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Viernes de la Octava de Pascua – Ciclo B (He 4, 1-12, Jn 21, 1-14)

INVOCACION DEL ESPIRITU SANTO

✞ ✞ ✞ Padre, en Tus manos abandono mi vida y todo mi ser, para que me vacíes de todos
los pensamientos, palabras, obras, deseos e imágenes que me separan de Ti.
Calma mi sed y sacia mi hambre, lléname de Ti. Con humildad te entrego mi intención de
consentir tu Presencia y acción en mí, sáname, transfórmame, hazme de nuevo.
Ahora mismo anhelo y te pido a nombre de tu Hijo Jesús que me des al Espíritu Santo;
pues ya dispuesta mi alma, por tu gracia y misericordia; espera la luz que abra mi mente
y mi corazón para escucharte y ahí en mi meditación dejarme encontrar, sorprender,
seducir, tocar, y guiar por Ti.
Dime lo que quieres de mi para hacer Tu voluntad y no la mía. Dame el don de la
contemplación y la gracia para ver, aceptar y perseverar sin apegos, en este camino hacia
la Gloria.

✞ ✞ ✞ Señor Jesús, que tu Espíritu, nos ayude a leer las Sagradas Escrituras en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía
ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.

Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás
vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos
a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén

✞✞✞
Jesús, enséñame a gustar la infinitud del Padre. Háblame, Señor Jesús, acerca del Padre.
Hazme niño para hablarme de él como los padres de la tierra conversan con sus pequeños;
hazme amigo tuyo para hablarme de él como hablabas con Lázaro en la intimidad de
Betania; hazme apóstol de tu palabra para decirme de él lo que conversabas con Juan;
recógeme junto a tu Madre como recogiste junto a ella a los doce en el Cenáculo..., lleno
de esperanza para que el Espíritu que prometiste me hable todavía de él y me enseñe a
hablar de él a mis hermanos con la sencillez de la paloma y el resplandor de la llama (G.
CANOVAI, Suscipe Domine).
“ECHAD LA RED A LA DERECHA Y ENCONTRAREÍS”
 «Galilea, Lago de Tiberíades. Jerusalén. 3ra aparición a sus Discípulos.
La pesca milagrosa»
 «Jesús al amanecer: ‘Echen la red a la derecha y encontrarán pesca»
 «”Es el Señor”, dijo el Discípulo amado a Simón Pedro»
 «Jesús tomó pan y pescados diciéndoles vengan a comer».

1 RITOS INICIALES
✞ ✞ ✞ Antífona de entrada Cf. Sal 77, 53

El Señor condujo a su pueblo seguro, mientras el mar cubría a sus enemigos. Aleluya.

Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo. Amén.
✞ ✞ ✞ Saludo al altar y pueblo congregado

La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté
siempre con nosotros.

✞ ✞ ✞ Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, te pido que la experiencia de tu resurrección sea luz que dirija mi vida.

✞ ✞ ✞ Introducción por el Celebrante.

No se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos (Hch 4,1-12, Jn 21,1-14)
Los cuatro evangelistas subrayan la dificultad de los discípulos en reconocer a Jesús
Resucitado. Primero, no se dan cuenta de que él está allí, lo toman sólo un extraño;
después, normalmente como consecuencia de una palabra o acción de Jesús, caen en la
cuenta de que es el Señor; y habitualmente, los primeros en reconocerle son los que más
le aman -hoy Juan-. La apariencia del Señor Resucitado es completamente diferente de la
del Jesús que habían conocido antes de su muerte y resurrección.
Aunque la fe de los apóstoles en la resurrección era difícil y lenta, todavía conforma el
núcleo de la predicación apostólica: El Jesús Resucitado es la piedra angular de nuestra
fe y de nuestra vida. Como con los apóstoles, Jesús permanece con nosotros, cuando nos
esforzamos en seguirle.

✞ ✞ ✞ Acto penitencial

El Señor Jesús, que nos invita a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía, nos llama ahora
a la conversión. Reconozcamos nuestra indignidad, debilidad, y nuestros pecados e
invoquemos con esperanza la misericordia de Dios.
Jesucristo, el justo, intercede y nos reconcilia con el Padre. Abramos, pues, nuestro
espíritu al arrepentimiento. … Un poco de silencio…
¡Señor, ten piedad! ¡Cristo, ten piedad! ¡Señor, ten piedad!

✞ ✞ ✞ Gloria a Dios.

Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa
gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias. Señor
Dios, rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios,
Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de
nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica. Tú que estás
sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque solo Tú eres Santo, solo
Tú Señor, solo Tú Altísimo, Jesucristo. Con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre.

✞ ✞ ✞ Oración Colecta:

Oh Dios y Padre nuestro: Por medio de tu Hijo Jesucristo, Señor nuestro Resucitado, nos
has transmitido un mensaje de esperanza y nos has dado una persona única e insuperable
por quien vale la pena vivir. Libra nuestra fe de trivialidad y rutina y llénanos con su
Espíritu de fortaleza, para que aprendamos a vivir con firmeza en las inseguridades del
cambio, exigidas siempre por el evangelio y por las necesidades de los tiempos. Que
nuestra vida cristiana dé testimonio del nombre de quien nos salvó, Jesucristo Resucitado,
nuestro Señor.

2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 4, 1-12

4,1 En aquellos días, mientras Pedro y Juan hablaban a la gente, se les presentaron los
sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los saduceos.
2 Estaban molestos porque enseñaban al pueblo y anunciaban que la resurrección de los
muertos se había realizado ya en Jesús.
3 Los prendieron y los encarcelaron hasta el día siguiente, pues era ya tarde.
4 Pero muchos de los que habían oído el discurso creyeron, y el número de hombres llegó
a cinco mil.
5 Al día siguiente se reunieron en Jerusalén los jefes de los sacerdotes, los ancianos y los
maestros de la Ley:
6 Anás, sumo sacerdote, y Caifás, Juan, Alejandro y todos los que pertenecían al linaje
sacerdotal.
7 Hicieron comparecer a Pedro y a Juan y les preguntaron: - ¿Con qué poder o en nombre
de quién habéis hecho esto?
8 Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: - Jefes del pueblo y ancianos de Israel,
9 hoy ha sido curado un hombre enfermo, y nos preguntáis en nombre de quién se ha
realizado esta curación;
10 pues sabed todos vosotros y todo el pueblo de Israel que éste aparece ante vosotros
sano en virtud del nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien
Dios ha resucitado de entre los muertos.
11 Él es la piedra rechazada por vosotros, los constructores, que se ha convertido en
piedra angular.
12 Nadie más que él puede salvarnos, pues sólo a través de él nos concede Dios a los
hombres la salvación sobre la tierra.
PALABRA DE DIOS. R/TE ALABAMOS, SEÑOR
www.evangelizacion.org.mx

Meditatio
Ni parecería que el Pedro que está hablando fuera aquel mismo Pedro que por miedo a
correr la misma suerte que Jesús, lo negó tres veces; el mismo hombre que después de
la resurrección estaba escondido a puerta cerrada por miedo a los judíos.
La diferencia entre uno y otro se debe a que ha tenido un encuentro "personal" con Jesús
resucitado. Ahora conoce a Jesús no solo como "un profeta poderoso en obras delante de
Dios y de los hombres", sino como su Dios y su Señor. Es por ello necesario que todos y
cada uno de nosotros tenga también este encuentro personal, como decía el Papa Juan
Pablo II: "de ojos abiertos y corazón palpitante", con Jesús resucitado, ya que este
encuentro es el elemento que transforma nuestra vida.
La Pascua es un tiempo propicio para que este encuentro se realice en lo profundo de
nuestro ser. Simplemente hay que estar atentos, Jesús nos saldrá al encuentro en
cualquier momento, no lo dejemos pasar sin que nos cambie el corazón.
Oratio
Creo en ti, Señor, creo que sólo tú has sido constituido salvador nuestro y que solo tú eres
el camino, la verdad y la vida. Dame tu gracia para testificar al mundo lo que has hecho
en mi vida. Amén.
Actio
Hoy memorizaré alguna cita bíblica que me recuerde que Jesús es mi Salvador y que
puedo confiar en él.
www.santaclaradeestella.es

• Dos son los temas principales de este fragmento: la reacción de los jefes de Israel ante
el éxito de los apóstoles y las importantes afirmaciones del discurso de Pedro.
Primer tema: sorprendentemente, el «caso Jesús» no se cerró con la crucifixión. Sus
seguidores hacen prosélitos. Más aún, predican en el templo, convirtiéndose en maestros
del pueblo (tarea reservada a los doctores de la Ley), y anuncian la resurrección de los
muertos (lo que parece particularmente inoportuno a los saduceos).
Los jefes del pueblo, sorprendidos y exasperados, se les echan encima y los meten en la
cárcel. Ésta fue la primera persecución, a la que siguió un ulterior incremento numérico
de discípulos. El Sanedrín, el mismo que pocas semanas antes había juzgado a Jesús, se
reúne.
En él se concentran los diferentes poderes: el religioso, el económico, el teológico, el social
y lo que queda del poder político. Unos poderes que se sentían amenazados por el mensaje
subversivo de Jesús y que, ahora, deben ocuparse nuevamente de la cuestión.
El segundo tema es el breve y vigoroso discurso de Pedro. Éste, «lleno del Espíritu Santo»,
tal como había prometido Jesús, habla con una gran parresia, es decir, con una audacia y
un coraje inauditos, plantando cara a los jefes del pueblo y poniéndoles en una situación
seriamente embarazosa. Parte del hecho de la curación para anunciar la salvación, la
curación radical. Las afirmaciones de Pedro son solemnes y claras: aquel a quien vosotros
condenasteis a muerte ha sido resucitado por Dios; y la piedra que vosotros desechasteis
Dios la ha convertido en la piedra fundamental del nuevo edificio que pretende construir.
Jesús, a quien los jefes rechazaron y mataron, ha sido elegido por Dios para dar
cumplimiento a sus promesas. El conjunto está dominado por el «nombre de Jesús»; en
ningún otro nombre hay salvación.
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Por el Nombre del crucificado hechos 4,1-12. ¡De modo que no había bastado con
crucificar a Jesús, sino que ahora se ataca a sus discípulos! Pedro y Juan instruyen al
pueblo e insisten en decir que Jesús ha resucitado de entre los muertos. Muchos de los
que les escuchan se convierten, y crece la comunidad de creyentes. Es más de lo que
pueden soportar los sumos sacerdotes, que se encogen de hombros cuando se les habla
de resurrección. Hay que matar al polluelo en el huevo y desmembrar la secta. Ha llegado
para la Iglesia la hora del testimonio.
« ¿En nombre de quién habéis hecho eso? —En nombre de Jesús, pues no se nos ha dado
bajo el cielo otro nombre que pueda salvarnos». El enfermo ha sido salvado en el nombre
de Jesús. ¿No es Jesús la piedra rechazada por los que hoy persiguen a la joven Iglesia,
pero elegida por Dios para ser la piedra angular sobre la que se edifique el nuevo Israel?
El salmo 117 pertenece al género de acciones de gracias individuales.
El versículo 12 parece haber sido interpretado por los judíos como el anuncio de la
edificación de la comunidad escatológica, pero la Iglesia no tardó en aplicarlo a Cristo,
fundador del nuevo pueblo de Dios. Obsérvese el tono antijudío que se desprende de un
juego de palabras arameo que asimila los «arquitectos» a los escribas.
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1. La unicidad de Jesús
1.1 Como no faltan los que piensan que estar convencido es sinónimo de ser intransigente,
y que por lo mismo el único modo de ser abierto de mente es ser medio demente,
relativizando todo y a todos, conviene que hoy meditemos en las palabras de Pedro sobre
la mediación necesaria de Cristo para la salvación del hombre. A este respecto nos ayudan
las reflexiones de "Dominus Iesus", documento con que la Congregación para la Doctrina
de la Fe se expresa al respecto. Tomamos textos de los números 13 a 15.
1.2 Es frecuente la tesis que niega la unicidad y la universalidad salvífica del misterio de
Jesucristo. Esta posición no tiene ningún fundamento bíblico. En efecto, debe ser
firmemente creída, como dato perenne de la fe de la Iglesia, la proclamación de Jesucristo,
Hijo de Dios, Señor y único salvador, que en su evento de encarnación, muerte y
resurrección ha llevado a cumplimiento la historia de la salvación, que tiene en él su
plenitud y su centro.
1.3 Los testimonios neotestamentarios lo certifican con claridad: "El Padre envió a su Hijo,
como salvador del mundo" (1 Jn 4,14); "He aquí el cordero de Dios, que quita el pecado
del mundo" (Jn 1,29). En su discurso ante el sanedrín, Pedro, para justificar la curación
del tullido de nacimiento realizada en el nombre de Jesús (cf. Hch 3,1-8), proclama:
"Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos
salvarnos" (Hch 4,12). El mismo apóstol añade además que "Jesucristo es el Señor de
todos"; "está constituido por Dios juez de vivos y muertos"; por lo cual "todo el que cree
en él alcanza, por su nombre, el perdón de los pecados" (Hch 10,36.42.43).
1.4 Pablo, dirigiéndose a la comunidad de Corinto, escribe: "Pues aun cuando se les dé el
nombre de dioses, bien en el cielo bien en la tierra, de forma que hay multitud de dioses
y de señores, para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden
todas las cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las
cosas y por el cual somos nosotros" (1 Co 8,5-6). También el apóstol Juan afirma: "Porque
tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no
perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para
juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él" (Jn 3,16-17). En el Nuevo
Testamento, la voluntad salvífica universal de Dios está estrechamente conectada con la
única mediación de Cristo: "[Dios] quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento pleno de la verdad. Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador
entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como
rescate por todos" (1 Tm 2,4-6).
1.5 Basados en esta conciencia del don de la salvación, único y universal, ofrecido por el
Padre por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo (cf. Ef 1,3-14), los primeros cristianos
se dirigieron a Israel mostrando que el cumplimiento de la salvación iba más allá de la
Ley, y afrontaron después al mundo pagano de entonces, que aspiraba a la salvación a
través de una pluralidad de dioses salvadores. Este patrimonio de la fe ha sido propuesto
una vez más por el Magisterio de la Iglesia: "Cree la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado
por todos (cf. 2 Co 5,15), da al hombre su luz y su fuerza por el Espíritu Santo a fin de
que pueda responder a su máxima vocación y que no ha sido dado bajo el cielo a la
humanidad otro nombre en el que sea posible salvarse (cf. Hch 4,12). Igualmente cree
que la clave, el centro y el fin de toda la historia humana se halla en su Señor y Maestro".
2. Fe firme
2.1 Debe ser, por lo tanto, firmemente creída como verdad de fe católica que la voluntad
salvífica universal de Dios Uno y Trino es ofrecida y cumplida una vez para siempre en el
misterio de la encarnación, muerte y resurrección del Hijo de Dios.
2.2 Teniendo en cuenta este dato de fe, y meditando sobre la presencia de otras
experiencias religiosas no cristianas y sobre su significado en el plan salvífico de Dios, la
teología está hoy invitada a explorar si es posible, y en qué medida, que también figuras
y elementos positivos de otras religiones puedan entrar en el plan divino de la salvación.
En esta tarea de reflexión la investigación teológica tiene ante sí un extenso campo de
trabajo bajo la guía del Magisterio de la Iglesia. El Concilio Vaticano II, en efecto, afirmó
que "la única mediación del Redentor no excluye, sino suscita en sus criaturas una múltiple
cooperación que participa de la fuente única". Se debe profundizar el contenido de esta
mediación participada, siempre bajo la norma del principio de la única mediación de Cristo:
"Aun cuando no se excluyan mediaciones parciales, de cualquier tipo y orden, éstas sin
embargo cobran significado y valor únicamente por la mediación de Cristo y no pueden
ser entendidas como paralelas y complementarias". No obstante, serían contrarias a la fe
cristiana y católica aquellas propuestas de solución que contemplen una acción salvífica
de Dios fuera de la única mediación de Cristo.
2.3 No pocas veces algunos proponen que en teología se eviten términos como "unicidad",
"universalidad", "absolutez", cuyo uso daría la impresión de un énfasis excesivo acerca
del valor del evento salvífico de Jesucristo con relación a las otras religiones. En realidad,
con este lenguaje se expresa simplemente la fidelidad al dato revelado, pues constituye
un desarrollo de las fuentes mismas de la fe. Desde el inicio, en efecto, la comunidad de
los creyentes ha reconocido que Jesucristo posee una tal valencia salvífica, que Él sólo,
como Hijo de Dios hecho hombre, crucificado y resucitado, en virtud de la misión recibida
del Padre y en la potencia del Espíritu Santo, tiene el objetivo de donar la revelación (cf.
Mt 11,27) y la vida divina (cf. Jn 1,12; 5,25-26; 17,2) a toda la humanidad y a cada
hombre.
2.4 En este sentido se puede y se debe decir que Jesucristo tiene, para el género humano
y su historia, un significado y un valor singular y único, sólo de él propio, exclusivo,
universal y absoluto. Jesús es, en efecto, el Verbo de Dios hecho hombre para la salvación
de todos. Recogiendo esta conciencia de fe, el Concilio Vaticano II enseña: "El Verbo de
Dios, por quien todo fue hecho, se encarnó para que, Hombre perfecto, salvará a todos y
recapitulara todas las cosas. El Señor es el fin de la historia humana, "punto de
convergencia hacia el cual tienden los deseos de la historia y de la civilización", centro de
la humanidad, gozo del corazón humano y plenitud total de sus aspiraciones. Él es aquel
a quien el Padre resucitó, exaltó y colocó a su derecha, constituyéndolo juez de vivos y
de muertos". "Es precisamente esta singularidad única de Cristo la que le confiere un
significado absoluto y universal, por lo cual, mientras está en la historia, es el centro y el
fin de la misma: "Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin"
(Ap 22,13)".
www.caminando-con-jesus.org

La curación del paralítico y la predicación sobre Jesús lleva a los apóstoles a tener que
comparecer ante las autoridades. La vida cristiana conlleva riesgos. En tanto que obramos
como cristianos, predicamos lo que hacemos y hacemos lo que predicamos,
encontraremos dificultades, adversidades y hasta persecuciones.

✞ ✞ ✞ Salmo

Sal 117,1-2.4.22-24.25-27a
R/. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa de
Israel: eterna es su misericordia. Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.
R/. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo
ha hecho, ha sido un milagro patente. Éste es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría
y nuestro gozo.
R/. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad. Bendito el que viene en nombre del
Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios, él nos ilumina.
R/. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.

✞ ✞ ✞ Secuencia (Opcional)

Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza a gloria de la Víctima propicia de la Pascua.


Cordero sin pecado que a las ovejas salva, a Dios y a los culpables unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte en singular batalla, y, muerto el que es la Vida, triunfante se
levanta.
« ¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?» «A mi Señor glorioso, la tumba
abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de veras mi amor y mi
esperanza!
Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria de la Pascua.» Primicia
de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa.

✞ ✞ ✞ Aleluya

Aleluya Sal 117, 24


R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Éste es el día que hizo el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies
dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”

✞ ✞ ✞ Lectura del Santo Evangelio según: Juan 21, 1-14


21,1 Poco después, Jesús se apareció otra vez a sus discípulos junto al lago de Tiberíades.
2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás «El Mellizo», Natanael el de Cana de Galilea, los
hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
3 En esto dijo Pedro: - Voy a pescar. Los otros dijeron: - Vamos contigo. Salieron juntos
y subieron a una barca, pero aquella noche no lograron pescar nada.
4 Al clarear el día, se presentó Jesús en la orilla del lago, pero los discípulos no lo
reconocieron.
5 Jesús les dijo: - Muchachos, ¿habéis pescado algo? Ellos contestaron: -No.
6 Él les dijo: - Echad la red al lado derecho de la barca y pescaréis. Ellos la echaron, y la
red se llenó de tal cantidad de peces que no podían moverla.
7 Entonces, el discípulo a quien Jesús tanto quería le dijo a Pedro: - ¡Es el Señor! Al oír
Simón Pedro que era el Señor, se ciñó un vestido, pues estaba desnudo, y se lanzó al
agua.
8 Los otros discípulos llegaron a la orilla en la barca, tirando de la red llena de peces, pues
no era mucha la distancia que los separaba de tierra; tan sólo unos cien metros.
9 Al saltar a tierra, vieron unas brasas, con peces colocados sobre ellas, y pan.
10 Jesús les dijo: - Traed ahora algunos de los peces que habéis pescado.
11 Simón Pedro subió a la barca y sacó a tierra la red llena de peces; en total eran ciento
cincuenta y tres peces grandes. Y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió.
12 Jesús les dijo: - Venid a comer. Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntar: «
¿Quién eres?», porque sabían muy bien que era el Señor.
13 Jesús se acercó, tomó el pan en sus manos y se lo repartió, y lo mismo hizo con los
peces.
14 Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de haber
resucitado de entre los muertos.
PALABRA DEL SEÑOR. R/ GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS.

✞ ✞ ✞ “Que por el Evangelio sean perdonados nuestros pecados veniales”

1 Contexto. La palabra se ilumina.


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Apéndice o epílogo: aparición en Galilea (21,1-25). No puede haber duda de que el


cap. 21 es un apéndice añadido al evangelio, que concluye con el cap. 20. Lo que resulta
dudoso es si la adición fue hecha por el mismo evangelista autor de los caps. 1-20. Si bien
no se puede dar una respuesta apodíctica a esta cuestión, algunas consideraciones llevan
a la probable conclusión de que es obra de los discípulos después de la muerte del
evangelista (→ 8, supra; cf. las pruebas lingüísticas y de otros tipos en Bultmann, Das
Evangelium, 542-47). El apéndice se presenta como compuesto a partir del mismo
testimonio que respalda los caps. 1-20, pero este testimonio parece paralelo más que
parte integrante de las anteriores unidades, por lo que este capítulo no ha sido
completamente integrado con el resto del evangelio. Sea lo que fuere de su autor literario,
la tradición manuscrito indica que formaba parte del evangelio desde el principio, es decir,
probablemente desde el momento de la publicación del evangelio a raíz de la muerte del
evangelista. En cuanto a la canonicidad e inspiración de este capítulo, nunca se ha
planteado duda alguna. Las razones en que se apoya la adición de este suplemento se
verán en las mismas materias de que se ocupa. S. Besobrasoff [Obispo Casiano], John
XXI: NTS 3 (1956-57), 132-36; M.-E. Boismard, Le chapitre XXI de Saint Jean. Essai de
critique littéraire: RB 54 (1947), 473-501; L. Vaganay, La finale du Quatrieme Évangile:
RB 45 (1936), 512-28.
Las apariciones junto al mar de Galilea (21,1-14). Los w. 1 y 14 hacen mención de
las apariciones en Jerusalén y sirven de enlace con el resto del evangelio. Una tradición
antigua afirmaba que Jesús se había aparecido en Galilea (Mc 16,7), pero el único relato
asociado a esta tradición es el de la misión universal de los discípulos en Mt 28,16-20. La
escena de pesca en Juan tiene relación con la pesca milagrosa de Lucas y con la
designación de Pedro «pescador de hombres» (Lc 5,1-11). Se ha sugerido que el relato
lucano pudiera ser un relato de resurrección sacado de contexto (véase FGL 561). Esta
hipótesis haría coincidir las posibles fuentes de Juan y Lucas y, sin embargo, las
peculiaridades del relato joánico hacen que sea igualmente probable que los dos episodios
se hayan originado de forma independiente.
• En este suplemento, el evangelio de Jn concuerda con Mt (cf. también Mc 16,7), que
sitúa en Galilea las apariciones de Jesús resucitado a los discípulos; Lc y Jn 20 hablan sólo
de apariciones en Jerusalén. En Jn no hay intento alguno de armonizar la historia de las
apariciones en Galilea (que parece ser la tradición más antigua del evangelio) con las de
Jerusalén; no se da explicación de la repentina partida de los discípulos que marchan de
Jerusalén y retornan a sus antiguas ocupaciones.
1. poco tiempo después: Esta indicación temporal es muy genérica (cf. 3,22; 5,1; 6,1;
7,1) y no se refiere necesariamente a ningún acontecimiento anterior. «De nuevo» se
encuentra en algunos manuscritos antes o después de la palabra «se apareció»; parece
ser un intento de unir este capítulo, originalmente independiente, de manera más estrecha
al resto del evangelio, el mar de Tiberíades: Únicamente en este pasaje de los evangelios
se utiliza esa designación (cf. comentario a 6,1).
La pesca milagrosa (21,2-8.10-11).
2. Simón Pedro, Tomás...: La lista de nombres quizás proceda del editor del evangelio,
puesto que tanto Tomás como Natanael son presentados al lector de acuerdo con su
descripción en el evangelio.
• Son mencionados siete discípulos, de los que ya nos son conocidos los tres primeros por
el evangelio de Juan, hijos de Zebedeo: Esta designación pertenece a la tradición
sinóptica; no son mencionados en ningún pasaje de Jn. otros dos discípulos: No queda
claro por qué no se especifican sus nombres; sin embargo, Juan ya ha empleado
anteriormente este anonimato (cf. 1,35).
3-4. El retorno de los discípulos a sus casas y ocupaciones anteriores resulta plausible
únicamente aceptando que este capítulo era originalmente independiente del cap. 20 y
que no se presuponen las apariciones acaecidas en Jerusalén. De manera semejante, el
que los discípulos no reconozcan a Jesús (como en 20,14; Lc 24,16) suena como si se
tratara de la acostumbrada circunstancia de una aparición inicial del Señor. La razón para
incluir este relato, sin embargo, se verá en el v. 11.
3. voy a pescar: La decisión de ir a pescar, adecuada si consideramos el relato como la
primera (¿la única?) aparición de Jesús a sus discípulos, resulta sorprendente tras la
misión que éste les ha encomendado en 20,21.
4. El hecho de no reconocer a Jesús, típico de los relatos sobre las apariciones (p.ej., Jn
20,15; Lc 24,14-15), resulta también más apropiado en el contexto de una aparición
independiente. Diversos detalles de la pesca presentan paralelos en el relato de Lucas:
los discípulos han trabajado toda la noche sin ningún éxito; Jesús les ordena echar las
redes al agua; las redes se llenan con un gran número de peces; la reacción espontánea
de Pedro; los peces como símbolo de la misión; y la referencia al estado de la redes. Los
relatos se diferencian en la localización del bote y de Jesús, en el contenido de la reacción
de Pedro, en el estado de las redes y en la presencia de otros botes que les ayudan a
arrastrar las redes.
5-6. La escena descrita corresponde al conocido ambiente de Galilea. Incluso la orden de
echar la red al costado derecho (el lado de la suerte) de la barca no implicaría
necesariamente un conocimiento sobrehumano (aunque el evangelio lo entiende
probablemente como tal en vista del versículo siguiente), pues un hombre de pie en la
orilla podría ver muchas veces un banco de peces oculto a la vista de los que se hallaban
en la barca. Este relato recuerda el de Lc 5,4ss, que el tercer evangelio sitúa al principio
del ministerio en Galilea.
7. ¡es el Señor!: La identificación por parte del Discípulo Amado del extraño que está en
la orilla desencadena la reacción de Pedro. Algunos exegetas señalan un paralelo con la
escena de María Magdalena; María reconoce al Señor cuando éste la llama por su nombre
(20,16). Jesús se ha dirigido a los discípulos con la denominación propia de la comunidad
joánica, «hijos» (v. 5; cf. 1 Jn 2,13.18; 3,7).

Aquel discípulo al que Jesús amaba [→ 3, supra]: En este capítulo aparece asociado
a Pedro, como en tantas ocasiones anteriores (13,23s; 20,2; 18,15?) y es el primero en
reconocer al Señor (cf. 20,4). Probablemente, la abundantísima captura de peces ha de
considerarse como un «signo» que recuerda la gran cantidad de vino de Cana (2,6), la
multiplicación de los panes (6,11), el agua viva (4,14; 7,37ss), la vida eterna otorgada
por el Buen Pastor (10,10) y la plenitud del Espíritu (3,34).
Simón Pedro se ciñó su ropa: Los judíos eran muy considerados en cuestión de saludos,
que no podían hacerse sin la adecuada indumentaria. La precipitada acción de Pedro es
característica de su temperamento, tal como nos lo describen los evangelios.
8-9. Nada más se dice sobre la acción de Pedro, pero los demás discípulos son introducidos
en la escena por el mismo Cristo. La comida preparada por el Señor no puede sino recordar
la multiplicación de los panes (6,9), que a su vez es un signo de la eucaristía, la
distribución de la vida que comunica el Espíritu.
10-11. traed pescado: Esta orden no ha de explicarse en relación con la comida, que ya
estaba preparada. Es probable más bien que el Señor intentara subrayar que el oficio de
pescador simbolizaba la misión apostólica (cf. Mt 4,19; Mc 1,17; Lc 5,10).
• La petición parece entrar en contradicción con el v. 9, pero sirve para relacionar la pesca
con la escena de la comida.
11. 153 peces: El significado simbólico de los 153 peces es discutido. El paralelo con el
relato de Lucas sugiere que debe de hacer referencia a la universalidad de la misión (cf.
10,16). El narrador quizás haya enfatizado el hecho de que las redes no se rompieran
para significar la unidad de los creyentes y contraponerla a las divisiones de las multitudes
faltas de fe del evangelio (p.ej., 7,43; 9,16; 10,19).
• La mayor parte de los comentaristas, antiguos y modernos, ve una intención simbólica
en este número, pero no hay acuerdo en cuanto a su sentido. Dado que, como parece
verosímil, los peces simbolizan a los que entrarán en la Iglesia gracias a la predicación
apostólica (y, en consecuencia, la red que no llegó a romperse tendría el mismo significado
que la túnica de Cristo en 19,23s), la interpretación de san Jerónimo resulta atractiva (PL
25.474): que los antiguos zoólogos calculaban precisamente en 153 el número de las
especies de peces. El sentido, por tanto, sería que los discípulos pescarían todo tipo de
peces; podríamos ver aquí un eco de las palabras de Jesús en Mt 13,47 (cf. también Ez
47, 9s). Desgraciadamente, en la obra a que san Jerónimo se refiere para justificar su
afirmación (la Haliéutica de Opiano) no es posible hallar esa referencia. Se ha observado
que 153 es el «número triangular» de 17 (1 + 2 + 3... + 17 = 153), pero en este caso no
está claro lo que significaría 17. Para Barrett, el significado ha de buscarse en los números
7 y 10, números de plenitud y perfección, que representarían «la totalidad de la Iglesia
católica y apostólica». Otros recurren a la gematría (el valor numérico de las letras), una
forma de simbolismo muy usada por los judíos (cf. Ap 13,18), pero la variedad de palabras
que se pueden formar con equivalencia numérica de 153 (¿en griego, arameo, hebreo?)
es infinita y dependiente en gran parte de apreciaciones subjetivas (cf. H. Kruse, VD 38
[1960], 129-48, que prefiere la frase hebrea qehal hachaba, «la Iglesia del amor»).
La comida (21,9.12-14). El relato de la pesca milagrosa se convierte en un relato de
resurrección y se combina con la tradición acerca del reconocimiento por parte de los
discípulos de Jesús resucitado durante una comida. En Lc 24,43 el mismo Jesús come
pescado para alejar toda duda acerca de su presencia física. En Lc 24,30 Jesús abre los
ojos a los discípulos bendiciendo, partiendo y distribuyendo el pan. El pan y el pescado
fueron los alimentos bendecidos en el relato de la multiplicación de los panes en Jn 6,9.
Ambos relatos coinciden en situar la acción junto al lago de Tiberíades (son los dos únicos
relatos del cuarto evangelio que mencionan este lago) y coinciden también en el gesto de
Jesús que toma el alimento y lo reparte a sus discípulos (v. 13). En Jn 6,11, Jesús
distribuye el alimento entre la multitud. Parece, pues, harto probable que la escena del
reconocimiento de Jesús durante la comida esté destinada a recordar al lector joánico la
presencia de Jesús en la eucaristía (véase R. Pesch, Der veiche Fischfang: Lk 5,1-11/Jo
21,1-14; Wundergeschichte-Berufungserzéhlung- Evscheinungsbevicht [Düsseldorf
19691).
12-13. En Lc 24,42s hay una escena en que Cristo resucitado come con sus discípulos,
pero su intención es distinta. Aquí no se dice que el mismo Jesús tomara parte en la
comida, sino que distribuyó los alimentos; nuevamente esto nos recuerda las expresiones
de 6,11, el milagro de los panes que tuvo lugar precisamente junto a este mismo lago.
De nuevo nos encontramos con un paralelo lucano (cf. Lc 24,30s.35).
Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle « ¿Quién eres tú?»: Cf. 4,27;
8,25. Algunos ven aquí el cumplimiento de 16,23, pero más bien parece que los discípulos,
si bien reconocen al Jesús con quien habían tratado antes, se sienten al mismo tiempo
sobrecogidos de temor por lo que en él ha ocurrido en virtud de la resurrección y no se
atreven a penetrar más profundamente en el misterio (Bultmann).
14. La tercera vez: Este versículo es obra del autor (o autores) de este capítulo, que de
esta forma lo relacionan con el cap. 20 (no se cuenta la aparición a María Magdalena).
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• La «pesca milagrosa» presenta la tercera aparición del Resucitado a los discípulos-


pescadores, reunidos junto a la orilla del lago Tiberíades. El encuentro de Jesús con los
suyos, que habían vuelto a su trabajo, describe de manera simbólica la misión de la Iglesia
primitiva y el retrato de cada comunidad. Éstas permanecen estériles cuando se quedan
privadas de Cristo, pero se vuelven fecundas cuando obedecen a su Palabra y viven de su
presencia. El texto se compone de dos fragmentos en el ámbito de la redacción: a)
ambientación de la aparición en Galilea (vv. 1-5); b) la pesca milagrosa y el
reconocimiento de Jesús (vv. 6-14).
El reducido grupo de los discípulos, con Pedro a la cabeza, representa a toda la Iglesia en
misión. Pero sin Jesús en la barca, el fracaso de la «pesca» (= misión) es total y anda a
tientas en la «noche» (v. 3). Frente a la conciencia de no triunfar por sí solos en la
empresa, interviene Jesús -«al clarear el día» (v. 4) - con el don de su Palabra, premiando
a la comunidad que ha perseverado unida en el trabajo apostólico: «Echad la red al lado
derecho de la barca y pescaréis» (y. 6). La obediencia a la Palabra produce el resultado
de una pesca abundante.
Los discípulos se fiaron de Jesús y experimentaron con el Señor la desconcertante novedad
de su vida de fe. Jesús les invita después al banquete que él mismo ha preparado: «Venid
a comer» (v. 12).
En el banquete, figura de la eucaristía, es el mismo Jesús quien da de comer, haciéndose
presente de una manera misteriosa. Los discípulos son ahora presa del escalofrío que les
produce el misterio divino. La conclusión del evangelista es una invitación a la comunidad
eclesial de todos los tiempos para que vuelva a encontrar el sentido de su propia vocación
y ponga a Jesús como Señor de la vida, de suerte que, a través de la escucha de la Palabra
y de la eucaristía (= las dos mesas), la Iglesia haga fructuosos todos sus compromisos
entre los hombres.
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El texto está compuesto por dos fragmentos en el ámbito redaccional: la aparición de


Jesús en Galilea y la pesca milagrosa (vv. 1-6), y el reconocimiento de Jesús y la comida
preparada por él (vv. 7-14). El relato describe, de una forma simbólica, la misión de la
Iglesia primitiva y el retrato de toda comunidad en misión, que permanece estéril cuando
le falta Cristo pero se vuelve fecunda cuando obedece a su Palabra y vive de su presencia.
El fragmento joánico se muestra rico en elementos simbólicos: la pesca indica el campo
de la evangelización y del apostolado; el mar donde los discípulos desarrollan su trabajo
apostólico, representa el lugar de los asuntos humanos y el ambiente del trabajo
evangélico; el número siete indica la plenitud y la totalidad de los discípulos en la Iglesia,
entre los cuales se nombra en primer lugar a Pedro, porque ejerce la función de
responsable y de guía de la comunidad; los discípulos trabajan juntos durante la noche
sin pescar nada porque Jesús, verdadera luz del mundo (cf. Jn 8,12; 1 Jn 1,5), no está en
su barca. El momento de crisis está subrayado no solamente por la noche, sino por el
pecado de autosuficiencia de los discípulos, puesto de manifiesto por su personal proyecto
apostólico «yo voy a pescar... nosotros...» (v. 3).
Frente a la conciencia de no salir airosos por sí solos en la empresa, Jesús interviene «al
clarear el día», tiempo privilegiado de la acción de Dios (cf. Éx 14,24; Sal 5,4; 30,6). Con
su amabilidad y con el don de su Palabra, premia a la comunidad que ha perseverado
unida en el trabajo apostólico. Jesús les ofrece entonces su Palabra de vida: «Echad la red
al lado derecho de la barca y pescaréis» (v. 6). El lado derecho es en el lenguaje semítico
símbolo de la buena suerte y del bienestar, como obra de Dios. Jesús impulsa de este
modo a los suyos a cumplir su Palabra y a vivirla en obediencia. El resultado es una pesca
milagrosamente sobreabundante.
Ahora, uno tras otro, siguiendo la indicación del discípulo amado, que es el primero en
identificar al «Señor» (v. 7), reconocen en la fe a Jesús, que les invita a participar en el
banquete que él mismo ha preparado y en el que quiere que colaboren los suyos,
depositando también en la mesa el fruto de su misión evangelizadora.
Llegados a la orilla junto a Jesús, Pedro reemprende su servicio en la comunidad, llevando
a tierra la red llena de peces sin romperla, dado su carisma de conservar la unidad en la
Iglesia. Viene, después, la invitación de Jesús a comer. El texto, al hablar de pan y de
peces, alude de manera explícita a la eucaristía, momento cumbre de la comunidad de fe.
Esta tercera aparición de Jesús resucitado es una invitación dirigida a toda comunidad
eclesial para que recupere el sentido de su propia misión, poniendo al Señor, Palabra y
eucaristía, en el centro de su propia vida.
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No hay contexto.
2 Reflexión. ¿Qué nos dice Dios en el Texto? La palabra me ilumina.
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No hay reflexión.
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Oración inicial
Dios todopoderoso y eterno, que por el misterio pascual has restaurado tu alianza con los
hombres; concédenos realizar en la vida cuanto celebramos en la fe. Por nuestro Señor.
Del Evangelio según Juan 21,1-14
Reflexión
• El Capítulo 21 del evangelio de San Juan parece un apéndice que fue creciendo más
tarde después que el evangelio ya estaba terminado. La conclusión del capítulo anterior
(Jn 20,30-31) deja percibir que se trata de una añadidura. De cualquier manera, añadidura
o no, es Palabra de Dios, que trae un bonito mensaje de resurrección para este quinto día
de la semana de Pascua.
• Juan 21,1-3: El pescador de hombres vuelve a ser pescador de peces. Jesús
murió y resucitó. Al final de aquellos tres años de convivencia, los discípulos volvieron
para Galilea. Un grupo de ellos está de nuevo ante el lago. Pedro retoma el pasado y dice:
“¡Voy a pescar!” Los otros dijeron “¡Nos vamos contigo!” Así, Tomás, Natanael, Juan y
Santiago junto con Pedro tomaron el barco y fueron a pescar. Retomaron la vida del
pasado como si nada hubiese acontecido. Pero algo había acontecido. ¡Algo estaba
aconteciendo! ¡El pasado no volvió! “¡No hemos pescado nada!” Volvieron a la playa
cansados. Fue una noche frustrante.
• Juan 21,4-5: El contexto de la nueva aparición de Jesús. Jesús estaba a orillas del
mar, pero ellos no le reconocieron. Y Jesús pregunta: “Muchachos, ¿no tenéis nada que
comer?” Respondieron: “¡No!” En la respuesta negativa reconocieron que la noche había
sido frustrante y que no pescaron nada. Ellos habían sido llamados a ser pescadores de
hombres (Mc 1,17; Lc 5,10), y volvieron a ser pescadores de peces. Pero algo había
cambiado en sus vidas. La experiencia de tres años con Jesús produce en ellos un cambio
irreversible. Ya no era posible volver atrás como si nada hubiera acontecido, como si nada
hubiese mudado.
• Juan 21,6-8: Lanzad una red al lado derecho del barco y los vais a encontrar.
Ellos hicieron algo que, probablemente, nunca hubiesen hecho en su vida. Cinco
pescadores experimentados obedecen a un extraño que manda hacer algo que contrasta
con su experiencia. Jesús, aquella persona desconocida que estaba en la playa, mandó
que echasen la red por el lado derecho del barco. Ellos obedecieron, echaron la red, y fue
un resultado inesperado. ¡La red se llenó de peces! ¡Cómo era posible! ¿Cómo explicar
esta sorpresa fuera de cualquier previsión? El amor hace descubrir. El discípulo amado
dice: “¡Es el Señor!” Esta intuición lo aclara todo. Pedro se tira al agua para llegar más
deprisa cerca de Jesús. Los otros discípulos fueron detrás con el barco arrastrando la red
llena de peces.
• Juan 21,9-14: La delicadeza de Jesús. Llegando a tierra, vieron que Jesús había
encendido unas brasas y que estaba asando pan y peces. Pidió que trajesen unos peces
más. Inmediatamente, Pedro subió al barco, arrastró la red con ciento y cincuenta y tres
peces. Muchos peces, y la red no se rompió. Jesús llama a la multitud: “¡Venid a comer!”
Él tuvo la delicadeza de preparar algo para comer después de una noche frustrada sin
pescar nada. Gesto bien sencillo que revela algo del amor con que el Padre nos ama.
“Quién me ve a mí, ve al Padre.” (Jn 14,9). Ninguno de sus discípulos se atrevía a
preguntar quién era él, pues sabían que era el Señor. Y evocando la eucaristía, el
evangelista Juan completó: “Jesús se acercó, tomó el pan y lo distribuyó para ellos”.
Sugiere así que la eucaristía es el lugar privilegiado para el encuentro con Jesús
resucitado.
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La seguridad de Pedro procede de la certeza interior de que Jesús es ahora el único


Salvador. Toda la Iglesia de los orígenes vive de esta certeza, una certeza que la hace
fuerte, intrépida, gozosa, misionera, irresistible.
Las grandes epopeyas misioneras se han nutrido siempre de esta conciencia. La Iglesia
será siempre misionera mientras se interese por la salvación del prójimo, a la luz de Cristo
salvador.
Nuestros tiempos no resultan demasiado fáciles a este respecto: es preciso justamente
respetar las conciencias, está el diálogo interreligioso, es preciso promover la paz, existe
la propagación de un cierto relativismo, está la desconfianza con respecto a todo tipo de
integrismo. A pesar de todo ello, Cristo, ayer como hoy y como mañana, sigue siendo el
único Salvador. De lo que se trata es de convertir esta certeza no en un arma contra
nadie, sino en una propuesta paciente y firme, serena y motivada, testimoniada y hablada,
orada y alegre, suave y valiente, dialogadora y confesante. En todo ambiente, en todo
momento de la vida, aun cuando parezca tiempo perdido, incluso cuando parezca fuera
de moda. De esta certeza nace una fuerza nueva: se liberan energías. Dejamos de tener
miedo a los juicios de los hombres y nos convertimos en hombres y mujeres interior y
exteriormente libres.
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Juan 21,1-14. «No tengas miedo, Simón; desde ahora serás pescador de
hombres» (Lc 5,10). Por orden de Jesús echaron la red y sacaron ciento cincuenta y tres
peces. Jesús ha glorificado a su Padre, y ahora el Padre le glorifica a él. Resucitado, realiza
la promesa que había hecho a algunos paganos: «cuando haya sido elevado de la tierra,
atraeré a todos los hombres hacia mí» (12,32). Ahora es el tiempo de la misión, y Pedro
es su jefe: ¿no se lanzó al agua al reconocer al Señor, igual que había corrido hacia la
tumba vacía en la mañana de Pascua? Han capturado una enorme cantidad de peces, y la
red no se rompe con el peso de la pesca. Así, contra toda esperanza, los apóstoles van a
congregar a hombres de todas partes en la unidad de una sola Iglesia. Pero sin Jesús no
pueden hacer nada: durante la noche no habían pescado una sola pieza.
De regreso a la orilla, encuentran unas brasas sobre las que Jesús ha puesto pescado y
pan. Jesús toma ahora el pan y se lo da, y ninguno le pregunta: « ¿Quién eres?», ya que
saben muy bien que es el Señor. En efecto, en el pan compartido han reconocido el Pan
de la vida, el Pan venido del cielo, el que da la vida eterna.
¡Todo vuelve a empezar! Habían detenido a Jesús y le habían crucificado: ¡todo en vano!
Hoy sus discípulos predican... Habían acusado a Jesús de curar en nombre de Belzebú:
hoy hacen comparecer a Pedro y a los demás. « ¿Con qué poder o en nombre de quién
hacéis esas curaciones?». El proceso de Jesús no ha concluido: ¡el Gólgota sólo fue un
momento de la gran acusación! ¡De tal Maestro, tales discípulos! A lo largo de la historia,
los discípulos vivirán en su carne la suerte reservada al Maestro. El proceso continúa: ¡por
los siglos de los siglos, la cruz será piedra de escándalo! Proceso a Jesús: era necesario
que Jesús pasara por la cruz. A causa de su vida, porque lo cambiaba todo: la sociedad,
la religión, Dios; porque producía un contagio peligroso a la humanidad: el del amor y la
libertad. ¡Era necesario que entregase su vida para que la Vida viviera! Proceso a la
Iglesia: ¡el discípulo no es más que su Maestro! Proceso a la Iglesia cuando derriba los
ídolos fabricados por las manos del hombre y denuncia todas las servidumbres: la tiranía
del dinero, la pasión del poder. Proceso a la Iglesia cuando pone en peligro el orden social
desenmascarando a los falsos dioses y revelando la dignidad del hombre querida por Dios.
Pasión de los discípulos cuando prenden fuego a los tradicionalismos esterilizantes y a los
poderes destructivos.
« ¿Con qué autoridad hacéis esto?». «La piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos,
se ha convertido en piedra angular. Fuera de él no hay salvación». El proceso de Jesús no
se ha clausurado con una condena, sino con una victoria, pues Dios se ha puesto del lado
del condenado. Y para siempre, Dios ha unido su suerte a la de sus discípulos. «Gracias
al nombre de Jesús el Nazareno, este hombre se presenta sano ante vosotros»...
Hermanos, si algún día la vida abre un proceso a vuestra esperanza, si las fraternidades
rotas procesan a las manos que vosotros habéis unido, si la injusticia impugna vuestro
trabajo por un mundo más auténtico y más hermoso, recordad la ley de la cruz: era
necesario que el grano fuera arrojado en tierra para que brotara en todo su esplendor la
flor de Pascua. Dios realiza siempre el contra-proceso de la acusación hecha a los suyos.
No lo olvidéis: en la mañana de Pascua, el Acusado se hizo vuestro Abogado, y la propia
muerte tuvo que retroceder ante la vida. «Los reconocieron como compañeros de Jesús,
vieron de pie junto a ellos al hombre que había sido curado y no encontraron acusación
contra ellos»...
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Vivir en intimidad con Jesús para reconocerlo y adorarlo… ninguno de los discípulos se
atrevía a preguntarle ¿quién eres?, porque sabían que era el Señor…
Reflexión del Papa Francisco
Recordemos siempre la historia de aquella noche de pesca, cuando los discípulos no
pescaron nada, nada. Y por eso estaban un poco enfadados.
Por ese motivo cuando se acercaron a la orilla y escucharon que un hombre les preguntaba
si tenían algo para comer, he aquí que ellos enfadados respondieron: ¡No! Porque de
verdad no tenían nada. Pero ese hombre les dijo que tirasen las redes hacia la otra parte:
los discípulos lo hicieron y la red se llenó de peces.
Es Juan, el amigo más cercano, quien reconoce al Señor. Por su parte Pedro, el entusiasta,
se lanza al mar para llegar antes que el Señor. Esto fue de verdad una pesca milagrosa,
pero al llegar – aquí comienza el pasaje del Evangelio de hoy – encontraron que Jesús
había preparado el desayuno: sobre la parrilla estaba el pescado. Y comieron juntos…
(Homilía en Santa Marta, 22 de mayo de 2015)
[…] En diversas partes del mundo hay también quien sufre, como Pedro y los Apóstoles,
a causa del Evangelio; hay quien entrega la propia vida por permanecer fiel a Cristo, con
un testimonio marcado con el precio de su sangre.
Recordémoslo bien todos: no se puede anunciar el Evangelio de Jesús sin el testimonio
concreto de la vida. Quien nos escucha y nos ve, debe poder leer en nuestros actos eso
mismo que oye en nuestros labios, y dar gloria a Dios.
Me viene ahora a la memoria un consejo que San Francisco de Asís daba a sus hermanos:
predicad el Evangelio y, si fuese necesario, también con las palabras. Predicar con la vida:
el testimonio.
La incoherencia de los fieles y los Pastores entre lo que dicen y lo que hacen, entre la
palabra y el modo de vivir, mina la credibilidad de la Iglesia.
Pero todo esto solamente es posible si reconocemos a Jesucristo, porque es él quien nos
ha llamado, nos ha invitado a recorrer su camino, nos ha elegido.
Anunciar y dar testimonio es posible únicamente si estamos junto a él, justamente como
Pedro, Juan y los otros discípulos estaban en torno a Jesús resucitado, como dice el pasaje
del Evangelio de hoy; hay una cercanía cotidiana con él, y ellos saben muy bien quién es,
lo conocen.
El Evangelista subraya que “ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era,
porque sabían bien que era el Señor” (Jn 21,12).
Y esto es un punto importante para nosotros: vivir una relación intensa con Jesús, una
intimidad de diálogo y de vida, de tal manera que lo reconozcamos como «el Señor».
¡Adorarlo! (Homilía del III Domingo de Pascua, 14 de abril de 2013)
Oración de sanación
Mi Señor, hoy quiero hacerme consciente de que tu amor es la única fuerza que impulsa
y llena de plenitud la vida, porque sólo tu amor tiene el poder de transformar corazones.
Gracias mi Dios, por abrirme las puertas del Cielo con tu resurrección, por abrirme a la
esperanza y por darme la fe y el valor de poder enfrentar mis batallas y resistir al mal
espíritu.
Tú me has capacitado con sabiduría para que, junto a tu poder, pueda librarme de aquellos
que conmigo no tienen las mejores intenciones y quieren verme tropezar.
Sopla siempre sobre mí esa fortaleza de tu Espíritu Santo para vencer toda dificultad,
porque con esa poderosa Presencia me puedo mantener firme en la prueba y salir
vencedor.
Quiero sentir la fuerza sanadora de tu Cruz confiado en que has entregado tu vida en ella
para sanarme y convertirme en fiel colaborador de tu Reino que es abundante en alegría
y gozo.
Ilumina mi vida para ser coherente con tu Palabra y poder entender que, con tu
resurrección, puedo vencer todos los miedos y angustias del camino, porque Contigo voy,
Contigo soy y Contigo vivo.
Mis esfuerzos, mis rutinas, mis logros y fracasos, todo cobra sentido en tu sacrificio de
Cruz ¡Eres el Señor! y siempre estarás cuando más te necesito.
Como Pedro, al conocer tu presencia, quiero lanzarme al agua de vida e ir hacia Ti donde
me esperas para saciar mi corazón de tu amor. Amén
Propósito para hoy
Hoy, rezaré por las benditas almas del Purgatorio, para que pronto encuentren el consuelo
celestial.
Frase de reflexión
“Queridos jóvenes, les invito a poner sus talentos al servicio del Evangelio, con creatividad
y con una caridad sin fronteras” Papa Francisco
www.evangelizacion.org.mx
Es una equivocada creencia que a Jesús sólo se le puede encontrar en los templos o en
los momentos de mucha intimidad dentro de la oración. Jesús, hombre de lucha y de
fatiga, se hace presente en nuestros mismos lugares de trabajo.
Aunque su presencia escapa a nuestra vista, su acción creadora está siempre lista para
ayudarnos en nuestras labores diarias, así, a pesar de que nuestros esfuerzos no rindieron
el fruto esperado, él hará aquello que para nosotros no fue posible. Sin embargo, debemos
estar atentos pues, del mismo modo que dijo a los discípulos nos dice también a nosotros:
tiren de nuevo las redes, pero del modo que yo les indico.
Cuando somos capaces de hacer nuestro trabajo de la manera que Jesús nos los indica,
es decir, con generosidad, honradez, esfuerzo, la pesca es siempre abundante, y no sólo
para el pan de nuestras casas, sino para que el mundo crea que Jesús está vivo ahí, donde
todos los días convivimos. Sí, hermanos: Jesús ha resucitado para estar con nosotros,
para actuar en nuestra historia, para convencer al mundo que el pecado y la muerte han
sido vencidos, para acompañarnos hasta la consumación de los siglos. ¡Aleluya, Aleluya!
www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini

El relato de la pesca milagrosa alude al misterio de nuestras comunidades cristianas, que


con frecuencia intentan «hacer», construir, trabajar en la evangelización, pero que
igualmente a menudo actúan por la «noche» contando exclusivamente con sus fuerzas
humanas, y entonces experimentan la amargura, la decepción y el fracaso. Sin embargo,
cuando actúan al clarear el dia y con la luz que es Jesus, intentando obedecer a su Palabra,
dan fruto y se abren por completo al sentido de su vocación.
La sabia dosificación entre el hacer y el estar con Jesús determina la calidad de la
existencia de nuestra vida cristiana. Las comunidades que se limitan a vivir en la superficie
son incapaces de alcanzar el centro más profundo de Sí mismas y no descubren nunca el
«centro del centro», que es Dios y su Palabra. Solo las comunidades que viven y se miran
en el centro se conocen a si mismas y viven la experiencia de Dios y de su Palabra, porque
-como dice Paul Ricoeur- «la vida interior es la fuente de sus relaciones exteriores».
El fragmento joánico nos interpela, por tanto, personal y comunitariamente. ¿Qué nos dice
a cada uno de nosotros el mandato de Jesus: «Echad la red al lado derecho de la barca y
pescareis» (v. 6)? Nos dice, antes que nada, que para salir hoy de una situación de
cansancio y desconcierto es preciso vencer el entorpecimiento funesto, que es la
superficialidad en la vida espiritual. Jesus nos invita a volver a entrar en nosotros mismos,
a confesar nuestras debilidades y a confiar no en proyectos humanos y personales, sino
en la fe en él, en su Palabra, en nuestro trabajo apostólico. En nuestro caso, se trata de
volver a encontrar la unidad de la vida espiritual y de la acción apostólica, fiándonos de la
persona de Jesús, convencidos de que es a él a quien debemos poner en el centro de
nuestras opciones pastorales.
www.catholic

"Voy a pescar" - dijo Pedro. Casi se puede escuchar el tono de alguien que regresa a la
rutina, en donde se hace lo que se tiene que hacer porque se tiene que hacer y nada más.
Parece que Pedro experimentó el aburrimiento del hombre que ha estado en la cima de
una montaña y ha contemplado el paisaje; y ahora se tiene que contentar con ver ese
mismo paisaje en una fotografía.
Voy a pescar, es decir, vuelvo a mi trabajo, vuelvo a hacer lo que en sí me gusta hacer
pero... ya no es lo mismo... no encuentra el sentido.
Pedro había conocido a Cristo. Vivió con Él, comió junto a Él; lo escuchó..., lo traicionó, lo
amó; era su amigo. De repente se ve sin Él, se ve sin el amigo que a su vida le dio sentido;
el amigo que alguna vez le dijo: "desde ahora ya no solo serás pescador sino que serás
pescador de hombres..., uno de los apóstoles, mi discípulo, mi amigo."
"Es el Señor". Pedro no piensa nada, simplemente actúa y lo primero que hace es
dirigirse hacia lo único que le hace falta, hacia lo único importante..., se dirigió hacia el
Amigo.
De la nada, la rutina de la vida desaparece. El aburrimiento se olvida. No es una
fotografía..., es el verdadero paisaje.
Esto es lo que significa la resurrección. La vida verdaderamente cobra un sentido; aparece
un horizonte hacia dónde dirigir la vida. Un horizonte que tiene un nombre específico:
Cristo.
• El relato se sitúa en el marco de la vida cotidiana de los discípulos, que habían regresado
a su tierra y a su trabajo de pescadores, después de los días tremendos de la pasión,
muerte y resurrección del Señor. Era difícil para ellos comprender lo que había sucedido.
Pero, mientras que todo parecía haber acabado, Jesús va nuevamente a "buscar" a sus
discípulos. Es Él quien va a buscarlos. Esta vez los encuentra junto al lago, donde ellos
habían pasado la noche en las barcas sin pescar nada. Las redes vacías se presentan, en
cierto sentido, como el balance de su experiencia con Jesús: lo habían conocido, habían
dejado todo por seguirlo, llenos de esperanza... ¿y ahora? Sí, lo habían visto resucitado,
pero luego pensaban: "Se marchó y nos ha dejado... Ha sido como un sueño... (Homilía
de S.S. Francisco, 10 de abril de 2016).
www.BibliaStraubinger

1. Por mandato del Señor, los apóstoles habían ido a Galilea. Véase Mt. 28, 7.
9. Santo Tomás de Aquino opina que en esta comida, como en la del Cenáculo (Lc. 24,
41-45) y en la de Emaús (Lc. 24, 30), ha de verse la comida y bebida nuevas que Jesús
anunció en Mt. 26, 29 Lc. 22, 16-18 y 29-30. Otros autores no comparten esta opinión,
observando que en aquellas ocasiones el Señor resucitado no comió cordero ni bebió vino,
sino que tomó pescado, pan y miel, y que, lejos de sentarse a la mesa en un banquete
triunfante con sus discípulos, tuvo que seguir combatiéndoles la incredulidad con que
dudaban de su Redención (cf. Lc. 24, 13; Hch. 1, 3 y notas).
http://www.ciudadredonda.org

¡Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo!


En el mar de Galilea se hace escenario de la última aparición de Jesús a sus discípulos en
el evangelio de San Juan. Como en otros de las apariciones, es común que Jesús sea
reconocido e identificado cuando expresa, por los gestos de acogida, por la calidez de su
palabra y la mesa compartida, su conducta amorosa con los discípulos. La iniciativa es
suya. La cita se da en el mismo lugar donde los discípulos dejaron sus redes y le siguieron.
Es un volver a la experiencia del amor primero, hacia aquel momento que supuso un
cambio radical en la vida de aquellos pescadores de Galilea.
La experiencia pascual está estrechamente relacionada a este volver a los orígenes. Es
allí donde Jesús quiere encontrarnos: en nuestra vida cotidiana, en nuestros quehaceres,
en la normalidad de la vida. Él desea transformar la rutina de nuestra existencia en
verdaderos sacramentos de su presencia.
Aunque la Eucaristía es el momento privilegiado de encuentro de la comunidad con el
Señor que la reúne, también podemos hacer de nuestras actividades momentos
sacramentales, donde la novedad del encuentro con Jesús vence nuestro cansancio y
nuestro desánimo. Salir a pescar a noche equivale a no tener presente al Señor, a realizar
la actividad al modo humano, creyendo en la propias fuerzas. La noche infructuosa
simboliza la ausencia de Jesús. La pesca de Pedro y de los otros discípulos cambia
radicalmente cuando amanece el día y Jesús se hace presente. La mañana recuerda el
momento de la resurrección.
Con eso, san Juan nos enseña que la misión tiene que estar ungida por la resurrección.
No basta nuestra iniciativa, no es suficiente el uso de los mejores recursos si no contamos
con la presencia de Jesús. Muchas actividades pastorales y misioneras resultan
infructíferas porque se planea todo, pero falta lo esencial: la presencia de Jesús que
confirma la misión.
Pidamos al Señor la gracia de esperar en Él, especialmente cuando las noches de nuestra
existencia nos hagan desanimar. Pidámosle que nos enseñe a confiar en su palabra y que
nos libere de nuestra autosuficiencia.
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Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán. El Señor ha resucitado y se ha


presentado a los discípulos hasta en tres oportunidades hasta el momento, según el pasaje
que vamos a reflexionar hoy. Hay algo sobre lo que queremos detenernos y es esta
presencia suya que para nosotros debe traducirse en oírle y hacer lo que nos dice, porque
en ello tenemos garantía de éxito. No se trata de un éxito efímero, sino en función de la
Misión que tenemos encomendada. Jesús Resucitado no solo está con nosotros, Vivo, sino
que está para ayudarnos, para orientarnos, para decirnos lo que debemos hacer. Él sabe
muy bien lo que necesitamos aún antes de que se lo pidamos y nos dará en abundancia
si le oímos y hacemos lo que nos dice. Hemos de verlo y prestarle atención. Siempre hay
opción. Él no obliga, como no obligó a sus discípulos, pero ellos estuvieron dispuestos a
oírlo y a hacer lo que les dijo. Esta es la lección que debemos procurar aplicar en nuestras
vidas. Pidamos a Dios que nos de esta disponibilidad. Echen la red a la derecha de la barca
y encontrarán. La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces.
Jesús saca del derrotismo, de la depresión en la que habían caído los discípulos, que se
encontraban juntos, pero como perdidos, sin rumbo. Que Pedro quiera ir a pescar y que
todos se le unan, refleja un poco el estado anímico en el que se encontraban. Seguramente
podemos buscar distintas interpretaciones y tal vez ninguna sea la correcta, pero a
nosotros se nos ocurre que Pedro estaba como anonadado por todo lo que había
acontecido, tratando de asimilarlo y preguntándose si todo aquello que habían vivido en
realidad no fue una alucinación, una locura, que terminó con la muerte de Jesús. Así, ese
“voy a pescar”, suena como “aquí ya no hay nada más que hacer; regresaré a lo que
siempre fui; tal vez allí encuentre las respuestas que busco…De cualquier modo algo
tenemos que hacer de aquí en adelante; haremos lo que sabemos, lo
acostumbrado…Volveremos a lo de antes, tal vez…” Quizás todo esto venían rumiando
Pedro y los demás en sus cabezas, cuando aparece Jesús y con Él nuevamente regresa la
esperanza, la ilusión, la alegría, la convicción y la Vida. Echen la red a la derecha de la
barca y encontrarán. La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de
peces.
Jesús no nos abandona jamás. Desde que Jesús Resucitó, ya nada volverá a ser lo mismo.
No hay marcha atrás. ¡Jesús ha vencido al mundo, ha vencido a la oscuridad, ha vencido
al pecado y a la muerte! ¡Jesús ha triunfado! Todo lo que les comunica este episodio a los
discípulos y a través de ellos a nosotros es: ¡Ánimo! ¡Aquí estoy yo! ¡No están solos! ¡Yo
estoy con ustedes hasta el fin de los tiempos! ¡Solo tienen que oírme y hacer lo que les
digo! ¡Manos a la obra! ¡Estamos juntos! ¡Conmigo no hay imposibles! ¡Juntos somos
mayoría! ¡Nada ni nadie podrá vencernos! ¡Vamos a lo nuestro, a todo aquello que les
hablé y enseñé! Jesús Resucitado viene a abrir los ojos a los discípulos y a sacarlos del
amodorramiento, el temor, el conformismo y el absurdo en el que parecían empezar a
hundirse. Jesús Resucitado da sentido a sus vidas, así como a las nuestras. ¡Las promesas
de Cristo son ciertas! ¡Vamos por ellas! Echen la red a la derecha de la barca y
encontrarán. La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces.
Oremos: Padre Santo, gracias por enviarnos a Tu Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo,
quien Resucitando y quedándose con nosotros para siempre, ha dado sentido a nuestras
vidas. Danos la sensatez y disponibilidad para oírlo y hacer lo que nos dice…Te lo pedimos
por Cristo nuestro Señor…Amén. Roguemos al Señor… Te lo pedimos Señor.
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Los discípulos retoman sus trabajos originales: van a pescar. El sentimiento de desilusión
y abandono habría sido muy fuerte. Sin embargo, en la orilla, el Señor se presenta de un
modo misterioso. Es el resucitado, pero no es fácil reconocerlo. No hay ningún criterio
humano para identificar a Jesús resucitado, salvo el amor y la intuición del discípulo
amado.
“¡Es el Señor!” Jn 21, 1-14 - Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
En el Evangelio de hoy, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de
Tiberíades. San Juan nos dice, que Jesús se apareció otra vez, nuevamente Él quiere
compartir con sus discípulos, la escena pasa en Galilea y junto al mar de Tiberíades. Ésta
fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos. Este Evangelio nos
trae mucho simbolismo, especialmente en torno a Pedro.
1. Sin Jesús junto a ellos, se encontraban desconcertados hasta recibir nuevas
instrucciones.
Sin decir más, san Juan sitúa a los apóstoles en Galilea, El que los apóstoles estén en
Galilea, sin decirse más, es decir no expresa o no se dice formalmente, pero se supone
una relación histórica de la narración de san Juan con los otros evangelios, los sinópticos.
En éstos, Jesús primero les había anunciado según san Mateo 26:32; san Marcos 14:28 y
luego les había ordenado por el ángel en san Mateo 28:7-10; y san Marcos 16:7 ir a Galilea
después de su resurrección, en donde le verían. Alejados de los peligros de Jerusalén,
tendrían allí el reposo para recibir instrucciones sobre el reino por espacio de cuarenta
días.
Los apóstoles debieron de volver, de momento, a sus antiguas ocupaciones. Sin Jesús
junto a ellos, se encontraban desconcertados hasta recibir nuevas instrucciones. Es lo que
se ve en esta escena. Pedro debió de volver a su casa de Cafarnaúm. San Juan, dice que
estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea,
los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos también apóstoles, ya que allí estaban
conforme a la orden del Señor de volver a Galilea.
Como nota al margen, es extraño en este pasaje el que se diga de Natanael que era de
Cana de Galilea, cuando ya antes lo expuso, con cierta amplitud san Juan 1:44, donde
dice Felipe era de Betsaida, el pueblo de Andrés y de Pedro. Su presencia entre el grupo
de los apóstoles se explicaría mejor admitiendo que también se le conoce como Bartolomé,
así le llaman los otros evangelistas. También es notorio que san Juan, nunca había citado
los hijos del Zebedeo, que son Juan y Santiago el Mayor de esta forma, cuyo silencio y
anonimato confirma la tesis de ser él el autor del cuarto evangelio. Estas contradicciones,
hace que algunos digan que la redacción de este capítulo no es toda de san Juan.
2. Voy a pescar.
Pedro aparece con la iniciativa, dice el Evangelio; Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Al
anuncio de ir a pescar, se le suman también los otros, pues ellos le respondieron: Vamos
también nosotros. Habían vuelto al trabajo. Debía de ser ya el atardecer cuando salieron
en la barca, pues aquella noche no pescaron nada. La noche era tiempo propicio para la
pesca. Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer,
Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Ellos no lo conocieron,
sea por la distancia, sea por su aspecto, como no le conoció Magdalena ni los peregrinos
de Emaús. Tal vez pensaron que era un espectador. Jesús se expresa como quien tiene
gran interés por ellos, y les habla en tono animado. Les pregunta si tienen algo de pesca
para comer. Jesús les dijo: Muchachos, ¿tienen algo para comer? Acaso piensan en algún
mercader que se interese por la marcha de la pesca para comprarla. A su respuesta
negativa, les da el consejo Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán. Ante el
fracaso nocturno, se decidieron a seguir el consejo.
Siempre había gentes experimentadas en las cosas del mar. En el Tiberíades también hay
verdaderos. De suyo no suponía esto un conocimiento sobrenatural. Desde la orilla, un
hombre en pie puede ver un banco de peces que no se perciben desde la barca. Echada
la red, ya no podían arrastrarla por la multitud de la pesca obtenida. Esta sobreabundancia
o plenitud es un rasgo en el que san Juan insiste en su evangelio: tal en Cana (2:6); en
el agua viva (4:14; 7:37ss); en la primera multiplicación de los panes (6:11); en la vida
abundante que da el Buen Pastor (10:10); lo mismo que en destacar que el Espíritu había
sido dado a Jesús en plenitud (3:34).
3. Lleva la barca mar adentro y echen las redes para pescar
En el Evangelio de San Lucas, 5:4-11 encontramos este relato; Cuando terminó de hablar,
dijo a Simón: “Lleva la barca mar adentro y echen las redes para pescar. Simón respondió:
Maestro, por más que lo hicimos durante toda la noche, no pescamos nada; pero, si tú lo
dices, echaré las redes. Así lo hicieron, y pescaron tal cantidad de peces, que las redes
casi se rompían. Es fácil entonces, pensar si este relato de la pesca milagrosa de san Juan
es sustancialmente el mismo de la pesca milagrosa que relata san Lucas. La confrontación
de ambos hace ver puntos de contacto. Naturalmente que pueden ser escenas distintas.
Pero para quien conoce los usos de los evangelistas y cómo las tradiciones se mezclan, se
puede preguntar si no hay aquí una misma tradición que encontró dos expresiones
diferentes. En este caso, retocadas, o san Lucas la habría adelantado para ponerla en
función de las escenas de vocación de discípulos, o san Juan la retrasa o la mantiene en
su situación histórica, como preludio a la importante aparición de Jesús, y destacándola
con valor histórico-simbolista.
Ante esta aparición y en aquel ambiente de la resurrección, san Juan percibió algo,
evocado acaso por la primera pesca milagrosa (Lc 5:1-11), y al punto comprendió que
aquella persona de la orilla era el mismo Jesús. Esto fue también revelación para Pedro.
El dolor del pasado y el ímpetu de su amor” el carácter y la psicología de Pedro” le hicieron
arrojarse al mar para ir enseguida a Jesús. El peso de la pesca le hizo ver el retraso de la
maniobra para atracar, Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo
único que llevaba puesto, y se tiró al agua
4. San Juan hace una precisión, se ciñó la túnica.
Estudiando las tradiciones de la época, dicen que en el lago de Genesaret el agua y el aire
se conservan calientes en aquella estación del año aun durante la noche. Los pescadores
suelen quitarse los vestidos ordinarios y echarse encima una especie de túnica ligera de
pescador, sin ceñírsela con el cíngulo; de ese modo, en caso de necesidad, están
dispuestos a nadar. Los pescadores entonces no tienen dificultad en dejar los vestidos
ordinarios durante la faenas y evitan comparecer en traje de trabajo delante de los que
no son iguales a ellos. Dice el Evangelio; que era lo único que llevaba puesto, es decir, no
completamente vestido, cuando san Juan le dijo: Es el Señor. Entonces podemos decir,
que no sólo para nadar con más seguridad, sino también por cierto sentimiento de
decencia, antes de echarse al agua se ciñó Pedro la túnica con el cíngulo.
5. Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar.
Los otros discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red cargada de pesca, ya que no
estaban lejos de la costa. Estaban como a unos 200 codos, sobre unos 90 metros. Al bajar
a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Pero,
cuando ya están estos discípulos en tierra, Jesús les manda traer los peces que acaban de
pescar. Jesús les dijo: Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar.
Para esto, Pedro, espontáneamente, acaso por ser el dueño de la barca, subió a ella y
arrastró la red a tierra. Se hizo el recuento y habían pescado 153 peces grandes.
Posiblemente se quiera decir con esto que, en el recuento global, éstas eran las mejores
piezas. Preguntándome porque San Juan es tan preciso en la cantidad, no encontré mucha
consistencia. Por eso me inclino que tiene un valor simplemente representativo. El
evangelista destaca, sin duda con este valor simbolista, el que, con ser tantos los peces
capturados, no se rompió la red.
6. Jesús les invita a comer.
El mismo tomó el pan al que acaba de aludir, e igualmente el pez, y les dio ambas cosas
para comer. ¿Qué significan este pan y este pez sobre esas brasas, que Jesús
“milagrosamente” les preparara y que luego les da a comer? Se piensa en que tiene un
triple sentido, como afectivo: Jesús muestra su caridad; O como apologético: Jesús quiere
demostrar con ello la realidad de su resurrección, como lo hizo en otras ocasiones (Lc
24:41-43; Hech 1:4), en las que El mismo comió como garantía de la verdad de su cuerpo;
aquí, sin embargo, el evangelista omitió que Jesús hubiese también comido, para destacar
el aspecto simbolista; esa comida dada por su misma mano a ellos les hacía ver la realidad
del cuerpo de Jesús. Era el mismo Jesús que había multiplicado, en otras ocasiones, los
panes y los peces, como seguramente aquí también multiplicó un pez y un pan para
alimentar a siete discípulos; como allí era realmente El quien les daba el pan y peces que
multiplicó, aquí también era realmente El mismo; y finalmente es un sentido simbólico.
En todo esto destaca el autor que ninguno se atrevió a preguntarle quién era, pues sabían
que era el Señor. Era un motivo de respeto hacía El, como ya lo habían tenido, en forma
igual, cuando hablaba con la Samaritana (Jn 4:27), máxime aquí, al encontrarse con El
resucitado y en una atmósfera distinta. Por eso no se atreven a profundizar más el misterio
7. La tercera vez que Jesús se apareció resucitado a sus discípulos
San Juan consigna que ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció resucitado a sus
discípulos, conforme al esquema literario del evangelio de san Juan. Las otras dos veces
fue en Jerusalén, la tarde misma de la resurrección, y la segunda, en las mismas
condiciones, a los ocho días (Jn 20:19-29).
San Juan, como he comentado, nos acusa muchos simbolismos en sus narraciones, como
por ejemplo en este capítulo, acusa en su estructuración toda una honda evocación
simbolista, especialmente en torno a Pedro. Pedro se propone pescar. Suben a su barca
otros discípulos. El número de los pescadores que van en la barca de Pedro es de siete,
número de universalidad. Por sus solos esfuerzos nada logran en la noche de pesca. Pero
Jesús vigila desde lugar seguro por la barca de Pedro y de los que van en ella, lo mismo
que por su obra. Por eso, les dice cómo deben pescar. El mandarles tirar la red a la derecha
pudiera tener acaso un sentido de orientación a los elegidos (Mt 25:33).
8. La barca de Pedro sigue ahora las indicaciones de Jesús
Pedro es guiado por Jesús. Jesús orienta la barca de Pedro en su tarea, en su marcha. Y
entonces la pesca es abundantísima. La Iglesia es guiada por Jesús. La red es símbolo de
la del reino (Mt 4:19 par.), de la Iglesia, como la pesca milagrosa fue ya símbolo de la
predicación de los apóstoles (Lc 5:10). Terminadas sus faenas, en nombre de Jesús
“faenas apostólicas” todos vienen a Jesús. Es a Él a quien han de rendírsele los frutos de
esta labor de apostolado.
Jesús mira por los suyos, por sus tareas y fatigas. Pan y peces fue el alimento que El
multiplicó dos veces. Él les tiene preparado un alimento que los repara y los apostoliza. El
mismo se lo da. Evoca esto la sentencia de Jesús: Venid a mí todos los que estéis cansados
y cargados, que yo os aliviaré (Mt 11:28). El que Él lo tomó ³ se lo dio parecería orientar
simbólicamente a la eucaristía. El que esté un pez sobre brasas indica la solicitud de Jesús
por ellos al asarles así la pesca, encuadrado también en el valor histórico-simbolista de la
escena. Si les manda traer de los peces que han pescado y unirlos al suyo, hace ver que
todo alimento apostólico se ha de unir al que Jesús dispensa (Jn 4:36-38).
Acaso también se pudiera ver un simbolismo en la frase de no preguntarle quién era,
sabiendo todos que era el Señor. En la tarea apostólica, el apóstol sabe que Jesús está
con él, lo siente y lo ve en toda su obra. También se piensa si podría ser un rasgo
simbolista el que no pesquen nada en la noche, sino en la mañana, a la luz de Jesús.
Pedro les dijo: Voy a pescar. Ellos le respondieron: Vamos también nosotros. Es decir, los
apóstoles siguieron a Pedro. Pedro es la cabeza de la Iglesia, como lo fue Juan XIII y Juan
Pablo II que serán prontamente canonizados. Con gran cariño recordamos a estos papas.
La luz de Cristo se hizo presente por medio de ellos entre nosotros.
La Paz de Cristo Resucitado.
3 Para la reflexión personal
• ¿Te aconteció alguna vez que te han pedido echar la red por el lado derecho del barco
de tu vida, contrariando toda tu experiencia? ¿Has obedecido? ¿Echaste la red?
• La delicadeza de Jesús. ¿Cómo es tu delicadeza en las cosas pequeñas de la vida?
4 Oración. ¿Qué le decimos a Dios? La palabra se convierte en Oración.
1 ¡Haznos vivir, Señor, por el poder de tu nombre! Denuncia a quienes nos acusan y
líbranos de los lazos que nos impiden poner en práctica tu Palabra. Por la resurrección de
tu Hijo, arráncanos del poder de la muerte. «Venid a almorzar...». Un poco de pan sobre
nuestra mesa es la señal para ir hacia ti. Haz, Señor, que nos fiemos de tu Palabra: tú
pronuncias tu nombre sobre nosotros, y ya somos tuyos por los siglos de los siglos.
«Venid, seguidme, y os haré pescadores de hombres, artífices de la paz, cosechadores de
un pan de vida, vendimiadores de una fiesta sin fin, ingenieros de los tiempos nuevos».
¡Bendito seas, Señor, que necesitas de nosotros, de nuestras manos, de nuestra mente,
de nuestro corazón y de nuestra pobreza! Quienquiera que seamos, tú nos llamas a
seguirte; ¡condúcenos al despojo del verdadero discípulo: que lo dejemos todo con alegría
para poder estar contigo!
En la otra orilla, envuelto en la bruma de la mañana, allí está él, hechizándonos y
tendiéndonos los brazos. Tu mirada, Señor, ha atravesado nuestro corazón y nos has
seducido: ¡llévanos siempre más lejos por tu amor! www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux
2 A menudo me siento, Señor, entre dos fuegos: el respeto a las opiniones de los otros y
la necesidad de comunicar tu nombre y tu verdad. No quisiera ofender la sensibilidad de
quien está a mi lado, pero al mismo tiempo siento la necesidad de comunicar tu nombre.
No quisiera parecer un atrasado, pero siento que sin ti se retrocede. Debo confesarme y
confesarte que estaba más seguro en el pasado: las muchas certezas apoyaban también
esta certeza de tu unicidad. Pero debo admitir asimismo que ahora, en estos tiempos en
que han venido a menos muchas certezas, siento que debo aferrarme cada vez más a ti
y arriesgarme más a reconocerlo, tanto en público como en privado. Refuerza, Señor, mi
pobre corazón, para que ponga y vuelva a poner su centro sólo en ti como Señor y
Salvador.
Concédeme una experiencia vigorosa de esta realidad para que pueda yo decir que tú eres
mi salvación y mi alegría. Concédeme una experiencia tan incisiva que suprima en mí toda
inseguridad a la hora de anunciar tu nombre, tu nombre santo de Salvador de todos.
Concédeme, Señor, la convicción de que la Buena Nueva reiniciará su carrera en el mundo
cuando tú brilles en mi corazón y en el de tus discípulos como el Insustituible, como el
Incomparable, como el Único necesario. Concédeme esta luz para que pueda yo iluminar
este pequeño ángulo del mundo que me has confiado. www.santaclaradeestella.es
3 Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Digan los fieles
del Señor: eterna es su misericordia. (Sal 117) www.ocarm.org
4 ¡Padre de nuestra vida, Dios de la barca y nuestro camino! Has que por tu gracia
nuestras palabras siempre vengan con tu Santo Nombre: «Voy a… pescar, trabajar, reír,
comer, caminar…» en el nombre y por amor a Jesús. Ilumínanos con tu Espíritu Santo
consolador, para que nuestra soberbia y nuestro «yo» sea aplacado y vencido, para que
actúes solo tú en nuestro mar, en nuestras aguas de lucha por conocerte. Enséñanos en
el nombre de Cristo, nuestro Salvador y Redentor, a echar la red para encontrar pesca; a
ti mi Divino Maestro, y proclamar sin cesar: «Es el Señor» porque todo lo puedo en Cristo,
que me fortalece. Amen. www.dario.res
5 Padre misericordioso, te damos gracias por el don que nos has hecho de Jesús-palabra
y de Jesus-eucaristía, pan de vida partido por nosotros y alimento de nuestra vida
espiritual, personal y comunitaria. Nosotros queremos corresponder a este inmenso don
tuyo intentando vivir en comunión constante con el Resucitado a través de los signos que
el evangelista nos ha presentado: en el reconocernos pecadores, en la unidad y el amor
mutuo entre hermanos en la fe que trabajan juntos por el Reino, en la obediencia a tu
Palabra de vida, en la comunión vivida, hecha testimonio, en torno a la mesa eucarística.
A veces nos sentimos cansados y fatigados cuando recorremos este camino con fidelidad,
y tenemos miedo, como los discipulos en la pesca nocturna, de tomar a Jesus en nuestra
barca y confiar en él, porque vemos que muchas de nuestras aspiraciones se han frustrado
y somos estériles en nuestra obra de evangelización. Padre bueno, intervén en nuestra
vida cuando, sin confiar ya en los medios humanos, nos sentimos ansiosos o sentimos la
tentación de abatirnos; vuelve a darnos el coraje de poner al Señor en medio de nosotros,
de suerte que podamos caminar con renovada confianza y brío hacia ti.
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5 Contemplación. ¿Cómo interiorizamos la palabra de Dios? La palabra en el


corazón de los Padres.
¿Quién es Cristo? ¿Quién es para mí? Cuando reflexionamos sobre estas preguntas
sencillas, aunque terribles, no nos damos cuenta de que nos sentimos tentados a
deslizamos hacia un nominalismo cristiano y a eludir la lógica dramática del realismo
cristiano. Si Cristo es aquél fuera del cual no hay solución a las cuestiones esenciales de
nuestra existencia, si son verdaderas y actuales aquellas palabras de Pedro, «lleno del
Espíritu Santo» (Hch 4,1 ls), entonces nos sentiremos agitados y quizás descompuestos.
Ya no podremos considerar el nombre de Jesucristo como una pura y simple denominación
que se ha insinuado en el lenguaje convencional de nuestra vida, sino que su presencia,
su estatura -dotada de una infinita majestad- se levantará delante de nosotros. Él es el
Alfa y la Omega, el principio y el fin de todas las cosas, el centro del orden cósmico, que
nos obliga a reconsiderar la dimensión de nuestra filosofía, de nuestra concepción del
mundo, de nuestra historia personal. No hemos de sentirnos anonadados, como los
apóstoles en la montaña de la transfiguración. La humildad del Dios hecho hombre nos
confunde en la misma medida que su grandeza. Sin embargo, ésta no sólo hace posible
el diálogo, sino que lo ofrece y lo impone (Pablo VI, Audiencia general del 3 de noviembre
de 1976). www.santaclaradeestella.es
El Señor Jesus se apareció a los discipulos mientras pescaban en el lago de Tiberíades
después de la resurrección. Cuando les llamó por vez primera les dijo: «Venid conmigo y
os hare pescadores de hombres» (Lc 5,11). Y fue en aquella ocasión cuando, tras haber
echado las redes fiándose de su Palabra, capturaron una gran cantidad de peces, hasta el
punto de que las barcas estaban a punto de hundirse. También ahora, debido a la gran
cantidad de peces, no conseguían tirar de la red, y el evangelista se siente en la obligación
de añadir que, «a pesar de ser tantos, la red no se rompió» (21,11). Con todo, el Señor
no les dijo en aquella primera pesca: «Echad la red a la derecha» (21,6), sino solo:
«Echad» (Lc 5,4), sin mencionar ni la derecha ni la izquierda. Entonces echaron las redes
de una manera no precisada: no se menciona la derecha para que no se entienda sólo los
buenos, y tampoco se nombre la izquierda, para que no se entienda sólo los malos: los
buenos y los malos están mezclados.
Ahora, en cambio, no figuran los malos y existe una gran tranquilidad: es preciso, no
obstante, que tú seas bueno. Sed buenos en medio de los malos y seréis buenos allí donde
faltarán los malos. A vosotros que me escucháis no sólo con el objetivo de alimentar
vuestra fe, sino también con el de vivir bien, os digo esto: Vivid como buenos, y vivid
como buenos también en medio de los malos, no queráis romper las redes. Si,
efectivamente, conocéis la ley, conocéis los mandamientos de Dios, pero después no
ponéis en práctica todo esto, ¿qué ventaja obtendréis de ello? (Agustín de Hipona,
Discorsi, 249, 1 s, Roma 1986, 423-425, passim; existe edición española en BAC).
www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini

6 Acción. ¿A qué me comprometo con Dios? Para custodiar y vivir la palabra.


Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes
palabras de vida eterna» (Jn 6,68).
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Es el Señor» (v. 7).
7 Para la lectura espiritual. Caminar con la palabra.
La vida es imprevisible. Podemos ser felices un día y estar tristes al siguiente, estar sanos
un día y enfermos un día después, ser ricos un día y pobres al siguiente. ¿A quién
podremos, entonces, aferramos? ¿En quién podremos confiar para siempre? Sólo en
Jesús, el Cristo. Él es nuestro Señor, nuestro pastor, nuestra fortaleza, nuestro refugio,
nuestro hermano, nuestro guía, nuestro amigo. Vino de Dios para estar con nosotros.
Murió por nosotros y resucitó de entre los muertos para abrirnos el camino hacia Dios, y
se ha sentado a la derecha de Dios y nos acogerá en su casa. Con Pablo, debemos estar
seguros de que «ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni
lo futuro, ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá
separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Rm 8,38s) (H.
J. M. Nouwen, Pane per ¡I viaggio, Brescia 1997, p. 383 [trad. esp.: Pan para el viaje,
PPC, Madrid 1999]). www.santaclaradeestella.es
En el caso de los apóstoles, pocos días después de los acontecimientos de la Pascua y las
primeras apariciones de Jesús resucitado, en cuanto se desvanece su figura luminosa,
recobra su lugar la vida ordinaria. Los horizontes de Galilea aparecen cerrados para
siempre y el lago recupera su aspecto sin esperar ya nada. A Pedro le vuelve el- deseo de
pescar y los otros discípulos le siguen y repiten el ritual monótono que ya se sabían de
memoria: la barca lanzada al agua, la red desplegada, echada a la luz de la antorcha, la
larga espera que deberá revelarse vana cuando el alba blanquee las crestas de las colinas.
Todo se ha desarrollado como de ordinario, una esperanza de hombres, una desilusión de
hombres, cruelmente triviales. Y, sin embargo, Jesús estaba allí, pero ellos no lo sabían.
No se esconde. Es perfectamente visible, de pie en la orilla. Les dirige también alguna
frase, pero hasta ellos llega una voz desconocida que no les recuerda mida. Jesús está
muy cerca; ellos también están en contacto con él, incluso siguen su consejo, pero no le
reconocen.
Hasta que la red se hunde brutalmente con el peso de la captura, y uno sólo, aquel al que
Jesús amaba, hace la confrontación de improviso y descubre la identidad del desconocido:
«Es el Señor». Aquel al que amaba le ha reconocido. Sólo el amor reconoce. Sólo el amor
está en condiciones de apartar el velo gris de lo cotidiano para intuir la presencia de Jesús.
Al grito de Juan: «Es el Señor», los demás se dan cuenta enseguida. El primero Pedro, sin
la menor sombra de duda, pues confía en el testimonio del que ama. Toda la Iglesia regula
su paso a través del corazón y de los ojos de Juan. Ella reconoce a Jesús y da testimonio
de él. Y también las dudas desaparecen con el solo testimonio del que ama. El amor barre
todo, incluso las preguntas. Sólo el amor es digno de fe. Sólo el amor es ahora digno de
consideración. Y no hay otro poder fuera del amor, del amor perdonado y restablecido
más grande que antes, y que a su vez no se cansa nunca de anunciar el perdón (A. Lauf,
Solo l'amore vi baster& Casale Monf. 1985, 75-77, passim). www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
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✞ ✞ ✞ Profesión de Fe

Solo los Domingos y Solemnidades.

✞ ✞ ✞ Intenciones (Oracion de los fieles)

En este día santísimo, en que la potencia del Espíritu nos crea como hombres nuevos, a
imagen del Señor resucitado, y hace de todos nosotros un pueblo santo, elevemos nuestra
oración común para que la alegría pascual se extienda por todo el mundo.
R. Por la resurrección de tu Hijo, escúchanos, Padre.
- Por la iglesia de Dios: para que cada día sea más consciente de ser la comunidad pascual,
generada por Cristo humillado en la cruz y glorificado en la resurrección. Roguemos al
Señor.
R. Por la resurrección de tu Hijo, escúchanos, Padre.
- Por todos los bautizados: Para que en la aspersión de la sangre y el agua que brotan del
costado de Cristo, renueven la gracia de su nacimiento en el Espíritu. Roguemos al Señor.
R. Por la resurrección de tu Hijo, escúchanos, Padre.
- Por toda la humanidad: para que se extienda por el mundo el alegre anuncio de que en
Cristo se han hecho las paces del hombre con Dios, del hombre consigo mismo y del
hombre con sus hermanos. Roguemos al Señor.
R. Por la resurrección de tu Hijo, escúchanos, Padre.
- Por nuestra familias: para que en todas las casas se celebre el acontecimiento pascual
en sinceridad y verdad, y se comparta el don del Señor con una hospitalidad festiva con
los pobres y los que sufren. Roguemos al Señor.
R. Por la resurrección de tu Hijo, escúchanos, Padre.
- Por todas las hermanas y hermanos difuntos: para que desde ahora sean comensales
del reino eterno, mientras esperan la resurrección de los cuerpos al final de los tiempos.
Roguemos al Señor.
R. Por la resurrección de tu Hijo, escúchanos, Padre.
Padre, que en la resurrección de tu Hijo ahuyentas todos los miedos y haces posible lo
que nuestro corazón no se atreve a esperar; concede a todos los que se llaman cristianos
renovarse en el pensamiento y en las obras, con la fe de quien se siente resucitado en el
bautismo. Por Jesucristo nuestro Señor.

3 LITURGIA EUCARISTICA
✞ ✞ ✞ Oración sobre las Ofrendas

*** Se llevan al altar los dones; el pan y el vino. *** Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro
espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios
nuestro. *** Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.

• Realiza, Señor, en nosotros lo que significa el intercambio de esta ofrenda pascual, para
que pasemos del apego a las cosas de la tierra, al deseo de los bienes del cielo. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Introducción a la plegaria eucarística
Centro y el culmen de toda la celebración. Es una plegaria de acción de gracias y de consagración. El sentido
de esta oración es que toda la congregación de fieles se una con Cristo en el reconocimiento de las grandezas
de Dios y en la ofrenda del sacrificio.

a) Acción de gracias
El Señor esté con vosotros. R/ Y con tu espíritu. Levantemos el corazón R/ Lo tenemos
levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/ Es justo y necesario.
• El misterio pascual
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor;
pero más que nunca exaltarte en este día en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo; muriendo destruyó
nuestra muerte, y resucitando restauró la vida.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y
también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan el himno de tu gloria
diciendo sin cesar:
b) Santo: con esta aclamación toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta o recita las
alabanzas a Dios.

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
c) Epíclesis Se implora el poder divino para que los dones se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes
la reciban.
Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por
Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas
todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin
mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que
santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que
se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos
mandó celebrar estos misterios.
d) Narración de la institución y consagración. Con las palabras y gestos de Cristo, se realiza
el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Momento más solemne de la Misa; es la
transubstanciación: pan y vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Cristo.
Dios se hace presente ante nosotros con todo su amor. ¡Bendito Jesus en el Santísimo sacramento del Altar!

Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman todos de él, porque
esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a
sus discípulos, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para
el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía".
e) Anámnesis. La Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo
Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, su Reactualización, recordando principalmente su
bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.

Éste es el sacramento de nuestra fe. R/ Anunciamos tu muerte, proclamamos tu


resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
f) Oblación. La asamblea ofrece al Padre la víctima inmaculada, y con ella se ofrece cada uno de los
participantes.

Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su


admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te
ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia y reconoce en ella la Víctima por cuya
inmolación quisiste devolvemos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la
Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un
solo espíritu.
Que Él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto
con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, (san
N.: santo del día o patrono) y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener
siempre tu ayuda.
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo
entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor,
el Papa N., a nuestro Obispo N., al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo
el pueblo redimido por ti.
g) Intercesiones. Con ellas se da a entender que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la
Iglesia, celeste y terrena, y que la oblación se hace por ella y por todos sus miembros, vivos y difuntos.
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el
domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida
inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor
nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
h) Doxología final. Se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen del pueblo.
Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. T. Amén.

✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de
abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.

a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a cada persona
de la tierra.

• Unidos en el amor de Cristo, por el Espíritu Santo que hemos recibido, dirijámonos al
Padre con la oración que el Señor nos enseñó:
R/ Padre nuestro…
b) Rito de la Paz
Los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la familia humana y se expresan mutuamente
la caridad antes de participar de un mismo pan.

Líbranos, Señor.
Líbranos, Señor de todos los males, y concédenos la paz en nuestros días, para que
ayudados por tu misericordia, vivamos libres de pecado y protegidos de toda perturbación,
y aguardando la venida gloriosa de Jesucristo, nuestra esperanza.
R/. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no tengas
en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele
la paz y la unidad. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. R/. Amén.
La paz del Señor esté siempre con ustedes. R/. Y con tu espíritu.
Dense fraternalmente la paz.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Danos la paz.
Invitación a la Comunión
Señor Jesucristo, hijo de Dios vivo, que por voluntad del Padre y cooperación del Espíritu
Santo, diste con tu muerte vida al mundo, líbrame por éste tú Cuerpo y ésta tu Sangre,
de todas mis culpas y de todo mal, concédeme vivir siempre apegado a tus mandamientos
y jamás permitas que me separe de Ti.
• Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la
cena del Señor.
R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya bastará para
sanarme.
c) El gesto de la fracción del pan: Significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión de
un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)

d) Inmixión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.
Antífona de comunión Cf. Jn 21, 12-13
Jesús dijo a sus discípulos: «Vamos, almorzad». Y tomó el pan y se lo dio. Aleluya.

✞ ✞ ✞ Oración después de la Comunión

Señor Dios, Padre nuestro: Tu Hijo Jesús nos ha invitado hoy a venir a esta eucaristía
para comer el alimento de sí mismo que él ha preparado para nosotros. Envíanos también
a nosotros a invitar a los hermanos -cercanos y lejanos- a participar en la mesa de las
cosas que poseemos y de lo mejor que hay en nosotros; nuestro amor y compasión,
nuestra palabra de ánimo, y nuestra presencia fraternal entre todos. Que, para los que
conviven con nosotros, sea ésta la mejor señal de que tu Hijo resucitado vive en medio
de nosotros, ahora y por los siglos de los siglos.

4 RITO DE CONCLUSION
Consta de saludo, bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que
cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.

✞ ✞ ✞ Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R/ Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! R/ ¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia. Ruega por nosotros, Santa Madre de
Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de nuestro
Señor Jesucristo. R/ Amén.

✞ ✞ ✞ Bendición

Hermanos: Animémonos unos a otros y ofrezcámonos unos a otros salud interior, amor y
paz en el nombre de Jesús, nuestro Señor Resucitado.
Que os bendiga Dios todopoderoso en la solemnidad pascual que hoy celebramos y,
compasivo, os defienda de toda asechanza del pecado.
R. Amén.
El que os ha renovado para la vida eterna, en la resurrección de su Unigénito, os colme
con el premio de la inmortalidad.
R. Amén.
Y quienes, terminados los días de la pasión del Señor, habéis participado en los gozos de
la fiesta de Pascua, podáis llegar, por su gracia, con espíritu exultante a aquellas fiestas
que se celebran con alegría eterna.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre
nosotros y nos acompañe siempre.
R. Amén.
Para despedir al pueblo, durante toda la octava, hasta el II domingo de Pascua, se canta:

Podéis ir en paz, aleluya, aleluya.


Y todos responden:
R. Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya.
Si no se canta, se dice.

✞ ✞ ✞ Abba Padre, gracias te doy por enseñarme a Cristo histórico. Y ahora, por tu gracia
y Espíritu Santo concédeme fortalecer la fe, para caminar con Cristo, por Cristo y en Cristo,
ya no histórico, sino Pan vivo bajado del cielo.
«Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo» Mt 16, 16

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