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(Derecho Canónico)
1. Generalidades
El problema de la pena de muerte es un tema muy actual. Hay quienes sostienen que
es lícita su practica y hay quienes sostiene que no: esto tanto en el ámbito público
como en el eclesial.
Pio XII sostenía que “nadie tiene derecho a quitar el derecho a la vida de nadie”. Sin
embargo, argumentaba que la pena de muerte puede darse ya que si una persona
quita injustamente la vida a una persona hace dejación de su derecho a seguir
viviendo. Por ello, cuando el Estado condena a pena de muerte no esta quitando el
derecho a la vida de nadie, ya que el homicida es quien ha renunciado a su derecho
de seguir viviendo.
CEC en el número 2266 sostiene de alguna manera que la pena de muerte puede ser
un acto licito: “ La preservación del bien común de la sociedad exige colocar al agresor
en estado de no poder causar perjuicio. Por este motivo la enseñanza tradicional de la
Iglesia ha reconocido el justo fundamento del derecho y deber de la legítima autoridad
pública para aplicar penas proporcionadas a la gravedad del delito, sin excluir, en
casos de extrema gravedad, el recurso a la pena de muerte. Por motivos análogos
quienes poseen la autoridad tienen el derecho de rechazar por medio de las armas a
los agresores de la sociedad que tienen a su cargo...”
Por ello, Matar un ser humano, en el que está presente la imagen de Dios, es un
pecado particularmente grave. ¡Sólo Dios es dueño de la vida! Desde esta perspectiva
situamos el problema de la pena de muerte, respecto a la cual hay, en la Iglesia como
en la sociedad civil, una tendencia progresiva a pedir una aplicación muy limitada e,
incluso, su total abolición.
Por último, cabe recordar también la Teoría del Intercambio de Homans, en la que el
autor, apunta: " Cuanto más golpea uno, más golpea el otro, pues resulta satisfactorio
lastimar a quien nos lastima". Quizás, bajo el supuesto de la realización de justicia, se
esconda el placer, como apunta Homans. Ello es debido al intercambio de castigos.
b) Utilidad Social: No está demostrado, que la pena cumpla una función de
prevención general negativa, o sea de intimidación a los potenciales infractores.
Prueba de ello, es que si fuera así, en primer lugar, ya no existirían delitos. Y en
segundo lugar, se parte de que el delito es una acto racional, en el que el delincuente
evalúa los costes y beneficios. Esta premisa puede ser falsa, pero en el caso de que
fuera cierta, el sujeto delincuente, espera o bien que no lo descubran, o bien, salir
mejor parado del proceso judicial.
e) Costos económicos: En los costes sobre la pena de muerte, no sólo hay que
computar el costo que tiene en si misma la ejecución, sino también, el costo de todo el
proceso judicial, es decir, apelaciones, jueces, y, además, los costes sociales de esta
sentencia. Estos costos sociales, deberían ser estimados, para ver si realmente, la
pena de muerte es rentable o no. El argumento de los costes económicos, lleva
consigo una parte oculta, se pueden computar dos veces los mismos costes,
etc...Además, diferentes estudios realizados revelan que la pena de muerte es menos
rentable que el mantenimiento en prisión del sujeto. Las diferencias entre los
diferentes estudios cabría analizarlas, pero además se debería computar, como hemos
dicho los costes sociales.