La corrupción de la que actualmente es víctima nuestro país, no es nada más
ni nada menos que el reflejo de la conducta antiética de muchos de los funcionarios que se desenvuelven dentro del sistema de gobierno, por un lado los políticos que hacen parte de la democracia y por el otro los administradores públicos los cuales pertenecen a la burocracia, los segundos cumplen una función muy importante que es la de velar por el cumplimento que los políticos hagan de las normas y leyes en relación al bienestar general de las personas, y es ahí donde surge una pregunta muy importante: ¿En qué medida son corruptos los políticos?, ¿quien alguna vez no ha relacionado la política con la corrupción o específicamente a participado de alguna forma en algún acto de corrupción?, se creería que muchos lo han hecho, simplemente por el hecho de pertenecer al sistema o desenvolverse dentro de una sociedad la cual se acostumbró a vivir con esa corrupción, tomada desde el punto de vista de Alejandro Nieto como la “antítesis del buen gobierno”. Ahora bien, tenemos plena seguridad de que la corrupción en nuestro país no se ha dado de forma transitoria o por periodos de tiempo, siempre ha existido y mientras estemos sometidos al sistema de gobierno en el que vivimos siempre existirá, según Alejandro Nieto “la corrupción acompaña al poder, como la sombra al cuerpo”, en la medida en que se toma tiene la razón, porque es en el poder en donde se ve reflejada con mayor fuerza la corrupción y es ahí donde se debe generar un proceso de cambio y transformación estructural, para el buen manejo de los recursos y el progreso de la sociedad. Retomemos la pregunta antes mencionada: ¿en qué medida son corruptos los políticos?, sencillo y fácil de responder, en la medida en que los funcionarios o administradores públicos les permitan serlo, pues recordemos que son ellos los que controlan a los políticos respecto al cumplimiento de las normas y leyes las cuales favorecen el desarrollo y el bienestar general de las personas, entonces es posible ahora, identificar en donde se debe generar ese proceso de transformación y cambio, pues si, nada más ni nada menos que en los administradores públicos, generar en ellos un proceso de cambio en su conducta ética, brindándoles las herramientas necesarias que les faciliten ese proceso, fomentando en ellos la ética pública que les permita brindar un servicio responsable y comprometido con la comunidad, un servicio transparente, eficaz y de calidad que es en si la esencia del administrador público. Finalmente la invitación es a la reflexión, nuestro país necesita un cambio urgente, el abismo entre ricos y pobres es demasiado extenso, la inequidad es demasiado grande, hacemos parte de los cinco primeros países con mayor desigualdad en Latinoamérica y una de las principales causa es la corrupción, es tiempo de tomar conciencia y empezar por nosotros mismos, como estudiantes de Administración Publica adoptar una vocación de servicio público, desinteresado, transparente, honesto, responsable, en armonía con los principios éticos y morales, con pleno convencimiento de nuestro buen actuar y con el pleno convencimiento de querer servir a nuestra comunidad.