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A fines de Julio del año 2010, Samir Asiz esperaba pegado a la ventana a que
llegara la limusina que habia contratado para que lo llevara al concierto en el
Metropolitan Opera House de Nueva York.
Samir, junto con su hermano Jamil eran los dos accionistas de Algodón Azul
S.A., de la que eran Presidente y Director Gerente General respectivamente, y
junto con su hijo Karim, que trabajaba como Gerente Comercial, conformaban
el Directorio de la empresa.
Cuando los hijos heredaron el negocio del padre, vieron que el verdadero
negocio no estaba en la comercialización, sino en la fabricación de tela denim,
a partir del algodón tipo pajoso que se obtiene en algunas zonas del valle de
Chincha.
Luego de sus años de gloria, las ventas habían comenzado a bajar debido,
entre otras cosas, a que las necesidades de capital de trabajo se habían estado
financiando con deuda de corto plazo, la que era cada vez mas difícil de
obtener por lo elevado de la relación deuda-capital de la empresa y la mayor
exigencia de los bancos para las calificaciones de los créditos, haciendo que no
se pudiera cumplir con la atención puntual de los pedidos de los clientes y el
pago oportuno de sus obligaciones con los acreedores.
Sin posibilidad de recibir más crédito de los proveedores y sin poder convencer
a sus clientes para hacer adelantos por ventas futuras, ya que su nivel de
cumplimiento con las fechas de entrega de los pedidos era muy bajo, los
clientes fueron dejando de comprar, y en consecuencia las ventas empezaron a
caer.
La estructura de la deuda exigía grandes pagos por intereses cada mes, los
que al no poder atenderse, iban a engrosar el capital de la deuda, creando así
nuevos intereses.
A su vuelta a Lima, a mediados del mes de Agosto, Samir Asiz se reunió con el
Gerente General del Banco del Oeste, quién le dio el siguiente ultimatum:
“Samir, tu sabes que te hemos apoyado todos estos años, pero tu deuda sigue
creciendo y no vemos como se pueda pagar sin que hagas un aporte de capital
fresco por aproximadamente US$ 20 millones. Asi que te damos hasta fin de
mes para que hagas el aporte o vamos a ejecutar las garantías, en pocas
palabras nos quedaremos con toda la fabrica y todavía quedará saldo de la
deuda”.
Para empezar, el Banco nombro como presidente del Directorio al Dr. Fernando
Álvarez de Arellano, prominente abogado, de gran experiencia en fusiones y
adquisiciones y derecho comercial. Don Fernando era un hombre de gran
influencia y una red de contactos envidiable en los más altos niveles sociales y
políticos. Junto con Don Fernando se designaron a los otros 4 directores, 2 de
los cuales eran funcionarios de alto nivel del Banco y dos eran personas
recomendadas por Don Fernando. Ninguno de los directores tenía experiencia
en empresas textiles.
Lo primero que hizo Cesar fue un presupuesto para los siguientes tres años.
Pronosticó ventas crecientes para cada mes de los tres años, hasta alcanzar
un nivel de venta promedio mensual de US$ 3 millones al fin del tercer año,
empezando con ingresos de US$ 200,000 para el primer mes de operaciones.
Cesar se quedó desconcertado: ¿Cómo podía incluir gastos por US$ 41,000
mensuales solo para el directorio, si a duras penas en el sexto mes le
cuadraban los ingresos y los egresos tal como los tenía?. Esto significaba mas
de US$ 500,000 al año, y las utilidades proyectadas para el primer año eran de
apenas US$ 300,000, sin considerar este gasto.
Preocupado, Cesar fue donde el gerente del área de créditos especiales del
Banco a exponerle el caso, quién simplemente le respondió: “No sé de qué me
estás hablando. No conozco ningún acuerdo de este tipo. Pregunta mas
arriba.” Y así fue como llegó hasta el Gerente General del Banco, quien en
pocas palabras le dijo: “Mire Sr. Gereda, yo me opuse a este asunto, pero el
Directorio del Banco aprobó estos honorarios de todos modos, así que usted
verá como hace, para atender a las demandas de los señores directores y a la
vez cumplir con el cronograma de pagos acordado con el Banco.”
Como los problemas no vienen solos, Jamil y Karim Asiz, elaboraron un plan de
trabajo que incluía por cierto, un plan de marketing agresivo con numerosos
viajes al exterior para contactar clientes, mejoras en la línea de teñidos de la
planta y aumentos salariales para el personal clave, entre otras propuestas que
obviamente significaban mas gastos.
Cesar pensó: “Que fácil para estos señores. La fábrica ya no es de ellos pero
siguen pensando como si lo fuera; el Directorio cree que esta es una vaca a la
que se puede ordeñar sin problemas (¿qué favores les estarán pagando?), y
ahora resulta que yo soy el que tiene que obtener los fondos para atender a
todas sus demandas, cuando se supone que yo soy el representante del
acreedor, que tiene que exigir que paguen las deudas. Definitivamente algo
anda al revés, y así, mejor me voy a mi casa”.