Você está na página 1de 7

El proceso constitucional, conocido y desarrollado comúnmente como el

“debido proceso adjetivo” necesariamente contiene y necesita a la garantía


del Juez Natural, así lo ha establecido desde antaño la CSJN al decir que el
debido proceso implica “la observancia de formas sustanciales del juicio
relativas a la acusación, defensa, prueba y sentencia dictada por los jueces
naturales” (Fallos 125:10; 127:36; 189: 34); razón por la que cabe concluir
que no cualquier proceso, por mas que se apoye en ley formal, se transforme
por arte de magia en el proceso constitucional. Para ello, deberá ajustarse a
las normas injertas dentro de la Constitución Nacional, y hoy en día como
complementarias de aquellas, a las que versen también sobre tratados de
derechos humanos establecidos expresamente en el art.75 inc. 22 2º párrafo y
las que se incorporen mediante el mecanismo que se establece en el párrafo
siguiente del artículo mencionado.
La primer cuestión, huelga discutirse mucho más y con solo remitirse al texto
es suficiente para que ello se vea demostrado, aunque a partir de 1994 el art.
8.1 de la Convención Americana sobre los Derechos Humanos y el art. 26 2º
párrafo de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre
no solo reproducen lo que ya decía la constitución histórica, sino que también
aluden a la necesidad de tribunales establecidos conforme a leyes
preexistentes y extiende ya ahora expresamente a la aplicación de la garantía
a otros juicios que no sean de la órbita penal. Sin embargo respecto a la
segunda cuestión, es necesario ilustrar el porque sostenemos que dicha
garantía efectivamente desde los albores de nuestra organización institucional
no ha variado el significado que le cabe asignar. En este sentido uno de las
producciones emblemáticas de la Corte es el fallo “Grisolía, Francisco M.”
(Fallos 234:482) resuelto el 23/04/1956 donde el Máximo Tribunal en pocos
párrafos remite a la opinión vertida por el Procurador General, pasando a ser
desde ese momento el caso predilecto del Tribunal a mencionar ante nuevos
planteos que se le presenten en torno a su interpretación. Allí en el tercer
párrafo del dictamen se hace alusión a que la intervención de nuevos jueces
en las causas pendientes no afectaba la garantía del Juez Natural, esto por
supuesto, en el marco de modificaciones legales a las normas sobre
competencia y jurisdicción. Además, el caso Grisolía a ciencia cierta, tampoco
viene a realizar una interpretación constitucional novedosa o que cambie el
paradigma sobre la garantía del Juez Natural, sino que mas bien lo que hace,
es sistematizar y ordenar la doctrina emanada de pronunciamientos anteriores
del Tribunal. Por ello, el mentado tercer párrafo hace hincapié en la
inveterada doctrina del Tribunal, descartando que el caso sometido apareje
novedad alguna, haciendo alusión al caso “Chumbita, Severo” (Fallos 17:22)
del 4/11/1875 donde la CSJN dijo: “Que el objeto del artículo dieciocho de la
Constitución ha sido proscribir las leyes "ex post facto", y los juicios por
comisiones nombradas especialmente para el caso, sacando al acusado de la
jurisdicción permanente de los jueces naturales, para someterlo a tribunales o
jueces accidentales o de circunstancias; que estas garantías indispensables
para la seguridad individual no sufren menoscabo alguno, cuando a
consecuencia de reformas introducidas por la ley en la administración de la
justicia criminal, ocurre alguna alteración en las jurisdicciones establecidas,
atribuyendo a nuevos tribunales permanentes, cierto género de causas de que
antes conocían otros que se suprimen a cuyas atribuciones restringen; que la
3 interpretación contraria serviría muchas veces de obstáculo a toda mejora
en esta materia, obligando a conservar magistraturas o jurisdicciones dignas
de supresión o de reformas”. A resumidas cuentas de lo reseñado, puede
decirse que la doctrina constitucional no veda que leyes posteriores a los
hechos a juzgar efectúen modificaciones de la jurisdicción, por cuanto en el
caso de Chumbita se habían creado los tribunales de la Provincia de La Rioja,
los cuales habrían de juzgar el caso en desmedro de los federales, mientras
que en Grisolía lo que había sucedido era la derogación de los tribunales
policiales (creados como fueros de causa -similares a los militares- por la
abrogada Constitución de 1949) volviendo en consecuencia, el juzgamiento de
aquellos casos a la justicia penal ordinaria. Lo que es menester remarcar es
que para desobedecer la literalidad del texto, que permitiría al justiciable
conocer cuál será el Juez que ha de entender en su causa, se acude por una
parte a una interpretación originalista y sistemática del mismo. Originalista
porque implica de corriente acudir a los fundamentos o pensamientos de los
fundadores de la norma en cuestión para así poder extraer si se quiere, su
esencia más pura.
Lo dicho se pone de resalto en los párrafos séptimo, octavo y noveno de la
opinión del Procurador, donde se deja expresamente asentado que el fin de la
norma, callado si se quiere por el constituyente, es asegurar a los habitantes
una justicia imparcial. Entonces, lo que sucede en concreto es que a
diferencia de lo dicho por la norma, que solo viene a constituir un medio para
lograr el fin, si se puede sacar al justiciable de los jueces designados por ley
antes del hecho de la causa, en la medida en que el fin se continúe
asegurando, que no es otro que la imparcialidad del tribunal. La riqueza del
fallo no se agota en lo dicho, sino que a su vez menciona los requisitos que
debe tener esa sustitución del tribunal por otro a posteriori del hecho
generador del litigio. Los requisitos que se han exigido entonces
inveteradamente, es que: primero dicha modificación sea por ley formal,
segundo que los tribunales a los que se atribuya la nueva jurisdicción en los
casos sean de manera general, o sea que también posean 4 jurisdicción en
otros casos similares que se ventilen, y por último estables y permanentes,
esto vinculado con la característica que otorga la CN al Poder Judicial, porque
sino gozaran de dichos privilegios, no serían estrictamente en palabras de la
Constitución, jueces. Caso contrario se estaría creando una comisión especial
de modo solapado, cosa que sí está fuera de discusión y que se adapta de
modo literal a lo que veda expresamente el artículo 18 palabras antes. Tal
situación puede darse por resumida en que tampoco es la persona como juez
la dotada de jurisdicción, que la jurisdicción está en el órgano en sí, o sea, no
es la persona la que juzga sino, metafóricamente el sillón que ocupa el que se
avocará al caso; dicha construcción permite salir al paso también sobre
cuestiones como vacancias, renuncias o la muerte misma del juez designado
antes del hecho de la causa, evitando así consagrar la injusticia ocasionada
por la impunidad que vendría a dar la lectura estrictamente literal de la
norma, contraviniendo como estableciera el dictamen el propósito preambular
de “afianzar la justicia”.
(Videla) cuestiones vinculadas a delitos cometidos durante la llamada “guerra
sucia” y los recurrentes alegaban por su condición de militares, ya sean
activos o retirados, que debían ser juzgados por el fuero militar (Consejo
Supremo de la Fuerzas Armadas) y no por la justicia civil federal. De este
modo descartaban en concreto la aplicación del art. 9º párrafo 1º de la
Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, que es
bueno recordar, fue 5 incorporada mediante el mecanismo previsto en el 3º
párrafo del art. 75 inc. 22 de la CN mediante Ley nº 24.820 del año 1997,
razón por la cual goza de jerarquía constitucional. Sin perjuicio de la
normativa que explícitamente pasaba a reducir la jurisdicción de tribunales
especiales en el marco de los hechos materia de la convención, la Corte no
dejo de reiterar su doctrina sobre el tópico, haciendo expresa remisión al
mentado caso Grisolía. Si bien algunos de los votos lo mantuvieron como
“holding”, otros pasaron a dar la solución concreta del caso en función de la
normativa internacional ratificada por nuestro país y su inmediata aplicación,
so pena de incurrir en la llamada “responsabilidad internacional”.
(Llerena) En lo que aquí interesa, basta detallar que la defensora oficial de
Horacio Luis Llerena, al ser citadas las partes al debate, recusó a la jueza
correccional que, a más de haber actuado como órgano instructor del
procedimiento instaurado en contra de su defendido y, por consiguiente, haber
dictado resoluciones incriminantes en detrimento del acusado[8], habría de
entender también en el juicio subsiguiente. Si bien la jueza aceptó la
recusación, la Cámara Nacional de Casación Penal (en adelante, CNCP)
decidió no convalidar ese apartamiento. De esta manera, ese tribunal refrendó
la decisión de otro juez correccional que no había aceptado, en el marco del
proceso bajo estudio, la competencia que le atribuyera la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Criminal y Correccional, puesto que ese juez se había
amparado en el hecho de que la recusación de su colega no encuadraba en
supuesto alguno de los previstos por el art. 55 del CPPN. Frente a esta
decisión, la defensa interpuso recurso extraordinario federal que, al ser
denegado por la CNCP con el argumento de que su sentencia no era
definitiva, originó el recurso de queja que ameritó la intervención directa de la
CSJN.
En su presentación ante la CSJN, la defensora de Horacio Luis Llerena fundó
su planteo en el temor o sospecha de parcialidad de la jueza recusada, puesto
que, en contravención con el principio acusatorio (formal) de división de
funciones, la jueza interviniente había ejercido actividades instructorias que
pudieron haber afectado objetivamente su ajenidad con el caso. De manera
subsidiaria, la defensora solicitó que se declare la inconstitucionalidad del
segundo párrafo del art. 88 de la ley n° 24.121 el cual, tal como fuera
expuesto en el primer apartado de este comentario, había suprimido el
originario inciso 1, del art. 55 del CPPN (cf. ley n° 23.984). La cláusula
editada preveía expresamente, según la recurrente, la causal invocada en su
recusación.
La imparcialidad del juez frente al caso, en un sentido genérico, indica la
búsqueda de objetividad de la actividad jurisdiccional, esto es, el apego
estricto a la ley para posibilitar la realización de un juicio justo. En
consecuencia, de acuerdo con Bovino, "la garantía de la imparcialidad" (frente
al caso concreto) "es el verdadero fundamento de los principios del juez
natural e independencia judicial, que resultan instrumentales respecto de
aquella"[9]. Ahora bien, en el caso que comento, la definición proporcionada
por la CSJN de la garantía en juego tuvo en cuenta el resguardo del aspecto
objetivo de la pretendida imparcialidad del juzgador[10]. En efecto, si bien se
afirmó que la imparcialidad consiste en la ausencia de prejuicios o intereses
del juzgador frente al caso que debe decidir (tanto en relación con las partes
como con la materia), el enfoque que definirá el rumbo del pronunciamiento
de la CSJN será aquel que intente amparar al justiciable cuando éste pueda
temer o sospechar la parcialidad del juez por hechos objetivos del
procedimiento[11] (test objetivo[12]). Al describir los "hechos objetivos del
procedimiento", tarea en la que se embarcará el máximo tribunal federal, no
corresponderá cuestionar la personalidad, la honorabilidad o la labor
particular del magistrado recusado, razón por la cual se descartará toda
consideración atinente a las actitudes o intereses particulares del juzgador
con el resultado del pleito (test subjetivo[13]).
Desde este punto de vista, resulta claro que "el temor o sospecha de
parcialidad es un vicio objetivo del procedimiento" y "no una (…) cualidad
subjetiva o personal del juez"[14]. La afirmación precedente me lleva a
destacar aquello que ya había sido pregonado con suma claridad por Maier,
esto es, que la exigencia de imparcialidad frente al caso concreto expresa una
garantía del justiciable y, por ello, "es preciso no confundir el atributo y su
portador: no se trata aquí de reglas de los jueces (esto es, de privilegios en su
favor)"[15]. Consecuentemente, tal como ocurre en el caso que analizo, sólo a
favor del justiciable puede esgrimirse ese temor o sospecha de
parcialidad[16], a fin de que pueda asegurársele al imputado plena igualdad
frente al acusador que le permita a aquel expresarse libremente y con justicia
frente a la acusación que se formula en su contra[17]. En este sentido, el
instituto procesal que ha de utilizarse para lograr la ansiada imparcialidad del
juzgador lo constituye la exclusión del juez que no garantiza suficientemente
la objetividad de su criterio frente al acusado[18].
Como complemento de la tesis esbozada, basta afirmar, tal como lo hace el
voto mayoritario de la CSJN de modo contundente, que "si para la acusación
esta recusabilidad tiene que estar vinculada a motivos previstos en la ley, debe
ser tan libre como sea posible para el imputado"[19]. En cuanto al fundamento
de esta distinción, Maier resume las consideraciones preliminares sobre el
punto al afirmar que "(c)ualquiera que sea la proximidad al ideal de la
imparcialidad del catálogo de las llamadas causales de exclusión que las leyes
enumeran (…) todos los casos genéricos o motivos de exclusión de jueces se
encuentran referidos a la misma razón genérica o se miden según ella para
establecer su acierto o desacierto. Esa razón genérica es el temor o sospecha
de parcialidad en el juez investido para juzgar"[20]. De modo preliminar,
destacaré que si bien las causales de recusación son de "interpretación
restrictiva", esta exigencia no puede ser entendida como un cercenamiento
del derecho a un tribunal imparcial, "pues ello sería poner a la ley por encima
de la Constitución"[21]. De esta manera, el voto del juez Petracchi advierte
sobre el riesgo de convertir a las causales de recusación expresadas en el
CPPN en "meras fórmulas vacías e incapaces de subsanar lesiones evidentes
al debido proceso"[22] si no se permite su intelección por parte del intérprete,
más allá de los términos precisos de la redacción legal.

("Llerena".)
a. Admisibilidad del recurso de queja en función del recurso extraordinario
federal denegado.
En un primer momento, corresponde analizar la decisión de los jueces de la
CSJN de considerar a la sentencia dictada por la CNCP como "equiparable a
definitiva"[23], según el requisito de admisibilidad prescripto legalmente para
proceder a la revisión federal extraordinaria[24]. Tal como lo expone
Sancinetti, el punto bajo análisis expresa la tensión existente entre dos valores
en pugna: "restringir la intervención de la Corte Suprema a los casos para los
que está especialmente diseñada versus dejar de lado el presupuesto de la
sentencia definitiva si existe una especial razón de orden público para
proceder de ese modo"[25]. Siguiendo al autor citado, la Corte sólo debería
inclinarse por la segunda posibilidad cuando "haya querido decidir, de una vez
y para siempre, que las funciones de instrucción y juzgamiento deben estar
separadas"[26]; situación de excepción que la mayoría de la Corte ha
enfrentado sin cortapisas en el caso que comento.
De esta manera, el voto mayoritario afirmó que la resolución impugnada
producía un perjuicio de tardía e insuficiente reparación ulterior puesto que el
cuestionamiento relativo a la imparcialidad objetiva del juzgador, por su
naturaleza, exigía una consideración inmediata a fin de asegurar la eficacia de
la revisión por parte del CSJN[27]. Puesto que el planteo de la defensora
supone que el proceso no progrese ante la jueza sospechada de parcialidad, el
agravio reviste un carácter concreto y actual que tiende a evitar un dispendio
jurisdiccional innecesario, dado que, de resolverse favorablemente el planteo
de la defensa una vez que se haya pronunciado la sentencia definitiva, se
debería realizar un nuevo debate que salde la deficiencia apuntada[28].
Por su parte, el voto del juez Petracchi reconoce la estrecha vinculación
existente entre el instituto procesal de la recusación y el derecho a ser oído
por un juez imparcial, adelantando, así, su opinión favorable a la procedencia
del recurso a fin de tutelar el derecho alegado, en forma inmediata. El
fundamento básico de su decisión se sustenta en el "cariz que ha ido
adquiriendo la jurisprudencia internacional en materia de imparcialidad del
tribunal, en particular, la de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos"[29] que aconsejaría revisar el criterio restrictivo utilizado para
denegar el apartamiento de jueces que, en ejercicio de las funciones que le
son propias, dictasen la sentencia definitiva de la causa. Estas apreciaciones
(jueces Zaffaroni, Highton de Nolasco y Petracchi) parecen coincidir con la
opinión de Sancinetti en el sentido de que hacer caso omiso de un
presupuesto esencial de procedencia del recurso extraordinario federal "sólo
puede tener sentido si, al obrar de modo excepcional, se podrá evitar un
perjuicio considerable, una violación a una garantía cuya reparación ulterior
llegaría demasiado tarde o a costos (procesales o de otra clase) excesivamente
altos"[30].
En idéntico sentido al reseñado se pronunció el juez Maqueda quien hizo
hincapié en el severo cuestionamiento que el recurso manifiesta sobre el
ejercicio imparcial de la administración de justicia, cuestionamiento que
compromete el derecho de defensa del imputado y exige su consideración
inmediata por ser la única oportunidad con la que cuenta la CSJN para
proceder a su adecuada tutela[31]. Por último, el voto de los jueces Belluscio y
Argibay advierte que la cuestión planteada en la causa "excede los límites de
la recusación (…) puesto que se pone en tela de juicio la parcial
constitucionalidad de un sistema de juzgamiento, lo que reviste trascendencia
constitucional por exceder el interés de las partes en pugna"[32].
En cuanto a la existencia de cuestión federal suficiente, la CSJN entendió que
en la causa se cuestionaba el alcance de la garantía de juez imparcial
reconocida, en un primer momento, dentro de los derechos implícitos del art.
33 de la CN y, a su vez, como derivación de las garantías de debido proceso y
de la defensa en juicio consagradas, ambas, en el art. 18 de la CN.
Paralelamente, la CSJN reconoció que la garantía cuyo aseguramiento se
persigue ha sido consagrada, de modo expreso, en los diversos instrumentos
internacionales receptados por el art. 75, inc. 22 de la CN[33] y, en
consecuencia, omitir considerar el planteo bajo estudio podía comprometer "la
responsabilidad del Estado argentino frente al orden jurídico
supranacional"[34].
Caso “Rosza, C. A. y otro s/ recurso de Casación” (Resuelto el 23/05/07)

La Corte declaró la inconstitucionalidad del régimen de subrogaciones


instituido por una resolución del Consejo de la Magistratura, pero consideró
que correspondía mantener en sus cargos y por el plazo máximo de un año a
quienes habían sido designados para ejercer la función jurisdiccional en los
tribunales que se encontraban vacantes a fin de evitar la eventual paralización
del servicio de justicia.

Hechos:
El Tribunal Oral en lo Criminal N° 9 declaró la nulidad de diversas decisiones
judiciales adoptadas por un magistrado nombrado según el Régimen de
Subrogaciones de la resolución 76/2004 del Consejo de la Magistratura y no
por el Presidente de la Nación y dispuso la remisión de los autos a la Cámara
de Apelaciones en lo Criminal y Correccional para que sortease otro juez. No
obstante, con sustento en la acordada 7/2005 de la Corte Suprema de Justicia
de la Nación, decidió no efectivizar tal remisión y suspender las actuaciones
hasta que se decidiera en forma definitiva. Contra el fallo mencionado el
Ministerio Público Fiscal interpuso un recurso. La sala IV de la Cámara
Nacional de Casación Penal hizo lugar al recurso, declaró la
constitucionalidad del citado régimen y anuló la sentencia apelada. El
abogado defensor interpuso un recurso extraordinario argumentando que el
procedimiento establecido por el Consejo de la Magistratura para los
nombramientos transitorios afectaba las garantías del debido proceso y del
juez natural, porque los profesionales así designados carecían de inamovilidad
en sus cargos y de intangibilidad de sus remuneraciones.
Decisión de la Corte:
La Corte declaró la inconstitucionalidad del Régimen de Subrogaciones según
resolución 76/2004 del Consejo de la Magistratura de la Nación por autorizar
un método de nombramiento circunscripto a la intervención exclusiva de
organismos que operan en el ámbito del Poder Judicial, permitiendo el
reemplazo de jueces de Cámara por magistrados de primera instancia y, a su
vez, el de éstos por secretarios de ambas instancias, sin supeditarlo al
cumplimiento de los requisitos atinentes a la edad y a la experiencia
profesional fijados en el ordenamiento vigente.
Sin embargo, consideró que a fin de evitar el caos institucional o la
paralización del servicio de justicia, correspondía admitir la validez de las
designaciones efectuadas bajo dicho régimen y mantener en el ejercicio de sus
cargos a quienes habían sido designados para ejercer la función jurisdiccional
en los tribunales que se encontraban vacantes, hasta que cesen las razones
que originaron su nombramiento o hasta que sean reemplazados, o ratificados
mediante un procedimiento constitucionalmente válido que debía dictarse en
el plazo máximo de un año (voto de los jueces Lorenzetti, Highton de Nolasco,
Maqueda y Fayt — éste último hizo su propio voto. Los Dres. Zaffaroni y
Argibay votaron en disidencia. El magistrado Petracchi no votó).
Los jueces Zaffaroni y Argibay consideraron que era erróneo descalificar el
sistema de subrogancias por apartarse del procedimiento constitucional de
designación de jueces que venía a complementar si justamente tenía como fin
atenuar el impacto negativo que sobre el derecho de acceso a la justicia tenía
la duración de dicho procedimiento.
Asimismo, sostuvieron que en lugar de tachar de inconstitucional el sistema
de subrogancias, correspondía efectuar un escrutinio riguroso por parte de los
tribunales de alzada sobre el desempeño de los jueces subrogantes para
reforzar el control sobre sus decisiones en los casos en que pudieran
configurarse perturbaciones a la independencia con que debe funcionar el
Poder Judicial.

Você também pode gostar