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importante. ¿Se ha preguntado alguna vez cómo las yemas de sus dedos pueden
reconocer una moneda en el fondo del bolsillo? ¿O cómo sus dedos son capaces de
distinguir el límite entre dos teclas del ordenador y accionar la que corresponde
con precisión? Estas habilidades forman parte del llamado tacto fino, el encargado
de proporcionarnos detalles sutiles sobre la forma de los objetos sin necesidad de
que intervengan otros sentidos, como la vista, para saber qué estamos tocando.
Hasta ahora se pensaba que esta precisión en el tacto residía exclusivamente en las
terminaciones nerviosas sensoriales que llegan a la piel y transmiten estas
sensaciones al cerebro con gran celeridad. Pero cada vez más indicios apuntaban a
que otros tipos de células distintos de las nerviosas podían jugar un papel
importante en la percepción del tacto.
“Esta la primera prueba directa de que las células de Merkel pueden convertir la
presión que se ejerce sobre la piel en señales nerviosas que transmite información
al cerebro sobre los objetos del mundo que nos rodea”, explica Ellen Lumpkin de la
Universidad de Columbia, que ha dirigido el trabajo.
Prótesis inteligentes
En el futuro, estos resultados podrían ser útiles para el diseño de prótesis
“inteligentes” que restauren la sensación del tacto en miembros amputados, así
como introducir nuevas dianas tarapéuticas para el tratamiento de enfermedades
de la piel, como el picor crónico, auguran los investigadores.
Además abre nuevas vías de investigación, ya que otro tipo de células de la piel
especializadas en la percepción del dolor y el tacto también podrían desempeñar
papeles importantes hasta ahora insospechados. Y la optogenética, una
prometedora herramienta, puede servir para sacarlos a la luz.
El sistema nervioso puede considerarse como un sistema de comunicaciones que transform
a la energía ambiental en energíaeléctrica. Esta función o proceso tiene lugar en
los receptores sensoriales. Posteriormente, las vías nerviosas transmitirán la información co
dificada en impulsos eléctricos hasta el área de proyección correspondiente del córtex cereb
ral (véase Figura 4).
Los seres vivos reciben información sobre el entorno en que se hallan en forma
de energía física (luminosa, mecánica, química), pero el cerebro sólo es capaz de utilizar la
energía eléctrica. Por esta razón, para poder percibir cualquier propiedaddel ambiente,
la energía lumínica, mecánica o química, debe ser transformada en impulsos bioeléctricos.
Es a estatransformación a la que denominamos transducción, la cual tiene lugar en
los receptores de los órganos de los sentidos (véaseFigura 5).
FIGURA 5.- Transmisión del impulso nervioso desde la célula receptora al córtex.
Los receptores de cada modalidad sensorial están especializados en
responder, preferentemente, a un tipo determinado de energía. Así,
los receptores visuales contienen pigmentos que modifican su estructura molecular
al ser expuestos a
la luz. Estecambio en su estructura molecular activa un proceso que concluye con
la generación de una respuesta eléctrica en el receptor.
La transmisión del impulso será efectuada por una sucesión de multitud de neuronas, enlaza
das mediante sinapsis a través de neurotransmisores químicos, cuyos axones se unen para f
ormar fibras que constituyen los nervios (véase Figura 6).
Sin embargo, la relación entre la intensidad de la luz exterior que incide sobre los
fotorreceptores retinianos y la tasa de disparo no es tan simple. Así, cuando al despertar
(adaptación a la luz) encendemos la lámpara, el NÂş impulsos/t llega a un máximo y luego
disminuye hasta alcanzar un valor estable. Tanto el valor máximo como el valor estable están
relacionados logarítmicamente con la intensidad de la luz. Ello significa que una proporción
alta de impulsos/t indica, tan sólo, un súbito incremento en la intensidad de luz y no la
presencia de una luz muy brillante. Es decir, el S.V.H. responde a cambios relativos en la
intensidad de luz y no a cambios absolutos.
Otra consecuencia de este proceso de transducción consiste en que los cambios lentos
(graduales) de intensidad de luz no llegan a ser conocidos, pero sí los cambios bruscos. Ello
tiene un alto valor adaptativo porque el individuo, por ejemplo, no obtiene información de
las fluctuaciones de la luz al atardecer, pero sí de la sombra de un objeto que le pasa por
encima (v.g. la que produce un depredador).