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CONCILIACIÓN Y TOLERANCIA

Por: Carlos Castillo Rafael

Desde el siglo XVII, en que aparece vigora en medio de la Guerra de los Treinta años,
la Tolerancia no es solo el fruto maduro de la reflexión filosófica, es el valor necesario
para forjar una sociedad sin que las diferencias de sus integrantes (relativas a sus
creencias religiosas, políticas y cualquier creencia o práctica sobre la vida buena),
termine convirtiéndose en desigualdades o fuente de conflictos viscerales.

La tolerancia debilita aquella actitud por la cual se considera a la creencia propia


verdadera y a las demás falsas, lo cual supone invalidar a los otros como interlocutor.
En realidad, la tolerancia cuestiona la pertinencia de aplicar la verdad como un juicio
de valor para juzgar las relaciones interpersonales, en cuyo ámbito esas creencias
organizan nuestra peculiar manera de ser, entender y hacer las cosas. En lugar de
preguntarnos si una creencia o práctica en el espacio público es verdadera, urge saber
si es justa o no, si honra los derechos de las personas. Por ejemplo, el derecho de
elegir las propias creencias y convicciones, o el derecho a la libertad de expresión.

El núm. 1, del Art. 43 del Reglamento de la Ley de Conciliación (aprobado por el D.S
014-2008-JUS), establece como función específica del conciliador: “Facilitar el diálogo
entre las partes, permitiendo que se expresen con libertad y se escuchen con respeto”.
Tolerancia es lo que al conciliador se le invoca promover y garantizar.

Sin embargo, la tolerancia no corrige las asimetrías sociales, o las que simplemente se
dan entre quien tolera (la irresponsabilidad de quien no le paga varios meses de
arriendo), y quien es tolerado (la del que no puede pagar el arriendo porque ha sido
despedido intempestivamente del trabajo o simplemente no quiere pagar).

Al respecto, se debe tomar en cuenta lo establecido en el núm. 1, del Art. 2 del


Reglamento, sobre la equidad: “El Conciliador está obligado a generar condiciones de
igualdad para que los conciliantes puedan lograr acuerdos mutuamente beneficiosos”.

Tolerancia y equidad son dos principios de plena actualidad en la ética


contemporánea, e indispensables en la conciliación extrajudicial.

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