Conforme a la organización política estatal y a su sistema político, será
la organización económica.
1. Economía y organización política del Estado.
A los sistemas de gobierno se los clasifica tradicionalmente en democráticos y autocráticos. Dentro de los sistemas democráticos encontramos al régimen democrático liberal y al régimen democrático social. En rigor los sistemas políticos, se conforman a partir de la concepción del hombre y del universo. Son el producto intelectual de grandes pensadores, condicionados históricamente por las realidades políticas y sociales. Así, se dice que en el Ensayo del gobierno civil de Locke se define al liberalismo; en el Contrato Social de Rousseau, se perfila a la democracia y en el Leviathan de Hobbes, se caracteriza a la autocracia.
En términos de derecho, los sistemas políticos responden a equivalentes
sistemas jurídicos: v.gr., "Estado de derecho, "Estado social de derecho", y "Estado colectivo de derecho", con sus correspondientes axiologías jurídicas (v.gr., "justicia conmutativa", y "justicia distributiva", "social" o "legal").
El derecho no es sólo un conjunto normativo, como lo entiende el
régimen liberal, no es solamente la ley. El derecho debe responder a los valores jurídicos de justicia y libertad, en el marco de un Estado democrático, humanista y personalista. El derecho debe reencauzarse para ir al encuentro de los objetivos de la comunidad política, sirviendo a los intereses nacionales.
Los matices políticos, administrativos y económicos de cada sistema de
gobierno son los siguientes:
1.1. Sistema liberal. En principio, el liberalismo procura la libertad
individual. De allí que:
- La organización administrativa sea de descentralización mínima. En el
liberalismo, en rigurosa teoría, el Estado obra por abstención: "no debe hacer". Ese no hacer implica la obligación también de centralizar o concentrar el poder mínimo para asegurar que "no va a hacer". Ello en un plano de teoría, dado que la escasa descentralización del sistema liberal se aproxima bastante al sistema autocrático, nada más que uno es "concentrado para no hacer" (régimen liberal) y el otro es "concentrado para hacerlo todo" (régimen autocrático).
En cuanto al alcance, la organización administrativa liberal ve
fundamentalmente la estructura administrativa en cabeza del Ejecutivo. El que administra es el Ejecutivo. El Legislativo y el Judicial tienen otros menesteres constitucionales. La función de la Administración es simplemente de garantía por medio de la policía, limitada a la fiscalización a través de las categorías tradicionales: seguridad, moralidad y salubridad.
- La gestión económica es fundamentalmente privada y el Estado se
mueve en un marco de abstención y subsidiariedad. Existe pues una administración autónoma de la economía.
En un sistema liberal la intervención es solamente directiva (no directa) y
facultativa (no obligatoria). Además, esa intervención debe ser orientadora y fiscalizadora, pero jamás sustitutiva. El Estado, de intervenir, debe hacerlo para señalar el camino, pero no para ejecutarlo. Por eso a este tipo de intervención se le llama directiva, de carácter facultativo y, en su caso, de realización simplemente legislativa, por cuanto se traduce en leyes.
No es una intervención coactiva, sino de simple orientación. Como es
una economía libre, no es compatible con la planificación. El Estado no planifica, sólo crea y asegura ciertas condiciones, pues la titularidad de los medios de producción está en manos del sector privado, que asume la gestión directa de las actividades económicas.
1.2. Sistema autocrático. En la autocracia la libertad es una abstracción,
pues la organización comunitaria tiene por fin primero al propio Estado. Por ello:
- Existe una fuerte centralización del poder en todas sus instancias,
tanto políticas como administrativas. La estructura administrativa es estatal. En verdad todo es administrar, y las funciones de jurisdicción y legislación son funciones apéndices del sistema institucional, conformado a través de un aparato administrativo estatal, burocrático e integrado.
No habrá necesidad de la policía, porque el Estado es policía. Todo
está controlado. La policía es el propio Estado. De todos modos existe, por razones de policía, un aparato estatal monopolizador de la ejecución de los servicios y de las actividades propias de las empresas públicas.
- Sólo existe administración estatal de la economía. El Estado sustituye
totalmente al individuo y a los grupos intermedios, constituyéndose en el único gestor y ejecutor de las actividades. No existe sector privado de la economía, pues la misma se ha socializado, al socializarse todos los medios de producción. El Estado es su único propietario.
En la autocracia la intervención es directa y obligatoria. La acción estatal
monopólica hace a la misma esencia del régimen. Es una intervención de dirección y conducción estatal, con la consiguiente sustitución en su favor de las economías privadas. La acción estatal no es de orientación, sino de ejecución; no es de concurrencia, sino de sustitución.
1.3. Sistema democrático. La democracia procura la libertad social o
libertad participativa. Por tal motivo:
- La descentralización del poder es signo de democracia y participación.
La participación no solamente se exterioriza por el sufragio, sino también, y primordialmente, por otras instituciones que garantizan una efectiva democracia.
Con la descentralización se transfieren atribuciones o competencias
públicas en los planos intermedios de la grada institucional del poder.
La Administración es pública. No es solamente ejecutiva ni únicamente
estatal, es más que estatal. Lo público no está solamente en manos del Estado. El Estado no es el único dueño y soberano de lo público, pues en la "administración de lo público" participan, también, los cuerpos intermedios. Ellos comprenden a las corporaciones profesionales, los sindicatos, los consorcios, las cooperativas, los concesionarios de servicios públicos, las universidades privadas y otros modelos organizativos que crea la sociedad, en función del pluralismo social, para la defensa del interés de algunos que, junto al de los demás, es el interés de todos. Pero no hay libertad sin control del ejercicio del derecho de los demás, para una adecuación justa y de equilibrio entre las libertades. No existe Estado democrático sin control.
La Administración tiene funciones de garantía, como la policía; de
provisión, como los servicios y empresas públicas; de fomento, para ayudar y asistir a los cuerpos intermedios. En un sistema democrático, la Administración tiene una finalidad prestacional, que se integra en los niveles: control, provisión y fomento, con el propósito de abastecer medios al servicio de la libertad.
- La gestión económica y administrativa es privada y pública (estatal y
no estatal). De allí que se hable de una administración mixta de la economía. El Estado actúa motivado por el principio sustantivo de la subsidiariedad, por el que se determinan las obligaciones conjuntas de "dejar hacer", "fomentar para que se haga", y "hacer en sustitución de actividades no hechas".
La Administración, por un lado interviene para dirigir y por otro para
ejecutar. Entonces, la intervención es directiva y directa; de orientación y de sustitución; administrativa e incluso legislativa, según los casos.
La intervención estatal es más amplia que en el liberalismo, por ello
admite la coacción para garantizar la dirección parcial de la economía por vía de estímulos, programas, planes y proyectos, mediante intervención indicativa.
La planificación democrática es concertada y de ejecución
descentralizada. La planificación es una exigencia del sistema democrático, como instrumento para programar la acción estatal y la participación individual y sectorial. La titularidad de los medios económicos es mixta, algunos son privados y otros son públicos.
2. Intervención económica del Estado.
Juzgamos conveniente abordar el tema de la injerencia estatal en la vida económica, presentando sus formas de concre ción y los instrumentos jurídicos de que se vale el Estado para llevarla a cabo. A su vez, haremos una breve reseña histórica.
2.1. Modalidades de intervención estatal. El Estado interviene en la
economía a través de dos técnicas o modalidades:
a) Intervención directiva. Es la intervención de orientación o de política
económica estricta, también llamada "administración ordenadora". Este proceso de intervención, generalmente legislativo, se traduce en programas de ayuda, subvenciones articuladas en una política de fomento y planes de desarrollo. Su objetivo es estimular la participación privada en la actividad económica, mediante juntas, consorcios, corporaciones, cooperativas y otras asociaciones. Los instrumentos jurídicos de que se vale el Estado, con finalidad de regulación, ordenación y promoción, son la planificación económica y el fomento administrativo.
b) Intervención directa. Es la intervención de ejecución, también
llamada "administración prestacional", en la cual el Estado es un sujeto económico más que participa y dirige actividades económicas. Es una intervención estatal administrativa, pues generalmente traduce su obrar por medio de empresas públicas. La intervención directa, a su vez, puede ser: por participación en situación de competencia, o por lo menos no sustitutiva de la actividad económica privada, y por sustitución de actividades económicas privadas, que se incorporan al sector público, con carácter monopólico y, por tanto, totalmente excluyente de la participación privada.
Los instrumentos jurídicos que utiliza el Estado son la empresa pública y
el poder de policía económico.
La intervención estatal directa se viabiliza a través de dos modos de
gestión pública: por sí o por terceros. La primera comprende la realizada por el Estado (nacional, provincial o municipal) mediante los órganos de la Administración central (gestión directa centralizada), o por medio de entes descentralizados, que operan como filiales de la gestión e instrumentos al servicio de la competencia del Estado (gestión directa descentralizada).
La gestión directa es una resultante de la transferencia de actividades
económicas, comerciales e industriales del sector privado al sector público, que puede asumir modalidades de nacionalización, regionalización, provincialización o municipalización. Se trata de la transferencia de una empresa o actividad comercial o industrial al Estado nacional, provincial o municipal, o la creación de un servicio público o explotación de una actividad económica en forma originaria por el Estado. La provincialización y la municipalización operan como herramientas de reforma y transformación cuando las actividades públicas son transferidas de la Nación a la provincia o municipio.
La gestión pública ejecutada por terceros bajo la dirección y fiscalización
del Estado es una gestión "estatal indirecta". Los particulares son protagonistas de las prestaciones públicas de contenido económico. Aquí cabe, precisamente, la privatización y la desregulación, como técnicas que rescatan la iniciativa privada.
2.2. Instrumentos jurídicos. Los instrumentos jurídicos de los que se vale
el Estado para intervenir en la economía son: la planificación económica, el fomento administrativo, la empresa pública y la policía económica, que analizaremos más adelante.
2.3. Evolución histórica. El crecimiento desmedido del Estado argentino
en cuanto a sus actividades como empresario, productor, industrial y comerciante, se inició hacia 1930 cuando, exigido por la crisis de las naciones capitalistas centrales que repercutió en el país por la fuerte dependencia respecto del sector externo, lo obligó a intervenir intensamente con el fin de paliar los efectos de aquélla.
Por ello se impusieron severas políticas regulatorias de lo monetario,
con la fundación del Banco Central, y de la producción, con la creación de organismos reguladores de la oferta y la demanda sobre todo en el sector agropecuario. Surgieron así las Juntas Reguladoras de Vino, Yerba Mate, Granos, Carnes, etc., con la finalidad de regular la oferta y evitar la caída de los precios.
Este intervencionismo, que se correspondió con un gobierno de signo
liberal, tuvo una finalidad meramente económica y coyuntural: defender el normal desenvolvimiento del mercado.
El intervencionismo adquirió connotaciones diferentes entre 1946 y 1955,
período en el cual el Justicialismo produjo un cambio sustantivo en la concepción política, económica y social. Al Estado se lo instrumentalizó en pos de la justicia social, la redistribución del ingreso y la necesidad de producir un acelerado proceso de sustitución de importaciones. Se instaló así, un intervencionismo estructural y permanente. El Estado no sólo reguló sino que, a través de las nacionalizaciones, gestionó empresarialmente estratégicos sectores de la economía.
Se impusieron, también, severos mecanismos de control de divisas. Se
estatizó el comercio exterior, se controlaron los precios y los ingresos de los factores productivos y se establecieron subsidios a los productores de bienes de consumo masivo y tarifas políticas para los servicios públicos.
Es en esta etapa cuando comienza a configurarse el Estado empresario,
porque de hecho la empresa pública era un instrumento idóneo de redistribución del ingreso y de acumulación de capital frente a la insuficiencia del sector privado. No podemos negar que la empresa estatal, originariamente, constituyó un medio eficaz para lograr cometidos de desarrollo y de justicia social.
Es entonces cuando se perfila el concepto de Estado de bienestar, que
busca ser un justo medio entre el Estado de derecho liberal, que pone el acento en lo individual, y la concepción socialista, que enfatiza lo colectivo.
Ahora bien, a partir de 1952 se produjo una flexibilización del
intervencionismo estatal, pues se comprendió que la actividad privada es siempre más productiva que la actividad del Estado. Este vuelco en el rumbo económico se debió sobre todo al agotamiento del modelo distribucionista; de ahí el repliegue de la intervención estatal y una revalorización de la empresa privada.
El proceso de crecimiento empresarial estatal y el de otras modalidades
de intervención del Estado en la economía no se detendrían aún después de caído el gobierno justicialista. Por el contrario, se adoptarían nuevas formas.
Dos presupuestos orientan la política económica en el período 1958-
1962: la confianza en el mecanismo de mercado como organizador del quehacer económico y la función del empresario privado, y la convicción de que sólo el funcionamiento del mercado y la libre determinación del empresario no garantizan un proceso de desarrollo, sino que deben realizarse cambios estructurales profundos. En consecuencia, la función del Estado será supletoria de la actividad privada, activa, orientadora, promotora y estimulante de la acción privada, especialmente en materia de inversión, conforme con las prioridades fijadas por el gobierno.
Durante el período 1966-1973, junto a un pretendido liberalismo
económico, se concretó la intervención estatal en empresas privadas. Estas se encontraban por distintas circunstancias, en situación de insolvencia financiera, cesación de pagos o, decididamente, en proceso de quiebra. Para preservar las fuentes de trabajo y producción y en pos de objetivos de paz social, el Estado las tomó a su cargo para controlarlas y administrarlas (leyes 17.507 y 18.832). De esta manera, se incorporaron al sector público más de un centenar de empresas privadas de distintos rubros de la producción y de los servicios. El Estado, de esta forma, asume nuevas actividades económicas. A su vez, se materializa el monopolio estatal en la industria siderúrgica, se crean empresas estatales petroquímicas y la explotación del hierro queda sustancialmente en manos del Estado.
Pero el punto más alto de concentración económica en y por el Estado
se ubica hacia 1973 cuando, a través de todo el instrumental que brinda la política económica, se controla y dirige el mercado, la producción, el consumo, la inversión, los precios. Se conforma, además, el máximo grado de empresariado estatal con la creación del holding o sociedad de control de las participaciones estatales: la Corporación de Empresas Nacionales. A esto se suma la constitución de un nuevo modelo empresarial público, reglado fundamentalmente por el derecho privado, la sociedad del Estado. A través de ella se intentó incorporar criterios de eficiencia, de eficacia, de competitividad, porque en aquel entonces el diagnóstico ya indicaba preocupantes situaciones de déficit y de inoperancia en las empresas estatales. El sector público económico en 1975 generaba más del 32% del PBI.
No obstante la orientación liberal y como consecuencia del pragmatismo
y del aperturismo económico, se experimentaron en el período 1976- 1983, las intervenciones económicas más intensas que registra la historia argentina, para lo cual basta confrontar las leyes 22.229 y 22.334 de intervención al grupo económico Greco. Mediante ellas el Estado intervino administrativamente sociedades privadas, impuso vedas judiciales especiales de alcance particular y dispuso la liquidación "seudo-judicial" de aquellas sociedades previamente intervenidas.
En síntesis, cualquiera fuere el signo ideológico del gobierno,
conservador, justicialista, radical o militar, el Estado empresario fue creciendo incesantemente.
Vemos entonces, a través de esta breve explicación, cómo el Estado
abusó de uno de los instrumentos jurídicos que posee, la empresa pública, para intervenir en la economía. Y agotó este instrumento hasta destruirlo, porque la empresa estatal se protegió detrás de sus prerrogativas, de precios políticos, de eximiciones impositivas, de gastos subsidiados por el tesoro nacional, de incrementos irracionales de personal, de estructuras administrativas obsoletas y de prestaciones injustas e ineficientes.
Luego, el Estado lleva a cabo una política de transformación de las
estructuras productivas del sector público que eran de su propiedad e integraban el aparato burocrático. Esta política se traduce con forma de derecho en la ley 23.696, llamada de "Reforma del Estado y Privatizaciones" (LRE), que sirve de herramienta a partir de 1989 para efectuar el proceso de privatizaciones de, entre otros supuestos, ENTel, Aerolíneas Argentinas SE, SEGBA, Obras Sanitarias de la Nación, Gas del Estado SE, Ferrocarriles Argentinos.
En el tránsito de la publicización a la privatización se sirve de una
herramienta ad hoc, la emergencia económica, también con forma de ley, dictada en 1989 bajo el n° 23.697. Seguidamente, el Estado preserva su poder indelegable de regulación y control, y a ese fin crea entidades autárquicas, con ese objetivo exclusivo y excluyente, con sustento en leyes (en general LRE, y en particular, 24.076, cap. X (ENARGAS) Ente Nacional Regulador del Gas, 24.065, cap. XII (ENRE) Ente Nacional Regulador de la Electricidad) y también en reglamentos (decrs. 660/96, art. 31, y modificatorios (CNC) Comisión Nacional de Comunicaciones, 999/92 (ETOSS) Ente Tripartito de Obras y Servicios Sanitarios, 375/97 y 16/98 (ORSNA) Organismo Regulador del Sistema Nacional de Aeropuertos).
Con la Constitución de 1994, la axiología política es gobernada y
dominada por los principios de la subsidiariedad y de la solidaridad individual, social e institucional, que instala el nuevo texto constitucional. De esta suerte, los principios de la subsidiariedad y la solidaridad no son meramente declarativos, pues cobran fortaleza a través de la tutela pública constitucional mediante la Auditoría General de la Nación (art. 85, Constitución Nacional [CN] y ley 24.156), Defensor del Pueblo (art. 86, CN y leyes 24.284; 24.379), Defensor General de la Nación (art. 120, CN y ley 24.946, art. 2 y concs.), Consejo de la Magistratura (art. 114, CN y leyes 24.937; 24.939), Oficina Nacional de Etica Pública (decrs. 152/97 y 878/97).
3. Libertad y legalidad económicas.
En la realidad estatal la mejor forma de defender la libertad es que exista autoridad. Esto origina un juego pendular de controles, pesos y contrapesos para que administrados y Administración, ciudadanos y Estado, cuenten con medios idóneos para asegurar el equilibrio entre autoridad y libertad. La relación vinculante entre el Estado y los individuos se materializa en una instrumentación jurídico-formal para que los derechos se ejerzan y los deberes se cumplan. La Constitución y las leyes delimitan las atribuciones del poder y a ellas debe sujetarse su ejercicio. De ahí que toda la actividad pública deba estar regulada jurídicamente y que en su quehacer rijan ciertos principios como el de la legalidad. La legalidad económica impone al Estado y a los particulares el respeto a la normatividad y a la prelación jurídica, igualdad y razonabilidad, control y responsabilidad, consecuencias todas del Estado de derecho como modelo adoptado para la organización política.
La Ley Suprema explicita el equilibrio de estas atribuciones ya que
reconoce competencias al Estado, y derechos a los individuos. Además de reconocer los derechos, brinda las garantías para asegurar su ejercicio. Las garantías son las segu ridades jurídico-institucionales que la propia ley señala para posibilitar la vigencia de los derechos y libertades reconocidos u otorgados. Si las garantías no tienen efectiva realización, los derechos y las libertades se desvanecen frente al crecimiento inusitado del poder. El art. 43 de la Constitución ha consagrado una fórmula de amparo amplia, incluyendo la protección de derechos y garantías reconocidos no sólo por la Constitución, sino también por los tratados o leyes. Aquélla especifica determinados derechos tutelados: al ambiente, a la competencia, al uso y consumo y aquéllos de incidencia colectiva, para ratificar, de este modo, la operatividad de su guarda y custodia judicial. Por mandato constitucional pueden ser accionantes el afectado, el Defensor del Pueblo, las asociaciones autorizadas. Es más, el art. 43 reconoce al juez la facultad de declarar de oficio la inconstitucionalidad de la norma en que se funda el acto u omisión lesivo que dio origen a la acción de amparo.
En definitiva, el ejercicio de la libertad económica sólo puede ser
regulado por la ley. El principio de legalidad, consagrado constitucionalmente, para el ejercicio de todos los derechos, es también aplicable a la libertad económica.
Nuestro régimen democrático adhiere a un sistema de economía mixta,
en donde la economía de mercado y la libre empresa tienen pacífica acogida, a la vez que la iniciativa pública en la actividad económica opera como pauta de excepción, para los recursos o servicios esenciales, pudiendo acordarse monopolios en ese sector.
La tutela constitucional de la libertad de empresa en el marco de la
economía mixta y con un régimen económico mixto, bipartito entre sector público y sector privado, tiene lugar a través de diversos resguardos jurídicos, que el propio ordenamiento constitucional consagra. En definitiva, todo cercenamiento o condicionamiento al ejercicio de la libre empresa ha de venir impuesto directamente por ley o en virtud de autorización expresa de una ley, que está siempre sujeta a los límites de razonabilidad que hagan compatible el ejercicio del derecho individual con los requerimientos sociales.
El fundamento de la libertad económica reside en el derecho a la
propiedad privada. Su contenido como libertad de empresa, abarca la libertad profesional, industrial y comercial. Y en cuanto a su alcance comprende la libre iniciativa económica privada y la cogestión o participación en la gestión (PTN, Dictámenes, 126:403).
La garantía de la libertad de empresa y de la iniciativa privada contiene
los límites impuestos por el bien común y la dirección general de la economía, que debe quedar en manos del Estado.
4. Principios jurídicos del orden económico.
Existe una serie de principios de orden económico de validez universal que se encuentran plasmados en los ordenamientos jurídicos de distintos Estados, ya sea a través de sus Constituciones, dictadas a la