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Hernán BORISONIK
hborisonik@sociales.uba.ar
RESUMEN: En el presente artículo se intentará ABSTRACT: This article will attempt to give an
dar cuenta de las posiciones adoptadas por Karl account of the positions taken by Karl Polanyi re-
Polanyi respecto del mercado, a través de sus lec- garding market, through his reading of Aristotle’s
turas del pensamiento de Aristóteles. Para ello, thought. To do this, first we will re-read the ideas
en primer lugar se realizará una relectura de los of some of the key authors in receiving such le-
puntos de vista de algunos de los autores funda- gacy (primitivism, modernism, Finley, Weber).
mentales a la hora de recibir tal legado (el primi- Thereafter a specific analysis of certain categories
tivismo, el modernismo, Finley, Weber). A conti- expressed by Polanyi will be performed. Finally a
nuación de ello se realizará un análisis específico critical view (in Polanyian perspective) of market’s
de algunas categorías vertidas por Polanyi. Final- naturalization –that has characterized strongly to
mente presenta una visión crítica (en perspectiva modern and contemporary times– will be made.
polanyiana) de la naturalización del mercado que
ha caracterizado en gran medida los tiempos mo- Keywords: Polanyi, Aristotle, market, money,
dernos y contemporáneos. modern mimes.
sido defendida principalmente por Weber, así como por su discípulo Hasebroek. Por su
parte, algunos autores incurrieron en el anacronismo de aplicar términos y conceptos
de la economía de su tiempo a la Grecia clásica, equívoco que fue perpetrado por gran
parte de los analistas que se propusieron investigar o criticar el sentido de la economía
en Aristóteles.
Por ello, algunos estudiosos han preferido utilizar términos diferenciados para de-
signar a la economía aristotélica, con el fin de evitar la ambigüedad y la creación de
neologismos. Moses Finley fue el principal portador de esta idea, diciendo que traducir
oikonomía u oikonomike por “economía” acarreaba un grave riesgo de anacronismo:
“Ni la especulación sobre los orígenes del intercambio, ni las dudas sobre la ética comercial guiaron a
la elevación de la «economía» (que no puede ser traducida al griego) a un estatus independiente como
asunto de discusión o estudio; al menos no más allá de la división aristotélica del arte adquisitivo entre
oikonomía y la técnica para hacer dinero, y ese fue su límite” (Finley, 1970: 22).
Frente a tal escenario, fue Karl Polanyi quien ha realizado el aporte más novedoso,
hasta entonces adeudado por la historia y la teoría de la economía política, dado que
formalizó un estudio acerca de las instituciones y del fundamento institucional de la
economía. Si bien sus reflexiones serán tratadas más detenidamente a continuación,
baste por ahora expresar que, a través de ellas, pudo superar las dicotomías pasadas,
aportando una nueva perspectiva para comprender los fenómenos antiguos y su rela-
ción con el capitalismo moderno.
La preocupación teórica más importante que acompañó por lo menos a toda la primera
mitad del siglo XIX era indagar en los orígenes de la economía capitalista, para com-
prender su forma, desarrollo y posible mutación o destrucción en el futuro. Karl Polanyi,
siguiendo en un punto a Karl Marx, le negaba a la economía política de su tiempo la ca-
pacidad de explicar la lógica profunda del capitalismo. Asimismo, fue un autor muy críti-
co de la obra de Parsons –lo cual era, también, un ataque velado o indirecto a Weber, en
quien Polanyi basó algunas de sus ideas–, más allá de compartir algunas cuestiones con
él (fundamentalmente la mirada funcionalista de la sociedad y el rechazo metodológico
del individuo como objeto de estudio de la época “sistémica” de Parsons).
Polanyi sostuvo la idea de pensar diversos modelos de sistemas económicos. Parti-
cularmente, diferenció tres: uno de reciprocidad, uno de redistribución y uno de inter-
cambio. Para explicarlos, partió de la base de que en las economías pre-capitalistas el
proceso económico se encontraba disperso entre diversas instituciones. Dependiendo
de cómo se organizaran las diferentes partes e instituciones sociales, el resultado, el
modelo obtenido, variaba. De ese modo, Polanyi estaba procurando descubrir los efec-
tos de cada organización en cada modelo económico. Su postura radicaba en afirmar
que en todas las sociedades existen elementos de los tres mecanismos, aunque gene-
ralmente uno es dominante y subordina al resto.
En su artículo “Aristóteles descubre la economía”, Polanyi ([1957] 1976) postuló que
la influencia que el estagirita ejerció sobre la economía medieval ha sido tan importante
como el que posteriormente Adam Smith o David Ricardo ejercerían sobre la economía
mundial del siglo XIX. Según este autor, es posible argumentar que a partir del surgi-
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Para Polanyi, cuando Aristóteles se refería a las cuestiones relacionadas con la eco-
nomía, estaba aspirando a destacar su vinculación con el conjunto de la sociedad. Al
proyectar su campo de estudio, el estagirita relacionaba todas las cuestiones de origen
y funcionamiento institucional con la totalidad social. Sus conceptos de referencia eran,
justamente, la comunidad, la autosuficiencia y la justicia. De acuerdo con la interpreta-
ción de Polanyi, tanto en el oikos como en la polis existía una especie de philía específica
de la koinonía, sin la cual no podría subsistir el grupo. Aquella philía se expresaba en una
conducta de reciprocidad, es decir, en una disposición tendiente a dividir y compartir las
cargas sociales. Así, todo lo que se necesitaba para la continuidad y manutención de la
comunidad, incluyendo su autosuficiencia, era considerado natural e intrínsecamente
bueno. En ese contexto, la autarquía era concebida como la capacidad de subsistir sin
recursos externos. Lo que garantizaba la justicia, tanto con respecto a la distribución
de los privilegios de la vida, como a la regularización de los servicios mutuos, era men-
tado como bueno, dado que era necesario para la continuidad del colectivo social. Esto
implica que, para Polanyi, la comunidad, la autosuficiencia y la justicia representan la
base del pensamiento aristotélico sobre todas las cuestiones económicas, fuesen estas
teóricas o relacionadas con el comportamiento práctico.
De acuerdo con este autor, en un aspecto general, la consideración errónea acerca
de las argumentaciones aristotélicas sobre la temática en cuestión se produce en el he-
cho de que el comercio propiamente dicho se encontraba en su surgimiento en el siglo
IV a.C. De hecho, según Polanyi, ésta actividad no tuvo su origen en la Babilonia de
Hammurabi, sino en la margen griega del Asia occidental, así como en la propia Atenas.
Tal hecho ocurrió un milenio más tarde de lo que muchas veces se supone. En conse-
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3. La perspectiva de Finley
Habiendo sido uno de los helenistas más destacados del siglo XX, Moses Finley se ha
insertado tanto en la disputa entre el modernismo y el primitivismo (tomando partido
por esta última postura), como en el análisis de los escritos económicos aristotélicos,
desde una perspectiva decididamente histórica. Precisamente, una de sus principales
tesis, propuesta en su artículo Aristotle and Economic Analysis, sostiene que ninguno
de los escritos provenientes de la Antigüedad clásica al respecto de lo económico pue-
de ser considerado como “análisis económico”. Esa misma discusión aparece, también,
en su The Ancient Economy, libro en el que Finley afirma que ni los griegos, ni los
romanos poseían algún concepto concreto de economía: “Economía y económico son,
en su sentido corriente [del siglo XX], términos y conceptos modernos, productos del
capitalismo moderno que no pueden ser aplicados de manera automática –como si las
actitudes prácticas que implican fuesen innatas en el hombre– a otras formaciones so-
ciales” (Finley, [1973] 1986: 5-6).
Lo que Finley intentaba establecer era, en primer lugar, una distinción entre el “aná-
lisis económico” y las observaciones o la descripción de las actividades económicas. Por
otro lado, también procuró establecer una diferencia entre esos dos procedimientos y
la conformación de un concepto de economía.
La hipótesis elaborada por Finley, tras examinar algunos pasajes del libro quinto de
la Ética Nicomaquea, es que Aristóteles no estaba, bajo ningún concepto, intentando
desarrollar una teoría de los precios en el mercado. De hecho, según Finley, fueron
recién los teólogos de la Edad Media quienes introdujeron tal consideración en las dis-
cusiones, desarrollando el fundamento de la doctrina del justo precio. En la opinión de
este historiador, Aristóteles en el libro quinto de la Ética Nicomaquea se encontraba
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to de ciertos tratados y cálculos). Sucede que para Polanyi existía una razón de fondo
sobre la cual se han basado sus afirmaciones y sus omisiones de la cuantificación: él
consideraba que solamente una economía de mercado generalizada (como la moderna)
podría volver posible –en el plano formal– y necesario –en el plano práctico– al cálculo
económico.
Lo que más abundó, siempre según este autor, fue el tipo de descripción hecho por
Jenofonte, más similar a un “manual sobre el oikos” que a un verdadero análisis. Si
bien es cierto que aquello que fue denominado “economía” o “ciencia económica” a
partir del siglo XIX no tuvo una existencia real dentro de los escritos griegos clásicos
(dado que ésta se encontraba dispersa y formaba parte complementaria de otras disci-
plinas) el mismo Finley reconoce a las reflexiones aristotélicas el más alto grado dentro
de tales estudios.
No obstante, el propio Finley reconoce en los griegos “una mentalidad que empujó
hasta el extremo la noción de que lo que nosotros llamamos economía era práctica-
mente un asunto exclusivo de los outsiders” (Finley, 1970: 25). En otras palabras, Fin-
ley confunde la mirada peyorativa hacia el comercio y quienes lo llevaban a cabo con
la centralidad que esta actividad poseía. De todas formas, es importante admitir que
los estudios de Finley han sido un mayúsculo intento por comprender cuáles eran las
concepciones y categorías que atravesaron las ideas y usos de la economía en Grecia.
A diferencia de lo presentado por Finley, este trabajo no procura acabar con el debate
acerca de la conciencia (o falta de ella) que los griegos tuvieran sobre las cuestiones
económicas. La evidencia es incontestable: existen, efectivamente, escritos de varios
autores sobre la administración del oikos, y textos aristotélicos que dan cuenta de
un pensamiento alrededor de ideas económico-políticas. De todos modos, un debate
sobre la “conciencia” es absolutamente espurio. Más importante es, sin duda, poder
hallar, al menos, algunos de esos conceptos que dominaban la mentalidad griega y que
se hicieron visibles en las relaciones económicas concretas, tanto como en las ideas
aristotélicas al respecto. Como se verá en el próximo capítulo, la politicidad natural de
los hombres, la centralidad de la comunidad y la intensidad de lo sagrado (cuya conse-
cuencia principal es la forma adoptada por el uso, sobre todo a nivel jurídico) son, con
certeza, factores que tuvieron ese significado.
Por lo demás, y como ha demostrado Meikle (1979) la Atenas de los siglos IV y V a.C.
se encontraba bajo un proceso de inmensos cambios económicos, sociales y políticos,
de los cuales el más significativo era la aparición y el desarrollo de varios elementos
concretos vinculados a una economía de mercado. Al respecto, sería muy difícil afirmar
que Finley haya visto algo más que una condena moral a determinadas prácticas eco-
nómicas en los textos aristotélicos. Las conclusiones de Finley expresan, entonces que
no existe contenido analítico en Aristóteles, sino solamente censura y desdén frente a
los cambios históricos. Parece claro, entonces, que el marco analítico weberiano que
circunscribe a los estudios de Finley no es el más adecuado para comprender la reali-
dad histórica en la que Aristóteles se encontraba situado, ni el pensamiento que aquella
hubo de producir en él.
En realidad, Finley estaba muy preocupado por combatir el anacronismo de algunos
economistas contemporáneos a él, que veían en Aristóteles una versión prototípica de
escuelas y autores de los siglos XIX y XX. No obstante, en ese plausible esfuerzo, Finley
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cayó en las redes del pensamiento matemático, cuya concepción de la economía estaba
muy fuertemente ligada a la tradición cientificista y positivista.
4. Conclusiones
concepciones eran mentadas a través del ideal de la vida perfecta y virtuosa. También,
los hechos económicos y las relaciones entre tales habrían sido considerados y pro-
bados por Aristóteles “a la luz de los preconceptos ideológicos propios de un hombre
que vivía y escribía para una clase ociosa que despreciaba al trabajo y la búsqueda de
negocios y, por eso, apreciaba al campesino que la alimentaba y odiaba al usurero que
la explotaba” (Schumpeter, 1959: 60).
Así, para Schumpeter, estos hechos no superaban (al nivel de los intereses) a los
correspondientes prejuicios e ideologías –si bien diferentes en contenido– de los pensa-
dores modernos. Para él, aquellos constituyen los puntos más interesantes del “análisis
económico” aristotélico. Lo que existe de semejante entre el citado “análisis económico”
y la economía moderna, según esta óptica, residiría, entonces en basar dicho estudio
en la escasez y en las satisfacciones, comenzando con una economía de autosuficiencia
de la casa, y con un punto de vista que incluye la división del trabajo, el intercambio,
y, como modo de superar las dificultades del trueque, el dinero.
Por su parte, Finley, buscando fundamentos en las tesis de Max Weber sobre la
inaplicabilidad de un análisis centrado en el mercado al mundo antiguo, defendió el
argumento de que absolutamente ninguno de los escritos de la Antigüedad clásica al
respecto de la oikonomía puede ser considerado un “análisis económico” en el sentido
schumpeteriano. De esa manera, la tesis de Finley radicaba en sostener que los mo-
dernos términos “economía” y “económico”, en sus sentidos corrientes, son productos
del capitalismo y no pueden ser aplicados de modo automático a otras formaciones so-
cioculturales, como si las actitudes prácticas que implican fuesen innatas en el hombre.
Con esta aseveración, Finley intentaba contestar las teorías de algunos autores que ha-
bían realizado escritos acerca de la historia económica occidental –partiendo del prin-
cipio de que el hombre realiza “naturalmente” actividades como el regateo, el cálculo y
la búsqueda de lucro a través del comercio, y de la idea de que existe una continuidad
entre la Antigüedad y la Modernidad– sosteniendo que la historia económica europea,
a partir de la Baja Edad Media y hasta la contemporaneidad, es única y no tiene sus
raíces económicas en la Grecia clásica.
Desde una óptica diferente, más cercana a la de Marx, Polanyi confrontaría tanto con
Schumpeter como con Finley. Para este autor, Aristóteles no tenía interés alguno en
analizar “mecanismos reales de mercado”, dado que nunca se ocupó del modo en el
que se forman los precios en el mercado comercial (institución que, a propósito, Aris-
tóteles no pudo haber conocido en un estadio de gran desarrollo como el moderno).
Pese a eso, Polanyi argumenta (en contra del planteo de Finley) que el estagirita, por
haber presenciado el nacimiento mismo del mercado, analizó teóricamente los elemen-
tos de esta nueva forma relacional, desarrollada durante la declinación de la polis. Así
y todo, el mercado se encontraba, según demuestra Polanyi, en un estado aun embrio-
nario y rudimentario, pero contaba ya con unas bases y un estatus cualitativo compa-
rables al grado de crecimiento que alcanzaría veinte siglos después. Así, presenciando
el nacimiento y el germen, Aristóteles pudo ver, o intuir, al espécimen completo.
De todas formas, es posible encontrar en Polanyi un sesgo “moralista” que coloca en
Aristóteles una perspectiva conservadora. Tal vez influido por un cierto clima epocal
referente a la antropología (particularmente los trabajos de Malinowski acerca de la
centralidad del don en las economías no capitalistas), Polanyi centró toda su atención
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la idea de que de hecho había una realidad (capitalista) de la cual Aristóteles no podía
dar cuenta por arrastrar conceptos arcaicos.
Ahora bien, en la Grecia del siglo IV a.C., los esclavos y los trabajadores asalariados
libres compartirían, en una interpretación mecánica del concepto de clase, en una mis-
ma clasificación, al igual que todos los propietarios. La igualdad de los hombres, así
como de sus trabajos, es una construcción histórica, producida por –y también produc-
tora de– el capitalismo. Por lo tanto no es preciso acusar a Aristóteles de haber fraca-
sado en observarla, dado que no se encontraba en condiciones en las que tal igualdad
tuviese la posibilidad de existir (o de ser reconocida).
Aristóteles desarrolló una investigación política en la cual se preguntó sobre los fun-
damentos de la polis y de la politeia, de las relaciones entre los hombres, del intercam-
bio, del uso y de la justicia. Y, frente a una circunstancia histórica única (el nacimiento
del mercado), su interés en los pasajes analizados era regular las prácticas sociales
en las cuales la moneda fuera de uso imprescindible. En otras palabras, Aristóteles
pretendió resolver el problema de cómo hacer que los hombres usaran el dinero en los
procesos de intercambio sin ser dominados por él. Del mismo modo, el estagirita brindó
una compleja combinación de herramientas teóricas específicamente dirigidas a anali-
zar y comprender los mecanismos del mercado comercial (más allá de que sus intentos
hayan sido fructíferos o no, y por qué razones).
En la actualidad sigue dominando la visión del hombre como un homo oeconomicus,
es decir, como propenso naturalmente al intercambio comercial y como objeto de es-
tudio en sí mismo, más allá de los marcos políticos, económicos y sociales que lo en-
cuadren. Esa mirada es la de la racionalidad utilitaria que busca encontrar siempre un
sistema (aunque no sea más que en su “potencialidad”) de oferta y demanda. Ante eso,
es necesario aportar un nuevo punto de vista que conciba a la economía como proce-
so social, pues “como los expertos son unánimes en reconocerlo, todos los esfuerzos
por justificar algo así como una economía natural han quedado infructuosos” (Polanyi,
1975: 236), sobre todo porque esta visión tiende a naturalizar el mercado, es decir a
tomarlo como ahistórico y omnipresente.
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