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Congreso

Anficitiónico de
Panamá
INTUCCIÓN

Sin vacilación uno de los más significativos proyectistas de la unidad de América Latina y el
Caribe es el Libertador Simón Bolívar, su imagen latinoamericana es articulada visiblemente en la
“Carta de Jamaica” (1815), contenido en el que emerge abiertamente la necesidad de una
integración político-militar, de las naciones recién independizadas del dominio español. Dicha
estrategia busca la conformación de una confederación americana, que interponga el equilibrio
ante el imperialismo y las pretensiones coloniales, equiparando las fuerzas por medio de la unión.
Bolívar reclamaba el respeto de España, Inglaterra, y por supuesto Estados Unidos, entre todas las
naciones del mundo, eso solo era posible con la confederación de los países en una alianza
estratégica que uniformara el sentido de sus políticas.

A partir de 1822 el Libertador, desde la República de Colombia, comienza su más ardua tarea
política al establecer empalmes diplomáticos entre México, Perú, Chile, Centroamérica y Buenos
Aires, invitando a formar esa confederación que nivelara las visiones regionales, que “sirviese de
consejo en los grandes conflictos, de punto de contacto en los peligros comunes, de fiel intérprete
en los tratados públicos, y de conciliador, en fin, de nuestras diferencias.” La idea es reunir a las
repúblicas en el Istmo de Panamá, en una asamblea anfictiónica inspirada en las alianzas de la
antigua Grecia, donde los plenipotenciarios nombrados por sus naciones discutían temas de
interés común.

Bolívar hizo pactar a los países en unión, liga y confederación, previamente al Congreso, donde
se pretendía ratificar la unión y perpetuar la asamblea donde siempre participarían las naciones
confederadas. Lamentablemente, durante los protocolos de Panamá, los intereses sectarios y el
fantasma del imperialismo del siglo XIX, interfirieron para impedir la conformación de la alianza
más grande del planeta para aquel entonces. No sabemos a ciencia cierta que se discutió en
muchas reuniones secretas de las que no existen las actas respectivas, pero sabemos que los
Estados Unidos vinieron con su planteamiento menorista en cual ellos son la cabeza de América.
Las posiciones diversas reunían y alejaban a los plenipotenciarios del Istmo de Panamá, uno de los
antecedentes más directos de la historia de las relaciones internacionales en América Latina y el
Caribe.
DESARROLLO:

El Congreso de Panamá (designado a menudo como Congreso Anfictiónico de Panamá en recuerdo


de la Liga Anfictiónica de Grecia antigua) fue un congreso que tuvo lugar en la ciudad de Panamá,
convocado por el Libertador venezolano Simón Bolívar, con el objeto de buscar la unión o
confederación de Hispanoamérica, lo que antes fueron los virreinatos españoles en América. El
congreso se llevó a cabo en 1826 en el antiguo convento de San Francisco, hoy Palacio Bolívar de
la ciudad de Panamá.

El salón donde fue celebrado dicho congreso recibe el nombre de Salón Bolívar y reposan allí una
espada del Libertador, juntos con los originales “Protocolos del Istmo”, primeros acuerdos
firmados por los ministros plenipotenciarios que asistieron a esta reunión en 1826.1

Asistieron al congreso: Nueva Granada, Venezuela, Ecuador, Guatemala, México, Perú, las
Provincias Unidas de Centro América. Chile y Argentina no manifestaron interes; Bolivia no pudo
llegar a tiempo y Gran Bretaña envió un observador.

Antecedentes:

Ya la idea de crear una gran nación cuya extensión abarcara lo que hoy es Hispanoamérica venía
desde el prócer venezolano Francisco de Miranda, quien ideó el nombre de Colombia para esa
eventual nación. Simón Bolívar, también, en la Carta de Jamaica (1815) expresa:

"Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo en una sola nación con un solo
vinculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene su origen, una lengua, unas
costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los
diferentes estados que hayan de formarse; [...] ¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuese
para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de
instalar allí un augusto congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar
y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras tres partes
del mundo. Esta especie de corporación podrá tener lugar en alguna época dichosa de nuestra
regeneración..."

Simón Bolívar, Carta de Jamaica, Kingston, 6 de septiembre de 18153.

La visión americanista de Bernardo de Monteagudo, plasmada en la que se considera su obra más


destacada, el "Ensayo sobre la necesidad de una federación general entre los estados hispano-
americanos y plan de su organización", influenció también en el Libertador al punto de llevar a
algunos a afirmar que "fue el principal colaborador de el Libertador Simón Bolívar en la
Convocatoria del Congreso de Panamá."

En sentido coincidente, el mexicano José María Tornel ha dicho:

“Se ha atribuido al Libertador de Colombia, Simón Bolívar, la gloria de haber concebido el


importante designio de reunir un congreso de las Naciones Americanas, a semejanza de todas las
Confederaciones, tan célebres en la historia de los antiguos griegos. Más la imparcialidad exige
que se refiera que el primero en recomendar el proyecto verdaderamente grandioso, fue el
Coronel Monteagudo, de temple muy fuerte de alma y compañero de Campañas del General San
Martín, en sus memorables de Chile y el Perú.”

Incluso, algunos historiadores como el chileno Benjamín Vicuña Mackenna han sostenido que la
muerte de Monteagudo afectó seriamente la evolución del proyecto.

El congreso fue convocado por Simón Bolívar, desde Lima, el 7 de diciembre de 1824 y el peruano
José Faustino Sánchez Carrión, nombrado por Bolívar ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores
del Perú, quien compartía plenamente con Bolívar el ideario de la unidad hispanoamericana, cursó
a los gobiernos americanos la invitación.

Esta fue la convocatoria que hizo Bolívar a los Gobiernos de América y así fortalecer la unidad
hispanoamericana:

“Lima, 7 de diciembre de 1824.

Grande y buen amigo:

Después de quince años de sacrificios consagrados a la libertad de América, por obtener el sistema
de garantías que, en paz y guerra, sea el escudo de nuestro nuevo destino, es tiempo ya de que los
intereses y las relaciones que unen entre sí a las repúblicas americanas, antes colonias españolas,
tengan una base fundamental que eternice, si es posible, la duración de estos gobiernos.

Entablar aquel sistema y consolidar el poder de este gran cuerpo político, pertenece al ejercicio de
una autoridad sublime, que dirija la política de nuestros gobiernos, cuyo influjo mantenga la
uniformidad de sus principios, y cuyo nombre solo calme nuestras tempestades. Tan respetable
autoridad no puede existir sino en una asamblea de plenipotenciarios nombrados por cada una de
nuestras repúblicas, y reunidos bajo los auspicios de la victoria, obtenida por nuestras armas
contra el poder español.

Profundamente penetrado de estas ideas invité en ochocientos veintidós, como presidente de la


República de Colombia, a los Gobiernos de México, Perú, Chile y Buenos Aires, para que
formásemos una confederación, y reuniésemos en el Istmo de Panamá u otro punto elegible a
pluralidad, una asamblea de plenipotenciarios de cada Estado "que nos sirviese de consejo en los
grandes conflictos, de punto de contacto en los peligros comunes, de fiel intérprete en los
tratados públicos cuando ocurran dificultades, y de conciliador, en fin, de nuestras diferencias".

El Gobierno del Perú celebró en seis de julio de aquel año un tratado de alianza y confederación
con el plenipotenciario de Colombia; y por él quedaron ambas partes comprometidas a interponer
sus buenos oficios con los gobiernos de la América, antes española, para que entrando todos en el
mismo pacto, se verificase la reunión de la asamblea general de los confederados. Igual tratado
concluyó en México, a tres de octubre de ochocientos veintitrés, el enviado extraordinario de
Colombia a aquel Estado; y hay fuertes razones para esperar que los otros gobiernos se sometan al
consejo de sus más altos intereses.

Diferir más tiempo la asamblea general de los plenipotenciarios de las repúblicas que de hecho
están ya confederadas, hasta que se verifique la accesión de los demás, sería privarnos de las
ventajas que produciría aquella asamblea desde su instalación. Estas ventajas se aumentan
prodigiosamente, si se contempla el cuadro que nos ofrece el mundo político, y muy
particularmente, el continente europeo.

La reunión de los plenipotenciarios de México, Colombia y el Perú, se retardaría indefinidamente si


no se promoviese por una de las mismas partes contratantes; a menos que se aguardase el
resultado de una nueva y especial convención sobre el tiempo y lugar relativos a este grande
objeto. Al considerar las dificultades y retardos por la distancia que nos separa, unidos a otros
motivos solemnes que emanan del interés general me determino a dar este paso con la mira de
promover la reunión inmediata de nuestros plenipotenciarios, mientras los demás gobiernos
celebran los preliminares que existen ya entre nosotros, sobre el nombramiento e incorporación
de sus representantes.

Con respecto al tiempo de la instalación de la Asamblea, me atrevo a pensar que ninguna


dificultad puede oponerse a su realización en el término de seis meses, aun contando el día de la
fecha; y también me atrevo a lisonjear de que el ardiente deseo que anima a todos los americanos
de exaltar el poder del mundo de Colón, disminuirá las dificultades y demoras que exijan los
preparativos ministeriales, y la distancia que media entre las capitales de cada Estado, y el punto
central de reunión.

Parece que si el mundo hubiese de elegir su capital, el Istmo de Panamá, sería señalado para este
augusto destino, colocado como está en el centro del globo, viendo por una parte el Asia, y por el
otro el África y la Europa. El Istmo de Panamá ha sido ofrecido por el Gobierno de Colombia, para
este fin, en los tratados existentes. El Istmo está a igual distancia de las extremidades; y por esta
causa podría ser el lugar provisorio de la primera asamblea de los confederados.

Difiriendo, por mi parte, a estas consideraciones, me siento con una grande propensión a mandar
a Panamá los diputados de esta república, apenas tenga el honor de recibir la ansiada respuesta
de esta circular. Nada ciertamente podrá llenar tanto los ardientes votos de mi corazón, como la
conformidad que espero de los gobiernos confederados a realizar este augusto acto de la América.

Si V. E. no se digna adherir a él, preveo retardos y perjuicios inmensos a tiempo que el movimiento
del mundo lo acelera todo, pudiendo también acelerarlo en nuestro daño.

Tenidas las primeras conferencias entre los plenipotenciarios, la residencia de la Asamblea, como
sus atribuciones, pueden determinarse de un modo solemne por la pluralidad; y entonces todo se
habrá alcanzado.

El día que nuestros plenipotenciarios hagan el canje de sus poderes, se fijará en la historia
diplomática de América una época inmortal. Cuando, después de cien siglos, la posteridad busque
el origen de nuestro derecho público, y recuerden los pactos que consolidaron su destino,
registrarán con respeto los protocolos del Istmo. En él, encontrarán el plan de las primeras
alianzas, que trazará la marcha de nuestras relaciones con el universo. ¿Qué será entonces el
Istmo de Corinto comparado con el de Panamá?

Dios guarde a V. E.

Vuestro grande y buen amigo.

Bolívar.”

Países invitados:

Tras la convocatoria hecha por Bolívar se enviaron comunicaciones a los gobiernos del resto de la
Sudamérica independiente, así como a México y América Central. Debido a la influencia política de
Bolívar sobre la Gran Colombia, Perú y Bolivia hacía que la asistencia de dichos Estados estuviera
poco menos que asegurada. La asociación mental del Istmo de Panamá con el Istmo de Corinto
causó que Bolívar eligiera a la ciudad de Panamá como sede del Congreso.

Chile:

El gobierno de Chile fue invitado pero declinó asistir. El gobierno chileno dirigido por Ramón Freire
no mostraba simpatías por Bolívar ni por su enorme influencia política sobre tres países
sudamericanos. Además la pugna política chilena entre liberales y conservadores (llamados
pipiolos y pelucones respectivamente) reducía la preocupación de los políticos chilenos por el
proyecto bolivariano, del cual además desconfiaban, prefiriendo basar su polìtica externa en
mantener buenas relaciones con Gran Bretaña y los Estados Unidos.

Argentina:

Las Provincias Unidas del Río de la Plata (actual Argentina) fueron también invitadas pero
prefirieron no enviar una delegación, aunque el gobierno rioplatense de Bernardino Rivadavia
mostraba cierto interés en alianzas regionales debido a la Guerra del Brasil por la ocupación de la
Provincia Cisplatina.

Pese a dicho interés, la mayor parte de los líderes argentinos desconfiaban de una desmesurada
influencia de la Gran Colombia en el Congreso debido al poderío bélico y político del que disponía
Bolívar de forma directa o indirecta, prefiriendo también aumentar los lazos comerciales con EE.
UU. o potencias europeas, que eran el principal mercado de las exportaciones rioplatenses.

Paraguay:

Paraguay, aunque ya era un Estado independiente desde 1811, estaba gobernado por el
aislacionista doctor Francia. Tras la Batalla de Ayacucho y estabilizarse definitivamente la situación
de Bolivia en 1826, el propio Simón Bolívar trató de lograr contactos políticos con Paraguay,
solicitando iniciar relaciones diplomáticas, pero los enviados de Bolívar no tuvieron comunicación
alguna con funcionarios paraguayos y sólo recibieron una carta del doctor Francia para Bolívar,
donde el dictador paraguayo rechazaba todo vínculo diplomático y defendía su aislacionismo. Ante
este rechazo, Paraguay no fue invitado al Congreso de Panamá.

Brasil

El Imperio de Brasil sí fue invitado, pese a ser un Estado monárquico y abiertamente esclavista,
regido además por los descendientes de una dinastía europea, del cual recelaban abiertamente las
cancillerías del resto de Sudamérica. En el caso brasileño Bolívar prefirió remitir la invitación a la
corte imperial de Río de Janeiro sólo para halagar a Gran Bretaña (principal aliada de Brasil y
preocupada por el aislamiento de éste), pero resultaba evidente que la desconfianza de las
repúblicas hispanoamericanas (y del propio Bolívar) hacia Brasil influiría en las decisiones del
Congreso.

Brasil precisaba mantener la neutralidad entre las monarquías europeas y sus vecinos
republicanos de Sudamérica, y en octubre de 1825 aceptó la invitación de Bolívar, pero el conflicto
bélico con el gobierno argentino que había estallado recientemente hizo temer al gobierno
brasilero una recepción demasiado hostil en Panamá, lo cual era contrario a sus intereses. Por ello
se decidió no enviar a los delegados brasileros, aunque ya habían sido designados por el
emperador Pedro I.

Países europeos

Bolívar acordó también invitar a dos países europeos como observadores, por causa de sus
intereses comerciales en Hispanoamérica: Gran Bretaña y los Países Bajos; la invitación al gobierno
de Londres buscaba estimular la asistencia de los gobiernos chileno y rioplatense, que tenían en
los británicos a su principal socio comercial. Gran Bretaña aceptó la invitación y envió un
observador, Edward James Dawkins, pero este ya tenía órdenes precisas del ministro George
Canning: limitarse a buscar acuerdos comerciales, y disuadir a la Gran Colombia y México de
apoyar expediciones a Cuba o Puerto Rico para independizarlas de España.

El delegado de los Países Bajos, Jan van Veer, fue enviado para proponer la mediación neerlandesa
entre las repúblicas hispanoamericanas y España, pero no tuvo la acreditación necesaria; a esto se
unió que la corona holandesa no había reconocido la independencia de ninguna répública
hispanoamericana, por lo cual el delegado neerlandés fue recibido sólo a título individual.

Estados Unidos

Inicialmente el proyecto de Bolívar no contempló invitar a Estados Unidos, pero el presidente de la


Gran Colombia, Francisco de Paula Santander, remite la invitación al presidente estadounidense
John Quincy Adams a inicios de 1825. Asimismo los gobiernos de las Provincias Unidas de
Centroamérica y de México apoyan la participación de EE. UU. en el Congreso y remiten a
Washington DC las invitaciones respectivas. Bolívar, entonces presidente de Perú y residente en
Lima, acepta el hecho consumado.
Dentro de los Estados Unidos la invitación al Congreso de Panamá no fue recibida con aceptación
unánime, de hecho los estados del Sur de EE. UU. aconsejaron no enviar representantes en tanto
la postura del Libertador contra la esclavitud era ya bien conocida, y bloquearon el financiamiento
del viaje de diplomáticos estadounidenses; mientras tanto los estados del Norte sí estaban
interesados en el Congreso de Panamá sólo como medio de entablar contactos comerciales.

El gobierno de Washington, envió dos representantes: Richard C. Anderson y John Sergeant,


también con instrucciones muy concretas: estimular solamente los acuerdos de comercio, evitar
comprometer a EE. UU. (sea en lo político o económico) en la Confederación propuesta por
Bolívar, y rechazar todo pedido de ayuda para un conflicto contra España. Los delegados
estadounidenses no llegaron a la ciudad de Panamá: Anderson murió de fiebre amarilla en el viaje
desde Cartagena, mientras que Sergeant llegó a dicha ciudad en el mes de agosto, cuando el
Congreso estaba terminado y los embajadores ya habían partido.

Desarrollo del Congreso de Panamá:

El Congreso logró instalarse en la ciudad de Panamá el 22 de junio de 1826 y dejó de sesionar el 15


de julio de ese año. Asistieron dos representantes por cada país concurrente: de Gran Colombia
(que abarcaba los actuales estados de Colombia, Ecuador, Panamá, Venezuela), de Perú, de
México, y de las Provincias Unidas del Centro de América (que comprendía las actuales repúblicas
de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, y Costa Rica). El propio Bolívar se abstuvo de
intervenir en sesiones del Congreso al considerar incompatible su presencia allí mientras
desempeñaba la presidencia de Perú.

Si bien la joven República de Bolivia fue invitada, recién en julio de 1826 el presidente de Bolivia, el
mariscal venezolano Antonio José de Sucre, designó a sus dos delegados. Poco antes de la partida
de los delegados bolivianos llegaron las noticias del inicio del Congreso así como de sus acuerdos y
por ello quedaron sin efecto las designaciones al tornarse inútil enviar delegados, pese a la plena
identificación del mariscal Sucre con los objetivos de Bolívar. Las convulsiones políticas de Bolivia
en 1826 y 1827, y el consiguiente retiro de Sucre causaron desinterés en los políticos bolivianos
sobre los resultados del Congreso de Panamá, y sus acuerdos no se ratificaron.

Los temas de discusión en la agenda del Congreso eran los siguientes:

1. Renovación de los tratados de unión, liga y confederación;

2. La publicación de un manifiesto en que se denuncia la actitud de España y el daño que ha


causado al Nuevo Mundo;

3. Decidir sobre el apoyo a la independencia de Cuba y Puerto Rico, así como de las islas Canarias y
Filipinas;

4. Celebrar tratados de comercio y de navegación entre los Estados confederados;


5. Involucrar a Estados Unidos para hacer efectiva la Doctrina Monroe en contra de las tentativas
españolas de reconquista;

6. Organizar un cuerpo de normas de derecho internacional;

7. Abolir la esclavitud en el conjunto del territorio confederado;

8. Establecer la contribución de cada país para mantener los contingentes militares comunes;

9. Adoptar medidas de presión para obligar a España al reconocimiento de las nuevas repúblicas; y

10. Establecer las fronteras nacionales con base en el principio de uti possidetis, tomando como
base el año 1810.

El pleito entre Perú y la Gran Colombia por la provincia de Guayaquil, así como el litigio entre
México y Centroamérica por la región de Soconusco (actual Chiapas) impidió también discutir la
aplicación del uti possidetis como criterio para la delimitación territorial, tomando como base el
año 1810. Ante el fracaso de las conversaciones sobre este tema y para evitar el agravamiento de
las pugnas ya existentes, estas cuestiones no se resuelven en el debate, encargando la definición
de fronteras a los acuerdos bilaterales entre cada país.

La negativa de cada país participante a reducir sus aranceles anula todo intento de fijar acuerdos
preferenciales de comercio, al ser evidente los desequilibrios en la balanza comercial de cada
asistente. Los recién independizados países participantes dependen mucho de los aranceles como
fuente de ingresos para sus gobiernos, por lo cual se niegan a toda concesión al respecto. La
exigencia del observador británico Dawkins para contar con acuerdos comerciales de manera
separada con cada estado impide las posiciones comunes entre los países hispanoamericanos y el
Congreso decide mantener el statuo quo sobre los aranceles y el comercio.

El intento de estimular la independencia de Cuba y Puerto Rico recibió la opinión contraria del
observador británico, quien advirtió además los riesgos de lanzarse a una guerra contra España en
la región del Mar Caribe donde otras potencias como la propia Gran Bretaña y Francia poseían
colonias. Por presión británica se desaconsejó también invocar el apoyo de EE. UU. para instaurar
por la fuerza la Doctrina Monroe, en tanto los estadounidenses eran (junto a España) el principal
socio comercial de Cuba y Puerto Rico.

Finalmente, surgió discrepancia entre México y la Gran Colombia sobre cuál de estos países
debería liderar el esfuerzo anticolonial en las islas del Mar Caribe (donde ambos Estados disponían
de importantes puertos). Esta pugna se agravó con la oposición del delegado británico a toda
operación bélica contra las colonias españolas, y causó que el Congreso finalmente evitara tomar
alguna decisión sobre el Caribe, mientras Gran Bretaña apenas ofrecía su mediación para lograr el
reconocimiento diplomático del gobierno español de sus antiguas colonias.

Los embajadores tan sólo acordaron con relativa facilidad la creación de una liga de repúblicas
americanas con jefes militares comunes, formar un pacto mutuo de defensa, y una Asamblea
Parlamentaria Supranacional, aunque sin acordar detalles específicos sobre el funcionamiento de
ésta Asamblea, ni sobre la organización de las tropas comunes de defensa, y menos aún sobre su
financiamiento. Con muchas limitaciones se elaboró al fin el “Tratado magnífico titulado de la
Unión, de la Liga, y de la Confederación perpetua” que emergió del Congreso, y aprobado por
todos los concurrentes fue ratificado en última instancia solamente por la Gran Colombia en el
mismo año de 1826.

Cierre del Congreso de Panamá

Al terminar las sesiones en la ciudad de Panamá el 15 de julio, los delegados mexicanos sugieren
reiniciar el Congreso en Tacubaya, localidad a las afueras de Ciudad de México, opción apoyada de
inmediato por los delegados peruanos y centroamericanos, y que los representantes de Gran
Colombia aceptan para evitar las acusaciones de que el Congreso quedaría "bajo la influencia
omnímoda de Bolívar".

Se pactó que un miembro de cada delegación volvería a su país de origen y el otro partiría a
Tacubaya, pero el clima político se había tornado muy contrario a Simón Bolívar en Perú y esto
causó que los dos delegados peruanos (Manuel Lorenzo de Vidaurre y Manuel Pérez de Tudela)
debieran retornar a su país antes del proyectado traslado a Tacubaya. De esta manera Perú se
desligó del Congreso para todo efecto práctico y el gobierno peruano jamás ratificó el Tratado
surgido del mismo.

En agosto de 1826 los delegados de México, Gran Colombia y Centroamérica (José Domínguez,
Pedro Gual, y Antonio Larrazábal, respectivamente) se reunieron finalmente en Tacubaya para
reiniciar las deliberaciones, y allí los alcanzó el observador estadounidense John Sergeant que
sobrevivió al viaje hacia Panamá. Al conocerse que Perú y Centroamérica no ratifican el “Tratado
magnífico titulado de la Unión, de la Liga, y de la Confederación perpetua”, el gobierno mexicano
pierde casi todo entusiasmo e interés por proseguir las deliberaciones del Congreso Anfictiónico.

Mientras tanto el delegado de Estados Unidos, John Sergeant, manifiesta a los demás
representantes que sus instrucciones se limitan a negociar acuerdos de comercio con las
repúblicas hispanoamericanas. Sergeant informa también que los Estados Unidos rechazan
integrarse en una confederación continental, y que también niegan su apoyo a toda acción de
guerra contra España en la región caribeña. Todas estas explicaciones son secundadas por el
embajador estadounidense en Ciudad de México, lo cual termina por frustrar otro de los objetivos
de la agenda del Congreso.

Las propias convulsiones internas de la política mexicana impiden la reanudación del Congreso, y
el 9 de octubre de 1828 los delegados originales de Gran Colombia, México y Centroamérica
declaran la conclusión definitiva del Congreso Anfictiónico.
CONCLUSIÓN:

La progresiva diferencia de los políticos peruanos hacia Bolívar causó que, tras la retirada del
Libertador de la presidencia del Perú, sus sucesores en Lima declinaran certificar el “Tratado
magnífico titulado de la Unión, de la Liga, y de la Confederación perpetua”. Parecidas
circunstancias ocurrieron en Bolivia al finalizar el gobierno del mariscal Sucre, cuando se disgregó
todo interés por el proyecto unificador de Bolívar.

Las tensiones internas en las Provincias Unidas de Centroamérica hicieron imposible en éstas una
posición unánime a favor de los acuerdos de Panamá, además que los litigios territoriales de
Centroamérica con México no habían quedado resueltos en el Congreso Anfictiónico, dejando
insatisfechos a ambos estados sobre un tema que precisaban solucionar antes de integrarse a un
proyecto de unión continental.

El propio “Tratado magnífico titulado de la Unión, de la Liga, y de la Confederación perpetua”


omitía cuestiones que el proyecto de Simón Bolívar consideraba fundamentales, como la
integración comercial y el cese de los pleitos territoriales, mientras que la alianza militar defensiva
no ponía fin a la efectiva separación de fuerzas entre los países hispanoamericanos. La discordia
entre las delegaciones había impedido llegar a acuerdos decisivos en muchos temas proyectados
(como aranceles y normas de derecho internacional), restando fuerza a las decisiones del
Congreso.

El hecho que al terminar el año 1826 apenas uno de los cuatro estados participantes ratificara los
ya limitados acuerdos de Panamá, causó que el propio Simón Bolívar considerase al Congreso
Anfictiónico como una experiencia fallida, conclusión a la que arribó el Libertador poco después
que concluyeran las sesiones, señalando: "El Congreso de Panamá sólo será una sombra".

Cuatro años después del Congreso, en 1830, la Gran Colombia se disolvió en tres países, y en 1834
las Provincias Unidas de Centroamérica se desmembraron en cinco estados.

Al final Gran Bretaña, que envió también un representante en calidad de observador, aprovechó la
situación para iniciar acuerdos comerciales con los países asistentes por separado; irónicamente el
gobierno británico fue el más beneficiado al obtener importantes tratados comerciales con
algunos países.

La idea de la unión de los países latinoamericanos se mantuvo en suspenso pero latente. Años más
tarde se creó la Unión Panamericana y luego la Organización de Estados Americanos (OEA).
También, actualmente hay un Parlamento Latinoamericano. El presidente venezolano Hugo
Chávez Frías insiste en una Confederación o Liga entre las naciones de Suramérica y al parecer se
han dado los primeros pasos para la conformación de "Unión de Naciones Suramericanas"
(UNASUR).

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