Você está na página 1de 10

La "instancia" de Lacan

Actualidad de “La
instancia de la letra en
el inconsciente o la
razón desde Freud”, de
Héctor López.

Por Martín Alomo

El objeto

Si nos detenemos en la relación entre el título y el subtítulo, notamos que el


segundo explica al primero. La “instancia” de Lacan consiste en la actualidad de
“La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”. La “instancia”
de Lacan y “La instancia de la letra…” refieren al mismo elemento, repetido. Más
adelante, a propósito del método, comentaremos cómo la repetición juega un
papel primordial tanto en el texto lacaniano como en el estudio de Héctor López.
Pero ahora nos interesa destacar el que consideramos un elemento clave del
título: la “instancia” de Lacan consiste en la actualidad de “La instancia de la
letra…”. Proponemos simplificar del modo más básico los dos elementos
presentes en ambos términos, quedando de manifiesto lo que creemos principal:
el pivote del libro no es sino la actualidad entendida en todas las acepciones
posibles.

En primer lugar, se trata de la actualidad de “La instancia de la letra…”


considerada a la luz de una crítica prolija y minuciosa respecto de otros estudios
que se han ocupado del escrito con anterioridad. En este sentido, López revisa
con potente lupa los trabajos de Nancy y Labarthe-Racoue, Miller y Roudinesco
entre otros. Pero también se trata de la actualidad entendida como lo que “La
instancia de la letra…” nos dice hoy, en acto, a los analistas. ¿Que del lado de
quién queda este acto? Justamente la función de la escritura y la lectura están
puestas en cuestión todo el tiempo, no solo por el texto de Lacan, sino por la
propuesta de López. Si consideramos el hecho de que la lectura funda a la
escritura -noción ampliamente recorrida en el libro- no cabe duda que el acto en
cuestión depende del compromiso de los analistas por prestar oídos a la clínica,
es decir a lo que se escucha, se lee, se escribe. En este marco, la actualidad de
“La instancia de la letra…” es un saber en acto, una lectura performativa del
escrito lacaniano. Texto que tal como señala López, se encuentra a mitad de
camino entre un escrito acabado y una charla frente a unas copas. Momento
privilegiado de tensión y determinaciones suspendidas, en el que es necesario
que el lector sitúe las coordenadas que lo ordenan, en una lectura
eminentemente activa. “Al lector no le queda otra salida que su entrada”, dirá
Lacan.

Una lectura performativa entonces de “La instancia de la letra en el inconsciente


o la razón desde Freud”, he aquí la segunda de las acepciones del trabajo de
Héctor López. Pero la actualidad en cuestión, pivote de esta nueva instancia,
encuentra las condiciones de su realización afortunada en un contexto abierto:
nada más y nada menos que la universitas litterarum.

La actualidad de “La instancia de la letra”, entonces, será considerada primero en


relación a sus comentaristas; luego, a la luz del acto de lectura realizado por un
analista (“lectura de autor” diremos parafraseando el cliché de moda que nombra
las nuevas tendencias en que diseñadores de toda índole pergeñan sus
mercancías); y por último, como una lectura performativa cuya condición de
realización es su participación en el campo de la universitas litterarum. Este
último punto subraya la necesidad de la apertura. Apertura que como bien señala
López, no se trata de la ausencia de mediación con lo real, tal el reparo
interpuesto por Lacan en 1955 en relación a la noción heideggeriana, sino una
apertura al universo de las letras, al mundo del lenguaje y al lazo discursivo.

Queda definido el objeto de La “instancia” de Lacan, entonces, como una lectura


performativa que despliega su actualidad en tres puntos: el estado del arte; una
lectura en acto del escrito lacaniano que es escucha clínica de dicho texto (Freud
hizo lo propio con Schreber; Lacan con Schreber y con Freud, por ejemplo); y
una lectura de los nexos con otros campos del saber: un estudio interdisciplinario
de “La instancia de la letra”. De este modo entendemos que el autor encuentra
los parámetros que condicionarán su lectura, su modo de “imponerse límites”. En
este marco “el camino elegido pone en juego, inevitablemente, esa función que
Saussure denominó ‘punto de vista’, donde el objeto es creado por la lectura,
engendrado por ella”.

En cuanto a “repetición” y “apertura”, dos elementos presentes en nuestra


delimitación del objeto del libro, nos llevan directamente al apartado siguiente.

El método

Una lectura “en espiral” de “La instancia de la letra…” incluye en su operación el


concepto de repetición. Una lectura “en repetición” del texto lacaniano es lo que
nos propone Héctor López en La “instancia” de Lacan. Y para que nos quede
claro, de entrada nos da referencias precisas para entender que se trata no de
una repetición vana, circular, análoga a la propuesta por Copérnico en De
revolutionibus orbium celestium, sino de una repetición abierta, radicalmente
alejada de la idea de sistema. Una repetición no circular sino elíptica, y que en su
recorrido “donde lo único consistente es el trazo” lejos de producir la vuelta al
punto de partida, cada nueva vuelta “produce una diferencia de sentido que
reduce la dispersión o imprecisión del giro anterior”.

Si bien la lectura de “La instancia de la letra…” siguiendo el método de la espiral


es una ocurrencia de López, no se trata de una simple invención ingeniosa, sino
que remite a una lectura “a la letra” del escrito de Lacan, y aun del decir que ec-
siste al texto. Siguiendo la elucidación de López, comenzamos a entender mejor
cuando consideraramos el destino del término “letra” en el título y en los tres
subtítulos del texto lacaniano, donde la iteración, además de subrayar
suficientemente la preeminencia del concepto en construcción, es colofón de una
nueva vuelta que porta nuevos sentidos, nuevas alusiones, nuevas precisiones.
La letra en el inconsciente es encarada con una noción fuertemente pertrechada
con conceptos lingüísticos. Luego, si el último parágrafo del escrito conmueve los
cimientos mismos del ser, puede hacerlo desde el inconsciente freudiano leído a
la letra. Pero ello no implica que la conmoción del ser no produzca efectos
retroactivos sobre la letra en el inconsciente. Y la espiral continúa.

El plan de la obra

El trabajo de López representa el logro de una empresa colosal por su propósito:


la localización de todas las referencias del escrito de 1957, incluso de aquellas
que están aludidas difusamente, “sin título ni nombre de autor”. Solo esto, per se,
constituye un meritorio trabajo de investigación, y supone una consecuencia
fácilmente previsible en el contexto académico y entre los analistas interesados
en profundizar su conocimiento de lo real del inconsciente. Tal consecuencia
previsible señala la elevación de dicho compendio de referencias a la estatura de
una obra clave, ineludible a la hora de estudiar y escribir. Sin embargo, La
“instancia” de Lacan nos ofrece mucho más. Cada referencia ha sido objeto de
una concienzuda, reflexiva y generosa elaboración por parte del autor, a la luz de
su vasta experiencia clínica e investigativa. Por citar un ejemplo, que debemos
considerar en serie con la propuesta de lectura “en espiral” del texto, López
rastrea el concepto de Lógos en “La instancia…” localizándolo hacia el final del
escrito. Sin embargo, al inicio de su obra en dos volúmenes, inmediatamente
después de explicitar el método -la espiral- inaugura el apartado de “Comentarios
y referencias” con su esclarecedor desarrollo sobre el Lógos. Justifica este
ordenamiento “en tanto se trata de un concepto que recorre furtivamente, desde
el inicio, toda la espiral del texto”. ¿De qué modo puede un concepto recorrer
furtivamente toda la espiral del texto? No lo explicaremos aquí, pero diremos que
queda suficientemente señalada por este re-curso al Lógos la importancia del
concepto de repetición. Una vez más.

Como decíamos, un compendio exhaustivo de referencias bastaba para revestir


la obra de una importancia capital. Los comentarios, con explicaciones
esclarecedoras e incitantes (explicaciones que no cristalizan el decir del escrito
en conceptualizaciones acabadas, sino que participan de la lógica abierta de la
espiral) elevan el valor de La “instancia” de Lacan con un plus que no se
consigue a la vuelta de la esquina: un pensamiento fresco y renovador de los
sentidos ocultos en el escrito lacaniano. Ocultos no en un sentido esotérico ni
oscurantista, sino ocultos en la inquietante presencia de la letra, que una vez
leída, se hace evidente y se revela como habiendo estado allí sin que nos
hayamos percatado de ello.

La “instancia” de Héctor López va siguiendo el texto de Lacan línea por línea, por
momentos letra a letra. En su recorrido nos encontramos con la secuencia de los
tres parágrafos que ordenan el escrito relativos al sentido de la letra, la letra en el
inconsciente, y la letra, el ser y el Otro, cada uno con su respectivo apartado de
comentarios y desarrollos propios. En el primero de ellos, López detecta, amplía
e ilustra los comentarios lacanianos, muchas veces alusivos, respecto de
conceptos nodales de la lingüística que serán clave para la elucidación de la letra
en el inconsciente. Así transitamos con Benveniste a través de sus niveles de
análisis lingüísticos, con sus extremos delimitados por el rasgo diferencial mínimo
de la letra y la frase. Notamos que su aporte representa un importante apoyo
para la elaboración lacaniana, con la salvedad hecha respecto del polo mayor, la
frase, y de la concepción de cuál es el referente del continuo discursivo
específico del psicoanálisis. Con Jakobson, nos detenemos convenientemente en
su distinción, a propósito del estudio de los afásicos, de los aspectos metafórico y
metonímico como constitutivos del lenguaje. Y Saussure, el gran maestro, cuya
potencia se encuentra acrecentada en el escrito de Lacan por la referencia a los
anagramas, encuentra en el libro de López un extenso despliegue. Con el trabajo
de Starobinsky sobre los anagramas López desarrolla ampliamente el punto,
proporcionando además un texto introductorio de Adriana Corti a “Le texte dans
le texte”.

El desarrollo minucioso del libro, además de internarnos en los vericuetos de sus


elucidaciones, nos invita a una lectura apasionada sobre las referencias para e
inter-textuales de Lacan. De repente, cuando estamos inmersos en lo más
profundo de un complejo desarrollo respecto de los tropos a propósito de la
referencia a Quintiliano y la importancia del contexto discursivo en el uso de la
metonimia, nos encontramos con una nueva oración en cursivas (apelación a la
letra de “La instancia…”) que resignifica el contexto y nos reubica como lectores:
rendimos homenaje aquí a lo que debemos… Y lo que importa ahora es la
alusión al hecho de que por medio de evadir el recurso a la “comunicación
personal” como referencia, Lacan agradece a quien corresponde, Jakobson en
este caso (referencia no evidente, sino detectada con la lupa de López), y
además sostiene su disputa política con un adversario indigno a juzgar por sus
métodos (el uso de la “comunicación personal” como ejercicio de la infatuación y
el desconocimiento avisado, que en el contexto correspondiente no puede ser
leído sino como argumento ad hominem). Y al seguir estas referencias
detectadas, proporcionadas y desarrolladas en la obra de López (muchas de
ellas tenues guiños para entendidos esbozados en el texto de Lacan) notamos
que no se trata de una vana discusión respecto de si cortar el huevo por la punta
fina o por la punta gruesa, inciso oportunamente desarrollado a propósito del
decano Swift.

A la hora de ingresar en los dominios de la letra en el inconsciente, Lacan elige


hacerlo por la puerta de la Traumdeutung. El sueño es un rébus, escribe Lacan
citando a Freud, y ésto da lugar al primer comentario del tomo II de la obra de
López, en el que la función de la lectura como fundante de lo escrito será
recorrida una vez más. La lógica de la letra en el inconsciente prosigue su
derrotero con Saussure y Jakobson, quienes permiten a Lacan situar con fuerza
y precisión la condensación freudiana en la metáfora, y el desplazamiento en la
metonimia. Y López seguirá este desarrollo lacaniano hasta su resolución en la
duplicidad enunciado / enunciación, pero no sin antes pasar por Descartes y su
Cógito.

El gran escrito freudiano Tótem y Tabú constituye otro de los lugares donde
rastrear subrepticiamente la presencia del lógos heraclíteo revitalizado por
Heidegger. Al respecto, Héctor López produce -insertado en el cuerpo de
comentarios correspondientes al segundo parágrafo del texto de Lacan- un
trabajo que ningún analista debe dejar de leer. Del mismo modo que
señalaremos luego para el trabajo sobre el señor Perelman que cierra los
comentarios al parágrafo tercero, nos encontramos frente a una investigación
dentro de la investigación. Un botón de muestra que nos enseña cómo procede
un investigador que se precie de tal. Decimos que encontramos las huellas del
lógos en Tótem y Tabú, ya que del mismo modo que Heidegger va a buscar lo
originario en el decir de los presocráticos y por ello es tildado por muchos de
ingenuo, del mismo modo Freud va a buscar lo originario en las investigaciones
etnológicas de su tiempo. Para una correcta valoración del escrito freudiano es
necesario no solo poder extraer las consecuencias que él ofrece a la teoría
psicoanalítica, sino situarlo convenientemente en el contexto en el que se inserta
en relación a las investigaciones antropológicas. Para precisar la idea, del mismo
modo que Heidegger va a buscar en lo originario no lo que estaba allí inerte sino
lo que aquellos decires nos dicen hoy en la actualidad vivificante de una lectura,
de un preguntar, Freud encuentra en su interrogación sobre las investigaciones
antropológicas construcciones mitológicas que refieren al origen. Eso es lo que
los textos etnológicos le dicen a Freud, y lo que él encuentra allí no es lo que
hay, sino lo que no hay. López es preciso y abunda en referencias para situar las
coordenadas de la recepción que el genial libro de Freud ha tenido entre los
antropólogos, y entre los hallazgos de su investigación encuentra algo
sorprendente: Lévi Strauss resulta en su crítica “más freudiano de lo que cree
serlo”, y su vacilación da cuenta de “que no encuentra el punto desde dónde leer
a Freud”.

Preludiando el ingreso a las cuestiones de la letra y el ser, el concepto de


repetición comienza a hacerse notar con mayor evidencia en el texto de López.
Por un lado, en referencias al inconsciente freudiano como una memoria
localizable -en tanto discurso- únicamente en la materialidad de la letra de
acuerdo a la lógica de lo que se repite, ya sea de modo automático o aun
azaroso. El inconsciente como accesible por medio de la repetición es seguido
en el libro de López por un extenso comentario sobre el retorno a lo originario en
Hölderlin, que nos acerca a la idea de la imposibilidad de repetición
kierkegaardiana. A propósito de esta última, a modo de ejemplo, López nos
refresca el encuentro afortunado de Freud con las antinomias de Empédocles, un
freudiano presocrático.

Estas referencias no tendrían sentido sin una correcta articulación con el


concepto de repetición, que en definitiva articula la lógica de la teoría y la clínica
psicoanalíticas. “Todo esto implica para Lacan que la pulsión de muerte es
estrictamente un principio: el principio regio del Lógos (…) y no hay más retorno
que la repetición fallida en torno de un origen que no existe”, escribe López
citando en las cursivas el texto lacaniano. De este modo, habiendo cernido a la
letra como centro de la materialidad del inconsciente y sede de la repetición que
en la operatoria significante es requerida como participante de sus retornos, con
Lacan, López logra señalar el Kern unseres Wesens, el núcleo de nuestro ser: la
letra, en el centro, señalando un vacío irreproducible.

Siguiendo el texto lacaniano, Heidegger y su lógos vuelven a aparecer también


en la “instancia” de López. Y en esta vuelta, la repetición ataca diagonalmente el
lógos instaurado en el comentario del tomo I, ahora poniendo en cuestión y
extremando la tensión de las diferencias entre el decir lacaniano y el pensar del
filósofo. Si bien queda señalado una vez más el parentesco, incluso la fraternidad
en el decir, sobre todo en lo que de Destruktion propone Heidegger respecto del
pensar occidental, sin embargo, la imposibilidad en la que funda su vacío central
la teoría psicoanalítica resulta de muy difícil aprehensión desde el campo de la
filosofía. A propósito de la posibilidad de sentido vs. la imposibilidad del ser,
aclara bastante esta división de aguas una oportuna referencia de Raúl Sciarreta
apuntada convenientemente por López. En esta parte del libro, que abunda en
referencias y generosos desarrollos relativos al Heidegger de posguerra,
posterior a Die Kehre (el giro o viraje), escribe el autor: “Heidegger baliza el
camino de Lacan en su retorno a Freud, pero la doctrina, no solo sobre la letra,
sino también sobre el ser, es la freudiana”.
Hacia el final del capítulo de comentarios del tomo II, encontramos un trabajo de
Héctor López sobre “El tratado de la argumentación” de Chaïm Perelman, otra
referencia lacaniana. Este trabajo procede con el texto de Perelman del mismo
modo que lo ha hecho con las otras referencias: primero, situando el contexto en
que Lacan lo introduce; luego, revisando lo publicado al respecto; por último,
produciendo una observación sobre el material de referencia, y resaltando allí
dos cosas: por un lado, a qué puntos de él se refiere Lacan y para qué; por otro,
qué cuestiones han quedado intocadas por los autores que han escrito
previamente sobre el tema. El resultado es un trabajo claro, preciso y penetrante,
que toca no solo a la especificidad de la metáfora en la “instancia” sino al modo
en que los conceptos de sujeto y ser se articulan a ella, y de pasada es una clase
rigurosa acerca de cómo debe proceder metodológicamente un analista
interesado en investigar sobre un tema específico.

Los anexos

“Algo está ahí (en un tiempo localizable) para ser leído con el lenguaje, cuando
todavía no hay escritura”, nos recuerda y precisa Teresa Traynor apoyándose en
el seminario sobre la identificación para abordar luego la célebre conferencia
“Lituraterre”, a propósito del destino de la letra después de “la instancia”, en el
sólido artículo que abre el capítulo de anexos del tomo I.

Si el compendio exhaustivo de referencias y los comentarios y explicaciones de


las mismas (que en definitiva constituyen artículos independientes que de por sí
conforman un libro dentro del libro) dan al trabajo de Héctor López el peso de
una obra fundamental, los anexos presentes en ambos tomos merecen una
consideración aparte.

“Un marxista no puede considerar el idioma como una superestructura sobre la


base, confundir el idioma con la superestructura significa incurrir en un serio
error”. ¿Que si Lacan o acaso Héctor López se han vuelto marxistas en esta cita?
No señores, el que habla allí es José Stalin y hasta la publicación de la
“instancia” de López el texto constituía una referencia inhallable.

Siguiendo con la materialidad de la letra, leemos: “Por tanto, hay signos que
entre las cosas que significan se significan a sí mismos”. ¿Que si la frase es de
Condillac, Destutt de Tracy, Maine de Biran, Austin, Foucault, Recanati o Lacan?
No, se trata del diálogo de San Agustín con su hijo Adeodato, data del año 389 y
lo encontramos en el anexo del tomo I. Allí también leemos acerca de la
conveniencia de “un modo de decir interrumpido, con silencios y con
detenciones… de esta suerte el otro se echará a adivinar aquel no sé qué, que
tal vez no creería si lo oyese, y lo creerá porque piensa que él mismo es quien lo
ha acertado”. ¿Que si se trata de un fragmento de L’etourdit, o un comentario
sobre él que explica el decir a medias del analista? No, se trata de las
Instituciones Oratorias de Marco Favio Quintiliano.

Mencio, Mauriac, Valery, Tardieu, Strauss, Silberer, Pascal, ellos completan los
anexos de ambos tomos, convirtiendo de este modo a la “instancia” de López en
una especie de Enciclopedia sobre “La instancia de la letra”. En todo caso, una
Enciclopedia crítica y comentada.

Recapitulando

La “instancia” de Lacan, de Héctor López, constituye un corpus literario ordenado


por el decir de un analista que arriesga en cada letra su lectura, entendiendo que
ello importa un acto que pone en juego necesariamente su posición enunciativa.

Dicho corpus está habitado por referencias que en un orden secuencial pueden
ser fácilmente ubicadas en el escrito de Lacan, ya que se ofrecen
escrupulosamente los números de página correspondientes a distintas ediciones
de los Escritos. A la vez, y de un modo subordinado al método -la espiral- dichas
referencias secuenciales son acometidas esporádicamente por nociones y
conceptos que retornan con potencia renovada para tratar con la materia del
texto desde distintos niveles de complejidad con alusiones y resonancias
diversas cada vez. El lógos, un nombre de la repetición, tal el anuncio temprano
del autor “recorre furtivamente toda la espiral del texto”.

Se destacan producciones originales de gran calidad sobre temas específicos


inherentes al objeto de la obra, encaradas con solvencia metodológica,
desarrolladas con precisión y creatividad, que saben encontrar sus propios
hallazgos -novedosos- como resultados accesorios del objetivo principal del libro
(que como dijimos, consiste en el desarrollo de un punto de vista respecto de la
obra de referencia). Pero no por accesorios menos importantes: ejemplo de ello
son los trabajos sobre la recepción de Tótem y Tabú por parte de los
antropólogos, y “Un océano de falsa ciencia”.

Completan el corpus literario once textos que nutren los anexos de ambos tomos,
correspondientes a los autores mencionados más arriba, haciendo más evidente
con su presencia la participación de la universitas litterarum misma en la obra de
Héctor López, y viceversa.

Recapitulando, la exhaustividad de las referencias y sus comentarios críticos, la


aplicación de un método para el desarrollo de la investigación, la elaboración de
trabajos originales sobre puntos problemáticos específicos, y la presencia en los
anexos de la obra de algunos de los textos más difíciles de encontrar referidos
por Lacan “muchas veces sin título ni nombre de autor”, erigen a La “instancia”
de Lacan por su calidad investigativa, su escucha sutil y su imponente extensión,
en una nueva especie entre las publicaciones sobre psicoanálisis, algo así como
una Summa Analiticae.

Con Jean Starobinsky y los anagramas de Saussure, toma otra dimensión la


sugerencia de Héctor López de predisponer el oído para escuchar analíticamente
el escrito de Lacan. Seguramente, para nombrar al autor de La “instancia” de
Lacan, aunque no se mencionen campos de trigo y cebada ni barbas plateadas,
se dirá que su pluma no era avara y tenía oído.

© Copyright ImagoAgenda.com / LetraViva

Você também pode gostar