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DIDÁCTICA CATEQUÍSTICA

Un acercamiento desde el documento “La Catequesis para América Latina”

Lic. María Elena Ocegueda Juárez

Siguiendo las orientaciones pedagógicas-didácticas ofrecidas por las nuevas


corrientes educativas y que orientan las distintas etapas del proceso, la catequesis
las articula y les da su impronta, así favorece un proyecto educativo en la fe que es
caracterizado por tender hacia una educación integral, que potencie las capacidades
de la persona como ser en sociedad. Estructura esta opción en una didáctica propia
ampliando su proyecto educativo, más allá del programa-contenido (currículo),
enriqueciéndolo con el cuándo enseñar (secuencia de objetivos y contenidos por
etapas) y cómo enseñar (el estilo metodológico de las acciones) pretendiendo así
incorporar todas las dimensiones que debe configurar una propuesta educativa
coherente y progresiva.

El presente capítulo es un acercamiento desde el primer documento que hace esta


integración de los avances didácticos al proceso catequístico, o que en su defecto
hace la distinción del ámbito de la didáctica catequística.

Didáctica Catequística.

La didáctica catequística indica el modo de proceder, a fin de que el proceso de


catequesis cumpla su cometido, teniendo en cuenta a las personas, los objetivos, los
recursos, el material didáctico, el tiempo y el espacio, de tal modo que sea exitoso
este proceso de enseñanza / aprendizaje.

La catequesis, como pedagogía de la fe, como acción educativa, ejercita una didáctica
específica que “orienta los elementos y las condiciones objetivas y subjetivas de la
enseñanza, a fin de que favorezca la comunicación de la fe y la respuesta de los
interlocutores” (CAL 172). Esta acción pedagógica-didáctica consta
fundamentalmente, de tres momentos: planeamiento, ejecución y evaluación, según
es referido en el documento “La catequesis para América Latina”.

En la catequesis la mayor dificultad de los catequistas radica en la comprensión y,


por lo tanto, en la aplicación de este proceso.

1
El planeamiento didáctico.

El planeamiento es una exigencia que se impone día a día en todas las actividades
humanas. El trabajo catequístico no escapa a esta exigencia y lo considera un
momento o elemento didáctico1 de gran valor, ya que ordena de manera previa y
reflexiva la acción catequística que se desarrolla en un grupo (cfr. CAL 173).

El planeamiento didáctico se orienta hacia el proceso enseñanza / aprendizaje. Es


considerado un trabajo reflexivo en cuanto es desarrollado para un grupo
determinado de interlocutores y exige que los elementos que se ponen en juego: objetivos,
contenidos, medios, tiempos y formas ofrezcan un itinerario flexible, adecuado a la
realidad, coherente y unitario, que responda a los intereses propios de la catequesis:
Educar la fe de manera sistemática y progresiva.

En la catequesis el planeamiento deberá asumir los objetivos propios de la didáctica


para que el itinerario que ofrece sea lo suficientemente preciso y concreto, que
eficiente la enseñanza evitando las improvisaciones, que impulse el aprendizaje
proporcionando secuencia y progresividad.

El planeamiento didáctico facilitará en la catequesis, los tiempos y las posibilidades


para el aprendizaje, evidenciando de esta forma el respeto al interlocutor ya que se
pone de manifiesto la reflexión de lo que debe hacerse en el encuentro catequístico.

En suma, el planeamiento es una previsión de lo que tiene que hacerse posibilitando


la concentración de medios y/o recursos didácticos para favorecer el objetivo de “Educar en
la fe”2.

La acción didáctica.

La acción didáctica se realiza a través de los “encuentros” catequísticos; es el


momento en que el catequista e interlocutor realizan un encuentro interpersonal,
podríamos decir que es la materialización del planeamiento didáctico. Desde los
principios generales, descendemos al terreno de la praxis para descubrir qué es lo
que se hace en catequesis y cómo se hace.

1 La ciencia didáctica hace diferencia entre los momentos y los elementos; los primeros corresponden a la planeación,
ejecución y verificación; los segundos hacen referencia a los objetivos, medios, ambientes, sujetos, etc.
2 Educar en la fe es liberar y desarrollar las potencialidades de las personas, es hacer transparente los signos de salvación,

para sostener la capacidad de respuesta del hombre a Dios de forma responsable y madura desde su condición de
creyentes. La educación en la fe se orienta a hacer madurar la conversión inicial para hacer de ella una experiencia viva,
explícita y operativa. La educación de la fe tiene muchas concreciones: la escucha de la Palabra, la celebración litúrgica, la
vida de la comunidad, la celebración sacramental, la profundización en los misterios de la fe, la práctica de la caridad, etc,
en este sentido “La catequesis no es más que una forma peculiar de educación en la fe” (C.T. 18)

2
El encuentro catequístico, desde el plano de la didáctica, es la acción misma, en el
sentido de ser el momento en que el mensaje es compartido, momento donde se
testimonia la fe; es la unidad de tiempo en que se realiza un “todo” significativo; es
el acto catequístico propiamente dicho.

El acto catequístico es el conjunto de acciones que posibilitan la transmisión de la


palabra de Dios. Acciones educativas marcadas por la finalidad a Dios, que es el que
toma la iniciativa, y fidelidad a la persona, a sus experiencias y a su historia. Los
elementos constitutivos del acto catequístico son tres: -la Palabra de Dios, -las
experiencias humanas y cristianas y -la expresión de la fe. Estos tres elementos son
estrictamente necesarios para que el encuentro sea verdaderamente un acto
catequístico. Las experiencias humanas y cristianas son interpretadas
significativamente por la Palabra de Dios contenida en la Sagrada Escritura y el la
Tradición viva de la Iglesia, estas experiencias significativas son el material
necesario para la expresión de la fe, celebración de la bondad de Dios en clave de
compromiso histórico de salvación.

En este momento didáctico cobra relevancia la orientación pedagógico-


metodológica, es decir, los criterios que inspiran la acción educativa de la catequesis,
la orientación segura del aprendizaje que nos dice cómo debemos proceder a fin de
hacer la enseñanza más provechosa. La catequesis como pedagogía de la fe,
sobrepasa cualquier pedagogía formal, ya que su inspiración está fundamentada y
se pone de manifiesto en la Pedagogía de Dios: “Enseñé a Efraín a caminar, tomándolo
por los brazos…con lazos humanos los atraía, con lazos de amor, y era para ellos como los
que alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia Él y le daba de comer” (Os.11,3-
4). La orientación metodológica es la manera de conducir el pensamiento o acciones
para alcanzar un fin, el método es pues el planeamiento de la acción de acuerdo con
los criterios determinados teniendo en vista determinadas rutas; esto implica para
la catequesis “analizar métodos existentes y elegir los que faciliten un buen servicio
a la educación en la fe” (CAL 164).

Los elementos propios del acto catequístico pueden ser articulados según alguna de
las metodologías3 existentes que han favorecido el proceso de transmisión de la fe.
“Históricamente en la Catequesis se han articulado en las dos grandes familias de
métodos: el inductivo (también llamado “existencial”, “experiencial”,
“antropológico” o de procedimiento ascendente), que parte de la vida humana
(incluida la dimensión religiosa) con sus problemas o situaciones, para proceder a la
interpretación significativa con la Palabra y re-expresar la fe en el compromiso,
celebración y oración; método deductivo (“kerigmático” o de vía descendente) que
parte de la fe como expresión del mensaje, en cualquiera de sus diversos lenguajes:

3 Se utiliza aquí la palabra “método” en un sentido de metodología para el aprendizaje o llamado también método
didáctico; secuencia de intervenciones operativas.

3
celebrativo, litúrgico, doctrinal, bíblico, etc. para llegar a la vida. Estos métodos no
se excluyen, sino que se complementan mutuamente” (CAL 165). Lo
verdaderamente importante en la metodología es la correlación de los elementos que
lleve a la conversión y el encuentro con Cristo.

Dentro de estos presupuestos de orden pedagógico-metodológico y didáctico, no


debemos restar importancia al elemento motivacional que invite, predisponga al
interlocutor a lo que se quiere enseñar; es llevarlo a la participación activa de su
educación.

Motivar es conducir al catequizando a que se empeñe en aprender, en el más amplio


sentido de la palabra. Es facilitar situaciones que lo induzca a un esfuerzo
intencional, estimulando y despertando el interés para alcanzar metas definidas4 y
llegar al fin último que es el encuentro y la comunión con Jesucristo. La motivación
es, por lo tanto, la preparación interna que favorece la aceptación del mensaje.

La evaluación.

En la catequesis la verificación del aprendizaje se lleva a cabo actualmente de un


modo precario, suministrando escasos y superficiales indicios de lo que el
alumno/catequizando ha aprendido en realidad. Bajo el concepto de aprendizaje
que ofrece la didáctica moderna Onofre de Arrunda dice: "Lo que interesa, por lo
tanto, no es la mayor capacidad de repetir de memoria el contenido; lo que
verdaderamente importa es adquirir la capacidad de reflexión, de análisis, de
síntesis, de espíritu crítico, para que sea la persona capaz de resolver por sí mismo
las dificultades que se presentan, sea cuales fueren"5.

La evaluación es la parte final del proceso educativo, aunque figura en todo el


transcurso de la ejecución con el propósito de comprobar la marcha del proceso
enseñanza-aprendizaje. Desde esta premisa conviene abordar la diferenciación entre
el concepto de verificación y evaluación del aprendizaje, tal diferencia se encuentra
de manera implícita en la siguiente afirmación: "La catequesis privilegia la
evaluación diagnóstica y la formativa. La evaluación sumativa, que busca medir los
conocimientos y calificar con números, no es recomendable en la catequesis" (CAL
173).

La verificación es el proceso de comprobación de lo que el interlocutor asimiló


durante un período de formación con referencia a un contenido. Es la comprobación
de modificaciones operadas en el comportamiento general (personal, social, moral,
etc.) del educando, con relación a los objetivos que se desean alcanzar.

4 propiciar el conocimiento de la fe, la educación litúrgica, la formación moral, aprender a orar, la iniciación y educación
para la vida comunitaria. (DGC 85-86)
5 Onofre de Arrunda. Didáctica General. pag. 28. San Pablo 1958.

4
La evaluación se refiere al proceso de atribuir valores o notas a los resultados
obtenidos, esta hace referencia a la apreciación cuantitativa o cualitativa vinculada
a las aptitudes, a las condiciones y a la efectividad del proceso.

La verificación comprueba y la evaluación aprecia, siempre en función de objetivos


que se desean alcanzar, estas pueden ser vistas como proceso y producto. Como
proceso tiene una finalidad diagnóstica y como producto hace referencia a la
configuración de habilitaciones referido a la finalidad formativa de la enseñanza.

La Catequesis es camino pedagógico-didáctico para el encuentro con Cristo,


encuentro que afecta al hombre entero, en sus aspectos volitivo, cognoscitivo y
afectivo, es decir, en su querer, pensar y sentir, por ello, es necesario preguntarse:
¿qué es evaluable en catequesis? En la catequesis esta “evaluación” se realiza,
principalmente, sobre las actitudes de fe esperanza y caridad; virtudes teologales
que manifiestan el encuentro y conocimiento cada vez mayor de Jesucristo,
estableciéndolo como su punto de referencia, como criterio de acción ante la vida.
De esta forma las actitudes que son el convencimiento interior, la forma de ser, que
llevan a actuar de determinada manera ante la realidad, son también constatables,
verificables, “evaluables”.

Otro aspecto a considerar en la catequesis, independientemente de la promoción o


de la habilitación que contribuye a la verificación del proceso de realización
individual del educando es la “autoevaluación”, la cual consiste en llevar al
catequizando a realizar la apreciación de sus propios resultados en el proceso de su
aprendizaje. La “autoevaluación” será así un medio educativo, capaz de llevarlo a
reflexionar sobre sí mismo, a tomar conciencia de sus valores que se traducen en
normas de comportamiento.

En la catequesis el proceso de apreciación del aprendizaje debe ir orientándose cada


vez más a la “autoevaluación” donde el catequizando pueda, con madurez y
objetividad, revisar si el mensaje evangélico recibido va formando en él actitudes
nuevas de fe, esperanza y caridad, actitudes que deben ser verificables, es decir, que
se manifiesten de una u otra forma en la vida de la comunidad eclesial y social.

El papel de los catequistas cobra así un sentido de orientador, de apoyo al


catequizando para la realización de este trabajo de interiorización, trabajo que es
realizable a través del diálogo como estimulador de procesos dinámicos de
superación.

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