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ANTOLOGÍA DE CUENTOS 2º AÑO

SOFÍA BORDÓN

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EL CORAZÓN DELATOR bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda,
cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna
Edgar Allan Poe luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver
cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente… muy,
muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba
una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura
de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco
¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la
nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna
enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o cautelosamente… ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba
embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo
puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre.
¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen… y observen con Y esto lo hice durante siete largas noches… cada noche, a las doce…
cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia. pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible
Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal
primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en
perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre
mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya
Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para
Tenía un ojo semejante al de un buitre… Un ojo celeste, y velado sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a
por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. mirarlo mientras dormía.
Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de
viejo y librarme de aquel ojo para siempre. costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con
Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella
no saben nada. En cambio… ¡Si hubieran podido verme! ¡Si noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad.
hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado… Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba
con qué previsión… con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con
más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante
noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente
abría… ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché

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hacia atrás… pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque
que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de
ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la la habitación.
puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente.
Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír
Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima
mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el ranura en la linterna.
lecho, gritando:
Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué
-¿Quién está ahí? inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de
la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre.
Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no
moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a Estaba abierto, abierto de par en par… y yo empecé a enfurecerme
tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando… tal como yo lo mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y
había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no
taladros cuyo sonido anuncia la muerte. podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido
por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el
Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del punto maldito.
terror. No expresaba dolor o pena… ¡oh, no! Era el ahogado sonido
que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien ¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo
conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis
cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un
su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar.
conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal
lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado.
había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió
en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si
pero sin conseguirlo. Pensaba: “No es más que el viento en la respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando
chimenea… o un grillo que chirrió una sola vez”. Sí, había tratado de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo.
de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía
era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El
deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más

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fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una
nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de cuba había recogido todo… ¡ja, ja!
aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de
un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada,
minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se
fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle.
una nueva ansiedad se apoderó de mí… ¡Algún vecino podía Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?
escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como
un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un
El viejo clamó una vez… nada más que una vez. Me bastó un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado.
segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a
Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, los tres agentes para que registraran el lugar.
durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido
ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo Sonreí, pues… ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales
a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una
Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la
completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que
mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a
estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme. la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo
cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis
Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros
les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia
cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el
rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté cual reposaba el cadáver de mi víctima.
la cabeza, brazos y piernas.
Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían
Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo.
restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba
que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me
la menor diferencia. No había nada que lavar… ninguna mancha… ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía
percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban

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sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía -¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté!
resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí… ahí!¡Donde está latiendo su horrible
librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba corazón!
haciendo cada vez más clara… hasta que, al fin, me di cuenta de que
aquel sonido no se producía dentro de mis oídos. FIN
Traducción de Julio Cortázar
Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con
creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido
aumentaba… ¿y qué podía hacer yo? Era un resonar apagado y
presuroso…, un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto
en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin
embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez,
con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en
pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas
gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se
iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las
observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido
crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé
espumarajos de rabia… maldije… juré… Balanceando la silla sobre
la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el
sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto…
más alto… más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando
plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios!
¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían… y se estaban
burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero
cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería
más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus
sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces…
otra vez… escuchen… más fuerte… más fuerte… más fuerte… más
fuerte!

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LOS OBSERVADORES Tierra? ¿Y zutano o mengano? Las gentes de los porches se miraban
de reojo.
[Relato Corto] 1949
A las nueve, la Tierra pareció estallar, encenderse y arder. Las
Ray Bradbury gentes de los porches extendieron las manos como para apagar el
incendio.

Esperaron.
Aquella noche todos salieron de sus casas y miraron al cielo.
Dejaron las cenas, dejaron de lavarse o de vestirse para la función y A medianoche, el fuego se extinguió. La Tierra seguía allí.
salieron a sus porches, ahora no tan nuevos, y observaron el astro
verde, la Tierra. Fue un movimiento involuntario; lo hicieron para Un suspiro surgió de los porches como una brisa otoñal.
comprender mejor las noticias que un momento antes habían oído en
- No tenemos noticias de Harry desde hace mucho tiempo.
la radio. Allá estaba la Tierra y allí la guerra próxima, allá los
cientos de miles de madres o abuelas, padres o hermanos, tías o tíos, - Está bien.
primas o primos. De pie, en los porches, trataban de creer en la
existencia de la Tierra como en otro tiempo habían tratado de creer - Deberíamos enviarle un mensaje a mamá.
en la existencia de Marte. El problema se había invertido. En verdad - Está bien.
para ellos era como si la Tierra estuviese muerta; la habían
abandonado hacía ya tres o cuatro años. - ¿Crees que estará bien?

El espacio era un anestésico; cien millones de kilómetros de espacio - No te preocupes.


lo insensibilizaban a uno, dormían la memoria, despoblaban la
- ¿Crees que no le pasará nada?
Tierra, borraban el pasado. Y permitían que los hombres de Marte
prosiguiesen sus tareas. Pero esta noche se levantaban los muertos, - ¡Claro que no, claro que no!
la Tierra volvía a poblarse, la memoria despertaba y miles de
nombres venían a los labios. ¿Qué haría fulano esa noche en la Vamos a acostarnos.

Pero nadie se movió.

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Llevaron las cenas atrasadas a los prados nocturnos, las sirvieron en - No he cerrado a propósito. ¿Qué desea usted, señor?
mesas plegadizas y comieron lentamente hasta las dos de la mañana.
Al amanecer, las valijas habían desaparecido de los estantes.
El mensaje luminoso de la radio flameó en la Tierra y todos leyeron
FIN
las luces del código Morse, como una lejana luciérnaga.

CONTINENTE AUSTRALIANO ATOMIZADO EN


PREMATURA EXPLOSIÓN. Ray Bradbury - Crónicas Marcianas

DEPÓSITO BOMBAS ATÓMICAS. LOS ÁNGELES, LONDRES,


BOMBARDEADAS.

VUELVAN. VUELVAN. VUELVAN.

Se levantaron de las mesas.

VUELVAN. VUELVAN. VUELVAN.

- ¿Has tenido noticias de tu hermano Ted este año?

- Y... ya sabes, con un franqueo de cinco dólares por carta no escribo


mucho.

VUELVAN.

- ¿Qué será de Jane? ¿Te acuerdas de mi hermanita Jane?

VUELVAN.

A las tres, en la helada madrugada, el dueño de la tienda de


equipajes abrió los ojos. Calle abajo venía mucha gente.

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LA INSPIRACIÓN
Pablo De Santis —Sabio Feng: hacía largo tiempo que Siao no escribía. Como verá,
comenzó a trazar un ideograma y cayó fulminado de inmediato. Siao
luchaba para que volviera la inspiración, y en el momento de
conseguirla, algo lo mató.
El poeta Siao, que vivía desde el otoño en el palacio imperial, fue
encontrado muerto en su habitación. El médico de la corte decretó Feng pidió al consejero quedarse solo en la habitación. Durante un
que la muerte había sido provocada por alguna substancia que le largo rato se sentó en silencio, sin tocar nada, inmóvil frente al papel
había manchado los labios de azul. Pero ni en las bebidas ni en los de bambú, como un poeta que no encuentra su inspiración. Cuando
alimentos hallados en su habitación había huellas de veneno. el consejero, aburrido de esperar, entró, Feng se había quedado
dormido sobre el papel.
El consejero literario del emperador estaba tan conmovido por la
muerte de Siao, que ordenó llamar al sabio Feng. A pesar de la fama —Sé que nadie, ni siquiera un poeta, es indiferente a los favores del
que le había dado la resolución de varios enigmas —entre ellos la emperador —dijo Feng apenas despertó—. ¿Tenía Siao enemigos?
muerte del mandarín Chou y los llamados "crímenes del dragón"—
Feng vestía como un campesino pobre. Los guardias imperiales se El consejero imperial demoró en contestar.
negaron a dejarlo pasar, y el consejero literario tuvo que ir a buscarlo
—La vanidad de los poetas es un lugar común de la poesía, y no
a las puertas del palacio para conducirlo a la habitación del muerto.
quisiera caer en él. Pero en el pasado, Siao tuvo cierta rencilla con
Sobre una mesa baja se encontraban los instrumentos de caligrafía Tseng, el anciano poeta, porque ambos coincidieron en la
del poeta Siao: el pincel de pelo de mono, el papel de bambú, la tinta comparación de la luna con un espejo. Y un poema dirigido contra
negra, el lacre con que acostumbraba a sellar sus composiciones. Ding, quien se llama a sí mismo "el poeta celestial", le ganó su odio.
Pero ni Tseng ni Ding se acercaron a la habitación de Siao en los
—Mis conocimientos literarios son muy escasos y un poco últimos días.
anticuados. Pero sé que Siao era un famoso poeta, y que sus poemas
se contaban por miles —dijo Feng—. ¿Por qué todo esto está casi sin —¿Y se sabe qué estaban haciendo la noche en que Siao murió?
usar?

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—La policía imperial hizo esas averiguaciones. Tseng estaba —Siao trabajaba a partir de aquello que lo sorprendía. El momento
enfermo, y el emperador le envió a uno de sus médicos para que se en que se detiene el rumor de las cigarras, la visión de una estatua
ocupara de él. En cuanto a Ding, está fuera de toda sospecha: dorada entre la niebla, una mariposa atrapada por la llama. De estas
levantaba una cometa en el campo. Había varios jóvenes discípulos cosas se alimentaba su poesía. Aquí en el palacio, ya nada lo
con él. Ding había escrito uno de sus poemas en la cometa. invitaba a escribir: por eso su pincel nuevo estaba sin usar desde
hacía meses. Ding puso allí el veneno, y con la suficiente
—¿Y dónde levantó Ding esa cometa? ¿Acaso se veía desde esa anticipación como para que nadie sospechara de él. Sabía que Siao,
ventana? como todos los que usan pinceles de pelo de mono, se lo llevaría a la
Si, justamente allí, detrás del bosque. Honorable Feng: los oscuros boca al usarlo por primera vez, para ablandarlo. Los restos del
poemas de Ding tal vez no respeten ninguna de nuestras antiguas veneno se disolvieron en la tinta. Esa fue una de las armas de Ding.
reglas, pero no creo que alcancen a matar a la distancia. ¡Además, la —Imagino que la otra fue la cometa —dijo el consejero.
cometa estaba en llamas!
—Ding sabía que al ver algo tan extraño como una cometa en
—¿Un rayo? llamas, la inspiración volvería al viejo Siao.
—Caprichos de Ding. Elevar sus poemas e incendiarlos. Yo, como Feng tomó el pincel de pelo de mono y escribió:
usted, Feng, tengo un gusto anticuado, y no puedo juzgar las nuevas
costumbres literarias del palacio. Una cometa en llamas sube al cielo negro.

Feng destinó la tarde siguiente a leer los poemas de Siao. A la noche Brilla un momento y se apaga.
anunció que tenía una respuesta. El consejero imperial se reunió con
él en las habitaciones del poeta asesinado. Feng se sentó frente a la Así la injusta fama del mediocre Ding.
hoja de bambú y completó el ideograma que había comenzado a —Mis dotes como poeta son pobres, pero acaso no esté tan alejado
trazar Siao. del tema que hubiera elegido Siao —Feng limpió con cuidado el
—"Cometa en llamas" —leyó el consejero—. ¿La visión de la pincel—. Como poeta Ding rechaza toda regla, pero como asesino
cometa le hizo a Siao recuperar la inspiración? acepta las simetrías. Para matar a un poeta eligió la poesía.

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MALTURIAN dejado suelta una pantera por las calles después de haberla hecho
desaparecer del escenario.
Pablo de Santis
A los quince días Malturian apareció sano y salvo y retomó sus
funciones en el teatro Gloria. El público aplaudió su resurrección;
los periodistas pidieron en vano que explicara su truco. Había
En 1912 visitó la ciudad por primera vez el célebre mago Malturian.
ganado nuevos admiradores, pero los más fieles desconfiaron. Lo
Se hospedó en el hotel Ancona, en la Avenida de Mayo, y comenzó
encontraban distinto. Un poco más alto, y más delgado. Malturian
a dar funciones los viernes y los sábados a la tarde en el teatro
anunció que se quedaría a vivir en la ciudad.
Gloria. Al mes de su llegada, cuando notó que empezaban a abundar
las butacas vacías, citó al periodismo y al público en la costanera con Después de unos días, los periodistas dejaron en paz a Malturian,
la promesa de un truco jamás visto. Allí, en una mañana de invierno, excepto Jorge Reinz. Había entrado a trabajar en el principal diario
se hizo atar con cadenas. Sonrió y habló interminablemente, sentado de la ciudad pocos meses atrás, y su primera nota había sido la
en el interior del baúl, antes de que lo cerraran. Había contratado a llegada de Malturian al país. Reinz convenció al jefe de redacción,
dos Cantadores de pesas para que cumplieran con la ceremonia. Artemio Prater, de que lo dejara viajar a Europa, con la promesa de
Después de cerrar los enormes candados de hierro, los dos forzudos conseguir pruebas de una verdad escandalosa sobre la identidad de
levantaron el baúl y lo arrojaron a las aguas agitadas. Malturian. Prater había sido un periodista aventurero en su juventud,
pero ahora prefería permanecer en el diario, renunciando a los viajes;
El silencio de la espera duró diez minutos. Los espectadores pidieron
había descubierto que en las intrigas internas de un periódico se
una respuesta a los asistentes del mago, que prefirieron alejarse del
desarrollan aventuras que prescinden de escenarios exóticos, pero
lugar antes de que llegara la policía. La multitud se fue desgranando
que son un símbolo más depurado de la experiencia humana. Aceptó
de a poco; cada uno que se iba le daba una última mirada al río
que Reinz viajara, quizá porque se reconocía en la ciega
vacío.
determinación del otro, en la fe que ponía en buscar la verdad, como
A la mañana siguiente un buzo, con una escafandra de bronce, se si no fuera un trabajo arduo e incierto, sino el descubrimiento de una
sumergió en las aguas oscuras sin encontrar ni a Malturian ni al baúl. palabra mágica que una vez obtenida quedaba así para siempre.
En los diarios, prolijas necrológicas recordaron la trayectoria del
Réinz viajó; a los dos meses volvió con recortes de diarios, con una
mago, sus giras por el mundo, su expulsión de París por haber
caja llena de fotografías y con una hipótesis.

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“Malturian no es un hombre. Quizás en un principio lo fue, pero ya suben a escena y que empujan a los viejos al depósito de utilería.
no. Es una sociedad internacional de magos suicidas. Cuando uno de Solo Reinz no olvidó. Cuando leyó un pequeño artículo publicado en
ellos muere en uno de sus trucos, otro lo reemplaza. Así perpetuaron Milán sobre la actuación de Malturian, le pidió a Prater que le
en todo el mundo el nombre del mago”.Malturian2 permitiera viajar a Italia. Prater hizo que le entregaran el dinero para
el pasaje y para un mes de comidas y hotel.
La hipótesis de Reinz fue publicada en el diario, pero Malturian, que
desde hacía un tiempo se negaba a salir de su cuarto en el hotel Cuando el plazo venció, llegó a la redacción un cablegrama en el que
Ancona, no respondió a las acusaciones. Solo reapareció cuando se Reinz anunciaba que seguiría la investigación por sus medios. En el
incendió el teatro Gloria. año siguiente, Prater comenzó a recibir las pruebas reunidas por
Reinz: notas en distintos idiomas, declaraciones de testigos, fotos en
El fuego comenzó en la sala de máquinas y se extendió a las butacas. las que Malturian aparecía demasiado delgado, o gordo, o con
Los bomberos no podían entrar por temor a un derrumbe. Malturian, aspecto de árabe… En una fotografía tomada a la salida de un teatro
con su capa y su bastón, llegó hasta el cerco de los bomberos y trató su silueta parecía la de una mujer. Prater publicó todos los artículos
de cruzarlo, pero los policías lo alejaron. Media hora más tarde la de Reinz (y que eran, en esencia, un solo artículo escrito en el
multitud lo vio, asomado a una ventana del teatro. Los bomberos recurrente idioma de la obsesión). Si Prater publicó ese material, fue
acercaron una lona y le pidieron que saltara. Malturian mostró una porque sabía que Reinz necesitaba el dinero, pero en realidad al
galera, sacó de ella tres conejos y los dejó caer sobre la lona. El público habían dejado de interesarle hacía mucho tiempo las hazañas
humo rodeó al mago. Unos minutos después el frente del teatro se de Malturian. Después la correspondencia se interrumpió.
derrumbó.
Cada tanto algún colega se acercaba al escritorio de Prater a
Los diarios comentaron con brevedad, cautela y verbos preguntar si tenía noticias de Reinz. El jefe de redacción respondía
condicionales la muerte de Malturian. Entre las cenizas se encontró que había encontrado otro trabajo y que había abandonado hacía
un cuerpo irreconocible. mucho la investigación. No le dijo a nadie que estaba seguro de que
En los días siguientes no se habló de otra cosa que de la nueva la investigación, llegaran o no informes, proseguía.
muerte del mago, y corrían las apuestas sobre su desaparición Pasó casi un año hasta que llegó al diario un nuevo envío. Era un
definitiva o su regreso triunfal. A la semana, otros temas ocupaban la sobre sin remitente; adentro solo había un aviso de un diario editado
imaginación de la gente, porque siempre hay nuevos personajes que en alguna ciudad norteamericana. Malturian asomaba la cabeza de

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un barril, junto a las cataratas del Niágara. Prater leyó con dificultad
el texto, saturado de adjetivos (“sorprendente”, “aterrador”,
“vertiginoso”) y precisiones sobre la altura del salto y la velocidad
de la caída. Aunque en la foto la cara de Malturian era borrosa,
Prater adivinó en su expresión de inútil desafío los rasgos de Reinz.

Actividades
1. Según la historia, ¿qué circunstancias obligaban a Malturian a
arriesgar la vida?
2. ¿Qué teoría tenía Reinz sobre el verdadero secreto de Malturian?
¿Qué pistas le permitían afirmarlo?
3. ¿Por qué crees que Reinz se obsesionó con resolver el caso? ¿Cuál fue
su destino?
4. ¿Cómo clasificarías a este relato? ¿Por qué?
5. Elabora un final donde expliques el qué sucedió con Reinz y su
investigación.

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MARIONETAS S.A. Doblaron la esquina.

-De veras, Braling, odio tener que decírtelo, pero has tenido mucha
Ray Bradbury
paciencia con ella. Tu matrimonio ha sido terrible.

-Yo no diría eso.


Caminaban lentamente por la calle, a eso de las diez de la noche,
hablando con tranquilidad. No tenían más de treinta y cinco años. -Nadie ignora cómo consiguió casarse contigo. Allá, en 1979,
Estaban muy serios. cuando ibas a salir para Río.

-Pero ¿por qué tan temprano? -dijo Smith. -Querido Río. Tantos proyectos y nunca llegué a ir.

-Porque sí -dijo Braling. -Y cómo ella se desgarró la ropa, y se desordenó el cabello, y te


amenazó con llamar a la policía si no te casabas con ella.
-Tu primera salida en todos estos años y te vuelves a casa a las diez.
-Siempre fue un poco nerviosa, Smith, entiéndelo.
-Nervios, supongo.
-Había algo más. Tú no la querías. Se lo dijiste, ¿no es así?
-Me pregunto cómo te las habrás ingeniado. Durante diez años he
tratado de sacarte a beber una copa. Y hoy, la primera noche, quieres -En eso siempre fui muy firme.
volver en seguida.
-Pero sin embargo te casaste.
-No tengo que abusar de mi suerte -dijo Braling.
-Tenía que pensar en mi empleo, y también en mi madre, y en mi
-Pero, ¿qué has hecho? ¿Le has dado un somnífero a tu mujer? padre. Una cosa así hubiese terminado con ellos.

-No. Eso sería inmoral. Ya verás. -Y han pasado diez años.

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-Sí -dijo Braling, mirándolo serenamente con sus ojos grises-. Pero parece como si en este último mes se hubiese puesto todavía peor.
creo que todo va a cambiar. Mira. Me pregunto si no será una simple.

Braling sacó un largo billete azul. -Ah, Smith, siempre el mismo conservador. Bueno, llegamos a mi
casa. ¿Quieres conocer mi secreto? ¿Cómo pude salir esta noche?
-¡Cómo! ¡Un billete para Río! ¡El cohete del jueves!
-Me gustaría saberlo.
-Sí, al fin voy a hacer mi viaje.
-Mira allá arriba -dijo Braling.
-¡Es maravilloso! Te lo mereces de veras. Pero, ¿y tu mujer, no se
opondrá? ¿No te hará una escena? Los dos hombres se quedaron mirando el aire oscuro. En una
ventana del segundo piso apareció una sombra. Un hombre de treinta
Braling sonrió nerviosamente. y cinco años, de sienes canosas, ojos tristes y grises y bigote
minúsculo se asomó y miró hacia abajo.
-No sabe que me voy. Volveré de Río de Janeiro dentro de un mes y
nadie habrá notado mi ausencia, excepto tú. -Pero, cómo, ¡eres tú! -gritó Smith.

Smith suspiró. -¡Chist! ¡No tan alto!

-Me gustaría ir contigo. Braling agitó una mano. El hombre respondió con un ademán y
desapareció.
-Pobre Smith, tu matrimonio no ha sido precisamente un lecho de
rosas, ¿eh? -Me he vuelto loco -dijo Smith.

-No, exactamente. Casado con una mujer que todo lo exagera. Es -Espera un momento.
decir, después de diez años de matrimonio, ya no esperas que tu
mujer se te siente en las rodillas dos horas todas las noches; ni que te Los hombres esperaron. Se abrió la puerta de calle y el alto caballero
llame al trabajo doce veces al día, ni que te hable en media lengua. Y de los finos bigotes y los ojos tristes salió cortésmente a recibirlos.

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-Hola, Braling -dijo. Braling Dos movió los dedos como un prestidigitador y sacó una
tarjeta blanca. MARIONETAS, SOCIEDAD ANÓNIMA
-Hola, Braling -dijo Braling.
Nuevos Modelos de Humanoides Elásticos, De funcionamiento
Eran idénticos. Smith abría los ojos. garantizado, Desde 7.600 a 15.000 dólares, Todo de litio.

-¿Es tu hermano gemelo? No sabía que… -No -dijo Smith.

-No, no -dijo Braling serenamente-. Inclínate. Pon el oído en el -Sí -dijo Braling.
pecho de Braling Dos. Smith titubeó un instante y al fin se inclinó y
apoyó la cabeza en las impasibles costillas. Tic-tic-tic-tic-tic-tic-tic- -Claro que sí -dijo Braling Dos.
tic.
-¿Desde cuándo lo tienes?
-¡Oh, no! ¡No puede ser!
-Desde hace un mes. Lo guardo en el sótano, en el cajón de las
-Es. herramientas. Mi mujer nunca baja, y sólo yo tengo la llave del
cajón. Esta noche dije que salía a comprar unos cigarros. Bajé al
-Déjame escuchar de nuevo. Tlc-tic-tic-tic-tic-tic-tic-tic. Smith dio sótano, saqué a Braling Dos de su encierro, y lo mandé arriba, para
un paso atrás y parpadeó, asombrado. Extendió una mano y tocó los que acompañara a mi mujer, mientras yo iba a verte, Smith.
brazos tibios y las mejillas del muñeco.
-¡Maravilloso! ¡Hasta huele como tú! ¡Perfume de Bond Street y
-¿Dónde lo conseguiste? tabaco Melachrinos!

-¿No está bien hecho? -Quizás me preocupe por minucias, pero creo que me comporto
correctamente. Al fin y al cabo mi mujer me necesita a mí. Y esta
-Es increíble. ¿Dónde? marioneta es igual a mí, hasta el último detalle. He estado en casa
toda la noche. Estaré en casa con ella todo el mes próximo. Mientras
-Dale al señor tu tarjeta, Braling Dos.

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tanto otro caballero paseará al fin por Río. Diez años esperando ese deja salir ni una hora. Yo también la quiero mucho, pero recuerda el
viaje. Y cuando yo vuelva de Río, Braling Dos volverá a su cajón. viejo poema: «El amor volará si lo dejas; el amor volará si lo atas.»
Smith reflexionó un minuto o dos. Sólo deseo que ella afloje un poco su abrazo.

-¿Y seguirá marchando solo durante todo ese mes? -preguntó al fin. -Tienes suerte, después de todo. Tu mujer te quiere. La mía me odia.
No es tan sencillo.
-Y durante seis meses, si fuese necesario. Puede hacer cualquier cosa
-comer, dormir, transpirar cualquier cosa, y de un modo totalmente -Oh, Nettie me quiere locamente. Mi tarea consistirá en que me
natural. Cuidarás muy bien a mi mujer, ¿no es cierto, Braling Dos? quiera cómodamente.

-Su mujer es encantadora -dijo Braling Dos-. Estoy tomándole -Buena suerte, Smith. No dejes de venir mientras estoy en Río. Mi
cariño. Smith se estremeció. mujer se extrañará si desaparecieras de pronto. Tienes que tratar a
Braling Dos, aquí presente, lo mismo que a mí.
-¿Y desde cuándo funciona Marionetas, S. A.?
-Tienes razón. Adiós. Y gracias.
-Secretamente, desde hace dos años.
Smith se fue, sonriendo, calle abajo. Braling y Braling Dos se
-Podría yo… quiero decir, sería posible… -Smith tomó a su amigo encaminaron hacia la casa. Ya en el ómnibus, Smith examinó la
por el codo-. ¿Me dirías dónde puedo conseguir un robot, una tarjeta silbando suavemente. Se ruega al señor cliente que no hable
marioneta, para mí? Me darás la dirección, ¿no es cierto? de su compra. Aunque ha sido presentado al Congreso un proyecto
para legalizar Marionetas, S. A., la ley pena aún el uso de los robots.
-Aquí la tienes.
-Bueno -dijo Smith.
Smith tomó la tarjeta y la hizo girar entre los dedos.
Se le sacará al cliente un molde del cuerpo y una muestra del color
-Gracias -dijo-. No sabes lo que esto significa. Un pequeño respiro. de los ojos, labios, cabellos, piel, etc. El cliente deberá esperar dos
Una noche, una vez al mes… Mi mujer me quiere tanto que no me meses a que su modelo esté terminado. No es tanto, pensó Smith. De

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aquí a dos meses mis costillas podrán descansar al fin de los Los ojos se le llenaron de lágrimas. Sintió de pronto deseos de
apretujones diarios. De aquí a dos meses mi mano se curará de esta besarla, de confesarle su amor, de hacer pedazos la tarjeta, de
presión incesante. De aquí a dos meses mi aplastado labio inferior olvidarse de todo el asunto. Pero al adelantarse hacia Nettie sintió
recobrará su tamaño normal. No quiero parecer ingrato, pero… que la mano le dolía y que las costillas se le quejaban. Se detuvo,
Smith dio vuelta la tarjeta. Marionetas, S. A. funciona desde hace con ojos desolados, y volvió la cabeza. Salió de la alcoba y atravesó
dos años. Se enorgullece de poseer una larga lista de satisfechos las habitaciones oscuras. Entró canturreando en la biblioteca, abrió
clientes. Nuestro lema es «Nada de ataduras.» Dirección: 43 South uno de los cajones del escritorio, y sacó la libreta de cheques.
Wesley.
-Sólo ocho mil dólares -dijo-. No más. -Se detuvo-. Un momento.
El ómnibus se detuvo. Smith descendió, y caminó hasta su casa Hojeó febrilmente la libreta.
diciéndose a sí mismo: Nettie y yo tenemos quince mil dólares en el
banco. Podría sacar unos ocho mil con la excusa de un negocio. La -¡Pero cómo! -gritó-. ¡Faltan diez mil dólares! -Se incorporó de un
marioneta me devolverá el dinero, y con intereses. Nettie nunca lo salto-. ¡Sólo quedan cinco mil!
sabrá.
¿Qué ha hecho Nettie? ¿Qué ha hecho con ese dinero? ¿Más
Abrió la puerta de su casa y poco después entraba en el dormitorio. sombreros, más vestidos, más perfumes? ¡Ya sé! ¡Ha comprado
Allí estaba Nettie, pálida, gorda, y serenamente dormida. aquella casita a orillas del Hudson de la que ha estado hablando
durante tantos meses! Se precipitó hacia el dormitorio,
-Querida Nettie. -Al ver en la semioscuridad ese rostro inocente, virtuosamente indignado. ¿Qué era eso de disponer así del dinero?
Smith se sintió aplastado, casi, por los remordimientos-. Si Se inclinó sobre su mujer.
estuvieses despierta me asfixiarías con tus besos y me hablarías al
oído. Me haces sentir, realmente, como un criminal. Has sido una -¡Nettie! -gritó-. ¡Nettie, despierta!
esposa tan cariñosa y tan buena. A veces me cuesta creer que te
hayas casado conmigo, y no con Bud Chapman, aquel que tanto te Nettie no se movió.
gustaba. Y en este último mes has estado todavía más enamorada
que antes. -¡Qué has hecho con mi dinero! -rugió Smith.

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Nettie se agitó, ligeramente. La luz de la calle brillaba en sus -Precisamente quería hablarle de eso -dijo el otro Braling mientras
hermosas mejillas. A Nettie le pasaba algo. El corazón de Smith latía entraban en la casa- . El sótano. No me gusta. No me gusta ese
con violencia. Se le secó la boca. Se estremeció. Se le aflojaron las cajón.
rodillas.
-Trataré de hacerlo un poco más cómodo.
-¡Nettie, Nettie! -dijo-. ¿Qué has hecho con mi dinero?
-Las marionetas están hechas para andar, no para quedarse quietas.
Y en seguida, esa idea horrible. Y luego el terror y la soledad. Y ¿Le gustaría pasarse las horas metido en un cajón?
luego el infierno, y la desilusión. Smith se inclinó hacia ella, más y
más, hasta que su oreja febril descansó, firmemente, -Bueno…
irrevocablemente, sobre el pecho redondo y rosado.
-No le gustaría nada. Sigo funcionando. No hay modo de pararme.
-¡Nettie! -gritó. Estoy perfectamente vivo y tengo sentimientos.

Tic-tic-tic-tic-tic-tic-tic-tic-tic-tic-tic-tic-tic-tic. -Esta vez sólo será por unos días. Saldré para Río y entonces podrás
salir del cajón. Podrás vivir arriba. Braling Dos se mostró irritado.
Mientras Smith se alejaba por la avenida, internándose en la noche,
Braling y Braling. Los dos se volvieron hacia la puerta de la casa. -Y cuando usted regrese de sus vacaciones, volveré al cajón.

-Me alegra que él también pueda ser feliz -dijo Braling. -No me dijeron que iba a vérmelas con un modelo difícil.

-Sí -dijo Braling Dos distraídamente. -Nos conocen poco -dijo Braling Dos-. Somos muy nuevos. Y
sensitivos. No me gusta nada imaginarlo al sol, riéndose, mientras yo
-Bueno, ha llegado la hora del cajón, Braling Dos. me quedo aquí pasando frío.

-Pero he deseado ese viaje toda mi vida -dijo Braling serenamente.

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Cerró los ojos y vio el mar y las montañas y las arenas amarillas. El Y he pensado en su esposa y… creo que podríamos ser muy felices,
ruido de las olas le acunaba la mente. El sol le acariciaba los los dos, yo y ella.
hombros desnudos. El vino era magnífico.
-M-m-muy bien. -Braling caminó haciéndose el distraído hacia la
-Yo nunca podré ir a Río -dijo el otro-. ¿Ha pensado en eso? puerta del sótano-.

-No, yo… Espera un momento, ¿quieres? tengo que llamar por teléfono.
Braling Dos frunció el ceño.
-Y algo más. Su esposa.
-¿A quién?
-¿Qué pasa con ella? -preguntó Braling alejándose hacia la puerta
del sótano. -Nada importante.

-La aprecio mucho. -¿A Marionetas, Sociedad Anónima? ¿Para decirles que vengan a
buscarme?
Braling se pasó nerviosamente la lengua por los labios.
-No, no… ¡Nada de eso!
-Me alegra que te guste.
Braling corrió hacia la puerta. Unas manos de hierro lo tomaron por
-Parece que usted no me entiende. Creo que… estoy enamorado de los brazos.
ella.
-¡No se escape!
Braling dio un paso adelante y se detuvo.
-¡Suéltame!
-¿Estás qué?
-No.
-Y he estado pensando -dijo Braling Dos- qué hermoso sería ir a Río,
y yo que nunca podré ir… -¿Te aconsejo mi mujer hacer esto?

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-No. -Cómo… No lo hacías desde hace años -murmuró.

-¿Sospechó algo? ¿Habló contigo? ¿Está enterada? -Ya arreglaremos eso -dijo alguien.

Braling se puso a gritar. Una mano le tapó la boca.

-No lo sabrá nunca, ¿me entiende? No lo sabrá nunca.

Braling se debatió.

-Ella tiene que haber sospechado. ¡Tiene que haber influido en ti!

-Voy a encerrarlo en el cajón. Luego perderé la llave y compraré


otro billete para Río, para su esposa.

-¡Un momento, un momento! ¡Espera! No te apresures. Hablemos


con tranquilidad.

-Adiós, Braling.

Braling se endureció.

-¿Qué quieres decir con «adiós»?

Diez minutos más tarde, la señora Braling abrió los ojos. Se llevó la
mano a la mejilla. Alguien la había besado. Se estremeció y alzó la
vista.

19
AQUÍ YACE EL WUB —¿Cómo va todo? —Consultó el reloj—. Hemos hecho un buen
negocio.
Philip K. Dick
El piloto le miró con cara de pocos amigos.

—¿Cómo explica eso?


Faltaba poco para terminar de cargar. El Optus, de pie, con los
brazos cruzados, fruncía el ceño. El capitán Franco bajó despacio —¿Qué le pasa? Los necesitamos más que ellos.
por la pasarela y sonrió.
—Nos veremos después, capitán.
—¿Qué ocurre? —le preguntó—. Te pagan por esto.
El piloto subió por la pasarela, y se abrió paso entre las aves
El Optus no dijo nada. Recogió sus túnicas y dio media vuelta. El zancudas marcianas. Franco le vio desaparecer en el interior de la
capitán pisó el borde de la túnica. nave. Iba a seguirle los pasos hacia la portilla cuando lo vio.

—Espera un momento, no te vayas; aún no he terminado. —¡Dios mío!

—¿De veras? —El Optus se giró con dignidad—. Vuelvo a la aldea. Se quedó mirando con las manos en las caderas. Peterson venía por
—Contempló los animales y los pájaros que eran conducidos hacia el sendero, con la cara congestionada, arrastrándolo con una cuerda.
la nave—. He de organizar nuevas cacerías.
—Lo siento, capitán —dijo, manteniendo la cuerda tensa.
Franco encendió un cigarrillo.
Franco avanzó hacia él.
—¿Por qué no? A vosotros os basta con salir a campo abierto y
—¿Qué es eso?
seguir pistas. Pero cuando estemos a mitad de camino entre Marte y
la Tierra... El wub desplomó su enorme cuerpo lentamente. Se sentó con los
ojos entornados. Algunas moscas zumbaban sobre su flanco y las
El Optus se marchó sin contestar. Franco se reunió con el primer
espantó con la cola.
piloto al pie de la pasarela.

20
Se hizo el silencio. —Vamos —masculló Jones tirando de la cuerda.

—Es un wub —explicó Peterson—. Se lo compré a un nativo por El wub se retorcía y rozaba su piel contra las lisas paredes cromadas.
cincuenta centavos. Dijo que era un animal muy raro. Muy Desembocó en la antecámara y cayó pesadamente al suelo. Los
respetado. hombres se levantaron de un salto.

—¿Esto? —Franco aguijoneó el inmenso flanco del wub—. ¡Si es un —¡Santo cielo! —exclamó French—. ¿Qué es eso?
cerdo! ¡Un inmundo cerdo grande!
—Peterson dice que es un wub —respondió Jones—. Es suyo.
—Sí, señor, es un cerdo. Los nativos lo llaman wub.
Le dio una patada al wub, y el animal, jadeante, se puso en pie con
—Un gran cerdo. Debe de pesar unos doscientos kilos. grandes dificultades.

Franco agarró un mechón del hirsuto pelo. El wub jadeó. Abrió sus —¿Y ahora qué le pasa? —dijo French acercándose—. ¿Se va a
ojos pequeños y húmedos, y su gran boca tembló. poner enfermo?

Una lágrima se deslizó por la mejilla del animal y cayó al suelo. Todos lo contemplaban. El wub puso los ojos en blanco y luego miró
a los hombres que le rodeaban.
—Tal vez sea comestible —dijo Peterson, nervioso.
—Quizá tenga sed —aventuró Peterson.
—Pronta lo averiguaremos —respondió Franco.
Fue a buscar agua. French meneó la cabeza.
El wub sobrevivió al despegue, profundamente dormido en el casco
de la nave. Cuando ya estaban en el espacio y todo funcionaba con —Ya entiendo por qué tuvimos tantas dificultades para despegar.
normalidad, el capitán Franco ordenó a sus hombres que subieran al Me vi obligado a revisar todos mis cálculos de lastre.
wub para dilucidar qué clase de animal era.
Peterson volvió con el agua. El wub, agradecido, la lamió a grandes
El wub gruñó y resopló mientras ascendía a duras penas por el lengüetazos y salpicó a la tripulación.
pasaje.

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El capitán Franco apareció en la puerta. Franco se acercó al wub. Dio vueltas a su alrededor y lo examinó
desde todos los ángulos. Luego volvió a reunirse con sus hombres.
—Echémosle un vistazo. —Avanzó con mirada escrutadora—. ¿Lo
compraste por cincuenta centavos? —Tal vez haya un nativo en su interior —reflexionó en voz alta—.
Tal vez deberíamos abrirlo y confirmarlo.
—Sí, señor —dijo Peterson—. Come de todo. Le di cereales y le
gustaron, y después patatas, forraje y las sobras de nuestra comida, y —¡Dios mío! —exclamó el wub—. ¿Sólo saben pensar en matar y
leche. Creo que le gusta comer. Una vez ha llenado el estómago, se trinchar?
echa a dormir.
—¡Salga de ahí! ¡Quienquiera que sea, salga! —gritó Franco con los
—Entiendo. Bien, me gustaría saber cuál es su sabor. Creo que no puños apretados.
conviene alimentarlo tanto, ya está bastante gordo. ¿Dónde está el
cocinero? Que se presente al instante. Quiero averiguar... No se produjo el menor movimiento. Los hombres miraban al wub,
pálidos y procurando mantenerse muy juntos. El wub agitó la cola y
El wub dejó de beber y miró al capitán. eructó.

—Le sugiero, capitán, que hablemos de otros asuntos —dijo el wub. —Perdón —se disculpó.

Un pesado silencio se abatió sobre la habitación. —Creo que no hay nadie dentro —susurró Jones.

—¿Quién dijo eso? —preguntó el capitán Franco. Los hombres se miraron entre sí.

—El wub, señor —dijo Peterson—. Habla. El cocinero entró.

Todos miraron al wub. —¿Me mandó llamar, capitán? ¿Qué es esto?

—¿Qué dijo? ¿Qué dijo? —Es un wub —dijo Franco—. Nos lo comeremos. ¿Por qué no lo
mide y trata de...?
—Sugirió que habláramos de otras cosas.

22
—Antes que nada, deberíamos hablar —interrumpió el wub—. Con —Creo que sí. Quiero decir que así es como nos llaman los nativos,
su permiso, me gustaría discutir este asunto. Veo que no nos aunque tenemos nuestra propia denominación.
ponemos de acuerdo en algunos puntos fundamentales.
—Habla nuestro idioma. ¿Estuvo en contacto con terrícolas
El capitán tardó un rato en contestar. El wub esperó pacientemente y anteriormente?
aprovechó para secarse el agua de las mandíbulas.
—No.
—Vamos a mi despacho —dijo el capitán por fin.
—Entonces. ¿cómo lo hace?
Se giró y salió de la habitación. El wub se levantó y fue tras él. Los
hombres lo siguieron con la mirada y oyeron como subía la escalera. —¿Hablar su idioma? ¿Estoy hablando en su idioma? No soy
consciente de hablar ninguna lengua en particular. Examiné su
—Me gustaría saber cómo terminará todo esto —dijo el cocinero—. mente...
Bien, vuelvo a la cocina. Informadme de cualquier novedad.
—¿Mi mente?
—Claro —dijo Jones—. Claro.
—Estudié los contenidos, en especial el depósito semántico, como
El wub se dejó caer en un rincón con un suspiro. yo lo llamo...

—Le ruego me disculpe, pero me encantan todas las formas de —Entiendo. Telepatía, claro.
descansar. Cuando se es tan grande como yo...
—Somos una raza muy antigua. Muy antigua y voluminosa. Nos
El capitán asintió con un gesto de impaciencia. Tomó asiento ante su cuesta mucho desplazarnos. Como comprenderá, algo tan lento y
escritorio y entrelazó las manos. pesado está a merced de formas más ágiles de vida. Consideramos
que sería inútil basar nuestra supervivencia en la fuerza física.
—Bien, empecemos de una vez. Es usted un wub, si no me Demasiado pesados para correr, demasiado blandos para combatir,
equivoco. demasiado pacífico para cazar por diversión...

—¿Y de qué viven?

23
—Plantas, vegetales, comemos casi de todo. Somos tolerantes, —Lo sé —asintió con la cabeza el wub—. Pero ¿no estaría más de
liberales y eclécticos. Vivimos y dejamos vivir. Por eso hemos acuerdo con sus principios democráticos que lo sorteáramos?
durado tanto. Y por eso me opuse con tanta vehemencia a ser Después de todo, la democracia consiste en proteger a las minorías
introducido en una olla. Vi la imagen en su mente: la mayor parte de de tales abusos. Si cada uno tiene derecho a votar...
mi cuerpo en el congelador, otra en la olla, un pedacito para el gato...
El capitán caminó hacia la puerta.
—¿Así que lee la mente? —interrumpió el capitán—. Muy
interesante. ¿Qué más? Quiero decir, ¿posee alguna otra capacidad —Está loco —rezongó.
semejante?
Abrió la puerta. Abrió la boca.
—Nada importante —respondió el wub distraído, paseando la
Se quedó petrificado, con la boca abierta, la mirada perdida, los
mirada por la habitación—. Un bonito despacho, capitán, muy
dedos aún sujetos al tirador.
limpio. Respeto las formas de vida que aman la pulcritud. Algunas
aves marcianas son muy aseadas: sacan los desperdicios del nido y El wub le miró. Luego salió de la habitación y pasó por delante del
luego barren. capitán. Se alejó por el corredor, absorto en sus pensamientos.
—Fascinante, pero volviendo a lo que hablábamos... La habitación estaba en silencio.
—Desde luego. Usted habló de cocinarme. Según he oído, el sabor —Como verá —dijo el wub— tenemos mitos comunes. Sus mentes
es agradable. Un poco grasos, pero tiernos. Pero ¿cómo lograremos albergan muchos símbolos mitológicos familiares: Ishtar, Ulises...
establecer una relación perdurable entre su pueblo y el mío si
persiste en actitudes tan bárbaras? ¿Comerme? Deberíamos discutir Peterson estaba sentado sin decir nada, con la vista fija en el suelo.
otras cuestiones: filosofía, arte... Se removió en su silla.

—¡Filosofía! —exclamó el capitán poniéndose en pie—. Quizá le —Siga —dijo—. Siga por favor.
interese saber que el próximo mes apenas tendremos nada para
comer, algunas provisiones se han echado a perder... —Su Ulises es una figura común a casi todas las razas
autoconscientes. Desde mi punto de vista, Ulises vaga como un

24
individuo consciente de sí como tal. Es la idea de la separación, la —¿Para qué?
separación de la familia o del país. El proceso de individuación.
—Es una orden.
—Pero Ulises acaba por volver a casa. —Peterson miró por el ojo de
buey las estrellas, las incontables estrellas que brillaban con Peterson se dirigió hacia la puerta. French le cogió del brazo.
intensidad en el universo vacío—. Al final, vuelve a casa.
—¿Qué pasa? —Peterson se soltó con un movimiento brusco—.
—Como lo hacen todas las criaturas. El momento de la separación es ¿Qué os pasa a todos?
un período transitorio, un breve viaje del alma. Tiene un principio y
El capitán Franco avanzó hacia el wub. El wub le miró desde el
un fin. El viajero errante regresa a su país y a su raza...
rincón en donde estaba echado junto a la pared.
La puerta se abrió. El wub se calló y volvió su gran cabeza.
—Es interesante que siga obsesionado con la idea de comerme. Me
El capitán Franco entró en la habitación seguido de sus hombres. pregunto la razón.
Titubearon en el umbral.
—Levántese —ordenó Franco.
—¿Te encuentras bien? —preguntó French.
—Si insiste... —El wub se levantó con un gruñido—. Tenga
—¿Te refieres a mí? —replicó Peterson, sorprendido—. ¿Por qué? paciencia. Me cuesta mucho.

—Ven aquí —ordenó el capitán Franco empuñando una pistola—. Logró ponerse en pie, jadeando y con la lengua fuera.
Levántate y acércate.
—Mátelo ya —dijo French.
Hubo un silencio.
—¡Por el amor de Dios! —exclamó Peterson.
—Adelante —dijo el wub—. No importa.
Jones se giró hacia él con los ojos llenos de miedo.
Peterson se puso en pie.

25
—Tú no le viste... como una estatua con la boca abierta. Aún Franco se volvió hacia los tripulantes, apiñados a su espalda,
seguiría allí si no hubiéramos bajado. silenciosos y con los ojos abiertos de par en par.

—¿Quién? ¿El capitán? —preguntó Peterson— Pero si ya está bien. —Yo lo haré. Pueden mirar, si quieren.

Todos miraban al wub, parado en mitad de la habitación. Respiraba —Trate de darle en el cerebro —aprobó French—. No es comestible.
entrecortadamente. No tire al pecho. Si la caja torácica revienta, tendremos que ir
sacando los huesos.
—Vamos —dijo Franco—. Apártense.
—Escuchad —dijo Peterson lamiéndose los labios—. ¿Qué ha
Los hombres se apelotonaron en la puerta. hecho? ¿Ha causado algún mal? Os estoy haciendo una pregunta. Y,
además, es mío. No tenéis derecho a matarlo. No es vuestro.
—Tiene miedo. ¿verdad? —habló el wub— ¿Qué le he hecho?. Me
repugna la idea de lastimar a alguien. Sólo he intentado protegerme. Franco levantó la pistola.
¿Esperaba que me precipitara alegremente hacia mi muerte? Soy un
ser tan sensible como ustedes. Tenía curiosidad por ver su nave, por —Yo me voy —dijo Jones, pálido y descompuesto—. No quiero
saber algo más sobre sus costumbres. Le sugerí al nativo... verlo.

La pistola osciló. —Yo también —le imitó French.

—¿Ven? —dijo Franco—. Ya me lo pensaba. Ambos salieron tropezando y murmurando. Peterson permaneció
junto a la puerta.
El wub se tiró al suelo, tembloroso. Estiró las patas y enrolló la cola.
—Me hablaba de los mitos —musitó—. Es incapaz de hacerle daño
—Hace mucho calor —dijo—. Debemos estar cerca de los motores. a nadie.
Energía atómica. Desde un punto de vista técnico han logrado cosas
maravillosas, pero sus científicos no están preparados para resolver Se marchó.
problemas morales, éticos...
Franco se acercó al wub. Éste levantó los ojos y tragó saliva.

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—Qué locura —dijo—. Lamento que desee hacerlo. Recuerdo una —¿Qué les ocurre a todos? —preguntó el capitán a Peterson.
parábola de su Salvador...
Éste permanecía sentado con la vista fija en el plato, en las patatas,
Se interrumpió y fijó la vista en la pistola. en los guisantes y en el trozo de carne humeante y tierna.

—¿Será capaz de mirarme a los ojos cuando lo haga? ¿Será capaz? Abrió la boca, pero no emitió ningún sonido.

—Desde luego. Allá en la granja teníamos cerdos, apestosos El capitán apoyó la mano en el hombro de Peterson.
jabalíes. Claro que seré capaz.
—Ahora es tan sólo materia orgánica. La esencia vital ha
Sin apartar la mirada de los ojos húmedos y brillantes del wub, desaparecido. —Mojó un trozo de pan en la salsa—. Me gusta
apretó el gatillo. comer. Es uno de los grandes placeres de la vida. Comer, descansar,
meditar, discutir de algunas cosas.
El sabor era excelente.
Peterson asintió con un gesto. Otros dos hombres se levantaron y se
Estaban sentados con semblante de tristeza alrededor de la mesa; marcharon. El capitán bebió agua y suspiró.
algunos apenas comían. El único que parecía disfrutar del plato era
el capitán Franco. —Bien, he de admitir que es una comida muy agradable. Todo lo
que me habían dicho acerca del... sabor del wub era cierto.
—¿Más? —preguntó—. ¿Más? ¿Un poco más de vino? Exquisito. Aunque me advirtieron, hace tiempo, que no lo hiciera
nunca.
—Yo no —respondió French—. Vuelvo a la sala de control.
Se secó los labios con la servilleta y se recostó en la silla. Peterson
—Yo tampoco. —Jones se puso en pie y empujó la silla hacia
miraba la mesa con expresión de tristeza.
atrás—. Nos veremos más tarde.
El capitán le observó atentamente. Luego se inclinó hacia adelante.
El capitán les vio marcharse. Algunos de los que quedaban también
se excusaron. —Vamos, vamos, anímese. Hablemos de cualquier cosa.

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Sonrió.

—Como decía antes de que me interrumpieran, el papel de Ulises en


los mitos...

Peterson se levantó de un salto con los ojos bien abiertos.

—Como iba diciendo, Ulises, desde mi punto de vista...

FIN

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