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La mejor forma de interpretar la arquitectura moderna no es analizarla cómo

una serie de nombres y tendencias que protagonizaron una serie más o menos
conexa de acontecimientos o influencias, sino cómo el resultado de
exigencias sociales, económicas y culturales que se dieron en un momento
dado en diferentes países unidos por el mismo grado de desarrollo, dónde los
medios de comunicación jugaron un importante rol.
A principios del siglo xx, cuando se comenzó a superar el periodo del Art
Noveau, surgió dentro de la arquitectura moderna el concepto
FUNCIONALISMO, que se fue asimilando hasta al punto de ser inseparable
dentro de la arquitectura moderna. Este concepto se basa en la utilización y
adecuación de los medios materiales en fines utilitarios o funcionales, que sin
embargo puede ser considerado como medida de perfección técnica, pero
no necesariamente de belleza.
Las teorías funcionalistas toman como principio básico la estricta adaptación
de la forma a la finalidad o “la forma sigue a la función” que es la belleza
básica; pero que no es incompatible con el ornamento, que debe cumplir la
principal condición de justificar su existencia mediante alguna función tangible
o práctica, ya que no es suficiente deleitar a la vista, sino que también debe
articular la estructura, simbolizar o describir la función del edificio, o tener un
propósito útil.
Resumiendo en las palabras de G. Dorfles, es funcional “aquel sistema
constructivo en que el empleo de los materiales está siempre de acuerdo con
las exigencias económicas y técnicas en el logro de un resultado artístico. Al
decir arquitectura funcional se quiere indicar, pues, aquella arquitectura que
logra, o se esfuerza por lograr, la unión de lo útil con lo bello, que no busca sólo
lo bello olvidando la utilidad, y viceversa”.
El auge del funcionalismo dentro del movimiento moderno se debe a que se
convirtió en una alternativa al repertorio tradicional, que se encontraba
inhabilitado en responder a las nuevas necesidades de la sociedad; y
principalmente su difusión se debió a que el funcionalismo es un estilo muy
favorable dentro de la industria inmobiliaria, que fue desvirtuando los aportes
progresistas de personajes como Gropius, Mies y Le Corbusier, sustituyéndolos
por un lenguaje que garantiza una mejor eficiencia en la producción de
soportes para el consumo masivo, adecuándose a las exigencias económicas.

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La tradición racionalista y mecanicista que eclosiona en la arquitectura de principios del siglo


XVIII, es resultado del avance del conocimiento científico desde el siglo XVII y del desarrollo de
la industrialización a partir del siglo XVII. Todo esto posee referencias iniciales en algunas
publicaciones de Rene Descartes en su Discurso del método (1637) y en las concepciones
científicas definidas por Isaac Newton.
La Máquina y la metrópoli sustituyen a la naturaleza como modelo.

“La aspiración del racionalismo máximo es alcanzar la máxima funcionalidad, es decir la forma
sigue a la función”

El racionalismo persigue las formas precisas perfectas y repetitivas de la automatización


donde sus formas se oponen totalmente al racionalismo.

Mecanismos racionalistas: la medida, de detalle técnico, el prototipo, la


repetición modular y las megaestructuras.
La estructura del edificio quiere ser como la de una máquina, es por eso que el
proyecto opta por la primacía de las medidas, el elementarismo, la creación a
partir de prototipos y la repetición modular.
El embrión de la arquitectura racionalista radica en la herencia del atomismo
lógico de Rene Descartes: descomposición de elementos donde la
articulación de cada uno de ellos crea algo más complejo.
Alexander Klein y Ernst Neufert citan que la arquitectura racionalista parte
siempre de leyes mínimas, la medida de cada gesto de las actividades
humanas, el detalle constructivo. Es a partir de esto elementos que el uso se
convierte en forma. (De la función a la forma)
Los ejemplos más emblemáticos se produjeron en Francfort, en la segunda
mitad de los años veinte con una política municipal de viviendas, promovida
por Ernst May y con la producción de modelos como la cocina Francfort (1926)
proyectada por la arquitecta austriaca Margarete Schütte-Lihotzky. Unas
10.000 unidades fueron construidas a finales de la década de 1920 en
Fráncfort.
Esta actitud de descomposición y elementarismo del racionalismo se mantiene
en las arquitecturas High Tech. De la misma manera el racionalismo se ha
trasladado al Urbanismo.
El instrumento del Zoning se basa en dividir la complejidad de las ciudades en
pequeños núcleos, el problema de la ciudad es que se divide por zonas
monofuncionales, que funcionan como una maquina productiva y están
conectadas por líneas de circulación. Sin embargo, el urbanismo racionalista
de la carta de Atenas se mantiene hasta hoy: sus cuatro partes esenciales,
habitación, trabajo, esparcimiento y circulación.
Otro mecanismo racionalista vigente en la arquitectura es el detalle técnico
en el que basa su belleza y perfección. Es lo que caracterizaba a la
arquitectura de hierro en el siglo XIX en el ensamblaje de las estructuras de las
bibliotecas de Henri Labrouste en Paris, también podemos citar a Mies van der
Rohe y su proyecto Casa de Ladrillo (1923-1924).
El arquitecto catalán Carlos Ferrater, invento un bloque prefabricado de
hormigón blanco cuya combinación puede configurar todo tipo de muros, es
lo que hace Toyo Ito en algunos de sus proyectos como la Casa de Aluminio
(1999). Con ello se continúa la tradición técnica y rigorista de Carlo Lodoli,
Gottfried Semper y Adolf Loos que entendía la arquitectura a partir de la
tectónica, donde cada uno de los materiales que ensamblados de manera
lógica, crean estructuras complejas. Como características en la arquitectura
entonces encontramos el modelo matemático, las medidas, lo técnico y la
perfección de los detalles constructivos.
El racionalismo puro tan presente en una parte de la arquit5ectura del siglo XX,
es más difícil que se exprese e el arte. Sin embargo podemos encontrar
vestigios del énfasis en los avances de la técnica y la repetición modular, en
distintas corrientes artísticas el constructivismo y el futurismo hasta el arte
conceptual y el videoarte. Las pinturas de Giacomo Balla y las esculturas de
Umberto Boccioni expresaban las formas de la velocidad como efecto del
mundo de la máquina. Las videocreaciones de Antoni Muntadas, como The
Board Room (1987) y The File Room (1994), mediante un uso avanzado de la
técnica, incluso en la moda podemos encontrar estética industrial en la
vestimenta metálica de Paco Rabanne en lo años sesenta.

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