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¿Hasta dónde es posible subdividir el tiempo?

O, dicho de otro modo, ¿cuál es la


unidad mínima de tiempo que permite la Naturaleza? La respuesta tiene profundas
implicaciones tanto para la Ciencia como para la Filosofía, y un equipo
internacional de investigadores acaba de demostrar que la unidad mínima de
tiempo posible va mucho más allá de lo que se pensaba. El trabajo acaba de
publicarse en The European Physical Journal.
Pero veamos. Aunque a simple vista puede parecer posible dividir el tiempo en
intervalos cada vez más pequeños, incluso hasta el infinito, la Física nos dice que
que no es así, y que el menor intervalo temporal físicamente representativo posible
es el llamado tiempo de Planck, que equivale a 10-43 segundos, es decir, a la
diez septillonésima parte de un segundo. Este es, pues, en intervalo temporal más
breve en el que las leyes de la Física pueden seguir usándose para estudiar la
Naturaleza del Universo. El límite implica que dos eventos cualesquiera no pueden
estar separados por un intervalo temporal inferior a éste.
O por lo menos esto es lo que se pensaba hasta ahora. Pero Mir Faizal, de las
Universidades de Waterloo y Lethbridge en Canadá, Mohammed M. Khali, de la
Universidad de Alejandría en Egipto y Saurya Das, también de la Universidad de
Lethbridge, proponen, en efecto, que el menor intervalo de tiempo posible
podría superar, incluso en varios órdenes de magnitud, al tiempo de
Planck. Además, los físicos han demostrado que la mera existencia de este nuevo
"tiempo mínimo" puede alterar las ecuaciones básicas de la Mecánica Cuántica. Y
dado que la Mecánica Cuántica describe los sistemas físicos a una escala muy
pequeña (la de las partículas subatómicas), el resultado sería un cambio profundo
en la descripción de la realidad tal y como la conocemos.
"Podría ser -explica Faizal- que la escala mínima de tiempo posible en el Universo
vaya mucho más allá del tiempo de Planck. Y esto, además, puede ser probado
experimentalmente".

Pero volvamos, por ahora, al tiempo de Planck, que de por sí es tan corto que
nadie, en ningún laboratorio del mundo, ha conseguido aún examinarlo
directamente. Y es que en Ciencia, y más en las ciencias básicas, la práctica va
siempre muy por detrás de la teoría. Las mediciones más precisas, en efecto,
apenas han logrado resultados con intervalos de cerca 10−17 de segundos, muy
lejos de los 10-43 del tiempo de Planck, y lograr avanzar una sola escala más de
magnitud puede suponer décadas de esfuerzo, investigación y desarrollo
tecnológico.

Sin embargo, a nivel teórico nada impide considerar el tiempo de Planck como algo
muy real, una magnitud que funciona muy bien en varios campos de estudio, como
la gravedad cuántica o la teoría de cuerdas. Y resulta que todas esas teorías
sugieren que no es posible medir una longitud menor que la longitud de Planck, y
por extensión un tiempo más breve que el tiempo de Planck. El tiempo de Planck
se define como el tiempo que tarda un fotón, en el vacío, en recorrer la longitud de
Planck a la velocidad de la luz.

La estructura del tiempo


Motivados por una serie de estudios teóricos recientes, los investigadores
decidieron profundizar más en la cuestión de la estructura del tiempo, en particular
en la largamente debatida cuestión de si el tiempo es "discreto" o "continuo".
La diferencia entre ambas posibilidades es enorme. Si el tiempo fuera "discreto",
significaría que estaríamos ante una sucesión de momentos "fijos" e inmóviles,
como si se tratara de los fotogramas de una película. En este caso, nuestra
percepción del devenir del tiempo sería solo una ilusión, provocada por el paso de
los fotogramas uno detrás de otro.
Por el contrario, si el tiempo fuera "continuo", significaría que entre dos puntos
cualquiera de la línea temporal sería posible colocar un número infinito de otros
puntos temporales. En este caso, el tiempo no constaría de "fotogramas fijos", sino
que fluiría continuamente.

"En nuestro estudio -asegura Faizal- proponemos que el tiempo es discreto, e


incluso hemos sugerido varias formas de demostrarlo experimentalmente".

Uno de los experimentos propuestos por el equipo de científicos consiste en medir


las emisiones espontáneas de un átomo de hidrógeno. Las ecuaciones de la
Mecánica Cuántica modificadas con las nuevas ideas de los científicos predicen,
en efecto, una sutil diferencia en la tasa de emisiones espontáneas con respecto a
las ecuaciones sin modificar. Y los efectos observados en esas mediciones pueden
ser observados en las tasas de desintegración de esas partículas y de los núcleos
inestables.

Basándose en sus análisis de las emisiones espontáneas del hidrógeno, los


investigadores pudieron estimar que el mínimo intervalo de tiempo posible está
varias órdenes de magnitud por encima del tiempo de Planck. Faizal y sus colegas
sugieren, además, que los cambios que han propuesto en las ecuaciones
básicas de la Mecánica Cuántica podrían modificar nuestro concepto mismo
de tiempo, así como su definición. Y explican que la estructura temporal podría
considerarse similar a una estructura cristalina, que consiste en segmentos
discretos que se repiten de forma regular.
En términos más filosóficos, el argumento de que la estructura temporal es
"discreta" sugiere que nuestra percepción del tiempo como algo que fluye
constantemente no sería más que una ilusión.
"El Universo físico -explica Faizal- es en realidad como una película de imágenes
en movimiento, en la que una serie de fotogramas fijos proyectados sucesivamente
en una pantalla crean la ilusión de estar ante imágenes que se mueven. Por lo
tanto, si este punto de vista se toma en serio, entonces nuestra percepción
consciente de la realidad física basada en el movimiento continuo se convierte en
una ilusión producida por una estructura matemática discreta subyacente".

"La propuesta -continúa el investigador- convierte en una realidad la física


platónica en la naturaleza", en referencia al argumento de Platón de que existe una
verdadera realidad que es independiente de nuestros sentidos. "Sin embargo, y a
diferencia de las teorías del idealismo platónico, nuestra propuesta puede ser
probada experimentalmente, y no solo argumentada filosóficamente".

Nieves, J. M. (2016) ¿Y si el paso del tiempo no fuera más que una ilusión? Madrid: ABC Ciencia.
¿Existe el conocimiento verdadero? Uno de los objetivos que ha buscado el hombre durante
toda su historia es, junto con la felicidad, la verdad. Todas las culturas han intentado explicar
qué es la verdad. Ya en el siglo V a.C., los sofistas griegos cuestionaron la posibilidad de que
hubiera un conocimiento fiable y objetivo y llegaron a afirmar que nada puede existir en
realidad, que si algo existe no se puede conocer, y que si su conocimiento fuera posible, no se
podría comunicar. Para los griegos es identidad y desvelamiento, para los hebreos es seguridad
y confianza, y para otros es una correspondencia entre el lenguaje y el intelecto. Sócrates y
después Platón daban por sentado la existencia de un mundo de formas o ideas, invariables e
invisibles, sobre las que es posible adquirir un conocimiento exacto y cierto. Entonces ¿existe
el conocimiento verdadero? Conocer la realidad es un objetivo fundamental en nuestras vidas,
porque lo que tomemos como verdad condicionará nuestra manera de pensar y de vivir. Por
ejemplo, si pensamos que es verdad que hay otra vida más allá de la muerte, la muerte no será
temida; pero, por otro lado, si nuestra verdad es que hay un destino establecido para cada
persona por una fuerza superior, viviremos con miedo y sin ilusión. En mi opinión, el
conocimiento verdadero absoluto no existe pues no podemos conocer la verdad en todas las
situaciones. Creo que el conocimiento verdadero depende del paradigma en un lugar y
momento concretos; el conocimiento es relativo según el paradigma, es decir, según el
pensamiento de la sociedad. Así, por ejemplo, en el siglo VI se pensaba que la Tierra era el
centro del universo y la sociedad de aquella época pensaba que esa teoría era verdadera; sin
embargo, con la aparición del modelo heliocéntrico el paradigma cambió y una teoría que
tenían como verdadera dejó de funcionar y entonces la verdad se encontraba en el Sol como
centro del universo. En contra de mi postura están los que opinan que el conocimiento
verdadero existe. Según ellos podemos conocer la verdad, pues la vemos y percibimos. Así yo
puedo saber que la casa de enfrente es verdad y existe porque la estoy viendo. Es decir, la
verdad existe en tanto en cuanto puedo percibirla con mis sentidos. También defienden que la
verdad existe y todos sabemos cuál es, porque todos sabemos mentir para ocultarla; por
ejemplo, si copiamos en un examen y nos preguntan si lo hemos hecho, la respuesta normal
sería decir que no, pero en realidad sabemos que estamos mintiendo. Si puedo negar la verdad,
sabiendo que estoy ocultándola, es que existe como verdad absoluta. Además, los defensores
de esta postura opinan que la verdad es verificable y demostrable científicamente, y que este
hecho no ofrece ninguna duda. Si puedo constatar de manera incuestionable un suceso, un
acontecimiento, es porque el conocimiento verdadero existe. Sin embargo, considero que el
conocimiento verdadero no existe, ya que: Aunque la ciencia pueda demostrar, explicar y
verificar determinados acontecimientos, lo estará haciendo teniendo como referencia una
realidad y un conocimiento limitados. Demostrará que algo que vemos, incluso algo que
sentimos, es cierto, pero es una certeza, una verdad referida a nuestro propio conocimiento.
No podremos saber con seguridad si los resultados que presenta son igualmente válidos en
otros contextos que puedan existir y que nos son desconocidos. Nuestro conocimiento del
mundo es limitado. Desde el punto de vista del “yo”, no puedo saber si lo que estoy viviendo o
viendo es real o imaginario. No puedo saber con total seguridad si estoy soñando o no, si todo
es una imaginación y nada existe o si vivo en un gran teatro en el que solo existen las cosas
cuando estoy presente y todo está planificado. Es decir, yo sólo puedo estar seguro de que
existo, pero no puedo comprobar que exista lo demás. Tanto cuando nos referimos al presente
como al pasado que ya hemos vivido, estamos interpretando la realidad desde nuestro punto
de vista, según nuestro propio universo de referencia. Un mismo acontecimiento o situación
pueden ser sentidos e interpretados de maneras diversas por diferentes individuos. Existen,
pues, tantas verdades como individuos. Aun contrastando mi experiencia con la de los que me
rodean, quizás pensemos que percibimos la realidad de la misma manera, pero nunca
podremos saber con plena certeza si las cosas que vemos, olemos, sentimos… las percibimos
de la misma manera, si son realidades idénticas o adaptadas al propio individuo. Nuestro
conocimiento deriva de nuestra experiencia; pero como nuestras experiencias pueden ser
divergentes, puede haber tantas verdades como experiencias. La experiencia es subjetiva.
Cada persona conoce la realidad de manera diferente incluso viviendo en una misma sociedad
o en una misma familia; por ejemplo, en una familia a unos les parecerá correcto una cosa y a
otros otra, por eso cada uno considerará bien o mal una verdad diferente. La verdad es relativa.
"Hay tantas realidades como puntos de vista. El punto de vista crea el panorama" Ortega y
Gasset Nunca vamos a poder estar en la mente de la otra persona y por eso no podemos saber
si ve el mundo de la misma manera que nosotros; es posible que yo considere que es verdad
que las fresas son rojas pero las vea en realidad azules y la otra persona las vea verdes pero
sepa que son rojas, así para los dos las fresas son rojas y podría parecer que vemos lo mismo
pero en realidad su conocimiento sobre la realidad es totalmente diferente al mío. Esto se
debe a que todo lo que utilizamos para conocer la verdad es totalmente inventado (el
lenguaje; las ciencias como las matemáticas, la física...). El lenguaje no es más que una manera
arbitraria de interpretar nuestra realidad. Yo pienso que sólo un sujeto fuera de todo
paradigma podría llegar a alcanzar la verdad absoluta, pero este pensamiento es imposible,
porque al intentar este sujeto conocer la realidad volcará sus propias categorías al sujeto y por
tanto conocerá la realidad según el paradigma que tenga como referencia, según su forma de
pensar. Desde mi punto de vista, buscar la verdad y el conocimiento verdadero significa buscar
lo más válido para todos los paradigmas, por lo tanto considero que el conocimiento
verdadero no existe. Incluso si hubiese un único paradigma mundial, no habría conocimiento
ni verdad absolutos, aunque pudiese parecerlo. El conocimiento es relativo a un paradigma
concreto porque se adecua a él, es útil en él, es coherente con él y es verdadero desde esa
perspectiva. Quizás por esto una de las cualidades de Dios es que conoce la verdadera verdad,
más allá de todo paradigma. Con esto surge el problema de qué paradigma es el más válido y
cierto y, por tanto, de qué verdad y de qué conocimiento es más válido y cierto. Por este
motivo, y dado que resulta prácticamente imposible encontrar un paradigma que englobe a
todos los paradigmas por la gran variedad de culturas que hay en el planeta, es imprescindible
que ante todo se imponga el respeto y la libertad personal en la interpretación de la verdad.
Aunque un único paradigma resultaría empobrecedor, ningún punto de vista, ninguna opinión
puede ni debe ser mejor o peor que la de otra persona. En conclusión, no creo en el
conocimiento verdadero absoluto, ni siquiera si fuera válido para todos los paradigmas,
porque los paradigmas no tienen por qué ser ciertos ni falsos, sólo puntos de vista, formas de
pensar que no se pueden demostrar. El conocimiento sí puede ser relativo a un paradigma que
sirva de referencia, y podrá ser más o menos cierto, pero eso nunca podrá saberse. La verdad
procede de nuestra experiencia, pero como nuestra experiencia es subjetiva e interpretable,
existirán tantas verdades como individuos. La verdad es, pues, relativa. “Sólo hay una verdad
absoluta: que la verdad es relativa.” André Maurois

Delgado, C
El conocimiento del cine y el cine como conocimiento: Una conferencia
de Román Gubern

El pasado miércoles 17/10/2012, el crítico y guionista


cinematográfico Román Gubern, presentó “El cine, una tecnología al
servicio del conocimiento”, conferencia concerniente al Ciclo de ciencia, cine
y vida artificial, que tiene lugar en El Espacio de la Fundación Telefónica, en
Madrid.

"El cine es una ametralladora de instantáneas que transforma la discontinuidad


de la imagen en un encadenamiento". Con esta reflexión daba comienzo un
interesante soliloquio que ha ilustrado la historia del cine; desde sus
comienzos, con Lumière, hasta la actualidad de películas como Avatar, de
James Cameron, en apenas una hora.

"Había veinticuatro cámaras en los bordes de la pista, atadas con hilos que se
rompían, capturando instantáneas, a medida que los cascos del caballo los
pisaban". De esta manera fue como, en el Hipódromo de San Francisco, surgió
la primera transformación de una imagen aislada en una tira continua de
imágenes.

A este invento lo siguieron el Fusil fotográfico (Francia) y la Cronofotografía;


que emplearía Marcel Duchamp en su Desnudo bajando la escalera, y que ha
constituido una vasta influencia en las vanguardias artísticas. También destacó
el Fotoespiritismo, empleado en Estados Unidos como farsa lucrativa para
estafar a familias con parientes fallecidos en la Guerra civil.

Gubern explicó que "Cuando Edison inventó el soporte de película, encargó


un marco de 3x4, influido por la tradición de la pintura narrativa occidental y
del formato del teatro a la italiana". Añadiendo, con ironía, que como este
soporte ha sido empleado en la televisión, ahora en los cines se utiliza el
soporte denominado cinemascope, cuyos referentes son los frescos clásicos.
Este nuevo soporte busca erigir una pseudo ilusión de superioridad icónica,
haciendo creer al espectador que una pantalla gigante es mejor que el marco
televisivo.

Las vanguardias artísticas no fueron el único movimiento inspirado por este


proceso de experimentación figurativa, pues tal y como expone Román
Gubern; la fugacidad del color y búsqueda del movimiento del cine en blanco
y negro, entrañan un paralelismo con los movimientos
impresionistas. "Lumière es el último pintor impresionista, pero en blanco y
negro"
.
El catedrático afirma que Dalí se apoyó en los filmes de operaciones de
cataratas, realizados en España durante la corriente documental, para
introducirlo en su idea del corte en el ojo, perteneciente al corto de El perro
andaluz.

Critica la película Avatar, de James Cameron, pues declara que no es una


creación en tres dimensiones, ya que para ello han de cumplirse dos factores:
el enfoque binocular (la imagen se funde en nuestro cerebro a través de la
visión dicotómica) y el enfoque de distancia (nuestra pupila se adapta,
enfocando los objetos en función de la distancia). En el caso de Avatar, el
segundo factor no se da, ya que el enfoque de distancia hacia la pantalla no
cambia, pues esta es plana.

La conferencia culminó con una profunda reflexión sobre la incertidumbre


existente ante el origen de la imagen: Cómo nace, cuándo y dónde, que no
deja de remitirnos al interior del ser humano, a la naturaleza del conocimiento.

Benedito, I (2012) El conocimiento del cine y el cine como


conocimiento: Una conferencia de Román Gubern. Barcelona: La
Vanguardia

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