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Sueño imperialista en Quecholac

Gerardo Noel Tenorio Salazar

Corría el año de 1863, el municipio de Quecholac, en el censo llevado a cabo el 30 de abril por el comisionado
Vicente Arenas y el delegado Ignacio Arenas se contaban 9 mil 989 habitantes de la cabecera, comunidades,
haciendas, rancherías, de un total de 45, dándose la mayor parte en el poblado, siendo éste el centro principal
de todos los servicios necesarios, ya que se contaba con comercio abundante, principalmente en la tienda de
raya de los mayores terratenientes Don Joaquín Tenorio y su hijo Epigmenio Tenorio.
Había en Quecholac, sobre la calle que hoy llamamos la 2 Oriente, una fábrica de jabón, y en la calle llamada del
Cinco, un callejón donde llegaban las diligencias para hacer cambio de caballos, aledaño a la casa principal del
Cinco, la cual contaba con cinco patios, una huerta familiar, un mirador con vigilante de diario, caballerizas,
noria de agua, pozo de agua, bodegas o trojes de aproximados 200 metros cuadrados, fuentes en los jardines,
patios para ganado menor, y gallineros, corrales para aves, etc. La casa era considerada la mejor y más grande
del pueblo, también tenía los pisos de las habitaciones principales y el comedor de madera, con candeleros que
colgaban de los techos y ventanas resguardadas por imponentes rejas de metal forjado, así como altos zaguanes
de madera.
Se contaba con una importante cantidad de arrieros y trabajadores para agilizar el comercio abundante que
pasaba por esta población, que se encontraba por la ruta principal de México a Veracruz; asimismo había
alambiques o destiladoras de licores, pulquerías donde se podía uno enterar de las noticias más recientes
ocurridas en la región; talleres de carpinteros que trabajaban la madera que traían de las faldas del Pico de
Orizaba; artesanos, orfebres diestros con el manejo del barro y el hierro, cobre; forjadores y herreros; así como
armeros que tenían fama de ser los mejores de la región,
En cuanto a las iglesias de la plaza principal había una en ruinas, de la orden de los mercedarios y la otra, el
antiguo templo franciscano, en algún tiempo considerado basílica de tres naves y modificado a una sola nave,
contando con un coro y varios retablos hermosos con pinturas y esculturas de los santos que se veneraban en el
momento, y de los cuales uno que se había estrenado el año anterior de las Ánimas del Santo Purgatorio y, en
mi opinión, el más bello que se tiene; así como el estreno de una campana, la más grande, regalo de un feligrés
muy fiel en su creencia religiosa, y después de llevarse a cabo el clero regular que tenía una extensión de
aproximadamente 200 por 200 metros. Todo el terreno bardeado, con una construcción de dos bodegas
enormes de 15 por 30 metros cada uno, troje de granos, despacho, habitaciones varias, etc., así como un templo
de la orden de los dominicos y otro más de la orden de los agustinos, nos dan idea de la importancia de
Quecholac en la vida del estado, siendo que se tiene una plaza de armas o parque de 200 por 200 metros
cuadrados, siendo ésta más grande que la de Tecamachalco, y tal vez que la de Puebla capital, igual a la de
Acatzingo o Tepeaca.
El camino real, que se transitaba por este municipio iba de Puebla a Veracruz, y comenzaba por la Hacienda de
la Compañía de Jesús, la cual colindaba con el municipio de Acatzingo. Seguía a la comunidad de San Simón de
Bravo, y después a esta cabecera municipal, o en su caso, tomaban el camino de aguas de Quecholac, pasando
por Palmar Tochapan y llegando a Xaltepec, de modo que el primero, seguía de Quecholac a la hacienda de San
Bartolomé Coxcomaya, pasando por la Hacienda de Santa María Coxcomaya, y después la ranchería de
Guadalupe Enríquez, siguiendo por el mismo camino se llegaba a la población de San Agustín del Palmar.
La hacienda de San Bartolomé Coxcomaya contaba con una noria, molino de granos, un estanque de
aproximadamente 50 por 100 metros y más de 5 de profundidad, con la que se regaba un promedio de 300
hectáreas, la hacienda contaba con 3 mil hectáreas, ganado menor y mayor, producción de maíz, cebada, trigo, y
frijol, y tuvo un precio de compra de 74 mil 400 pesos según documento fechado el 13 de junio de 1865.
La vida en el pueblo de Quecholac era agitada por todo lo que se estaba viviendo, teníamos noticias de que el
archiduque de Austria y futuro emperador de México, Maximiliano de Habsburgo y Carlota de Bélgica habían
aceptado la corona que se les ofrecía del reino de México, teniendo en esta población una guarnición del
ejército francés, así como una austrohúngara y una guardia civil estable que, según los registros, contaban con
un capitán, Joaquín Tinoco, un teniente, Manuel Enríquez, un subteniente, Miguel Mendoza, un sargento José
Barreda, y 14 cabos, dos por guardia, un corneta, y 78 soldados, así como 90 fusiles franceses, 62 fusiles
mexicanos, 82 bayonetas, 54 cubiertas, 16 cartucheras, 29 fajillas, 16 capucheras, 2 barderas de guías, 383
paradas, que son tiros, según documento fechado el 3 de octubre de 1865.
Esperando noticias del pronto arribo de su majestad, éstas llegaron por paquete francés de fecha del 17 de
septiembre de 1863, donde se informaba de la llegada del arzobispo de México, miembro de la regencia del
imperio y administrador de la sagrada mitra de esta diócesis, Don Plagio Antonio de Labastida y Dávalos, de
regreso a este país y del pronto desembarco en Veracruz y pronto regreso a la capital de México con las noticias
esperadas también de la llegada del emperador, y se hacía mención de que por los pueblos por donde pasara
deberían de arreglarse las fachadas de las casas, así como adornarlas para el paso de la comitiva pidiendo que
fueran iluminadas por la noche, avisando a todos los habitantes del municipio para su conocimiento.
La noticia de la llegada del emperador Maximiliano y toda su corte al puerto de Veracruz en la fragata Novara,
llegó por noticias del periódico oficial La Regeneración, boletín oficial que consignaba que el desembarco se
había llevado a cabo el 28 de mayo de 1884, y que continuaría su viaje hacia la capital del país, así que
comenzaron los preparativos del recibimiento que se le haría a los monarcas en este municipio de Quecholac.
Teniendo pocos días para la preparación del recibimiento, se comenzó por comunicarles a todos los habitantes
del municipio de la fecha probable del paso de la corte por este pueblo, donde serían concentrados todos los
festejos del recibimiento, preparándose las casas que servirían de alojamiento para todos los integrantes de la
corte, y la casa principal que albergaría a la pareja imperial,
Llegó el día mencionado siendo el 2 de junio de 1864, y estando presentes en primera fila el presidente
municipal Ignacio Trejo, el señor cura Don Francisco Acevedo Rodríguez, el presbítero Don Manuel Ignacio
Maldonado, colector del diezmo de la santa iglesia, así como los integrantes del ayuntamiento, los concejales,
Eulalio Vivanco, Joaquín de la Barreda, Vicente Arenas, Andrés Gasca, Manuel Rivanova, Carlos Carrera, los
representantes de las juntas auxiliares, los jefes de sección, los dueños de las haciendas y ranchos, dos de ellos
franceses, dueños de la Hacienda del Carmen, que pertenecía a Juan Haquet, y la de San José siendo el dueño
Carlos Sau Vaye y su administrador Faustino Vélez. Asistió también la mayor parte de los habitantes del
municipio, ya que éste era un acontecimiento que sólo se iba a presentar una sola vez, así que todos lucían sus
mejores galas y trajes, y estaban presentes sólo para ver y tal vez saludar a nuestros soberanos aunque fuera de
lejos. Todas las calles por donde transitara la comitiva estaban adornadas con arcos y enramadas de flores, así
como adornos en las fachadas y puertas de todas las casas y faroles para poderlas iluminar de noche.
La arquitectura de Quecholac era sobria, casas de adobe y piedra recubiertas de estuco, los quicios de las
puertas y zaguanes de piedra de cantera y las ventanas con enrejado de metal, con adornos de forja, las
banquetas de piedra de río en casi todo el pueblo.
La comitiva entró por el Barrio de las Ánimas, siendo anunciada con cohetes y cámaras de trueno, y en un
número aproximado de 500 integrantes. A la cabeza de la comitiva estaba el carruaje de los emperadores,
escoltados por el coronel Juan José Jeaningros, jefe de Infantería, el comandante Pedro Alejo Esnaur de la
Caballería, el ayudante general Simón Juan Martelly, el ingeniero Carlos Pedro Heydt, el teniente coronel Simón
Hub Cataret, presidente del Consejo de Guerra, Carlos Alias Roland, de la Corte Marcial, y acompañados
también por el capitán Bosmont, así como de la condesa Paula Kolontiz y el príncipe Carl Kevenhuller, militar
austriaco, y en un número de 200 militares escoltas austriacos belgas (húsares), además de tropa francesa y
soldados del ejército mexicano, junto con otros muchos habitantes y hacendados de diferentes partes del
estado por donde ya había pasado y que venían acompañando a la comitiva.
El recibimiento tuvo lugar en el parque principal, enfrente del exconvento franciscano previamente adornado
desde la entrada principal y recorriendo los 100 metros aproximados de atrio, que lucían espléndidos con
flores y telas, así como floreros y una alfombra hecha de flores y semillas de cultivos de la región; y qué decir de
la iglesia, con su altar mayor de columnas salomónicas, bellamente adornado e iluminado. Cuando
descendieron del carruaje se escuchó la salva de cuetes y las campanas al vuelo les recibieron con la mayor
solemnidad, luego se les invitó a pasar al interior de la iglesia, donde se llevó acabo un solemne Te Deum.
Posteriormente se procedió a conducirlos a la casa que serviría para alojarlos, y la cual pertenecía al señor
Epigmenio Tenorio, por ser la que tenía en ese tiempo las comodidades que requería la ocasión, asimismo se
sirvió un banquete para celebrar la fecha y se prepararon carnes de res y carnero, así como puerco y que
posiblemente fueron servidas en una especie de mixiote, hubo liebre asada, pan de sal y manteca, agua miel y
pulque o tal vez agua de tuna o pitaya y frutas de temporada, como el xoconostle, durazno, tunas, ciruelas,
membrillo, etc. Todo en una mesa finamente adornada con lo mejor en cubiertos y loza, pues el dueño de la casa
tenía mucho dinero y le gustaba darse buena vida.
Pasado este memorable momento para muchos habitantes del municipio, inolvidable porque posiblemente no
se repetiría, y la vida seguía ya fuera políticamente o socialmente, se seguía manteniendo comunicación con el
reciente nombrado imperio mexicano y ahora, en lugar de la jefatura política de Tecamachalco, se mantenía
comunicación diariamente con la subprefectura de Tepeaca sobre los movimientos de cualquier grupo
subversivo, así como del robo o rapiña del que fuera objeto la población. Y de igual modo los habitantes del
municipio se tuvieron que organizar gracias al oportuno liderazgo del comandante Juan José Jeaningros, jefe de
Infantería del ejército francés y comisionado de esta región, dando una cooperación para el mantenimiento de
una fuerza de infantería que estaría estable en esta población, siendo 52 habitantes y un total de ciento setenta
y siete pesos plata como fondo para el pago de la nómina. De igual manera se procedió con las nuevas
disposiciones del imperio, como la creación o seguimiento de la educación primaria y comenzando con una
circular extendida a todas las poblaciones y rancherías para organizar una junta y ver de qué manera se
obtendrían fondos para el sostén de dicha escuela llamada “Mariano Matamoros”, teniendo una primera
matrícula de 60 a 70 niños, bajo la dirección de preceptor don Manuel Domínguez quien sería pagado con la
contribución de Chicontepec, no habiendo enseñanza de niñas a falta de fondos y sólo existiendo una particular
de 10 a 12 niñas en donde se enseñaba lo básico.
Siguiendo con las recomendaciones de la subprefectura de Tepeaca, se informaba del movimiento del enemigo,
quien había cortado los cables del telégrafo que existía de San Agustín del Palmar hacia Tehuacán o para
Orizaba, y que se mantenía en movimiento de San Martín a Tlacotepec, así como Tecamachalco, Quecholac,
Acatzingo, San Pablo de las Tunas y por el paraje “Aguas de Quecholac”, por donde circulaban la mayor parte de
diligencias en un número aproximado de 200 hombres fieles a los disidentes y de los cuales su cuartel estaba
por la región de Tepexi, al mando de Macedonio Cabrera, de las fuerzas de Santibáñez.
Las nuevas disposiciones seguían llegando y se creaba el Registro Civil, inaugurado en mayo de 1866, siendo
encargado Don Rafael Trejo, con un sueldo mensual de 15 pesos y haciendo anotaciones en los libros
respectivos de nacimientos, casados y defunciones en un primer plano. De igual manera se realizaba el informe
de la cantidad de armas con que contaba este ayuntamiento: 40 fusiles y 21 que tenía la guardia civil y 10 que
necesitaban compostura, así como de algunas armas propiedad de particulares, una pistola de pistón de 1 tiro,
pistola volcanic de 6 tiros, pistolas cuatas mantón inglesas, pistola de 1 tiro sharpe-london de casquillo
fulminante. La información se remitía al subprefecto Francisco Granados Maldonado.
Los cambios en la organización del ayuntamiento se llevaban a cabo cotidianamente y era el caso que en agosto
de 1866 se cambiaba al concejal José María Victoria, por Andrés Gasca, siendo por mayoría de votos; de igual
manera se comunicaba que se remitiría a Tepeaca una fuerza de 25 hombres al mando del capitán de la guardia
Joaquín Tinoco, el teniente Manuel Enríquez, el subteniente Antonio González, los sargentos Miguel Mendoza y
Andrade y José Barreda, y se remitía al insurgente Mariano Sánchez, así como al bandolero Leonardo Huerta,
quien fue aprendido en el Rancho de la Candelaria de dicha jurisdicción para ser juzgados y encarcelados si
fuera el caso.
En julio de 1866 se reciben noticias de que la emperatriz Carlota se embarcaría hacia Europa. Los motivos no
son del todo ciertos, pero se comentaba que iba a solicitar ayuda a Napoleón lll y también apoyo al papa Pío IX,
ya que se sabía de los conflictos que existían entre el clero, el mariscal Bazaine y Maximiliano. Se esperaba el
regreso de la emperatriz, según circular 3790 de fecha 13 de octubre de 1866, y se pedía que se adornaran con
arcos y enramadas los lugares por donde pasara, todo con cargo al erario para hacer un recibimiento digno.
Pero después se recibe la circular 3816, de fecha 22 de octubre, donde se informa que la emperatriz,
encontrándose en Roma fue atacada por una grave fiebre cerebral y se pide que se le comunique al señor cura
para que en cualquier acto religioso que se lleve a cabo se pida por la salud de la reina.
Se llevan a cabo los preparativos para la celebración del aniversario de la Independencia de México por los
concejales y algunos vecinos, y se celebró el programa de la Junta Patriótica de esta población.
Son recibidas las felicitaciones correspondientes de la guardia estable en una orden general donde se les da las
gracias por el servicio que están prestando a su patria; de igual manera se remite el informe de los estados que
guardan, como son, parque, armas, equipo y demás artefactos que tienen en su poder.
De igual manera se preparaban los trabajos para la elección del ayuntamiento y solicitan a la subprefectura se
remitan las boletas respectivas de 400 a 500, para que sean repartidas con oportunidad en esta demarcación.
Las elecciones se llevarían a cabo y nombrarían como nuevo presidente de Quecholac al C. Juan Arenas, dando
inicio su mandato el 1º de enero de 1867 y firmando el respectivo el subprefecto Juan José Rivadeneyra de
Tepeaca. Y del mismo modo se le comunicaba de un problema que se había tenido por un conflicto entre
mexicanos de la guardia estable, comandada por Don Joaquín Barreda y franceses, y manifiestan que fueron
desarmados por una guardia francesa que estaba acuartelada en esta población.
De la circular número 3866 remitida a esta población se mencionan las indemnizaciones, ya sea en alojamiento
o en especie, que se les darán al ejército austriaco que pase por esta población y que fueron las siguientes:

Comandante de división de brigada $60


Coroneles $50
Teniente coronel $40
Jefe de batallón o escuadrón $30
Capitán $30
Teniente y subteniente $20

A estas indemnizaciones se les debe agregar, por cada oficial que tenga por estar montado en un caballo, $3
pesos y $1 peso por cada uno de atrás.
El mariscal Bazaine manda una circular número 3834, de fecha 25 de octubre de 1866, y remite el ejemplar del
proyecto para el reclutamiento de los Batallones de Cazadores de México que su majestad el emperador se ha
servido aprobar y que sería por 5 años, 3 años en servicio y 2 más en reserva, y tomando las medidas
pertinentes se procedió en un principio a remitir a todos los habitantes que no tuvieran oficio ni beneficio,
siendo un total de 26 individuos, estando al mando del comandante de escuadrón Don José María González, y se
remitieron a la subprefectura de Tepeaca. De igual modo se hizo la invitación a los demás ciudadanos que
quisieran integrar el contingente, enlistándose 15 individuos más al mando de sargento Don Antonio
Betancourt.
El tiempo transcurrió entre conflictos de los imperialistas y republicanos, ejercito y guerrilleros, conflictos
entre clero y gobierno, así como con el ejército expedicionario. Por las noticias que se recibían se sabía que el
ejército francés iniciaría el retiro de sus tropas del territorio mexicano y que éste comenzaría a finales del año,
siendo esto dos años antes de lo pactado con Napoleón III, concentrándose las tropas para su embarco a partir
de diciembre y siendo el 18 el inicio.
Quecholac fue testigo del paso de tropas para el puerto, el 4 de diciembre de 1866 se recibía un documento
oficial que anunciaba la permanencia de su majestad, el emperador de la nación, Maximiliano, pidiendo que se
publicara con la mayor solemnidad posible el pronto regreso a la capital del imperio del augusto soberano para
conservar el poder que la nación mexicana le confiara. Se pedía que se llevara a cabo el arreglo de los caminos
por donde pasaría la comitiva y se colocaran arcos de flores y enramadas, así como portadas, de un modo que
expresara el pueblo al cual correspondía el camino de tránsito, y lo comunicaba el subprefecto del
departamento Don José María de la Vega. El 13 de diciembre ya se encontraba en San Agustín del Palmar,
después de haber celebrado una reunión con su Estado Mayor y tratar asuntos relacionados con la abdicación
en noviembre.
Llegó el mes de enero de 1867 y la población se encontraba inquieta por las noticias recibidas y siendo testigos
del éxodo del ejército francés hacia el puerto de Veracruz y la deserción de la guardia civil de esta población, así
como del movimiento de la guerrilla por esta zona, la cual se miraba más confiada en el futuro de la nación, ya
que cada vez se sumaban más individuos a ésta. Se sabía del movimiento del general Porfirio Díaz al mando de
la Brigada Oaxaca que se aproximaba a Puebla para iniciar el sitio. Se esperaba el final del embarco de las
tropas francesas, que sería el 11 de marzo de 1867 y del general Díaz entrando a Puebla el 2 de abril.
La comunicación con la subprefectura de Tepeaca se había interrumpido y ahora sería nuevamente con la
jefatura política de Tecamachalco, y la correspondencia tendría nuevamente el lema “Libertad y Reforma” a
partir del 29 de febrero de 1867. Ahora se apoyaba nuevamente al Ejército de Oriente con insumos, como 26
cargas de maíz, 8 de frijol, 2 cargas de totopo, para auxiliar al Ejército Republicano que operaba sobre Puebla.
Posteriormente se supo del peregrinar de Maximiliano por algunos estados del país, su llegada a Querétaro y su
fusilamiento en el Cerro de las Campanas el 19 de junio de 1867.
Con el final de estos acontecimientos se da fin al sueño de pertenecer a otra raza que se nos suponía mejor y
más educada, con mayor presencia y más refinamiento, a la cual quisieron pertenecer muchos habitantes de
esta nación, para olvidarse por un tiempo de su amarga realidad.

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