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Es importante indicar que, aunque estos acuerdos carecen de forma jurídica, los
documentos de Basilea han sido aprobados por los gobernadores y supervisores
de las mayores economías del mundo.
Actualmente, el Comité de Basilea está formado por 27 miembros (Alemania,
Arabia Saudí, Argentina, Australia, Bélgica, Brasil, Canadá, China, España,
Estados Unidos, Francia, Holanda, Hong Kong, India, Indonesia, Italia, Japón,
Corea, Luxemburgo, México, Reino Unido, Rusia, Singapur, Sudáfrica, Suecia,
Suiza y Turquía) reuniendo a los bancos centrales de estos países cuatro veces al
año.
Desde sus inicios, los Acuerdos de Basilea han estado orientado a garantizar que
los requerimientos de capital de las instituciones bancarias de los países
miembros, se fijen en función de los niveles de riesgos de sus activos ponderados,
con la finalidad de hacerle frente a las debilidades manifiesta de muchos sistemas
bancarios que puedan amenazar la estabilidad financiera y comprometer la
tendencia hacia la globalización. Una de las principales recomendaciones del
Comité de Supervisión Bancaria de Basilea, en los últimos años, ha sido el
acuerdo de Basilea II, establecido en el año 1999. Este acuerdo descansa en tres
pilares fundamentales, que son:
Basado en estos tres pilares, el nuevo acuerdo procura que se ponga más énfasis
en la gestión de riesgo y que se fomenten mejoras permanente en la capacidad de
los bancos para su evaluación, buscando la adecuación de capital en las
instituciones bancarias, en función de los riesgos reales que conlleva la industria
bancaria; así como verificar que ese especial interés transcienda la eficacia de las
prácticas de los supervisores y fortalezca la disciplina del mercado, mediante la
generación de incentivos para mejorar las capacidades de medición y gestión del
riesgo; así como la divulgación de información sobre el mercado y sobre el propio
capital de los bancos. Dicho acuerdo está programado para ser implementado por
los organismos reguladores y supervisores de los diferentes países, antes de que
finalice el año 2006, manteniendo el mismo coeficiente de capital de Basilea I, o
sea el 8 %. Sin embargo, el nuevo acuerdo introduce sustanciales modificaciones
al sistema de medir el riego de crédito de cada institución, requiriendo aumentos
de capital para cubrir los riesgos operacionales, y además exigiendo requisitos
cualitativos para la administración de todos los riesgos de los bancos. Uno de los
atractivos del nuevo acuerdo es el ahorro que representará para los bancos, la
reducción en sus inversiones como requisito de capital mínimo, a partir del año
2007, ya que los bancos que utilicen la base de calificación interna para medir el
riesgo de crédito o aquellos que utilicen la técnica de medición avanzada para
medir el riesgo operacional se beneficiarían con una reducción de capital del 11%,
en relación al coeficiente de Basilea I; mientras que para el año 2008, la reducción
sería de un 25%, en relación con el mismo coeficiente de Basilea I.
* Por la adopción del Acuerdo de Basilea II, por parte de los países
industrializados, lo cual se reflejaría negativamente en la estabilidad de los
sistemas financieros de los mercados emergentes, como consecuencia del
incremento en la volatilidad y la reducción de los plazos de vencimientos de los
flujos de capitales internacionales.
* Por la falta de un reconocimiento adecuado a la diversificación internacional de
los bancos, como herramienta para el manejo de riesgo crediticio, lo cual podría
reducir el volumen de préstamos hacia la América Latina.
Desde que surgió el Nuevo Marco de Adecuación de Capital, conocido como Acuerdo de
Basilea II, denominado “Convergencia Internacional de Medidas y Normas del Capital:
Marco Revisado”, el sistema bancario panameño asumió que no se podía quedar atrás en
su implementación y que debería ponerse al día desde ese momento para cumplir con las
exigencias que implicaba asumir el acuerdo. Sin embargo se pensó que el acuerdo tendía a
ser un poco discriminatorio con las instituciones pequeñas y además que beneficia a las
entidades financieras de países desarrollados y pone en desventaja a las naciones pequeñas.
Sin embargo, hay que destacar que la adaptación del sistema bancario al acuerdo requiere
cambio normativo, de estructura, de mentalidad y de tecnología de los bancos, se requiere
de nuevas y sofisticadas herramientas de información y esto amerita grandes inversiones en
plataforma tecnológica. Esta situación puede ser un inconveniente para las instituciones
financieras pequeñas al no tener condiciones para resistir tales cambios y adaptaciones.