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Los cu rsos de la historia.

Arqueología de las ideas de progreso y decadencia


AdridnRatto 155

1psicoanálisis y el tema de la historia: Freud y Lacan


Ornar Acha 175 I as nuevas tendencias en la historia
Iiolítico-intelectual
La herrnenáutíca histórica de Paul Ricoeur
Sílvia Gabriel 193 ElíasJosépalti

Testigo; testimonio
Esteban Lythgoe 213 1'11un trabajo reciente,]. G. A. Pocockseñala la profunda transformación
1'11' experimentó en los últimos años la historia político-intelectual. La
El concepto de historia en Vico Iltl·.ma la define como "un movimiento que lleva de enfatizar la historia del
Alberto Mario Damiani 225 \le 11'•.un iento (o, más crudamente, 'de ideas') a acentuar algo diferente, para
lo CIIIII'historia del habla' o 'historia del discurso', aunque ninguno de ellos
Voltaire: historia y razón 111"1 l' de problemas o resulta irreprochable, pueden ser los mejores térmí-
Ricardo Orzeszko 239 1If1', h,lc;taahora hallados". 1 El sentido de est~n hístoríográfica",
un Inllama, no ha sido, sin embargo, correctamente advertido,lo cual se
Max Weber: una lectura en clave histórico-filosófica 1"1'0;:\en metodologfas oscilantes y perspectivas contradictorias, especial-
Eduardo Weisz 255 1Hí' u t r cn lo relativo a la relación entr~toria intelectual y temRoralidad. Y
1\.11(1)0; lleva al objetivo del presente trabajo. El mismo se propone, concre-
Listado de palabras clave 271 1111'1111.',clarificar aquellos rasgos fundamentales que distinguen la llamada
lIIl' V,I historia conceptual" de la vieja "historia de ideas" y asf ayudara com-

"IICIt'1el sentido de la "revolución historiográfica" ocurrida en este campo.

t orla de ideas e historia dé conceptos

1'1'11',lliclad,las reformulaciones aludidas no se desprenden de un único


11'11 t rórico sino que resultan de los desarrollos convergentes irradiados a

11I,Ir tiIversos centros. No obstante, confluyen en la empresa común de


tu íII 11.ispasar el plano de la superficie textual,loscontenidos de discurso
,Ii, r 1.'11
ellos), que era el objeto exclusivo de la historia de "ideas", y tra-

roe lit k. Vil rue, Commerce and History, Cambridge, Cambridge University Press, 1991, 3,

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Las nuevas tendencias en la historia político-intelectual
I/hlllcllt Pala

I~n
I~,~, u ltirna instancia, la historia de "tdeas" ,a fin de evitar la disolución de su
Iur de acceder a los mecanismos y procedimientos figurativos de la realidad
,1,¡rlo, debe presuponer que, por debajo de tales cambios, subyace un cierto
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que le subyacen (cómo fue Eosible para un autor deci que d!19). Éstas habrán
"111 k-o conceptual que permanece inalterado y permite identificar la presen-
lIS! de revelarnos un universo de realidad simbólica mucho más complejo y
1,11 Ir una misma idea a través de los diversos contextos en que eventualmente
stratiñcado, que contiene diversidad de instancias y niveles, de los cuales el
I¡J:\ II:ll' y los cambios semánticos que experimenta en su transcurso.
de las ideas (qué se dice) es sólo el más superficial.
tu escuela de historia de conceptos va a quebrar este supuesto esencialista
U n primer punto de referencia en el pr~o de dislocación de la antigua
1111 í\ una perspectiv7complementa rÍovedosa de la historia intelec:!iiil·
tradición de historia de "ideas" lo constituye la escuela alemana de historia de
(lllIfl '>l'I'ala Koselleck, la imposibilidad, por parte de esta tradición, de pen-
conceptos o Begriffsgechichte, liderada~ReinhartKosellec~. La misma
\1' lu h «rortctdad de las formaciones discursivas tiene, en última instancia,
habrá de problema tizar aquellas aproximaciones centradas exclusivamente
1IIIId,IIm'olOs conceptUales. Si bien, como vimos, para ésta, las ideas cambian
en los contenidos referenciales de los discursos en el interior de su mismo
111c:," contextos de su enunciación, entre unas y otros hay sólo un vinculo ex-
plano de lenguaj[{éfñlver sem~icha escuela reaccionará contra la
11'1111', L\ eventual aparición o desaparición de una idea en un determinado
vieja tradición alemana de Ideensgeschichte, cuya obra más representativa es
I111 l'xlo marca sólo una circunstancia externa a ella, no forma parte integral
El mito del Estado (1946), de Ernst Cassirer. No se trata de que su análisis del
le t.I \ '.rt 11ido. De allí que las desviaciones semánticas que experimentan apa-
concepto de Estado haya sido deficiente. Para Koselleck, el proyecto mismo
111corno sólo declinaciones posibles suyas que no alteran su núcleo con-
de una historia de "ideas" resulta insostenible. Como señalara ya uno de sus
P' \1.11,e1que puede definirse con independencia de las transformaciones
maestros, y codirector, junto con él y Werner Conze, del Geschichtliche
IHt" I\I,llcs a que se ve sometido. Esto es justamente, lo que distingue, para
,os
Grundbegriffe,2 Otto Brunner, entre la idea medieval y la idea moderna de Es-
•.•r Iln k, una idea de un concepto. Sólo cuando un término o idea s¡carga
tado no hay ningún punto de referencia en común, expresan realidades y
LlI111111 ,\ciones particulares diversas se convierte en lo que llama un "con-
conceptos absolutamente diversos entre sí. 3 Escribir una historia de la idea
pi u". \\11.\palabra" .dice, "se convierte en un concepto sita totalidad de un
lo

de Estado desde la Antigüedad hasta el presente supondría, pues, crear una


ItI CXI~' dI.' l'xperie~ficado sociopolitico, en el que se usa y para el
entidad ficticia, basada exclusivamente en la recurrencia puramente nomi- 4
,;::;:,\',>,\palabra, pasa a formaq~art~lobalmente de esa única pa~bra".
nal de un término, sin níngun referente en común.
UIII IlIlll'\HO, pues, a diferencia de una idea, no remite a ningünobjeto o
En definitiva, l~ historiaje ideas debe abstraer las ideas de su historia.
re 111l' q \lt' pueda identificarse. Tras la historia de un concepto no subyace
Sólo así puede delimitar y fijar su objeto. "Sólo lo que no tiene historia puede
POlI' 1IIIIg\ln núcleo ideológico común que garantice su consistencia se-
defínirse", es la máxima nietzscheana que Koselleck adoptará como lema.
Hiel (dI' illll que no pueda definírselo). Éste no designa, en realidad, más
Dicha objeción, sin embargo, interpretada demasiado literalmente, resultaría
1\'11I 'pl,I historia. Sin embargo, a lo largo de la trayectoria de sus despla-
injusto con la tradición de historia de ideas. Ésta, sin duda, nunca desconoció
Ii(' i11I);¡ ~r 1\\:\ n ucos se va tejiendo un entramado conceptuql En él se en-
el hecho de que ideas como las de estado, democracia, etc. modificaron pro-
1.ljlll¡;I'd¡11Il'ntadas, como en capas estratigráficas, un tejido vivencial de
fundamente su sentido a los largo de los siglos, o con los traslados geográfi-
"blóricas, que es lo que la historia conceptual trata justamente
cos, disciplinares, etc. ~ pregunta que aquí se plantea es cómo podemos
saber, entonces, que se trata aún de la misma idea y no ya de dos ideas distin-

2 Geschichtliche Grundbegriffe. Historisches Lexikon zur Politische-zocialen Sprache in Deutschland


(Conceptos básicos de historia. Un Diccionariosobre los principios del lenguaje político-social en --
\Ir': ~ . hHuro pasado. Para una semántiéade los tiempos históricos, Barcelona, Paidós.
Alemania), Stuttgan, Klett-Cotta, 1972-1997.
) Otto Brunner, Estudios sobre historia social y constitucional, Buenos Aires, Alfa, 197 6.
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1111I\}lIIt Palll
Las nuevas tendencias en la historia político-íntelectual

I"ziro pragmático" y la relación texto-contexto 1,1 ''''I~ua,describe hechos o situaciones; aquél, en cambio, pertenece al orden
,Ir IllCIbla, implica la ~ación de unnaacción.
Mientras que la escuela alemana de historia de conceptos replantea el sen- ;n ultima instancia, la introducción de la consideración de la dimensión
tido y objeto de la disciplina situándose aún en un mismo plano de lenguaje 1"¡I~:lIldticadel lenguaje tiene como consecuencia la quiebra de la distinción
que la vieja tradición de historia de "ideas", la Escuela de Cambridge incor- IllIdklonal entre "texto" y "contexto". LQ.Stext~anto actos de habla atr.!l-
porará el análisis de una dimensión de lenguaje ya por completo extraña a 1r",1Il la distinción entre acción material y acción simbólico, son ellos mis-
aquella tradición: la dimensión pragmática. Como señala Pocock "el punto 11111' Ilt'chos alineados junto con otros hechos de diversa naturaleza. Los
aquí más bien es que, bajo la presión de la dicotomía idealismo / materia- nl'll1\os no preexisten a la situación comunicativa particular que determina
lismo, hemos concentrado toda nuestra atención en el pensamiento como lit¡ condiciones de enunciación. ~u comprensión como tal no puede, por lo
condicionado por los hechos sociales fuera del mismo, y no hemos prestado IIUII 11 , establecerse a priori sino que exige la reconstrucción del conjunto de
ninguna al pensamiento como denotando, refiriendo, asumiendo, alu- 111,' lunes pragmático-comunicativas en que dicho acto de habla tuvo lugar.
diendo, implicando, y realizando una variedad de funciones de las cuales la 11 drflnitiva, de lo que se trata, para esta escuela, es de situarse en los puntos
de contener y proveer información es la más simple de todas". 5 Apelando a la I~i111erseccíón entre texto y contexto, desarrollar las herramientas concep-
larga tradición anglosajona de filosofía del lenguaje, otro de los fundadores l!"lr, que permitan identificar los modos por los que el contexto se íntro-
de esta escuela, Quentin Skinner, define los textos ya no como conjuntos de I\lCr rn el interior de los discursos y pasa a formar parte integral de su sentido.
em;nciados, sino co~--;;;ae hab1p. Éste retoma aquí la distinción desarro-
llada por Austin en How to do Things with Words entre el nivellocutivo de un
enunciado y su fuerza ilocutiva, esto es, entre lo que se dice y lo que se hace al
decirlo. Según esta perspectiva, para comprender históricamente un acto de
habla no basta con entender el contenido proposicional de un enunciado,
sino que resulta necesario situarlo en el sistema de relaciones comunicativas L" llamada nueva historia político-conceptual francesa va a marcar un
precisas en que éste se produjo, es decir, recobrar, más allá de lo que dijo tal ,11111I lento aún más radical respecto de la tradición de historia de "ideas".
autor, qué estaba haciendo al decir lo que dijo. I,'11 Ilila Instancia, y más allá de los aportes que introducen ambas escuelas

-
De este modo, Skinner busca distinguir el significado de un texto de su sen-
tido. El primero, su contenido proposicional, que fue el objeto exclusivo de
lIuh umente mencionadas, y la mayor complejidad de los enfoques que le
m ÍlI'I\ desarrollar, siguen, sin embargo, compartiendo aún con aquella
la historia de ideas, puede establecerse independientemente del contexto de 1i(leíll un presupuesto común. Éste se descubre más claramente cuando
su enunciación: uno puede entender el significado de una proposición sin Iir .11110., en el modo como ellas conciben el cambio conceptual. El énfasis
importar quién la realizó, en qué circunstancias, etc. No ocurre así, en cam- 1M t!!UH'la de Cambridge en la dimensión pragmática del lenguaje busca
bio, con el establecimiento de su sentido. Éste remite necesariamente al con- , •• 1iIIIl' 1'11 ipo de interacción que se produce entre lengua (lan~e2.y Eabla
texto comunicativo particular en que tal enunciado se produjo; el mismo es IrlJ, ('111 re el campo estructurnl de afirmaciones disponible~t~o de un
siempre relativo a quién lo dijo, cómo lo dijo, a quién, en qué circunstancias, IInÍ" dado y las afirmaciones efectivamente realizadas. Básicamente, lo
etc. La comprensión del sentido supone un entendimiento del significado; sin "1 tnu-nta analizar es cómo los actos de habla eventualmente se desvían
embargo, ambos son de naturaleza muy distinta. Éste pertenece al orden de L(IIII}\!)<¡ I ingütstícos establecidos introduciendo en ellos nuevas defi-
II![, ( onccpuiales y trastocando así los lenguajes políticos vigentes. Sin
,J. G. A. Pocock, Politics, Language, and TIme. Essays on Political Thought and History, Chicago, The i'P'(I, 1'0.,10 lleva implícita una visión algo simplista del cambio concep-
University of Chicago Press, 1989,10.
I'1I1I1t 111I,1 instancia, revela todavía una concepción enunciativa del len-
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1/('I\J()~f Paltl
Las nuevas tendencias en la historia politico-intelectual

gtt:~c, es decir, un concepto del mismo como un conjunto de enunciados; de I kll eventualmente ocultar recomposiciones fundamentales ocurridas en el
ull(que tome todo cambio semántico por un cambio lingüístico. I1I vI'1 de los lenguajes políticos subyacentes.
ncontramos aquí la primera distinción fundamental que introduce la 1'1 punto es,S.ueel foco en lasform~e los discursos obliga a complejizar
scuela francesa, yque marca ya una ruptura ir~a ifillguahis- 1.,0, perspectivas respecto ael cambio conceptual, la relación entre lengua y
toria de ideas. Ésta participa igualmente de la tendencia más general a tras- III,'I/a. Está claro que n~¿a nueva definición alcanza a cuestionar aquello
pasar el plano referencial de los textos para remitir los mismos a sus I tt ti' constituye sus propias condiciones de posibilidad o puede por sí dislo-

condiciones discursivas de posibilidad, pero dicha empresa se desplegará 11 1,1 dispositivo discursivo dentro del cual dicha definición cobra sentido.
ahora en un plano distinto; se desprenderá a partir de la incorporación de la I u dcffnitiva, de lo que se trata es de comprender la paradoja, en absoluto
consideración de una tercera-dimensión de leñg~aje: la..e;¡trustural. Si- m I110de explicar, de cómo enunciados producidos en el interior de un len-
guiendo la definición saussureana de que un lenguaje no es substancia sino IIIIJI' político dado, cuya lógica, por lo tanto, presuponen, llevan, sin em-
forma, habrá de comprender un lenguaje político ya no simplemente como IlIlIgO, a torsionar dicha lógica dando lugar a universos discursivos ya
un 5=onju~to ckenunciados o Pro~siciones relativas al estado del mundo 1I unos a ella (en fin, para decirlo en otros términos, cómo puede decirse
sino, básicamente, como ut@ispositivdpara producir los mismos. I~.IIrn español, que responda a sus reglas de formación de enunciados,
Esta redefinición permite explicar mejor las dificultades halladas por los pllr ••1Oque, de lo contrario, no sería una frase inteligible o relevante para éste,
historiadores para fijar el contenido semántico de los lenguajes políticos sin qllr sin embargo, disloque y obligue a revisar esas mismas reglas sobre
I

violentar su desarrollo histórico efectivo. Esto no se debería al hecho de que \1 VII" bases éste fue construido).
los mismos se alteren históricamente sino, más sencillamente, por el motivo lsto conduce, a su vez, a problematizar aquel otro supuesto, íntima-
de que éstos no consisten ni dejan reducirse a ningún conjunto de máximas, Irlllr nsocíado con el anterior, que se encuentra todavía también en la base
ideas o principios que puedan listarse. Así como uno no puede definir el Iplunteo de ambas escuelas antes mencionadas: la de la existencia de un
idioma español señalando todo aquello que puede decirse en él, tampoco los \111 rascendental 'l!le pueda introducir desde fuera de todo lenguaje dado
lenguajes políticos pueden definirse así. De hecho, todo lenguaje político es 1•• novedad en los vocabularios hasta entonces disponibles, Como afirma
indeterminado semántica mente, es decir, admite diversidad de articulaciones '''1" lleck, "en la historia sucede siempre más o menos de lo que está conte-
posibles en el nivel de los enunciados o contenidos de discurso (en ellos se ItI r 11 los datos previos, Sobre este más o este menos se encuentran los
puede siempre afirmar algo y también todo lo contrario). En definitiva, éstos ",hu',,",7 Para los miembros de la escuela de Cambridge, es en esta posibi-
nos trasladan a un plano de realidad simbólica de segundo orden; para de- 1••.1 dI' apartarse de los constreñímientos de un vocabulario dado (introdu-
cirIo en los términos elaborados por Je~ Mosterín, un lenguaje político está "111:\5 o menos" de que habla Koselleck) que afíncala libertad subjet~
compuesto de conceptores (conceptos de conceptos). 6 De allí la necesidad de n ülrlmn instancia, la existencia misma de la historia i~lectual. De este
distinguir entre lenguajes e ideas: postulados o ideas muy diversas, y aun con- do u-mlten la fuente de la historicidad de los sistemas conceptuales a la
I

tradictorios entre sí, pueden, no obstante, proceder de una misma matriz iún ,11' 111\ agente trascendente, lo que nos da una versión aún "débil" res-
conceptual, e, inversamente, los mismos postulados o ideas pueden, sin em- t ü \ le 111 hlstoricidad de las formaciones conceptuales, que es, en última
bargo, corresponder a lenguajes políticos muy diversos. Así.Ia constatación I PU( 1.1 la premisa compartida con la vieja tradición de historia de ideas,
I

de cambios semánticos bien puede llevar a perder de vista la persistencia de IIr 111' 111I plícito el supuesto de que, si a nadie se le ocurriera cuestionar el
los dispositivos formales a partir de los cuales fueron producidos, y více- h 11111 •• 1.\ 'l categorías políticas establecidas, éste podría sostenerse inde-
versa.las continuidades observables en el plano de la superficie de ideas pue- IIIIIII'II\(' l-lticmpo aparece aquí como algo contingente, que bien podría

6 VéaseJesús Mosterín, Conceptos y teorlas en las ciencias, Madrid, Alianza, 1984. IIN~. I u/II '" (lIIsado, 265-6.

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Las nuevas tendencias en la historia politico-intelectual
"'11\ /u\f Paltl

no ocurrir (aun cuando, en la práctica, siempre lo haga). No hay nada ínhe- l~ h I dejado por la quiebra de toda garantía trascendente a nuestro accionar
rente a los propios lenguajes que nos permita entender por qué éstos even- el' l.•I, ~in nunca lograr llenarlo completamente. Esto abre finalmente el ho-
tualmente se desestabilizan y, llegado el momento, se desarticulan dando !~'CIII~ n lo 9ue~~erre Rosanvallon llama "una hist~ concep~~ lo E§;
lugar a nuevas constelaciones intelectuales. I~u". "El objetivo", afirma, "no es ya solamente de oponer banalmente el
Lo cierto es que esta versión débil de la temporalidad de los discursos no ¡I¡-,ivfISOde las prácticas con el de las normas. De lo que se trata, asegura, es
puede aún explicar cómo ciertos sujetos pueden apartarse de los constreñí- le p.\l11 r de las antinomias constitutivas de lo p~lítico, antinomias cuyo ea-
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11:l'~t' revela únicamente en el transcurso de la historia". Analizar todas
mientos de sus marcos conceptuales e introducir nuevos sentidos a las cate-
gorras disponibles dentro de los mismos sin destruir o trivializar el propio 1MUn I',(.'cuenciasque se derivan de este conjunto de reformulaciones escapa
concepto de lenguaje político (es decir, volvíéndolo indistinguible de un "sis- I¡lit .uice de este trabajo. En lo que sigue nos limitaremos, pues, a tratar de
tema o conjunto de ideas", del cual los sujetos pueden disponer a voluntad). ,d h .\l. más puntualmente, cuáles son aquellas características centrales que
En última instancia, la noción deforma lleva a poner en evidencia (algo que 1i~1iI Igucn un lenguaje político de un sistema de ideas.
Koselleck había ya señalado con su noción de Sattelzeit, sin podertodavía al-
canzar completamente a tematizar) elhecho de que los fenómenos de rup- la historia de "ideas" a la historia de los
tura en la historia conceptual son sumamente intrincados y complejos de n~uajes políticos"
explicar, que la visión de que los mismos se producen sencillamente porque
en determinado momento llega un autor e introduce nuevos sentidos en el ( IIIllOdestacamos al inicio, esta nueva perspectiva de la historia intelec-
habla de una época es decididamente simplista. Abordar los fenómenos de 1,qllt' hemos definido como un tránsito de una historia de las "ideas" a una
ruptura conceptual, evitando tal tipo de simplificaciones, supondría, en fin, 1I~111I1t\ de los "lenguajes políticos", no es algo que se desprenda directa-
el desarrollo de un concepto más "fuerte" de la temporalidad de las formacio- nIr dt' ninguna de las escuelas que domman actualmente a la discipliña,
nes discursivas, la concepción de un tipo de historicidad inherente a la pro- 11111' \t' resulta de los desarrollos convergentes y de un intento de articula-
pia intelectual que no se limite a ser sólo un derivado de la "historia social" o 11 d,'llIs redefiniciones respectivas que las mismas han aportado al campo
de la acción de individuos superiores. ,rl ,-IIIS0de los últimos veinte años. Podemos decir, esquemáticamente,
Esto nos conduce al segundo de los aportes que realiza la escuela francesa 011 \'\ una de ellas han contribuido a reformular nuestras perspectivas en

a la historia político-intelectual. Ésta llevará a pensar las categorías funda- In 111111 de las distintas dimensiones inherentes a todo uSQ.I~úblicodel len-
mentales del discurso político no como remitiendo a sustancias que pueda . Mícntras que la escuela alemana de historia de conceptos ha venido a
eventualmente definirse, sino, básicamente, como índices de problemas. La .?
hlelllilllzar el propio plano semántico del discurso en que se desplegaban
democracia, en tanto que expresión de la soberanía popular, por ejemplo, si Inultdl\n de historia de ideas, la escuela anglosajona o escuela de Cam-
no puede definirse no es simplemente porque su significado haya cambiado \(\U." VI no a introducir la consideración de una dimensión ya por completo
a lo largo del tiempo, sino porque es indefinible pornaturaleza; esta no de- ¡I ucsta tradición: la pragmática (los sistemas de relaciones comunica-

signa nada que pueda fijarse conceptualmente sino una aporía: cómo el 1'1'1 I rvas en habrán eventualmente de articularse públicamente los dís-
mismo que es el sujeto pueda ser el soberano, y viceversa. Perdido el sustento \llI!Ofi), !'Inalmente, la escuela francesa de hi~ori~~tico-co~al
provisto por la idea de la existencia de un fundamento trascendente, ningún lirA ¡k dl'splazar la atención h~el plano formas,las.r.e-8l.aSdeconst~c-
sistema conceptual postradicional podrá evitar confrontar aquello impensa- 111 •. h)'i eliscursos (el nivel sintáctico del lenguaje) , produciendo así una
ble para él: la evidencia de la radical contigencia de sus orígenes y fundamen-
lOS.En última instancia, las categorías fundamentales del discurso político
re Ilü~.\I,villlon, Por una historia conceptual de lopol!tico, Buenos Aires, F.C.E.,2003, 42.
moderno no son más que distintos modos de rodear ese núcleo elusivo, ese
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"'(m)()st Paltf Las nuevas tendencias en la historia político-intelectual

rcformulación aún más radical respecto de la tradición de historia ideas, es t 1111


\1 nidad política, y cómo estas permisas eventualmente se irán alterando.
dcci r, quebrando la concepción enunciativa del lenguaje que se encuentra ln "Itllesis, para hace.!J!IlahiS1O.tia.dclo~líticos.uQhasla •..corno
n su base (y que las dos escuelas antes mencionadas heredarán de ella). De 1I,i.111I0S,con trascender la superficie textual de lq? discursos y acceder al apa-
la combinación de sus aportes respectivos surge un~Yi?ión completamente "I.II'gumentagv.Q.a~suby.ª-f$ a~ad~~ de discursi~dac!.p-olític~;_para
nueva respecto del propio objeto de la disciplin((la noción de~) y,en 1\111 erlo, debemos r!:~~~x~s de deb~o que Importa aqui no es
consecuencia, de los modos de abordarlo. Aunque no podemos en esta breve I•.,t.\ var cómo cambiaron las ideas, sino cómo se reconfiguró el sistema de
-- -"
reseña agotar todos los aspectos aquí involucrados, podemos sí retomar lo 1\',I)()siciones relativas, los desplazamientos en las coordenadas que deter-
expuesto y especificar aquellos rasgos cruciales que identifican los lenguajes i 1111.11\ los modos de su articulación pública. y éstos no pueden descubrirse
políticos y los distinguen de los sistemas de ideas. 111.1 r n la mutua oposición entre perspectivas antagónicas.
1) En primer lugar, los lenguajes políticos no son meros conjuntos de \) la reconstrucción de los contextos de debate nnímplíca.sin embar~o,
ideas. De allí la comprobación repetida de los historiadores de que los mis- Ih"t' del plano de los discursos. Loslenguajes políticos, de hecho, trascien-
mos resistan obstinadamente toda definición, que su contenido no pueda es- lellla oposición entre texto y contexto en.que la historia de ideas se encon-
tablecerse de un modo inequívoco. Ello es así simplemente porque un mllillllcvitablemente atrapada. Un lenguaje político se convi:rte en tal ~ólo
lenguaje político no consiste de ninguna de serie de enunciados (contenidos 11,1medida en que contiene dentro de sí sus propias.condiciones de_enu,n-
de discurso), que puedan ser listados, sino de un modo característico de pro- l,,~ 11.)1\. Esto nos conduce, nuevamente, más allá del plano semántico del

ducirlos. Los lenguajes políticos son, como señalamos, indeterminados se- Ir 1Iy,lIilje,que es el único objeto concebible para la historia de ideas, nos lleva,
mánticamente. En definitiva, éstos remiten a un plano de realidad simbólica 1" VI'l, a penetrar en la dimensión pragmática de los discursos (quién habla,

de segundo orden, a los modos de producción de los conceptos. Para hacer fuibllc habla, c6mo l~ hace, ~é contexto social-relaciones de poder-,
una historia de los lenguajes políticos, a diferencia de una historia de ideas, ),1'" decir, nos plantea la necesidad de analizar cómo las condiciones de
es necesario, pues, traspasar el plano textual, los contenidos semánticos de HI!\t lación se inscriBen en el íñterior del ámbito de los discursos y pasan a
los discursos (el nivel de las "ideas") y penetrar el dispositivo argumentativo 11I,11 una dimensión constitutiva de los mismos. Para resumir lo visto hasta
qu.eles subyace e identifica, los modQsOprincipios formales particulares de IHI,I uccr una historia de los lenguajes políticos supone, no sólo trascender
su articulación. 1•• ""111" ihcte textual de los discursos y acceder al aparato argumentativo que
2) En segundo lugar, los lenguajes políticos, a diferencia de las "ideas", no hYtllt' u cada forma de discursividad política, buscando reconstruir con-

son atributos subjetivos, son entendidas objetivas; articulan aquellas redes 111', dt' debate, Para ello, necesitamos recobrarlas huellas tin -isticas resen-
discursivas que hacen posible la mutua confrontación de ideas. Y ello con-
lleva, a su vez, tipos de abordaje muy distintos. Loshistoriadores de ideas tra- -
1111/\ I"o/2ios discursos de su contexto e enunciación.
lIlhlr umente, estos tres primeros puntos señalados se orientan a superar
dicionalmente buscan establecer los conceptos fundamentales que definen 1i!1I1t ,1( iones de la historia de ideas, revelándolas como resultantes de una

a cada corriente de pensamiento y trazar horizontalmente su evolución a lo 1111 uda del lenguaje, que reduce el mismo a su instancia meramente se-
largo del período considerado (como si se trataran éstas de entidades inde- 11k.I. 1n nueva historia intelectual buscaría, en cambio, abordar símultá-
pendientemente generadas y sólo a posteriori yuxtapuestas). Los lenguajes IHí:II\t'lnstres dimensiones inherentes a todo uso público del lenguaje: la
políticos, en cambio, no pueden reconstruirse analizando la obra de ningún IAnl1t,1,la sintáctic!X laPEgmática. Como señalamos, este nuevo punto
autor o corriente de pensamiento particular. Para ello es necesario atravesar í~I(Iclc'l., historia intelectual (el giro de las ideas a los lenguajes) surge de
verticalmente las distintas ideologías. Éstas se vuelven relevantes únicamente h\LIIII,ldones convergentes de las tres grandes corrientes que actual-
en la medida en que nos revelan, en su interacción, el conjunto de premisas le 1I11111I1\:\n al campo, cada una de las cuales enfatizaría, y renovaría
compartidas sobre las cuales pivota el discurso público de una determinada 1r ,t', 1'1'1spccuvas respecto de cada una de estas dimensiones (la escuela
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Las nuevas tendencias en la historia politico-intelectual
1'1((1\lost Paltl

.It'los "tipos ideales" de dicha tradición, no son nunca entidades lógicamente


alemana de Begriffsgechichte, para la semántica; la escuela de Cambridge, para uucgradas y autoconsistentes. En su centro se encuentra un núcleo vado de-
Inpragmática; y la nueva escuela francesa de historia conceptual de la polí- I'ulo por la quiebra de las antiguas cosmologías. La máxima nietzscheana de
tica, para la sintáctica). En la medida en que combinamos sus respectivos II ' "sólo lo que no tiene historia puede defínirse" se nos descubre así en un
Ul
aportes, obtenemos, a su vez, el aspecto crucial que distingue los lenguajes uudoya muy distinto al que le atribuyera Koselleck. Desde esta perspectiva,
pol1ticos de los sistemas de ideas: los primeros, a diferencia de los segundos, II0s conceptos no pueden definirse no es porque cambien históricamente,
son entidades plenamente históricas, formaciones conceptuales estricta- ••uno éste pensaba, sino, por el contrario, si ellos cambian históricamente es
mente contingentes. Yello debe interpretarse en un doble sentido, lo que nos porque nunca pueden fijar su contenido semántico. En definitiva, ningún
conduce a los otros dos puntos que cabe aquí destacar. mbio semántico, ninguna nueva definición pone en crisis una determi-
4) En primer lugar, los lenguajes políticos, a diferencia de las ideas, las lIIulaforma de discursividad política sino sólo en la medida en que hace ma-
cuales, consideradas en sí mismas, constituyen entidades intemporales, que ultesios sus puntos ciegos inherentes. y esto quiebra todo el esquema
pueden eventualmente reaparecer en los contextos discursivos más diversos, huulado en los "tipos ideales". Como afirma Rosanvallon, lo que llama la his-
contienen un principio de irreversíbílídad tempqjgl que les es intrínseco, el 11Irla conceptual de lo político "tiene por función restituir problemas más que
cual se despliega simultáneamente en una doble dirección, es decir, tanto
Ir.!lcribirmodelos't."
prospectiva como retrospectivamente. Como señalamos, éstos se sostienen En suma, para hacer la historia de los lenguajes no sólo debemos traspa-
en presupuestos contingentemente articulados (que incluyen visiones de la \ plano sernántico de los discursos, a fin de acceder al dispositivo formal
naturaleza, ideas de la temporalidad, etc.), por lo que no pueden proyectarse I"r les subyace, tratando de reconstruir c@textosdedebate, rastreando en
más allá del horizonte dentro del cual dichos supuestos mantienen su efica- lo!! propios discursos las huellas ltngüísticas de sus condiciones de enuncia-
cia. A lo que Skinner bautizó como "IEitología de la prolepsis" (la búsqueda iÓIl; no basta incluso con indagar los umbrales que determinan su historici-
de la significación retrospectiva de una obra, lo que presupone la presencia IM\\ y confiere a los mismos un principio de irreversibilidad temporal
de un cierto telos significativo implícito en ella y que sólo en un futuro se re- II1HlIlcnte.Es necesario -y éste es el punto crucial- comprender cómo es
vela) debemos así adicionar una forma de mitología inversa, que podemos :¡ut la temporalidad írrumpe eventualmente en el pensamiento político,
denominar "mitología de la retrolepsís", esto es, el pensar que puedan traerse 111, llegado ett'llSo7ctrcunsrañcias hiStorlCas precisas Mcen manifiestas
sin más al presente lenguajes del pasado una vez que la serie de premisas y su- l' Ir Ila'(flPorlas lhherentes a una forma de discursividad dada, dislocándola.
puestos en que se fundaban se ha quebrado definitivamente. Para hacer la u r ••01ro, en fin, el sentido último, el núcleo conceptual que subyace a la
historia de los lenguajes es necesario, pues, no sólo traspasar la instancia tex-
I.IllIClÓnhistorio gráfica" señalada por Pocock.
tual, el plano semántico de los discursos, e intentar acceder a los modos de su
producción, tratando de reconstruir contextos de debate a través de la cap-
tación de las huellas língüísticas presentes en los propios discursos de su con-
diciones de enunciación. Debemos, además, indagar los umbrales que
determinan ~uhistoricida'd) aquello que les confiere un principio de irrever-
sibilidad.temporal inmaneE~e, volviendo imposible toda proyección tanto
\ prospecnva ~o rett:QspectlVa.
5) Finalmente, el segundo aspecto que hace de los lenguajes políticos for-
maciones históricas contingentes, y los distingue así radicalmente de los "sis-
temas de ideas", remite a lo que podemos llamar el principio de incompletitud 11' ,1111111, Poruna historia conceptual de lopolltico, 29.
constitutiva de los lenguajes políticos modernos. Los mismos, a diferencia
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