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Rojina Villegas, citado por Alfonso Brañas, indica que: “El derecho de alimentos es:
La facultad jurídica que tiene una persona denominada alimentista para exigirá
otra lo necesario para subsistir en virtud del parentesco consanguíneo, del
matrimonio o del divorcio en determinados casos”.
Ante esa omisión, agravada por el poco acierto en la redacción de dicho artículo
al tratar de precisar la característica de reciprocidad de la obligación alimenticia,
ha de atenderse la proximidad del parentesco: los cónyuges deben prestarse
alimentos entre sí, de acuerdo esencialmente con lo dispuesto en los artículos 109,
última parte, 110, 111, 112, 113 y 114 del código; los padres a los hijos, los abuelos
a los nietos; los hijos y los nietos a los padres y a los abuelos; y los hermanos entre
sí; todo sin perjuicio de otros ascendientes y descendientes que tengan derecho a
ser alimentados.
1. A su cónyuge
2. A los descendientes del grado más próximo
3. A los ascendientes también del grado más próximo; y
4. A los hermanos (Art. 285).
Este mismo artículo dispone que si los alimentistas concurrentes fueren el cónyuge,
o varios hijos sujetos a la patria potestad, el juez, atendiendo a las necesidades de
uno y otros, determinará la preferencia o la distribución, esto es, podrá resolver
que se presten alimentos al cónyuge o a uno o más hijos, o fijar la proporcionada
distribución de los mismos. Tipificándose así en la ley la divisibilidad de la
obligación alimenticia, por razón de las inmediatas necesidades de uno y otro
alimentista.
También en la ley de protección para las personas de la tercera edad podemos
encontrar el reconocimiento que la ley les da a dichas personas, para reclamar
contra su cónyuge o sus parientes en el grado de ley la prestación de alimentos.