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ANTECEDENTES DE LA GUERRA CON CHILE

Coincidiendo con la celebración de las épicas batallas de San Juan y Miraflores (13 y 15 de enero de 1881) --
última defensa de la ciudad de Lima-- quiero comentar la cronología de episodios que concluyeron en la
Guerra del Pacífico. Un capítulo que debemos conocer, estudiar y superar en nuestro destino como nación.
Empecemos evocando que los estados independientes de esta parte del continente aceptaron como fronteras
las definidas durante la colonia en 1810. Las repúblicas de Bolivia y Chile se erigieron tomando como límites
naturales las audiencias de Charcas y Santiago. Es decir, sus linderos fueron establecidos en el río Salado o
Paposo. Los sucesivos regímenes de Santiago de Chile reconocieron en sus constituciones de 1822, 1823,
1828 y 1833 que sus demarcaciones al norte concluían en el desierto de Atacama. La línea divisoria entre
Perú y Bolivia quedó resuelta en el río Loa.

Sin embargo, el descubrimiento del guano motivó la envidia de Chile que procedió a invadir el desierto de
Atacama y, posteriormente, mediante una ley del 31 de octubre de 1842, declara de propiedad estatal sus
depósitos de guano luego que una comisión llegó hasta el grado 23.6 de latitud austral para encontrar
arsenales de este recurso. Esta ordenanza fue seguida de otra que añadía una provincia más a su república:
Atacama.

Bolivia no tenía una activa presencia en su franja costera y, por lo tanto, su desarrollo estuvo al margen de su
amplio litoral. El historiador italiano Tomas Caivano en su libro La guerra de América entre Perú, Chile y
Bolivia comenta: “… Desgraciadamente para Bolivia, la situación topográfica del desierto de Atacama es tal,
que hace casi imposible la defensa de sus costas a no ser por medio de una flota. Distantes del centro de la
república más de doscientas leguas, de las cuales más de la mitad de desierto impracticable y privado de
recurso alguno, especialmente de agua, un ejército no podría trasladarse allí sino con grandes sacrificios y
gastos, muy superior a las fuerzas de Bolivia”.

Luego de sucesivas reclamaciones Bolivia declara la guerra a Chile (1863). Esta conflagración no se concretó
por las complicaciones surgidas con España en su afán de recuperar sus colonias en la región. Por último, en
1866 se suscribe un arreglo favorable a Chile al no disponer que desocupe la zona entre el paralelo 24 de
latitud meridional. Su artículo dos fijaba que ambos países se dividirían en partes iguales los productos
aduaneros de la exportación de guano y mineral comprendidos entre los grados 23 y 25.

Bolivia estaba gobernada por el dictador Mariano Melgarejo, quien recibió la protección chilena para
enfrentar a sus opositores internos. Ese año la administración boliviana cedió cinco leguas en el discutido
desierto de Atacama --para la extracción de salitre-- a dos empresas chilenas por 15 años, vulnerando las leyes
del país altiplánico.

En 1871 el parlamento boliviano anuló todos los actos del citado autócrata (asumió la presidencia en mayo de
1876 “el repudiado Hilarión Daza”, según afirma el escritor boliviano Julio Díaz Arguedas) incluyendo las
concesiones ofrecidas a Chile. Ante la controversia surgida, Bolivia y Chile celebran un nuevo acuerdo (6 de
agosto de 1874) que determina sus linderos en el paralelo 24 y mantiene los privilegios beneficiosos a Chile.
El 14 de febrero de 1879 el congreso boliviano promulgó una disposición aprobando la transacción de su
gobierno con las empresas chilenas y decretó el impuesto de diez centavos por quintal de salitre exportado.

El gobierno de La Moneda planteaba una reivindicación diplomática sustentada en que el acuerdo de 1874
prohibía a Bolivia instituir nuevos tributos sobre personas y capitales chilenos. La cancillería boliviana
respondió: “… La contribución de diez céntimos a la cual se refería la ley del 24 de febrero no era realmente
un impuesto de carácter general”. Según las disposiciones bolivianas la compañía afectada era de “sociedad
anónima”; por lo tanto, no podía tener una determinada nacionalidad. Este asunto privado, entre Bolivia y la
Compañía Anónima de Antofagasta, fue usado por Chile para propiciar las hostilidades.
Sobre tan medular tema el historiador Rubén Vargas Ugarte anota en su documentada enciclopedia Historia
general del Perú: “…Chile buscaba, a toda costa, un pretexto para apoderarse de la rica zona salitrera de
Bolivia y de ahí que echara mano de la rescisión decretada por Bolivia del contrato que había celebrado con la
Compañía de Antofagasta. Se trataba de un convenio privado que no podía considerarse ofensivo a Chile y
que no afectaba al tratado de límites celebrado por ambas naciones”.

Las negociaciones fueron cada vez más tensas. El 8 de febrero de 1879 Santiago envía un ultimátum a La Paz
que no es atendido. El 12 de febrero el encargado de negocios de Chile en la capital boliviana declara roto el
convenio de 1874 y por “coincidencia” al mismo tiempo salían del apostadero Caldera los acorazados
chilenos para Antofagasta a donde llegaron dos días más tarde. Fueron recibidos con manifestaciones de
entusiasmo en la población. Tomás Caivano comenta: “…No existiendo telégrafo entre Bolivia y Chile, el
hecho de ser simultáneos estos acontecimientos no pudo ser en modo alguno efecto de un acuerdo inmediato
entre el Gabinete de Santiago y su representante en La Paz”.

El Perú pasaba por uno de los períodos más difíciles de su vida económica, política y social y, además,
contaba con una enorme desventaja bélica. Endeudado, en la quiebra fiscal y sin créditos. Sus ingresos eran
sus aduanas, con una forzada circulación del papel moneda, “yacía sobre un verdadero lecho de espinas”,
afirmó Caivano.

Chile, por el contrario, gozaba de una situación militar, política y económica menos crítica. Aunque no estaba
en condiciones de afrontar los costos de una ofensiva y de enfrentar al Perú y Argentina (con quien mantenía
disputas por territorios sureños), contaba, sin embargo, con una legión de partidarios de la guerra como
Belisario Prats, Benjamín Vicuña Mackenna e Isidoro Errázuriz, entre otros.

No obstante, el gobierno de Lima desplegó sus esfuerzos a fin de evitar un contienda del que no podría
permanecer ajeno por el Tratado de Alianza Defensiva Peruano-Boliviano (1873) suscrito, según precisa el
historiador Jorge Basadre en su obra Historia de la república del Perú: “Desde el punto de vista peruano, se
creyó conveniente resguardar las salitreras de Tarapacá, vecinas de las salitreras de territorio boliviano y
amenazadas por el avance chileno. La alianza al crear el eje Lima-La Paz con ánimo de convertirlo en un eje
Lima-La Paz-Buenos Aires, pretendió forjar un instrumento para garantizar la paz y estabilidad en las
fronteras americanas buscando la defensa del equilibrio continental…” Finalmente, la administración chilena
acepta la intervención peruana, a pesar de que la versión oficial de Santiago era que el Perú quería usar la
mediación para ganar tiempo y armarse.

El presidente Mariano Ignacio Prado mandó a uno de los mejores expertos para asumir una tarea condenada al
infortunio, entre otras razones, por el visible ímpetu expansionista chileno. El enviado extraordinario y
ministro plenipotenciario fue el diplomático, académico, parlamentario y literato José Antonio de Lavalle y
Arias de Saavedra, quien sería ministro de Relaciones Exteriores durante la firma del Tratado de Ancón (20
de octubre de 1883). “Hombre en cuya sagacidad se podía confiar”, anotó Vargas Ugarte. De Lavalle sirvió
con brillo en nuestras legaciones de San Petersburgo, Berlín, Washington, Roma y Madrid y, especialmente,
gozaba de vinculaciones en Chile. Cumplió en ese momento tan adverso una misión honorable y caballerosa.

De Lavalle planteó que Chile se retire del territorio ocupado y Bolivia suspendiera la ejecución de la ley en
controversia. La existencia del tratado de 1873 es empleado por el gobierno de Santiago para cuestionar la
neutralidad peruana y, finalmente, el jefe de estado Aníbal Pinto (“muy censurado en Chile por su actitud
pacifista”, según Basadre) declara la guerra al Perú y Bolivia el 5 de abril.

El editorial de El Comercio (4 de abril de 1879) expresaba: “… Aceptamos la guerra con el entusiasmo que
inspiran las grandes causas. La nación entera debe agruparse alrededor del gobierno con un solo sentimiento y
una sola voluntad, con el sentimiento elevado de nuestra causa y con la voluntad, decidida del vencedor”.
Lejos estuvimos de esta reflexión. Así empezó un capítulo que nos cogió desunidos y con numerosos
elementos discordes que explicarían el comportamiento de la clase política durante este sensible trance de
nuestra historia. Honor y gloria a los compatriotas caídos de la gesta de San Juan y Miraflores.

LA GUERRA DEL PACIFICO: ANTECEDENTES

En el litoral boliviano, ubicado en el desierto de Atacama, existían importantes yacimientos de salitre o nitrato
de sodio. El salitre por esos años era utilizado en la fabricación de explosivos y como abono en la agricultura.
El conflicto se inició cuando empresarios chilenos y capitalistas británicos se dedicaron a extraer y exportar a
Europa el salitre de Atacama, aprovechando la casi nula presencia del gobierno de La Paz en la zona.

Enterados lo bolivianos, iniciaron la protesta alegando que la incursión chilena era ilegal ya que su territorio
se extendía hasta el paralelo 25°S. Pero Chile, sorprendiendo a la diplomacia de entonces, respondió que sus
límites por el norte llegaban hasta el paralelo 23°S. No satisfechos los bolivianos siguieron reclamando su
derecho hasta que se apoderó del gobierno de La Paz el dictador Mariano Melgarejo.

En 1866, Melgarejo, influenciado por diplomáticos chilenos, firmó un polémico tratado reconociendo como
límites entre los dos países el paralelo 24ºS. Asimismo, convirtió la zona en región económica compartida y
estipuló que las ganancias de la explotación del salitre serían repartidas equitativamente por ambas naciones.
Tras la caída de Melgarejo en 1871, este “tratado” fue repudiado por la opinión pública de Bolivia. No
contaba además con la aprobación del Congreso, requisito sin el cual ningún documento de este tipo tiene
validez jurídica. En los años sucesivos el caso se convirtió en un problema delicado que alteraba la paz y el
equilibrio en la región.

Fue en este contexto (y por las tensiones entre Chile y Argentina por territorios en la Patagonia) que el
presidente de chileno Federico Errázuriz ordenó la construcción, en 1871, de dos buques blindados en
astilleros ingleses con la orden de trabajarlos “día y noche”. Sin embargo, paralelamente a tales aprestos
militares, Chile inicia un nuevo acercamiento con Bolivia y suscriben otro tratado de límites en 1874. El
nuevo documento mantuvo como límite el paralelo 24ºS y Bolivia se comprometió a no aumentar los
impuestos existentes sobre capitales e industrias chilenos durante un período de 25 años.

El conflicto se precipitó cuando en febrero de 1878 el presidente boliviano Hilarión Daza estableció un
impuesto de 10 centavos por cada quintal de salitre exportado del puerto de Antofagasta. Para los chilenos,
Daza estaba violando el acuerdo de 1874. Pero el presidente boliviano (los chilenos argumentan que estuvo
instigado por el Perú) insistió y ordenó que la Compañía de Salitres de Antofagasta pagase 90 mil pesos por
concepto de derechos adeudados desde la publicación del “impuesto de los 10 centavos”.

Luego Daza amenazó que si los empresarios chilenos no cumplían con el pago, reivindicaba para Bolivia las
salitreras detentadas por la Compañía de Salitres de Antofagasta. Anunció, además, que el 14 de febrero de
1879 tendría lugar la venta pública de las propiedades incautadas. Chile rompió relaciones diplomáticas con
Bolivia y ocupó militarmente Antofagasta en defensa de los intereses de sus ciudadanos. El Perú ligado a
Bolivia por un “tratado secreto” de defensa mutua trató de mediar en un inicio, pero ante su negativa de
declararse neutral fue también envuelto en el conflicto desde abril de 1879.

CONFLICTO LIMÍTROFE BOLIVIANO-CHILENO

Al iniciarse la época republicana, Chile, Perú, Bolivia y Argentina colindaban sin haber definido sus fronteras
en tratados mutuos. Siguiendo el acuerdo implícito del Uti possidetis común a todos los países
latinoamericanos, los límites eran los definidos durante la colonia, que eran vagos, a veces contradictorios y a
menudo sobre territorios desconocidos, inhabitados o inhabitables por su clima o lejanía. Respecto al desierto
de Atacama, Chile desde 1822 señalaba "el despoblado de Atacama" como límite, sin mayor especificación,
mientras que Bolivia en 1825 incluía una parte de ella a su territorio, aunque de igual modo sin especificar
límites. En un comienzo, tanto Chile como Bolivia ejercieron en algunos puntos de Atacama actos de
jurisdicción sin realizar reclamos por los actos del otro.

A principios de la década de 1840 se descubrieron en Tarapacá y Antofagasta grandes acumulaciones de


guano y salitre, fertilizantes que empezaban a ser muy cotizados en el mercado mundial. Todo ello concitó el
interés del presidente chileno Manuel Bulnes, que en 1842 envió una expedición para que explorara el
territorio «entre el puerto de Coquimbo y el morro de Mejillones», en busca de yacimientos. El Congreso
chileno, por ley del 31 de octubre de 1842, fijó la frontera norte de Chile en el paralelo 23ºS. El gobierno
boliviano, producto de esta ley chilena, oficializó a comienzos de 1843 reclamos a Chile manifestándole, con
vaguedad y contradicción, que el verdadero límite entre ambos países estaba en el río Salado o en el Paposo,
ubicándolo el primero en el paralelo 26ºS y el segundo en el 25ºS.

Incidentes y reclamos entre ambos países se sucedieron en los años siguientes, mientras que las diplomacias
de ambos países argumentaban respectivamente sobre los derechos que tenían en la región, exhibiendo
documentos coloniales sobre la jurisdicción de la Audiencia de Charcas o la Capitanía General de Chile.

Por ley del 25 de junio de 1863 la Asamblea Legislativa boliviana autorizó al Ejecutivo declarar la guerra a
Chile, alegando la usurpación de su territorio «desde el Paposo, ó Río Salado, hasta Mejillones», aunque solo
después de que se agotaran todos los recursos por la vía diplomática que dieran un resultado favorable a
Bolivia. El problema común en 1865 de la guerra con España puso un paréntesis al asunto, pues Bolivia en
1866 se alió con Perú, Chile y Ecuador frente a la agresión de la flota española, considerándose secundaria
cualquier otra disputa que no fuera el enfrentar al enemigo común.

Tratado de límites entre Bolivia y Chile de 1866 y Tratado de límites entre Bolivia y Chile de 1874.

Tras la guerra con España, Bolivia y Chile reanudaron las negociaciones para finiquitar su primer tratado
limítrofe el 10 de agosto de 1866. En dicho tratado, se fijó el paralelo 24°S como límite (norte-sur) y se
debían compartir a medias los derechos de exportación de minerales extraídos entre los paralelos 23°S y 25°S.
En 1871, el gobernante boliviano Mariano Melgarejo, bajo cuyo gobierno se firmó el acuerdo, fue derrocado
y reemplazado por Agustín Morales, quien, siguiendo la corriente de la opinión pública boliviana, consideró
nulos todos los actos del gobierno anterior. Pero como no se podía abrogar unilateralmente un acuerdo
internacional, abrió negociaciones con Chile para revisar el tratado de 1866. Se discutieron diversos aspectos
sobre la aplicación del tratado de 1866, como la definición de "minerales", la inclusión (o exclusión) del rico
yacimiento de plata "Caracoles" en la zona de beneficios mutuos, y las dificultades en Bolivia para transferir
el 50% del impuesto recaudado en la zona a Chile. El 5 de diciembre de 1872 se firmó el acuerdo llamado de
Corral-Lindsay que fue aprobado en Chile pero, por influencia del Perú, que quería para Bolivia un mejor
arreglo, o, en todo caso, intervenir como mediador junto con Argentina, no fue aprobado en Bolivia.

Finalmente, Bolivia y Chile firmaron un nuevo tratado de límites el 6 de agosto de 1874, por el cual Chile
renunció al 50% de los impuestos en el territorio 23°S-24°S a cambio de la promesa de Bolivia de no
incrementar los impuestos a los capitales y negocios chilenos durante 25 años. La frontera permaneció en el
paralelo 24°S. En esa ocasión, Chile condonó las deudas bolivianas provenientes de la no transferencia del
50% del impuesto recaudado por Bolivia en la zona de beneficios mutuos. En un protocolo adicional firmado
el año 1875, ambos países acordaron, entre otros, someter a arbitraje posibles divergencias en la aplicación
del tratado.

Compañía de Salitres y Ferrocarriles de Antofagasta

La compañía de Salitres y Ferrocarriles de Antofagasta (CSFA) fue una empresa chilena, radicada en
Valparaíso, con una minoría de 34 % de capital británico (Casa Gibbs de Londres) que tras los avatares de la
política interna boliviana obtuvo el 27 de noviembre de 1873 una licencia del gobierno boliviano para
explotar los depósitos de nitrato del Salar del Carmen y Las Salinas en Antofagasta libre de impuestos por 15
años, además del derecho a construir un ferrocarril desde Antofagasta al interior. Frente al ímpetu de las
inversiones y trabajo chileno en Tarapacá y Antofagasta, el Perú sintió amenazada su supremacía en la costa
del Pacífico y firmó el 6 de febrero de 1873 un tratado secreto cuyas intenciones eran, según lo hecho público
6 años después, proteger la integridad y soberanía de los países firmantes. Argentina fue invitada a firmar el
pacto, su gobierno se mostró de acuerdo y solicitó la aprobación del parlamento. Efectivamente, la Cámara de
Diputados en Buenos Aires aprobó la adhesión al pacto y agregó una partida de $6, 000,000 al presupuesto
para la guerra. Pero Bolivia y Argentina disputaban la zona de Tarija y no lograron un acuerdo. Argentina
propuso entonces a Perú un tratado Perú-Argentina (sin Bolivia), pero Perú rechazó la oferta. Así pasó el año
1873, y a fines del 1874 llegó a Chile la fragata blindada Blanco Encalada que dio la supremacía naval a
Chile. Tanto Perú como Argentina no quisieron comprometerse en un tratado contra Chile. Sin embargo,
cuando afloraron nuevamente, en 1875 y 1878, las tensiones fronterizas por la Patagonia, Argentina buscó
ingresar al pacto, pero el Perú diplomáticamente rechazó la iniciativa. Así mismo, al comienzo de la guerra,
Perú y Bolivia proyectaron ofrecer a Argentina los territorios chilenos desde el 24°S al 27°S a Argentina a
cambio de su ingreso a la guerra contra Chile.

Los historiadores consideran que el verdadero objetivo del tratado era imponer a Chile las fronteras
convenientes a Perú, Bolivia y Argentina por medio de un arbitraje obligado de la alianza mientras Chile
fuese militarmente débil, es decir antes de la llegada de las fragatas blindadas Cochrane y Blanco
Encalada. Gonzalo Bulnes lo sumaría sosteniendo que "La síntesis del tratado secreto es: oportunidad: la
condición desarmada de Chile; el pretexto para producir el conflicto: Bolivia; la ganancia del negocio:
Patagonia y el salitre; “en palabras de Jorge Basadre, "El Perú defendiendo a Bolivia, a sí mismo y al
Derecho, debía presidir la coalición de todos los Estados interesados para reducir a Chile al límite que
quería sobrepasar”; Pedro lo explica señalando que "perfeccionar la adhesión de la Argentina al Tratado de
alianza Perú-boliviano, antes de que recibiera Chile sus blindados, a fin de poderle exigir a este país
pacíficamente el sometimiento al arbitraje de sus pretensiones territoriales".

El historiador peruano Jorge Basadre señala que uno de los motivos del Perú para firmar el tratado, además de
proteger sus salitreras, era el temor en Lima a que Bolivia fuese atraída por Chile a una alianza contra Perú
que ocuparía Tacna y Arica para entregarlos a Bolivia a cambio de entregar Antofagasta a Chile.

El tratado es en sumo grado controvertido, historiadores peruanos lo consideran legítimo, defensivo y


circunstancial, además de conocido por (el espionaje de) Chile. Historiadores chilenos, por el contrario, lo
consideran agresivo, causante de la guerra, y escondido frente a Chile. Las razones de su secreto, la invitación
a Argentina y la razón por la cual Perú no permaneció neutral en circunstancias que Bolivia no había
cumplido el acuerdo de 1873 al firmar el tratado de 1874 sin informarle, son discutidas hasta hoy.

Monopolio peruano del salitre y Era del Guano.

Los ingresos provenientes de la exportación del guano, que en las décadas anteriores había sido el sostén de la
bonanza económica peruana, comenzaron a caer en la década de 1870. Consciente de ello, el gobierno
de Manuel Pardo y Lavalle creó por ley en 1873 un estanco del salitre, por el cual las empresas productoras
debían regular su producción y los precios de acuerdo a las políticas del gobierno con el fin de evitar que el
guano y el salitre, peruanos, compitieran. Pero aún antes de entrar en vigor la ley, el gobierno debió retirarla
porque sus costos serían mayores a las ganancias obtenidas. En 1875 el mismo gobierno decidió estatizar
todas las empresas salitreras y de esa manera controlar el precio del salitre.

Sin embargo, las salitreras operadas por la CSFA en Bolivia impedían al Perú controlar el precio internacional
del nitrato, por lo cual el gobierno peruano trató de hacer valer su influencia sobre Bolivia para impedir esa
competencia. Por medio de un testaferro, Henry Meiggs, Perú compró las licencias bolivianas de explotación
de los recién descubiertos depósitos de "Toco", al sur del río Loa, impidió la firma del acuerdo Corral-
Lindsay y quiso impedir la firma del tratado de límites de 1874 (que eximía de impuestos a las compañías
chilenas del salitre) e imponer una mediación de Perú y Argentina para definir las fronteras de Chile. En 1878
el socio británico de la CSFA, que era también encargado de vender el salitre peruano en Europa, la Casa
Gibbs, presionó a la gerencia de la CSFA para que limitara su producción y advirtió a la gerencia que tendrían
dificultades administrativas en Bolivia por encargo de un gobierno "limítrofe" si no reducían sus expectativas.
En el cenit de la crisis, el 14 de febrero de 1879, se esperaba que el cónsul peruano en Antofagasta fuera el
mayor postor en el remate de la CSFA.

Crisis: El impuesto de los 10 centavos

En 1875, el municipio de Antofagasta había intentado imponer un impuesto de 3 centavos a la CSFA, pero el
Consejo de Estado, presidido por Serapio Reyes Ortiz, quien sería durante la crisis Ministro de RR.EE. y
posteriormente Presidente de Bolivia, había rechazado el impuesto "por violar el Tratado de Límites de
1874 y la licencia de noviembre de 1873".

En 1878, el congreso de Bolivia se abocó al estudio de la licencia a la CSFA de noviembre de 1873,


basándose en una interpretación de la ley del 22 de diciembre (que dio lugar a la licencia de 1873) que
entendía que todas las renegociaciones debían ser aprobadas por el congreso. La empresa sostenía que solo en
caso de desavenencia entre el gobierno y la empresa. Finalmente la Asamblea Nacional
Constituyente boliviana mediante una ley del 14 de febrero de 1878 aprobó la licencia a condición de que la
compañía pagara un impuesto mínimo de 10 centavos por quintal de salitre exportado.

Para la CSFA, el cobro del impuesto de 10 centavos sobre quintal exportado violaba la licencia de noviembre
de 1873 y el artículo IV del tratado de límites de 1874 en que Bolivia se comprometió a no subir durante 25
años los impuestos a las empresas chilenas. Por ello, la compañía se negó a pagar el impuesto, solicitó y
obtuvo la representación del gobierno chileno, desencadenándose un conflicto diplomático, amén de un
conflicto interno en el gobierno chileno pues algunos de sus miembros eran accionistas en la CSFA y otros
tenían intereses invertidos en Bolivia que temían perder si el conflicto llegaba a mayores.

A lo largo de los meses siguientes, el gobierno boliviano se abstuvo de implementar la ley mientras se
discutían las objeciones presentadas por el gobierno chileno. El 8 de noviembre, el canciller chileno envió una
nota al gobierno boliviano indicando que el Tratado de 1874 podría declararse nulo si se insistía en cobrar el
impuesto, renaciendo los derechos de Chile anteriores a 1866. Aunque ambas partes propusieron la resolución
del conflicto por vía de un arbitraje, tal como lo contemplaba el Protocolo de 1875, este no llegó a realizarse
ya que mientras el gobierno de Chile exigía que se suspendiera la ejecución de dicha ley hasta que su
legalidad fuese determinada por un árbitro, el gobierno de Bolivia exigía que el blindado Blanco Encalada y
sus fuerzas navales se retiraran de la bahía de Antofagasta.

Rescisión de contrato, cobro de impuestos y ocupación chilena de Antofagasta

El 6 de febrero, aduciendo que la CSFA no había aceptado la nueva ley, el gobierno de Bolivia rescindió el
contrato con la CSFA y ordenó embargar y rematar sus bienes para cobrar los impuestos generados desde
febrero de 1878. En la mañana del 11 de febrero durante una sesión especial del gabinete chileno, se recibió
un mensaje del ministro plenipotenciario chileno en Bolivia en que se comunicaba la cancelación de la
licencia, el embargo y el remate de los bienes de la CSFA por parte del gobierno boliviano. Ante esa situación
el presidente chileno Aníbal Pinto ordenó la ocupación de Antofagasta, que fue realizada sin resistencia el 14
de febrero de 1879 por 200 soldados chilenos entre el aplauso de la población mayoritariamente chilena. La
guarnición boliviana del lugar ante la imposibilidad de resistir se retiró al interior.

Mediación de Perú, declaraciones de guerra y casus foederis


La medida de fuerza del gobierno chileno inició gestiones diplomáticas en las tres cancillerías. Sin embargo,
la mutua desconfianza aumentaba con los preparativos bélicos en los tres países, y las demostraciones
"patrióticas" en las calles impedían un acercamiento de las posiciones. En los tres países había fuertes
corrientes públicas que pregonaban la guerra y hacían temer a los mandatarios que si no iban a la guerra
serían depuestos por los partidarios de la guerra. Más aún, Hilarión Daza, el dictador boliviano, a pesar de ser
el peor preparado para la guerra, decretó una serie de medidas contra residentes chilenos en Bolivia y sus
propiedades.

El 16 de febrero, llegó a Lima el ministro boliviano Serapio Reyes a fin de exigirle al gobierno peruano que
cumpliera con el tratado de alianza defensiva de 1873. Las noticias de la ocupación de Antofagasta llegaron a
La Paz el 22 de febrero, por una carta enviada por el cónsul boliviano en Tacna. El 26 de febrero, Daza
decretó el estado de sitio en Bolivia.

El Perú, que había suscrito el Tratado de Alianza Defensiva con Bolivia de carácter secreto en 1873 y al que
Argentina no se adhirió finalmente, trató de persuadir al gobierno de La Paz para someterse a un arbitraje con
la misión de José Luis Quiñones, y ordenó preparar su armada y alistar su ejército mientras intentaba obtener
de Argentina por lo menos barcos de guerra como empréstito o en compra. Para mediar en el conflicto, envió
a su ministro plenipotenciario José Antonio de Lavalle a Chile con una oferta de mediación bajo la condición
de que Chile se retirase de Antofagasta, pero sin garantía de que Bolivia levantaría el embargo de la propiedad
o suspendería el impuesto. El canciller chileno inquirió al plenipotenciario peruano sobre la existencia de un
"Tratado Secreto" firmado con Bolivia en 1873. Lavalle, que a más tardar lo conocía desde el inicio de su
viaje, soslayó la pregunta y le indicó que en la comisión diplomática del congreso a la que él había
pertenecido no se había tocado ese tema.

El 1 de marzo, el gobierno de Bolivia emitió un decreto en el que declaró en estado de guerra, la interrupción
del comercio y las comunicaciones con Chile, la expulsión de los residentes chilenos, el embargo de sus
bienes, propiedades e inversiones, y reversión de toda transferencia de intereses chilenos hecha con
posterioridad al 8 de noviembre, cuando el gobierno chileno había advertido de las consecuencias de la no
suspensión del impuesto en cuestión.

El 17 de marzo el ministro plenipotenciario de Chile en Lima exigió al gobierno peruano una declaración
perentoria de neutralidad. Tres días más tarde, el presidente peruano reconoció ante el representante chileno
que el tratado secreto existía y que convocaría al congreso peruano para el 24 de abril a razón de evaluar qué
actitud tomar ante Chile y Bolivia. Ambas medidas, la mediación y la convocación al congreso, fueron
entendidas en Chile como un ardid peruano para ganar tiempo.

Por otra parte, tras la ocupación de Antofagasta, las fuerzas chilenas habían consolidado la ocupación de los
territorios comprendidos entre los paralelos 23ºS y 24ºS que Chile consideraba suyos tras la violación del
tratado. Luego a consecuencia de la declaración de guerra de Bolivia se continuó el avance sobre el litoral
boliviano hasta la desembocadura del Río Loa, la frontera sur del Perú. El 21 de marzo fueron ocupados, de
forma paralela, los puertos de Cobija y Tocopilla, ambas sin resistencia. El 23 de marzo, tuvo lugar
el combate de Calama, en la que los soldados chilenos vencieron a un grupo de milicianos bolivianos
organizados en el sector, y ocuparon dicho poblado. El gobierno chileno consideró este avance solo como
temporal a causa de una necesidad militar y ofreció a las autoridades civiles bolivianas continuar en sus
funciones lo que fue rechazado.

El 5 de abril, Chile declaró la guerra a Bolivia y Perú. Al primero por la imposibilidad de lograr un acuerdo
con las autoridades bolivianas y al segundo por no declarar su neutralidad y considerar la espera de la
resolución del congreso peruano como un mero ardid para prepararse militarmente para una confrontación. El
6 de abril Perú declaró el casus foederis conforme al tratado de alianza con Bolivia.

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