso sobre una tabla y la tabla se movió. Para castigarse por aquel error, el lobo
levantó la pata con que habla tropezado y se la mordió hasta hacerse sangre.
¿Verdad, amiguitos, que este lobo fue el mejor juez de sí mismo? FIN

8. EL CASTIGO DEL AVARO


Erase un hombre muy rico, pero también muy avaro. Un día acudió a la feria, donde le ofrecieron
un jamón muy barato.
-Se, lo compro! Después de todo, hago un negocio, pues con ese dinero ni patatas hubiera
adquirido.
Y se dio el gran atracón de jamón, manjar que nunca probaba. Resultó que estaba podrido y al día
siguiente, aquejado de fuertes dolores,hubo de llamar al médico.
- ¿Qué habéis comido? -le preguntó el galeno.
El avaro, entre suspiros, mencionó su compra barata.
-¡Buena la habéis hecho! -se burló el médico-. Entre la factura de la botica y la mía, caro va a
saliros el jamón podrido.
Fin

9. LA AVENTURA DEL AGUA


Un día que el agua se encontraba en su elemento, es decir, en el soberbio mar sintió el caprichoso
deseo de subir al cielo. Entonces se dirigió al fuego:
-Podrías tú ayudarme a subir más, alto?
El fuego aceptó y con su calor, la volvió más ligera que el aire, transformándola en sutil vapor.
El vapor subió más y más en el cielo, voló muy alto, hasta los estratos más ligeros y fríos del aire,
donde ya el fuego no podía seguirlo. Entonces las partículas de vapor, ateridas de frío, se vieron
obligadas a juntarse apretadamente, volviéndose más pesados que el aire y cayendo en forma de
lluvia.
Habían subido al cielo invadidas de soberbia y fueron inmediatamente puestas en fuga. La tierra
sedienta absorbió la lluvia y, de esta forma, el agua estuvo durante mucho, tiempo prisionera del
suelo y purgó su pecado con una larga penitencia.

10. LOS GENIECILLOS HOLGAZANES


Erase unos duendecillos que vivían en un lindo bosque. Su casita pudo haber sido un primor, si se
hubieran ocupado de limpiarla. Pero como eran tan holgazanes la suciedad la hacía inhabitable.
-Un día se les apareció la Reina de las hadas y les dijo:
Voy a mandaros a la bruja gruñona para que cuide de vuestra casa. Desde luego no os resultará
simpática...
Y 'llegó la Bruja Gruñona montada en su escoba. Llevaba seis pares de gafas para ver mejor las
motas de polvo y empezó a escobazos con todos. Los geniecillos aburridos de tener que limpiar
fueron a ver a un mago amigo para que les transformase en pájaros. Y así, batiendo sus alas, se
fueron muy lejos...
En lo sucesivo pasaron hambre y frío; a merced de los elementos y sin casa donde cobijarse,
recordaban con pena su acogedora morada del bosque. Bien castigados estaban por su
holgazanería, errando siempre por el espacio...
Jamás volvieron a disfrutar de su casita del bosque que fue habitada por otros geniecillos más
obedientes y trabajadores.
Fin

11. EL VIAJERO EXTRAVIADO


Erase un campesino suizo, de violento carácter, poco simpático con sus semejantes y cruel con los
animales, especialmente los perros, a los que trataba a pedradas.
Un día de invierno, tuvo que aventurarse en las montañas nevadas para ir a recoger la herencia
de un pariente, pero se perdió en el camino. Era un día terrible y la tempestad se abatió sobre él.
En medio de la oscuridad, el hombre resbaló y fue a caer al abismo. Entonces llamó a gritos,
pidiendo auxilio, pero nadie llegaba en su socorro. Tenía una pierna rota y no podía salir de allí por
sus propios medios.
-Dios mío, voy a morir congelado...
-se dijo.
Y de pronto, cuando estaba a punto de perder el conocimiento, sintió un aliento cálido en su
cara. Un hermoso perrazo le estaba dando calor con inteligencia casi humana. Llevaba una manta
en el lomo y un barrilito de alcohol sujeto al cuello. El campesino se apresuró a tomar un buen
trago y a envolverse en la manta. Después se tendió sobre la espalda del animal que,
trabajosamente, le llevó hasta lugar habitado, salvándole la vida.
¿Sabéis, amiguitos qué hizo el campesino con su herencia?
Pues fundar un hogar para perros como el que le había salvado, llamado San Bernardo. Se dice
que aquellos animales salvaron muchas vidas en los inviernos y que adoraban a su dueño...

12. SECRETO A VOCES


Gretel, la hija del Alcalde, era muy curiosa. Quería saberlo todo, pero no sabía guardar un secreto.
-Qué hablabas con el Gobernador? -le preguntó a su padre, después de observar una larga
conversación entre los dos hombres. -Estábamos tratando del gran reloj que mañana, a las doce,
vamos a colocar en el Ayuntamiento. Pero es un secreto y no debes divulgarlo. Gretel prometió
callar, pero a las doce del día siguiente estaba en la plaza con todas sus compañeras de la escuela
para ver colocar el reloj en el ayuntamiento. ¡Ay!, el tal reloj no existía. El Alcalde quiso dar una
lección a su hija y en verdad que fue dura, pues las niñas del pueblo estuvieron mofándose de ella
durante varios años. Eso sí, le sirvió para saber callar a tiempo.

13. LA OSTRA Y EL CANGREJO


Una ostra estaba enamorada de la Luna. Cuando su gran disco de plata aparecía en el cielo, se
pasaba horas y horas con las valvas abiertas, mirándola.Desde su puesto de observación, un
cangrejo se dio cuenta de que la ostra se abría completamente en plenilunio y pensó comérsela.A
la noche siguiente, cuando la ostra se abrió de nuevo, el cangrejo le echó dentro una piedrecilla.La
ostra, al instante, intento cerrarse, pero el guijarro se lo impidió.El astuto cangrejo salió de su
escondite, abrió sus afiladas uñas, se abalanzó sobre la inocente ostra y se la comió.Así sucede a
quien abre la boca para divulgar su secreto: siempre hay un oído que lo apresa

14. EL CEDRO VANIDOSO


Esta es la historia de un cedro presumido y tonto, que se jactaba a diario de su hermosura. El
cedro vivía en el medio de un jardín, rodeado de otros árboles más pequeños, y para nada tan
bellos como él. ¡Soy en verdad, algo digno de contemplar, y no hay nadie en este jardín que
supere mi encanto! – repetía el cedro en las mañanas, en las tardes y en las noches.
Al llegar la primavera, los árboles comenzaron a dar hermosas frutas. Deliciosas manzanas tuvo el
manzano, relucientes cerezas aportó el cerezo, y el peral brindó gordas y jugosas peras.
Mientras tanto, el cedro, que no podía dar frutos, se lamentaba angustiado: “Mi belleza no estará
completa hasta que mis ramas no tengan frutos hermosos como yo”. Entonces, se dedicó a
observar a los demás árboles y a imitarlos en todo lo que hicieran para tener frutos. Finalmente, el
cedro tuvo lo que pidió, y en lo alto de sus ramas, asomó un precioso fruto.
“Le daré de comer día y noche para que sea el más grande y hermoso de todos los frutos”
exclamaba el cerro orgulloso de su creación. Sin embargo, de tanto que llegó a crecer aquel fruto,
no hizo más que torcer poco a poco la copa de aquel cedro. Con el paso de los días, el fruto
maduró y se hizo más pesado cada vez, hasta que el cedro no pudo sostenerlo y su copa terminó
completamente quebrada y arruinada.
Algunas personas son como los cedros, que su ambición es tan grande que les lleva a perder todo
cuanto tuvieron, pues no hay nada tan fatal como la vanidad, y debemos evitar ser engreídos con
las personas que nos rodean.

15. EL ABAD Y LOS TRES ENIGMAS


Cierta vez, existió un monasterio muy lejano, situado en lo alto de una colina. En aquel lugar,
vivían monjes muy humildes que dedicaban su vida a pastorear las ovejas y meditar
profundamente. A cargo del monasterio, se encontraba un viejo abad, tonto y necio, que
descuidaba sus labores y prefería pasarse el día dormitando y oliendo flores.
Cuando el señor Obispo se enteró de la pereza del abad, le mandó a llamar inmediatamente para
rendir cuentas y comprobar si todo aquel asunto no era más que una fea mentira. “Deberás
resolver estos tres enigmas en el plazo de un año” – exclamó el Obispo ante el anciano, y dijo a
continuación:
¿Cuánto tardaría yo en darle la vuelta al mundo?
¿Cuánto dinero valdría si decidiera venderme?
¿Qué es lo que estoy pensando y no es verdad?
El abad quedó sorprendido ante las preguntas del obispo y mientras retornaba al monasterio,
pensaba y pensaba profundamente, pero no encontraba respuesta alguna.
Meses después, mientras paseaba por el campo, encontró un pastorcillo que decidió ayudarle a
resolver aquellas preguntas tan difíciles. Al día siguiente, el joven partió al encuentro del Obispo
disfrazado con las vestimentas del abad.
“¿Cuánto tardaría yo en darle la vuelta al mundo?” Preguntó el Ilustrísimo. “Si usted caminara tan
deprisa como el Sol, solo le tomaría veinticuatro horas, mi Señor”.
“¿Cuánto dinero valdría si decidiera venderme?” Le inquirió seguidamente el Obispo. A lo que el
falso abad respondió: “Sólo la mitad de lo que pagaron por Jesucristo, Ilustrísimo. Exactamente
quince monedas”.
Finalmente, el Obispo lanzó la última pregunta: “¿Qué es lo que estoy pensando y no es verdad?”
A lo que el jovenzuelo, retirando su capucha exclamó: “Pues que yo no soy el verdadero abad,
como puede ver mi Señor”.
Y así, el Obispo nombró al pastorcillo el nuevo abad del monasterio, y decidió que el anciano
perezoso debería pasarse el resto de su vida pastoreando ovejas.

16. EL COHETE DE PAPEL


Había una vez un niño cuya mayor ilusión era tener un cohete y dispararlo hacia la luna, pero tenía
tan poco dinero que no podía comprar ninguno. Un día, junto a la acera descubrió la caja de uno
de sus cohetes favoritos, pero al abrirla descubrió que sólo contenía un pequeño cohete de papel
averiado, resultado de un error en la fábrica.
El niño se apenó mucho, pero pensando que por fin tenía un cohete, comenzó a preparar un
escenario para lanzarlo. Durante muchos días recogió papeles de todas las formas y colores, y se
dedicó con toda su alma a dibujar, recortar, pegar y colorear todas las estrellas y planetas para
crear un espacio de papel. Fue un trabajo dificilísimo, pero el resultado final fue tan magnífico que
la pared de su habitación parecía una ventana abierta al espacio sideral.
Desde entonces el niño disfrutaba cada día jugando con su cohete de papel, hasta que un
compañero visitó su habitación y al ver aquel espectacular escenario, le propuso cambiárselo por
un cohete auténtico que tenía en casa. Aquello casi le volvió loco de alegría, y aceptó el cambio
encantado.
Desde entonces, cada día, al jugar con su cohete nuevo, el niño echaba de menos su cohete de
papel, con su escenario y sus planetas, porque realmente disfrutaba mucho más jugando con su
viejo cohete. Entonces se dio cuenta de que se sentía mucho mejor cuando jugaba con aquellos
juguetes que él mismo había construido con esfuerzo e ilusión.
Y así, aquel niño empezó a construir él mismo todos sus juguetes, y cuando creció, se convirtió en
el mejor juguetero del mundo.

17. EL NIÑO QUE INSULTABA DEMASIADO


- ¡Oh, Gran Mago! ¡Ha ocurrido una tragedia! El pequeño Manu ha robado el elixir con el hechizo
Lanzapalabras.
- ¿Manu? ¡Pero si ese niño es un maleducado que insulta a todo el mundo! Esto es terrible.. ¡hay
que detenerlo antes de que lo beba!
Pero ya era demasiado tarde. Manu recorría la ciudad insultado a todos solo para ver cómo sus
palabras tomaban forma y sus letras se lanzaban contra quien fuera como fantasmas que, al
tocarlos, los atravesaban y los transformaban en aquello que hubiera dicho Manu. Así, siguiendo el
rastro de tontos, feos, idiotas, gordos y viejos, el mago y sus ayudantes no tardaron en dar con él.
- ¡Deja de hacer eso, Manu! Estás fastidiando a todo el mundo. Por favor, bebe este otro elixir
para deshacer el hechizo antes de que sea tarde.
- ¡No quiero! ¡Esto es muy divertido! Y soy el único que puede hacerlo ¡ja, ja, ja, ja! ¡Tontos!
¡Lelos! ¡Calvos! ¡Viejos! - gritó haciendo una metralleta de insultos.
- Tengo una idea, maestro - digo uno de los ayudantes mientras escapaban de las palabras de
Manu- podríamos dar el elixir a todo el mundo.
- ¿Estás loco? Eso sería terrible. Si estamos así y solo hay un niño insultando, ¡imagínate cómo
sería si lo hiciera todo el mundo! Tengo que pensar algo.
En los siete días que el mago tardó en inventar algo, Manu llegó a convertirse en el dueño de la
ciudad, donde todos le servían y obedecían por miedo. Por suerte, el mago pudo usar su magia
para llegar hasta Manu durante la noche y darle unas gotas de la nueva poción mientras dormía.
Manu se despertó dispuesto a divertirse a costa de los demás. Pero en cuanto entró el
mayordomo llevando el desayuno, cientos de letras volaron hacia Manu, formando una ráfaga de
palabras de las que solo distinguió “caprichoso”, “abusón” y “maleducado”. Al contacto con su
piel, las letras se disolvieron, provocándole un escozor terrible.
El niño gritó, amenazó y usó terribles palabras, pero pronto comprendió que el mayordomo no
había visto nada. Ni ninguno de los que surgieron nuevas ráfagas de letras ácidas dirigidas hacia
él. En un solo día aquello de los hechizos de palabras pasó de ser lo más divertido a ser lo peor del
mundo.
- Será culpa del mago. Mañana iré a verle para que me quite el hechizo.
Pero por más que lloró y pidió perdón, era demasiado tarde para el antídoto.
- Tendrás que aprender a vivir con tus dos hechizos: lanzapalabras y recibepensamientos. Bien
usados podrían ser útiles…
Manu casi no podía salir a la calle. Se había portado tan mal con todos que, aunque no se lo
dijeran por miedo, en el fondo pensaban cosas horribles de él y cuando esos pensamientos le
tocaban eran como el fuego. Por eso empezó a estar siempre solo.
Un día, una niña pequeña vio su aspecto triste y sintió lástima. La pequeña pensó que le gustaría
ser amiga de aquel niño y, cuando aquel pensamiento tocó la piel de Manu, en lugar de dolor le
provocó una sensación muy agradable. Manu tuvo una idea.
- ¿Y si utilizara mi lanzapalabras con buenas palabras? ¿Funcionará al revés?
Y probó a decirle a la niña lo guapa y lo lista que era. Efectivamente, sus palabras volaron hacia la
niña para mejorar su aspecto de forma increíble. La niña no dijo nada, pero sus agradecidos
pensamientos provocaron en Manu la mejor de las sensaciones.
Emocionado, Manu recorrió las calles usando su don para ayudar y mejorar a las personas que
encontraba. Así consiguió ir cambiando lo que pensaban de él, y pronto se dio cuenta de que
desde el principio podría haberlo hecho así y que, si hubiera sido amable y respetuoso, todos
habrían salido ganando.
Tiempo después, las pociones perdieron su efecto, pero Manu ya no cambió su forma de ser, pues
era mucho mejor sentir el cariño y la amistad de todos que intentar sentirse mejor que los demás
a través de insultos y desprecios.

18. EL ELEFANTE FOTOGAFO


Había una vez un elefante que quería ser fotógrafo. Sus amigos se reían cada vez que le oían decir
aquello:
- Qué tontería - decían unos- ¡no hay cámaras de fotos para elefantes!
- Qué pérdida de tiempo -decían los otros- si aquí no hay nada que fotografíar...
Pero el elefante seguía con su ilusión, y poco a poco fue reuniendo trastos y aparatos con los que
fabricar una gran cámara de fotos. Tuvo que hacerlo prácticamente todo: desde un botón que se
pulsara con la trompa, hasta un objetivo del tamaño del ojo de un elefante, y finalmente un
montón de hierros para poder colgarse la cámara sobre la cabeza.
Así que una vez acabada, pudo hacer sus primeras fotos, pero su cámara para elefantes era tan
grandota y extraña que paracecía una gran y ridícula máscara, y muchos se reían tanto al verle
aparecer, que el elefante comenzó a pensar en abandonar su sueño.. Para más desgracia, parecían
tener razón los que decían que no había nada que fotografiar en aquel lugar...
Pero no fue así. Resultó que la pinta del elefante con su cámara era tan divertida, que nadie podía
dejar de reir al verle, y usando un montón de buen humor, el elefante consiguió divertidísimas e
increíbles fotos de todos los animales, siempre alegres y contentos, ¡incluso del malhumorado
rino!; de esta forma se convirtió en el fotógrafo oficial de la sabana, y de todas partes acudían los
animales para sacarse una sonriente foto para el pasaporte al zoo.

19. LA PRINCESA DE FUEGO


Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de pretendientes falsos que
se acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con quien le llevase el
regalo más valioso, tierno y sincero a la vez. El palacio se llenó de flores y regalos de todos los
tipos y colores, de cartas de amor incomparables y de poetas enamorados. Y entre todos aquellos
regalos magníficos, descubrió una piedra; una simple y sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien
se la había regalado. A pesar de su curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el
joven, y este se explicó diciendo:
- Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es
sincera, porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor se
ablandará y será más tierno que ningún otro.
El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y atrapada. Quedó tan
enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes, y durante meses llenó al joven de regalos
y atenciones, pero su corazón seguía siendo duro como la piedra en sus manos. Desanimada,
terminó por arrojar la piedra al fuego; al momento vio cómo se deshacía la arena, y de aquella
piedra tosca surgía una bella figura de oro. Entonces comprendió que ella misma tendría que ser
como el fuego, y transformar cuanto tocaba separando lo inútil de lo importante.
Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en el reino, y como con la piedra,
dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante. Acabó con el lujo,
las joyas y los excesos, y las gentes del país tuvieron comida y libros. Cuantos trataban con la
princesa salían encantados por su carácter y cercanía, y su sola prensencia transmitía tal calor
humano y pasión por cuanto hacía, que comenzaron a llamarla cariñosamente "La princesa de
fuego".
Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y como había
prometido, resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus días

20. LOS JUGUETES ORDENADOS


Érase una vez un niño que cambió de casa y al llegar a su nueva habitación vió que estaba llena de
juguetes, cuentos, libros, lápices... todos perfectamente ordenados. Ese día jugó todo lo que
quiso, pero se acostó sin haberlos recogido.
Misteriosamente, a la mañana siguiente todos los juguetes aparecieron ordenados y en sus sitios
correspondientes. Estaba seguro de que nadie había entrado en su habitación,aunque el niño no le
dio importancia. Y ocurrió lo mismo ese día y al otro, pero al cuarto día, cuando se disponía a
coger el primer juguete, éste saltó de su alcance y dijo "¡No quiero jugar contigo!". El niño creía
estar alucinado, pero pasó lo mismo con cada juguete que intentó tocar, hasta que finalmente uno
de los juguetes, un viejo osito de peluche, dijo: "¿Por qué te sorprende que no queramos jugar
contigo? Siempre nos dejas muy lejos de nuestro sitio especial, que es donde estamos más
cómodos y más a gustito ¿sabes lo difícil que es para los libros subir a las estanterías, o para los
lápices saltar al bote? ¡Y no tienes ni idea de lo incómodo y frío que es el suelo! No jugaremos
contigo hasta que prometas dejarnos en nuestras casitas antes de dormir"
El niño recordó lo a gustito que se estaba en su camita, y lo incómodo que había estado una vez
que se quedó dormido en una silla. Entonces se dio cuenta de lo mal que había tratado a sus
amigos los juguetes, así que les pidió perdón y desde aquel día siempre acostó a sus juguetes en
sus sitios favoritos antes de dormir.

21. LOS ULTIMOS DINOSAURIOS


En el cráter de un antiguo volcán, situado en lo alto del único monte de una región perdida en las
selvas tropicales, habitaba el último grupo de grandes dinosaurios feroces. Durante miles y miles
de años, sobrevivieron a los cambios de la tierra y ahora, liderados por el gran Ferocitaurus,
planeaban salir de su escondite para volver a dominarla.
Ferocitaurus era un temible tiranosaurus rex que había decidido que llevaban demasiado tiempo
aislados, así que durante algunos años se unieron para trabajar y derribar las paredes del gran
cráter. Y cuando lo consiguieron, todos prepararon cuidadosamente sus garras y sus dientes para
volver a atermorizar al mundo.
Al abandonar su escondite de miles de años, todo les resultaba nuevo, muy disitinto a lo que se
habían acostumbrado en el cráter, pero siguieron con paso firme durante días. Por fin, desde lo
alto de unas montañas vieron un pequeño pueblo, con sus casas y sus habitantes, que parecían
pequeños puntitos. Sin haber visto antes a ningún humano, se lanzaron feroces montaña abajo,
dispuestos a arrasar con lo que se encontraran...
Pero según se acercaron al pueblecito, las casas se fueron haciendo más y más grandes, y más y
más.... y cuando las alcanzaron, resultó que eran muchísimo más grandes que los propios
dinosaurios, y un niño que pasaba por allí dijo: "¡papá, papá, he encontrado unos dinosaurios en
miniatura! ¿puedo quedármelos?".
Así las cosas, el temible Ferocitaurus y sus amigos terminaron siendo las mascotas de los niños del
pueblo, y al comprobar que millones de años de evolución en el cráter habían convertido a su
especie en dinosaurios enanos, aprendieron que nada dura para siempre, y que siempre hay estar
dispuesto a adaptarse. Y eso sí, todos demostraron ser unas excelentes y divertidas mascotas.

22. UN PAPA MUY DURO


Ramón era el tipo duro del colegio porque su papá era un tipo duro. Si alguien se atrevía a
desobedecerle, se llevaba una buena.
Hasta que llegó Víctor. Nadie diría que Víctor o su padre tuvieran pinta de duros: eran delgaduchos
y sin músculo. Pero eso dijo Víctor cuando Ramón fue a asustarle.
- Hola niño nuevo. Que sepas que aquí quien manda soy yo, que soy el tipo más duro.
- Puede que seas tú quien manda, pero aquí el tipo más duro soy yo.
Así fue como Víctor se ganó su primera paliza. La segunda llegó el día que Ramón quería robarle el
bocadillo a una niña.
- Esta niña es amiga del tipo más duro del colegio, que soy yo, y no te dará su bocadillo - fue lo
último que dijo Víctor antes de empezar a recibir golpes.
Y la tercera paliza llegó cuando fue él mismo quien no quiso darle el bocadillo.
- Los tipos duros como mi padre y yo no robamos ¿y tú quieres ser un tipo duro? - había sido su
respuesta.
Víctor seguía llevándose golpes con frecuencia, pero nunca volvía la cara. Su valentía para
defender a aquellos más débiles comenzó a impresionar al resto de compañeros, y pronto se
convirtió en un niño admirado. Comenzó a ir siempre acompañado por muchos amigos, de forma
que Ramón cada vez tenía menos oportunidades de pegar a Víctor o a otros niños, y cada vez
menos niños tenían miedo de Ramón. Aparecieron nuevos niños y niñas valientes que copiaban la
actitud de Víctor, y el patio del recreo se convirtió en un lugar mejor.
Un día, a la salida, el gigantesco papá de Ramón le preguntó quién era Víctor.
- ¿Y este delgaducho es el tipo duro que hace que ya no seas quien manda en el patio? ¡Eres un
inútil! ¡Te voy a dar yo para que te enteres de lo que es un tipo duro!
No era la primera vez que Ramón iba a recibir una paliza, pero sí la primera que estaba por allí el
papá de Víctor para impedirla.
- Los tipos duros como nosotros no pegamos a los niños, ¿verdad? - dijo el papá de Víctor,
poniéndose en medio. El papá de Ramón pensó en atizarle, pero observó que aquel hombrecillo
delgado estaba muy seguro de lo que decía, y que varias familias estaban allí para ponerse de su
lado. Además, después de todo, tenía razón, no parecía que pegar a los niños fuera propio de tipos
duros.
Fue entonces cuando el papá de Ramón comprendió por qué Víctor decía que su padre era un tipo
duro: estaba dispuesto a aguantar con valentía todo lo malo que le pudiera ocurrir por defender lo
que era correcto. Él también quería ser así de duro, de modo que aquel día estuvieron charlando
toda la tarde y se despidieron como amigos, habiendo aprendido que los tipos duros lo son sobre
todo por dentro, porque de ahí surge su fuerza para aguantar y luchar contra las injusticias.
Y así, gracias a un chico que no parecía muy duro, Ramón y su papá, y muchos otros, terminaron
por llenar el colegio de tipos duros, pero de los de verdad: esos capaces de aguantar lo que sea
para defender lo que está bien.
23. EL GRAN LIO DEL PULPO
Había una vez un pulpo tímido y silencioso, que casi siempre andaba solitario porque aunque
quería tener muchos amigos, era un poco vergonzoso. Un día, el pulpo estaba tratando de atrapar
una ostra muy escurridiza, y cuando quiso darse cuenta, se había hecho un enorme lío con sus
tentáculos, y no podía moverse. Trató de librarse con todas sus fuerzas, pero fue imposible, así
que tuvo que terminar pidiendo ayuda a los peces que pasaban, a pesar de la enorme vergüenza
que le daba que le vieran hecho un nudo.
Muchos pasaron sin hacerle caso, excepto un pececillo muy gentil y simpático que se ofreció para
ayudarle a deshacer todo aquel lío de tentáculos y ventosas. El pulpo se sintió aliviadísimo cuando
se pudo soltar, pero era tan tímido que no se atrevió a quedarse hablando con el pececillo para ser
su amigo, así que simplemente le dió las gracias y se alejó de allí rápidamente; y luego se pasó
toda la noche pensando que había perdido una estupenda oportunidad de haberse hecho amigo
de aquel pececillo tan amable.
Un par de días después, estaba el pulpo descansando entre unas rocas, cuando notó que todos
nadaban apresurados. Miró un poco más lejos y vio un enorme pez que había acudido a comer a
aquella zona. Y ya iba corriendo a esconderse, cuando vio que el horrible pez ¡estaba persiguiendo
precisamente al pececillo que le había ayudado!. El pececillo necesitaba ayuda urgente, pero el
pez grande era tan peligroso que nadie se atrevía a acercarse. Entonces el pulpo, recordando lo
que el pececillo había hecho por él, sintió que tenía que ayudarle como fuera, y sin pensarlo ni un
momento, se lanzó como un rayo, se plantó delante del gigantesco pez, y antes de que éste
pudiera salir de su asombro, soltó el chorro de tinta más grande de su vida, agarró al pececillo, y
corrió a esconderse entre las rocas. Todo pasó tan rápido, que el pez grande no tuvo tiempo de
reaccionar, pero enseguida se recuperó. Y ya se disponía a buscar al pulpo y al pez para
zampárselos, cuando notó un picor terrible en las agallas, primero, luego en las aletas, y
finalmente en el resto del cuerpo: y resultó que era un pez artista que adoraba los colores, y la
oscura tinta del pulpo ¡¡le dió una alergia terrible!!
Así que el pez gigante se largó de allí envuelto en picores, y en cuanto se fue, todos lo peces
acudieron a felicitar al pulpo por ser tan valiente. Entonces el pececillo les contó que él había
ayudado al pulpo unos días antes, pero que nunca había conocido a nadie tan agradecido que
llegara a hacer algo tan peligroso. Al oir esto, los demás peces del lugar descubrieron lo genial que
era aquel pulpito tímido, y no había habitante de aquellas rocas que no quisiera ser amigo de un
pulpo tan valiente y agradecido.

24. EL PINGÜINO Y EL CANGURO


Había una vez un canguro que era un auténtico campeón de las carreras, pero al que el éxito había
vuelto vanidoso, burlón y antipático.La principal víctima de sus burlas era un pequeño pingüino, al
que su andar lento y torpón impedía siquiera acabar las carreras.
Un día el zorro, el encargado de organizarlas, publicó en todas partes que su favorito para la
siguiente carrera era el pobre pingüino. Todos pensaban que era una broma, pero aún así el
vanidoso canguro se enfadó muchísimo, y sus burlas contra el pingüino se intensificaron. Este no
quería participar, pero era costumbre que todos lo hicieran, así que el día de la carrera se unió al
grupo que siguió al zorro hasta el lugar de inicio. El zorro los guió montaña arriba durante un buen
rato, siempre con las mofas sobre el pingüino, sobre que si bajaría rondando o resbalando sobre
su barriga...
Pero cuando llegaron a la cima, todos callaron. La cima de la montaña era un cráter que había
rellenado un gran lago. Entonces el zorro dio la señal de salida diciendo: "La carrera es cruzar
hasta el otro lado". El pingüino, emocionado, corrió torpemente a la orilla, pero una vez en el
agua, su velocidad era insuperable, y ganó con una gran diferencia,mientras el canguro apenas
consiguió llegar a la otra orilla, lloroso, humillado y medio ahogado. Y aunque parecía que el
pingüino le esperaba para devolverle las burlas, este había aprendido de su sufrimiento, y en lugar
de devolvérselas, se ofreció a enseñarle a nadar.
Aquel día todos se divirtieron de lo lindo jugando en el lago. Pero el que más lo hizo fue el zorro,
que con su ingenio había conseguido bajarle los humos al vanidoso canguro.

25. LOS MALOS VECINOS


Había una vez un hombre que salió un día de su casa para ir al trabajo, y justo al pasar por delante
de la puerta de la casa de su vecino, sin darse cuenta se le cayó un papel importante. Su
vecino, que miraba por la ventana en ese momento, vio caer el papel, y pensó:
- ¡Qué descarado, el tío va y tira un papel para ensuciar mi puerta, disimulando descaradamente!
Pero en vez de decirle nada, planeó su venganza, y por la noche vació su papelera junto a la puerta
del primer vecino. Este estaba mirando por la ventana en ese momento y cuando recogió los
papeles encontró aquel papel tan importante que había perdido y que le había supuesto un
problemón aquel día. Estaba roto en mil pedazos, y pensó que su vecino no sólo se lo había
robado, sino que además lo había roto y tirado en la puerta de su casa. Pero no quiso decirle nada,
y se puso a preparar su venganza. Esa noche llamó a una granja para hacer un pedido de diez
cerdos y cien patos, y pidió que los llevaran a la dirección de su vecino, que al día siguiente tuvo un
buen problema para tratar de librarse de los animales y sus malos olores. Pero éste, como estaba
seguro de que aquello era idea de su vecino, en cuanto se deshizo de los cerdos comenzó a
planear su venganza.
Y así, uno y otro siguieron fastidiándose mutuamente, cada vez más exageradamente, y de aquel
simple papelito en la puerta llegaron a llamar a una banda de música, o una sirena de bomberos, a
estrellar un camión contra la tapia, lanzar una lluvia de piedras contra los cristales, disparar un
cañón del ejército y finalmente, una bomba-terremoto que derrumbó las casas de los dos
vecinos...
Ambos acabaron en el hospital, y se pasaron una buena temporada compartiendo habitación. Al
principio no se dirigían la palabra, pero un día, cansados del silencio, comenzaron a hablar; con el
tiempo, se fueron haciendo amigos hasta que finalmente, un día se atrevieron a hablar del
incidente del papel. Entonces se dieron cuenta de que todo había sido una coincidencia, y de que
si la primera vez hubieran hablado claramente, en lugar de juzgar las malas intenciones de su
vecino, se habrían dado cuenta de que todo había ocurrido por casualidad, y ahora los dos
tendrían su casa en pie...
Y así fue, hablando, como aquellos dos vecinos terminaron siendo amigos, lo que les fue de gran
ayuda para recuperarse de sus heridas y reconstruir sus maltrechas casas.

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