Yo conocía a muchas urugas (cuentistas) porque yo era
una zipota bien curiosa. Yo miraba a mis abuelos y mis bisabuelos que contaban historias así en el velorio, o cuando ya se estaban rezando en los velorios de nueve días. Todas las noches ibamos a las casas a contar historias para que uno se hallara. Yo era muy zipota en aquellos días. Solamente tenía once años. Iba con mi mamá y me sentaba a escuchar. Es que los viejos eran los que mayormente contaban historias.
Yo me sentaba a escuchar, y quizás me iba grabando
aquello. Yo escuchaba, reía, y lo gozaba. Me decía, "Que bonito cuenta ese viejo historias. Uno se halla." Me iba entrando un poco de eso. Tenía eso en la cabeza desde chiquita.