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Actualidad de “La
instancia de la letra en
el inconsciente o la
razón desde Freud”, de
Héctor López.
El objeto
El método
El plan de la obra
La “instancia” de Héctor López va siguiendo el texto de Lacan línea por línea, por
momentos letra a letra. En su recorrido nos encontramos con la secuencia de los
tres parágrafos que ordenan el escrito relativos al sentido de la letra, la letra en el
inconsciente, y la letra, el ser y el Otro, cada uno con su respectivo apartado de
comentarios y desarrollos propios. En el primero de ellos, López detecta, amplía
e ilustra los comentarios lacanianos, muchas veces alusivos, respecto de
conceptos nodales de la lingüística que serán clave para la elucidación de la letra
en el inconsciente. Así transitamos con Benveniste a través de sus niveles de
análisis lingüísticos, con sus extremos delimitados por el rasgo diferencial mínimo
de la letra y la frase. Notamos que su aporte representa un importante apoyo
para la elaboración lacaniana, con la salvedad hecha respecto del polo mayor, la
frase, y de la concepción de cuál es el referente del continuo discursivo
específico del psicoanálisis. Con Jakobson, nos detenemos convenientemente en
su distinción, a propósito del estudio de los afásicos, de los aspectos metafórico y
metonímico como constitutivos del lenguaje. Y Saussure, el gran maestro, cuya
potencia se encuentra acrecentada en el escrito de Lacan por la referencia a los
anagramas, encuentra en el libro de López un extenso despliegue. Con el trabajo
de Starobinsky sobre los anagramas López desarrolla ampliamente el punto,
proporcionando además un texto introductorio de Adriana Corti a “Le texte dans
le texte”.
El gran escrito freudiano Tótem y Tabú constituye otro de los lugares donde
rastrear subrepticiamente la presencia del lógos heraclíteo revitalizado por
Heidegger. Al respecto, Héctor López produce -insertado en el cuerpo de
comentarios correspondientes al segundo parágrafo del texto de Lacan- un
trabajo que ningún analista debe dejar de leer. Del mismo modo que
señalaremos luego para el trabajo sobre el señor Perelman que cierra los
comentarios al parágrafo tercero, nos encontramos frente a una investigación
dentro de la investigación. Un botón de muestra que nos enseña cómo procede
un investigador que se precie de tal. Decimos que encontramos las huellas del
lógos en Tótem y Tabú, ya que del mismo modo que Heidegger va a buscar lo
originario en el decir de los presocráticos y por ello es tildado por muchos de
ingenuo, del mismo modo Freud va a buscar lo originario en las investigaciones
etnológicas de su tiempo. Para una correcta valoración del escrito freudiano es
necesario no solo poder extraer las consecuencias que él ofrece a la teoría
psicoanalítica, sino situarlo convenientemente en el contexto en el que se inserta
en relación a las investigaciones antropológicas. Para precisar la idea, del mismo
modo que Heidegger va a buscar en lo originario no lo que estaba allí inerte sino
lo que aquellos decires nos dicen hoy en la actualidad vivificante de una lectura,
de un preguntar, Freud encuentra en su interrogación sobre las investigaciones
antropológicas construcciones mitológicas que refieren al origen. Eso es lo que
los textos etnológicos le dicen a Freud, y lo que él encuentra allí no es lo que
hay, sino lo que no hay. López es preciso y abunda en referencias para situar las
coordenadas de la recepción que el genial libro de Freud ha tenido entre los
antropólogos, y entre los hallazgos de su investigación encuentra algo
sorprendente: Lévi Strauss resulta en su crítica “más freudiano de lo que cree
serlo”, y su vacilación da cuenta de “que no encuentra el punto desde dónde leer
a Freud”.
Los anexos
“Algo está ahí (en un tiempo localizable) para ser leído con el lenguaje, cuando
todavía no hay escritura”, nos recuerda y precisa Teresa Traynor apoyándose en
el seminario sobre la identificación para abordar luego la célebre conferencia
“Lituraterre”, a propósito del destino de la letra después de “la instancia”, en el
sólido artículo que abre el capítulo de anexos del tomo I.
Siguiendo con la materialidad de la letra, leemos: “Por tanto, hay signos que
entre las cosas que significan se significan a sí mismos”. ¿Que si la frase es de
Condillac, Destutt de Tracy, Maine de Biran, Austin, Foucault, Recanati o Lacan?
No, se trata del diálogo de San Agustín con su hijo Adeodato, data del año 389 y
lo encontramos en el anexo del tomo I. Allí también leemos acerca de la
conveniencia de “un modo de decir interrumpido, con silencios y con
detenciones… de esta suerte el otro se echará a adivinar aquel no sé qué, que
tal vez no creería si lo oyese, y lo creerá porque piensa que él mismo es quien lo
ha acertado”. ¿Que si se trata de un fragmento de L’etourdit, o un comentario
sobre él que explica el decir a medias del analista? No, se trata de las
Instituciones Oratorias de Marco Favio Quintiliano.
Mencio, Mauriac, Valery, Tardieu, Strauss, Silberer, Pascal, ellos completan los
anexos de ambos tomos, convirtiendo de este modo a la “instancia” de López en
una especie de Enciclopedia sobre “La instancia de la letra”. En todo caso, una
Enciclopedia crítica y comentada.
Recapitulando
Dicho corpus está habitado por referencias que en un orden secuencial pueden
ser fácilmente ubicadas en el escrito de Lacan, ya que se ofrecen
escrupulosamente los números de página correspondientes a distintas ediciones
de los Escritos. A la vez, y de un modo subordinado al método -la espiral- dichas
referencias secuenciales son acometidas esporádicamente por nociones y
conceptos que retornan con potencia renovada para tratar con la materia del
texto desde distintos niveles de complejidad con alusiones y resonancias
diversas cada vez. El lógos, un nombre de la repetición, tal el anuncio temprano
del autor “recorre furtivamente toda la espiral del texto”.
Completan el corpus literario once textos que nutren los anexos de ambos tomos,
correspondientes a los autores mencionados más arriba, haciendo más evidente
con su presencia la participación de la universitas litterarum misma en la obra de
Héctor López, y viceversa.