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Jean-Fran<;ois Lyotard

EL, ENTUSIASMO
CRITICA KANTIANA DE LA HISTORIA
EL ENTUSIASMO
CRÍTICA KANTIANA DE LA HISTORIA
El autor plantea la Imposibilid~1 d dl'
concebir la historia humana como un de:-;:1-
rrollo único. Entonces el objetivo es \ ivir
positivamente esta pérdida de unidad,
como tarea de la cultura. Jean-Fran~ois
Lyotard sug~ere dejar de lado las met.1his-
torias que han predominado durante siglc >:-;:
la idea del desarrollo económico indefinido,
el ideal de la democracia burguesa. Tod:1s
estas teleologías han sido refutadas por
unos acontecimientos demitificadore" ele
nuestro siglo.
Dice El País: "El presente se caracteriza
por la melancolía y Ja tristeza: ya no qued.111
bastillas que asaltar. El último momento c.k.·
entusiasmo fue. a su juicio -de Lyotard
el Mayo de 1968.''. XSBN 8( -7 ,32 - 278 - 2

Código: 2.01•1
gedj~~ 9 788474 322781
Editorial Gedisa ofrece
los siguientes títulos sobre

FILOSOFIA
pertenecientes a sus diferentes
colecciones y series

JoN ELsTER Lógica y sociedad


MARTIN H EIDEGGER Introducción a la metafísica
G1ANNI VA'ITIMO La secularización de la filosofía.
Hermenéutica y posmodernidad
RoBERT Noz1cK Meditaciones sobre la vida
JoN ELSTER Juicios salomónicos
lAN HACKJNG La domesticación del azar
THEDOR VtEHWEG Topica y filoso/fa del derecho
GEORC E STEI NER En el castillo de Barba A zul
PtERRE GRIMAL Los extravíos de la libertad
JoN ELSTER Tuercas y tornillos.
Una introducción a los
conceptos básicos de las ciencias
sociales
E. B ARB IER, Micllel Foucaull, filósofo
G. DELEUZE y OTROS

Jost MARIA BENEYTO Apocalipsis de la modernidad


GREGORIO KAivtJNSKY Spinoza: la política de las pasiones
EL ENTUSIASMO
Crítica kantiana de la historia

por
Jean-Fran~ois Lyotard
Título del original en francés:
L 'entltousiasme
©by Écfüions Galilée, París, 1986

Traduccí6n. Alberto L. Bixio


Diseño de cubierta: Marc Valls

Segunda edición, octubre de 1994. Barcelona

Derechos reservados para toda!> las ediciones en castellano

© by Editorial Gedisa, S. A.
Muntaner, 460. entlo., l.'
Tel. 201 60 00
08006 - Barcelona. España

ISBN: 84-7432-278-2
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Constitució. 19 - 08014 Barcelona

Impreso en España
Printed 111 Spain

Queda prohibida la reproducción toutl o parcial por cualquier medio de impre-


sión. en forma idéntica. extractada o modificada. en ca~tellano o cualquier otro
idioma.
INDICE

Advertencia . .. .. .. .. .. .. .. .. . .. ... .. .. .. . ... .. . .. .. .. ... 9


Argumento .. .. .. .. .. .. .. .. . .. .. .. ... .. .. .. .. . .. .. ... .. .. 11
l. Lo critico es análogo a lo
político .. .. .. .. ... . .. . .. ... .. .. .. .. .. .. . .. .. ... .. 15
11. Elarchipiélago .. .. .. ..... ...................... 35
m. Lo que se da en el entusiasmo .. .. .. .. .. .. 51
IV. Dos métodos y una manera para
expresar lo historicopolitico . .. . .. .. .. . 89
V. Lo que se da en un sentimiento
de nuestra época . .. .. .. .. ... .. .. .. . .. .. .. .. .. . 119
Advertencia

El presente estudio sirvió de base a una expo-


sición ofrecida el 27 de abril de 1981 en el Centro
de investigaciones filosóficas sobre lo político,
centro instituido en la Escuela Normal Supertor
de la calle de Ulm por iniciativa de Phillppe Le-
coue-I..abarthe y de Jean-Luc Nancy en noviembre
de 1980 y suspendido por ellos mismos en noviem-
bre de 1984.
Una parte del estudio fue publicada con el ti-
tulo 11Introducción a un estudio de lo político se-
gún Kant" en el primer volumen de los trabajos de
dicho Centro intitulado Roryouer le politique (Edi-
tions Galilée. 1981) junto con trabajos de Etienne
Ballbar, Luc Feny, Phllippe Lacoue-Labarthe y
Jean-Luc Nancy. Otra versión, también abrevia-
da, apareció en las Recherches sur la phiwsoplúe
et la langage (Presses Universitaires de Grenoble,
1983) con el titulo ''L'archipel et le signe (sobre el
pensamiento kantiano de lo hlstorlcopolítico)".
Por fin se encontrarán otras partes de este estudio
en Le Dtfférend. (Minwt 1984) espectalmente en
"Notices Kant".

9
En cuanto a la presente edición. la única
completa, el texto inicial fue enteramente revisa-
do pero de confonnidad con el espíritu que lo guia-
ba cuando en 1980-1981 escribía yo preparando
Le Dlfférend
Las reglas del Centro establecían que el autor
de la exposición hiciera circular entre los partici-
pantes y algunas semanas antes de la sesión un
"argumento" de lo que diría. Aquí se reproduce el
argumento que anunciaba este estudio a manera
de "extracto".
Se encontrarán aquí y allá, en el "argumen-
to" y en el curso del estudio, alusiones a las exposi-
ciones y discusiones que se habían desarrollado
antes en el Centro. Especialmente la primera par-
te del estudio es la refutación de un aspecto de la
argumentación que Luc Ferry había opuesto a la
exposición de Jean-Luc Nancy sobre el monarca
hegeliano. El único método correcto, había soste-
nido el primero, en cuanto a lectura de un texto fi-
losófico (en ese caso. el de Hegel) es atenerse estric-
tamente a la crítica interna. El texto de la "Ouver-
ture" leído por Philippe Lacoue-Labarthe y Jean
Luc Nancy y la exposición de este último sobre He-
gel se encuentran en el volumen Rl#ouer le poUti·
que. Desgraciadamente no se reprodujo allí la dis-
cusión del caso.
Agradezco a Chrtstine Prtes por la ayuda que
me brindó en la fijación del texto.

10
Argumento

l. Nos referimos a los textos kantianos rela-


tivos a lo histortcopolitico pasando por alto la
doctrtna del derecho. ¡J'or qué? Hay una afinldad
entre lo critico (el "tribunal" de la critica. el "juez "
que examina la validez de las pretensiones de las
diversas famtltas de proposiciones. expresión deli-
beradamente wittgensteiniana aquí) y lo hlstortco-
politico: ambos deben juzgar sin poseer la regla del
juicio a diferencia de lo jurtdicopolitico (que. en
prtnctpio, posee la regla del derecho). En otras pa-
labras, así como lo critico en Kant no debe prestar-
se a la doctrtna (sino atenerse a la critica) tampo-
co debe haber doctrtna de lo histortcopolitico. La
relación es tal vez más que una a6.nidad, una ana-
logía: lo critico (siempre en el sentido kantiano)
es quizá lo político en el universo de las proposi-
ciones filosóficas y lo político es quizá lo crítico
(en el sentido kantiano) en el universo de las pro-
posiciones soctohlstórtcas.

2. Determinamos lo critico en general como


reflexivo. Lo critico procede no de una facultad si-

11
no de W1a casi facultad o facultad "como si" (la fa-
cultad de juzgar, el sentlmtento), por cuanto su re-
gla de determinación de los universos pertinentes
a ella comprende lo indeterminado (libre juego de
las facultades entre sí). Lo crítico decide sobre la
legitimidad de las respectivas pretensiones (al
sentido) de cada familla de proposiciones (llama-
da "facultad") en su familia de universo de proposi-
ciones ("objeto" en Kant. pero destinatario en la se-
gunda y la tercera Críticas). Lo crítico decide y re-
vela así la inconmensurabilidad de las diferentes
familias de proposiciones (de la experiencia, de la
ciencia. de las ideas. de la práctica). Pero también
"transige"l y puede no sólo reconocer legitimida-
des locales en cada famtlta de proposiciones sino
que aun puede sugerir "pasos" entre regiones de ob-
jetos respectivamente sometidas a reglas que son
sin embargo "heterogéneas". He aquí un inventa-
rio de algunas palabras que designan esos "pa-
sos": ejemplo. esquema. símbolo, Upo. ideal de la
razón, ideal de la sensibilidad o monograma. sig-
ru.un hlstoricum .. .

3. Pasamos revista a las diferentes familias


de proposiciones que entran en juego en las pre-
sentaciones de lo htstoricopolitlco: familia des-

l Crf.ttque de la ralson pUTe (A; 1781: B: 1786)


(designada en adelante como KRVJ. traducción francesa de
Tm:ncsygues y Pacaud. novena edJdón, Parls. PUF, 1980.
pág. 393. Las traducciones francesas citadas han sido
vcrtficadas y a veces modlftcadas. !Hay versión castellana:
CrU1ca de la razón pura. Madrid, Alfaguara. 1984.)

12
crtpUva (expertenda). explicativa (entendlmien-
to), dialéctica (idea de la razón especulativa y/o
práctica: la "totalidad de los seres racionales"), te-
leológlca (idea de la ftnalidad de la naturaleza en
el hombre: el progreso). tmagtnarta (idea de la
imaginación: novela de los orígenes. novela de los
fines). El propio Kant(?) en general escribe reflexi-
vamente (como critico) sobre lo historicopolico:
determina la legitimidad de las diversas proposi-
ciones que presentan este universo y sugtere tran-
sacciones posibles entre ellas, es decir. "pasos":
signos de todas clases, gracias a los cuales se resta-
blece una unidad de lo historicopolitico. pero una
unidad Indeterminada. Ocurre así que su texto (su
disposición de proposiciones) obedece él mismo a
las reglas de esta o aquella familia de proposicio-
nes. Y, en definitiva, cualquiera que sea la famJ-
lJa de proposiciones "elegida", esos escritos se pre-
sentan ellos mismos como contribuciones a la rea-
lización de lo historicopolítico (papel de los filóso-
fos, necesidad de la Oeffent.Uchk.eUJ, es decir, son
inmanentes al universo que presentan.

4. La "retirada" de la política (tema inaugu-


ral del Centro) sería en esta problemática el retiro
de una vana pretensión sustentada por esta o aque-
lla familia de proposiciones para presentar ella
sola todo lo político; tratase pues del retiro de la
doctrina política, cualquiera que sea ésta. Esa reti-
rada no deja de verse borrada por la exigencia de
una unicidad bien ajustada. exigencia alimen-

13
tada por el horror o la angustia frente a lo incon-
mensurable (llamado destrucción del vínculo so-
cial o "deslegitlmadón"). La filosofia de lo políti-
co, es decir, la crítica o la reflexión "libre" sobre lo
político se muestra ella misma política al dtscrt-
minar las familias de proposiciones heterogéneas
que presentan el universo político y al guiarse por
los "pasos" ("hilo conductor", dice Kant) que se ma-
nifiestan entre ellas (por ejemplo, ¿el "entusias-
mo" de 1968. como el de 1789 que Kant analiza?).

14
1
LO CRITICO ES ANALOGO A

LOPOLITICO
Sólo se podrían exponer la política. las ideas
políticas, la filosofia política de Kant si ya se su-
piera qué es lo político y qué no lo es. lo que es de
Kant y lo que no es de Kant. En ciertos textos fir-
mados por Kant. con una perspectiva, una Ab-
si.cht. que no es necesariamente de Kant. pero que
puede jactarse de ser según Kant (en el sentido en
que Kant dice a menudo der Idee nach. según la
idea) -algunos consideran estos textos como polí-
ticos y algunos no los consideran así- se puede
tratar de determinar lo que se ha querido expre-
sar en la declaración inaugural de este Centro. es
decir, lo político, que no es la política. lo político
en su "retirada". Esto equivale a decir que la "elec-
ción" de esta perspectiva que lleva a preferir cier-
tos textos del cuerpo de textos kantianos es ella
misma el resultado de una "decisión política".
Si yo pudiera justificar esta decisión, ello sig-
nificarla que ya sabría lo que es legitimar una de-
cisión, es decir, un juicio, y entonces ya sabría (a
lo menos en una buena parte) lo que es lo político

17
y aun mucho más que lo político. Pero por lo me-
nos puedo hacer comprender por qué los textos so-
bre el derecho (esencialmente la Doctrina del dere-
chD) y más particularmente la doctrtna del dere-
cho público son si no del todo ignorados por lo me-
nos descuidados, pues podría parecer impertinen-
te o injusto no tenerlos en cuenta dentro del cuer-
Po de textos kantianos sobre lo político. Esta cues-
tión del cuerpo de los textos nos coloca en el cen-
tro mismo del tema. un tema que ha sido debatido
cuando se discutió la exposición de Nancy y cuan-
do se le reprochó el no haberse atenido a la critica
interna del texto hegeliano.
La proposición filosófica según Kant es un
análogo de la proposición política según Kant Pe-
ro ella no puede ser ese análogo sino en la medida
en que es critica y no doctrinal. La proposición doc-
trinal o sistemática debe venir después de la pro-
posición critica; tiene su regla en la regulación in-
dicada por la idea de sistema. es un órgano del
cuerpo orgánico de proposiciones que es la doctri-
na; trátase pues de una proposición legttlmadal.

1 "La ftlosofta es el sCstema del conocimiento racio-


nal por conceptos. lo cual ya basta para dJsttnguirla de una
crttlca de la razón pura, puesto que esta última supone una in-
dagación filosófica sobre la postbilldad de semejante conoci-
mJento sin formar parte integrante empero de ~te por el he-
cho mismo de que esboza ante todo la Idea y luego la pone a
prueba". (Prtmera 1ntroduoc16n a la Crtt1que de la faculJ.é de
juger (1789-1790), traducc16n francesa de GuillermJt. Parts,
Vrtn. 1976, pág. 13.) {Hay versión castellana: Cr1ttc:a del
Juicio. Madrtd, Eepasa-catpe, 1981.J

18
Para establecerla como tal hubo que juzgar su pre-
tensión a la validez: si esa proposición pretende
decir la verdad hay que juzgar si la dice y cómo lle-
ga a ella: si pretende decir lo justo o lo bueno. hay
que juzgar si lo hace y cómo llega a ello. etc. Estos
juicios referentes a la pretensión respectiva de las
diversas familias de proposiciones (familia cogni-
tiva. ética, jurídica. etc.) y esos veredictos que esta-
blecen la validez respectiva de cada una de ellas
en su campo. en su territorio o en su dominio2, son
obra de la critica. Es sabido que Kant simboliza a
menudo la actividad critica como la actividad de
un trtbunal o de un juez3. Sin embargo ese juez no
puede ser un magistrado pues no dispone de un có-
digo judicial. criminal ni civil y ni siquiera de u-
na compilación de jurisprudencia para llevar a ca-
bo su investigación o para formular su veredicto.
No juzga las pretensiones con la vara de una ley es-

2 Según la nomenclatura de la Introducción a la Criti-


ca deljulcio, 1790 (designada en adelante como KUK), traduc-
ción francesa de Phllonenko. Paris. Vrtn. 1979. párrafo ll.
págs. 23 y slgUlente.

3 Jean-Luc Nancy. "Lapsus judicti", en Communkxl-


tions. 26 (1977}, pág. 82. Al releer posteriormente este nota-
ble articulo me adverti hasta qué pwito el presente estudio es
su modesto pariente y me di cuenta de todo lo que él le debe,
aunque sea de manera inconsciente. Centrado como aquel
articulo en la cuestión del caso que debe juzgarse. mi estudio
dlftere de aquél en dos aspectos. Por wia parte. slguJendo la
lección de la segunda y la tercera Crttfcas y de los estudios hls-
lorlcopolltlcos. extiendo el examen del "esto hace al caso" a

19
tablecida e incontestable. Esa ley debe caer a su
vez bajo su examen. En este aspecto. la fllosofia
crítica se encuentra en la condición de una instan-
cia que debe declarar: esto hace al caso. esta propo-
sición es correcta (en cuanto a lo verdadero. en
cuanto a lo bello. en cuanto a lo bueno y hasta en
cuanto a lo justo) antes que en la condición de una
instancia - por lo demás completamente ilusoria
a los ojos de Kant ante todo- que tendría tan sólo
que aplicar. s1n otra forma de proceso, una regla
de evaluación ya establecida a un hecho nuevo. Es-
to no quiere decir que dicha 1nstancia no dispon-
ga de algún criterio para evaluar: quiero decir que
la aplicabilidad del criterio a un caso está ella
misma sujeta a evaluación. Y entonces o bien hay
que admitir una indagación regresiva al infinito
de los criterios de criterios. lo cual impide de facto
el juicio. o bien hay que remitirse a ese "don de la

presentaciones que no pueden ser examinadas ni según el mo-


do de los ejemplos. ni según el de los esquemas. Por otra par-
te. me resisto a hacer Inclinar, a semejanza de Nancy. los mo-
dos y las maneras de la presentación hacia el lado de la "figu-
ración" o de la "ficción". Por haberlos estudiado en otro lu-
gar. me parece que esos términos proceden de una problemáti-
ca del fundamento o del origen. Ahora bien, el acento puesto
por Kant sobre el juicio. que Nancy entiende perfectamente,
es Ja Indicación de un vuelco de la problemática del origen en
beneficio de los fines, cuestión expuesta por Kant con el nom-
bre de las Ideas. Considerados de esta manera, los "como si"
en su heterogeneidad no sustituyen la proposición ontológi-
ca cuya slntesls fallarla (lapsus). sino que son "pasos" entre
"mas" de legitlmldad (ésa es la palabra que emplea Nancy pa-

20
naturaleza" que es el juicio y que nos permite de-
cir: esto hace al caso. O según Kant. corresponde a
la filosofia como cñtica decir esto hace al caso.
En la Arquitectónica de la Critica de la razón
pw-a. Kant define un "concepto de escuela [concep-
to escolar, SchulbegrijJJ de la filosofia". Según es-
te concepto la filosofia tiene por fin construir la
unidad sistemática de los conocimientos. es decir,
alcanzar "la perfección lógica del conocimiento".
Kant le opone un "concepto de mundo" (mundano
o cósmico. WeltbegrtjJJ, según el cual "la filosofia
es la ciencia de la relación que todo conocimiento
tiene con los fines esenciales de la razón huma-
na". Según el Schulbegriff. el filósofo es "un artis-
ta de la razón (ein Vemunftkünstlefj"; según el
Weltbegriff. el filósofo es "el legislador de la razón
humana" (der Cieetszgeber der menschlichen Ver·

ra designar lo que yo llamo aqul "islas"). Ahora bien. para


captar la "revolución" kanUana en el programa pque ella no
anuncia, es menester llegar a expresar esos "pasos" de una ma-
nera diferente y no como suplencias destinadas a reunir los
fragmentos de un origen (ser o sujeto) dislocado. Me parece
que ya en Kant esos pasos son el lenguaje (que si se quiere es
el ser sin ilusión) estableciendo las dtversas familias de legl·
tlmidad, el lenguaje critico. aunque sin reglas, que formula
las reglas de los diversos juegos de proposiciones. incluso el
suyo propio. En este aspecto, la problemáUca kantiana me pa·
rece más "pol!tlca" que jur1dlca. o me parece por lo menos pri-
vilegiar, dentro de lo jurldlco. más lo "politlco" que lo judl·
clal. Pero esta divergencia respecto de la lndaganclón de
Nancy puede seguramente resolverse.

21
nunft)".4 Ese filósofo es un "prototipo" que se indi-
vidualiza en "el ideal del jilbsofo", entendido co-
mo el filósofo ideal. El es "el maestro" del matemá-
tico, del fISlco. del lógico. de quienes se sixve co-
mo de "instrumentos'' con miras a "favorecer los
fines esenciales de la razón humana". Siente uno
la tentación de buscar nombres propios para re-
presentar este ideal. pero Kant agrega: 'Unicamen-
te a ése [a ese maestro] deberiamos llamar eljilb-
sofo; pero éste no se encuentra en ninguna parte.
en tanto que la idea de su legislación se encuentra
por doquier en toda razón de hombre" (KRV, pág.
562).
De manera que el ideal filosófico no es el de
hacer un sistema. sino que es juzgar las pretensio-
nes a la validez de todos los "conocimientos" (que
yo llamo proposiciones o frases) y juzgarlas en
sus respectivas relaciones con los fines esenciales
de la razón humana. Para llevar a cabo esta eva-
luación. el crítico tiene los ojos (por lo menos un
ojo) vueltos hacia un tipo que es un ideal: el filóso-
fo. El ideal no es la idea: ésta "da la regla" [aquél]
sirve de prototipo para la determinación comple-

4 KRV. p;igs. 561-562. La deftnJción de Jos Weltbegrif


fe se encuentra al comienzo de Ja Antinomia de la razón pu-
ra. KRV, p;ig. 328. La oposición ''jür die Schule" / "aus der
Schule fn die Welt" domina el articulo "Sobre la expresión co-
mente: puede que sea justo en teorta. pero en la práctica no
vale nada"(l 793): en adelante designado como TP. traducción
francesa de Gutllermit, cuarta edición, París, Vrtn, 1980,
pág.12.

22
ta de la copia" (ibíd., pág. 414). Pennite medir la di-
ferencia entre el resultado teórtco o práctico al-
canzado por la indagación crítica y la perfección
del Juicio. Pemúte, pues, decir con mayor preci-
sión de una frase que pretende ser verdadera o Jus-
ta, etc.: hace al caso. El ideal es un modo de la pre-
sentación (de la DarsteUwtg) de un objeto que pue-
de serW: de intuición a un concepto de la razón la
cual por definición no puede tenerla, es decir. pue-
de servir de intuición a una idea. Permite detenni-
nar completamente la copla correcta. pero el ideal
mismo descansa en una indeterminación. puesto
que es la proyección en un orden (aquí el orden de
las ideas) de una presentación que es pertinente a
otro orden, aquí la presentación de un individuo,
el filósofo.
Ese ideal permite al filósofo determinar más
completamente la diferencia entre su pensamien-
to crítico actual y el pensamiento filosófico abso-
luto, es decir. el legislador de la razón humana.
Hay que entender que esto se logra al establecer el
filósofo las reglas de formación y de validación de
todas las proposiciones posibles. Y de esta mane-
ra, al abrigo de este ideal (de la presentación de lo
que no es inmediatamente presentable). es como
la filosofia sale de la escuela y es lo que debe ser. fi-
losofia en el mundo. Lo que para ella importa no
consiSte en ser una tecnología de los sistemas. si-
no en ser una legislación de las facultades de cono-
cer. Sin embargo el legislador peñecto. suficien-
temente determinable, que debe ser el filósofo.
nunca es directamente presentable en la forma
23
de un ejemplo, es decir, de una intuición que pre-
sente directamente el objeto de un concepto empí-
rico (KUK pág. 173). No se lo puede loca Hz.ar in con-
creto (KRV. pág. 561), sino que se lo concibe como
el ideal de la razón práctica, que es el sabio según
el estoico. y se lo localiza in indiuid.uo, "como algo
singular. deternúnable o determinado enteramen-
te por la idea sola" (ibíd. , pág. 413). Ahora bien, se-
mejante individuo no está en ninguna parte, en
tanto que la idea, de la cual él es una especie de es-
quema dentro del orden que es el suyo. "se encuen-
tra por doquier en toda razón de hombre", como
ya se dijo. Guiado por el ideal del filósofo. el filóso-
fo crítico podrá decir, pues, de una proposición
que pretende ser filosófica que en efecto viene al
caso. Pero su juicio no es determinante porque só-
lo está guiado por una regla de presentación indi-
recta del objeto de la idea y no por una regla de pre-
sentación directa, como un esquema.
Así y todo. juzgando en el caso de todas las
proposiciones que hagan o no al caso y guiado de
manera no determinada por el ideal del filósofo
es como el filósofo sale de la escuela y entra en el
mundo y es como la ftlosofia no es sólo teóri-
camente correcta. sino que también puede ser vá-
lida en la práctica. Sin embargo el mundo es él
mismo el objeto de una idea.s El mundo no da lu-

5 La idea del "conjunto matemático de todos los fenó-


menos y la totalidad de su síntesis, tanto en grande como en
pequeño" (KRV. Sistema de las ideas cosmológicas, pág. 334).

24
gar tampoco a una presentación clirecta sino que
sólo lo da a una presentación indirecta. Hay va-
rtos modos indirectos posibles de presentación.
El que interesa al ideal del filósofo es aquel por el
cual el mundo es presentado como una naturale-
za.6 Pues es como naturaleza el modo en que el
mundo es juzgado conmensurable "con los fines
esenciales de la razón humana". los cuales son los
reguladores de la evaluación ideal del filósofo co-
mo legislador. Y tanto es así que en su actividad
crítica el filósofo no es sólo guiado (aunque de
una manera no inmediatamente determinada)
por el ideal del filósofo sino que también lo es por
la idea de una naturaleza que no se rehúsa al jui-
cio de presentarle, aunque sólo sea indirectamen-
te. objetos de los que el filósofo puede decir que ha-
cen al caso (naturaleza fisica. pero también natu-
raleza en el hombre). También de esta naturaleza

6 "Ese mismo mundo se llama naturaleza en tanto


que es considerado un todo dinámico y por cuanto no se recu-
rre aquí a la agregación en el espacio o el ttempo para reali-
zarlo a titulo de cantidad, sino que se recurre a la unidad de
la existencia de los fenómenos" (ibíd.J. El mundo es Ja natura-
leza cuando es considerado (como ocurre en la tercera y la
cuarta antinomias) desde el punto de vista de lo absoluto di-
námico: absoluto de la causalidad (antinomia de la libertad),
absoluto de la totalidad de las condiciones (antinomia del
ser supremo). Lo que se introduce al considerar la existencia
de los fenómenos es la preocupación de tomar en considera-
ción lo que resta de lo dado una vez formulada la proposición
de Ja ciencia (analitica). La tdea de la naturaleza dinámica en
JffiV conduce a Ja idea de Ja naturaleza teleoJóglca en KUK.

25
hay que decir, lo mismo que del ideal del filósofo,
que no está en ninguna parte. es decir. no es sus-
ceptible de ser presentada por intuición; de ella
hay que decir también, como en el caso de la idea
de filosofia. que se presenta "por doquier en toda
razón de hombre".
Podemos. pues. declarar lo sigUiente: que filo-
sofar en tanto criticar es no sólo describir las re-
glas que gobiernan la formación de las diferentes
familias de proposiciones. sino también presen-
tar objetos que pernútan juzgar que "esto hace al
caso": que lo que acaba de enunciarse es en sí mis-
mo un jUicio que afirma que tal es el caso en la
proposición critica: que el caso susceptible de pre-
sentación, cuando se trata de la proposición críti-
ca, es no un objeto intuible sino el objeto de una
idea (de la fllosofia) del cual falta determinar el
modo de presentación y, por fin, que. cualqUiera
sea ese modo. presupone en todo caso (por lo tanto
a titulo de objeto de idea todavía) que toda proposi-
ción puede encontrar entre objetos un objeto que
le sea presentable de manera que la valide y por lo
tanto que el conjunto de los objetos es (en formas
que hay que precisar) afina la exigencia de presen-
tación implicada en la crítica. Es esa afinidad de
la totalidad de los objetos con la posiblidad del
juicio lo que hace de ese todo una naturaleza.
Tal es la condición de una filosofia que pien-
sa según Weltbegriffe. Si no se acepta esta condi-
ción. queda uno encerrado en la escuela. perfec-
ciona la lógica de los sistemas. no se preocupa
por los "fines esenciales de la razón humana" y
26
puede entregarse tranquilamente a Ja afi1cdón
que amenaza a todo pensador, esa allicción resul-
tante de la sospecha de que el pensamiento es in-
conmensurable con sus objetos: "representación
bien desagradable" Ja de una ''heterogeneidad" del
mundo de los objetos respecto del pensamiento y
de tal condición que ntnguna proposición "que so-
brepasara Ja experiencia más común" podría en-
contrar validación en una presentación (KUK. pág.
35). En su lugar oportuno, en Ja proposición polit:l-
ca kantiana, volveremos a encontrar este argu-
mento - pero, ¿es un argumento?- por la amenza
del hastío.
Si uno no se deja empero intimidar por esta
amenaza puede preguntarle a Kant: ¿Cómo juzga,
pues, el filósofo crítico que algo viene al caso, sien-
do así que no hay intuición alguna que presentar
en el caso? En Ja CrUtca deljuido, Kant distingue
dos modos de presentación o de hipotiposis. En el
caso de los juicios determJnantes, es decir, cuando
se trata de proposiciones descriptivas. o bien estas
proposiciones son de experiencia (conceptos empí-
ricos) y la intuición les presenta objetos en la for-
ma de ejemplos, o bien esas proposiciones son de
conocim1ento (conceptos puros a priori) y la intui-
ción pura les presenta objetos en la forma de esque-
mas. Cuando se trata de ideas, en las que la intui-
ción no puede por definición presentar nada como
objeto, la presentación se hace indirectamente
por analogía: "Se somete una intuición de talma-
nera que en relación con ella el procedimiento de
la facultad de juzgar es simplemente análogo al
27
procedimiento que dicha facultad observa cuando
esquematiza" (KVK. pág. 173). Se deseha así la for-
ma de presentación. que es la del modo intuitivo
(el esquema), la fonna del contenido intulble,
puesto que éste está ausente. y se coloca bajo esta
forma otra intuición. "igualmente empírica". que
en definitiva permitiría validar la idea si ésta fue-
ra un concepto del entendimiento. En otras pala-
bras. se presenta a la proposición no cognitiva
(descriptiva pero cUaléctica) un referente "como
sí", un referente que seria el suyo si la proposición
fuera cognitiva; esta presentación indirecta sella-
ma simbólica o por símbolo.
Así, el filósofo critico puede continuar juz-
gando una proposición, aun cuando no haya caso
empírico directamente presentable para validar-
la. Este modo de presentación lo preserva de caer
en la tecnología de los sis lemas o en los cuerpos de
doctrina y de mantenerse miserablemente en la
critica interna. En virtud de la analogia. toda pro-
posición propiamente filosófica, es decir, critica,
opera como una critica externa y así debe hacerlo
si por lo menos trata de estar de confonnidad con
su idea. Por el hecho de que ella tiene que juzgar y
más particularmente encontrar analoga (símbo-
los) que presentar a sus ideas (incluso la suya pro-
pia), la filosofia no se aprende: "A lo sumo se pue-
de aprender sólo a filosofar" (KRV. pág. 561). En
cambio, la doctrina. y especialmente la doctrina
del derecho, puede aprenderse; no tiene realmente
necesidad del Juicio puesto que por el contrarto di-
cha doctrina presupone el ejercicio previo del jui-
28
cto en la proposición crítica. Por lo menos es esto
lo que está implícito en el título mismo de Doctri-
na deLderechD según Kant.
Sobre este primer punto queda todavía por
fundamentar la afirmación de que esta condición
(la que condena la presentación de los objetos de
proposición a la operación analógica. de la cual
acabamos de comprobar que es la de lo crítico se-
gún Kant) es análoga a la de lo político según Kant.
Dicha argumentación constituye lo esencial de es-
te estudio. Por el momento me contento con recor-
dar un texto que atestigua la evidencia espontáne-
a de esta analogía.
Al presentar la Crítica. de la rQ2.Ón pura. Kant
(en el primer prefacio a ese libro) bosqueja un cua-
dro de su contexto y hace una narración de su gene-
ralogía. Dice Kant que al principio el dogmatismo
reinó como déspota en la metafisica; la legtsla-
ción de ese despotismo "llevaba ... el sello de la anti-
gua barbarte". Después. "a causa de guerras intesti-
nas" ese despotismo dio lugar a "una anarquía
completa", y "los escépticos. una especie de nóma-
das. que sienten horror por todo establecimiento
duradero en un terreno. rompían de cuando en
cuando el vínculo social (die bürgerliche Vereini-
gug)". Luego. en los tiempos modernos. se creyó
que con la ''.fisiología del entendimiento humano"
de Locke se había alcanzado la "legitimación" de
las pretensiones respectivas. En realidad. no se
trataba más que de una renovación del dogmatis-
mo. Y Kant continúa diciendo: "Hoy, cuando se
probaron (eso es lo que se cree) en vano todos los
29
caminos, reinan el hastío (Ueberdruss. la sacie-
dad, el hastío el taedi~ y un indiferentismo com-
pleto". Esta actitud "engendra el caos y las tinie-
blas en las ciencias", pero al mismo tiei;npo es ''la
fuente o por lo menos el preludio (das VorspieO de u-
na transformación cercana y de una Aujkliirung
de esas mismas ciencias que un torpe celo ha he-
cho oscuras, confusas e inutllizables". Kant hace
notar entonces al pasar que la actitud indiferentis-
ta es imposible cuando se trata de indagaciones
"cuyo objeto no puede ser indiferente a la naturale-
za humana". Luego. con una aparente inconsecuen-
cia, observa que la indiferencia, la Glei.chgülttg-
keít. es "un fenómeno (PMnomen) digno de obser-
vación y de reflexión (Nachstnnen). La indiferen-
cia no es evidentemente efecto de la ligereza (des
Leichtsinns), sino de una facultad de juzgar llegada
a la madurez en un siglo que no quiere dejarse
arrullar durante más tiempo por una apariencia
de saber; es una invitación a la razón para que em-
prenda de nuevo la más dificil de todas sus tareas.
la del conocimiento y comprensión de uno mismo
(Selbstverstdndnis) y la de instituir un tribunal
(ein Gerichtshoj} que le dé seguridad (sichere) en
sus pretensiones legítimas". Y Kant concluye: "A-
hora bien, ese tribunal no es otra cosa que la Criti-
ca de la razón pura' (KRV, págs. 5-7).
Contexto político, genealogía según un ritmo
compulsivo y repetido de dos tiempos. La metafisi-
ca es un Kampfplatz (KRV. pág. 5), un campo de com-
bate. una arena en la que se enfrentan las preten-
siones a la legitimidad. Dice Kant que entre el dés-
30
pota y el nómada, "seguí el único camino que que-
daba". Ese curso de las cosas metafisicas al condu-
cir a la Gletchgülttgkeit prepara la hora de la críti-
ca. El tribunal acaba de constituirse para exami-
nar la demanda de las dos partes adversas. las
mismas que son juzgadas en la Antitética. pero
eso fue posible sólo porque el pensamiento pasó
primero por la imparcialidad desenga:f'lada del "to-
do da lo mismo". El estado de indiferencia libera y
madura la fuerza de decidir, es decir, la fuerza de
juzgar que para el pensamiento es la fuerza de Juz-
garse.
El relato que presenta la institución del tri-
bunal critico es una narración y tal vez nada más
que una "novela". ¿Cómo habrá que entenderla?
En términos criticos. es decir. desde el punto de
vista del propio juez. Kant aboga por la causa del
criticismo ante el tribunal contra los dos litigan-
tes, el dogmatismo y el escepticismo. Su alegato
contiene u.na 11ll1TatiO que debe ser examinada cri-
ticamente a través de las preguntas: ¿cuál es el ca-
so? ¿Una proposición de experiencia (histortogra-
fia)? ¿O de conocimiento (historia en el sentido
propiamente dicho)? ¿O dialéctica (idea de la ra-
zón)? ¿O poética (idea de la imaginación)? En todo
caso, el relato encuentra su fin en su efecto que es
la institución misma del tribunal. El relato supo-
ne una teleología en el curso de los conflictos me-
tafisicos. En virtud de esa teleología basa su pre-
tensión a legitimar la institución del tribunal de
la critica Pero el juez no tiene necesidad de legiti-
mación para juzgar: la facultad del "esto hace al
31
caso" no podria admitir una genealogía exenta. en
principio del examen del juez. Es en Hegel donde
el relato del engendramiento del Weltgericht en la
Weltgeschichte es al mismo tiempo el juicio pro-
nunciado por el tribunal.
Si el juez no tiene necesidad del relato, ¿por
qué recurre, pues, Kant a él? Aquí hay que inver-
tir la pregunta. y decir: ¿Por qué habría de vedar-
lo? Lo sensato es una disposición de proposicio-
nes que se pueda fundamentar y. en el caso de cier-
tas proposiciones, que puedan presentar objetos
de la experiencia. Cuando se está seguro de que no
se puede presentar una intuición como objeto que
permita. evaluar la proposición, esto es válido pa-
ra todo el relato pues, como ya se dijo, esta. totali-
dad sólo se da en relación con una idea de fin, la
de la institución del tribunal crítico, que sería la
causa. retroactivarnente. de los combates metafisi-
cos. En suma. es menester juzgar de qué manera
sea presentable el hecho de la crítica. Lo es sin du-
da de conformidad con muchas familias de propo-
siciones, y el juez debe examinar cad~ una de ellas
según el criterio de la presentación que le es perti-
nente. El relato como totalidad aparecerá en otra
parte como una especie de narración "agradable",
y aquí hay que entender una narración que dé pla-
cer, que deje esperar en el campo de batalla de las
doctrinas un sentido final allí donde éste parecía
estar ausente. Otras presentaciones de la institu-
ción del tribunal deben ser posibles. El juez no las
excluye de antemano. las acoge, las examina y fija
las reglas de su validez respectiva. En pocas pala-
32
bras. el juez reconoce la heterogeneidad que hay
entre familias de proposiciones; las desenreda; de-
cide. pero admite su coex:Lstencia con la reserva de
un examen ultertor; es decir. transige. El Kampf
platz permanece abierto; pero el juez reempla7.a
las doctrinas con sus pretensiones no crttlcadas
por familJas de proposiciones cuyas respectivas
reglas están establecidas por el "hace al caso" que
limita la validez entre familias de proposiciones
en un campo de batalla esta vez critico. (En mJ re-
lato de la historia de la filosofia es aquí donde el
Wittgenstein de las Untersuchungen asume directa-
mente el relevo del criticismo. Por eso empleo la
expresión familia de proposiciones o frases cuan-
do Kant habla de representación.)
Si. por fin. se pregunta uno de dónde deriva
el juez su autoridad. la respuesta es la de que el
juez no la deriva. sino que su autoridad le asiste
puesto que la proposición del juicio, la proposi-
ción del "esto hace al caso", (que es el filosofar cri-
tico). presupone ella misma, según vimos. la fami-
lia de las ideas. la de la filosofia. la de la naturale-
za. la cual sólo tiene derecho a presentaciones in-
directas sin esquemas ni ejemplos. sino tan sólo
con símbolos.
Con este comentario del texto del prefacio es-
pero haber criticado lo que parecía obvio en la
analogía de lo critico con lo político. Al mismo
tiempo espero haber explicado por qué la Doctrina
del derecho no me parece un texto pertinente para
el estudio de lo político según Kant.

33
n
ELARCIDPIELAGO
Los textos histortcopoliticos de Kant están
dispersos grosso modo entre las tres Criticas y una
decena de opúsculos. La "Crítica de la razón políti-
ca" no ha sido escrita. Dada esta dispersión, cual-
quiera que sea su "causa" (reclamada atolondrada-
mente por la proposición del entendimiento, por
la proposición cognitiva). es legítimo, dentro de
ciertos limites que habremos de detenninar, ver
aquí un signo (volveremos a encontrar esta pala-
bra) de la heterogeneidad particular de lo político
como "objeto" de proposiciones. Esta heterogenei-
dad del objeto es ya notable en la tercera Crítica.
La facultad de juzgar se ve allí provista no sólo de
un objeto propio sino por lo menos de dos: el arte
y la naturaleza. Digo por lo menos porque se trata
de la cuestión (de toda la cuestión tal vez) de saber
si esa facultad de juzgar es una facultad. Kant ha-
bía dado ya antes a la palabra un sentido preciso,
el sentido de un potencial de proposiciones someti-
das a un grupo de reglas de formación y de presen-
tación (en el sentido kantiano), cuando se trataba
de la sensibilidad, del entendimiento y de la ra-
37
zón para lo teórico y de la razón para lo práctico.
Pero en realidad. el Juicio interviene ya y necesa-
riamente cada vez que se trata de decir que "esto
hace al caso" para validar una proposición. esto
es, para presentar un objeto que permita esa vali-
dación. lo cual se realiza en las proposiciones
cognitivas en el régimen del esquema. en las argu-
mentaciones dialécticas en el régimen del símbo-
lo, en las prescripciones. cuando se trata de
evaluar la responsabilidad y la moralidad. en el
régtmen del tipo.
En la Introducción a la tercera Crítica. no só-
lo se reconoce la dispersión de las fam!Uas de pro-
posiciones sino que se la dramatiza hasta el pun-
to de que el problema planteado es el de encontrar
"pasos" (Uebergdnge) entre esas proposiciones he-
terogéneas. Y la "facultad" de juzgar. a causa de su
ubicuidad a la que acabo de referirme (es decir por
el hecho de que se apela a ella cada vez que hay
que validar una proposición mediante una presen-
tación), se manifiesta como un poder de "pasos"
entre las facultades hasta el punto de que le será
reconocido un privilegio importante en cuanto a
la capacidad de unificación y al mismo tiempo un
defecto importante en cuanto a la capacidad de
conocer un objeto que le sea propio; es decir. di-
cha facultad no tiene objeto determinado. Por eso
bien cabe preguntarse si se trata de una facultad
de conocer en el sentido kantiano. En todas las fa-
milias de proposiciones, por heterogéneas que se-
an las unas respecto de las otras, lo que Kant se
obstina en llamar facultad de Juzgar (pero qui-
38
zá sea su problemática del tema lo que se obstina
en lugar de Kant) es la detennJnactón del modo de
presentación del objeto que conviene respectiva-
mente a cada una de esas famlltas.
Si hubiera que presentar una imagen de la i-
dea de la dJspersión de las facultades entendidas
como aptitudes de conocimiento en un sentido am-
plio. es decir. capacidades de tener objetos (tanto
como dominios. tanto como territorios. tanto co-
mo campos; KUK. pág. 23). en la medida en que el
objeto conveniente que hay que presentar para va-
lidar la dispersión de las facultades no puede ser
él mismo sino un símbolo. yo propondria la ima-
gen de un archipiélago. Cada una de las familias
de proposiciones sería como una isla; la facultad
de juzgar sería. por lo menos en parte, como un ar-
mador de buques o como un almirante que lanz.a-
ra de una isla a la otra expediciones destinadas a
presentar a una lo que encontraron (inventado
en sentido antiguo de la palabra) en otra y que po-
dría servir a la primera de intuición "como si" pa-
ra validarlo. Esta fuerza de intervención (guerra o
comercio) no tiene objeto. no tiene su isla, pero exi-
ge un medio que es el mar, el Archepelagos. el mar
principal como se llamaba otrora el mar Egeo. E.5e
mar lleva otro nombre en la Introducción a la terce-
ra Critica. lleva el nombre de campo. Feld: "los con-
ceptos. en la medida en que son referidos a obje-
tos, sin que se considere si un conoclrniento de és-
tos sea o no posible. poseen su campo que está de-
terminado solamente según la relación de su obje-
to con nuestra facultad de conocer en general"
39
(ibíd.. pág. 23). El ftnal de esa misma introducción
nos ensef1a que dicha facultad de conocer en gene-
ral comprende el entendimiento, la facultad de Juz-
gar y la razón. Por lo menos seria justo y por lo de-
más estaría de conformidad con lo que indica la
"escala graduada" de las representaciones que
Kant pone al terminar la sección de las·ideas en ge-
neral en la dialéctica de la primera Crítica (KRV.
pág. 266). agregar la sensibilidad. Todas estas fa-
cultades encuentran su objeto en el campo. Unas
delimitan allí un territorio, otras un dominio, pe-
ro la facultad de juzgar no encuentra ni lo uno ni
lo otro, sino que asegura los pasos entre ellos. n-á-
tase más bien de la facultad del medio en el cual es-
tán marcadas todas las circunscripciones de legiti-
midad. Es más aún, dicha facultad fue la que per-
mitió delimitar los territorios y los dominios que
estableció la autoridad de cada familia en su isla.
Y sólo pudo hacerlo gracias al comercio o a la gue-
rra que mantiene entre ellas.
Es posible situar dichos pasos. Indicaré algu-
nos sin pretender agotar la lista ni anaHrn los re-
gímenes singulares. la ilusión trascendental, por
ejemplo. ¿Cómo sabemos que las proposiciones
dialécticas que tienen la forma de proposiciones
cognitivas no lo son? ¿Y que así el territorio de la
validez del razonamiento no coincida con el domi-
nio de legislación del entendimiento? Porque no
podemos presentar en el caso de las proposiciones
argumentativas un objeto intuible, es decir, dado
en el espacio y el tiempo. la razón está empujada
por su necesidad (Bed.ürjn.ts. ibíd., pág. 263) de ma-
40
ximizar el concepto, ella obedece a una "prescrip-
ción simplemente lógica (ein.e bloss logtsche
Vorschrift¡ ibíti, pág. 260)" de 1r hacia lo incondi-
cionado. Lo que es susceptible de presentación en
la proposición de la razón como objeto propio pa-
ra legitimarla no puede ser un fenómeno. La críti-
ca consiste aquí, una vez identificada la regla de
formación de la proposición (razonar es llegar a
una conclusión mediante el universal), en hacer
trabajar la regla de presentación, con lo cual la
proposición dialéctica queda "aislada" (insulart-
zada) de la proposición del entendimiento. No por
eso se disipa la ilusión trascendental sino que es
sencillamente advertida (ibíd. págs. 253-254). Así
queda restablecido el como si. que es la fuente de
esta ilusión: la proposición dialéctica hace como
si hablara de fenómenos. la crítica exige que ha-
ble de fenómenos ºcomo si". Es decir. de símbolos
y entre ellos el que ya hemos encontrado con el
nombre de ideal.
Otro caso emJnente de la operación de ''pa-
so". está indicado en el párrafo 59 de la tercera Crt·
ti.ca donde se trata de mostrar que "lo bello es el
símbolo del bien moral" (KUK. pág. 175). De ahl el
análisis de la operación simbolizante a la cual he-
mos aludido ya antes. Esta operación es doble y se
llama analogía. "Consiste en aplicar en primer lu-
gar el concepto al objeto de una intuición sensible
y. en segundo lugar. en aplicar la simple regla de
la reflexión sobre esa intuición a un objeto com-
pletamente diferente. del cual el primero no es
más que el símbolo" (ibíd.. pág. 174). Kant da dos

41
ejemplos (pero. ¿son ejemplos en el sentido que él
ha dicho antes? ¿puede haber presentaciones in-
tuitivas de símbolos que sean presentaciones indi-
rectas?; éste es un punto que es preciso examinar
como un caso de "paso" en un "paso"). Kant da.
pues. dos ejemplos de símbolo: una máquina sim-
ple, un molino movido por fuerza animal puede
simbolizar un estado monárquico "gobernado por
una voluntad singular absoluta" y un cuerpo orga-
nizado puede simbolizar un estado monárquico
"gobernado según las leyes internas del pueblo".
En los dos casos no hay ninguna semejanza entre
el objeto simbolizado y el objeto simbolizante que
es completamente diferente. Pero hay una identi-
dad entre la regla de reflexión aplicada al segundo
y la regla que se aplica al primero.
Así ocurre. según Kant. en el paso entre lo be-
llo y el bien. La regla de reflexión sobre estos dos
objetos presenta los mismos rasgos: inmediatez.
desinterés, libertad, universalidad, sólo que aquí
y allá su aplicación difiere. La inmediatez se apli-
ca a lo sensible en el caso de lo bello: al concepto
en el caso de lo bueno. La libertad en el juicio del
gusto es la libertad de la imaginación de corúormi-
dad con el concepto: en el juicio moral la libertad es
la de la voluntad con el concepto: en el juicio moral
la libertad es la de la voluntad de corúormidad con-
sigo misma. etc. La analogía que está en juego aquí
no es ciertamente idéntica a la analogía que pre-
senta el molino de sangre o el cuerpo orgánico
como símbolo de regímenes políticos. Y en todo
rigor hay aquí tan poca analogía que resulta im-
42
posible considerar el objeto del gusto como un fe-
nómeno de igual titulo que el molino de sangre o
el cuerpo organizado. Estos pueden ser dados en
virtud de una Versi.nnlichLUtg, una operación de la
sensibilidad de conformidad con las leyes del en-
tendimiento (por lo menos en el caso del molino
de sangre); pero Kant es el primero en subrayar
que la Sinnlichkeit y el entendimiento no bastan
para captar (para constituir, pues) el objeto del gus-
to. Con la cuestión de lo bello "se trata de lo inteU·
gible hacia lo cual se vuelve el gusto", dice Kant. "la
facultad de juzgar no está aquí sometida a la hete-
ronomía de las leyes de la experiencia" sino que es-
tá "vinculada con algo ... que no es ni naturaleza ni
libertad... , con lo suprasensible" (ibid.. pág. 175). Y
si hay "sensación" en la experiencia de lo bello. la
hay en un sentido completamente diferente del
sentido establecido por la estética trascendental
de la primera Crít:tca.: "Cuando llamo sensación
una determinación del sentimiento de placer y de
pesar, el término significa algo completamente di-
ferente de cuando llamo sensación a la representa-
ción de una cosa (mediante los sentidos entendi-
dos como receptividad perteneciente a la facultad
de conocer)" (KUK. pág. 51).
Si hay un símbolo de lo bueno por lo bello
no lo hay pues porque el segundo sea un fenómeno
que se pueda intuir directamente y que sustituya
otro objeto, el bien, del cual no tenemos intuición.
La analogía apunta aquí más bien a lo inverso, es
decir, al hecho de que lo bello no es un objeto de la
experiencia en el sentido en que tampoco hay
43
presentación sensible pues está deternúnado por
cierta disposición o arreglo de las facultades (se-
gún los cuatro operadores que acabamos de citar).
y esa disposición se da de conformidad con las
mismas operaciones, pero aplicadas de manera di-
ferente cuando el espíritu está vuelto hacia el
bien. Trátase pues de una "simbólica", no por sus-
titución de objetos. sino por transferencia y rota-
ción de un dispositivo intrafacultativo: un grupo
de reglas de formación de proposiciones (los cua-
tro operadores aislados por Kant) es transferido,
después de la alteración. desde la dependencia del
sentlmiento de placer y de pesar a la de la facultad
de desear sin que pueda hablarse nunca de presen-
tación directa. También aquí hay "comercio" y
"paso" de una isla a la otra y. si se quiere. "presen-
tación" en la ética de algo que pertenece al gusto.
pero de algo que no es un objeto intutble. La
acepción que hay que dar al término presentaci.ón
está ampliada, de manera que las expediciones
que la facultad de juzgar realiza a las islas veci-
nas llevan no sólo objetos intuibles, sino hasta re-
glas de proposiciones que sólo son "lógicas" o for-
males. Las piezas de convicción, las que permiten
decir "esto hace al caso", se complican.
Lo mismo cabe decir de otro "paso" no menos
eminente que Kant llama tipo en la Tipica del jui-
cio práctico puro, en el capítulo segundo de la Ana-
lítica de la razón práctica pura. 1 Se dice aquí que

1 Critique de la ratson prat1que {1788); designado en


adelante como KPV. traducctón francesa de Plcavct, Parls,
PUF. 1943. págs. 70 y sigUfentes. [Hay versión castellana:
Critbldelarnzónpróc&a, Madrid, Espasa-Calpe. 1984.)

44
la máxima de la acción debe "sostener la prueba
de la fonna de una ley natural en general, sin lo
cual ella es moralmente imposible". ¿Por qué?
Kant dice: "Es así como juzga el entendimiento
más ordinario: la ley natural sirve siempre de fun-
damento a sus juicios más comentes y hasta a los
juicios de experiencia". Cuando hay que evaluar
un acto ya hecho o por hacer. dice Kant. el entendi-
miento que "tiene siempre la ley a mano" hace "de
esa ley natural simplemente un tipo de una ley de
Uberta.d'. El entendimiento no traspasa al domt-
rúo ético las intuiciones sino que transporta siln-
plemente "la fonna de la Geset:zmásstgkett [de lo
que es "a medida de la ley". digamos. de la legaliza-
ción) en general". Este "paso" es. pues. comente,
pero. ¿por qué se exige que se tienda un puente pa-
radójico desde la naturaleza al dominio de la li-
bertad? Es menester un tipo porque faltando, dice
Kant. la ley de la razón práctica pura no tendría
"utilidad en la aplicación" (KPV. pág. 72). Cuando
la ley es teórica, el esquema está encargado de a-
plicarla al dato intuitivo y es el que guía el juicio
que determina que "esto hace al caso". Pero en el
dominio práctico. el juicio debe pronunciarse so-
bre la idea del bien y no hay esquema para la idea.
"Ninguna intuición, ningún esquema destinado a
aplicarlo in concreto puede encontrarse bajo la
ley de la libertad (como causalidad que no está en
modo alguno condicionada sensiblemente). rú
tampoco partiendo del concepto del bien incondi-
cionado" (tbíd., pág. 71).
Lo que da paso no es pues la forma de la intui-
ción o esquema sino que es la forma de la ley o
más bien de la Gesetzmássigkett. El juicio ético to-
ma esta forma procedente de lo teórico para guiar-
45
se cuando hay que establecer el caso: "Pregúntate
si la acción que proyectas, suponiendo que se rea-
lice según una ley de la naturaleza de la cual tú
mismo formaras parte, podrias aún mirarla co-
mo posible para tu voluntad" (ibid., págs. 71-72).
Es el tipo de la legislación lo que guía formahnen-
te la máxima de la voluntad en la formulación del
imperativo categórico y también en .la evaluación
de la acción justa. De modo que hay que entender
bien el so dass del handelst so dass del imperativo
categórico como un como si antes que como un de
manera que: pues la universalidad no puede con-
cluirse efectivamente de la máxima, sino que tan
sólo puede ser presentada indirectamente a la eva-
luación que se hace de ella.
Es este mismo tipo lo que explica también la
introducción en la problemática ética de una idea
que no parece obvia o evidente por sí misma, la
idea de una naturaleza suprasensible. Si no exis-
tiera el "como si fuera una naturaleza mecánica"
para transferir la legalización del dominio del
conocimiento al dominio moral, la idea de una "to-
talidad de los seres racionales prácticos" no ten-
dría ninguna pertinencia en este último dominio
y, al mismo tiempo y en virtud de un "paso" suple-
mentario, la idea de una sociedad cosmopolita
tampoco la tendría en el dominio historicopolítl-
co. Es porque existe ese tipo de legalización por lo
que la naturaleza suprasensible es no sólo el obje-
to de una idea posible sino que ella puede ser pre-
sentada como arquetípica (urbildliche) en el caso
de una naturaleza reproducida, copiada (nachege-
bil.dete), que es una copia (Gegenbild) de la primera
en el mundo sensible (ibkL pág. 43). La temática
46
del tipo (tipográfica como diria Lacoue-Labarthe)2
procede seguramente de Platón, pero aquí está re-
tomada en una problemática seguramente diferen-
te. no tanto por lo que en ella es poscartestano y
centrado en el sujeto, como por lo que en ella no
lo es, puesto que afloja los lazos que hay entre las
facultades de conocimiento hasta el punto de que
dichos lazos no son a veces más que "pasos", trans-
ferencias azarosas de dispositivos o formas, lrni-
taciones necesariamente paradójicas, puesto que
no son pertinentes a los dominios a los cuales se
aplican, pero que son empero y al mismo tiempo
indispensables para circunscribirlos.
Aquí no es posible hacer un inventario de
los "pasos". Hay otros menos notorios, pero no me-
nos extraños. Seflalo como digno de recordarse
ese "paso" que Kant se aventura a presentar en la
primera Crítica como un "ideal de la sensibilidad"
y que él llama "monograma" (KRV, pág. 414). Dice
Kant que es como un "dibujo flotante... en medio
de expeiienctas diversas", un "fantasma incomu-
nicable" en los juicios de los pintores (y de los fiso-
nomistas), un "modelo inimitable de intuiciones
empíricas posibles" que "no da ... ninguna regla
susceptible de definición ni de examen". Es algo
inasible y Kant lo hace una creación de la imagi-
nación. Pero ese producto imaginario no es una
idea de la imaginación, es un ideal y es ideal de la
sensibilidad, porque constituye una especie de es-

2 Ph11Jppc Lacouc-Labarthe, ''Typographie", en Mfme-


sts,Parls.Aublcr-F1ammarlon, 1975, págs. 165-270.

47
quema, un esquema "como si", de la idea de la ima-
ginación en el dominio (¿o en el campo?) de la ex-
pertencia sensible. Tampoco aquí se trata de una
regla, sino que es una regla "como si", un regula-
dor del paso de la imaginación a la sensibilidad.
Y después está todavía, y más sencillamente, la
idea de la imaginación misma que sólo se consti-
tuye mediante un paso por vuelco de la razón a la
imaginación: intuición sin concepto en lugar del
concepto sin intuición. Ese paso tiene natural-
mente suma importancia para comunicar la teleo-
logía subjetiva y la teleología objetiva.
Paso adelante, pues ya encontraremos otros
en el campo histortcopolitico. Hagamos sin em-
bargo una última observación sobre el archipiéla-
go. En la observación final sobre la solución de
las ideas matemáticas trascendentales y observa-
ción preliminar sobre la solución de las ideas
dinámicas trascendentales (KRV. págs. 292 y si-
guientes), Kant hace notar que cuando se trata de
decidir entre las primeras el juez se ve obligado a
aplazar la vista de la causa de las dos partes por-
que éstas no pueden presentar como objeto que
permita legitimar sus respectivas proposiciones
(tesis y antítesis) más que "condiciones en elfenó-
meno"; Kant continúa diciendo (en las dos antino-
mias matemáticas trascendentales) "no terúamos
ningún otro objeto que el que está en el fenómeno"
(ibíd., pág. 393). Ahora bien, ni una ni otra parte
puede presentar semejante objeto puesto que su
proposición es una proposición de idea y no de
concepto de entendimiento. Pero con las antino-
48
mias diná.micas (la de la libertad y la del ser supre-
mo), se abre "una perspectiva completamente
nueva". Aquí, "el proceso en que está empeñada la
razón, que antes había sido apartado, ... puede - el
juez al suplir la falta (ergónzt den MangeO de los
prtncipios de derecho (der Rechtsgründe) que am-
bas partes habían desconocido [en las dos prime-
ras antinomias)- el proceso puede pues concluir
aquí en un arreglo [una transacción, vergleichen)
a satisfacción (Genugtuung) de ambas partes"
(ibíd).
En suma, trátase tan sólo de la exposición de
las condiciones de la síntesis de lo heterogéneo.
Pero la exposición está hecha de tal manera que
resulta claro que esta síntesis no es de derecho y
que el juez transige sin que una regla lo autorice a
ello, como no sea el principio de que la heteroge-
neidad debe ser respetada afirmativamente. Ese
será el caso de la resolución de la antinomia de la
razón práctica. de la resolución de la antinomia
del gusto y de la resolución de la antinomia de la
facultad de juzgar expuesta principalmente en los
párrafos 69-71 de la tercera Critica. Principalmen-
te. puesto que Kant dice (en el prolongamiertto de
la "falta de los principios de derecho" en la antino-
mia de la primera Critica) que "la facultad de juz-
gar debe servirse ella misma de principios" (.KUK.
pág. 203) y dice en el prolongamiento del "arreglo"
hallado entre las dos partes en la primera Cñti.ca
que un arreglo semejante es posible entre la tesis
finalista y la antítesis mecanictsta. entre la tesis
de la naturaleza y la tesis del mundo, puesto que
la primera, que es la de la facultad de juzgar pro-

49
piamente reflexiva y "autónoma" (ibid., pág. 205),
nada quita al uso ''heterónomo" (ibíd., pág. 206) de
la facultad determinante defendida por la parte
contraria. Esa transacción es designada con lapa-
labra Lei.ifa.den, "hilo conductor''.3 El hilo con-
ductor es la manera en que el juicio reflexivo y
atento a las singularidades dejadas de lado por la
proposición cognitiva al "espiarlas" para buscar a-
llí un orden (ibíd., pág. 203) presupone libremente
ese orden, es decir, juzga como si hubiera un or-
den. Si el hilo es conductor. ello significa que tie-
ne un fin. Pero no se podría presentar directamen-
te ese fin como objeto: 'Tal causalidad [por el fin)
es una simple idea a la cual se trata.ria inútilmen-
te de otorgar realidad" (ibíd., pág. 205).
Resumamos, pues; el juez decide sobre las le-
gitimidades de las pretensiones a la validez. Al ha-
cerlo. divide el sujeto trascendental en facultades
insulares y divide el campo de todos los objetos po-
sibles en un archipiélago. Pero el juez también
busca los "pasos" que atestiguan la coexistencia
de las familias heterogéneas y que permiten tran-
sacciones a satisfacción de las diversas partes. Si
se muestra transigente, ello se debe a que él mis-
mo no es más que la facultad de juzgar, es la criti-
ca. y ésta sólo puede decidir si interviene en todas
las Islas del archipiélago, únicamente si por lo
menos se "antepone", sin regla, a las reglas (analó-
gicamente o de otra manera) para establecerlas.

3 lbld., párrafo 70, pág. 203; fbfd., párrafo 71, pág.


205; fbld.. párrafo 72, pág. 206.

50
m
LO QUE SE DA EN EL

ENTUSIASMO
La importancia de la .fllosofia de lo bello y de
lo sublime, expuesta en la primera parte de la terce-
ra Cñtica. está en la desreallzación del objeto de
los sent1mientos estéticos y por lo tanto en la au-
sencia de una facultad de conocer estética propia-
mente dicha. Lo mismo cabe aftnnar, tal vez de ma-
nera aun más radical, del objeto hJstoricopolitico
que no tiene realidad como tal y que resulta ine-
xistente una facultad de conocer política. Lo que
tiene una realidad (es decir, en el caso del concep-
to lo que se puede presentar a las intuiciones) son
sólo los fenómenos, todos condicionados y condi-
cionantes, cuya serle, que nunca está dada ella
misma, constituye la historia (ni siquiera natu-
ral, sino tan solo cosmológica) de la humanidad.
La serte no está dada, es el objeto de una idea y en-
tra como mundo humano en la misma antitética
que la serie cosmológica en general. Seguramente;
como en el caso de la experiencia, la proposición
del entendimiento, es decir un conocimiento cien-
tífico, siempre es posible en las secuencias de la se-
rie en la cual puede haber presentaciones intuiti-
vas.
53
Pero por definición esas secuencias de elementos
condicionantes y condicionados deben ser regula-
res y por lo tanto repetirse: y de esto no se podria
obtener un suceder (devenir), ya sea progreso ya
sea regresión, ya sea eterno retomo por estanca-
miento.1 La proposición que significa la repeti-
ción en la serte (que ésta sea el objeto de una sínte-
sis ascendente o de una síntesis descendente) es
pues legítima con la condición de que los objetos
que le corresponden estén presentados en el fenó-
meno. "El hombre es un animal que... tiene nece-
sidad de un amo"... Ahora bien, ese amo a su vez es
un animal que tiene necesidad de un amo2. "El
hombre detesta la esclavitud, pero le es menester
l Véase la critica hecha a estas tres hJpótesls en el
CcnjUcto oon la faa.dtad de derecho, 1797 (designado en ade-
lante como ConjlU). párrafo m.traducción francesa de Plobet-
ta, en Kant. La phllosophle de l'hlstotre (opúsculos), Pañs.
Don~l Bibliotheque Méiatlons. 1947. págs. 165-167. En
cuanto a los opúsculos reunidos en esta edición, hemos tradu-
cido de los textos alemanes: Klefnere Schriften ZtU Ces-
ch,lchJ.sphllosophfe, EthOc und .Polttik, Hamburgo. Meiner.
1973; AusgenOOhlte klelne Schartjten. Hamburgo, Meiner.
1969; Über den Oebrouch teologtscher Prtnzipien Úl der Phi·
IDsophfe (1788). en Sámtltche Werke, vol. vm. Lelpz1g. Met-
ner. 1922, pág.s 129-160: Der Streit der phllosophlschen Fa·
kultllt mit der jwisttschen (1797), en Der Streit der Fa-
kultllten. Hamburgo, Meln, 1959. Véase también, Le Coriflit
des Facultés, traducción francesa de Gibelln, 3ª edición, Pa-
ris, Vrln, 1973.
2 Idée pour une historie untverselle du poblt de vue
cosmqx>ltttque (l 784) (en adelante designado como Id.l!e). Pro-
posición 6, en Kant. La philosophle de l'htstoire, op. cit., pág.•
34.

54
una nueva esclavitud para suprimir la prtmera".3
O también. para refutar la esperama de un progre-
so por la educación: ''Puesto que son hombres que
deben realfzar esa educación y que por lo tanto de-
ben ellos mismos ser educados para hacerlo ... "
(Corifltt. pág. 179). Estas regularidades no son le-
yes solamente ernpírtcas; se las puede establecer
mediante cuadros estadísticos (Jdée, pág. 26) que
ponen de manifiesto el carácter a prtort de las ca-
tegorías que sirven para sintetizar los datos en se-
rte, los datos de causalidad (mecánica) y de acción
recíproca.
La proposición cognitiva, con su doble crtte-
rto de pertinencia en relación con la negación
(prtncipio de contradicción) y en relación con la
presentación intuitiva. es en Kant generalmente
opuesta a las vanas esperanzas. a las falsas pro-

3 Adoertencfa sobre las observaciones acerca del sen-


timiento de lo bello y de ~ sublime (1764), en Kants gesam-
melte Schrjften. vol. XX. ed. Preussische Akademie der Wts-
sencbaften, Berlin, Walter de Gruyter. 1942, pág. 88, citado
por G. Vlachos en esta forma. La pensl!e politfque de Kant. Pa-
rts, PUF, 1962, pág. 92. El texto de Kant es el siguiente: "Nada
es más espantoso para un hombre que tener que subordinar
sus actos a la voluntad de otro. No hay pues aversión más na-
tural que la que un hombre experimenta por la servidumbre.
Asl es como un niño llora y se lrrtta cuando se ve obligado a ha-
cer lo que los demás quieren, sin que ellos se preocupen por
saber si le complace hacerlo. Su único deseo es entonces ser
un hombre para disponer de si mismo y a su gusto. {Perol pa-
ra llegar a eso será necesario que se forme alguna nueva servi-
dumbre que emana de las cosas".

55
mesas. a las profecías. Es la proposición cognitiva
la que se emplea para refutar el derecho a la insu-
rrección y para condenar la sustitución violenta
de una autoridad precedente por una nueva autori-
dad. El argumento es el siguiente: La existencia del
ser comúri (das gemetne Wesen) es el referente de
una proposición cognitiva (de entendimiento) o en
el mejor de los casos teleológtca objetiva (finalidad
en los seres organizados). La proximidad al bien
de este ser común seJuzga en una proposición tele-
ológtca subjetiva (finalidad moral en los seres ra-
cionales). La revolución destruye (Abbruch). un
ser común existente: y otro no puede dejar de re-
emplazarlo (ley natural). La heterogeneidad de las
dos familias de proposiciones no queda modifica-
da. La política revolucionaria descansa en una ilu-
sión trascendental dentro del domlnio político: la
revolución confunde lo que es presentable como
objeto en una proposición cognitiva con lo que es
presentable como objeto en una proposición espe-
culativa y/o ética: es decir, confunde esquemas o
ejemplos con análoga. El progreso de un ser co-
mún bada un estado mejor se juzga no por intui-
ciones empíricas sino por signos. 4

4 TP, passtm; Proyecto de paz perpetua, 1795, desig-


nado en delante como Projet. traducción al francés de Gibe-
lin, Parts. Vrtn, 1947. Apéndice l. págs. 55 y siguientes. retra-
ducido del texto alemán: Zwn ew'9en Frleden. en Kleinere
Schrfjten ZUT CeschJchtsphllosoph/e, EthIJc und Pollttk, op.
cit.: Doctrine du droU. 1797, traducción fancesa de PhJlonen-
ko. .Parls. Vrtn, 1979, párrafo 49, Remarque généralc, A.
págs. 20 l y siguientes; fbfd., párrafo 52, págs. 223 y

56
En el caso de la serte descendente, a la diftcul-
tad encontrada por la síntesis de la serie ascenden-
te (dificultad debida a que su totalidad y su co-
mienzo no son intuibles) se agrega la dificultad de
concatenar efectos que todavía no están presentes
y sobre los cuales no se pueden presentar documen-
tos como en el caso de las causas. Y hasta es peor
aun: se puede admitir que la síntesis de las senes
descendentes (es decir. de fenómenos futuros) no
exige ni siquiera la idea trascendental especulati-
va. La antinomia de lo indefinido plantea el pro-
blema del comienzo de las senes cosmológicas, pe-
ro no el problema de su fin. Kant dice en la prime-
ra Critica= "Si nos hacemos una idea... de la serte
entera de todos los cambios futuros del mundo,
ello significa que no hay allí sino un ser de razón
(ens rattonis) que sólo concebimos de una manera
arbitra.ria y que la razón no supone necesariamen-
te'' (KRV, pág. 275). No discuto aquí, por más que
sea importante hacerlo, la relación que hay entre
una idea (concepto sin intuición) y un ser de ra-
zón. que es un concepto vacío y sin objeto, tal co-
mo se lo examina en la última página de la Analí-
tica de la primera Crítica (Uird., pág. 249). Desde el
punto de vista especulativo y en el tiempo cosmo-
lógico por lo menos, no hay nada delante de noso-
s iguientes; Reflexiones n 9 7680 y 8045, en Kants gesammette
Sch{/ten. voL XIX. cd. Preusslsche Akademie der Wtssen-
cbaften, Bcrlin y Letpzig, Walter de Gruyter, 1934, págs. 486 y
siguientes, pág. 50 l; Remarques explicatlves a la Doctrine du
droit. Conclusión, en Doctrln.e du drott. op cit, págs. 238 y
siguientes.

57
tros, ni como objeto y ni siquiera como concepto
determinado.
A estas limitaciones que se oponen a la pre-
tensión de la proposición teórica sobre la serie
cosmológica humana se agrega por fin una última
que Kant subraya con cierta solemnidad en el ar-
ticulo Sobre el empleo de los prind.pios teleolbgi-
cos en la jUosojia,S al referirse a la naturaleza.
Dice Kant que hay que distinguir la descripción
de la naturaleza y su historia, la ftsiografia y la ft-
siogonía. Estos dos dominios "son completamen-
te heterogérws" pues mientras la descripción de la
naturaleza se muestra en todo el brillo de un gran
sistema. la historia de la naturaleza "sólo puede
exh.lbtr fragmentos o hipótesis vacilantes" una
"silueta" de ciencia en la que "muy bien podría
quedar en blanco (Vacat) la mayor parte de las
cuestiones". (Sigue luego una larga apología de
Kant por Kant contra Forster sobre el tema: puse
escrupuloso cuidado en impedir que las ciencias
se superpusieran en sus limites las unas a las
otras.) Sin embargo trátase aquí de la síntesis re-
gresiva hacia los comienzos de la historta del
mundo. Si deben quedar lugares en blanco bien se
comprende el porqué: sería menester poder pre-
sentar a la proposición ftsiogónica intuiciones de
todas las exiStencias singulares inscritas en la se-
rte. Aquí el ejemplo mismo no basta y menos aun

s De 1788, en Kant. La Philosophle de l'hlstolre, op.


cit., págs. 130-134.

58
el esquema. La exigencia de presentación domina
la sensación cada vez más; son necesarios docu-
mentos de todo... ¡y sin embargo la serte no es más
que una ideal Lo mismo cabría decir de una antro-
pogonía.
Lo que se puede decir en suma sobre la propo-
sición cognitiva es lo siguiente: de la historia tie-
ne poco que decir que pueda ser validado por el
juez crítico. En realidad, ignora lo histortcopoliti-
co porque permanece bajo la regla de la presenta-
ción ' intuitiva. Existen muchas otras familias de
proposiciones posibles y sus reglas de presenta-
ción son diferentes. Cabe esperar ver operar allí
la analogía o más generalmente el "paso". Aquí no
será posible hacer un inventario completo de los
términos que marcan la división tnterfacultativa
del campo hJstortcopolitico y que designan por la
parte del objeto una determinación contradicto-
ria o, por así decirlo. indeterminada. De esta lexi-
cología kantiana de lo historicopolitico retuve só-
lo dos expresiones de importancia desigual: una
que aparece frecuentemente en la Idea de 1784, la
otra en el Conjlict.o con la facuit.ad. de dereclw de
1797. El primer término es Leitfaden (hilo conduc-
tor), el otro es Geschichtszeichen. "signo de histo-
ria". Los dos sirven para expresar lo histortcopoli-
tico pero no son del mismo rango, pues el primero
es un símbolo y el segundo es la denominación
propiamente crítica de un paso interfacultatlvo
importante.
La Idea para una historia universal desde el
punto de vista cosrrwpolita (1784) expone la natu-
59
raleza del discurso sobre lo hJstoricopolitlco de la
manera siguiente: si se atiene uno a lo dado intui-
tivo e inmediato, la historia política es un caos.
Ella suscita un Unwillen (un despecho indignado,
una depresión desganada) porque sugiere que ese
espectáculo lamentable procede de "una naturale-
za que juega sin un fin (zwecklos spielende)". de
suerte que "la desolación de cualquier cosa (das
trostlose UngefliM ocupa el lugar del hilo conduc-
tor de la razón" (Jdée, pág. 28). Ahora bien, no es
justo en el sentido de la critica atenerse a la moro-
sidad de lo desolador. es decir, a la comprobación
de la falta de sentido. ¿Por qué? El afecto que
acompaña esta descripción es por sí mismo un sig-
no: si hay un sentlmiento de pesar respecto de un
campo historicopolítico expresado según el absur-
do. ello es una indicación negativa de que otra ca-
pacidad de expresión, la de las ideas, de que otro
género de discurso posible, aquel de la idea de la li-
bertad. no puede empalmar en este mundo a causa
de su carácter absurdo. Ahora bien, la razón tiene
por lo menos el interés práctico de no impedir la
proposición historicopolitica. Desde este puntq de
vista observamos que en el género humano exis-
ten en efecto disposiciones naturales que tienen
afinidad (abgezielt) con el uso de la razón, como lo
atestigua la existencia misma de la filosofia
(ibíd); si la historia de la humarúdad fuera sólo
ruido y furia, habría que admitir pues que la natu-
raleza, por más que haya dotado a los hombres de
esas disposiciones y depositado en ellos esos
"gérmenes" de desarrollo de la razón, les negó em-
pero los medios (ibí.d.. pág. 44). Supremo absurdo.
¡Esta cruel seducción tendria lugar justamente
"en el gran escenario en que obra la sabiduría
suprema". es decir, en el conjunto de la anturale-za
y "en esa parte [de la naturale-za] que antes que
ninguna otra contiene el fin. la historia del
género humano"!
El juez crítico. guardián del interés práctico
de la razón. debe ser accesible a esta indignación.
El juez convoca a las dos partes. a la que dice que
la historia humana es simple desorden y a la que
dice que la historia está ordenada por una natura-
leza providencial. Explica a la primera. según ya
lo vimos: si usted se atiene a proposiciones cogni-
tivas y si puede suministrar ejemplos y contra-
ejemplos por cada proposición de esta familia. en-
tonces está legitimado para hablar de desorden.
pero solamente dentro de los limites antes indica-
dos y propios de la familia de las proposiciones
cognitivas en materia de historia. Y con esto us-
ted sólo podrá hacer una política pragmática. una
política de prudencia apoyada, como lo explica el
Proyecto de paz perpetua.. en el hecho de que "to-
das las formas de gobierno {Regierungsarte) ofre-
cen en la historia ejemplos que se contrarian". Us-
ted será tan sólo un "moralista político". no un po-
lítico moral (PrOjet. págs. 67 y siguientes). El juez
dice a la otra parte: Usted presupone en la natura-
leza la idea de una flnalidad que obra eminente-
mente en la historia de la humanidad y que condu-
ce a un fin último que únicamente la libertad pue-
de cumplir (KUK. págs. 244 y siguientes). Usted
61
se expresa entonces. no según la regla de la presen-
tación directa propia de las proposiciones cogniti-
vas, sino según la presentación analógica Ubre a
las que corresponden las proposiciones dialécti-
cas en general. Puede usted entonces apelar a cier-
tos fenómenos dados en la intuición: sin embargo
ellos no pueden tener en su argumentación valor
de ejemplos o de esquemas. sino que tendrán va-
lor de símbolos. de ideales y de otros signos seme-
jantes. Al juntarlos. usted no obtiene una ley de
desarrollo mecánico y ni siquiera orgánico sino
que obtiene solamente un hilo conductor. Como
lo explica la Cri.ttca del Juido, el hilo conductor.
que es reflexivo, no quita nada de la subsunción
de las intuiciones bajo los conceptos. es decir, no
quita nada de la regla de la proposición cognitiva.
Son dos familias de proposiciones heterogéneas y
compatibles. El mismo referente, un determinado
fenómeno tomado en el campo de la historia hu-
mana. podrá servir como ejemplo para presentar
el objeto del discurso de la desesperación, pero (co-
mo fragmento del hilo conductor) podrá servir pa-
ra presentar analíticamente el objeto del discurso
de la emancipación. Y con ese hilo conductor us-
ted podrá hacer una política analógicamente repu-
blicana y ser un político moral (Projet, págs. 18-
21).
La otra expresión, signo de historia. introdu-
ce un grado más en la complejidad de los "pasos"
que hay que hacer para expresar lo historicopoli-
tlco. La cuestión planteada (en el conflicto con la
facultad de derecho, lo recuerdo) es la de si se pue-
62
de aftnnar que el género humano está en progreso
continuo hacia un estado mejor y. en caso afirma-
tivo, cómo puede ocurrir ello. Esta cuestión es tam-
bién para nosotros la que no se planteó (sino que
solamente se resoMó) en la Idea de 1784: la cues-
tión de si existen "disposiciones naturales del gé-
nero humano que tienen afinidad con el uso de la
razón". Esas disposiciones han de presentarse. no
por la parte de un sujeto trascendental del conoci-
miento o de la moralidad, sino en esa entidad zoo-
lógica que es la especie humana.
La primera dificultad reside en el hecho de
que se trata de una proposición que tiene por refe-
rente una parte de la historia humana que toda-
vía no ha llegado, esto es, una proposición de Vor-
hersagung. de anticipación, de pronóstico. Kant la
distingue inmediatamente de la proposición del
Weissager (el que predice el futuro) recordando que
(de conformidad ron las reglas de las proposi-
ciones cognitivas) no puede haber presentación
directa del objeto de esta proposición, puesto que
ella se refiere al futuro (por más que. lo cual no ha
de excluirse en Kant. éste crea poseer los medios,
el poder, de obligar a los hechos ulteriores a con-
firmar sus vaticinios).
En cuanto a la demostración exigida. será ne-
cesario cambiar de familia de proposiciones. Será
necesario buscar en la experiencia de la humani-
dad. no un dato intuitivo (un Gegebenes), que nun-
ca puede validar la proposición que lo describe
sin más, sino lo que Kant llama una Begebenheit.

63
un acontecimiento, un "hecho de darse" que sería
también un hecho de liberarse, algo que se "da".6
Esta Begebenheit no haría más que indicar (hin-
weisen), y no probar (bewetsen}, que la humarúdad
es capaz de ser la causa (Ursache) y la autora (Urhe-
berj de su progreso. Más precisamente. ex.plica
Kant. es necesario que esta Begebenheit que se da
en la historia humana indique una causa cuyo
efecto permanezca indeterminado (unbestimmt)
respecto del tiempo (tnAnsehwlg der Zett): se reco-
noce la cláusula de independencia de la causali-
dad por la libertad en relación con las serles dia-
crónicas del mundo mecánico. Esta causalidad
puede intervenir en cualquier momento (trgend-
wann. repite el manuscrito de Cracovia). Pues a
ese precio se podría extender entonces la posibili-
dad de intervención de esta causa tanto al pasado
como al futuro (Conjlit. págs. 169ysigu1entes).
Y eso no es todo: la Begebenheit no debe ser
ella misma la causa del progreso sino que es tan
sólo la indicación (hindeutend) del progreso. un
Geschichtsutchen. Kant precisa inmediatamente
lo que entiende por signo de historia: "signwn
rememorativum, demostrativum. progrwsti.cum".

6 El "Fragmento de Cracovia" (Krakauer Fragment


zum "Strett der FakultAten") (¿1797?) Jo llama Ereígnts. Véa-
se lmmanuel Kant. Polttísche Schrlften, compilados por Otto
He1ru1ch von der Gablentz. Colonia y Opladen, Westdeuts-
cher Verlag. 1965, pág. 172. La primera edición del manuscri-
to ha sido surnJnlstrada por Klaus Weyand en Kanlstudien 51
(1959-1960), 1. Está en marcha una traducción francesa.

64
La Begebenheit indagada habrá de "presentar" la
causalidad por la libertad según las tres direccio-
nes temporales: el pasado, el presente, el futuro.
¿Qué es este enigmático. si no ya contradictorio,
"hecho de darse"? Cabría esperar que lo que se da
sea un hecho elevado que atestigüe el poder de la
causalidad libre. Pero el hecho elevado no es más
que algo dado. Verdad es que acepta muchas lectu-
ras (la proposición descriptiva, la proposición
dialéctica), como ya vimos antes al hablar de la
Idea. pero de esta manera no es más que un objeto
equívoco que puede ser comprendido indiferente-
mente por una o la otra proposición. Aquí la exi-
gencia del juez crítico va más allá de la simple
conciliación y llega hasta el punto de parecer pa-
radójico. Ahora no le basta con dar por termina-
da la vista de la causa del abogado del determinis-
mo y del abogado de la libertad gracias a un arre-
glo que los satisfaga a los dos, sino que los obliga
ejercer juntos y positivamente un condominio so-
bre el acontecimiento indagado. Dato. si no de la
experiencia, por lo menos en la experiencia, "da-
da", la Begebenheit debe ser la indicación que.
como tal, pruebe (según se verá) la idea de causali-
dad libre. Con ella debe uno acercarse mucho al
abismo que hay que franquear entre el mecanis-
mo y la libertad o la finalidad, entre el dominio
del mundo sensible y el campo de lo suprasenst-
ble: y uno debe poder franquearlo sin suprimirlo,
fijando su condición inconsistente, indetermina-
da tal vez, pero explicativa y hasta probatoria de
lo histortcopolítlco. A ese precio se puede demos-
65
trar que la disposición natural de la humanidad
para utilizar la razón especulativa puede. en efec-
to. realizarse y que es posible anticipar sin temor
de error un progreso continuo hacia un estado me-
jor en la historia de la humanidad.
Kant toma entonces lo que podría parecer un
rodeo inesperado para presentar la citada Begeben-
heit. pero ese rodeo permitirá también discernir
minuciosamente el objeto "como si" que es lo his-
tortcopolitico y determinar fielmente su compleji-
dad. Tenemos, dice Kant, un acontecimiento que
satisface los datos del problema: no es en modo al-
guno un hecho elevado, no son las revoluciones.
''es sencillamente la manera de pensar (Denkung-
sart) de los espectadores (Zuschauerj que se traicio-
na [sich verriit, de la manera en que se traiciona
un secreto] públicamente [óffentUch. es decir. en
un uso público del pensamiento en el sentido en
que el artículo sobre la Aujkliirung, según se verá,
distingue un uso público de la razón] cuando se tra-
ta de [traduzco así bel que no tiene el sentido de en]
ese juego de grandes vuelcos y conmociones (Un-
wandlunge~ [ese juego, dieses SpeiL ¿cuál? Kant
dará el ejemplo de la revolución francesa, el texto
es de 1795); pues Kant se expresa aquí en favor de
los que juegan una partida contra otros y de una
toma de posición, una participación (eine Teüne-
hmungJ tan universal y sin embargo tan desprovis-
ta de interés personal - aun cuando esta toma de
posición pueda ser muy perjudicial para los espec-
tadores- , que revela (Beweist. prueba, demuestra).
por lo menos como disposición (Anlage). un carác-
66
ter común a todo el género humano (a causa de su
universalidad) y un carácter moral (moralisch) (a
causa de su desinterés). y ese carácter no sólo per-
mite esperar un progreso hacia lo mejor sino que
es ya [ese progreso] dentro de los limites que el pre-
sente fija a la capacidad en progreso" (ibid.. pá~.
170 y siguientes). Kant agrega que la reciente revo-
lución de un pueblo geistretch. rtco en espíritu,
puede fracasar u obtener éxito. acumular miseria
y atrocidades; esa revolución así y todo asume en
el corazón [in den Gemütem. en los ánimos. en los
espíritus. en el sentido en que se dice "cahnar los
espíritus") de todos los espectadores (quienes no
están ellos mismos envueltos directamente en es-
te juego), [la revolución francesa), pues. asume
una toma de posidbn [una partlcipactón) según el
deseo (eine Tetlnehmung dem WLUlSche nach) que
raya en el entusiasmo (Enthustasmus) y que. pues-
to que su extertorizadón misma no dejaba de ofre-
cer peligros. no puede pues tener ntnguna otra cau-
sa que una disposición moral en el género huma-
no" (ibíd.. pág. 171).
No comentaré detalladamente un texto don-
de se encuentra muy comprtmido y hasta conden-
sado el pensamiento (quizá todo el pensamiento)
de Kant sobre lo histortcopolitico. Me contentaré
con hacer tres observaciones, una sobre la natura-
leza del entusiasmo. otra sobre su valor como Be-
gebenheit en la expertencia histórtca de la huma-
n1dad y la tercera sobre su relación con lo critico.
Las tres observaciones se harán desde el punto de
vista que domina la el.aboractón del signo de hts-

67
t.oria. esto es, que "el sentido" de la historia (todas
las proposiciones pertinentes al campo hlstorico-
poliUco) no tiene lugar solamente en el escenario
histórico, en los hechos elevados y en las felonías
de los agentes o actores que lo ilustran. sino tam-
bién en el sentimiento de los oscuros y lejanos es-
pectadores (la sala de la historia) que los contem-
plan, los oyen, y que distinguen en medio del rui-
do y el furor de las res ge.stae lo que es justo y lo
que no loes.
Primera observación. El entusiasmo que los
espectadores experimentan es, según Kant, una
modalidad del sentimiento sublime. Sentimiento
sublime, antes que sentlmlento de lo sublime (pe-
ro aquí está toda la cuestión del objeto "como si")
puesto que, si hemos de creer a la tercera Critica.
"hay que llamar sublime no al objeto, sino a la
disposición del espíritu suscitada por cierta repre-
sentación que ocupa la facultad de juzgar reflexi-
va" (KUK. pág. 90). La lmagtnación procura sumi-
nistrar un objeto dado en una totalidad de la intui-
ción, es decir, suministrar una presentación a
una idea de la razón (pues el todo es un objeto de
idea. por ejemplo, la totalidad de los seres racio-
nales prácticos). pero no lo logra. por lo cual expe-
rimenta su impotencia, sólo que al mismo tiempo
descubre su destino (Bestimmung), que es realizar
su acuerdo con las ideas de la razón en virtud de
una presentación conveniente. De esta relación
contrariada resulta que en lugar de experimentar
un sentimiento por el objeto. se experimenta con
motivo de ese objeto un sentlmiento "por la idea

68
de la humanidad que está en nosotros como suje-
tos" (ibíd., pág. 96). En el texto del párrafo 25, el
sentimiento que comenta Kant es el del respeto.
pero el análisis es válido en el caso de todo senti-
miento sublime por cuanto éste entraña una "su-
brepción", la sustitución de un ordenamiento en-
tre un objeto y un sujeto por un ordenamiento
(que es un no ordenamiento) entre facultades de
un sujeto.
Es preciso señalar que esta exigencia de re-
mitir la cuestión del "paso", planteada por la pre-
sentación estética y especiahnente aquella que co-
rresponde a lo sublime en el interior de un sujeto
en la forma reflexiva, no impide que Kant hable
constantemente de lo sublime como de un objeto,
por ejemplo, en esta "descripción": lo sublime es
"un objeto (de la naturaleza) que prepara el espíri-
tu para pensar la imposibilidad de llegar a la natu-
raleza en tanto presentación de las ideas" (ibid.,
pág. 105). Esta vacilación sólo lo sería en una filo-
sofia que decidiera sin apelación entre lo que es
del sujeto y lo que es del objeto. Pero en el caso de
la crítica. el objeto es en general lo que puede ser
presentado en una determinada familia de propo-
siciones con miras a validarla, y cuando se trata
de proposiciones estéticas, ese objeto sólo puede
ser presentado indirectamente, mediante un pro-
cedimiento analógico. que tiene su asiento en el
sujeto. La reflexividad del juicio en este caso (y en
otros) subraya la importancia de la regla (por más
que ésta sea libre) de la presentación conveniente.
Es en este sentido en el que el objeto no constituye
más que la ocasión del vuelco a la regulación.
69
El ordenamiento de lo sublime es un no orde-
namiento. A diferencia del gusto. el ordenamien-
to de lo sublime es bueno cuando es malo. Lo subli-
me entraña la finalidad de una no finalidad y el
placer de un desplacer: "Hallamos cierta finali-
dad en el desplacer experimentado en función de
la extensión de la imaginación que es necesaria
para que ella convenga a lo que es ilimitado en
nuestra facultad de razón. es decir. la idea del to-
do absoluto, por consiguiente la no finalidad (Unz-
weckmiissigkeit, la no afinidad, lo incorunensura-
ble en cuanto al fin] del poder de la imaginación
en el caso de las ideas de la razón y en el del desper-
tar (Erweckung) de éstas... El objeto es captado co-
mo sublime con una alegría que sólo es posible
por la mediación de un dolor" (ibíd.. pág. 98).
La imaginación, aun la más amplia, no llega
a presentar un objeto que pueda validar. "reali-
zar". la idea. De ahí el pesar. la impotencia para
presentar. ¿Cuál es el júbilo que sin embargo se in-
jerta en este pesar? Descubra una afinidad en esa
discordancia: hasta lo que se presenta como muy
grande. la naturaleza (incluso lo que se presenta
en la naturaleza humana y en la historia natural
del hombre como una gran revolución) es todavía
y será siempre "pequeño en comparación" con las
ideas de la razón (ibíd., pág. 94). Lo que aquí se des-
cubre es no sólo el alcance infinito de las ideas.
alcance inconmensurable respecto de toda presen-
tación. sino además el destino del sujeto, "nues-
tro" destino, que consiste en tener que suminis-
trar una presentación para lo impresentable y.
70
por lo tan lo. cuando se trata de las ideas. sobrepa -
sar todo aquello que pueda presentarse.
El entusiasmo. por su parte. es un modo extre-
mo de lo sublime: el intento de presentación no só-
lo fracasa, con lo cual suscita la tensión, sino que
se vuelca. por así decirlo. o se invierte para sumi-
nistrar una presentación supremamente paradóji-
ca que Kant llama "una presentación simplemen-
te negativa'', una especie de "abstracción" y que
Kant caracteriza audazmente como una "presenta-
ción del infinito" (ibíd., pág. 110). Tenemos aquí el
"paso" más inconsistente que pueda darse, un ca-
llejón sin salida como "paso''. Kant hasta se atreve
a dar ejemplos: 'Tal vez no haya un pasaje (Stelle)
más sublime en el Antiguo Testamento que el man-
damiento: No te harás imagen tallada. ninguna re-
presentación de cualquiera de las cosas que están
en lo alto de los cielos, que están abajo en la tierra
y que son más bajas que la tierra ... Sólo este man-
damiento puede explicar el entusiasmo que el pue-
blo judío experimentaba durante su período de flo-
recimiento por su religión cuando se comparaba
con otros pueblos o bien el orgullo que inspira la
religión mahometana".Y Kant prosigue diciendo:
"Lo miSmo cabe decir también de la representa-
ción de la ley moral y de la disposición a la morali-
dad que hay en nosotros" (ibíd.. págs. 11 Oy siguien-
tes). (Este seria el lugar de recordar en qué habrá
de convertirse este entusiasmo suscitado por la
abstracción bajo la pluma del joven Hegel que bos-
quejaba "el espíritu del judaísmo" siete u ocho a-
ños después en Frankfurt: en la marca de la escla-
71
vitud, en la realización de la fealdad, un rasgo de
existencia animal... Sin embargo, todo esto se atri-
buye explícitamente y al rrúsmo tiempo al kantis-
mo.)
En cuanto a esta presentación abstracta, que
nada presenta, lo que se exige de la imaginación
es que ella se haga "ilimitada" (unbegrenzt). (Ten-
driamos aquí un buen punto de partida para una
filosofia del arte abstracto. Si la estética románti-
ca está vinculada con la ftlosofia de lo sublime, el
arte llamado abstracto seria la emanación más ra-
dical de ella y acaso su vía de salida. En las antípo-
das no se asombrarían por el hecho de que Kojeve
tratara de exponer la cuestión como hegeliano en
un pequeño tex:to titulado Pourquoi concret sobre
las primeras abstracciones de Kandinsky).
Falta decir que ese júbilo penoso extremo
que constituye el entusiasmo es un Af{ekt. un afec-
to fuerte y que como tal es ciego y no puede, pues.
dice Kant. "merecer satisfacción (ein Wohlgefa-
Uen) de la razón" (ibid., pág. 109). Es hasta una de-
mentia. un Wahnsinn en el cual la imaginación se
"desencadena". Como tal es ciertamente prefertble
a la Schwiirm.ere~ al tumulto de la exaltación, que
es un Wahn.witz. una insanitas, un "desarreglo" de
la imaginación. una "enfermedad profundamente
enraizada en el alma", en tanto que el entusiasmo
es "un accidente pasajero que puede alcanzar al en-
tendirrúento más sano". La Schwéirmerei va acom-
pañada de una ilusión, es ''ver algo más allá de to-
dos los límites de la sensibilidad" ibíd., pág. 111).
Es decir, creer que hay una presentación directa

72
cuando no la hay, la Schwiirrnerei. procede con
operaciones no críticas y es comparable a la ilu-
sión trascendental (conocer algo más allá de to-
dos los limites del conocimiento). El entusiasmo
en cambio no ve nada o. mejor dicho. ve la nada y
la relaciona con lo impresentable. Aunque conde-
nable éticamente por ser patológico. "el entusias-
mo es estéticamente sublime puesto que constitu-
ye una tensión de fuerzas por las ideas las cuales
dan al alma un impulso que obra de manera mu-
cho más vigorosa y perdurable que el impulso de
las representaciones sensibles" (ibíd., pág. 109).
El entusiasmo historicopolitico está pues al
borde de la demencia. es un acceso patológico y. co-
mo tal. no tiene en sí mismo validez ética puesto
que la ética exige la liberación de todo patlws moti-
vador; la ética sólo permite ese patlws apático que
acompaña a la obligación y que es el respeto, si no
se trata ya de la Ajfektlosi.gkeit demasiado subli-
me. de la cual se ocupa Kant inmediatamente en el
estudio de lo sublJme (ibíd.). Sin embargo. el pat-
hos entusiasta en su desencadenarse episódico
conserva una validez estética, es un signo energéti-
co, un tensor del Wwisch. Lo infinito de la idea
atrae así todas las otras facultades y produce un
Affekt "del tipo vigoroso" (ibíd.), caracteristico de
lo sublime. Como se ve, el "paso" no se produce, es
un "paso" en el cual su movimiento es una especie
de agitación en el mismo lugar, en el callejón sin
salida de lo inconmensurable. por eneima del
abismo, una "conmoción", dice Kant, "es decir, la
rápida sucesión de la repulsión y de la atracción
73
por un mismo objeto" (ibí.d., pág. 97). Ese es el esta-
do del Gemüt de los espectadores de la revolución
francesa.
Segunda observación. Ese entusiasmo es la
Begebenheit indagada en la expertencia histórtca
de la humanidad para poder validar la proposi-
ción: "La humanidad progresa continuamente ha-
cia un estado mejor." Las grandes mutaciones.
como la revolución francesa. no son en principio
sublimes por sí mismas·. Como objeto. son seme-
jantes a esos espectáculos de la naturaleza (fisica)
con motivo de los cuales el espectador experimen-
ta lo sublime: "La naturaleza suscita mejor las
ideas de lo sublime con tal de que mani.6.esten
grandeza y fuerza, en su caos y desorden, en sus de-
vastaciones más violentas y más desarregladas"
(ibíd. pág. 86). Lo que mejor determina lo sublime
es lo indeterminado. lo informe, la Formlosígkeit
(ibíd pág. 87). "Lo sublime de la naturaleza ... puede
ser como algo informe y sin figura" (ibí.d.. pág.
115); "ninguna forma particular de la naturaleza
está representada en lo sublime" (ibid.. pág. 86).
Así debe ocurrir en laRevoluciónFrancesay en to-
das las grandes conmociones histórtcas: son lo in-
forme y lo que no tiene figura en la naturaleza hu-
mana histórica. Eticamente. nada tiene que pueda
validarse, sino que por el contrario caen al golpe
del juicio crítico, según vimos. pues resultan de u-
na confusión (que es la ilusión política misma) en-
tre la presentación directa del fenómeno del gemei-
nes Wesen y la presentación analógica de la idea
de contrato republicano.
74
Como acontecimiento dado en la naturaleza
histórica de la humanidad, la revolución france-
sa pertenece a ese residuo de datos. a ese resto de
singularidades y de existencias que está a la espe-
ra de enunciaciones una vez que la proposición
cognitiva se hizo cargo (en la forma de presenta-
ción de ejemplos) de lo que le corresponde en las
intuiciones que ella puede subsumir bajo regulari-
dades. Ese resto espera la proposición teleológtca
y sin embargo su falta de forma parece destinarla
al fracaso absoluto. Pero en el entusiasmo que es-
te fenómeno "informe" suscita en el Gemüt de los
espectadores, ese fracaso de toda finalización posi-
ble tiene él mismo un fin. La demencia del entu-
siasmo en el caso de la revolución francesa y en
favor del partido revolucionario atestigua la ex-
trema tensión que experimenta la humanidad
espectadora entre la "nulidad" de lo que le es pre-
sentado y las ideas de la razón, aquí la idea de
república a la que va unida la idea de autononúa
del pueblo y la idea de paz entre los estados (Con-
jltt;. págs. 171 y siguientes). Lo que se manifiesta
en esta Begebenheit es. pues, una tensión de la
Denkungsart con motivo de un objeto que es un de-
sorden casi puro, que no tiene figura y que es sin
embargo muy grande en la naturaleza histórica.
que es una especie de ente abstracto rebelde a toda
función o presentación, aun analógica. Pero, a
causa de esas propiedades negativas del objeto qué
le sirve de ocasión, esta tensión demuestra de ma-
nera indudable, por la forma misma que imprime
al sentimiento, que está polarizada "aufs Idealis-
15
che (hada algo ideal) rmd zwar rein Moralis-
che", esto es, algo puramente moral, a lo cual, agre-
ga Kant, es semejante el concepto de derecho (ibíd.,
pág. 172).
Compréndese entonces por qué la Begeben-
heit que debe ser signo de historia sólo puede ha-
llarse en la parte de la sala desde la cual se con-
templa el espectáculo ue las conmociones. En el es-
cenario, entre los mismos actores. los intereses,
las pasiones ord.1nartas, todo el pathos de la causa-
lidad empírica (psíquica, sociológica) son insepa-
rables del interés de la razón moral pura y de la
atracción del derecho republicano. En cambio los
espectadores, colocados en otras escenas naciona-
les que forman la sala del espectáculo y en las que
en general reina el absolutismo. no pueden ser
objeto de la sospecha de tener un interés empírico
en manifestar públicamente (offentUch) sus sim-
patías, pues basta corren el riesgo de sufrir la re-
presión por parte de sus gobiernos. Esto mismo
garantiza el valor, por lo menos estético. de su sen-
timiento. Del entusiasmo de los espectadores hay
que decir que es un análogo estético de un feivor
republicano puro, así como lo sublime es un sím-
bolo del bien
A esto se agrega un segundo argumento en fa-
vor de la sala. Bien pudiera ser que la acción de
los revolucionarios apuntara no sólo a la consti-
tución política de Francia bajo la autortdad del
único soberano legítimo que es el pueblo. sino que
hasta apuntara a la federación de los estados en
un proyecto de paz que incumbiría entonces a to-
76
da la humanidad. &to no impide que la acción de
los revolucionarios quede localizada en el escena-
rio francés y que, como dice Kant. los espectado-
res extranjeros la miren "sin la menor perspecti-
va de tomar parte activamente en ella (ohne die
mlndeste Absicht der Mitwirkung)" (ibíd). (Como
se sabe, esta reserva será de tal condición que la
idea de la soberanía de los pueblos y de su federa-
ción pacífica deberá realizarse y malograrse por
el medio de la guerra.) La Teilnehmung según el de-
seo no es una participación en acto. Pero esto es
mejor así. pues el sentimiento sublime está de he-
cho difundido en todas las escenas de todas las sa-
las nacionales y es inmediatamente universal,
por lo menos en potencia. No es universal como
puede serlo una proposición cognitiva bien funda-
da y validada; un juicio de conocimiento tiene sus
reglas de determinación "antes que él". en tanto
que la proposición sublime juzga sin reglas. Pero
lo mismo que la proposición del gusto (el senti-
miento de lo bello). aquélla tiene así y todo un a
priori que no es una regla ya universalmente reco-
nocida sino que es una regla de espera. de expecta-
ción, de "promesa" de su universalidad. A esta uni-
versalidad en suspenso es a la que apela inmedia-
tamente el juicio estético. Si debe ser legítima, esa
apelación requiere el principio de un sensus com-
munís, es decir. como dice Kant, "La idea de un ge-
meinschq/Uichen Sinn. de un sentido comunita-
rio" (KUK. pág. 127). Kant precisa: "Al pensar (a
priori), la facultad de juzgar en su reflexión [estéti-
ca] tiene en cuenta el modo de representación de
77
todo otro hombre" (tbid.) Ese sentido comunitario
o de comunidad no garantiza que "cada cual dé su
asentimiento (überetnstimmen) a ml juicio sino
que cada cual debe darle su consentimiento (zu-
sammenstimmen) (ibid. pág. 79). Trátase simple-
mente de ''una norma ideal". una "norma indeter-
minada" (ibid., págs. 79 y siguientes). Si el entu-
siasmo de los espectadores es una Begebenheit pro-
batorta de la proposición según la cual la humani-
dad progresa hacia un estado mejor, ello signtflca
que, como sentlmiento estéticamente puro, el en-
tusiasmo requiere un sentido comunitario, o co-
mún, apela a un "consenso" que no es más que
sensus indeterminado pero sensus de derecho; es
una anticipación inmediata y singular de una re-
pública sentimental.
Tercera observación. Este consenso a que
apela el sentimiento sublime (como en el caso del
gusto, pero con una diferencia que luego habre-
mos de considerar) nos coloca en medio mismo
del archipiélago. La indeterminación de esta UI).1-
versalldad presenta a prtort en el Juicio estético
es el rasgo gracias al cual se resuelve la antinomia
del gusto en la dialéctica del Juicio estético (ibid.,
págs. 162 y siguientes). Ese juicio no debe fundarse
en conceptos pues de otra manera podría caerse en
disputa. observa la tesis; debe fundarse en concep-
tos pues de otra manera ni siquiera se podría dis-
cutir si el Juicio puede pretender a la universali-
dad, replica la antítesis. Esta antinomia se resuel-
ve por la introducción de la noción de un concepto
"indeterminado en sí mismo y al propio tiempo in-
78
determinable" (ibid.. pág. 164). La proposición de
conocimiento exige la presentación de una intui-
ción correspondJente: el concepto está entonces
determina~o por medio de la presentación que le
conviene y que es el esquema. En cambio. la pro-
posición del juicio estético "no puede estar deter-
minada por ninguna intuición", ''no hace conocer
nada", "en consecuencia no permite presentar nb1-
guna prueba para el juicio del gusto" (ibid.). En la
proposición estética hay una apariencia (un
Sch.einJ trascendental como la hay en la proposi-
ción especulativa y hay una ilusión correspon-
diente que no puede evitarse, pero que no es inso-
luble (ibid., pág.s. 163 y siguiente; pág. 165). En el
uso teórico, la ilusión consiste en extender la vali-
dez de lo cognitivo más allá de la determinación
de la proposición por obra de una presentación de
intuición. En el uso estético, el juez crítico decla-
ra: la proposición estética es por excelencia la pro-
posición de la facultad de presentación, sólo que
no tiene concepto bajo el cual pueda subsumir su
intuición sensible o imaginativa y. por lo tanto.
no puede determinar un dominio y determina so-
lamente un campo. Y aun este campo es determi-
nado. por así decJrlo. reflexivamente en un segun-
do grado: no por la conmensurabilidad de una pre-
sentación y un concepto sino por la afinidad, inde-
terminada, de la capacidad de presentar y de la ca-
pacidad de concebJr. Y esta afinidad incluye en
ella, en el caso de lo sublime, la "inafinidad" de
las dos capacidades; podría decirse entonces que
es de tercer grado. Pero esta afinidad es una idea y
79
su objeto no es directamente presentable. Síguese
de ello que la universalidad a la que apelan lo be-
llo y lo sublime es solamente una idea de la comu-
nidad, para la cual nunca se hallará una prueba,
es decir, una presentación directa; aquí sólo ca-
ben presentaciones indirectas.
Esto nada quita al derecho que tiene la pro-
posición cognitiva sobre los mismos objetos que
tiene la proposición estética. En la antinomia del
gusto, se trata, como en la solución de las antino-
mias d1ná.micas de la primera Crttica. de consti-
tuir la tesis y la antítesis entre paréntesis. Kant
dice en la tercera Crítica: "En la resolución de una
antinomia lo que importa es sólo que dos proposi-
ciones que se contradicen en apariencia no se con-
tradigan en realidad y puedan mantenerse la una
junto a la otra, aun cuando la explicación de la po-
sibilidad de su concepto sobrepasa nuestra facul-
tad de conocer" (íbid., pág. 165).
Lo que especialmente se tiene en cuenta en la
solución paratétlca de una antinomia son tam-
bién los destinatarios y los remitentes [destinado-
res] de las proposiciones heterogéneas en conllic-
to. Su situación está en principio ordenada. es de-
cir, está sujeta a determinación según la manera
en que el referente es presentado por la proposi-
ción. Esto es por lo menos lo establecido en la
Analítica de la primera Crítica. Pero en ciertos ca-
sos (en primer término el de la proposición ética)
solamente está ordenada la situación del destina-
tario (y en virtud de eso mismo la situación del re-
ferente puesto que una de las propiedades de esta
80
proposición es la de que el desttnatarto deba ha-
cer existir el referente. la acción prescrita por el
imperativo), en tanto que el remitente de la ley
moral permanece indeterminable. Diferente es
también el caso de la proposición estética, ya que
lo que ordena la situación del remitente y del des-
tinatario es el hecho de que no está bajo la regla
de la experiencia o de la objetivación puesto que
no hay aquí presentación determinable del refe-
rente u objeto. Sin embargo. esta regla del no orde-
namiento no deja de apelar a un acuerdo posible y
necesario (ejemplarmente) entre el remitente de
la evaluación estética y su destinatario en oca-
sión de un referente: éste es directamente presenta-
ble sólo como fenómeno por conocer. Hay pues en-
tre ellos un lazo de "comunicabilidad" (ibíd.. pág.
129) que no está sometido a la regla de presenta-
ción válida en el caso de la proposición cognitiva.
Esta comunicabilidad del sentimiento, nacido de
las formas en las cuales se da el objeto. es exigida
"por así decirlo como un deber". y el gusto es el mo-
do de la facultad reflexiva que lo juzga a priori
(ibíd.). El sensus communis es pues en la estética
como la totalidad de los seres racionales prácti-
cos en la ética si se los compara juntos con la co-
munidad cognitiva. Ese sensus funda una apela-
ción a la comunidad que se realiza a priori y que
tiene lugar sin determinación, sin ningún concep-
to que subsuma una presentación directa. Sin em-
bargo la comunidad ética está posibilitada por un
concepto de la razón, la idea de libertad. en tanto
que la comunidad estética de los remitentes y de
81
los destlnatartos de la proposición sobre lo bello
está inmediatamente inscrita como exigencia en
el sentimiento que ha de compartirse a priori.
Si ahora quiere uno describir ese consenso
así "prescrito", es decir, tomándolo con referencia
a una frase cognitiva, cae en la antinomia pues se
ve uno obligado por las reglas del conocimiento a
formular dicho consenso de manera contraria a
su condición por el hecho de que todo objeto pre-
sentado en una proposicion cognitiva con miras a
validarla debe serlo por medio de un esquema que
lo haga determinable por concepto, mientras que
la comunidad de los remitentes y de los destinata-
rios exigida en el sentimiento estético no es un ob-
jeto directamente presentable. Dicha comunidad
es "solamente" el objeto de una idea que se sefiala
en este caso "solamente" por el sentimiento. El ca-
so del sentimiento sublime es también diferente
en lo que se refiere a la condición de la comuni-
dad. Esta ya no es presentable directamente sino
en el gusto. Pero a diferencia de este último, la co-
municabilidad que exige el sentimiento sublime
no requiere una comunidad de sensibilidad o de
imaginación; requiere una comunidad de razón
práctica, de éUca. Habrá que hacer entender aquí
al destinatarto que la enormidad de las magnitu-
des y de las fuerzas de la naturaleza no son nada
comparadas con nuestro destino moral. la liber-
tad. Y será necesario que el destinatario, si ha de
entender el argumento, haya cultivado en sí mis-
mo esta idea de la libertad; esa es la razón por la
cual la sensibilidad de lo sublime, por estética

82
que sea, puede servir de indicio de un progreso de
la humarúdad en la cultura ética, es decir. "hacia
algo mejor".
El entusiasmo como ''Begebenheit de nuestro
tiempo" se expresa, pues, según la regla de la estéti-
ca aparentemente antinómica y simplemente pa-
ratética. Y la más paratétlca de las estéticas es la
de lo sublime más extremado. En primer lugar
porque lo sublime es no sólo un placer sin interés
y un universal sin concepto, como el gusto. sino
además porque entrafia una finalidad de la antifl-
nalidad y un placer del pesar por oposición al sen-
timiento de lo bello cuya finalidad es sin fin y cu -
yo placer se debe al libre acuerdo de las facultades
entre sí. Con lo sublime, Kant avanza muy lejos
en la paratética. de suerte que la solución de la an-
tinomia estética parece mucho más dificil en el ca-
so de lo sublime que en el de lo bello.
Y con tanta mayor razón cuando se trata del
entusiasmo. que se sitúa en los extremos de lo su-
blime. Kant reconoce, en efecto, que "la disposi-
ción del espíritu supuesta por el sentJmtento de lo
sublime exige eine EmpfóngUchkeit a las ideas
[que el espíritu sea susceptible en cuanto a las
ideas. sensible a las ideas) "(ibíd., pág. 102). Y más
adelante dice: "El juicio sobre lo sublime de natu-
raleza [también de naturaleza humana] tiene nece-
sidad de una cierta cultura" (ibíd.. pág. 103). lo
cual no quiere decir que sea producido por la cul-
tura, pues "tiene su fundamento en la naturaleza
humana". En este párrafo, Kant ya no dice nada
más sobre el tema. Pero esta alusión a la cultura
83
se esclarece en el párrafo de la critica del Juicio te-
leológico referente al fin último de la naturaleza.
Allí Kant refuta. lo mismo que en muchos de los
opúsculos políticos. la tesis de que ese fin pueda
ser la felicidad del género humano y demuestra
que tal fin no puede ser otro que su cultura. ''Produ-
cir en un ser racional la aptitud general para los fi-
nes que le complazcan (por consiguiente en su li-
bertad) es la cultura" (ibí.d.. pág. 241). la cultura es
el fin último que persigue la naturaleza en la espe-
cie humana (como parte de la naturaleza. una par-
te eminente de la "vasta escena donde obra la sabi-
duría suprema") (Idée, pág. 44). porque la cultura es
lo que hace a los hombres más "susceptibles a las
ideas", ella es la condición que abre el pensamien-
to a los incondicionados.
Kant distingue en el mismo párrafo la cultu-
ra de la habilidad y la cultura de la voluntad y en
la primera distingue la cultura material y la cultu-
ra formal de la habilidad. Ahora bien, el desa-
rrollo formal de la cultura de la habilidad ex:tge la
neutralización de los conflictos entre las liber-
tades. en la escala de los individuos gracias a "una
fuena legal en un todo que se llama bi1rgerUche Ge-
sellshaft. sociedad civil"; y st los hombres llegan
a sobrepasar el plano de la providencia natural. el
desarrollo de la cultura de habilidad exige la
misma neutralización. sólo que esta vez en la esca-
la de los estados gracias a "un todo cosmopolitlco.
etn weltbi1rgerUches Ganzes" que sería una fede-
ración de los estados (KVK. pág. 242). De esta ma-
nera. el entusiasmo que se traiciona públicamen-
84
te en ocasión de la revolución francesa (en pI1mer
lugar porque es un sentlmlento sublime extremo.
luego porque ese sentlmiento exige ya una cultura
formal de la habilidad y por fin porque ésta a su
vez tiene por horizonte la paz civil y tal vez inter-
nacional), ese entusiasmo por sí mismo "no sólo
permite esperar el progreso sino que lo es. dentro
de los limites que el presente fija a la capacidad
en progreso" (Conjlit. pág. 171).
No es pues cualquier proposición estética
sino que es la de lo sublime extremo la que puede
revelar (bewetsen) que la humanidad está en cons-
tante progreso hacia un estado mejor. Lo bello
no basta. pues es solamente un símbolo del bien.
Pero porque es la paradoja sentimental (la
paradoja de experimentar públicamente y de de-
recho. que algo que no tiene forma hace alusión
aun más allá de la experiencia), lo sublime consti-
tuye una presentación "como si" de la idea de so-
ciedad civil y hasta cosmopoliUca. es decir, de la
idea de moralidad en la experiencia cuando en
realidad ésta no puede ser presentada. Lo subli-
me es pues un signo. Ese signo es tan solo un indi-
cador de una causalidad libre que sin embargo
tiene valor de "prueba" para la proposición que
afirma el progreso. puesto que es menester que
la humanidad espectadora haya progresado ya
en la cultura para poder hacer ese signo. es decir,
por su "manera de concebir" la revolución. Ese
signo es el progreso en su estado presente, en tanto
que las sociedades civiles no están próximas
(aún falta para ello) al régimen republicano ni
85
los estados están próximos a su federación mun-
dial.
Si el pensamiento kantiano puede discernir
ese signo, ello signiftca que ese pensamiento mis-
mo es no sólo una lectura sino además un compo-
nente del stgno. La facultad de juzgar que se mani-
fiesta en el pensamiento crítico del Conjlit. aun
cuando ella no sea de la misma familia de proposi-
ciones que el sentimiento popular que discierne
la idea de libertad en el dato histórico "revolución
francesa", se hace sin embargo posible por obra
del mismo progreso del sentimiento popular en la
moralidad. El signo de que se trata no es más que
indicativo cuando se lo evalúa con la vara de la re-
gla de presentación de las proposiciones del cono-
cimiento histórico. es una simple Begebenhei.t en-
tre las Gegebenheiten que son los datos históricos
intuibles. Pero dentro de la familia de las ajenas
proposiciones de juicio, ese mismo signo es una
prueba de la proposición kantiana que juzga que
hay progreso. puesto que él mismo es esa proposi-
ción (popular), no "dicha" ciertamente. pero públi-
camente expresada como sentimiento compartido
en principio y con motivo de un hecho dado "abs-
tracto". El "Hay progreso" de Kant no hace sino re-
flejar el "Hay progreso" de los pueblos, progreso ne-
cesariamente implícito en el entusiasmo de los
pueblos.
Y así Kant puede proseguir con cierta solem-
nidad: "Sostengo ahora que se puede pronosticar
(vorhersagenJ sin espíritu visionario, para la espe-
cie humana, según los aspectos y los signos precur-
86
sores (Vorzetchen) de nuestro tiempo. el logro
(Errek:hung) de este fin y con él al mismo tiempo
el progreso de esa hwnanidad hacia lo mejor. pro-
greso que a partir de ese punto ya no puede ser ente-
ramente reversible. Pues [agrega Kant) semejante
fenómeno en la historia de los hombres ya no se
olvida más (vergtsst stch ntcht meM" (ibíd.. pág.
173). Ningím político (el político de la política. el
que Kant llama el "moralista político") habría si-
do "lo bastante sutil para extraer del curso ante-
rior de las cosas" esa capacidad para lo mejor en
la naturaleza humana descubierta por el entusias-
mo. Y Kant agrega que "para prometerla (uerheis-
sen) eran necesarias la naturaleza y la libertad
reurúdas en el género humano de conformidad
con los principios internos del derecho. pero de
una manera no determinada en aquello que co-
rresponde al tiempo y solamente como una Bege-
ben.hei.t procedente del azar" ( ibi.d.). La intempora-
lidad y lo fortuito vienen a recordar el carácter ne-
cesariamente. determinantemen te, indetermina-
do del "paso" entre la naturaleza Oa revolución
francesa y el aspecto patológico del sentlmlento
que ella suscita) y la libertad Oa tensión hacia la
idea moral del bien absoluto que es el otro aspecto
del mismo sentimiento). 'Hay progreso". el juez
critico puede legitimar esta proposición cada vez
que puede presentar un signo que sirva de referen-
te a esa afirmación. Pero no puede decir cuándo se
presentarán esos objetos pues las secuencias histó-
ricas que forman serie sólo dan al historiador da-
tos (en el mejor de los casos estadísticamente regu-
87
lares). pero nunca le dan signos. Lo historicopoli-
tlco sólo se presenta a la aserción por casos y és-
tos operan no como ejemplos y menos aun como
esquemas sino como complejas hipotiposis no
que Adorno designaba con el nombre de Modelle).
que cuanto más complejas son tanto más seguras.
El entusiasmo popular frente a la revolución fran-
cesa es un caso que valida muy bien la proposi-
ción historicopolitica y que, por lo tanto. permite
una hipotiposis muy segura y esto por una razón
simple: él mismo es una hipotiposis muy inverosí-
mil (reconocer la idea de la república en un dato
empírico "informe"). En cuanto a la ftlosofia de la
historia, de la cual ni siquiera podrá hablarse en
un pensamiento critico, es una ilusión nacida de
la apariencia de que los signos son ejemplos o es-
quemas.

88
IV

DOS METODOS Y UNA

MANERA PARA EXPRESAR

LO IUSTORICOPOLITICO
El "filosofar" según Kant que es un "criti-
car", es decir, un juzgar, es un análogo del "politi-
quear''. la política no se aprende. así como no se
aprende la filosofia por cuanto no es más que una
prudencia pragmática, la del "moralista político",
para quien las ideas son sólo medios y la moral es
una técnica. El político según Kant. el ideal del
hombre político es el "político moral" (Projet.. pág.
59). Este no debe juzgar menos que el "moralista
político", sólo que este último cree poseer un crite-
rio para evaluar la proposición "correcta" según
el caso, y ese criterio es el bienestar o las ventajas
para el tndivtduo. el pueblo o el estado. pues esto
último poco im_Q<>rta. El otro no tiene criterio, si-
no que se guía por la idea del bien soberano que es
la libertad como principio de legislación; y debe
decidir si (en el caso de una determinada proposi-
ción descriptiva, es decir, una determinada máxi-
ma de la voluntad política) se puede presentar, no
directamente, la ventaja que resulta técnicamen-
te, pragmáticamente de su decisión, sino indirec-
tamente, por medio del "como si se tratara de una
ley de la naturaleza" para establecer su compatibi-
lidad con el ideal de una comunidad republicana.

91
El "político moral" está pues envuelto en la guerra
de los intereses, así como el filósofo critico lo está
en la guerra de las escuelas. En el Anuncio de la
próxima conclusión de un tratado de paz perpetuo
en .fik>sojia. publicado un afio después del Proyec-
to de paz perpetua. en 1796, anuncio por el cual
Kant se propone poner fin a la polémica con
Schlosser, no sólo se presenta el campo filosófico
como un Kampfplatz sino lo que sólo parecía ser
un relato analógico en el primer prefacio de la pn-
mera Crtti.ca está ahora legitlrnado como una pre-
sentación indirecta por cierto. simbólica. de la
condición polémica de la filosofia precritica. Dice
Kant que hay un Hang, una proclividad a razonar
metódicamente. esto es, a filosofar, un Hang a
confrontar las proposiciones filosóficas, "dispu-
tar" y a "querellarse". un Hang a agruparse en es-
cuelas para '11brar una guerra abierta", y ese Hang
es mucho más que una simple inclinación. es bas-
ta un Drang. un impulso a batirse en proposicio-
nes (yo d1ria un impulso de las proposiciones a en-
frentarse).! Esta disposición belicosa recibe lá
misma legitimación indirecta en virtud del "como
si" de una naturaleza llena de sabiduria que la legi-
timación que Kant propone para el estado de gue-
rra entre las naciones: la paz que en un caso los
hombres agrupados en estados y en el otro caso

1 AnnalCe de la proche conclusm d'rm tra~ de patx


perpétuelle en phllosophle (1796), en adelante designado co-
mo Annonoe. traducctón francesa de GullJermtt, Parls, Vrln.
1975, pág. 114.

92
los filósofos reunidos en escuelas no logran Insti-
tuir libremente, siendo así que la paz es sin em-
bargo la condición del desarrollo de la libre razón
en nosotros; ocurre "como si" la naturaleza los o-
bligara "despóticamente" (Projet. pág. 40), a enca-
rarse por los medios de la guerra y del intercam-
bio, medios materiales en un caso e intelectuales
en el otro.
Cuando Kant "anuncia" la institución de la
paz filosófica, no se propone sumir el pensamien-
to en el "sueño de la muerte" (Annonce, pág. 117).
sino que se refiere a la Institución del tribunal crí-
tico ante el cual (según leímos en el comienzo de
la primera Critica) las proposiciones se presentan
no ya armadas de pies a cabeza con su validez y
con el nombre de escuelas. sino ofrecidas al exa-
men crítico que las legitima según la forma que
corresponda a la regla de la familia a la que perte-
nece cada una y según el modo de presentación
que le convenga. La batalla no ha terminado sino
que continuará siempre porque la potencia de las
ideas es infinita y porque la república como idea
es también infinita. pero el campo ha sido cam-
biado (cultivado). la "guerra" se ha convertido en
un "proceso" (KRV, pág. 514), y ahora es la facultad
de juzgar. y no ya el solo impulso de la naturaleza.
lo que ejerce aquí su poder. Y, como ya sabemos ..
esa facultad juzga no según un criterio determina-
do sino según un ideal. el de una filosofia legisla-
dora de la razón humana. es decir. sensible a los
fines esenciales de esa razón.
Síguese de ello. en primer lugar, que todos

93
los escrttos firmados por Kant deben ser ellos mis-
mos textos políticos en el sentido de la "política
moral". En segundo lugar, resulta que dichos tex-
tos deben (por el hecho de que no pueden suminis-
trar presentaciones directas para la evaluación
de sus propias proposiciones ajustadas a la idea
de fin de la razón humana) corresponder a fami-
lias de proposiciones diferentes o hasta a arreglos
de tales familias diversas divididas en géneros de
discursos, ellos mismos diferentes. Deben pues
constituir un archipiélago de familias de proposi-
ciones y de géneros de discursos análogo al archi-
piélago que constituye el campo histortcopoliti-
co. Y especialmente cuando el filósofo toma ese
campo histortcopolitico como referente o por lo
menos como tema semántico de sus propias propo-
siciones filosóficas. debe poder "elegir", si es lici-
to decirlo así, entre vanas maneras de expresar-
lo. Como los "pasos" destinados a presentar obje-
tos que puedan valer como "realidades" para vali-
dar la proposición filosófica sobre lo histortcopo-
litico son indeterminados, cabe esperar que los
"pasos" a que recurre Kant sean de varias clases.
Debemos pues encontrar una multiplicidad de gé-
neros en los textos kantianos sobre lo histortco-
polltico, multiplicidad exigida por la naturale-¿a
determtnantemente ·indeterminada del juego de
la facultad de juzgar en busca de sus hilos conduc-
tores o de sus signos. Sin duda que la fragmenta-
ción de los textos histortcopoliticos kantianos
conviene a esta exigencia de multiplicidad. Y con-
vendría plantear la cuestión del estilo del pensa-
94
miento kantiano sobre estas cuestiones partiendo
de esa multiplicidad. Presento aquí tres casos.
En la Idée de 1784, el título mismo '1dea para
una historia universal desde un punto de vista cos-
mopolitlco", a saber, la idea de la ciudadanía mun-
dial; este título parece indicar claramente la natu-
raleza de la proposición kantiana. Al anunciar
que pertenece a la familia de las ideas, la proposi-
ción limita su pretensión a la validez: ésta no po-
drá ser sino la que conviene a las proposiciones
argumentativas, según se ha dicho en la dialéctica
de la primera Crítica; concepto simplemente lógi-
co en su uso, sin intuición posibilitada por un es-
quema y. por lo tanto, sin valor de conocl.miento,
pero también sometido en su uso a la regla de la ar-
gumentación contradictoria. Se trata de concate-
nar las proposiciones de entendimiento según la
regla del razonamiento. Se juzga que una proposi-
ción está establecida en esta fa.milla (un predica-
do correctamente atribuido al sujeto de la proposi-
ción), con la única condición de que sea deducida
por la mediación de un universal: basta con que el
caso (Cayo) entre en la condición (hombre) para
que se juzgue legítimamente que Cayo es mortal
(KRV, pág. 267). Además se trata de razonar con mi-
ras a refutar la tests adversa.
En el texto de 1784 este modo antitético resul-
ta más particularmente pertinente por el hecho dé
que se trata de una allgemeine Geschichte, es de-
cir, de un todo de la serie histórica humana y de
una perspectiva (Abstcht) sobre ese todo que lo to-
ma como un mundo, weltbürgerUche. Lo cosmopo-
95
litlco es una parte. excepcionalmente eminente co-
mo se recordará, de lo cosmológico. No se asom-
bra, pues. uno de que el texto de la Idée proceda va-
liéndose de Sdtze. de oraciones con valor lógtco.
de proposiciones concatenadas por operadores ló-
gicos con miras a refutar la antítesis de la morosi-
dad. de la mala gana, del UnwilleTL Tampoco se
asombra uno de que al final de la Idée, Kant pueda
parecer dudar del alcance de su argumentación: "A
decir verdad, es un proyecto extraño y según todas
las apartencias sin pies ni cabeza (Wlgereimt) el
querer confeccionar [abfassen. redactar un escrt-
to] una historia de confonnidad con una idea de la
marcha que el mundo deberla seguir si fuera con-
mensurado (angemesen) con ciertos fines raciona-
les". (Idée, pág. 43.) Ni tampoco se asombra uno de
que Kant se contente con asignarle una validez
que sólo parecerá pequefla. a un lector víctima de
la ilusión política: "Y sin embargo bien pudiera
ser que esta idea se mostrara perfectamente utll1-
zable (wohlbrauchbarj".
El texto que discute públicamente la idea de
una historia universal no puede ser declarado ver-
dadero o falso, sólo puede ser declarado útil o inú-
til. El uso invocado aquí como criterto de validez
debe examinarse como se lo examina en la tercera
sección de la antinomia de la razón pura. donde
las tesis y las antítesis de la antitética son juzga-
das según el interés de la razón. Este se divide en
tres aspectos. práctico. especulativo y popular
(KRV, págs. 360 y siguientes), que corresponden res-
pectivamente al dominio de la ética, al campo de
96
lo teorético (dJaléctico) y al campo de lo político.
Si seguimos las conclusiones expuestas por Kant
en la prtmera CrUtca. aflnnaremos que la tesis de
una ft.nalidad cosmopolitica de la historia untver-
sal presen~ un interés práctico y popular. En
cuanto al interés especulativo, caso en el cual se
concede a la antítesis empírica una ventaja consi-
derable sobre su adversarla dogmática en la pri-
mera Crtttca (con la condición de que el empirls-
mo mismo no caiga en el dogmatismo), parece se-
guro que la Idea para una historia universal. r~o­
ge tgual beneficio puesto que expone claramente
(como lo haría el empirismo) que "nuestras ideas
sólo nos permitan saber, a decir verdad. que no sa-
bemos nadd' (KRV, pág. 362) y que la proposición
dJaléctica no debe confundirse con una proposi-
ción de ciencia. La idea es pues perfectamente
apropiada para despertar el espíritu y mantener-
lo despierto, y de esta manera es perfectamente
útil, en efecto (Idée, pág. 43).
La evaluación de la utilidad de la proposi-
ción de idea esclarece uno de los términos de esta
proposición: su destinatario. Una utilidad posi-
ble presupone alguien que pueda utilizarla. que es
el destinatario. ¿Quién es pues el destinatario de e-
sas proposiciones dialécticas intercambiadas en
la batalla politlcofilosófica? La Respuesta a la pre·
gunta: ¿Qué es la Aujkliirung? circunscribe estre-
chamente el campo de las proposiciones del críti-
co político y. por lo tanto, su efecto presumible en
el destinatario. Esta Respuest.a no es sendllamen-
te un texto fundamentado según la idea sino que
97
es wi texto que al propio tiempo (como ocurre en
Annonce) fija las reglas del conflicto de las ideas
en el campo hJstortcopolitico. nene pues valor de
regulación de procedlm1ento, especialmente to-
cante al destlnatarto (lector) de los opúsculos hJs-
tortcopolíticos de Kant. Puesto que las proposi-
ciones que se refieren a este campo son, por su po-
sible uso, ya ellas mismas proposiciones de den-
tro de ese campo (es decir, hechos historicopolíti-
cos de pensamiento), la cuestión no es tanto la de
saber aquí qué reglas rigen la formación y la legiti-
mación de dichas proposiciones, aun cuando su
aparición en este campo debe estar ella mJsma so-
metida a reglas de procedimiento. El debe designa,
como casi siempre en Kant. un límite de legitlmi-
dad que hay que determinar, aquí el de la apari-
ción de la proposición del político moralista.
Se distingue un uso público (ó.ffentlichl y un
uso privado (Privatgebrru.JCh) de la razón. dos usos
que están colocados opuestamente en la fórmula
canónica atribuida a Federico de Prusia: "Razo-:
nad cuanto queráis y sobre lo que queráis; pero o-
bedeced". 2 Obedecer es el uso "privado" de la razón.
El destinatario de las prescripciones, aquel a
quien ellas obligan, es aquí "una parte de la má-
quina" social, el miembro pasivo de un "mecanis-
mo". El uso de su razón debe limitarse a conside-
rar el interés del Gemeinwesen. del ser común

2 Réponse a la questfon: que'est-ce que l'A4fkliinlng?


En adelante designado como Réponse. en Kant. La philo-
sophle de l'hlstotre. op. cit. pág. 48.

98
(ibíd., pág. 48 y siguientes). Uno no debe discutir
tma orden dada por Wl oficial. ni wi tributo iin-
puesto por el fisco, ni tampoco, si uno es sacerdo-
te. sobre el símbolo de la Iglesia a la que sirve. No
debe discutírselo pues de lo contrarto se hace co-
rrer al Gemeúu.vesen. al ejército. al tesoro, a la Igle-
sia, el mayor rtesgo. el rtesgo de su disolución.
Ahora bien. no hay derecho que dé a alguien la au-
tortdad de disolver Ja máquina social tal como
ella es; ya antes vimos por qué.
En cambio, considerado alsgelehrter. como
hombre instruido, cada uno tiene el derecho y has-
ta el deber de discutir sobre las iristituciones. de
"razonar libremente" (freUich rásonni.eren), se-
gún su entendimiento o su razón propia como
"pensador libre" (ibíd., pág. 55). Lo que está enton-
ces en juego no es directamente {en virtud de pre-
sentación intuitiva) el interés de la persistencia
del ser común. sino que lo que está en juego es la
Aujkliirung. es decir, el desarrollo de la capacidad
de eKplorar las ideas y de procurarles una presen-
tación (que será una presentación "como si"): y es-
te desarrollo debe llevarse lo más lejos posible. El
desarrollo de esta capacidad de las ideas. lo que la
Critica deljUiciD llama Ja susceptibildiad o recep-
tividad o sensibilidad a las ideas. desarrollo que
no es otra cosa que Ja cultura. es, dice Kant, "un de-
recho sagrado de la humanidad'' (ibíd.. pág. 52). Na-
die tiene autoridad para violarlo, esto es, para iin-
pedJr la Ubre publicación de las proposiciones de
ideas. Dice Kant, esto está "absolutamente veda-
do" (ibíd., pág. 52).
99
Aquí la argumentación de Kant emplea el "co-
mo si" principal de su filosofia de la autoridad:
''La piedra de toque [der Probterstetn. es decir, el
modo de presentación pertinente en estas mate-
rias] de todo lo que puede decidirse como ley res-
pecto de un· pueblo reside en la pregunta: ¿es que
acaso un pueblo podría imponerse a sí miSmo se-
mejante ley?". El pensamiento crítico toma aquí
el "paso" del "como si la república estuviera reali-
zada". Ahora bien, ese pensamiento crítico com-
prueba que es "contradictorio" (criterio formal de-
cisivo cuando se trata de la buena formación· de
los argumentos dialécticos) que un pueblo entendi-
do como conjunto de seres racionales se oponga al
desarrollo de las ideas de la razón (ibíd.. pág. 51).
Este Juicio basta para determinar al destina-
tario de las proposiciones dialécticas en las que
las ideas son desarrolladas lo más posible. Dice
Kant que se trata de una Leserwelt. un "mundo de
lectores" (tbíd.. pág. 48). Si la discusión es pública
debe ser publicada a fin de que se la pueda leer. La
escritura permite aquí disociar un mundo de lecto-
res que. como mundo, es el objeto de una idea, la
del conjunto de los seres racionales. y un ser co-
mún que (si a decir verdad no es propiamente un
dato intuitivo por más que exija la idea de una fi-
nalidad orgánica para ser concebido) no deja em-
pero de suministrar una cantidad de fenómenos
subsumtbles bajo la categoría científica o teleoló-
gica de la acción recíproca. El ser común es en el
mejor de los casos el objeto correspondiente a una
finalidad material objetiva; el mundo de lectores
100
apela a la idea de Wl8. finalidad formal ética, la de
la república libre. La unificación de estos objetos
no es determinable por una presentación d1recta.
pues ella misma es el objeto de una idea, la idea
del desarrollo de la capacidad de los ftnes en el
hombre como fin último de la naturaleza3. El mo-
vimiento de los pueblos hacia la constitución re-
publicana es un indicio de ello, sólo que ese indi-
cio no es un fenómeno, es Wl8. presentación indi-
recta de la validez de la proposición teleológica su-
prema y lo es en el campo abierto por esa propo-
sición.
Si se atiene uno a la proposición del Gemein-
wesen. no hay indicio alguno y esa es la razón por
la cual el hombre instruido, el filósofo, el pensa-
dor libre. por más que sea "el anunciador y el co-
mentartsta natural de los derechos naturales del
pueblo" no se dirige directamente al pueblo. no se
dirige a él "vertraulich. con toda confianza" (Con-
jlit. pág. 175); pero entendámonos: no se dirige a
ese pueblo que no es la Leserwelt potencial en el
campo abierto por la proposición eticopolitica, si:..
no que es solamente el ser común al que se refiere
la proposición sociológica u organicista. Pero pre-
cisamente porque el pueblo fenoménico no es el

3 Idée, ProposJtton 5, pág. 33; véase también fbld., Pro-


posltlon 2. pág. 28; KUK. párrafo 63, pág. 240; Rl!ponse. pág.
51: Commencement coryectwal de rh.lstoúe des hommes
(1786), en adelante designado como Coryecture. en Kant. La
phllDsophle de l'hLstDú'e, op. dL. pág. 116; fbld. pág. 123.

101
pueblo nouménico. el filósofo debe poder publicar
su argumentación de ideas a ftn de que aquél lle-
gue a ser pueblo lo más posible. Aquí el filósofo se
atiene a su ideal de pensador del mundo y. por lo
tanto, a los fines supremos de la razón humana.
Su lector como mundo todavía no está presente,
pero no deja de presentarse con cada nueva argu-
mentación publicada. Y el poder debe permitirlo y
facilitarlo sin intervenir en el contenido mismo
de las ideas expuestas y de las argumentaciones
(Réponse. págs. 52 y siguientes: 1P. págs. 47 y si-
guientes). Ni siquiera espero esbozar aquí una des-
cripción de las diversas familias de proposicio-
nes y de los diversos géneros de discursos corres-
pondientes a los diferentes escritos historicopoli-
tlcos de Kant. Sin embargo, quisiera llamar la
atención sobre una palabra citada al final de la
ldée de 1784 como una objeción al valor de ese es-
crito. Este. como se recordará, no parece tener ni
pies ni cabeza. pues rehace la historia como si
ésta fuera mensurable con la vara de ciertos fines
racionales. Kant dice: "Parece que en semejante
perspectiva sólo se puede llegar a hacer una nove-
la" (ldée, pág. 43). Esta hipótesis según la cual des-
pués de todo la ldée no puede ser otra cosa que una
novela no es refutada por Kant. quien aduce el si-
guiente argumento: en todo caso esta hipótesis es
útil. ¿Es posible concebir que, entre las diversas
familias de proposiciones que deben tener en
cuenta el archipiélago histortcopolitlco, el juez
crítico asigne un lugar legítimo en su género a la
proposición literaria. poética en el sentido artsto-

102
télico. aquella que pertenece al género novelesco
. (género que ciertamente no es aristotélico)? En la
advertencia de la Idée que acabamos de recordar.
esta suposición parece abandonada. Pero el caso
es más complicado de lo que parece.
En primer ténnino, ¿dónde ocuparía su lu-
gar la proposición novelesca dentro del conjunto
de las familias de proposiciones? En su división
de las bellas artes (KUK. págs. 149 y siguientes),
Kant se apoya en la simple oposición del poeta y
del orador: el piimero sólo promete un simple jue-
go de ideas, pero da mucho que pensar: el segundo
promete trabajo del entendlmiento. pero median-
te la retónca sólo da lugar a un juego de la imagi-
nación que divierte (tbíd... pág. 54 y siguientes). En
ese libro no se cita la novela. Esta lo es en la adver-
tencia general sobre la exposición de los juicios es-
téticos reflexivos (tbíd... págs. 104 y siguientes),
cuando se habla de los Affekte vigorosos que co-
rresponden estéticamente a lo sublime. A diferen-
cia de los afectos vigorosos. las emociones tiernas
que al crecer se convierten en Affekte sólo produ-
cen "sensiblería". Dice Kant que ésta "no está de
acuerdo con lo que se puede esperar en la belleza y
aun menos con lo que se puede considerar como
sublime en el modo de ser del alma" (tbíd.., pág.
110). Ahora bien ¿qué se encuentra en las obras
de la sensibleria? "Novelas. comedias lacrimo-
sas, preceptos morales que juegan con los senti-
mientos llamados (aunque falsamente) nobles, pe-
ro que en realidad dejan el corazón seco e insen-
sible frente a la regla vigorosa del deber e incapaz
103
de todo respeto por la dignidad de la humanidad
que hay en nuestra persona. por el derecho de los
hombres (que es algo completamente diferente de
su felicidad) y de manera general por todos los
principios firmes (ibfd., pág. 109). Se condena la
novela porque ella no cultiva la voluntad al mos-
trar la magnitud de los obstáculos que la naturale-
za (como si obedeciera a un plan) opone a la reali-
zación de nuestros fines empíricos para destinar-
nos mejor a nuestro fin ético. El destinatario de
una novela, por más que se trate de una novela de
historia, no se ve esclarecido por lo que lee, ni si-
quiera experimenta ese Affekt que es el signo de
la presencia de la idea de la razón inconmensura-
ble respecto de toda presentación, y que es lo subli-
me. y hasta el entusiasmo.
En la dialéctica de la primera Cñtica (KRV,
págs. 412 y siguientes), cuando se habla de la no-
ción del ideal encontramos una condenación de
la novela que precisa la que acabamos de leer. Co-
mo se sabe. el ideal es aquello que en la fomia de
un individuo prototípico pennite alcanzar la de-
tenninación de la copia de una idea. "La virtud y
con ella la sabiduría humana en toda su pureza
son ideas. Pero el sabio (el sabio del estoico) es un
ideal". ¿Se trata aquí de una presentación del obje-
to de la idea? Sí, no es ''una quimera", sólO que no
pertenece a la familia de los afectos porque no
hay ejemplos en el caso de las ideas. Kant prosigue
entonces: "En cuanto a querer reaJt?.ar (realiste-
ren) el ideal en un ejemplo, es decir en el fenóme-
no. como algo del género de un sabio en una nove-
104
la, resulta impracticable pues por ai'ladidura esto
tiene en sí mismo algo de absurdo [Wu:lersinnis
ches, que va contra el sentido] y poco edificante
(Wenig Erbaullches): los limites naturales, que
continuamente se abren a la perfección en la idea,
hacen en efecto imposible toda ilusión en un in-
tento de este género [la novela ejemplifica.dora de
un ideal], y por lo tanto nos llevan a sospechar del
bien que reside en la idea y a considerarlo como u-
na simple ficción (ein.e blosse Erdichtung)". (Ibíd.,
pá~. 413ystgutentes).
Doble crítica: el intento de expresar el ideal
en una novela es absurdo puesto que se da un ejem-
plo en el fenómeno de aquello que no puede propia-
mente ser "realizado": dicho intento no puede cum-
plir su flnalldad de edificación puesto que se sus-
trae el bien a su condición de objeto de idea para
convertirlo en un objeto de ficción. Si la Idée de
1784 fuera una novela caeria bajo la triple acusa-
ción de sensiblería, inconsecuencia y desmorali-
zación. La proposición novelesca de lo historico-
politico parece pues excluida del archipiélago: el
"paso" entre las ideas en juego y las presentacio-
nes que dicha proposición suministra es conside-
rada ilegítima por la critica y al mismo tiempo es
juzgado también peligroso su efecto en el destina-
tario. Pero tal vez exista un recurso para el aboga-
do de la novela. Se ha interpretado el término de
Idée del título del artículo de 1784 en el sentido de
idea de la razón. ¿Queda excluida la posibilidad
de que ella sea una idea de la imaginación?
Esta se opone a aquélla como la extensión de

105
la presentación sin posibilidad de concepto se opo-
ne a la extensión del concepto sin posibilidad de
presentación intuitiva (KUK. págs. 144-166). La
idea de la lmagtnactón es "una representación de
la imaginación que da mucho que pensar sin que
ningún pensamiento determinado (es decir, de con-
cept.o) pueda serle adecuado; y en consecuencia nin-
guna lengua puede expresarlo completamente y
hacerlo inteligible" (ibíd., pág. 143). La idea de la
razón es "indemostrable" en el sentido en que de·
monstrieren (osten.dere, exhibere) significa "pre-
sentar al mismo tiempo el concepto en la intui-
ción". En cuanto a la idea de la imaginación. es
"imposible de exponer" en el sentido en que expo·
nleren sign.iftca ''reducir una representación de la
imaginación a conceptos" (ibíd.. pág. 167). Por lo
visto, hay aquí un doble callejón sin salida en
cuanto a la facultad de los "pasos". Pero sabemos
que hay. si no "demostraciones" propiamente di-
chas para las ideas de la razón. por lo menos pre-
sentaciones indirectas de objetos "como si". y las
hay de varias clases. ¿Pueden encontrarse tran-
sacciones del mismo tipo en el otro sentido cuan-
do Sé trata de expresar conceptualmente un exceso
de intuiciones dado por la lmagtnación?
La idea estética es asunto del genio: el genio
es "la facultad de las ideas estéticas" (ibíd.). La ima-
ginación en su funcionamiento genial surntnts-
tra. "más allá de [esta] concordancia con el concep-
to. una materia rica y no elaborada para el enten-
dimento que no la tenía en cuenta en sus concep-
tos" (ibíd., pág. 146). Ahora bien, ¿no corresponde
106
que el genio, ese "favorito de la naturaleza" (tbíd.,
pág. 147), apele al comienzo de la Idée de 1784 para
escribir la historia de la humanidad? Kant dice:
'Vamos a ver si nos será posible encontrar un hilo
conductor para semejante historia, luego dejare-
mos a la naturaleza el cuidado de producir (heroor-
brtngen) un hombre que sea capaz de escribirla
[esa histoI1a) según ese hilo. Y es así como - agre-
ga Kant- la naturaleza produjo a un Kepler que so.-
metió de una manera inesperada a leyes determi-
nadas el curso excéntrico de los planetas y a un
Newton que explicó dichas leyes por un principio
general de la naturaleza." (Idée, págs. 27 y siguien-
tes.) Kepler y Newton no deberían poder ser genios
según la deflnJción de la tercera Crítica ("Se trata
de un talento para el arte y no para la ciencia")
(KUK. pág. 147), pero si la idea de la historia uni-
versal es una idea de la imaginación, el Kepler y el
Newton que realizan la novela de esta historia se-
gún esa idea deben ser genios. Kepler y Newton no
"expondrán esa idea", sino que la mostrarán sin
referirla a un concepto.
Los datos suminlstrados por la historia y tra-
bajados por la imaginación sin regla alguna entre-
gan a la proposición novelesca un material de una
abundancia tal que es fácil comprender que el en-
tendimiento se vea desbordado por él y no termi-
ne de concebir esa materia. Lo que se llamaba, res-
pecto de la idea de la razón, la "nada" del desorden
histórico (una presentación simplemente negati-
va) se convierte bajo los ojos del juez crítico que lo
examine en la perspectiva de la idea de la imagtna-
107
ción (es decir de la proposición de arte) en lo super-
abundante, en lo copioso, que no cesa de presentar-
se y que no puede exponerse en la proposición cog-
nitiva. Para indicar (en vano) el "paso" en este sen-
tido, es decir, desde la presentación artística ha-
cia la proposición cognitiva, está el genio, pero és-
te es un don de la naturaleza a la cual hay que de-
jar el cuidado de indicar dicho paso. Razonable-
mente cabe esperar que la naturaleza lo haga, se-
gún la idea de una naturaleza de la cual seria de-
masiado penoso pensar que suministra una rique-
za tan grande en material histórico sin proveer al
mismo tiempo a la capacidad de expresar el medio
de "demostrar" esos datos.
Como se ve, el genio es el nombre de un "pa-
so" y no de los más fáciles, puesto que está vedado,
puesto que es el paso que debería conducir de la fa-
milia de innumerables proposiciones de la expe-
riencia humana a la de su unificación en un con-
cepto de la razón. es decir, a la proposición dialéc-
tica. Es un paso análogo al descrito cuando se ha-
bló del entusiasmo, en el cual en virtud del senti-
miento se distingue el sentido trascendente. ideal.
de un dato (abstracto a fuerza de ser insensato). Pe-
ro con el genio el dato se ha hecho demasiado con-
creto y es la idea lo que hay que producir, es decir.
lo que dará la sefial. En el entusiasmo. los hom-
bres son los destinatarios de una idea que ellos ex-
hiben con motivo de una casi nada; en el genio los
hombres son los destinatarios de un exceso que só-
lo se puede exponer en un casi concepto. Que la na-
turaleza suministre esos materiales en la ex.pe-
108
rtencta humana y produzca con el genio el "paso"
que los unillcaria con miras a una idea es, a los
ojos del juez critico, una idea ella misma legítima
en la medida en que pueda serlo una idea y en la
que el pensamiento Ubre encuentra seguramente
su interés. De manera que. dentro de estos limites.
la proposición novelesca debería poder ser un mo-
do legítimo -como "manera", no como "método"
(ibfd., pág. 108)- de expresar lo historicopolitico.
Esta es, por lo visto. la luz a la cual se podría
comprender o, por lo menos discernir. la extraña
"manera" en que está escrtto el texto publicado en
1786 en la Berllnische Monatschr{ft y que se titu-
la palabra por palabra Comien.Zo corJJetural de la
historia de los hombres [Mutmassltcher Anfang
der Menschengeschtchte]. El exordio del estudio
es explicito: es licito introducir conjeturas en el
proceso de una historia para llenar lagunas en las
trúormaciones disponibles. Pero Kant dice: "Sin
embargo, erigir toda una historia basada en conje-
turas no parece mucho mejor que hacer un esbozo
(Entww-Jj de una novela" (Coryecture. pág. 110). A-
grega Kant que esa historia "no podría llevar el
nombre de hlstorta coryetural. sino sólo el de sim-
ple .ftcdl>n [etner blossen Erdichtung. que es la
misma expresión empleada en la primera Criti-
ca]". Sin embargo ese esbozo de una novela es lict-·
to. declara el juez crítico, cuando se trata de los
primerísimos comienzos de la historta, siempre
que entre en juego solamente la naturaleza y no la
libertad. Pues la proposición que relata esos co-

100
. mienzos. al referirse sólo a datos que se suponen
naturales (se trata de la naturaleza del hombre).
no es una pura divagación, sino que se apoya en
una experiencia "como si", siempre que se presu-
ponga que la naturaleza del hombre en sus prime-
ros comienzos no era otra, ni mejor ni peor. que
la que hoy es presentable en nuestra experiencia
por intuiciones. Semejante presuposición de la
permanencia de la experiencia natural es legíti-
ma aun respecto del entendimiento. dice Kant.
pues está "de conformidad con la analogía de la
naturaleza" (ibíd) (Presumo aquí, con reservas.
que se trata de la primera analogta de la experien-
cia, el principio de la permanencia de la sustan-
cia extendida a la idea de naturaleza; KRV. págs.
177 y siguientes). Al comienzo de la serie de los fe-
nómenos que constituyen la historia de la huma-
nidad, todo se desarrollaba como en las secuen-
cias de esta serie de la cual tenemos intuiciones.
A pesar de este apoyo de la razón teorética da-
do por el juez critico a la proposición conjetural.
el juez no está empero decidido a confundir esta úl-
tima con una proposición cognitiva: "Las conjetu-
ras no tienen el derecho de elevar demasiado sus
pretensiones a la Beisttmmung, al asentimiento;
a lo sumo deben anunciarse, no como una cues-
tión verdaderamente serta, sino como un movi-
miento (una Bewegung, una marcha] atribuida a
la imaginación en compañía (Begleitung) de la ra-
zón para la salud del Gemüt' (Coryecture. págs.
110 y siguientes). La proposición del texto conjetu-
ral está pues sometida a la regla de la idea de la
110
imaginación, pero el entendimiento o la razón
agregan la regulación cognitiva de la analogía de
la naturaleza y, en definitiva, lo que cuenta por
parte del destinatario es no sumln1strarle un cono-
cimiento y ni siquiera una argumentación de la i-
dea, sino un mejor estado del alma.
Este último aspecto está claramente subraya-
do por el primer destinatario del texto que es su au-
tor, Kant dice: "Aquí no hago sino emprender un
Viaje de placer (Lustreise) y pido que se me baga el
favor - él mismo ya se lo ha hecho- de emplear
un texto sagrado como un mapa. Cumplo mi reco-
rrido en alas de la imaginación, pero no sin un hi-
lo conductor que la razón vincula con la experien-
cia, y ese reconocimiento sigue justamente el miS-
mo ttlnerarto (Unte) que el histórico ya escrito en
ese texto" (tbíd ., pág. 111).
El destinatario así solicitado no es el miem-
bro de la Leserwelt. no es una razón Ubre pronta a
entablar por refutación una argumentación espe-
culativa. A ese destinatario se le pide en primer lu-
gar que se refiera al texto bíblico del GénesiS y que
lo acepte como un símbolo cartográfico para lle-
var a cabo el esbozo de novela. Se le pide. además,
que como destinatario de la proposición cogniti-
va admita la analogía de la naturaleza consigo
misma. Y, por fin, se le pide que tenga necesidad
de consuelo.
¿Qué consuelo? En la Observación última de
la Co,Yecture, Kant subraya este aspecto. La con-
clusión comienza en efecto con estas solemnes pa-
labras: "El hombre que piensa soporta una aflic-
111
ción (etnen Kúmmerj que puede convertirse en una
corrupción moral [una Sittenverderbnt, una per-
versión], de la cual se ignora todo si uno es un ser
sin pensamiento (der Gedankenlose)" (ibid., pág.
124). La perversión que amenam al pensamiento
frente a lo hlstortcopolitlco (según ya la hemos
identificado) es desesperar de la providencia, es de-
cir, de la ftnalidad de la naturaleza y acusar a un
mundo mal hecho de ser la causa de las desdichas
del hombre. Contra esa peligrosa allicctón, "esta
presentación de la historia del hombre", la presen-
tación de la Coryecture, aporta al hombre pensan-
te "ventaja y utilldad en materia de tnstrucdón y
de perfeccionamiento" (ibíd., pág. 126). El hombre
verá en efecto que lo que causa su infelicidad es,
no la naturaleza. sino la libertad que la naturale-
za le ha dado.
Esta proposición de conjetura presenta pues
una disposición compleja en la cual los "pasos"
son múltiples. En primer lugar, un texto bíblico
que sirve solamente de guía cartográfica. pues el
relato novelesco al señalar etapa por etapa marca
el ttlnerarto en este mapa y se asegura de que si-
gue correctamente las indicaciones. El texto sagra-
do está tomado, en el campo de las proposiciones
de la fe que son recibidas (es decir, en las que la
instancia determinable es la del destinatario. el
lector de la Biblia), como un análogo del texto no-
velesco en el cual se trata de proposiciones de la
tmaginactón que son "inventadas" (en las cuales
la instancia determinable es la del remitente. la
del escritor que conjetura). Luego el texto sagrado

112
ya no es el hilo conductor, otra sefial de un "paso".
Ese hilo está dado por la razón, es el símbolo (to-
mado dentro de la experiencia del dédalo) de una
idea de la ftnalidad perseguida por la naturaleza
a través del laberinto de la historia humana, aun
en sus comienzos. En tercer lugar, ese hilo, cuya
función es justamente transversal. permanece pe-
gado a la experiencia puesto que está tendido en-
tre ésta y la idea de fin. Esta ligazón está dada por
un juicio, el juicio de la analogía: la naturaleza
humana era en sus comienzos como lo es hoy o vi-
ceversa. Por fin, la C.oryecture corresponde a la no-
vela: es una marcha de la imaginación que reúne
sin conceptos los copiosos materiales de la expe-
riencia natural del hombre histórico, presentada
simbólicamente en el texto del Génesis y supuesta-
mente analógtca por la narración conjetural.
La resultante de esta disposición de proposi-
ciones heterogéneas en un género, la C.oryecture.
debe tener en el destinatario un efecto de consuelo
que es propiamente ético: uno va por fin a tocar
tierra en un terreno protegido contra la perver-
sión depresiva. Todas las facultades dan allí cuen-
ta de sí mismas. El argumento bíblico se ha hecho
susceptible de ser expuesto para el entendimiento.
el cual reconoce en él, por analogía, las secuen-
cias regulares de actos o de afectos que constitu-
yen el dominio del conocimiento antropológico.
Por su parte. la imaginación agrega a este domi-
nio, con toda libertad e inventiva, los materiales
nuevos, inesperados para el entendimiento, que
la imaginación encuentra en la Biblia. El efecto
113
que resulta de ello es el placer que procura el libre
juego de la imaginación en un acuerdo no ajustado
(por lo menos incompletamente ajustado) con la
facultad de conocer por conceptos; en suma, un pla-
cer de belleza. Por último, la razón ordena todos
los materiales (los que son objetos de presenta-
ción intuitiva para el entend.tm.tento y los que la
imaginación busca en la leyenda sagrada) de con-
formidad con la idea de un fin perseguido por la
naturaleza en el hombre: expulsado del paraíso,
destinado al sufrimiento, el hombre está también
destinado a la libertad. Tal es la proposición de la
razón. La infelicidad está presentada como una
condición impuesta por la providencia para que el
género humano progrese hacia un estado mejor.
El consuelo procede de todos esos "pasos" conjuga-
dos: la leyenda bíblica es así inteligible. el desor-
den a que se refiere la proposición del historiador
es unillcable imaginativamente y esa unidad es
fundamentable como una causalidad inteligente
de la naturaleza.
¿Quién puede quedar convencido ·µor seme-
jante maquinación de proposiciones? Pero la. fi-
nalidad de la Coryecture no es convencer al lector:
es diferir un pesar fundamental en el pensamien-
to de la historia, es procurar al Gemüt una emo-
ción vigorosa. la única pasión moral. si es licito
decirlo así. Esta emoción es ella mh;ma un paso.
desde el dominio patológico (que está enteramen-
te bajo la regla de las proposiciones cognitivas en
las que el hombre es un referente) al dominio de la
ética, determinada únicamente por la proposi-
114
ción prescrtptlva, en la que el hombre es el desti-
natarto de un inescrutable remitente. Esa pasión
moral es la del "político moral", es la vtrtU politi-
ca
Si hay novela, la hay ciertamente en Ja Con-
jecture aun cuando no sea tan sólo una novela, y
por lo menos no peca de sensiblería. Esa novela es
seguramente "dulce", dice Kant en la nota del con -
flicto con la facultad de derecho, pues forja utopí-
as que son "dulces suet'los" y uno puede tenerlos le-
gítimamente como tales y basta puede tenerlos el
Jefe de Estado. aunque únicamente él tiene el de-
ber de esforzarse por realfiarlos (Conjlict. págs.
191 y siguientes). Pero Ja proposidón de la Coryec-
ture no es una proposición utópica y su efecto no
consiste en apaciguar el dolor que proviene del es-
pectáculo de la historia sustituyendo éste por las
escenas del sueflo; es procurar al lector un Affekt
vigoroso. Ahora bien, como se recordará, "todo a-
fecto del tipo vigoroso (el que despierta la concien-
cia de nuestras fuerzas, el que nos hace vencer to-
da resistencia, animi strenul) es estéttcamente su-
blime'' (KUK, pág. 109). Así como la idea de lo subli-
me es el análogo en la proposición estética de la
idea del bien en la proposición ética, así también
el afecto vigoroso es un análogo. en el Gemüt. del
afecto del deber por Ja ley moral, el sentlmiento
del deber, el respeto. Pero el respeto es puro a los
ojos del Juez crítico (por lo menos en principio),
en tanto que el afecto vigoroso debe estar necesa-
riamente mezclado y debe ser condenable si se lo
refiere a la proposición ética porque es patológico
115
pero legitimo según las reglas de la proposición
historlcopolittca.
Las Co11}ecture da un ejemplo (el texto nos es
dado en la intuición) de Juicio, porque esa obra só-
lo está hecha de pasos lnterfacultatlvos. Cada uno
de ellos recibe un nombre de símbolo: carta geográ-
fica, hilo conductor, Bewegtmg, Lustre1se. Navega
uno en el archipiélago, de la orilla de una isla a la
otra en medio del mar de lo supra.sensible. Está
uno bañado por lo historlcopolitlco, sin tenerlo
nunca como un objeto; sólo se trata de signos. Y
críticamente hablando, el periplo de los pasos es
legítimo, con la única condición de que cada uno
de esos signos sea tomado como tal según las hete-
rogeneidades que reúne o, por lo menos, que conje-
tura.
El destinatario del opúsculo kantiano está
lanzado en medio de la política en el sentido de la
"política moral" pues el texto está colocado bajo
la importante consideración del interés práctico
y popular de la razón antes de que su interés espe-
cuiatlvo. El destlnatarlo que el opúsculo instituye
no es exactamente el que propone el estudio sobre
la Aujldiinmg, un interlocutor Instruido y dis-
puesto a discutir ideas, espt'ctalmente la idea de la
finalidad de la historia desde un punto de vista es-
peculativo. Aquí se trata de un interlocutor a
quien hay que dar la fuerza de luchar. porque
piensa y porque el pensamiento de la historia es-
tá penetrado por la repugnancia de la historla y el
abandono del pensamiento. Hay que arrancar a
ese interlocutor de la perversa fascinación del in-
116
dtferentlsmo. del 'Todo da lo mismo" y también
de la melancolía del "No valemos nada". Hay que
darle el ánimo sublime del cual el Juez crítico juz-
ga no sólo que aquél es capaz, slno que debe culti-
varlo si es cierto que sólo a los hombres (una vez
que la naturaleza puso en ellos los gérmenes y las
condiciones del desarrollo de la libertad) les ha si-
do dado realfz.ar la libertad: pues si la naturaleza
la realizara en lugar de los hombres. entonces la
libertad estaría bajo condición. lo cual es contra-
dictorio. En la Coryecture se trata de dar al destl-
natarto la capacidad de los "pasos" por más que es-
to sea a la "manera" estética antes que según el
"modo" lógico, es decir. la capacidad de juzgar den-
tro del sentlmlento sublime como lo harán los
pueblos espectadores de la revolución francesa.
Federico morirá en 1786 y será necesario que la
fuerza de juzgar justamente, sln criterio, se difun-
da por el pueblo para resistir el retorno de la reac-
ción que blande el texto sagrado como su código.
Ese es el destino legítimamente "edificante" de es-
ta novela esbozada.
Al escribir la Coryecture, el juez critico pro-
nuncia un veredicto bien favorable sobre la pre-
sentación de la novela a expresar lo histórtcopoli-
tico. La condición última de este favor es que se
trate de una novela de cultura. un Bildungsroman.
en el sentido critico de la cultura de la voluntad,
la voluntad de su héroe y la voluntad de su lector.

117
V

LO QUE SE DA ENUN
SENTIMIENTO DE NUESTRA
EPOCA
Tres palabras para... para no terminar.

La primera: lo político kantiano a lo sumo


me parece sólo relativamente cerca de lo que hoy
podemos entender por. diría yo con simpleza, lo
político. La experiencia política de nuestro tiem-
po. enteramente diferente de la que conocía Kant.
se desarrolla en principio en la forma democráti-
ca que es una forma tmperii. die Fonn der Beherrs-
chung. la manera en que se ejerce la dominación
(PrQfet. págs. 18 y siguientes). Para Kant. esta ma-
nera varia según '1a diferencia de las personas
que ejercen (inne haben) el poder supremo del Esta-
do". En cuanto a la manera en que el pueblo es go-
bernado por el soberano (Oberhm.Jptj. la Regterung·
sart (forma de gobierno) o forma regimini.s (la cual
no depende inmediatamente de la forma de domi-
nación). Kant distingue solamente dos. la repubU-
cana y la despótica, según que el principio del Esta-
do separe o no el poder ejecutivo (la Regterung) y el
poder legislativo. Cuanto más acentuada es esta
separación. menores son los peligros de que el po-
121
der ejecutivo se confunda con el legislativo y me-
nos amenazador es el despotismo que representa
la Unform. lo informe. Nos acercamos a la repúbli-
ca a medida que vamos separando estos dos pode-
res: también aquí el juez crítico tiene como prime-
ra misión la de separar. Kant llama representati-
va (reprásentativ) una disposición de los dos pode-
res de una naturaleza tal que la confusión (infor-
me) del uno con el otro sea en principio imposible.
Todo "paso" no crítico de una esfera a la otra
es ilegítimo. La democracia es un caso de ilusión
política. puesto que confunde en la medida de lo
posible la capacidad de legislar y la capacidad de
ejcutar. Es contradictorio que el soberano. el Ge-
set:zgeber [el legislador] sea también el ejecutante.
Ambos no corresponden a la misma familia de
proposiciones: el primero es un ideal de la razón
práctica política. el segundo es el referente presen-
table de una proposición cognitiva (de sociología
política). que define la dominación de un amo y di-
ce de él al presentarlo como el objeto que valida la
siguiente frase: esto hace al caso. En función de es-
ta división de poderes. Kant llega a la conclusión
(o por lo menos así lo juzga) de que la forma de do-
minación más propicia para la república, por ser
la más reprásentatiu, es la monarquía. Como se
ve, no hay que dejarse engañar por esta Reprcisen-
tativitiit. que no es en modo alguno una Vorste-
Uung. sino que es el nombre de un "paso" entre dos
familias de proposiciones heterogéneas. paso que
sirve para marcar la heterogeneidad y. por lo tan-
to. para mantener el abismo entre dichas fami-
122
lias de proposiciones. Dejo al lector, pues. que de-
cida si es esto lo que ocurre en nuestros modos de
dominación contemporáneos llamados democra-
cias.
Sin embargo, lo que en principio puede atri-
buirse a éstas como a la monarquía en que piensa
Kant (la monarquía del siglo de Federico) es el he-
cho de que su funcionamiento no deja de presen-
tar ciertos aspectos deliberativos en alguna ins-
tancia del poder. Ahora bien, si pasamos revista a
las fum111as de proposiciones que entran en juego
en el funcionamiento político deliberativo, no po-
demos dejar de encontrar todas aquellas que Kant
aísla y mezcla en sus escritos histortcopoliticos.
Son la proposición tnterroprescrtpttva: ¿qué de-
bemos hacer? (la determinación de los fines): la
proposición interrodescrtptiva: ¿qué podemos ha-
cer? (el conocimiento de los medios. es decir, el
anállsis de los datos de la experiencia): la proposi-
ción imaginativa: esto es lo que se podría hacer
(las simulaciones, la elaboración de modelos); la
proposición antitética: la otra parte no tiene
razón y he aquí por qué (el debate); la proposición
retórica: la otra parte está equivocada y yo tengo
razón, creedlo (la polémica pública, las campañas
de opinión, la propaganda); la proposiciónjudica-
tiva: decidimos que este determinado modelo da
la respuesta menos mala a la proposición interro-
prescrtptlva (la resolución, el programa, el resul-
tado del escrutinio): la proposición prescrtptlva:
vosotros debéis obrar de conformidad con tal mo-
delo (el decreto. el bando, la ley, la circular): la
123
proposición normativa: esta prescrtpctón es legíti-
ma (el derecho constitucional);la proposiciónjudi-
cial: esta acción no se ajusta a la prescrtpción legí-
tima (el veredicto); la proposición policial: la ac-
ción que no se ajusta a la prescrtpción legítima es
reprim.tble (la coacción).
Me parece que lo que se da, que es más bien
una Begebenheit (de la cual se ocupa el Centrol), la
Begebenheit que caracteriza lo que se ha dado en
llamar la posmodernidad para designar a nuestro
tiempo, es (si se me pennite el símbolo, pero en
verdad debe pennltirsemelos el sentimiento de
una fisión de ese gran núcleo político deliberati-
vo. Asi como la Begebenheit que encaraba Kant te-
nía por motivo la revolución francesa, aquella en
la que deberíamos pensar. como filósofos y como
políticos morales (y que en modo alguno es homó-
loga al entusiasmo de 1789, puesto que no está sus-
citada por la idea de un fin sino que lo está por la
idea de varios fines o hasta por las ideas de fines
heterogéneos), esa Begebenhef.t de nuestro tiempo,
pues, engendraría una nueva clase de lo sublime,
más paradójica aun que la del entusiasmo, senti-
miento en el que se experimentaría no sólo la divi-
sión irremediable entre una idea y lo que se pre-
senta para "realizarla" sino además la diferencia
entre las diversas famiJias de proposiciones y sus
respectivas presentaciones legítimas. Las ocasio-
nes dadas a este "sentido comunitario" muy cul-

1 Véase la Advertencia de este estudio.

124
tlvado se llamarian: Auschwitz. un abismo abier-
to cuando hay que presentar un objeto capaz de va-
lidar la proposición de la idea de los derechos del
hombre; Budapest 1956. un abismo abierto frente
a la proposición de la idea del derecho de los pue-
blos; la Kolyma, un abismo abierto frente a la pro-
posición del concepto especulativo (ilusorio) de la
dictadura del proletariado: 1968. un abismo abier-
to frente a la proposición de la ilusión "democráti-
ca" que ocultaba la heterogeneidad del poder y de
la sobera.rúa. Cada uno de estos abismo. y otros, de-
berá ser explorado con precisión en su diferencia.
Lo cierto es que todos liberan el juicio: al mismo
tiempo es menester juzgar sin criterios para sen-
tir dichos abismos y para que el sentimiento se
convierta a su vez en un signo de historia. Pero en
adelante babria que Juzgar esta historia política
como si hubiera avanzado un paso más en el pro-
greso, es decir, en la cultura de la habilidad y de la
voluntad. Pues no es sólo la idea de un fin lo que se
manifestarla en nuestro sentlmiento. sino ya la
idea de que ese ftn consiste en la formación y ta ex-
ploración libre de las ideas, de que ese fin es el co-
mienzo de una infinitud de finalidades heterogéne-
as. Todo aquello que no satisface a esta escisión
del fin. todo lo que se presenta como "realización"
de un fin único (como ocurre en el caso de la propo-
sición de la política) es experimentado como algo
que no es adecuado. angemessen. que no es "atin
con" (abgeztelt) la capacidad infinita de proposicio-
nes que se da en el sentimiento suscitado por esta
fisión. Y cuando digo no conmensurable, es lo me-
125
nos qué puedo decir. Esta pretensión, bien lo sabe-
mos, puede ser amenazadora hasta el punto de em-
balsamar lo que sin embargo está ya muerto, co-
mo en la Plaza Roja o hacer vivir por el terror y la
matanza una fábula. como ocurrió en el m Reich.
Paz perpetua, pero a costa de la muerte de la capa-
cidad de juzgar.
Segunda palabra. La performativa de la cual
Lacoue-Labarthe y Nancy vinieron a resultar los
remitentes empíricos: ''Un Centro de investigacio-
nes filosóficas sobre lo político se ha inaugurado"
era y es una proposición que abre un campo políti-
co y un campo filosófico. El campo abierto es filo-
sófico porque lo político está situado por esta pro-
posición como un referente signillcativo a través
de una serte de proposiciones (cuyos casos fueron.
son y serán colocados bajo la insignia de este Cen-
tro. que es una región de la Oeffentlichket.1.); y las
proposiciones así postuladas son frases cuyas re-
glas no se conocen y que apuntan no sólo a signifi-
car su referente, lo político, sino también a stgnill-
car sus propias reglas. Por eso son filosóficas en
el sentido de la filosofia crítica.
El campo abierto por la performativa inaugu-
ral es igualmente político. Lo filosófico en efecto
(como proposición que tiene su regla por fin) está
situado por dicha performativa como el género de
discurso (de disposición de proposiciones) en el
cual se juzga conveniente expresar lo político con
preferencia a muchas otras famllias de proposi-
ciones que también tienen su pretensión de expre-
sar lo político: la proposición científica (politoló-
126
gtca), la narrativa (historia de las doctrinas polí-
ticas o de los hechos políticos): la epidíctica (elo-
gio de lo politlco), la Jurídica (derecho público),
sin hablar de las vartantes de estilo y de doctrtna
que presenta cada una de ellas, ni de su disposi-
ción en grandes discursos. En virtud de esta con-
cordancia presupuesta de lo filosófico y lo politi-
co, está necesariamente presupuesto el principio
según el cual lo político no se ofrece (o ya no se o-
frece más) a la expresión como un hecho dado y
presentable según reglas establecidas por las pro-
posiciones mismas. Sin embargo (y esto también
forma parte de la presuposición), lo político así y
todo "se da". En este sentido lo anunciaron Lacoue-
Labarthe y Nancy como "prelógico". fremo sin em-
bargo la Schwármeret vinculada con esta pala-
bra. "Paratétlco" sería preferible.) De todos modos
la prescrtptlva Inaugural del Centro presupone un
acontecimiento que afecta lo político y lo filosófi-
co y también sin duda el A.ffekt vigoroso mismo.
Por esta vía indeterminada es por donde debemos
continuar trabajando. Esta presuposición es ella
misma un acto político.
Eso que Lacoue-Labarthe y Nancy sugtrteron
llamar rapport. que daría lugar a lo político pero
borrándose de lo politlco, eso que ellos se atrevie-
ron a designar (equivocadamente, a mi juicio) con
el nombre de "Madre", ¿no tiene cierta afinidad
con lo que (siguiendo el dédalo kantiano de los "pa-
sos") yo simbolicé con la imagen de un "mar", ima-
gen en la que el archipiélago de las proposiciones
está disperso, pero que también deja abierta la po-
127
Siblldad de pasar de las unas a las otras. pasos se-
guramente inciertos cuyos rastros se borran hasta
el punto de que hay que t:ra7.arlos siempre de nue-
vo, pasos que no son ciertamente puentes, pero
que son siempre necesarios pues sólo gradas a
ellos una familia de proposiciones encuentra en
otra el material para presentar el caso, con el cual
puede ser validada en la forma de un signo, de un
ejemplo, de un símbolo, de un tipo, de un monogra-
ma, de un ideal ...?
Ese mar es la concatenación a la vez necesa-
ria y contingente; uno no puede dejar de concate-
nar, uno no tiene regla preestablecida para hacer-
lo. de suerte que para establecer la regla hay que
concatenar. Y esta concatenación no da lugar a sis-
temas ni a doctrinas pues es el elemento critico. Y
concatena no solamente proposiciones sino tam-
bién sus universos y los destinatarios y remiten-
tes que se encuentran en ellos. El "sentido comuni-
tario" de la tercera Cñ.tica es una deSignactón de
la concatenación en el caso de los remitentes y des-
tinatarios heterogéneos y en su necesidad y su con-
tingencia. El "retiro" de lo político, que lleva los
nombres que ya hemos citado, descubre este ele-
mento; pero este elemento está él mismo siempre
en retirada.
tnttma palabra. La idea de conmensurabili-
dad, en el sentido de afinidad sin una regla que
pueda servir de criterio establecido. es decisiva en
el pensamiento kantiano, especialmente en el pen-
samiento de lo histortcopolitlco. Para nosotros
hoy dicha idea atenúa fuertemente, demasiado
128
fuertemente. el hecho de la flsión. El estallido del
lenguaje en famtJtas de juegos lingüísticos heteró-
nomos es el tema que Wittgenstein (sabiéndolo o
no) recoge de Kant y desarrolla lo más que puede
en la dirección de la descripción rigurosa. 2 En el
caso del juez kantiano, separar no basta, hay que
hacer justicia a la coexistencia de los heteróno-
mos. la obligación de transigir presupone una
atracción (o una interacción general) de las fami-
lias de las proposiciones entre sí, a pesar de su he-
teronomía o precisamente a causa de ella.
Kant proyecta la idea misma de este impulso
al intercambio y al comercio que hay en las propo-
siciones a la idea de un sujeto que sin ese impulso
volaría en pedazos y a la idea de una razón que
sin él estaría en corúlicto consigo mismo y ya no
merecería el nombre de razón. Nosotros hoy (y
esto fonna parte de la Begebenheit de nuestro tiem-
po) sentimos que la fisión que se da alcanza tam-
bién a aquel sujeto y a aquella razón. O por lo me-
nos a lo que queda de atracción entre las proposi-
ciones de la Babel posmodema, a lo que parece ve-
rificarlas, por lo menos en la expertencia sujeta a
conceptos y a presentaciones directas; después de
Marx hemos aprendido a pensar que es ese sujeto
impostor y es esa razón ciegamente computadora

2 Véase el comentario de los libros de Tugendhat he-


cho por Vincent Descombes, "La Phllosophte comme sclence
rtgoureusement descripttve", en Crl.tíque, 407 (abrtl 1981).
págs. 351 -357.

129
los que se Uaman el capital, en particular cuando
éste se apodera de las proposiciones mismas para
mercantilJzarlas y hacerlas plusvalía en la nueva
condición del Gemetnwesen que se llama "socie-
dad irúonnatizada". Pero la pretensión de la pro-
posición del capital a validar todas las proposicio-
nes según su propio criterio y la impostura que
coloca al capital en el lugar del juez crítico son
materias que (en el sentlmiento no nombrado del
que sugerí que se llamara la Begebenheit de nues-
tro tiempo) permiten juzgarlas, hacer su crítica y
restablecer en sus derechos al tribunal critico que
sin embargo no será lo mismo que el tribunal cri-
ticlsta. No es según la idea del hombre y dentro de
una filosofia del sujeto como podemos juzgarlas,
sino que debemos hacerlo según "pasos" entre pro-
posiciones heterogéneas y en el respeto de su hete-
rogeneidad. Por eso una fllosofia de las pro-
posiciones es más "afin" a esta Begebenhei.t. que
una fllosofia de las facultades del sujeto. Pero en-
tonces ¿qué puede ser un tribunal crítico, si el
juez no puede ajustar sus juicios al ideal kantiano
del filósofo en el mundo, si no puede creer que al
juzgar trata de "favorecer los fines esenciales de
la razón humana"?
Para terminar indicarla yo la dirección (el
hilo conductor) que la Begebenheit de nuestro
tiempo propone a la fllosofia. Tal vez el ideal de
la reflexión no sea solamente, como pensaba
Kant (en parte contra sí mismo), transformar las
controversias en litigios, sustituir el "campo de
batalla" por la sala de audiencias y los idiomas
130
por la argumentación. Si por lo menos hemos de
persistir en perseguir este ideal, lo haremos segu-
ramente sin el awdlio de la idea de que la natura-
leza persigue en la historia el fin de 1a libertad hu-
mana. lo haremos sin la hipótesis teleológlca. Tal
vez la responsabilidad reflexiva sea hoy también
discernir, respetar y hacer respetar los diferentes
pareceres, establecer la Inconmensurabilidad de
las exigencias trascendentales propias de las fami-
lias de proposiciones heterogéneas y encontrar
otros lenguajes para expresar lo que no se puede
expresar en los lenguajes que hoy existen. Eso se-
rá ser fieles, sin paradoja, a la idea kantiana de la
"cultura" entendida como rastro de la libertad en
la realidad; dice Kant (KUK. pág. 241) que la cultu-
ra es "la aptitud de proponerse en general fines".

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