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LA QUIEBRA DEL IMPERIO ESPAÑOL (1627)

Las vastas riquezas de oro y plata (unos tres billones de dólares) que saquearon los españoles de América y
que mantenía el Imperio español a finales del siglo XVI gracias a las expediciones de los conquistadores al
Nuevo Mundo, financiaban las numerosas campañas militares que llevaba a cabo en Europa.

Como consecuencia, España expandió sus territorios hacia una gran parte de Italia, Alemania y los Países
Bajos.

Pero las constantes guerras y ocupaciones militares agotaban el tesoro español, que sufría una presión
inflacionaria debido al influjo de plata y oro del Nuevo Mundo.

En lugar de reformar las finanzas reales, el ineficaz rey Felipe III condenó a España a un descenso hacia la
irrelevancia a largo plazo.

El impago de las deudas de la corona impidió que el Imperio sofocara una rebelión holandesa en 1607.
Este fracaso, cinco años después de que los holandeses establecieran la primera empresa con cotización
bursátil de la historia, desplazó el poder económico de Europa hacia Ámsterdam.

Revolución francesa 1627

La revolución francesa (1789 – 1799) fue una serie de movimientos revolucionarios que dieron fin al Antiguo
Régimen en Francia. Se considera un modelo de revolución política burguesa porque logró la conquista del
poder por parte de la burguesía. Aquel dominio político le permitió imponer sus criterios, tanto económicos
(liberalismo económico), sociales (clases) y políticos (parlamentarismo en sus dos primeras formas: el
liberalismo y la democracia).

Económicamente, Francia vivía una crisis profunda, especialmente de infra producción, el campo no producía
lo suficiente y esto derivaría en hambre. Además, el Estado francés arrastraba un gran déficit, y la sociedad
francesa estaba insatisfecha, eran conscientes de que su situación había empeorado gradualmente y querían
un cambio.

El desencadenante de la revolución fue principalmente la nobleza, cuando los ministros de Luis XVI pidieron
tributos a estos.

El pánico de 1907

La crisis, aunque no es demasiado conocida (la caída de la Bolsa y subsiguiente Gran Depresión de los años
treinta hacen sombra a todos los demás episodios de este tipo), tuvo una consecuencia aplazada de primer
orden: la creación seis años más tarde de la Reserva Federal, que ejerce de banco central en Estados Unidos.

Los acontecimientos se produjeron durante la presidencia de Teodoro Roosevelt, un presidente que acumuló
activos tan contradictorios como haber sido extremadamente belicista en la guerra de Cuba y haber recibido
años después el Premio Nobel de la Paz (en 1906, el mismo año en que Santiago Ramón y Cajal recibía el
suyo de medicina) por sus buenos oficios para poner fin a la guerra que había enfrentado a rusos y japoneses
en 1905.

El llamado pánico de 1907 lo provocó la retirada masiva de dinero y consiguiente quiebra de un tipo de
banco sometido a pocas reglamentaciones que, con el nombre genérico de trust, desarrollaba actividades de
fideicomiso (herencias, legados, etcétera).
LA HIPERINFLACIÓN ALEMANA EN 1923

Durante la Primera Guerra Mundial, Alemania había financiado la contienda a cargo de la deuda nacional,
provocando un aumento de la inflación que esperaba solventar en la victoria con un cuantioso botín que
finalmente no obtuvo. Tras la derrota, las naciones vencedoras pasaron la factura por los daños ocasionados.

A mediados de 1919 se firma el Tratado de Versalles por el cual Alemania debía ceder valiosas regiones
fronterizas así como las colonias en África, Asia y Oceanía. Pero el golpe más fuerte lo recibió con el
llamado Ultimátum de Londres, en el que se exigía a Alemania desembolsar 132.000 millones de marcos oro,
cantidad que suponía casi el triple del PIB del país antes de la guerra. Este pago debía realizarse a razón de
2000 millones cada año y el 26% de las exportaciones anuales.

El gobierno no podía recurrir a los mercados, donde la caída libre del valor del marco ahuyentaba a
inversores nacionales e internacionales, y la recaudación fiscal no era suficiente para hacer frente a los
pagos, así que se decidió imprimir más dinero extra para hacer frente a la deuda, inundando la economía de
billetes y llevando la inflación a niveles inverosímiles.

Esta situación explotó durante el verano de 1922, cuando la inflación se transformó en hiperinflación y, a
principios de 1923, la República de Weimar suspendió los pagos. Estados Unidos y Reino Unido apostaron
por renegociar la deuda, sin embargo, Francia y Bélgica se decantaron por medidas más vehementes. Así
que, a finales de enero, las tropas francesas y belgas ocuparon el corazón industrial de Alemania. El gobierno
llamó a la resistencia pasiva iniciando una huelga prolongada mientras se compensaba a empresarios y
obreros con la emisión de más billetes.

En el verano de 1923 la situación había alcanzado una magnitud que se refleja claramente en la relación del
marco con el dólar que había pasado de 7.792 marcos en enero a 400.000 en julio, 160 millones en
septiembre y 4,2 billones en noviembre. Durante esta vorágine, el marco había perdido su valor y el estado
había contratado más de doscientas fábricas papeleras a tiempo completo para imprimir los billetes a la
velocidad necesaria. Se imprimían directamente en una sola cara para ahorrar tiempo.

La crisis latinoamericana

A inicios de la década de los ochenta estalló la crisis de la deuda externa, marcando un punto de inflexión en
la historia económica de América Latina y el Caribe. Con ello se desencadenó la crisis de una estrategia de
desarrollo que —con diferencias entre países y modificaciones a lo largo del tiempo— había caracterizado las
décadas anteriores. Varios países no estuvieron en condiciones de atender sus compromisos y entraron en
cesación de pagos. Se aplicaron una variedad de medidas encaminadas a superar la crisis, que generalmente
tuvieron un sesgo contractivo. El impacto sobre la capacidad productiva, el empleo y las condiciones sociales
fue tan fuerte que la CEPAL caracterizó los años siguientes como una “década perdida” para el desarrollo
económico y social de la región.
En este libro se reúnen cuatro ensayos que permiten entender los factores que originaron la crisis y las
circunstancias que determinaron que sus consecuencias para la región fueran aún más graves que las de la
Gran Depresión de los años treinta. En el libro se explican también los procesos de negociación que
condujeron a los países deudores a una situación desmejorada, los programas de reestructuración de la
deuda y su incidencia en el desarrollo financiero de la región, y el modo en que los cambios en las políticas
económicas experimentados por la región pueden contribuir a prevenir la ocurrencia de este tipo de crisis en
el futuro. Treinta años después de la crisis que más gravemente afectó el desarrollo de la región, en un
mundo cada vez más interdependiente y turbulento, las lecciones aprendidas de este episodio están
plenamente vigentes.

Fobatroa
1 de Septiembre de 1982. Nacionalización de la banca. Tras la devaluación del peso (26 a 47 pesos por
dólar), ante la insuficiencia de las reservas internacionales del Banco de México para hacer frente a la
demanda de dólares y la cancelación de créditos a México por parte de la banca internacional para subsidiar
la cartera vencida del sistema financiero nacional, el gobierno de José López Portillo decretó la expropiación
de las instituciones bancarias y el control generalizado del tipo de cambio. La Federación tuvo que
desembolsar tres billones de pesos (viejos) para adquirir las instituciones de crédito comerciales y privadas,
cuya deuda ascendía a 25,000 millones de dólares.

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