Sin la losa del tiempo proscrito puntuando cada almohada, sin almohadas. Sin la enorme cocina negra y la estufa hirviente donde arrancas trozos de piernas y brazos de tu padre sólo para verlos organizados en una frase la cual -sollozas con súbita alegría- te salvará ¡si puedes recordarla después! Después, poco queda salvo la épsilon verde pálida embalsamada entre mar y posa pero ¿qué es eso con lo que retoca tus ojos? En este momento se detiene el escalofrío. Un escalofrío es un sirviente perfecto. El amén de ella alivia. “De hecho”, confiesa en una nota a pie de página, “fue un error de impresión por mamut” Me duele saberlo. Orificio de salida, dicen.