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1. Los humanos, como la inmensa mayoría de las especies, se reproducen sexualmente.
Esto significa que la reproducción de nuestra especie se consigue a través de la fusión de un
gameto femenino con uno masculino para producir un nuevo organismo. En los casos
normales, el organismo producido será inequívocamente macho o hembra, y producirá los
gametos apropiados para el propósito de la reproducción sexual.
2. Las categorías de macho y hembra son por tanto categorías biológicas generales que se
aplican a todas las especies que se reproducen sexualmente. Los humanos no son especiales
en este sentido. Así como el lenguaje que se utilice para describir estos hechos biológicos y el
valor que les demos serán moldeados por la cultura, los hechos en sí existen
independientemente de la cultura o de cómo sean entendidos socialmente. Las hembras
continuarán produciendo gametos grandes e inmóviles (óvulos) y los machos seguirán
produciendo gametos pequeños y móviles (espermatozoides), tengamos o no un lenguaje para
describirlo.
Gameto grande e inmóvil = hembra. Gameto pequeño y móvil = macho
3. Los humanos, como la mayoría de las especies y la totalidad de los mamíferos, poseen
dimorfismo sexual. Esto significa que los organismos hembra y macho de la misma especie son
diferenciables, debido a diferencias anatómicas y fisiológicas: sus características sexuales
primarias y secundarias. En las hembras humanas, los niveles relativamente más altos de
estrógenos estimularán el desarrollo de la vulva, vagina, ovarios, útero, pechos, y una serie de
otros marcadores fisiológicos. En los humanos macho, los niveles relativamente más altos de
testosterona estimularán el desarrollo del pene y los testículos, la agravación de la voz y el
crecimiento de vello facial en la pubertad, y una serie de otros marcadores fisiológicos. De
nuevo: los humanos no son especiales en este aspecto. Así como el lenguaje que se utilice
para describir estos hechos biológicos y el valor que le demos a éstos serán moldeados por la
cultura, los hechos en sí existen independientemente de la cultura o de cómo sean entendidos
socialmente. Tengamos o no un lenguaje para describirlo, las hembras continuarán
desarrollando las mamas y menstruarán al alcanzar la pubertad.
5. En todos esos casos en los que la cría es de forma inequívoca macho o hembra, el sexo
biológico se reconoce al nacimiento: a las hembras se las llama niñas y a los machos niños.
Identificar de forma correcta los genitales que un individuo posee y por tanto el sexo biológico
al que pertenecen no es una cuestión de asignar un género a la criatura; es
simplemente reconocer los hechos biológicos y darles la etiqueta biológica correcta.
Tengamos o no un lenguaje para describirlo, las hembras y los machos humanos seguirán
existiendo. Seguirán naciendo criaturas con vulva y criaturas con pene y testículos, los
llamemos o no “niñas” y “niños” (y nos refiramos a esos órganos con esas etiquetas o no. Un
pene es un órgano anatómicamente diferente a un clítoris, sin importar cómo lo llames).
Si orinas por él, no es un clítoris. Denominar a tu pene “clítoris grande” no lo hace parte de la
biología femenina
6. Para resumir los puntos 1-5: a pesar de la existencia de algunos casos poco frecuentes que
se desvían de la norma, la inmensa mayoría de los humanos posee características anatómicas
de uno de los dos sexos. Estas características determinan la función reproductora que el
individuo puede realizar. En biología se utilizan las etiquetas “hembra” y “macho” para referirse
a estas clases sexuales. Tanto si mantenemos estas etiquetas como si dejamos que signifiquen
otras cosas y perdemos el lenguaje para describir estos hechos biológicos básicos, tales
hechos permanecerán. Todo ser humano que ha existido ha sido creado mediante este
mecanismo, y requirió un trabajo reproductivo arduo y peligroso por parte de sus madres.
8. La opresión a las mujeres tiene sus raíces históricas y su justificación aparente en la biología
femenina y en la explotación del trabajo reproductivo femenino. Alterar la definición de la
palabra “hembra” para que ahora signifique “cualquier persona que crea que es hembra” no
sólo es incoherente desde un punto de vista conceptual (más acerca de esto luego);
también elimina la posibilidad de analizar la estructura de opresión de las hembras (personas
con biología femenina) como clase, erradicando la terminología que utilizamos para describir la
condición material de nuestra existencia (Añade ese enlace a favoritos si hace falta, pero léelo.
Léelo más de una vez, idealmente. Merece la pena).
9. Además, para aquellos individuos que sienten que tendrían que haber nacido hembras, pero
no lo hicieron, alterar la definición de la palabra para que también les incluya sólo trae un alivio
temporal de su sufrimiento. No es la existencia de las palabras “macho” y “hembra” lo que las
personas con disforia encuentran angustioso. Es la realidad biológica que subyace, junto al
constructo social de los roles de género que se asocian a los miembros de las clases sexuales,
lo que encuentran intolerable. Las palabras “hembra” y “macho” son descriptores neutrales, y
no hay nada peyorativo en clasificar a alguien como “macho”. Cualquier tipo de connotación
que las palabras “macho” y “hembra” evoquen son causa del constructo social de las normas
de género asociadas a los sexos, en la forma de feminidad y masculinidad –el tema de la
siguiente sección.
SEXO Y GÉNERO (II) - GÉNERO
10. La opresión vinculada al sexo comienza en el nacimiento, mediante la imposición social
del género. El género es la etiqueta que las feministas utilizan para describir el sistema de
valores que prescribe y proscribe comportamientos y apariencias a los miembros de las
diferentes clases sexuales, y asigna un valor superior a una clase sexual a expensas de la otra.
(Es un enlace al mismo post que dije antes que añadieses a marcadores. De verdad que quiero
que lo leas).
Bodies para bebés (“Listo como papá”, “Guapa como mamá”). El condicionamiento del género
comienza en el nacimiento.
11. La socialización dentro de un género es un proceso vitalicio de inculcación del rol de
género que le corresponde a tu sexo. Empieza en el nacimiento, se impone y lo reforzamos
consciente e inconscientemente todas y todos, en un abanico de aspectos diferentes, grandes
y pequeños, y refuerza ciertos comportamientos que se consideran deseables para los
miembros de las diferentes clases sexuales a la vez que previene los que se consideran
indeseables. A esto se refería Simone de Beauvoir cuando nos dijo que “una no nace mujer,
sino que se hace mujer”. Ocupar la posición de mujer es ser socializada a lo largo de toda una
vida en la pertenencia a una clase sexual inferior. El género prescribe sumisión,
debilidad y pasividad como características deseables en las hembras, y dominación, poder
y agresividad como características deseables en los machos.
Las niñas deben ser guapas y pasivas (título del libro de la izquierda: “Cómo ser preciosa.
Maneras ingeniosas de verse y sentirse fabulosa”); los niños deben ser listos y activos (título
del libro de la derecha: “Cómo ser inteligente. Maneras ingeniosas de volverte más listo”).
12. La forma en la que el género se expresa varía de acuerdo a la cultura y al contexto, así que
en diferentes épocas y lugares se han impuesto diferentes normas de apariencia y
comportamiento para los machos y las hembras. Pero la idea que subyace es la misma: las
hembras deben representar el género de forma que demuestren su inferioridad y sumisión; los
machos deben representar el género de forma que demuestren su superioridad y dominación.
La función de este sistema de opresión es hacer parecer la debilidad femenina y su
dependencia de los machos como algo natural e inevitable, y facilitar por tanto la explotación
por parte de los machos del trabajo emocional, sexual, doméstico y reproductivo de las
hembras.
16. El grado de angustia y malestar que los individuos experimentan al intentar amoldarse a las
normas de género apropiadas varía entre las diferentes personas. Hay muy pocas personas, si
es que acaso existe alguna, que se adhieran perfectamente a los ideales de género prescritos
a su sexo. Todas hacemos concesiones para sobrevivir y para florecer lo mejor que podamos
bajo las restricciones que el género nos impone. Todas reforzamos activamente algunas
partes, aceptamos pasivamente otras y nos rebelamos ciertamente contra otras, y el equilibrio
que finalmente alcanzamos es una cuestión personal e individual. Aunque deberíamos estar
preparadas para examinar críticamente y reflexionar acerca de nuestras opciones, y para
inspeccionar nuestra complicidad en la perpetuación del género, no se puede culpar a ningún
individuo por las decisiones que toma de cara a poder sobrevivir bajo un sistema opresor.
17. Querer abolir los efectos opresivos y limitadores del género no significa que las feministas
radicales queramos evitar que la gente exprese su personalidad de la forma que más le guste.
Las feministas no queremos abolir el maquillaje o los tacones, o prohibir a las niñas jugar con
muñecas y vestirse de princesas. Todo lo que las feministas queremos es separar todo esto de
la capacidad reproductora aparente, para que las niñas y los niños, mujeres y hombres, se
puedan vestir como gusten, jugar con los juguetes que quieran, realizar los trabajos que
deseen. Las mujeres y los hombres serían libres de desarrollar sus capacidades y alcanzar
todo su potencial, libres de las imposiciones restrictivas de las poderosas normas sociales que
prescriben sumisión y pasividad a las hembras y dominancia y agresividad a los machos. El
mundo ideal sería uno en el que la capacidad reproductiva aparente de cada persona tuviese
tan poco que ver con el trato social que se le da y los logros que se esperan de ella como
tienen a día de hoy el grupo sanguíneo o si es zurda o diestra.
18. Las elecciones que los individuos toman acerca de su comportamiento, sus gustos y
preferencias acerca de los vestidos y las apariencias, y cómo decidan expresar esa
personalidad, son independientes del sexo biológico, y –evidentemente– no tienen ninguna
influencia en él. Las personas se pueden vestir como quieran, comportase como elijan,
modificar su cuerpo de la forma que deseen, siempre y cuando estas elecciones no hieran a
otras personas que no consientan. Esto debe alentarse, y es de hecho una parte importante del
proyecto de liberación de los humanos de las opresivas restricciones del género. Pero nada de
esto altera el hecho biológico subyacente de su biología femenina o masculina. Cuántas
normas de género se desafíen y modifiquen no hará hembra a una persona macho, porque ser
hembra sólo significa pertenecer a la clase de humanos que son capaces de gestar un bebé.
Desafiar y jugar con las normas de género a la hora de presentarse y comportarse, para
parecer andrógino, es una herramienta válida y útil para desmontar las estructuras del género;
pero por sí solas nunca podrán liberar a las hembras de las opresiones que vienen por vivir en
un cuerpo femenino. No puedes escaparte de una opresión que tiene una base material a
base de auto-identificación.
SEXO Y GÉNERO (III) – LA
CUESTIÓN TRANS Y LA
IDENTIDAD DE GÉNERO
19. Aunque todo el mundo experimenta cierto nivel de malestar e incomodidad al vivir bajo las
restricciones del género, algunas personas lo experimentan de una forma especialmente
intensa y aguda, hasta el punto de que no pueden tolerar vivir con los roles de género
asociados a su sexo biológico. Además, un pequeño porcentaje de personas experimenta lo
que se suele llamar disforia de género, aunque sería más preciso llamarlo disforia sexual o
dismorfia sexual, dado que es una forma de angustia y malestar intensos causados por la
experiencia de vivir en sus cuerpos sexuados. Aunque el sexo biológico es inmutable, pues
reside en nuestros cromosomas y se expresa en características anatómicas y físicas, es
posible para una persona con disforia someterse a un tratamiento para hacer que su cuerpo se
parezca más al de una persona del sexo opuesto, y que les permita vivir más fácilmente en el
rol de género asignado al otro sexo.
20. Mientras que la etiqueta “hembra” se refiere a una categoría biológica, de la que se es
miembro desde el nacimiento y es inalterable, la etiqueta “mujer” se refiere a una categoría
social. Ser una mujer no es tanto un asunto de tener biología femenina como de ser leída
como una persona que posee dicha biología, y ser tratada de forma acorde. Lo que
significa pertenecer a la clase social “mujer” es el ser leída por otros como hembra, y recibir el
trato acorde a las normas de género que prescriben una feminidad pasiva y sumisión a los
miembros del sexo femenino. La inmensa mayoría de las personas que ocupan esta clase lo
hacen porque tienen una biología femenina (de hembra) y por tanto han sido incluidas en dicha
categoría desde el nacimiento, a través de un proceso de socialización en el género. Sin
embargo, dado que “mujer” es una categoría social y no biológica, es posible para una persona
biológicamente masculina (macho) hacer la transición al papel de mujer, o, como es el caso de
estas mujeres con biología masculina que padecen el Síndrome de insensibilidad a los
andrógenos, ser socializada y tratada como una mujer desde el nacimiento:
Estas personas poseen biología masculina; sin embargo, parece incorrecto llamarlas hombres,
dado que serán socialmente leídas y tratadas como mujeres
Dado que ser una mujer es principalmente una cuestión de ser leída y tratada como hembra, es
posible para una persona nacida con biología masculina someterse a un proceso de transición,
al final del cual será leída y tratada como hembra, y por tanto será una mujer. Esto puede
involucrar o no tratamiento médico en la forma de tratamiento hormonal y cirugía. Pero lo que
será necesariamente es un proceso de transición social, que involucrará entre otras cosas
enfrentarse y lidiar con el privilegio que resulta de ser criado como macho y vivir como tal
durante un período de tiempo. Lo que ese proceso implica y cuán largo es son preguntas
difíciles y complejas que varían en cada caso, y no hay una respuesta sencilla y universal. Pero
una vez que dicho proceso se ha completado, esas personas ocupan la categoría de mujer
trans, y es apropiado y respetuoso referirse a ella utilizando pronombres femeninos.
21. Aunque es posible hacer la transición al papel de mujer, esto no puede conseguirse con un
simple acto de voluntad o una declaración performativa. El simple acto de “identificarse
como mujer”, sentir que uno es mujer, creer que uno es mujer o declarar “Soy una mujer”, por
sí mismos son insuficientes para convertir a alguien en una mujer. Ser una mujer es ocupar un
rol social y ser vista por otros como alguien dentro de ese rol, y por tanto ningún estado mental
subjetivo es suficiente para hacer a alguien mujer; convertirse en una mujer no es cuestión
simplemente de “identificarse como mujer”. Si te llamas Simon [nombre masculino en inglés] y
“te presentas como macho”, entonces el mero hecho de que te identifiques como mujer, que
presumiblemente significa simplemente que tienes una especie de sentimiento o creencia en tu
mente, no tiene ninguna relación en cómo los demás te ven, y por tanto seguirás siendo tratado
con el respeto y la deferencia que normalmente se muestra a los hombres.
Dos hombres se alegran de que su partido político sea tan progresista que deje hablar a los
hombres durante el turno de palabra de las mujeres
22. Ha habido dentro de la izquierda un cambio general desde la política basada en clases y los
análisis de opresión estructural hacia unas políticas individualistas cuyas demandas primarias
son el reconocimiento y la validación de identidades. En conjunto con este cambio, el
discurso reciente sobre los asuntos trans ha dejado atrás el lenguaje de la transexualidad, que
definía a las personas transexuales en términos de la experimentación de disforia, para abrazar
la idea de personas transgénero, que se definen en función de su “identidad de género”. Esto
aumenta significativamente la categoría de personas que se refieren a sí mismas como trans.
Muchas de las personas que se definen como trans pueden no experimentar ningún tipo de
disforia, pueden no tener ningún deseo de cambiar su cuerpo de manera alguna, y pueden no
tener intención de pasar por el proceso de transición para vivir en el rol de género asociado al
sexo opuesto. Esto significa que ser trans ahora es completamente un asunto de
auto-definición y auto-identificación.
23. La “identidad de género” se define habitualmente como “el sentimiento personal e interno
de alguien de ser hombre o mujer”, o “el sentimiento privado y la experiencia subjetiva de
alguien acerca de su propio género”. Estas definiciones son vagas y poco claras, así que no es
fácil entender exactamente qué es lo que propone al hablar de identidad de género. Una
característica crucial de la identidad de género, tal y como expresan sus proponentes, es que
es completamente independiente tanto del sexo biológico como de la socialización dentro
del género. Así que lo que se afirma es que las personas tienen un sentimiento interno y
personal sobre ser hombre o mujer (o algo completamente diferente –más acerca de esto en el
punto 29), que es independiente de, y puede explicarse sin recurrir a, los cuerpos físicos que
dichas personas habitan y la experiencia de ser leído socialmente y tratado como una persona
con dicho cuerpo. Esto es lo que explica que alguien pueda identificarse como mujer a pesar de
tener un cuerpo biológicamente masculino, y a pesar de haber sido criado como macho y de
haber vivido como un hombre. Si eres transgénero, entonces tu “identidad de género difiere del
género que se asocia típicamente con el sexo que se te asignó al nacer”. Se afirma que todo el
mundo tiene una identidad de género, así que, si no eres trans, entonces eres cisgénero, que
significa que tu identidad de género se encuentra en sintonía con el sexo que se asignó al
nacer. (He escrito en otro sitio acerca demi incomodidad con la etiqueta cisgénero [enlace en
español], que siento que no me describe con precisión ni a mí ni a otras mujeres que conozco).
24. Dada la naturaleza libre e independiente de la identidad de género, es difícil saber a qué
propiedad o estado mental se refiere. Si por “identidad de género” nos referimos a un
sentimiento intenso o a una convicción de que la personalidad de alguien, sus preferencias y
disposiciones se alinean más con las normas de género impuestas sobre un sexo que con las
del otro, de tal forma que esa persona puede sobrevivir y prosperar más cómodamente en
dicho rol de género, entonces es plausible creer que todo el mundo tiene una identidad de
género. Sin embargo, el término se usa generalmente de formas que sugieren algo mucho más
profundo y fundamental que esto. La identidad de género parece ser una propiedad o esencia
casi metafísica que está fija, inmutable, y que no puede ser desafiada. La identidad de género
que un individuo profesa es una parte esencial y sacrosanta de su identidad, y debe creerse y
respetarse sin más preguntas.
25. Esta noción de “identidad de género como esencia” tiene implicaciones problemáticas. La
falta de claridad acerca de qué propiedad es, y su naturaleza inherentemente subjetiva,
significan que la doctrina de la identidad de género se vuelve infalsable. Proponer la existencia
de una identidad de género es por tanto equivalente a proponer la existencia del alma o de
otra entidad no material cuya existencia no puede ser probada o examinada. Si queremos
evitar esta implicación, la única opción es proponer la realidad objetiva de la identidad de
género e intentar buscar su base material. Y entonces nos acercamos peligrosamente a
postular la existencia de cerebros con género, y sugerir que las personas pueden nacer con el
cerebro de un sexo y las características sexuales primarias y secundarias del otro. No estoy
cualificada para afirmar la validez de dichas afirmaciones, al no tener formación científica y
saber muy poco de neurociencia. Pero las feministas llevan mucho tiempo siendo escépticas
respecto a cualquier intento de demostrar que el género es algo natural, puesto que dichos
argumentos se utilizan frecuentemente para justificar la subordinación política y social de las
mujeres. Además, esta definición de la identidad de género no sólo necesitaría de la existencia
de los “cerebros masculinos” y los “cerebros femeninos”; también requeriría alguna explicación
creíble de cómo el sexo del cerebro y el de los órganos reproductores del cuerpo pueden no
coincidir. (Reconozco mis limitaciones científicas aquí, pero como cualquier buena feminista,
recomiendo a aquellos que estén inclinados a creer en la existencia de los cerebros con género
leer Delusions of Gender, de Cordelia Fine).
26. Si tomamos la identidad de género auto-declarada de un individuo como la única condición
necesaria y suficiente para pertenecer a un género, el resultado es que la palabra “mujer” se
queda reducida a un estado mental subjetivo, a un sentimiento en la cabeza de una
persona. La única respuesta a la pregunta “¿Qué es una mujer?” se convierte en “Una persona
que se siente mujer”. Pero esto es una definición circular que no nos dice nada acerca de lo
que es una mujer. El propósito del lenguaje es el de transmitir significados sociales
compartidos. Si una palabra significa algo diferente para cada persona que la usa, y no pueden
explicar a los demás qué quieren decir cuando usan esa palabra, entonces no significa nada. Si
la palabra mujer se define como “alguien que cree que es una mujer”, entonces la palabra
mujer pierde su significado, y no puede ser usada para nombrar nada. Las implicaciones
políticas son que la mujer como clase desaparece.
Las palabras tienen significado. El lenguaje cumple la función social de comunicar esos
significados
27. El hecho de que sea posible moverse de un grupo social al otro es en sí mismo prueba de
que el individuo está experimentando un proceso de transición, pasando de pertenecer de uno
de los grupos a otro. No es algo que ocurra de forma instantánea, mediante un simple acto de
voluntad, y no tiene efecto retroactivo: que una persona decida embarcarse en el proceso de
transición no significa que “siempre haya sido una mujer”. No tiene sentido decir que alguien
que decide hacer la transición a vivir como una mujer tras vivir un cierto número de años como
un hombre ha “sido siempre una mujer”; si eso fuera verdad, no habría habido ningún motivo
para proceder a una transición social o física. Tiene incluso menos sentido afirmar, como se
hace con frecuencia, que el cuerpo de una mujer trans posee biología femenina y siempre la ha
poseído, simplemente porque su cuerpo es suyo y ella se “identifica” como hembra. Como ya
se ha explicado, la palabra “hembra” [y el concepto de “biología femenina”] se refiere a una
categoría biológica de la que alguien no puede escapar simplemente identificándose o
sometiéndose a una transición. Y, además, si el cuerpo de alguien poseyese ya biología
femenina, no habría ningún motivo para modificarlo en absoluto. Es la existencia del dimorfismo
sexual y las diferencias anatómicas que existen entre los sexos las que crean la necesidad en
aquellas personas con disforia de modificar su cuerpo. Las mujeres trans tienen cuerpos con
biología masculina, cuerpos que puede que decidan modificar para que se asemejen más a
cuerpos con biología femenina. Y las mujeres trans crecieron como niños y a menudo vivieron
como hombres, y tendrán que hacer una transición social desde ese papel al de mujer. Es por
tanto claramente absurdo, una vez que alguien se declara trans, insistir en que debemos creer
que siempre han sido miembros de la clase hacia la que se están moviendo. Si Kellie Maloney,
que hizo la transición a los 60 años, siempre había sido una mujer, entonces la palabra mujer
pierde su significado, puesto que se refiere literalmente a cualquier cosa a la que alguien quiera
que se refiera. Y sus esfuerzos de vivir como una mujer y de ser leída como alguien con
biología femenina se vuelven incomprensibles, porque serían innecesarios.
28. Para aquellos que apoyan la idea de la identidad de género –a diferencia del análisis radical
de género– el género no es inherentemente opresivo. Mientras que las feministas radicales
consideran que el género es inherentemente opresivo porque es un sistema que encarna una
jerarquía que sitúa a los machos sobre las hembras, a los hombres sobre las mujeres, a lo
masculino sobre lo femenino, para los defensores de la identidad de género no hay nada
opresivo o restrictivo acerca de las normas de género por sí mismas. Por tanto, se resisten a la
crítica del feminismo radical hacia la feminidad como una forma de sumisión y subordinación,
porque la persona que cree que posee una identidad de género femenina puede disfrutar
actuando y performando la feminidad, y por tanto le molesta que le digan que es una expresión
de debilidad y pasividad.
29. Para muchas aquellas personas que apoyan la idea de la identidad de género, lo opresivo
del género no es que sea una jerarquía, es que sea binario. Una vez que separas la noción de
“identidad de género” tanto del sexo biológico como de la socialización dentro de un género, no
hay en principio ninguna razón para limitar el número géneros que pueden existir a
simplemente dos. De ahí viene la frase escuchada a menudo de que “el género no es un
binario, es un espectro”, y la emergencia de individuos que se identifican como “no binarios” o
“género fluidos”, algunos de los cuales afirman experimentar “turnos como hombre” y “turnos
como mujer”. Ahora tenemos cincuenta y seis géneros diferentes reconocidos por Facebook,
aunque si te dedicas a vagar por Tumblr encontrarás muchos, muchos más, junto con todo un
abanico de pronombres especiales. La pregunta lógica que cabe preguntar a quienes defienden
la identidad de género como un espectro es: ¿ cuántos géneros habría que reconocer para
no ser opresivos? Y la única respuesta consistente que se puede dar a esa pregunta es: siete
mil millones. Tendríamos que reconocer que cada individuo tiene su propia y única identidad de
género. Pero si hay siete mil millones de géneros diferentes, uno por cada uno de nosotros,
entonces no se ve muy claro que llamar a esto “género” tenga algún tipo de sentido, o nos
ayude a entender algo. El género es un sistema que vincula ciertas características personales y
comportamientos que se consideran deseables a la función reproductiva. En cuanto separamos
estas características, comportamientos y apariencias del sexo biológico, lo que nos queda es
simplemente la personalidad humana, en toda su variedad y complejidad. Por este
motivo, todas nosotras somos no binarias. Nadie es un estereotipo de género andante. El
género no es simplemente el nombre que le damos a un conjunto de gustos, preferencias y
disposiciones que un individuo resulta tener. Es un sistema que ata la biología a la
personalidad y al comportamiento, y que pone a las personas en cajas rosas y azules de
acuerdo al conjunto de genitales que posean. La solución no es crear muchas cajas más, ni
permitir que algunos individuos especiales no binarios puedan ser revolucionarios del género y
puedan moverse entre las distintas cajas a voluntad, mientras que el resto debemos quedarnos
dentro de ellas y nos dicen que es porque nos gusta. La solución es librarnos de las cajas
–abolir el género de una vez por todas.
El género no es simplemente otra palabra para “personalidad”; es un sistema que vincula la
personalidad a la función reproductiva