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En el inicio de un curso de Introducción al Derecho, así como

en el de un manual de la asignatura, es conveniente presentar,


brevemente, los distintos usos de la palabra “derecho”, a fin de
aclarar luego en cuál de esos usos o significados aparece dicha
palabra en la denominación del curso y en el título del libro co-
rrespondiente. Con lo cual quiero decir que un curso y un libro
de Introducción al Derecho tienen que aclarar, de entrada, si son
una introducción al derecho en uno o más de los sentidos en que
puede ser utilizada esa palabra.
“Derecho” es un término que tiene diferentes significados
coloquiales y distintos significados técnicos. Por supuesto que los
que interesan aquí son los significados técnicos del término, no
los coloquiales, aunque vale la pena detenerse un momento en
estos últimos.
En el lenguaje común, en aquel que emplean todas las personas
y no únicamente aquellas que se relacionan con el derecho en
razón de sus estudios y profesiones, “derecho”, coloquialmente
hablando, significa varias cosas, tales como lo opuesto a “izquier-
do” (como cuando digo “Juan alzó su brazo derecho”), una di-
rección a tomar (como cuando alguien dice a un automovilista
que pregunta por una dirección “Siga derecho”), una posición
a adoptar (como cuando se ordena a alguien “Ponte derecho”),
una cualidad moral positiva de un individuo (como cuando digo
“Juan es derecho”), sin olvidar tampoco, ahora en femenino, que
“derecha” es una palabra con la que se designa un determinado
sector de opinión y de actividad política. A propósito del último

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INTRODUCCIÓN AL DERECHO

de tales significados, y para contrarrestar en parte la tendencia


actual a sostener que la díada derecha-izquierda perdió ya toda
significación política, recomiendo la lectura del libro de Norber-
to Bobbio, Derecha e izquierda. Razón y significado de una distinción
política, y, como complemento de éste, los trabajos de mi autoría
que aparecen en la bibliografía de este libro, al final, y que tratan
de ese mismo asunto.
En cuanto a los usos técnicos de la palabra “derecho”, es
decir, a los significados del término en que lo emplean quienes
se relacionan con el fenómeno jurídico en razón de sus estudios
formales o en atención a las profesiones que ejercen, tales como
estudiantes de derecho, abogados, jueces, legisladores, funcio-
narios de la Administración, y profesores de derecho, es posible
distinguir a lo menos cinco sentidos del término:
En primer lugar, “derecho” es una palabra con la que se de-
signa un fenómeno que concierne a la conducta humana y que
se encuentra presente, de manera más evolucionada o menos
evolucionada, en toda forma u organización de vida del hombre
en sociedad. Si es cierto que donde hay hombres hay sociedad y
que donde hay sociedad hay derecho, derecho, en este primer sen-
tido técnico de la palabra, designa un fenómeno, un cierto orden
regulador de la conducta humana que es posible advertir en toda
sociedad. Así, por ejemplo, cuando digo que “De acuerdo con
el derecho chileno, las relaciones laborales entre los empleadores
y los trabajadores se regulan por el Código del Trabajo y por sus
leyes complementarias”, o, más simplemente, que “De acuerdo
con el derecho vigente, el que mate a otro debe sufrir X pena”.
En segundo lugar, “derecho” es una palabra con la que se
designa la facultad de que un sujeto está dotado frente a otro u
otros sujetos, en razón de un acto o de una situación determinada.
Así, por ejemplo, en la frase “Juan tiene derecho a recibir de Pedro
el precio de la cosa que vendió a éste”.
En tercer término, “derecho” se emplea también para aludir
a un conjunto de prerrogativas fundamentales que adscriben sin
excepción a todo individuo de la especie humana, por el solo
hecho de ser tal, y no en virtud de un acto o situación especial
que pueda haber ejecutado o en la que pueda ocasionalmente
encontrarse. Así, por ejemplo, cuando alguien proclama “Todos

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EL DERECHO: UN PLANTEAMIENTO INICIAL

tenemos derechos humanos” o “Es un derecho fundamental que las


personas puedan expresar libremente sus opiniones, de palabra
o por escrito, sin censura previa”.
Seguidamente, “derecho” es un término con el que se alude
a un saber o conocimiento acerca del derecho en el primero al de
los sentidos técnicos que llevamos identificados. Así, por ejemplo,
si afirmo “Soy profesor de derecho”, o “Tengo buenos estudiantes
de derecho”, o “Esta es una prestigiosa escuela de derecho”.
Este nuevo uso de la palabra “derecho” pone de manifiesto
que ese mismo término se utiliza para designar tanto un objeto
por conocer (el derecho en el primero de nuestros significados
técnicos) cuanto al saber que se constituye acerca de ese objeto
(derecho en el cuarto de nuestros significados).
En efecto, sobre el derecho en el primero de tales significados,
es decir, sobre el derecho como fenómeno presente en toda or-
ganización de vida del hombre en sociedad, se constituyó desde
antiguo un determinado saber al que suele dársele también el
nombre de “derecho”.
Tratándose de otros objetos y saberes, ese doble uso de una
misma palabra no se produce. Los astros son una cosa y la astro-
nomía otra. Los astros son un fenómeno, algo que existe en la
realidad, y constituyen objeto o materia de un saber, aunque a
este saber no se le llama “astros”, sino “astronomía”, merced a lo
cual queda suficientemente diferenciado el objeto por conocer
(los astros) y el saber que los conoce (la astronomía). En cambio,
tratándose de nuestro caso, un objeto por conocer (el derecho
como fenómeno social) tiene el mismo nombre del saber que
se ocupa de él, lo cual puede constituir fuente de confusiones y
malentendidos).
Para evitar esas confusiones y malentendidos, un jurista
español, Antonio Hernández Gil, señaló que tendríamos que
reservar la palabra “derecho” para el objeto por conocer y decir
“Derechología” para aludir al saber acerca de ese objeto. Con
todo, ese jurista no pretendía que adoptáramos una palabra tan
poco fonética como “Derechología”, y sólo quería ilustrar la difi-
cultad que se produce cuando con una misma palabra aludimos
tanto a un determinado objeto por conocer como al saber que
se constituye sobre ese objeto.

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INTRODUCCIÓN AL DERECHO

Por lo mismo, sugerimos reservar la palabra “derecho” para el


objeto por conocer –un cierto fenómeno de la vida del hombre
en sociedad– y llamar “ciencia del derecho” o “dogmática jurídi-
ca”, como de hecho se hace comúnmente, al saber acerca de ese
objeto, un saber que se cultiva, difunde y renueva críticamente
en las escuelas de derecho, o en las facultades de derecho, las
cuales se llaman también, por lo mismo, facultades de ciencias
jurídicas.
Es cierto que la denominación “ciencia del derecho” obliga a
justificar en ella la palabra “ciencia” y a preguntarnos si ese saber
que tenemos acerca del derecho constituye realmente un conoci-
miento que podamos presentar como científico. Y es cierto, por
otra parte, que la denominación “dogmática jurídica” obliga a
explicar por qué se utiliza en ella la palabra “dogmática”. Sobre el
particular, digamos tan solo que poder rotular o no a la llamada
“ciencia del derecho” como tal va a depender del concepto que
utilicemos de ciencia. Si ese concepto es suficientemente amplio
como para dar cabida al saber de los juristas acerca del derecho,
entonces podríamos calificar a ese saber de científico, pero si el
concepto de ciencia que utilizamos es más estricto, lo más pro-
bable es que no podamos rotularlo como ciencia. Y en cuanto
al término “dogmática” que aparece en la expresión “dogmática
jurídica” –una denominación muy frecuente para lo que acaba-
mos de llamar “ciencia del derecho”–, él se explica por cuanto
los juristas, agentes del conocimiento científico o dogmático de
un derecho dado, deben ceñirse a las normas y otros estándares
de ese derecho sin poder sustituirlos por otros que pudieran
resultar más de su agrado. La dogmática jurídica no es dogmática
en cuanto trabaje con dogmas –esas normas y otros estándares
que forman parte de un derecho dado– ni en cuanto a que lo
sean los enunciados o proposiciones que los juristas formulan a
propósito de tales normas y estándares, sino sólo en cuanto aque-
llos les son dados, de manera objetiva, como un dato previo a su
trabajo. En cualquier caso, para un tratamiento más exhaustivo
de ese punto pueden verse las páginas 186 y siguientes de mi
libro Filosofía del Derecho.
A propósito siempre del derecho y del saber que se ocupa de
él, acostumbra distinguirse entre normas jurídicas y proposiciones

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EL DERECHO: UN PLANTEAMIENTO INICIAL

jurídicas. Las primeras son las que forman parte del derecho, de
un determinado derecho, de un ordenamiento jurídico vigente
en un lugar y tiempo dados, y, como tales, provienen de auto-
ridades normativas con competencia para crearlas y tienen por
función prescribir comportamientos de los sujetos normativos
imperados por ellas, mientras que las segundas forman parte de
la ciencia del derecho, provienen de los juristas que cultivan ese
saber e identifican e interpretan las normas de un ordenamiento
jurídico. Así, una es la norma de un Código penal que prescribe
“el que mate a otro sufrirá X pena” y otra la proposición que
formula un estudioso del Derecho Penal, ya sea en una lección
oral o en un manual de la especialidad, que informa acerca de
que “De acuerdo con el derecho penal chileno el que mate a otro
deberá sufrir X pena”.
Por último, un quinto uso de la palabra “derecho” aparece
cada vez que la utilizamos para aludir a un probable conjunto de
normas y de principios anteriores y superiores a los ordenamien-
tos jurídicos dotados de realidad y vigencia históricas, anteriores
incluso al Estado, dictados por Dios, inscritos en la naturaleza
racional del hombre o ínsitos en la naturaleza de las cosas, y en
las que tales ordenamientos fundamentarían su validez. Así, por
ejemplo, si alguien dice: “Despenalizar el aborto es contrario al
derecho natural”.
Sobre ese quinto y último significado de la palabra “derecho”,
convendría señalar que la disputa entre positivistas y iusnaturalistas
es hoy más compleja que esto, aunque la diferencia central radica
en que los primeros afirman que sólo existe el derecho positivo,
esto es, el derecho creado o puesto por actos de voluntad humana
que se expresan por intermedio de lo que en el Capítulo IV de
este libro llamaremos “fuentes formales del derecho”, mientras
que los segundos plantean que, además del derecho positivo,
existe también un derecho natural, aunque los que sostienen
esto último discrepan a la hora de identificar la fuente de este
derecho, puesto que algunos de ellos la ven directamente en Dios,
otros en la naturaleza racional del hombre y otros, en fin, en la
naturaleza de las cosas.
De este modo, los positivistas son monistas, o, lo que es lo mis-
mo, el positivismo jurídico es una doctrina monista, porque afirma

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INTRODUCCIÓN AL DERECHO

que hay sólo el derecho positivo, el derecho puesto o creado por


los hombres, mientras que los iusnaturalistas son dualistas, o, lo
que es igual, el iusnaturalismo es una doctrina dualista, puesto
que afirma que hay dos derechos, uno positivo y otro natural, uno
producido por actos de voluntad humana y otro que provendría
de Dios, la razón o la naturaleza de las cosas. Para un tratamiento
más completo de este tema, puede verse también mi libro Filosofía
del Derecho, páginas 333 y siguientes.
Pues bien, he ahí cinco sentidos técnicos que tiene la palabra
“derecho”, y cabe ahora volver sobre la pregunta que dejamos
pendiente: ¿en cuál de esos sentidos se usa dicha palabra cuando
la incluimos en la denominación de nuestra asignatura llamada
Introducción al Derecho o en el título del presente libro? Dicha
asignatura y este libro son una introducción al derecho, ¿en cuál
de tales sentidos? ¿En el primero, en el segundo, en el tercero,
en el cuarto, en el quinto, en todos ellos?
Un curso de Introducción al Derecho, lo mismo que un libro
que exponga sus distintas materias, lo es, ante todo, de introducción
al primero de los cinco significados técnicos que tiene la palabra
“derecho”. Esto quiere decir que en ambos casos se trata de una
introducción al derecho en cuanto fenómeno presente en la vida
del hombre en sociedad y, más concretamente, en cuanto orden
regulador de la conducta humana. Una de las funciones del de-
recho es orientar comportamientos, o sea, dirigir la conducta de
hombres y mujeres que viven en sociedad, valiéndose para ello de
normas y otros estándares que pueden ser vistos como mensajes
que intentan influir en el comportamiento humano, en lo que
hombres y mujeres hacen o dejan de hacer en el curso de la vida
en común. Es así, por lo demás, como percibimos la presencia del
derecho en nuestra experiencia de vida en sociedad: como pautas
que nos indican qué debemos hacer, qué nos está prohibido hacer
y qué nos está permitido realizar. Qué debemos hacer, por ejemplo,
cuando una norma jurídica establece que los comerciantes, con
motivo de las compraventas que celebran, deben recibir, declarar
y pagar el IVA que va incluido en el precio en que venden sus
mercaderías a los consumidores; qué nos está prohibido hacer,
cuando una norma jurídica establece que no se puede avanzar
con nuestro vehículo cuando el semáforo está en rojo; y qué nos

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EL DERECHO: UN PLANTEAMIENTO INICIAL

está permitido hacer, cuando otra norma establece que en deter-


minadas circunstancias está permitido virar con luz roja.
Sin embargo, este libro se referirá también al derecho en los
otros cuatro significados técnicos del término, especialmente en
el segundo y tercero de ellos, aunque en menor medida en que lo
hará en el primero de los significados que hemos identificado.
Para avanzar ahora en la comprensión del derecho en cuanto
a orden regulador de la conducta humana, es preciso ocuparse
de la vida en sociedad y de las normas de conducta que la rigen.
De las normas de conducta en general, puesto que no solo hay
normas jurídicas, sino también de otro tipo, por ejemplo, de
trato social y morales. Sabemos que hay normas jurídicas que nos
obligan a declarar y pagar determinados impuestos, por ejemplo;
pero sabemos también que hay normas de trato social que nos
obligan a saludar a nuestros vecinos o a comer con cubiertos y
no directamente con las manos, como sabemos, en fin, que hay
normas morales que nos obligan a decir la verdad, a mantener
la palabra empeñada o a asistir a nuestros amigos en caso de que
lo necesiten.
Hay también normas religiosas, desde luego, aunque ellas
valen sólo para quienes libremente adscriban al credo religioso
del cual se trate, como amar a Dios, no incurrir en pecado o
asistir a un oficio religioso en un determinado día de la semana.
Si bien importantes para quienes además de creer en Dios ads-
criben a una religión y son fieles de una determinada iglesia, en
este manual no trataremos de las normas religiosas, atendida la
personalísima esfera a que ellas pertenecen.
Hay igualmente las normas técnicas, por lo común llamadas
“reglas técnicas”, puesto que responden antes a la lógica de la
necesidad que a la del deber, indicándonos no qué debemos ha-
cer, sino qué tenemos que hacer, para conseguir un fin práctico
determinado –por ejemplo, encender el televisor, construir un
aparato de radio, poner en marcha y conducir un automóvil,
practicar una cirugía de corazón–, y a estas reglas técnicas nos
referiremos también, incidentalmente, en las páginas que siguen
de este libro.
Normas como esas, en especial las jurídicas, las morales y
las de trato social, rigen la conducta de hombres y mujeres que

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INTRODUCCIÓN AL DERECHO

viven en sociedad. Por tanto, es preciso saber algo de la sociedad


–y, por contraste, saber algo también de la naturaleza– y de las
normas de conducta que es posible encontrar en aquella. Esto
quiere decir que primero tenemos que saber de las normas de
conducta, así, en general, y luego de esas tres clases o tipos de
normas que acabamos de identificar.

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