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DEBER DE CUMPLIMIENTO Y RESPONSABILIDAD DEL DEUDOR.

La fuerza obligatoria del vínculo.


Al dar el concepto de obligación destacamos su carácter de vínculo jurídico y que coloca
al deudor en la necesidad de cumplir la prestación, bajo las sanciones que en caso
contrario le impone la ley.

De esta calidad deriva la fuerza obligatoria del vínculo, que ya hemos estudiado a
propósito de las obligaciones contractuales; todo lo dicho allí, con las limitaciones
propias de los efectos especiales de cada tipo de obligación, vale para las no
convencionales, por lo cual nos remitimos a los números 102 y siguientes.

El deudor debe cumplir, y si no lo hace, tendrá que soportar lo que se llama el derecho
de “agresión” del acreedor sobre sus bienes, esto es, que este, por intermedio de la
autoridad, se dirija contra sus bienes para obtener forzadamente el cumplimiento de la
obligación.

Responsabilidad del deudor a sus obligaciones. Evolución.


La obligación impone, pues, al deudor una responsabilidad para el cumplimiento de ella.
En el derecho primitivo, el deudor responde a la obligación con su persona física, un
resabio de lo cual es la prisión por deudas.

Un derecho moderno debe descartar este tipo de responsabilidad, porque es


atentatorio contra la dignidad de la persona humana transformar en objeto de comercio
su integridad física y moral, y su libertad, para la seguridad de los créditos. De ahí que
actualmente impere en las legislaciones el principio de la responsabilidad patrimonial, y
se tienda a la eliminación total de la personal.

La responsabilidad patrimonial del deudor.


En reemplazo de la responsabilidad del deudor con su persona o su libertad, surge la de
este con su patrimonio. En virtud de ella, el patrimonio del deudor responde al
cumplimiento íntegro, fiel y oportuno de la obligación; a causa de ésta, los bienes del
deudor quedan sujetos al deber que tiene este de pagarla.

Este derecho se ha llamado entre nosotros de prenda general. Más propio es hablar de
garantía general del patrimonio del deudor a sus obligaciones. Hay una “garantía”,
porque realmente el patrimonio del deudor está asegurando que, si no
voluntariamente, cuando menos forzadamente o por equivalencia, se cumplirá su
obligación. Si el deudor no cumple, el acreedor tiene el derecho de hacer embargar y
sacar a remate los bienes del deudor para pagarse de la deuda y de la indemnización de
perjuicios si hay lugar a ella, lo que suele llamarse la “expropiación” de los bienes del
deudor. Y realmente hay una semejanza con ella, porque por acto de autoridad se priva
de parte de sus bienes al deudor y se enajenan.

Y se la llama garantía “general”, para distinguirla de las “específicas”, en que queda


afectado un bien determinado del deudor al cumplimiento, como ocurre precisamente
en la prenda e hipoteca.
Tres son las diferencias fundamentales entre una y otras, que hacen totalmente
injustificada para la responsabilidad patrimonial la designación de prenda general:
1. La garantía general recae sobre la universalidad del patrimonio del deudor, pero en
ningún bien determinado, justamente a la inversa de lo que ocurre en la prenda y la
hipoteca que afecten a alguno de ellos, y no excluyen tampoco la garantía general,
para el caso de que la cosa específica gravada al ser realizada no alcance a cubrir
íntegramente la deuda.

2. A la inversa de lo anterior, puede existir garantía específica sin garantía general,


como ocurre respecto al tercer poseedor de la finca hipotecada o la prenda
constituida por un tercero ajeno a la deuda. Estos no responden, según sabemos,
sino con el bien específico adscrito a la garantía, de manera que si ellos, al ser
subastados, no alcanzan a pagar la deuda íntegra, ninguna responsabilidad ulterior
tiene el tercer poseedor o dueño no deudor de la cosa.

3. La prenda e hipoteca dan al acreedor por su carácter de derechos reales la facultad


de perseguir los bienes en qué consisten dichas garantías en manos de quien estén,
lo que no ocurre por regla general con la garantía general. Dan, igualmente, derecho
a preferencia para el pago, a la inversa de lo que ocurre justamente en la garantía
general qué por si ́ sola no otorga preferencia alguna.

Caracteres y extensión de la garantía (prenda) general.


El Código reglamentó la garantía general en el Título 41 del Libro 4.° al tratar de la
prelación de créditos, ubicación bastante poco afortunada, pues justamente ésta es una
excepción a la igualdad que aquella otorga a los acreedores.

El Art. 2.465 consagra en los siguientes términos la responsabilidad patrimonial del


deudor: “toda obligación personal da al acreedor el derecho de perseguir su ejecución
sobre todos los bienes raíces o muebles del deudor, sean presentes o futuros,
exceptuándose solamente los no embargables, designados en el Art. 1.618”.

El Art. 2.469 señala como se persigue dicha ejecución: los acreedores pueden exigir que
se vendan todos los bienes del deudor que sean embargables hasta concurrencia de sus
créditos, intereses y costas para que con el producto de la enajenación se satisfagan sus
créditos.

El Art. 2.466, por su parte, fija la forma de proceder contra ciertos derechos del deudor,
y los Arts. 2.467 y 2.468 permiten la revocación y anulación de los actos del deudor en
perjuicio del derecho de sus acreedores.

Esta garantía (prenda) general establecida en los preceptos mencionados


anteriormente, presenta las siguientes características principales en cuanto a su
extensión y efectos:
1. Es universal e ilimitada, salvo las excepciones.
2. Es, en principio, igualitaria, y
3. Confiere una serie de derechos al acreedor.
1. Universalidad e ilimitación de la garantía general.
El derecho de garantía general se enfoca sobre el patrimonio del deudor y no sobre
bienes determinados de él. Recae sobre una universalidad, y por ello se le suele llamar
responsabilidad patrimonial universal del deudor.

Por tratarse del patrimonio del deudor y no de bienes específicos, como vimos ocurrida
en las cauciones reales, este conserva su pleno derecho de disposición y administración
del patrimonio y de los elementos que lo integran, sin que por regla general los
acreedores tengan medios para impedir sus actos respecto a su activo y pasivo. Es por
la subrogación real que gobierna los actos sobre el patrimonio que ello se explica; el
deudor puede enajenar sus bienes porque a los acreedores les responden, no los que
tenía aquél al contraer la obligación, sino al momento de exigirse el cumplimiento; los
que adquiera en el intertanto reemplazan a los que han salido.

Por excepción, la ley faculta a los acreedores para dejar sin efecto ciertos actos
efectuados por el deudor cuando han sido ejecutados en fraude de sus derechos,
mediante el ejercicio de la acción pauliana.

No obstante su universalidad, la garantía general tiene limitaciones:


- En primer lugar, porque hay ciertos bienes, como lo destaca el propio Art. 2.465 y lo
reitera el 2.469, que escapan a ella; son los inembargables, que quedan al margen
de toda persecución por los acreedores, y en consecuencia también del ejercicio de
cualquier acción de éstos.

- Porque la ley acepta y establece casos en que la responsabilidad es limitada y no


protege el total de la deuda; tenemos el caso ya citado del beneficio de inventario,
pues el heredero que se acoge a él, limita su responsabilidad a lo que recibe por
herencia en cuanto al pago de las deudas. En general, ella se presenta en los casos
de patrimonios separados, en que el deudor responde de las deudas qué a él se
refieren con los bienes que lo integran, pero no con los de sus otros patrimonios.

- También, se presenta una limitación de responsabilidad en materia de sociedades,


en que el socio de una responsabilidad limitada solo responde hasta el monto de su
aporte, como el accionista de la sociedad anónima la reduce a su acción, el
comanditario a sus aportes, etc. En tales casos, el deudor responde con todo su
patrimonio, y en tal sentido la garantía es general, pero hasta un cierto monto5 y no
más allá de él.

- Finalmente, existen casos en qué se responde por deudas ajenas, esto es, hay
responsabilidad pero no deuda; el responsable puede verse obligado a pagar
(obligación a la deuda), pero como realmente no debe, nace el derecho a repetir
contra el verdadero obligado (contribución a la deuda).

2. Igualdad de la garantía general. Excepciones.


En principio, y como lo destacan los Arts. 2.465 y 2.469, todos los acreedores gozan de
la garantía general; todos ellos tienen el derecho a sacar a remate los bienes
embargables del deudor.
La excepción son justamente las causales de preferencia que establece la ley y que son
el privilegio, y la hipoteca. Estas causales de preferencia son específicas y genéricas; las
principales son las cauciones reales, en que el acreedor tiene derecho a sacar a remate
los bienes afectos a ellas, con exclusión de los demás, mientras que los privilegios
generales se refieren a todo el patrimonio.

3. Derechos qué otorga la garantía general.


Por la responsabilidad patrimonial del deudor se explican la mayor parte de los derechos
qué la ley confiere al acreedor, desde el principal de ejecutar bienes de los qué lo
integran hasta pagarse de la obligación, su equivalente (indemnización de perjuicios),
hasta los derechos auxiliares que no tienen otro objeto de mantener, restablecer
robustecer el patrimonio del deudor que está respondiendo al cumplimiento.

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